xxv. club de los muertos
DESASTRE GLOBAL,
capitulo veinticinco: club de los muertos!
EN CUANTO ADA WONG LOS DEJÓ SOLOS, el trío de agentes simplemente se sumió en el más mínimo silencio. Helena no había dicho nada desde aquel entonces, mucho menos después de haber dicho lo que hizo en colaboración con Simmons, así que se limitó a permanecer quieta y no tomar la primera oportunidad de fuga sabiendo muy bien que Leon o Lottie terminarían capturándola en cuestión de segundos. El matrimonio Kennedy se quedó mirando hacia la oscuridad, por el mismo lugar donde la mujer de rojo los abandonó minutos antes. Leon no tardó en negar con la cabeza ante la acción de la mercenaria, sin sorprenderse en absoluto de la misma actitud de siempre. Lottie guardó finalmente su arma para luego escuchar que su PDA estaba sonando. Sin embargo, su marido fue más rápido y logró atenderlo en un movimiento suave.
Ingrid Hunnigan lucía algo pálida, pero estaba aliviada de verlos con vida.
—Leon, dime dónde diablos están—bramó la morena—. He intentado trazar su posición, pero...
—¿Está Simmons ahí?—la interrumpió él.
—Sí, sí lo está.
Lottie se acercó—Hunnigan, ten cuidado con él. Creemos que él es el culpable de to...
—¿Alguien me busca?
Helena abrió los ojos al escuchar aquella voz masculina, acercándose hacia la pantalla para toparse con la figura de Simmons al otro lado.
—Simmons—masculló la castaña enfadada.
El matrimonio Kennedy había escuchado pocas cosas del consejero de seguridad nacional, algunas cosas remarcables, como la implementación de la agente Birkin dentro de las operaciones de la agencia bajo la constante supervisión de Simmons. A pesar de que ellos estaban fuertemente en contra del estilo de vida, más habiendo sido forzados a ello, Sherry demostró la resiliencia de los tres sobrevivientes de Raccoon City: Leon, Lottie y Claire. No obstante, a raíz de la desaparición de Sherry, el matrimonio no obtuvo respuestas del consejero sobre el asunto. Adam, por su parte, una vez vivo, tampoco. Ahora, con el presidente de la nación muerto, Simmons parecía estar al pie del cañón en el caso y su mirada hacia ellos cargaba con una ligera sospecha.
Helena parecía estar en lo cierto.
—Vaya, vaya...al fin y al cabo, el matrimonio Kennedy-Harmon en persona—espetó el consejero mirándolos a través de la pantalla—. Debo admitir que su reputación les precede a ambos y se ve muy bien reflejada en sus dos tesoros—Leon se tensó al ver que el posible enemigo tenía conocimiento de sus hijas, a Lottie no le sorprendía—. Una lástima lo que ocurrió con la agente Birkin, tendré que dar mis más sinceras disculpas cuando los vea en persona.
—Consejero Simmons, por lo menos podemos ponerle rostro al nombre—añadió Harmon.
—El presidente hablaba muy bien de ustedes, agentes.
—Pues Adam parecía tenerte cierto afecto—dijo Leon a la pantalla—. Dijo que eran viejos amigos.
Simmons se acercó un poco más, intimidando a Hunnigan—¿Es cierto que eran los únicos presentes cuando él murió?
Lottie apretó los labios en una fina línea, Helena estaba petrificada a su lado ante la mera acusación de que los dos agentes fueron responsables de la muerte de Adam Benford y Leon parecía estar a punto de cortar ante la implicancia dicha. Simmons parecía ser un hombre el doble que peligroso que el propio Benford, más por el poder que infringía por encima de sus cabezas — como si se tratase de una guillotina muy afilada. Harmon chasqueó su lengua, atrayendo la atención de su compañera castaña.
—Disculpe, consejero—sentenció la pelirroja—. ¿Acaso usted está insinuando que nosotros asesinamos al presidente Benford?
—Bueno, supongo que ustedes tres, agentes con gran habilidad intelectual, son conscientes de que son los sospechosos principales de este ataque—añadió el consejero.
