xxix. nadie más caerá
DESASTRE GLOBAL,
capitulo veintinueve: nadie más caerá!
EL CAOS QUE SE DESATÓ EN LAS CALLES DE TATCHI FUE SUBLIME. La gran nube de color azul oscuro se encargó de esparcirse en cada callejón de la ciudad, saturando a su gente a través de una espesa niebla y provocando el pánico de los humanos que intentaban escapar del inevitable desastre que se avecinaba. Lottie soltó un respingo ante el pánico, ante los gritos, ante lo que ella no podía controlar. Por un segundo, ella se preguntó si Simmons había dicho la verdad sobre Ada Wong: tal vez esa mujer era peligrosa. O, según lo que decía Eider, esa mujer que lucía como Wong no era realmente ella — sino otra persona. La explosión fue lo que primero atrajo su atención, su estruendo machacaba sus tímpanos, produciendo un silbido que haría sangrar sus oídos.
Sin embargo, ellos no estaban muy cerca de la zona de explosión, pero tampoco estaban alejados de ella.
El caos se expandió en cuestión de segundos, irrumpiendo cualquier tipo de paz que había en ese momento. A lo lejos, muy lejos de su campo de visión, la voz de Chris estaba presente en sus comunicaciones. Sin embargo, el trío de agentes parecía no reaccionar a ella, al menos no a una primera vez. Parecía un momento donde sus mentes se separaban de sus cuerpos, como la mirada de las mil yardas, esa mirada que los sacaba de allí y se encargaba de llevarlos a un lugar seguro. Oh, Lottie quería estar en ese lugar seguro, pero la tarea no había terminado — sino que se trataba del principio del final de la misión: aún quedaba por salvar al mundo.
—¡Leon!¡Leon, responde!
Oh.
(Ellos debían responder al llamado.)
Poco a poco, recobraron su control sobre la situación, sobre ellos mismos. Leon miró en dirección a su mujer, mientras que Helena observaba a los civiles corriendo por sus propias vidas; un retorcijón le vino a su estómago, implacable, y le dieron ganas de vomitar — pero tragó saliva antes de respirar hondo. El capitán Redfield seguía insistente en los comunicadores, así que le dejó la elección de responder a los dos agentes de la DSO.
—Estamos bien, Chris—respondió Harmon luego de un largo tiempo en silencio, parpadeando un poco—. No estábamos en el centro del caos, pero no estamos tan alejados de él.
—Solo estamos seguros de una maldita cosa—dijo Leon mirando hacia la calle, donde el caos se encargaba de desatarse—. Quienquiera que haya enviado ese misil ha puesto las cosas feas. Muy feas.
—Iremos para allá—señaló Joy a punto de tomar su mando.
Lottie negó.
Joy y Chris estaban cerca de la plataforma.
Joy y Chris podían ayudar al equipo de Sherry, no había duda en esa declaración.
(Y ellos no podían perder el tiempo, a menos que quisieran agregar tres cadáveres más a la lista.)
—No, Joy, escúchame—añadió Charlotte con poca paciencia, intentando sonar lo más calmada posible—. Necesito que rescates a tres rehenes de una plataforma petrolífera, no está muy lejos de tu posición.
Leon parecía más nervioso que Lottie, su tono era urgente—Secuestraron a mis hijas, Eider y Sherry. El tercer rehén es Jake Muller, es hijo de Albert Wesker.
El silencio que vino después de eso fue sumamente tortuoso, más sabiendo el pasado que tenían Joy y Chris con su ex capitán. Ninguno de los dos esperó una respuesta inmediata, con el conocimiento de la posible consternación que debían sentir los dos agentes de la BSAA con las noticias dadas. Lottie no los culpó por nada, entendiendo que era una noticia difícil de digerir.
—Esto debe ser una broma de muy mal gusto—murmuró Joy con mal humor.
—No me vengas con esas mierdas, Kennedy—le recriminó Redfield con tono acusatorio—. Que no estoy para chistes baratos.
Lottie sonrió de lado a Leon, sin mostrarle los dientes, sintiendo poca sorpresa ante la respuesta del matrimonio Redfield. De hecho, esa respuesta era una esperada. A Kennedy no le pareció un buen chiste, conociendo el humor singular de su esposa ante el peligro, pero se lo dejó pasar antes de responder:
—Créeme, yo tampoco me siento cómodo con que mis hijas estén al lado del legado del diablo en persona—añadió el rubio por los comunicadores—. Escúchenme, Jake tiene los anticuerpos del Virus C. Él, a pesar de estar en desacuerdo junto a mi mujer, puede ser la única persona que puede salvar al mundo.
—Entendido. Vamos para allá.
—Te lo agradezco, Chris—dijo el rubio.
—Leon, Lottie—señaló Williams intentando de sonar lo más suave posible al otro lado—. La mujer que perseguíamos, Ada Wong, ha muerto.
