xxviii. el hombre y su ilegítimo poder


DESASTRE GLOBAL,
capitulo veintiocho: el hombre y su ilegítimo poder!



          MUCHO DESPUÉS DE QUE CHRIS Y JOY PARTIERAN CAMINOS CON EL PEQUEÑO EQUIPO DE CUATRO, ellos se encargaron de recargar sus armas y seguir la ruta que les había trazado Hunnigan. La mujer morena no mantuvo contacto desde ese entonces, muy a pesar de que Lottie sabía perfectamente que ella les estaba echando ojo, que la constante vigilancia seguía estando allí a pesar del silencio de radio. Ella lo agradeció gratamente, no solo porque una persona tan madura como Ingrid Hunnigan podía ser tenaz en su vigilancia, sino también porque era importante tener a alguien sabiendo a qué tipo de riesgo se estaban exponiendo los agentes. Hunnigan, muy por dentro, podía decirles qué era lo que sucedía fuera de su propio alcance.

          Sin embargo, ella no podía saberlo todo. Pero Lottie agradecía el intento.

          Las luces de los edificios, reflejados desde la ventana del edificio donde bajaron crearon sombras duras en las figuras de los compañeros de Harmon. Todos se sumieron al silencio del momento, donde solamente sus respiraciones eran lo único que podían escuchar — el lujo de hablar en un entorno tan hostil como este demostraba ser la peor idea que se le podía ocurrir a Charlotte. Y ahí se recordó que ellos se habían metido directamente en un campo de guerra, donde todo podía ocurrir en menos de una milésima de segundo. Bajaron un par de pisos más, llegando a un subsuelo donde se detuvieron. Se giró al escuchar a Eider jadear ante el cansancio.

          —Le falta un poco de actividad física—dijo Helena en un murmullo al matrimonio.

          —Ella tiene sus actividades, Helena—respondió Leon, cortando la palabra de la pelirroja, quien iba a hablar—. Actividades de una niña normal. No está acostumbrada a cargar con una pistola y correr por su vida—miró de reojo a la rubia, quitándose la coleta para poder trenzar su cabello y así quitarse algunos mechones invasores de su rostro sucio—. Está exhausta.

          Lottie la miró por un rato—Ni siquiera sabemos qué fue lo que le pasó en Estados Unidos en nuestra ausencia.

          —Y vaya que está reacia a hablar sobre ello—murmuró Leon ladeando su mirada hacia Lottie.

          —Ya te lo dije—advirtió la pelirroja enviándole una mirada tensa hacia su marido—. Si quieres que ella confíe en ti, que se comunique contigo: afloja el maldito collar en el que la tienes.

          Leon suspiró antes de ver de nuevo a su hija, quien se acomodaba el cabello para dejarlo parejo, atándoselo para luego quitarse tierra de su traje. Ella alzó la mirada, topándose con los tres adultos mirándola y la rubia no tardó en sentirse invadida por las miradas que no podía leer a simple vista — ni siquiera la de sus padres en aquel entorno. Una cosa era reconocer miradas y tratos a través de la familiaridad de su hogar, de un entorno en el que ella se sentía a salvo. ¿Pero allí? Allí, en medio del fuego cruzado, ella no comprendía nada y le molestó el simple hecho de no comprender. Lottie abrió su PDA al ver que alguien intentaba comunicarse con ella, atendiéndolo para ver el rostro de Hunnigan al otro lado de la pantalla.

          —No los vi moverse en un rato—dijo la morena mirándolos por la cámara—. Me preocupé. ¿Están todos bien?

          —Estamos bien, mamá Hunnigan—declaró Lottie esbozando una sonrisa de lado—. Solo nos detuvimos un momento a recobrar fuerzas. Tuvimos un encuentro bastante tenso con el equipo Alpha de la BSAA.

          —La orden de captura de Wong está en movimiento—soltó Hunnigan al mismo tiempo que asentía—. Juzgando por lo que puedo leer de las comunicaciones en las brigadas.

          —Chris nos dio su palabra de que la capturaría—sentenció Kennedy mirando la pantalla—. Puede que ella sea testigo clave de todas las mierdas que hizo Simmons.