—¡¿QUÉ?!—exclamó Harper.
—Agente Harper, voy a pedirle decoro en esto—dijo entonces Derek sin más preámbulos—. En el momento del ataque habías abandonado tu puesto, dejando al presidente de esta nación sin protección—negó lentamente con la cabeza—. La agente Harmon abandonó su puesto al seguir tu pista y el agente Kennedy sin duda fue quien apretó el gatillo, matándolo al instante. Un comportamiento ciertamente sospechoso...
—¡Hijo de perra!—exclamó Helena enfadada—. ¡Lo tenías todo planeado!¡Cuando te encuentre yo...!
—¿Con qué pruebas puedes fundamentar semejante acusación?
—Pues ya creo que hemos visto todo aquí—murmuró Leon.
—Soy el Consejero de Seguridad Nacional, mi función aquí es prevenir ataques terroristas—declaró Simmons—. No causarlos.
Lottie sonrió de lado—Pues se te está dando de puta madre este ataque, consejero.
—Ya veo que Adam los ha educado bien, pero yo no tengo miedo de poner mano firme, agente Harmon—sentenció entonces Derek, dando un punto final—. Y empezó de esta forma: Eider Kennedy está siendo movida de su domicilio mientras hablamos con un custodio del Servicio Secreto, su cuidador ha sido detenido por oponer resistencia.
El matrimonio Kennedy era muy consciente de que esa noche rodarían cabezas: primero, la hermana mayor desaparece sin rastro alguno, ahora, la hermana menor estaba siendo retenida en contra de su voluntad sobre un hombre que causó todo el desastre. Kennedy, con su clásico ceño enfadado, escupió a la pantalla:
—Como se te ocurra tocarle un pelo, lamentarás haberte cruzado con nosotros—masculló el rubio con veneno en su voz.
Simmons no aminoró su marcha—Para cuando termine la noche, y crean en mi palabra, los detendré y les quitaré la custodia de la niña para que no puedan verla jamás.
Helena negó lentamente la cabeza—Pues que empiece el juego, viejo inútil.
—Si tan seguros están de su inocencia...—dijo finalmente el hombre de cabellos castaños—. Pues, no tendrán problema en entregarse.
Con tan solo eso, Simmons cortó la llamada.
El silencio que reinó después era espeso, casi pesado en el ambiente. Helena soltó un suspiro, queriendo calmar todo sentimiento negativo que pasaba por su cabeza. Leon guardó su PDA en el bolsillo, mordiéndose el labio al enterarse las noticias. Lottie respiró hondo al evaluar las opciones, las cuales, francamente, no eran muchas en ese instante. Sin embargo, confió en las prioridades, y ya sabía cuál era la primera: llamar a Patrick. Al marcar el número, la pelirroja se alejó del dúo de agentes, llamando la atención de su marido al tomar distancia. El tono de llamada siguió por unos segundos, al menos hasta que se escuchó la voz del buzón de llamadas de Patrick.
—Mierda—murmuró la pelirroja.
—¿Qué pasa?—le preguntó Leon.
—Patrick no contesta.
—Debe estar retenido en otro lugar.
—¿Quién diablos es Patrick?—inquirió Helena a lo lejos.
—El adulto responsable a cargo de nuestra hija—replicó la pelirroja—. Tú pareces conocerlo mejor, ¿qué clase de jugada piensas que esté haciendo ahora?
La castaña ladeó su cabeza a un lado—Ese tipo de jugadas que incluyen una bala de por medio, al menos esa es mi suposición.
—Entonces eso significa que estamos metidos en un gran problema—señaló el rubio negando con su cabeza—. ¿Qué hay del rastreador de Eider?
Lottie volvió su mirada a su PDA, queriendo ingresar a los datos biométricos de su hija: lamentablemente sin encontrar nada al respecto. La señal que había allí era muy reducida, apenas lograron contactar con Hunnigan y Harmon intentó de mantener un rumbo positivo en su propia mente — por su propio bien y el de su equipo. Soltando un suspiro colmado de pura exasperación, la mujer de cabellos pelirrojos negó lentamente con la cabeza. Leon entendió esa mirada, muy a pesar de las circunstancias, sabiendo que ellos desde la ciudad caída de Tall Oaks no podían hacer nada por la seguridad de Eider Kennedy.
