xxx. responsabilidades asumidas
DESASTRE GLOBAL,
capitulo treinta: responsabilidades asumidas!
Washington D.C, Estados Unidos — 30 horas después.
DESHACERSE DE DEREK C. SIMMONS NO FUE FÁCIL, al fin y al cabo, dentro de la tormenta que azotó a la ciudad de Tatchi. El hombre murió empalado en una pica, donde su sangre tiñó el monolito que se alzaba en el centro del vestíbulo de Neo-Umbrella. Helena había sido la valiente persona en subirse al caparazón del monstruo, clavando una varilla metálica que electrificó a la última mutación del Consejero, haciéndolo explotar para caer a un lado; justo al centro. Helena también cayó, pero Lottie fue rápida en lanzar su gancho contra una pequeña rejilla y saltó para atraparla en el momento preciso que la castaña se alejó del cuerpo de la mutación. Tomó con fuerza su mano, ambas mirando hacia abajo, observando cómo el cuerpo se descomponía y Simmons caía sin poder sostenerse en nada para terminar en la pica como un trofeo.
—¡ESO ES!—exclamó Helena pataleando en el aire, victoriosa—. ¡POR DEBORAH Y ADAM!
Lottie negó con la cabeza, una sonrisa con sus dientes perlados apareció en su rostro.
A pesar de los momentos difíciles, la desconfianza en ella al principio y la gran duda, Lottie llegó a percibir a Harper como una persona valiosa. Adam, si estuviera con vida, sugeriría lo mismo.
—Buen trabajo, Helena—dijo la pelirroja y Helena levantó su mirada a ella, sus ojos castaños brillando ante la oscuridad.
Leon Kennedy se encargó de subir a las dos mujeres a la plataforma donde el helicóptero de Ada los esperaba. Dentro de este les esperaba el presente que mencionó la mercenaria en la llamada, tan misterioso y amenazante que ellos se atrevieron a mirar su contenido. Las pruebas que había dentro eran las suficientes para demostrar la inocencia de Helena, de ellos y la propia culpabilidad de Simmons. Helena ya no quería su inocencia, no luego de sentir el peso de la culpa ante toda la catástrofe que presenció. Sin embargo, ella era realmente inocente, un activo que usaron como chivo expiatorio. Utilizaron ese mismo helicóptero, siendo Helena quién lo conducía, para poder salir de Tatchi e ir a la embajada más cercana.
En Shanghai, muy a pesar de sus cortas opciones, el recibimiento de los norteamericanos en la embajada fue duro.
Hacía mucho tiempo que Lottie no sentía el peso de los grilletes sobre sus manos. Al recordar cuando fue la última vez, sintió un escalofrío recorrer su espalda, parte de su mente entrando en un espiral hacia un recuerdo no grato. Leon y Helena también terminaron esposados, llevados a un carguero hacia Estados Unidos para poder responder sobre sus crímenes. Hunnigan emitió un comunicado a la agencia declarando que ella tenía la información necesaria y que sus agentes estaban comprometidos a dar un interrogatorio para probar su inocencia. La pelirroja durmió sentada durante las horas de espera, mucho después de su propio interrogatorio (el cual duró unas buenas cinco horas) y se despertó de golpe al escuchar movimiento en la habitación donde la habían confinado. Uno de los agentes le quitó las esposas, las cuales estaban bastante apretadas y le indicó que podía marcharse.
Hunnigan la esperaba de pie, fuera de la habitación. La pelirroja decidió abrazarla, quedándose allí por unos momentos.
Lottie al fin podía suspirar del cansancio—Vaya día.
—Puedo admitir que fue un infierno de noche—añadió la morena antes de palmearle la espalda—. Y que apestas a alcantarilla. Tu marido no se queda tan atrás.
—Es bueno verte, Hunnigan—bramó la pelirroja, enderezándose—. ¿Dónde está mi marido?
—Esperando en el hangar—asintió Hunnigan—. En cinco minutos aterrizará un helicóptero con Jake, Sherry y Eider. El equipo de la Alianza logró interceptarlos a tiempo y los llevó a una de sus bases.
—¿Qué hay de Helena?
Ingrid apretó sus labios, respirando hondo para luego quitarse sus anteojos—Helena estará retenida por veinticuatro horas. Se analizarán las pruebas y luego...veremos el veredicto del vicepresidente.
—Helena es una víctima más de todo esto—sentenció Harmon mirándola fijamente—. No es una traidora de la nación, ella no es el enemigo aquí.