          —O pueda ser la culpable—murmuró Eider rodando los ojos.

          Lottie y Leon le dispararon una mirada fulminante, Helena sintió pena por la muchacha y apretó los labios cuando la vio encogerse de hombros. Hunnigan carraspeó para poder disipar la tensión que había en el aire, atrayendo la atención de los agentes presentes.

          —Si la información de Sherry es correcta, Simmons debería estar más adelante—dijo finalmente la morena—. Unos trescientos metros en línea recta. Por favor, tengan cuidado.

          —Lo tendremos—añadió Helena.

          Hunnigan les sonrió antes de cortar.

          Lottie miró en dirección a Eider—¿Cómo te sientes, princesa?

          —Estoy bien, solo necesitaba acomodarme el cabello—señaló la rubia enderezándose y sabía que ninguno de los dos se lo iba a creer—. Estoy bien.

          Leon suspiró antes de asentir—Bien, las coordenadas son cercanas de este punto.

          Salir al exterior nunca había reconfortado tanto a Lottie, donde sentía parte del aire fresco y caluroso del verano en China. En otras circunstancias, ella lo habría disfrutado; pero este no fue el caso, no cuando la vida de muchas personas estaba en riesgo, no cuando toda su familia estaba allí, arriesgando sus vidas para poder derrocar a un solo hombre y su ilegitimo poder. Nada allí podía impedir el riesgo inevitable y el miedo a la muerte que se respiraba en el aire. Lottie se sorprendió hasta de la propia valentía de su hija. ¿Y lo que lamentó? Es que ella estaba empezando a caer en el espiral donde se encontraba su propia madre, en un mundo en el que Lottie no quería que estuviese. Sin embargo, ella estaba aquí gracias a Derek Simmons, y eso era algo que la propia Harmon no podía cambiar. Cruzaron otra puerta, la cual los llevó a la acera donde un edificio, el edificio donde estaba el objetivo, se alzaba frente a ellos con maravillosa majestuosidad.

          Un escalofrío le recorrió la espalda sudada a Lottie.

          Sus pasos la condujeron al interior del edificio, donde una puerta metálica estaba al final del pasillo, como si algo mucho más grande estuviese esperándola ahí dentro.

          Incluso Leon estaba tenso a su lado.

          (Y Lottie podía imaginarse qué más podía pasar allí.)

          Cruzaron la puerta, dispuestos a enfrentarse al enemigo con astillas y dientes. El ruido del tren pasando por un lado los centró al entrar, sus ojos vigilantes ante cualquier movimiento. Helena fue la primera en levantar la mirada, topándose con la figura de Simmons un piso más arriba, de espaldas a ellos, como si fuera el hombre más poderoso del mundo.

          —¡Simmons!—bramó la castaña, exponiendo su posición.

          Fue cuestión de segundos de tener al menos cuatro hombres del Servicio Secreto apuntándose con sus armas. Simmons, sorprendido por la presencia de los principales sospechosos de su propia arquitectura, se giró lentamente hacia ellos. Sonrió con satisfacción al ver parte del legado con ellos y eso provocó que se le cortase el aire a Eider de manera muy rápida.

          —Vaya, vaya—espetó el hombre mirando al equipo—. Pero que sorpresa. Qué inesperado es verlos a todos aquí. ¡Toda una reunión familiar!

          —Cierra la boca, imbécil—masculló Harmon apretando los dientes.

          A sus espaldas, una puerta se abrió y Sherry Birkin podía darse cuenta de que la función había comenzado sin ella.

          —¡NO!¡Esperen!

          —¡Ah!¡Agente Birkin!—exclamó Simmons con absoluto deleite—. Justo a tiempo. Arresta a estos tres y llévatelos, por favor. Me quedaré con el muchacho y la señorita Kennedy.

          —¿Qué?—preguntaron Jake y Eider al unísono.

          Leon apretó su agarre en su arma—Como si fuera a dejar que la toques...

          —Me han dicho que estuvo implicado en el ataque, señor—acusó Birkin con voz severa—. ¿Es cierto?

