16. Mala impresión

Danyeel despertó de un sueño inquieto. Miró alrededor, intentando acostumbrarse a la vista humana, tan sensible a la luz. Se tapó los ojos. Descubrió que estaba destapado, y se cubrió con la sábana, la cobija, y encima se puso la otra cobija que había robado de la biblioteca.

Maldijo, le dieron ganas de ir al baño. Tras batallar un rato consigo mismo (toser no ayudaba), se levantó y fue.

Estornudó mientras estaba en lo suyo.

—¡Ah, aaaah!

Danyeel se dió otro baño con agua caliente, Pero se dió cuenta que lo acaloraba. ¡Pero si era un dragón! ¿Por qué a ese cuerpo le molestaba el calor?

Se regresó a la cama, sintiéndose derrotado y miserable.

<<Si me entero que es un experimento de Jorge lo voy a asesinar... No, no creo que lo haga.

Suspiró, reconociendo la compasión. Se hubiera sorprendido, Pero se sentía demasiado débil como para pensar en eso y procesarlo. Ya retomaría esa reflexión más tarde.

Descubrió lo divertido que era el aire caliente en el cabello. Tenía que admitir que los inventos humanos eran muy interesantes y útiles para facilitarles la vida.

Había aprendido mucho con los libros, y por contexto había aprendido mucho más. Deseó un destornillador para abrir ese aparato que soplaba aire. Era más pequeño que un ventilador, Pero igual de potente ¿O tal vez, podría abrirlo él solo?

Tocaron su puerta, no reaccionó, el pequeño artefacto se apagó cuando se desconectó de la pared. Su decepción fue insoportable.

—Aw...

—¿Señor? Buenos días. ¿Está presentable?

—No, Theo. Quiero morirme, nunca me sentí tan débil. Creo que voy a morir.

Se dejó caer hacia atrás en la cama. Theo se asomó, y tras él entró Liah.

—Eres un exagerado, Danyeel...

—¡Liah! ¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste?

—Pero si te quedaste dormido...

—¿Sí? No lo recuerdo.

Theo le acercó la medicina y una taza de té. Danyeel la probó, y contuvo escupir el contenido.

—¿Qué es? ¡Horrible, horrible!

—Le pondré más azúcar, permiso.

Liah acercó una silla, y la puso frente a la cama.

—¿Esa no es una camisa de varón?

Liah miró su blusa de cuello plegado.

—Tal vez originalmente lo era, Pero la moda es una cosa curiosa. Ésta es de mujer. ¿Cómo te sientes?

Se dejó caer en la cama de nuevo.

—¡Horrible! ¿Cómo el simple invierno puede matar a un hombre?

—No te estás muriendo, solo tienes gripe. Mamá dice que es normal que los hombres se debiliten más. No sé porqué...

—¡Ridículo! Los hombres son más fuertes. Oh, Pero tiene sentido. Las mujeres continúan la descendencia, tal vez tienen más resistencia a las enfermedades.

—Tal vez, o tal vez los hombres son unos quejones. Vamos, acuéstate mejor en la cama.

Danyeel se acurrucó y ella lo arropó.

—Moriré, y mi hermoso tesoro será saqueado—dijo con un hilo de voz.

—No si me dices dónde está...

Danyeel se alzó entre las sábanas y la miró, con la boca abierta y las cejas hacia abajo. Liah no le dió oportunidad de hablar, se rió tanto que se sostuvo el vientre.

Theo le dió el té, azucarado para que pudiera tomárelo, y Liah seguía riendo.

—¿La pérdida de mi tesoro te causa gracia?

—No, ay, no. Es que tu cara fue muy graciosa. Gracias, Danyeel, me hiciste reír. lo necesitaba.

—¿Dónde está la otra humana?

—Llamala por su nombre.

—Margarita.

—Se tuvo que ir temprano, dijo que su madre la llamó con urgencia.

—¿Por eso necesitabas reírte?

Liah miró hacia la ventana, se levantó, y pasó la mano por los pliegues de la falda mientras caminaba, se detuvo apoyando una mano en el vidrio, mirando afuera.

—No. Creo que tuve un mal sueño.

—¡Yo también! ¡Soñé por primera vez!

Liah se volteó a mirarlo.

—¿Los dragones no sueñan?

Danyeel iba a responder, Pero algo en la luz tras ella, y la luz reflejada en ella, y sus ojos, y su cabello, le dejaron sin palabras.

—¿Qué hiciste?