—Ya sabes cómo es esto, Lottie—replicó la morena antes de dar un suspiro—. Sé que ella es inocente, pero aquí hay personas que piensan lo contrario. Confía en el proceso.
Las dos mujeres caminaron hacia el hangar de la base, donde Leon estaba de pie, solo, mirando hacia el frente. Su vestimenta era exactamente la misma que hace horas, manchada y apestosa justo como ella. La pelirroja soltó un suspiro antes de caminar hacia adelante, dejando atrás a Hunnigan. El rubio ladeó un poco su cabeza hacia la izquierda, como si percibiera su movimiento y luego volvió su mirada hacia el frente. Lottie se puso a su lado, con sus brazos a sus costados, su mirada cansada estaba fija en el horizonte; luminoso por la luz del día. La quietud del momento llegó a ponerla nerviosa.
—Chris y Joy lo lograron—dijo él luego de un momento de silencio.
—¿Has podido hablar con ellos?—preguntó la pelirroja, mirándolo de reojo.
—No, pero sé que ya están a salvo en una de las bases que tiene la Alianza en Shanghái. Solo espero que su equipo esté en una sola pieza.
—Creía que eran solo ellos cuatro—señaló Harmon.
—Eider me dijo que vio a Nora y a Marion vigilándola en el camino al accidente del avión. Que allí les perdió el rastro.
Lottie sonrió, sabiendo muy bien la estima que tenía la capitana Williams hacia su hija.
Pronto, el sonido de las hélices de un helicóptero apareció en la distancia, alertando a los dos agentes. Lentamente, pero con completa seguridad, el vehículo aéreo aterrizó en la plataforma; un agente salió de allí, tendiéndole una mano a una mujer de cabellos rubios cortos y le dejó la salida a un muchacho pelirrojo que cargaba a una muchacha en sus brazos. Jake y Sherry se alejaron a paso rápido del helicóptero, dirigiéndose hacia los dos agentes que estaban de pie, esperándolos en silencio. Lograron interceptarlos en el medio, Jake entregando a Eider a los brazos de Leon.
Kennedy suspiró con alivio al ver que Eider se removió un poco contra su pecho.
—Se durmió en cuanto subimos al helicóptero—señaló el mercenario—. La mocosa está bien entrenada.
Sherry sonrió de lado, triunfal.
—Imagino que tendrás que llenar un reporte—señaló Harmon colocando una mano en el hombro de su hija mayor, dándole un ligero apretón.
—Ya siento el papeleo que se me vendrá encima—se quejó la rubia rodando los ojos—. ¿Qué ocurrió con Helena?
—Helena está siendo interrogada mientras hablamos—señaló Leon acomodando mejor a Eider—. Estaremos al pendiente de su veredicto—ladeó su cabeza hacia atrás, donde Hunnigan, acompañada por dos agentes más, caminaba hacia ellos—. Y creo que las preguntas no han terminado. La información que nos diste sirvió.
—¿Qué hay de ustedes?
—Encontramos pruebas de su inocencia, ellos están absueltos—declaró Hunnigan asintiendo, Jake frunció el ceño cuando los dos agentes se acercaron más de la cuenta—. Sabemos que tú has estado colaborando con Simmons desde que te desplegaron, pero realmente dudo que él te haya dado más información de la necesaria en las misiones.
—Yo solo seguía ordenes—sentenció Birkin con dureza.
Ingrid asintió con sinceridad—Lo sé, Sherry. Pero mis órdenes son permitir que estos agentes lleven a cabo un interrogatorio, a ti y a Eider.
Leon le lanzó una mirada a Hunnigan, al mismo tiempo que apretaba su agarre en Eider, sin dar a debate cualquier posibilidad de volver a meter a la menor de los Kennedy dentro de un cuarto para interrogatorios. Lottie observó con cuidado la postura que tenían los agentes del Servicio Secreto. Le apenó el simple hecho de querer ensuciarles el traje con la patada que tenía preparada. Ambos agentes preparados para abrirse paso a los golpes y escapar con sus dos hijas si era estrictamente necesario.
La operadora del FOS soltó un suspiro.
Jake alzó una ceja—¿Van a interrogar a una menor de edad?
—Ya hemos pasado por esto antes, Jake—señaló Harmon rodando los ojos—. No fue una linda experiencia.
—No va a sucederle nada a Eider, si eso es lo que les preocupa—declaró Ingrid dando un paso al frente—. Tienen mi palabra.