          —¿Es que van por las calles gritándoselo a quién esté escuchando?—exclamó Derek enfadado.

          —¡Contésteme!—insistió la rubia de cabellos cortos.

          Simmons suspiró antes de enderezarse, enfrentándose al equipo de agentes que ahora estaba en su contra. Eider sintió un escalofrío ante la implicancia de una confirmación, más cuando ella estaba jugando algún tipo de rol dentro de aquel juego macabro que Simmons intentaba meterla. Otro tren pasó, iluminando tenuemente el espacio, haciendo que parte de las luces titilasen para marearla un poco. Sus padres, como estatuas firmes, apuntaban sus armas hacia el consejero. Sherry, con su imponente presencia y su decepción plagando su rostro, también se mantuvo de pie ante la mera incógnita dispuesta.

          —Es por el bien de los Estados Unidos—respondió finalmente Simmons—. ¡Y por la seguridad mundial!

          —¡No veo cómo matar al presidente puede ser bueno para el país!—exclamó Leon.

          Eider bajó su arma, intentando de procesar la noticia.

          ¿Adam estaba muerto?

          Sherry, quien mantuvo su mirada fija en Derek, balbuceó de manera incoherente—¿El presidente está muerto?

          —Eso se lo puedes agradecer a tus queridos padres, señorita.

          Helena dio un paso adelante—¡Maldito seas, Simmons!

          —¿Así quieren que esto sea?—inquirió el consejero antes de bajar sus brazos—. Bien, que así sea. ¡Acaben con ellos!

          Eider no tardó en levantar su arma y disparar hacia Simmons, la bala rozando su pierna. El Consejero de Seguridad Nacional soltó un quejido de dolor, llevándose una de sus manos hacia la herida antes de lanzarle una mirada de furia hacia la menor de los Kennedy. El grupo de agentes que escoltaban a Simmons empezó a disparar y uno ya tenía en la mira a Eider, quien fue algo torpe en responder y sus pies no se movieron con la rapidez suficiente; logrando que una bala terminase por rozarle el hombro y eso terminó por desorientarla, haciendo que cayese al suelo como si la propia bala le hubiese quitado el aire. Lottie y Leon jadearon al ver a la rubia tirada en el suelo, sin moverse, como si su peor pesadilla empezase a tomar forma en ese mismo instante. Los dos corrieron hacia ella y tomaron parte de su chaleco para arrastrarla lejos. Helena cubrió todo lo que pudo, observando como Jake y Sherry se unían a ellos al mismo tiempo que esquivaban balas.

          Lottie sentía que el corazón le iba a explotar al ver sangre goteando de la herida.

          (Leon estaba a punto de tener un pico de presión.)

          —Dime que este chaleco es antibalas—farfulló Lottie revisando la vestimenta de su hija.

          Leon gruñó al intentar tapar la herida—Ni se te ocurra desmayarte, Eider. Ni lo pienses.

          Eider empezó a reírse de manera histérica, sintiéndose completamente desorientada.

          —¡Alto el fuego!—bramó Simmons a lo lejos—. ¡Necesitamos a esos dos con vida!

          —¿Está bien?—dijo Sherry arrastrándose hacia sus padres—. Díganme que está bien.

          —¡Agh!¡Mierda!¡Esto duele!—dijo la muchacha de cabellos rubios, soltando un par de lágrimas en el proceso.

          —No te muevas—bramó Kennedy presionando la herida.

          —¿Acaso no le enseñaste a usar un arma?—exclamó Jake hacia Sherry antes de alzar su arma para dispararle a los agentes de Simmons.

          —¡Le enseñé a usar una maldita arma!—se excusó Birkin mientras lo fulminaba por la mirada—. ¡No a recibir un puto balazo!