¿Lo único que restaba hacer por ahora? Escapar.
Escapar y encontrar a Simmons por todos los medios posibles.
El trío de agentes decidió avanzar hacia la siguiente puerta, bajando dos palancas para ingresar las catacumbas del lugar. Las puertas de metal se cerraron a sus espaldas, sellándose para mostrar solo el camino de ida, mucho más adentro de lo que ellos planeaban avanzar. Leon decidió revisar el cartucho de su arma, mientras que Helena se relamía los labios ante el nerviosismo. Lottie podía oler su culpa tan cerca que cualquier infectado también podría.
—Ahora estamos todos en el mismo barco—sentenció Kennedy luego del largo silencio, atrayendo la atención de Helena—. Oficialmente somos compañeros, Harper, te guste o no.
—Pues por mí, bien—dijo la castaña encogiéndose de hombros—. Si es que van a ayudarme a llegar hasta Simmons.
Harmon le guiñó el ojo—Será la mejor cacería bioterrorista que presenciarás.
—Y esa mujer, Ada...—declaró Harper—. ¿Confiamos en ella?
—Eso...—declaró Leon antes de hacer una mueca—. Es algo complicado.
—Demasiado complicado—asintió la pelirroja.
Helena alzó ambas manos, desistiendo de preguntar más al respecto.
Las catacumbas demostraron ser otro laberinto dentro del iceberg gigante, el frío que se cernía en sus pasillos y la cantidad de cuerpos esparcidos e infectados era el recordatorio constante que debían salir con vida. Llegaron hasta una puerta donde Leon colocó un anillo, llevándose una mirada inquisitiva por parte de su mujer. Ninguno de ellos estaba extrañado a los toques sinceros y gestos misteriosos de la mujer vestida de color carmesí, quien aún no se sabía a qué bando pertenecía realmente. El anillo giró en su herradura, de manera lenta, donde varias agujas se movían al mismo tiempo como las de un reloj.
—Ada me lo entregó—declaró el rubio—. Es un anillo que pertenece a la familia de Simmons.
—Y yo me pregunto de dónde diablos lo sacó—dijo la pelirroja en un murmullo.
—Creo que será la única pregunta que no se responderá esta noche, cariño.
Helena chasqueó su lengua para llamar su atención—Chicos, las puertas.
Frente a ellos, la gran puerta se abrió, mostrando un canal de agua gigante, paredes de piedra algo descuidadas a sus anchas y un gran caudal de agua que caía sin cesar al final del pasillo. El trío de agentes se adentró hacia el nuevo pasillo de las catacumbas, sintiendo cómo la puerta se cerraba a sus espaldas otra vez, bloqueando el camino de vuelta, si es que alguna vez existió para ellos el simple hecho de volver en sus pasos. Sus pies fueron los primeros en mojarse, a pesar de la protección de sus botas, los tres sabían que tarde o temprano recibirían un baño con agua sucia y sustancias de procedencia desconocida.
(Lottie ya podía contar al menos unos siete días de cuarentena.)
Avanzaron, con tal y absoluta decisión, para luego detenerse al ver unas aletas asomándose por una parte profunda.
Helena, quien ya estaba fastidiada, fue la primera en hablar—Esto es una broma, ¿no?
—Tenemos compañía—dijo Leon.
Avanzaron hacia un pasadizo, el cual, lamentablemente, los llevó a una puerta enrejada que estaba cerrada. Unas escaleras llevaban hasta el interior, pero solo uno de ellos podía alcanzarla. Lottie decidió subir a Helena, pese a sus insistencias de no querer ir sola, y la cargó en sus hombros mientras que la castaña soltó una queja. Leon rodó los ojos ante el pequeño intercambio, sabiendo que su mujer estaba empujando a la novata a que entrase en confianza con ellos. A que ella confíe en ellos como una verdadera compañera. Harper aceptó a regañadientes, tomando la escalera con ambas manos para tomar el impulso y subir hasta el final de la escalera.