—¿Por qué mierdas interrogarían a una niña de quince años?—insistió Jake.
Fue cuando Eider despertó para dar el interrogatorio, los detalles de su captura fueron brutales: su separación con Patrick, su viaje a China, hasta incluso su misión con Sherry. La rubia no mencionó el nombre de la mercenaria en ningún momento, pero lo única cosa que exigió fue saber si el agente que estaba encargado de protegerla estaba bien. Hunnigan se encargó de darle la triste noticia a la muchacha, quien se echó a llorar sin poder controlarse. Leon decidió que ese era el momento perfecto para entrar y dar por terminada la sesión, tomando a la joven en sus brazos otra vez, saliendo de la habitación pese a las insistencias de Ingrid. Lottie mostró sus dientes al agente que se atrevió a interponerse entre los padres y la puerta.
—Si no quieres terminar como el resto de tus compañeros—amenazó la pelirroja—. Vas a hacerte a un lado y nos dejarás salir de aquí.
El agente miró a la operadora del FOS y luego se hizo a un lado.
Más tarde, Sherry salió en libertad. Al preguntar sobre el paradero de sus compañeros, solo encontró un muro gigante que no le permitió ver más allá de lo que le permitían. El vicepresidente solicitó un informe detallado del asunto y que pronto sería reasignada a otro superior. Cuando preguntó dónde estaba el resto de su familia, Hunnigan le informó el pequeño incidente y la rubia corrió a su vehículo; condujo hasta el vecindario donde vivían sus padres, dejó un correo de voz a Claire y se bajó del auto antes de entrar a la residencia. Lottie abrió la puerta de la entrada en cuanto la vio bajar del coche, en la oscura noche.
No se había cambiado de ropa.
Seguía con el mismo aspecto sudoroso.
—Algo me decía que vendrías—dijo Lottie en voz baja y se hizo a un lado—. Pasa.
—No te has bañado, ni nada—señaló Sherry entrando por el umbral.
—Tú no estás nada mejor, mocosa.
Lottie encendió la luz de la cocina, topándose con un par de platos rotos, sus trizas en el suelo. La ventana de la puerta trasera estaba rota, parte de los escombros tirados en el suelo. Harmon buscó dos vasos, los cuales no estaban trizados o rotos, colocándolos en la encimera para abrir la canilla y servir agua. Sherry se sentó en una de las sillas de la mesa, observando un pequeño rastro de sangre a su lado, en silencio. No debía escuchar más cosas de lo que había ocurrido en aquella casa. Su madre adoptiva estaba en silencio, algo que parecía casi preocupante.
—¿Has comido algo?—le preguntó la pelirroja, sintiendo que no estaba desempeñando bien su rol de madre.
Había sido agente por mucho tiempo, ella estaba oxidada.
—No, no he comido nada—respondió la rubia—. ¿Y tú?
—Qué diablos, no tengo apetito desde que llegué—señaló la pelirroja antes de tenderle el vaso de agua—. Pude dormir un par de horas.
—¿Dónde están?
Lottie alzó su cabeza—Están arriba. En nuestra habitación. Ninguno de los dos quería comer. Eider no paraba de llorar, creo que tuvo un ataque de pánico—se llevó el vaso a la frente, suspirando—. Leon se negó a soltarla, así que el mejor curso de acción fue...crear un nido en nuestra cama y contenerla ahí. Se durmieron a la media hora. Yo tardé un poco más—le dio un sorbo al vaso—. Si no quieres comer, estás invitada al lecho de los Kennedy-Harmon. No recomiendo a personas que hagan apneas y ronquen demasiado.
Sherry soltó una pequeña risita, antes de asentir en silencio.
La rubia subió las escaleras, dirigiéndose a la habitación que estaba al final del pasillo y se topó con la luna alumbrando parte del cuarto. Los dos cuerpos que permanecían quietos en la gran cama estaban enredados entre ellos. Kennedy dormía en su lado izquierdo, en forma de luna, mientras que Eider lo enfrentaba; su rostro hundido en la almohada que estaba justo al lado de la clavícula de su padre — como si intentase aprovechar todo el calor corporal posible. Ambos estaban vestidos de pies a cabeza, sus botas sucias manchaban las sábanas limpias, el olor a sudor impregnaba la habitación.
Sin embargo, ellos dos estaban en paz.
Nada perturbaría la quietud ahí.
—Qué más da—murmuró Sherry encogiéndose de hombros—. Necesito dormir.