          Eider volvió a reír, desorientada. Leon no sabía qué diablos hacer ante la situación, Lottie, quien miraba perpleja a su hija, no estaba muy detrás. Ya podía oler las sesiones de terapia que deberían recibir los cuatro una vez que todo esto termine. Kennedy apartó su mano al no ver más sangre en ella, levantándola para ver que la herida se estaba cerrando. Un deja vú de años atrás justo con su mujer se le vino a la mente. La muchacha de cabellos rubios sacudió su cabeza, queriendo espabilarse para tener un mejor análisis de su entorno, justo como Sherry le había enseñado y eso le quitó una última carcajada: efectivamente Eider Kennedy viviría para contar todo ello.

          Helena sonrió de lado—Al menos su humor sigue intacto.

          —Por favor, no vuelvas a hacer eso—bramó Leon a modo de reprimenda.

          —¿Y qué es lo que haces tú?—inquirió la menor intentando sentarse gracias a él—. ¿Esquivar balas por vocación?

          Fue el turno de Helena para reírse, Jake intentó aguantarse una carcajada y a Lottie no le sorprendió la pregunta: sabiendo muy bien que ella sacaba esa poca prudencia de ellos dos.

          —Lo que quiero decir es que debes ser más prudente—sentenció Kennedy rodando los ojos.

          —Bien, bien—bramó el pelirrojo mirando a los dos agentes—. ¿Cuál es el plan, héroes?

          Lottie miró hacia la puerta que estaba al otro lado del campo de fuego, en profundo silencio, mientras que los agentes de Simmons volvían a disparar contra las cajas metálicas donde estaban cubriéndose. Miró luego hacia Eider y Sherry, sabiendo muy bien que podrían cuidarse las espaldas, como también Jake podía cuidarlas a las dos — más siendo él el objetivo primario. Si aquella era la oportunidad de detener a Simmons y poner a salvo a tres personas de un destino no tan favorable: entonces ella la tomaría.

           —¿Ves esa puerta, Jake?—señaló la pelirroja—. Tú, Sherry y Eider se irán por ahí. ¿Puedes llegar?

          Leon logró entender la idea sin siquiera decir una palabra. Jake, mientras tanto, no.

          —¿Qué?¿Por qué no los hacemos mierda a ellos?—inquirió el muchacho confundido.

          —Porque solo tú puedes cuidar de mis hijas—bramó Harmon.

          Otra ráfaga de balas chocó contra el metal.

          —¡¿Podemos terminar con esto?!—se quejó Simmons—. ¡Tengo mejores cosas que hacer!

          Sherry miró con duda hacia sus padres—¿Y qué es lo que van a hacer?

          —Eliminar a Simmons, si es que no podemos detenerlo—replicó Helena.

          La muchacha de cabellos cortos asintió, súbitamente nerviosa, buscar algo en su bolsillo y sacar una pequeña tarjeta de memoria. Sherry se la entregó a Leon, quien la tomó en sus manos antes de mirar hacia Birkin.

          —Aquí hay información que podría detener el virus C—dijo ella en voz baja—. Simmons la quiere. No voy a entregar a mi objetivo tan fácilmente.

          —Gracias—asintió el rubio—. Llamaré al FOS y pediré protección para ustedes—miró a la menor antes de sacar su otra pistola—. Eider, te irás con ellos.

          —Pero...

          —Eider, por el amor de Dios, hazle caso a tu padre—bramó la pelirroja—. Nos veremos pronto, ¿sí?

          Eider, resignada, asintió. Y ellos salieron de su escondite para disparar contra Simmons, dando carga una vez más.




━━━━━━━━




          Después de todo, ellos siempre acababan en un maldito tren.

          Lottie se preguntó cuando enfrentarían a un maldito enemigo en un lugar estático, donde no tuvieran que temer verdaderamente por sus vidas. El tren donde terminó Simmons se movía a tal velocidad que ni siquiera ellos se atrevieron a adivinar. Sherry, Jake y Eider lograron llegar hasta la puerta para hacer su escape; dejando a los agentes con el propio Simmons: quien cayó en el tren que pasaba a gran velocidad sobre las vías. Solo bastaba con saltar para seguirle el paso. Aterrizaron en la cola del tren, la cual estaba descubierta, perteneciendo a un módulo de carga. Los tres agentes, con absoluta resiliencia, corrieron por los vagones para acortar la distancia que los separaba de Simmons.

