10. Funeral
Danyeel aterrizó, cuidando de mantener la ilusión para no romper los jardines de la propiedad.
Ya se encontraban los dragones en círculo, esperándolo. Todos guardaban silencio.
—¿Qué pasó?
—Nimphala murió.
Danyeel se mantuvo serio.
—Eres el más grande.—Agregó Vitrivius— Debes llevarla tú.
—Lo imaginaba. ¿Dónde está?
—En la casa.
—¿Qué? —se giró a ver a Marte, sorprendido.
—Murió en su forma humana. Quiso estar junto a su cría.
Danyeel bajó las cejas. Ella había sido humana tanto tiempo que asumieron que eso fue lo que la debilitó.
—¿Por qué su cría no puede llevarla?
—Porque no puede mantener su forma.
Danyeel apretó los labios, y caminó hacia la casa que tenían. Fue el primer sitio al que lo llevaron tras despertar, para contarle cientos de cosas y convencerlo de hacer alianzas e inversiones. Y para conocer a los magos que tenían para servirles.
Elliot le abrió la puerta. Lo había estado esperando. Se veía cansado. Danyeel lo siguió a través de una sala a oscuras, la escalera que llevaba al piso superior, un pasillo cerrado y finalmente la habitación de Nimphala.
Danyeel detectó el dolor, hubo llanto allí, ira y frustración. Seguro residuos de su cría. Esperó verlo allí, pero sólo estaba el cadáver de la dragona en su forma más humana. No tenía cuernos, ni uñas oscuras, tampoco escamas, colmillos, ni las orejas en punta. Parecía una mujer totalmente normal. Incluso tenía líneas de expresión, canas y piel delgada en las manos.
Elliot la envolvió con delicadeza en la sábana, y Danyeel la alzó en brazos. Le costó. Al fin y al cabo, era una dragona. Se dió la vuelta y regresó al jardín con los demás. Marte arrugó la cara con desagrado, Vitrivius arrugó la nariz, los demás desviaron la mirada o susurraron entre sí. Ilvanar también parecía incómodo y asqueado, pero dió un paso al frente.
—Te guiaré.
Alzó las alas, y subió varios metros hacia las nubes. En un parpadeo se mostró su verdadera forma, un magnífico dragón alargado de color azul claro. Lleno de cicatrices en las alas y la espalda, recordando a cualquier espectador que no sólo era hermoso, sino muy feroz.
Los demás le siguieron, y Danyeel se alzó con ellos. Se transformó parcialmente, pero no demasiado, para mantener el cadáver en sus brazos. Le crecieron los cuernos, colmillos, las alas, aparecieron escamas en torno a sus brazos, piernas y cuello.
Había estado en una despedida una sola vez, cuando era joven. Y había sentido lo mismo. Pena. Algo los unía, aunque no se conocieran.
La procesión fue silenciosa e invisible para cualquiera que no fueran ellos. Danyeel miró el bulto, aparentemente inofensivo. Se sorprendió al ver cómo iba cambiando de forma poco a poco, y rompió la procesión.
Se elevó, la soltó, y se dejó ver cómo realmente era. Un dragón color vino, de patas fuertes y poderosas, alas inmensas para poder sostener su peso y una cola larga que le ayudaba a mantener el equilibrio. Atrapó en el aire con la boca al bulto, y justo a tiempo. El cuerpo de la dragona liberó su magia y dejó ver su forma también.
Danyeel acomodó el cuello inerte en su mandíbula, sin hacerle daño. Ver sus escamas doradas reflejando la luz que se filtraba entre las nubes era un espectáculo muy triste.
Finalmente, llegaron.
El volcán no estaba en su máximo esplendor. Fue un mal augurio para todos. Volaron alrededor del cráter, descendiendo poco a poco y con elegancia. Danyeel salió de la formación, bajó hasta el magma, y dejó a la dragona allí. La acomodó lo mejor posible, poniéndola en un círculo, como si se acurrucara. Voló hacia arriba, mientras caía una suave llovizna provocada por las lágrimas de los demás. Se evaporaba mucho antes de llegar al volcán.
Se unió a la formación, y volaron en círculos durante horas. Hasta que la lava la consumió por completo.
El humo coloreado se mezcló con algunas nubes, y los dragones se esparcieron por el cielo, a atender sus propios asuntos.
Danyeel entendió que los humanos tienen más cercanía con sus padres. Y esta dragona había sido especial, permitiendo a su cría defesctuosa vivir, y manteniendo su forma humana para estar con él en sus últimos momentos.
No lo podía entender como dragón. Pero quería intentar entenderlo de todas maneras.
Regresó a la casa de los magos. Elliot lo recibió, notablemente confundido.
—¿Ocurrió algo?
—No —respondió Danyeel.— Pero tengo una pregunta.
—Claro, dígame.
—¿Dónde está?
Elliot le miró. Tensó los músculos del cuello.
—¿Por qué? ¿Es por la forma en la que ella decidió morir?
—No. Tengo curiosidad por él.
—Está muy afectado. Fue criado como un niño normal. Está viviendo su luto, como lo hacen todos los seres humanos. No espero que lo entienda, pero necesita estar solo. Ayudé a criarlo, lo cuidaré y haré de él un buen mago y sucesor.
—Quiero verlo.
—No.
Danyeel se sorprendió. Elliot, como le habían explicado, era un servidor de todos los dragones. Su familia estaba atada al deber. No entendió cómo pudo decirle que no.
—¿Por qué?
—Esto no le ayudaría, ni a usted ni a él. Si tiene preguntas que hacerle sobre su crianza y su madre, no es el momento.
—No era una pregunta.
—Danyeel, no dejaré que lastimes al muchacho. De todas maneras, nació siendo un dragón. Debo protegerlo, así sea de otros dragones.
Danyeel sonrió.
—Me malinterpretas.
Danyeel pasó a su lado. Esperó alguna resistencia, pero no hubo ninguna. Elliot se limitó a mirarlo mientras entraba en la casa. Y olisqueó.
—No está.
—¿Cómo?
—Ryaf, se ha ido. No está en este lugar.
Elliot bajó las cejas. Resopló, frustrado, se golpeó la frente y maldijo. Comenzó a rebuscar en sus bolsillos, cajones y sobre los muebles algo.
—Le dejé solo... pensando que lo necesitaría. Adolescentes, quién sabe lo que piensan... Ya verá, no tiene permitido hacer estupideces, así se haya quedado huérfano. ¿Dónde las dejé? Hay reglas en esta casa que tiene que cumplir. Por Dios.
—¿Necesitas ayuda para buscarlo?
—No. Tampoco magia, creo que sé dónde podría estar.
Elliot se dió cuenta de algo, y miró a Danyeel a los ojos.
—Lo llamaste por su nombre.
—¿Por qué no lo haría?
—Bueno, no lo aceptan. No lo invitaron a la despedida.
—Es uno de nosotros. Tiene el privilegio de escoger si continuar serlo. Y no sabía que no estaba invitado. Pensaba que no había querido venir.
—Oh, quiso ir... Marte se contuvo, pero pudo haberlo matado.
—Maldita Martes, tan poco elegante... Búscalo. Mantenlo a salvo.
—Sí.
Danyeel se retiró, dejando a Elliot solo.
Aún tras haberse alejado casi un kilómetro surcando los cielos, pudo oler el alivio y las lágrimas del mago.
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