Birkin se quitó el cinturón utilitario, dejándolo lentamente en el suelo para luego quitarse sus botas. Se recostó junto a Eider, detrás de ella, para así generar un capullo. En silencio, la rubia se dio cuenta que Leon entreabría un ojo y se quedó quieta, a modo de disculpa. El rubio alzó la mano que rodeaba a Eider para pasarlo sobre la mejilla de Sherry a modo de caricia. Y a ella le dieron ganas de llorar.
Ella estaba a salvo.
Lottie se unió unos minutos después, esbozando una sonrisa al ver quietud en su familia, sintiendo cómo se alejaba la tormenta a la que se enfrentaron. Leon terminó por rodear su cintura con la mano, atrayéndola para mantener a las dos jóvenes dentro de aquel capullo cálido. Lo que vendría después, pensó Lottie por un segundo, podía esperar.
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1 semana después.
El funeral de Adam Benford fue doloroso, sumamente doloroso.
Las gotas de lluvia caían entre los presentes.
Leon se encargó de permanecer junto a su mujer y sus hijas, vestido con su traje militar, el cual también lucía Lottie a su lado, ambos mojándose ante la presencia del diluvio. Sherry tenía un fuerte agarre en el paraguas que se encargaba de cubrirla a ella y a su hermana menor, ambas en silencio cuando las palabras del reverendo se escucharon. El funeral estaba lleno de personas que conocían a Adam, ya sea del ámbito político, militar o personal. Todos ellos conocían a Benford. Todos ellos formaron parte de su círculo. Sin embargo, ninguno de ellos parecía conocerlo tan bien como lo hacían Charlotte Harmon y Leon Kennedy. El ataúd, el cual se enterraba lentamente en aquel hueco de seis metros por debajo de la tierra, estaba vacío.
El cuerpo de Benford había sido destruido junto a Tall Oaks.
El cuerpo podrido de Adam solo formó parte de un acto terrorista donde más de setenta mil personas perdieron la vida.
Y las llamas se encargaron de consumirlo todo.
(Los que quedaron de pie, solo podían hacer silencio.)
Fue la lluvia quien trajo todo al suelo.
Cuando todos se fueron, la familia Kennedy-Harmon fue la última en irse. Lottie ladeó su mirada hacia las dos muchachas, quienes permanecieron en absoluto silencio durante todo el servicio, sin murmurar palabra alguna. Sherry le miró, parte de su mirada reflejaba tristeza, pero había resolución en ella. La rubia sabía que ellos empujarían para abrirse camino y cazar a cada agente que se entrometió en la operación. Mientras tanto, Eider, a su lado, permaneció callada — su mirada fija en la fosa donde yacía el ataúd de Benford. Más adelante, unos días antes, estaba la fosa tapada donde habían enterrado a Patrick y un día después de ese estaba la fosa tapada donde Samuel Nilssen yacía. Eider no pudo ir al funeral de ambos hombres: uno quién estuvo junto a ella en tiempos inciertos y otro que la protegió hasta su último respiro.
Un mechón oscuro se interpuso a su costado y ella lo corrió.
A Lottie le costaba ver a su hija menor con el cabello castaño.
Hasta Leon estaba sorprendido, admitiendo en silencio que el cabello castaño le sentaba muy bien. El flequillo que se cernía sobre su frente la hacía ver más madura, un poco más melancólica, más sobria. Su expresión cansada y triste les retorció el corazón a ambos padres, sabiendo que el camino a un mejor estado de ánimo no sería fácil — no luego de una situación traumática. Ambos sabían que no solo la tristeza atravesaba a su hija, sino que también la ira y la furia ante la injusticia de las dos vidas que ella perdió en el camino. Eider se apartó de ellos, en silencio, dejando que las gotas gruesas de lluvia mojasen su figura.
Sherry ladeó su cabeza hacia un lado, observando a la castaña alejarse de ellos.
Kennedy estuvo a punto de ir, de no ser por la mano que Charlotte colocó contra su pecho.
—Deja, iré yo—dijo Lottie antes de alejarse.
Leon solo se permitió suspirar, volviendo su mirada al frente, junto a Sherry a su lado. Esa misma noche, Ada Wong les hizo una visita, mientras que Eider finalmente podía dormir plácidamente en su cama. La mercenaria llevaba un tapado rojo oscuro, con sus stilletos negros y rojos, su camisa blanca, acompañado por un saco que le generaba un gran contraste con su piel. El cigarrillo que estaba fumando cuando Leon pudo verla sentada en el comedor de la casa estaba casi a la mitad, en sus manos extrañamente sin estar enguantadas con cuero. Wong estaba alucinada con las expresiones atontadas de los dos agentes — quienes apenas podían procesar lo que sucedió en las últimas 72 horas.