          Sus respiraciones parecían ser la única cosa que delataba sus posiciones.

          ¿Pero cuál era la amenaza?

          Eran ellos contra él.

          Simmons estaba solo.

          (Y, para Helena, eso resultaba ser suficiente.)

          Para cuando ascendieron al techo, ayudándose entre ellos, la primera cosa que observaron al frente era la figura de un hombre. Encorvada, agonizante, apretando algo luminoso en su mano, el cuento ya se contaba solo. Derek C. Simmons soltó un respingo, queriendo apretar sus dientes ante un dolor que desconocía y lo aterraba al mismo tiempo. Su único objetivo era no sucumbir a ello, a donde esa mujer quería que él fuera. Lentamente, el trío de agentes se acercó a la parte delantera del tren en movimiento. La ráfaga de viento era constante, aliviándolos ante el calor de la ciudad en llamas. Acorralar al Consejero de Seguridad Nacional nunca había sentado tan bien en los pensamientos de Harmon.

          Sus armas, de hecho, estaban apuntando hacia él.

          Poco a poco, Simmons alejó su mano de su oído, aquella cosa luminosa se apagó en cuanto él apretó su puño.

          —¿Malas noticias?—inquirió Harmon quitándole el seguro al arma—. Pero qué pena.

          Simmons soltó una carcajada ronca, negando con su cabeza ante el cinismo de la pelirroja.

          —Ríndete, Simmons—bramó Leon al lado de Lottie—. ¡Ya eres nuestro!

          Derek se dio vuelta, enfrentándolos—¿Cómo pueden venir por mi cuando esa...mujer anda suelta?

          —¿Qué mujer?

          —La traidora—exclamó el castaño antes de hacer una mueca de dolor—. Ada Wong. Solo Dios sabe qué es lo que está tramando.

          —Otro equipo va tras ella—declaró Helena mejorando su postura—. ¿Pero tú?

          Lottie sonrió de lado—Tú eres todo nuestro.

          —¿Han venido a vengar al presidente?¿Es eso? Qué idiotas que son.

          Lottie bajó su dedo hacia el gatillo, dispuesta a dispararle si realmente se pasaba de listo. Su paciencia estaba en un hielo bastante fino. Simmons, ya mostrando signos de infección en el lado izquierdo de su cuello, miró desafiante a los agentes — buscando pisotearlos a través de su moral (la que quedaba) y su maldito discurso.

         —¿No lo entienden?—prosiguió el castaño—. Si Adam hubiera revelado la verdad sobre Raccoon City, los Estados Unidos habrían perdido toda su autoridad y el equilibrio político mundial se habría ido al mismísimo infierno.

          —¿Así que para evitar una posible catástrofe has creado otra?—exclamó Helena enfadada—. ¡¿Sin importar cuánta gente muera?!

          —¡TENÍA QUE DETENERLO!

          El alarido que soltó Simmons fue suficiente para ponerlos alerta.

          Ese hombre ya no podía ser detenido.

          Ese hombre debía ser eliminado.

          —¡Iba a llevar a mi país y al mundo entero hacia el caos absoluto!—prosiguió él antes de tocarse su cuello—. Maldita mujer. ¿Cómo se atrevió...a hacerme esto?

          Soltó un gruñido de dolor, desplomándose en el suelo, poco a poco sucumbiendo a la infección que corría a través de sus venas. Su cuerpo, en el medio del dolor, se prendió fuego ante la combustión que estaba presente: justo como había ocurrido con Deborah Harper. Había humo y llamas que consumían la ropa del consejero, parte de su piel se derritió un poco, llevando a quejidos guturales y poco a poco él se levantó. Su rostro estaba lleno de furia, partiéndose para mutar parte de su cuerpo en un monstruo con garras. Leon fue el primero en disparar, queriendo desestabilizar a Simmons, pero logró que su mutación lanzase un ataque con sus garras. Esquivarlo no fue sencillo, pero la mutación se alejó de ellos, poniendo una distancia.

          —Ya lo hiciste enojar—dijo Helena poniéndose de pie.