—¡No tardaré!—bramó la castaña.
Harmon alzó su dedo pulgar.
Finalmente, ellos estuvieron solos.
—¿Realmente crees que algo malo pasó con Patrick?—decidió preguntar el rubio luego de un largo silencio.
—Sé que Patrick está muy bien entrando, incluso junto a nosotros sabía como mantener el ritmo—concluyó su mujer, de forma pensativa, intentando de no caer en el espiral de una madre desesperada—. Pero no conocemos a Simmons, no sabemos sus tácticas, no sabemos cómo es que juega a este maldito juego. Puede que esté vivo o que simplemente este muerto y lo tiraron a un lado de la carretera. No lo sé, Leon.
—Intentaremos contactar con Hunnigan en cuanto salgamos de aquí—declaró el rubio.
Frente a ellos, la puerta se vino abajo, permitiéndoles el paso hacia las profundidades del infierno. Al otro lado, Helena Harper estaba reclinada contra una de las paredes, con una sonrisa triunfante en su rostro.
—Creo que sé por dónde ir.
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Efectivamente, Helena sabía por dónde ir.
El tema fue el siguiente: ninguno de los tres sabía dónde terminarían exactamente.
La trampa en la que cayeron, luego de creer que se trataba de una simple puerta, los llevó hacia las cuevas con un fondo lo suficientemente oscuro como para espantar a un niño. Eso le dio un escalofrío gigante a la castaña, mientras que Leon y Lottie observaban el lugar con clara sorpresa y una gran sospecha sobre la verdadera utilidad de aquellos caminos. Los infectados del lugar se habían podrido tanto que ni siquiera su propio olor era algo soportable. La madera estaba tan desgastada que ninguno de ellos se sorprendió al ver que algunos puentes se habían destruido por completo al pasar.
Algunas antorchas iluminaban el camino, el cual a veces parecía ser más sombrío.
Los muertos parecían ser quienes manejaban el lugar.
(A Leon no le molestó patear traseros y tirarlos por el precipicio.)
Helena, a pesar de su corto tiempo con ellos, demostraba tener la mejor resiliencia que ellos vieron jamás. Su postura era la exacta, sus golpes eran medidos y dirigidos hacia los puntos que ellos habían mencionado, mantenía un ritmo de caminata idéntico al de ellos. Harmon ahora podía comprender por qué Simmons buscaba deshacerse de ella. El trío de agentes saltó hacia una piedra, la muchacha de cabellos castaños se giró para dispararle a dos infectados más en la cabeza, tomando el consejo de Kennedy, mientras que ambos agentes giraban las manivelas con todo su esfuerzo.
—Esto...—gruñó Lottie empujando la manivela—. Se está haciendo muy largo.
—¿Y tú me lo dices a mi?—masculló su marido a sus espaldas.
—Vienen más en camino—farfulló Helena con su arma en alto.
—¡Ya casi!
En ese preciso instante, el suelo empezó a temblar, alarmando a los tres agentes. Este, luego de un solo minuto, empezó a ceder hacia adelante — obligando al equipo a saltar para mantenerse a salvo. Aterrizaron en otro pasadizo de piedra, el cual temblaba también.
—¡¿Y ahora qué hacemos?!—exclamó Helena alarmada.
Lottie la empujó hacia adelante—¡Corre!
Se trataba de una simple batalla contra el tiempo. Y contra las piedras que caían del cielo, claramente. El trío de agentes corrió con todas sus fuerzas por los pasadizos, los cuales cedían ante el peso de ellos y de los infectados que se encargaban de deambular libremente por aquella superficie. Lottie sentía que su respiración se agitaba conforme avanzaban, mientras que los aullidos del enemigo estaban justo a sus espaldas. Sus armas estaban enfundadas, siendo de ningún uso cuando el único objetivo era escapar de aquella trampa. Los tres saltaron hacia el tramo final, donde se toparon con una piedra y con toda la rapidez del mundo empujaron. Harmon soltó un gruñido, sintiendo cómo la tierra ensuciaba su cabello y las mejillas de su tez pálida.