—Esa mujer, esa copia barata de mi persona...—explicó la asiática antes de darle una calada al cigarrillo—. Se llama Carla Radames. Bueno, se llamaba, ya que el capitán Redfield y su mujer rambo la mataron.
Lottie, dándole un pequeño sorbo a su vaso de whiskey, se relamió los labios—¿Y por qué Simmons llegó al punto de clonarla?
—Porque el idiota estaba enamorado de mi—negó la pelinegra rodando los ojos—. Pero él no podía tenerme. Nadie puede. Ni siquiera ustedes—chasqueó su lengua con práctica elegancia—. Llegó a un punto de obsesión, no le cayó bien el rechazo. Así que utilizó sus recursos, su investigación y a su científica más creyente para crear a la Ada falsa.
—Chris tenía razón, después de todo—señaló Leon.
—Eider fue quién tenía razón—acotó Lottie, lanzándole una mirada fulminante antes de mirar hacia Ada—. ¿Fuiste tú quien la llevó a China?
—Lo sé, qué irresponsable de mi parte—Ada fingió que le dolía el simple acto de haber hecho lo que hizo—. Sin embargo, fue el mejor curso de acción que tenía al momento. Simmons tenía muchas influencias allí afuera, no podía dejar que algo más le sucediera a la niña.
El rubio, cruzado de brazos alzó una ceja—Sabes que ella provocó un accidente y mató a cuatro agentes del Servicio Secreto, ¿verdad?
Wong sonrió de lado a lado, claramente a gusto—Esa es una de las razones por las cuales ella es la primera y única ahijada que tendré en vida.
Lottie negó lentamente mientras soltaba una carcajada por lo bajo. Hasta ella se sentía orgullosa por la valentía y el coraje que tenía su hija menor, pese a las consecuencias. Wong se despidió de ellos, sin antes pasar en silencio a ver a Eider, disparándole una mirada un poco reprobatoria a sus padres al ver a la menor de los Kennedy sin su emblemático cabello rubio. No obstante, la mercenaria no estaba en contra de aquel cambio, sabiendo que la adolescente tendría que aprender a lidiar con todo ello por su cuenta, junto a sus padres.
Todo acerca de la caída que había luego de la misión.
Sobre todo, del después.
Durante todo ese tiempo, ninguno de ellos supo nada sobre el veredicto de Helena, al menos hasta que Hunnigan les envió una cita del propio vicepresidente sobre su requerida presencia en la Casa Blanca. Vestidos de pies a cabeza en traje color negro y azul marino, el matrimonio se presentó en el Salón Oval frente al nuevo mandatario. A pesar de su frialdad, más dirigida a Charlotte, él les entregó un documento de suma importancia: la última voluntad y testamento del fallecido presidente Adam Benford.
La única cosa que Lottie se preguntó: ¿qué había allí para ellos?
—Adam confiaba en ustedes—señaló el vicepresidente—. Por eso están aquí.
Cada palabra dentro de aquel documento era maldita bala que entraba a sus cuerpos, pero esta no salía por el otro lado, esta se estancaba dentro de la piel; se alojaba internamente en ella como un parásito. Lottie notó que había más papeles dentro del sobre, dos carpetas que contenían dos fotos diferentes y a ella le sorprendió ver la suya con su antiguo uniforme de policía. Allí, en ese instante, la Lottie del presente y la Lottie del pasado se enfrentaban: una de ellas estaba saliendo de una noche traumática y la otra estaba endureciéndose conforme pasaban los años y las tragedias. La otra carpeta pertenecía a Leon, donde Harmon podía reconocer aquellas facciones de niño bonito, de un muchacho que tenía cierto brillo en su mirada. Brillo que se perdió esa misma noche.
Lottie sabía perfectamente que ambos habían cambiado.
Y ahora, tenían poder sobre ellos.