—¿Qué cosa?—ella sonrió un poco, intentando adivinar lo que diría.

Danyeel se cruzó de hombros, intentando callar el bombeo de su corazón. Miró a otra parte y cerró los ojos con fuerza.

—¡No dije nada! En fin, mi sueño, yo... No lo recuerdo. Pero caminaba como humano.

—No sabía que los dragones no tenían sueños. Y tampoco sabía que podían sonar cuando eran humanos.

—Yo no soy humano—le corrigió, aún sin mirarla—me vestí de humano.

—Danyeel, es de mala educación no mirar a la gente a la cara cuando les hablas.

—Pues seré maleducado.

—¡Adiós!

—¡NO!

Liah dió unos pasos rápidos hacia la puerta. El plan de Danyeel era lanzarse allí e interrumpir su camino. Pero si pie se enredó en la sábana y cayó en el suelo cuan largo era. Se sostuvo la nariz.

—¡Ah! ¿Cuándo acabará está tortura? —tosió, y en peligro de ahogarse, Liah lo alzó como pudo y le acercó agua que tenía en la mesa de noche.

—Ya déjame morir, mujer.

—¡Danyeel, no estás muriendo! Mañana te sentirás mejor. El segundo día de gripe siempre es el peor.

—Prometo ser bueno, Pero no me dejes solo.

—Y el premio al mejor actor es...

—¡No estoy actuando!

Liah lo ayudó a levantarse, y se sentó a su lado.

—Por última vez, no te estás muriendo. No estás acostumbrado a estar enfermo, y sí, es muy incómodo Pero...

—¿Incómodo? ¡Esto es el infierno!

—Ni siquiera has tenido malestar estomacal todavía, ahí vas a ver lo que es bueno.

—¿¡QUÉ!? ¿HAY ALGO PEOR?

—O la menstruación, Pero te salvas de ésa.

Danyeel se escondió entre las almohadas, lamentándose.

—¿A dónde iré si muero?

—Al cielo no...

—¡Te burlas!

—No puedo evitarlo, estás muy dramático. ¿Qué puedo hacer que te anime?

Danyeel la miró, y se escondió bajo las sábanas otra vez.

—Deja de mirarme.

—¿Y ahora qué hice?

—No sé, no identifico esta incomodidad.

—¿Quieres comer algo?

—No tengo apetito.

—Podemos ver películas.

—Hmm.... Aún no sé lo que es. Aunque entiendo que son grabaciones, de audio e imagen. Muéstrame.

Liah encontró el control remoto en la mesa de noche, y del mueble al pie de la cama se abrió una compuerta, y de ahí subió un gran televisor plano.

—¿Qué es ese espejo deficiente?

—Eso es una herramienta de control mental muy eficaz.

Danyeel le miró, medio asustado. Liah siguió intentando ser misteriosa y tétrica.

—Oh sí, los grandes directores y productores muestran solamente lo que quieren, y la gente lo cree, y por eso no saben los grandes males que hay en el mundo. Solamente los que ellos quieren. Los hacen estúpidos y dependientes de más contenido ridículo que no llega a ninguna parte, les mata la curiosidad y la imaginación.

—¡Qué horror!

—Eso dice Dávide. Pero mi madre siempre lo mandaba a callar.

Liah apuntó el control, y la pantalla se encendió. Danyeel se escudó con los brazos.

—¡No! ¡Mi pobre cerebro humano no lo soportará!

—Estaba bromeando. Creo que es mejor ir por lo básico. Buscaré una de Chaplin...

Danyeel comprendió rápidamente que era un catálogo infinito de películas y series. A su vez, comprendió lo avanzada que estaba la civilización. El circo había evolucionado a un punto de convertirse tanto en arte como herramienta de propaganda. Estuvo pensativo el rato que Liah escogió la película.

—Espero que te guste, a mí me parece graciosa.

Danyeel aprendió a apreciar la película después de hacer más o menos cien preguntas, y se vio de mucho mejor humor. Incluso dejó de quejarse al dejar de toser.

—Es impresionante. ¿Cuándo podría conocer a ese actor en alguna de tus fiestas?

—Oh... Eh... En primer lugar, ese señor ya falleció, Danyeel. En seg...

Danyeel se giró a esconderse en las sábanas de nuevo.

—¡Maldita fragilidad humana! ¡Tan despiadada! ¿Es que vienen solamente a morirse?

Liah lo atacó con una almohada.

—¡Me estás cansando con tus melodramas!