Definitivamente no le pagaban lo suficiente para esto.
La piedra cedió, cayendo al vacío y saltaron hacia otra cueva, la cual los hizo detenerse al sentir un par de gotas de agua.
—¿Pero qué?—declaró Leon mirando hacia arriba.
El agua que estaba encima de ellos cayó como un caudal, mojándolos y siendo este el motor para arrastrarlos cueva dentro. Lottie soltó un quejido en voz alta al intentar de encender su linterna, queriendo saber a dónde se dirigían con tanta prisa. Leon intentó agarrarse con lo que había en su lado, pero el agua hacía todo tan resbaladizo que ni siquiera eso logró. Helena intentó de no tragar más agua de la que ya había tragado antes, gruñendo como una niña pequeña.
—¿A dónde mierda vamos?—exclamó la castaña
—¡Ni idea!—bramó Leon.
—¡Creo que tendremos que bucear!—gritó Lottie.
(Por un segundo, se lamentó al decir eso.)
El gran caudal que los arrastraba terminó por llevarlos hacia un gran estanque, sumergiéndolos en una parte subacuática de las cuevas. Lottie sabía perfectamente que podía mantener su respiración por al menos unos ocho minutos, tres más de los que ella podía cuando era una niña. Leon logró superarla en número, pudiendo aguantar diez, pero siguió el instinto de su compañera y se mantuvo cerca de ella cuando nadaron más en el interior. Varios cuerpos flotaban en el camino, donde ellos pasaron nadando muy cerca, deteniéndose abruptamente al ver de nuevo aquel par de aletas. Lottie miró a sus compañeros por el rabillo del ojo, Helena soltó un par de burbujas.
Ellos no estaban solos, después de todo.
Encontraron un lugar por donde podrían tomar aire y salieron, topándose con un par de muertos empalados.
—¿Están bien?—declaró Harmon.
—Pues de puta madre—bramó Helena.
Leon sacudió su cabeza—Esos cuerpos no nos hacen ningún favor.
Volvieron a sumergirse, tomando los túneles que estaban abiertos para guiar parte de su camino. El frío logró calar los huesos de Helena, mientras que Lottie estaba un poco más acostumbrada al agua y la sensación que producía en su cuerpo. Un muerto pasó frente a ella, inmóvil, aparentemente, pero ella no haría contacto alguno con una criatura que posiblemente no esté muerta del todo. La pelirroja lanzó una brazada hacia adelante, moviendo un par de plantas a un lado, para toparse con un espacio mucho más amplio adelante y un hueco enrejillado encima de ella. Rápidamente, ella se acercó para quitarlo. Su marido se le unió para ayudar, ambos quitando la tapa para hundirla en el agua. El trío nadó hacia la superficie, saliendo para tomar una bocanada de aire.
—Definitivamente, hoy no es nuestro día—dijo Leon.
—¿Acaso algún día lo es?—se quejó Lottie.
—¿A dónde...?¡Oh!
En menos de un segundo, el cuerpo de Helena fue tragado por el agua. Leon gritó algo que Lottie no logró escuchar, debido a que la misma fuerza que se llevó a su compañera también la tragó a ella. Muy profundo de ese túnel, el trío de agentes fue arrastrado por lo que parecía ser un tiburón gigante, claramente mutado por el virus que estaba en la ciudad y Helena estaba a punto de ser comida por el animal. Lottie utilizó todas sus fuerzas para llegar hasta la castaña, quien forcejeaba ante el agarre que el monstruo tenía en su ropa y no tardó en clavarle un pequeño cuchillo en su ojo.
Sintió profundo alivio cuando el monstruo finalmente desistió.
Pero los tres sabían que eso no había acabado.