          —Alguien de los tres tenía que hacerlo—replicó Leon enderezándose.

          Lottie disparó hacia el monstruo—¡Debemos poner distancia con él ya!

          El monstruo soltó un rugido que les puso los pelos de punta, la voz de Simmons, claramente distorsionada, habló:

          —¡Los mataré con mis propias manos!

          Helena soltó una granada y tironeó de los brazos de sus compañeros, dejándole un regalo a Simmons, los tres cayendo por la puerta superior hacia el interior del tren. El estruendo de la explosión se escuchó detrás, junto con un rugido doloroso del monstruo. Se levantaron pesadamente, volviendo a tener sus armas en mano y corrieron por un par de vagones. El silencio que había allí no ayudó en nada a los agentes, poniéndolos en constante estado de alerta.

         —¿Ya estará muerto?—preguntó Helena en un murmullo.

          —Que Dios te escuche—bramó Lottie rodando los ojos.

          —Ya sabes a estas alturas que una pequeña granada no mata a un monstruo de esa magnitud, Helena—respondió Leon mirándola por el rabillo del ojo.

          —Soñar no cuesta nada—señaló la castaña en un gruñido.

          Repentinamente, Lottie se dio cuenta de que entraron en un túnel, la cabina se oscureció y escucharon pasos pesados en el techo. Se sumieron al silencio, otros dos pasos se dieron y parte del camino se iluminó tenuemente por las diferentes luces que estaban en el túnel. La velocidad del tren era constante y parecía no tener un destino seguro. Sin embargo, los pasos pesados se detuvieron. Lottie no sabía si la opción de permanecer quieta parecía una buena idea. Y confirmó esa teoría cuando el monstruo rompió el techo, cayendo en el interior del vagón, forzando a los tres agentes a abrir fuego. La mano de Lottie nunca había sudado tanto a través de su guante.

          —¡Para atrás!—bramó Leon.

          Simmons rugió.

          La lluvia de balas que se dirigió hacia él derramó sangre y pólvora. El monstruo se retraía un poco, para luego avanzar ante la retirada que hacía el equipo. La forma original de Simmons no volvía a aparecer, lo que no mostraba una gran esperanza para Lottie. Siempre había una forma original, según los estudios de la profesora Chambers, siempre había un punto de partida por donde la infección tomaba diferentes formas y mutaciones. Ellos simplemente tendrían que forzarlo a volver a su estado original. Leon palmeó su hombro cuando el monstruo se volvió más lento, intentando de recobrar su fuerza. Helena disparó una bala de su escopeta y la forma original se reveló — completamente débil. Esa fue la señal para escapar por una de las hendijas hacia el techo.

          Dentro del túnel, el camino parecía ser más sinuoso con el movimiento del tren.

          —Necesitamos un maldito plan—dijo Lottie.

          —Yo pensaba que era dispararle y correr—bromeó Leon cruzándose de brazos.

          Helena se encogió de hombros, pasándose una mano por su frente sudorosa—Mientras más distancia tomemos, mejor.

          —¿Seguirá allí?—preguntó Lottie antes de girarse.

          La figura de Simmons, a sus espaldas, tomó del cuello a la pelirroja y la lanzó unos vagones más atrás. Lottie rodó, cayéndose por uno de los lados para lanzar su gancho y trabarlo contra una de las ventanas. Se pegó a la pared lo mejor que pudo, gruñendo ante el esfuerzo.

          —Serás hijo de...

          La voz de Helena atrajo su atención—¡Leon!

          Los orbes azules buscaron a Leon con la mirada, topándose con su figura en el tren que estaba al frente. Leon Kennedy se levantó pesadamente, desde el vagón de carga y se cubrió cuando otra mutación del consejero aterrizó en el mismo lugar donde estaba parado. Lottie sabía que la única opción que le quedaba era correr por su maldita vida.

          —¡Lottie!—bramó Helena—. ¿Estás bien?

          —¡Encárgate de distraer a Simmons!—exclamó la pelirroja agitada—. ¡Estaré contigo en un minuto!