—¡Es tan, tan cruel! ¡Oh!

Liah lo convenció de ver otra película, y otra máscara, y finalmente una del siglo presente.

Danyeel quedó impresionado de los efectos, los colores, y la evolución de la actuación.

—Magnífico. Tengo una pregunta.

—¿Cuál?

—¿Cuándo puedo comer?

Liah dió unos pequeños aplausos.

—Oh, recuperaste el apetito. Eso es buena señal. ¿Cómo te sientes?

—Hmmm.... —se puso la mano en la barbilla, y recordó una frase que leyó— como si me hubiera pasado un tren por encima.

Estornudó otra vez, y Liah le acercó la caja de pañuelos.

—Voy a pedir que nos traigan la comida a ambos.

Danyeel la miró, serio.

—¿Hamburguesa?

—Seguramente no...

Se encogió de hombros.

—Te traeré varias golosinas, tal vez eso te dé energía, y además pruebas algo diferente. Algo más... Venenoso, jaja.

—¿QUÉ?

Liah pidió por el teléfono de la habitación todo lo que pensó que podría necesitar, y por si acaso, pastillas para ella. No creía que se enfermaría, Pero no estaba de más prevenir.

—¡Si me envenenas, lo sabré!

—No quiero envenenarte y no, no sabrías.

Discutieron sobre las películas. Danyeel aprendió que el teatro en comparación no hacia casi dinero, se escandalizó con las cifras de los costos, lo que pagaban a los actores y la recaudación.

—¡Qué abundancia! ¡Yo quiero invertir ahí también!

—Es más arriesgado, una película puede fallar.

—Pues contrato solamente a los mejores.

—Ojalá fuera así de simple. Pero si es allí donde pondrás tu dinero, no me meteré.

—¿Por qué?

—Porque esa gente pide favores a mi padre, y todos los que piden favores a mi padre no pueden ser amigos míos.

Danyeel se apretó el corazón.

—Entonces no. Descartado. ¡Oh! Tal vez en la exploración marina. Por lo que leí, es muy riesgosa y no se ha hecho.

—Eso sí suena interesante.

Mientras hablaban, llegó el almuerzo. Estofado de res, una jarra de frutas cítricas y tiramisú de postre. Danyeel comió con gusto, sin parar de hablar, salvo cuando se detenía a admirar la comida.

—Tantas invenciones, tantos sitios a dónde invertir. No puedo decidir. No sé si será debido a las limitaciones de mi cerebro humano, mi enfermedad, o si de verdad son así de impresionantes.

—No sabría decirte. Si te sirve de algo, si yo pudiera, tendría un café.

—¿Un café?

—Un restaurante, dónde sirvan desayunos, variedades de café, postres y algunos almuerzos. Si pudiera, lo tendría en Florencia. O en Venecia.

—¿Y por qué no lo haces?

Ella terminó su postre, y dejó el platito en la bandeja, sin mirarlo.

—No tengo permitido hacer eso.

—¿No eres la hija de los magos más poderosos en todo el mundo?—preguntó, acomodándose en las almohadas.

—Sí, pero no me dejan salir sin acompañamiento. Y dicen que ahora es peligroso estar en la calle solo, así que menos...

—Es una lástima.

Estornudó, y Liah le abrió una nueva caja de pañuelos desechables.

—¿No te pone triste?

—Pues claro.

—¿No lloras?

—Danyeel...

—¿Qué?

—Esas cosas no se preguntan.

—Pero yo quiero saber.

—Todo el mundo llora. Por lo que sea. No le preguntes eso a la gente.

—Hm...

—Tienes que aprender algo. En muchas culturas no se habla de esas cosas, ni siquiera con la familia cercana. Qué te pone triste, qué te molesta o qué te asusta. Algunos prefieren no compartir eso con nadie, o con un par de personas cercanas. Los psicólogos se encargan de recibir a esas personas para que hablen sobre las cosas que les molestan y puedan trabajarlas, y eso...

Volteó a ver a Danyeel, y tenía los ojos cerrados. Su pecho se movía suavemente de arriba a abajo.

Esta vez, Danyeel no soñó nada.

Cuando despertó, vio la silueta de Liah sentada junto a la ventana, leyendo un libro y envuelta en una cobija. La miró sin moverse. Comenzó a preocuparse, reconociendo un agasajo en su pecho. Se volteó, fingiendo estar dormido, e intentando no pensar en esa emoción que no reconocía todavía.

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