El último documento que abrió, el cual decía CLASIFICADO en color rojo, le hizo soltar un jadeo. La declaración de Benford, conforme a un cambio en la reforma de las leyes dentro de la División de Operaciones de Seguridad, fundado por él mismo, ponía una cláusula apartando la función de dirección por parte del gabinete presidencial y permitiendo la elección de un sucesor que responda al presidente de turno según la catástrofe, misión o crisis actual. Lottie volvió a leer el testamento, observando que su nombre estaba en este: "Conforme la cláusula número 2 de las leyes de funcionamiento de la DSO, dejo mis funciones y obligaciones a la nueva directora Charlotte Faye Harmon, quien tomará el puesto de efecto inmediato en el evento de mi muerte. Charlotte, agradezco tu trabajo y tu gran dedicación a la nación, espero que un día puedas llegar a perdonarme, que ambos puedan perdonarme."
—No me jodas—bramó Leon al leer—. ¿Cuándo firmó esto?
Lottie volvió con su mirada hacia el documento de transferencia, topándose con la firma de Adam y la fecha: 28 de junio del 2013.
Un día antes de su muerte.
Simmons sabía de ello e intentó detenerlo.
(Benford siempre sabía cuándo estar un paso por delante del resto.)
Ahora, en ese preciso instante, ella ya no era una agente especial. Ella dirigía todas las operaciones de élite de la División de Operaciones Especiales.
—Adam sabía que su acto tendría consecuencias—murmuró Harmon a Leon—. Él sabía que era un hombre muerto. Más cuando Simmons sabía lo que haría, por eso hizo su última jugada antes de caer.
Kennedy bufó en voz alta—Lo que me da curiosidad es el cuándo decidió esto.
El deja vú de la última conversación que tuvieron en la Sala Oval fue breve.
Siempre he valorado su amistad, chicos.
Incluso para los mejores intereses de la nación, Adam Benford siempre hizo su jugada. El vicepresidente le entregó una tarjeta credencial y un pin de la bandera de Estados Unidos (la cual pertenecía a Adam) a la pelirroja.
—Creo que esto le pertenece a usted, directora Harmon.
Helena Harper fue declarada inocente, siendo una víctima más dentro del juego y acto terrorista perpetrado por el difunto Derek C. Simmons. Se le concedió el ir a visitar el cementerio, donde visitó la tumba de Adam y por último la de su difunta hermana: Deborah Harper. El sol estaba en lo alto ese día, el calor del verano se sería sobre sus cuerpos y Lottie se permitió salir del auto en cuanto se encontró con el custodio de la castaña. Hunnigan y Leon se encargaron de acompañar a la pelirroja, rindiendo sus respetos a Adam y luego se dirigieron hacia la tumba de Deborah. Helena estaba arrodillada frente a la lápida, acomodando flores, su mirada melancólica en el nombre tallado. Lottie le tocó el hombro al agente que le custodiaba, pidiéndole en silencio que se fuera.
—Ahora está en paz, ¿verdad?—dijo Lottie, atrayendo la atención de la mayor de las Harper.
—Sí, puedo decir que sí lo está—respondió Helena luego de un largo tiempo de silencio.
Le dio dos palmadas a la lápida antes de ponerse de pie, caminó hacia ellos midiendo sus últimos pasos de libertad antes de ser encerrada en una prisión por sus crímenes. Sin embargo, les regaló una sonrisa a los agentes.
—Gracias—dijo Harper antes de entregar sus manos—. Ya estoy lista.
Leon, en cambio, le entregó su arma junto a su funda. Helena parpadeó con confusión, alternando su mirada en el trío, sin entender lo que sucedía. Luego, un poco después, lo entendió y su mirada llena de pánico llegó a ellos.
—¿Qué...? Pero si yo colaboré en el ataque.
Hunnigan sonrió de lado—La comisión y la nueva directora de la DSO aquí a mi lado observaron las pruebas y creen que es injusto responsabilizarte del crimen cometido por Simmons. Sus conclusiones no se harán públicas.
—Estás absuelta de toda culpa, Helena—añadió Lottie sonriéndole.
—Pero...—insistió la castaña.
—El presidente habría hecho lo mismo—señaló Leon.
Helena sonrió de lado, agradecida.
—De acuerdo—dijo Hunnigan—. ¿Nos unimos al equipo?
Lottie le guiñó el ojo, alejándose junto con Hunnigan, mientras que Helena le codeaba las costillas a Leon con absoluta diversión.
—Así que, tu mujer es directora de la DSO, ¿qué se siente que sea tu jefa?
Leon simplemente se limitó a rodar los ojos, empujando a la castaña para que avanzase, uniéndose a las dos mujeres que estaban en el auto esperándolos. Dejando la lápida con sus flores blancas detrás, con ella, el fuego y la miseria también.
FIN DEL ACTO TRES!
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sin editar
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