La cueva en la que habían terminado era prueba de ello. Leon, en su pleno defecto, había sido el candidato perfecto para estar metido en el agua junto con el monstruo. Lottie escupió el agua que había tragado en el trayecto, intentando de regular su respiración, su cabello pegado a su rostro de la manera más grotesca posible. Helena se acercó a ella, tomando el brazo de la pelirroja para así estabilizarla en sus dos pies. Harmon le lanzó una mirada de soslayo, asintiendo a forma de gratitud y la castaña le regaló una sonrisa sin mostrar sus dientes. En cuanto Kennedy emergió a la superficie, ambas giraron su cabeza hacia él.
—¡Leon!—llamó Lottie desde su lugar—. ¿Estás bien?
—¡De puta madre!—exclamó el rubio desde el agua.
Harper le palmeó el brazo—Lottie.
Ambas dirigieron su mirada hacia unos metros detrás de Leon, donde el rastro de unas aletas se veía entre el agua oscura. Kennedy parecía haberlo visto también, haciéndolo moverse enseguida hacia adelante. Ellas lo siguieron a través de un pasadizo, mientras él daba brazadas en el agua para moverse con completa cautela. Las dos mujeres pasaron por un pasillo que las llevó a una manivela y la giraron para permitirle la entrada a Leon hacia otro pasadizo el cual abría a un espacio más grande. Al fondo de este, de manera casi directa, estaba una puerta enrejada iluminada tenebrosamente por dos antorchas.
—¿Será esa la salida?—inquirió Lottie.
—Eso espero—dijo Helena en un murmullo.
—Creo que esa cosa sigue por aquí, necesitaré que me cubran un poco—declaró el rubio por comunicadores—. Intentaré buscar algún lugar por donde subir.
Lottie se llevó un dedo al auricular—Ve directo a la puerta, nos uniremos a ti ahí.
—Recibido.
Ambas agentes prosiguieron por una hilera de puentes, con sus armas en posición de espera. Lottie mantuvo el seguro quitado en su rifle de asalto, mientras que Helena llevaba el francotirador bien pegado a su pecho, preparada para tomar el tiro de ser necesario. Las dos giraron en la primera intersección, a la carrera contra el tiempo y contra el monstruo que decidió resurgir de la superficie abriendo su boca gigante. Lottie soltó un jadeo, deteniéndose abruptamente para apuntar con su rifle y apretar el gatillo. El monstruo chilló, escabulléndose a un lado dejando un rastro de sangre y las dos agentes volvieron al ruedo otra vez. La pelirroja mantuvo su mirada azulada fija en su marido mientras avanzaba junto a Helena, sin lograr detenerse cuando Leon se acercó al último tramo cuando el monstruo volvió a salir a la superficie con su boca abierta.
—¡Lo tengo!—dijo Helena antes de disparar.
Un tiro limpio.
Eso pudo dispersar al monstruo para esconderse otra vez.
(Lottie podía admitir silenciosamente que Helena estaba logrando probarse a sí misma y a ellos con su gran potencial.)
En cuanto vieron que Leon Kennedy logró llegar a salvo a la puerta, las dos mujeres siguieron con su camino. El rubio ladeó su mirada hacia ellas al notar movimiento por la derecha, ambas saltando para aterrizar un piso más abajo, donde estaba él. Lottie sonrió de lado al verlo empapado, su cabello rubio pegado a su rostro, parte de su flequillo desarreglado y goteando a pesar de estar corto.
—¿Ve algo que le guste, agente Harmon?—preguntó Kennedy alzando una ceja.
—Me divierte el baño que te has dado, eso es todo—replicó Lottie aún sin borrar su sonrisa.
Kennedy simplemente se limitó a rodar los ojos.
—Espero que esta sea la salida—sentenció Harper caminando hacia la puerta enrejada—. ¡Ayúdenme!
El verdadero error que cometieron, muy a pesar de la tranquilidad que abundaba, fue haberle dado la espalda al lago que estaba detrás de ellos. Su impacto y la fuerza que traía en ello, fue lo que los hizo desequilibrarse, cayendo en una corriente de agua violenta, donde se convirtieron en carnada para la presa que estaba acercándose poco a poco ante el desliz creado por el agua. Lottie intentó respirar hondo para concentrarse, pasando por unas piedras grandes con rastros de dinamita. Le preocupó el simple hecho de que alguien podría destruir el túnel y la evidencia que había más atrás. Pero ellos no podían permitir que aquel monstruo estuviese libre para nadar y atacar a más personas.