           Helena asintió, apuntando con su rifle en dirección a Simmons, mientras que Leon corría con todas sus fuerzas para ponerse a salvo. Lottie se balanceó en su lugar, llegando a encastrar sus botas contra un caño del techo y tomó el impulso para agarrarlo. Gruñó ante el esfuerzo, para luego rodar en la superficie plana. Tomó aire y lo soltó rápidamente, recobrando su gancho y sacando su arma para ponerse de cuclillas — observando su entorno. Leon corrió desde el otro vagón al que estaban sus dos compañeras, esquivando otro golpe del Simmons mutado como un animal más grande.

          —¡Insectos despreciables e ignorantes!—gritó él con voz distorsionada—. ¡LOS VOY A HACER PEDAZOS!

          Helena ayudó a Leon a subirse, Lottie disparó una granada que prendió fuego al monstruo, provocando otro rugido. Simmons sabía cómo mantener el ritmo, llevándolos hacia un puente gigante que mostraba parte de la ciudad en llamas. El límite de la ciudad de Tatchi se veía a lo lejos y ellos no tardarían en entrar a la zona. La mutación de Simmons se abalanzó contra el tren, haciendo que los tres agentes abriesen fuego para que después de una granada cegadora provocase que Simmons volviera a su forma original. Este gruñó ante el dolor, levantándose de manera pesada y lanzándoles una mirada furiosa a los agentes.

          —Ustedes...idiotas...no tienen idea...—dijo el consejero—. ¡De lo que pasará si yo muero!

          Su mutación final mostraba su cara y parte de sus huesos doblados en pliegues que ya no eran humanos.

          Leon volvió a apuntar—Este mundo será mucho mejor.

          Bastó que Simmons lanzase un pedazo de metal del techo, haciendo que Lottie y Leon disparan hacia este para dejarle el tiro final a Helena: quien disparó dos veces hacia su rostro, quitándole un chillido al consejero. Un helicóptero sobrevoló la zona, iluminando con su farol hacia ellos. Simmons pareció reconocer a las personas que estaban allí, observándolo, para luego ver cómo el helicóptero se retiraba hacia un costado — alejándose de allí hacia la ciudad.

          —¡NO!—exclamó el consejero con agonía—. ¿Cómo me ha podido abandonar mi propia familia?

          Hasta incluso sus pares terminaron por abandonarlo.

          Fue en cuestión de segundos, en un solo movimiento, que el cuerpo mutado de Simmons terminó debajo del tren. ¿Y este? Ya no estaba sobre sus vías, descarrilándose del camino. Los tres agentes, dejando al monstro detrás, corrieron para buscar un vagón y ponerse a salvo. Sin embargo, la única opción que tenían era saltar hacia el agua. El chapuzón encendió todos los puntos de dolor en Lottie, provocando que ella soltase un alarido debajo del agua y se forzó a nada hacia arriba. Dio brazadas hacia la superficie, sacando la cabeza del agua y sacudiéndola como un perro. Descubrió a Helena dando brazadas hacia una plataforma que estaba a unos cien metros, Leon no estaba muy detrás de ella, así que los siguió.

          El ruido de los helicópteros la puso alerta.

          El humo, también.

          Leon le tendió una mano en cuanto la vio llegar a la plataforma, tirando con fuerza para subirla a la superficie. El rubio rodeó su cintura con un brazo para enderezarla y ella se permitió un momento de absoluta debilidad para poner su frente contra la clavícula. Respiró hondo, queriendo llenar sus pulmones con oxígeno limpio, para luego volver a sacar el aire por la boca. Escuchar el latido del corazón de Leon la reconfortó en silencio.

          —¿Estás bien?—preguntó Leon en un murmullo.

          —Sí, sí...—farfulló la pelirroja—. Dame un segundo.

          —Puedes tomarte el tiempo que quieras—dijo el rubio.

          —¿Lo hemos matado?—inquirió Helena detrás de ella, mirando hacia el tren derribado.

          —Hicimos lo que pudimos—dijo Leon ladeando su cabeza a un lado—. Espero que sí.