—¡Allí hay más!—bramó Helena detrás de ellos.
Leon apuntó al techo de la cueva, apuntando de manera habilidosa hacia la dinamita que había allí y disparó un tiro que llenó la cueva con fuego y humo. Todo tembló por un momento, junto el grito de agonía de la bestia, hasta que el silencio reinó y ellos dejaron de sentir el gran tobogán que se había formado; dándose cuenta que estaban cayendo por una cascada. Lottie intentó de prepararse lo suficiente para el impacto del agua, aterrizando en una bola, mientras que sus dos compañeros enderezaron su cuerpo para caer de manera suave. La pelirroja soltó un poco de oxigeno y dio brazadas para llegar a la superficie.
Nunca se había sentido tan aliviada de estar con vida.
Leon, a su lado, estaba agarrado a un tronco que flotaba. Se sostenía ante el cansancio del escape.
Helena jadeaba, mojada a su lado.
—¡Estamos con vida, perras!—exclamó la castaña con cansancio.
—La mejor noche de tu vida, Harper—bromeó Lottie.
Helena hizo una mueca—No la "mejor"...
Repentinamente, el ruido similar al de un avión los atravesó, haciéndolos mirar en dirección a dos cohetes que sobrevolaban la zona a toda velocidad. Justamente en dirección para la ciudad, provocando una explosión en ella, iluminándolos en la completa oscuridad del bosque. A Lottie le zumbaban los oídos, esos tintineando al recordar el mismo sentimiento cuando lanzaron el misil a Raccoon City. El peor deja vú que tuvo en su vida. Ellos necesitaban hacer algo, algo más por aquella ciudad perdida por las manos de un hombre poderoso como lo era Derek C. Simmons.
(Y, muy a pesar de ella, sabía que ellos habían perdido aquella batalla.)
La costa estaba cerca, así que nadaron hasta la orilla, sintiendo la tierra debajo de sus pies para arrastrarse a un lugar seguro. El cielo era una mezcla de negro y color anaranjado, el calor emanaba de este, haciendo que el contraste del frío del lago fuese casi insoportable. Lottie jadeó al ver que Simmons logró salirse con la suya, de manera limpia y cautelosa. Leon sabía que ni siquiera el cadáver de Adam Benford había sobrevivido.
—Está esterilizando la zona—bramó Helena sin quitarle ojo al fuego.
—Y, claramente, destruyendo toda prueba que lo culpe—concluyó Leon.
—¿Cómo...?—declaró la castaña abatida—. ¿Y ahora qué hacemos? Sin pruebas, nos pondrán una bala en la cabeza ni bien nos reportemos.
En ese instante, Lottie sintió que su PDA vibraba. Lo buscó con urgencia entre sus bolsillos, agarrándolo en cuestión de segundos para atender. La imagen de Ingrid Hunnigan apareció de manera nítida y limpia al otro lado.
—Gracias a Dios y a todos los putos santos—suspiró la morena—. ¡Están vivos!
—¿Dónde diablos está Simmons?—exigió Lottie.
—Tras hablar con ustedes se ha ido, con mucha prisa—replicó la mujer de anteojos, escuchando como Leon soltaba una maldición—. Lo sé, lo sé. Debí haber tenido más cuidado.
—¿Adónde ha ido?—preguntó Helena a la pantalla.
—Mientras salía, hablaba con alguien por teléfono—respondió Ingrid mirando hacia otro monitor en su mano—. No parecía muy contento.
Lottie sonrió con pura ironía—Aquí es donde tú te nos adelantas y nos dices dónde diablos está el bastardo.
—Muy graciosa, ya lo tengo controlado—dijo la morena—. Va de camino al aeropuerto, donde lo espera su jet privado para volar a China.