          Lottie se irguió, sus orbes azules, mirando fijamente los de su marido. Él asintió, asegurándole que estaban en aguas calmas, muy a pesar de que estaban bastante alejados de su punto de partida. Pero algo le decía que la cosa no había terminado aún. Unas escaleras los llevaron hacia una plataforma que daba hacia las calles de Tatchi. Un camión militar pasó, dejando a un par de civiles siguiéndolo hacia una zona segura. Varios soldados de la Alianza merodeaban por allí, en guardia. Parecía que la paz estaba empezando a reinar.

          —¿Se terminó?—preguntó Helena mirando a los dos agentes—. ¿Realmente se terminó?

          Lottie asintió—Sí. Se terminó.

          Helena logró permitirse el sonreír por un momento.

          Leon sacó su PDA, respondiendo la llamada que disparó la alerta en su comunicador. La imagen de Hunnigan apareció en pantalla, atrayendo la atención de los dos veteranos. Su semblante estaba en completo pánico y eso logró confundir más a los dos agentes.

          —No pongas esa cara, Hunnigan—le reprochó Lottie.

          —No la pondría si la situación no la amerita—replicó la morena al otro lado—. Surgió un problema, uno gordo—tragó saliva—. Secuestraron a Eider y a Sherry junto con su compañero. Sus rastreadores los sitúan en una plataforma petrolífera submarina a unos ciento treinta kilómetros de su posición.

          —¿Secuestrados?¿Y qué ocurrió con el apoyo?—inquirió Leon enfadado.

          —Fue una emboscada, alguien estaba planeando esto—señaló la morena.

          —¿Pero por qué...?—dijo Lottie negando con la cabeza.

          Helena abrió los ojos antes de mirarlos—¡Los archivos!

          La voz de Sherry entró como una bala hacia la cabeza de Lottie.

          Aquí hay información que podría detener el virus C.

          Leon sacó rápidamente la tarjeta de memoria que su hija mayor le entregó, colocándola en la ranura que traía su PDA, donde los archivos que estaban dentro se abrieron en diferentes pestañas. Al ver el rostro de Jake, datos de laboratorio y parte de su procedencia; eso fue suficiente para darles la respuesta del porqué Sherry protegía a Jake Muller — más cuando su linaje venía de un hombre que ya no estaba en esta tierra.

          Jake Muller era hijo de Albert Wesker.

          —Esta es la clave para acabar con el Virus C—dijo Helena mirando la pantalla—. Es...

          —Es Jake—concluyó Lottie.

          Leon se llevó el dedo índice al comunicador—Hunnigan, ¿hay alguna unidad de la BSAA cerca de esa plataforma?

          —Eso creo, dame un minuto.

          Helena frunció el ceño y miró hacia el cielo. Leon se apoyó contra la baranda, queriendo tomar un respiro ante la tensión que sentía en su espalda. Lottie pasó su mano por ella, queriendo calmar sus nervios.

          —Ellas están bien—dijo la pelirroja.

          —Estás igual de asustada que yo—bramó el rubio sin mirarla—. Ese chico, Muller...Wesker, no me agrada.

          —¿Lo dices por lo que ocurrió en aquel baldío de contenedores?—Lottie esbozó una sonrisa socarrona—. Hacen linda pareja. Ella confía en él.

          —Lo serán sobre mi cadáver, Lottie—añadió Leon mirándola por el rabillo del ojo—. Cuando mi cuerpo esté quieto y frío.

          —¡Bien!¡Tengo a Chris Redfield en la línea!—exclamó Hunnigan por los comunicadores—. Se los pasaré.

          —¿Qué es eso...?—murmuró Helena a sus espaldas.

          La voz de Chris fue urgente—¿Leon?¡¿Leon, dónde están?!

          —Chris, estamos a las afueras de Tatchi—respondió Leon confundido—. ¿Por qué?

          —¡SALGAN DE AHÍ!—bramó Joy.

          El estruendo de una explosión provocó que los tres agentes girasen su mirada, observando primero el fuego y después la gran nube azul, esparciéndose entre las calles de Tatchi como un incendio. Allí fue el momento en el que la paz dejó de reinar.




━━━━━━━━

sin editar

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top