—¿Y qué mierdas tiene que hacer este hombre en China?
—Miren esto—declaró Hunnigan.
En cuestión de segundos, un par de imágenes se mostraron en la pantalla. Imágenes de una ciudad en llamas, con rastros de infección y videos de soldados disparando a infectados de aspecto similar a los que vieron en la ciudad. Helena entrecerró la mirada ante la clara tragedia que se desencadenaba al otro lado del mundo.
—Pero...¿qué ha pasado?—inquirió la castaña observando la pantalla.
—Otro atentado bioterrorista—replicó Ingrid por los comunicadores—. La BSAA ha confirmado que es el mismo virus que usaron en Europa del Este hace seis meses, justo cuando enviaron a la agente Birkin a buscar al objetivo, el virus C.
—Al fin podemos ponerle nombre a esa cosa—declaró Leon al lado de su mujer—. Puedo estar más que seguro que hemos visto capullos como los de la foto aquí.
Helena se encogió de hombros—¿Y ahora qué hacemos?
—Hay que parar al señor consejero, patearle el trasero y arrestarlo cuanto antes—respondió Lottie levantando ambas manos—. Yo no lo veo de otra manera más clara.
—Lamento arruinarte la fiesta—declaró la operadora del FOS al otro lado—. No tengo pruebas, no tienen pruebas y eso significa que nosotros no tenemos pruebas—se detuvo por un segundo—. Y se los diré más claro: en este preciso instante, los tres son los principales sospechosos del ataque y del asesinato al presidente Benford.
—No...—bramó Helena abatida.
Leon bajó la cabeza por un momento, negando lentamente por ella. Lottie se relamió los labios, pensativa.
Si Simmons había ordenado el misil para esterilizar y destruir Tall Oaks y todo aquel que viviese allí — entonces eso los incluía a ellos. Esa era la forma de eliminar cualquier rastro: simplemente destruyéndolo. Se dio cuenta, luego de conectar los puntos, de que se trataba de una ventaja. Derek Simmons estaba fijando su atención en China, en un objetivo concreto y con tan solo un misil que se encargaría de llevar a cabo su trabajo quitó la vista de los agentes. Esa, damas y caballeros, esa era la maldita ventaja del juego.
—Él cree que no lo logramos—sentenció Harmon antes de mirar al resto—. Envió esos dos misiles para sepultarnos y quitarnos del camino.
—Su atención está en otro lado—dijo Leon asintiendo—. Tiene sentido.
—¿De qué diablos están hablando?—preguntó Helena poniéndose de pie.
—Hunnigan, ¿tienes alguna noticia del arresto de Patrick y Eider?
El silencio al otro lado de la pantalla fue sumamente abismal, Hunnigan respiró hondo antes de asentir—Encontraron el cuerpo sin vida de Patrick en la autopista principal, un tiro limpio en su cabeza. El paradero de Eider está protegido por un nivel clasificado Alfa, no he logrado acceder a él. Realmente lo lamento, chicos.
Patrick estaba muerto, muerto por su culpa.
(Lottie se preguntó cuántos más caerían.)
—Oye, Hunnigan...—dijo Leon con decisión, mirando de soslayo a su mujer—. Necesito que finjas nuestra muerte. ¿Puedes hacerlo?
Helena casi se atraganta—Oh, ¿qué?
—Pues claro que puedo, pero no por mucho tiempo. ¿Qué es lo que van a hacer?
—Nos vamos a China. Estaremos en contacto—sentenció Kennedy mirando a Lottie.
En cuanto cortó, el trío de agentes se quedó en silencio, observando la gran nube roja, consumiendo el lugar con fuego y sangre. Lottie aplaudió un par de veces, atrayendo la atención de sus dos compañeros, quienes le miraron con una ceja alzada. Ella sonrió mostrando los dientes:
—Pues, bienvenidos al club de "finge tu propia muerte"—declaró la pelirroja con entusiasmo—. La membresía es algo exclusiva y yo soy la señora presidente.
Leon rodó los ojos antes de tomar los hombros de ambas—Ya, muévanse.
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sin editar
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