Y allí parecía que el mundo se había detenido, o al menos se hacía un poquito más lento. Todo era cámara lenta, volviendo al mismo mecanismo de defensa contra el dolor. Ada Wong, la mujer con la que jugaban al gato y al ratón, había sido declarada muerta por los propios fundadores de la Alianza. Leon se quedó en silencio, parte de su mirada triste, mientras que Lottie simplemente miraba la oscuridad del cielo ante las llamas que iluminaban parcialmente su rostro. Por un lado, parecía creíble que Ada Wong usaría una de sus tácticas para borrarse del mapa. ¿Pero morir? Eso ya parecía un insulto, incluso para la propia mercenaria.
—Ya hablaremos de eso cuando vuelvan—sentenció la pelirroja al otro lado—. Sherry, Jake y Eider los necesitan. No los defrauden.
—Pondremos a tus niñas a salvo, ustedes déjenlo en nuestras manos.
Lottie ni siquiera se despidió.
Las despedidas llegaban a hartarla.
El ruido y el bullicio del pánico pasó a un primer plano, permeando su campo sonoro de manera horrible, devolviéndola al tiempo actual. Al tiempo real, a dónde todo estaba encaminado hacia el infierno en la tierra. Un lugar recurrente, al parecer, ya que ellos siempre volvían allí con cada misión realizada. La única duda que les quedaba era el simple hecho de cuándo se detendría todo. ¿Ahora? Ahora no era el momento exacto, ni el indicado, para detenerse. Ellos debían terminar con la misión, de una manera u otra.
—¿Qué hacemos?—preguntó Helena súbitamente, su voz parecía ser muy pequeña.
—Seguimos con la misión—replicó Harmon girándose hacia ella—. Aún nos faltan pruebas. Aquí las encontraremos.
—La pregunta aquí es dónde—farfulló Leon a su lado, ladeando su cabeza hacia su mujer.
—La BSAA debe de tener esa información—replicó Charlotte al mismo tiempo que asentía—. Chris y Joy están en camino a la plataforma. Tendremos que intervenir en alguno de los equipos o en sus comunicaciones. Ver si hay algo que nos pueda llevar a alguna base de Neo-Umbrella.
La presencia de la Alianza en las calles era muy aparente, sus soldados desplegados a sus anchas como un el mismo virus que se encargaba de esparcirse por las calles. Encontrar un equipo no les fue complicado. Lo que sí fue complicado fue escapar de la niebla azul, de aquella niebla espesa y oscura, que les pisaba los talones conforme avanzaban con el capitán de la unidad hacia la camioneta que los llevaría hacia la torre Quad. Varios soldados se quedaron detrás, algunos con máscaras de gas que servirían como primera barrera antes de infectarse, muriendo como mártires. El trayecto dentro del vehículo fue silencioso, ya que las calles estaban tan quietas que Lottie temió mirar por la ventana en ese momento.
Las comunicaciones de la Alianza seguían activas.
—Charlie, aquí Central. Cambio de Planes. Queda prohibido entrar en Tatchi. Retrocedan y esperen órdenes.
—¿Qué?¡Pero el equipo Echo sigue ahí dentro!¡Nos necesitan!
Helena apretó los ojos, intentando no sentir miedo, para luego murmurar—¿Esto es cosa de Simmons?
Lottie negó.
¿Plan de Simmons?
¿El plan de un hombre que ya estaba muerto? El objetivo de Derek Simmons fue claro desde el principio: matar al presidente, cubrir sus huellas destruyendo una ciudad, capturar al hijo de Wesker y seguir con sus investigaciones. Aquel misil fue enviado por otra persona, con otra agenda, con otro objetivo. Con algo más oscuro de lo que ellos no se imaginaban. Simmons, en su agonía, en sus últimos momentos antes de sucumbir al virus con el que se infectó, dijo algo:
¿Cómo pueden venir por mi cuando esa...mujer anda suelta?
Ada Wong.
O al menos, como decía Eider, una mujer que se parecía peligrosamente a Ada Wong.
Ellos conocían a Ada Wong, a la mercenaria fría y calculadora, a una mujer que colaboraba con terroristas por información, por objetivos; una mujer que jugaba con sus propias reglas. Ni siquiera ella podría provocar un desastre a costa de su propio beneficio, esa era la única cosa que quebrantaba su perfil de mercenaria: Ada Wong tenía un gran sentido de justicia cuando lo necesitaba. ¿Y este acto? Este acto de terrorismo no fue a manos de Ada Wong.
(Y, posiblemente, Eider Kennedy siempre habló con la verdad.)
—Hasta aquí puedo llevarlos—dijo el soldado deteniendo la camioneta—. La torre está justo adelante. Debo volver por mis compañeros. Nos veremos en la torre Quad.
Helena sonrió de lado—Gracias.
—Ten cuidado, ¿sí?—demandó Leon.
—Suerte, chicos.
Al subir a un camión volcado, siguieron por las cinco cuadras antes de llegar a las dos últimas que los llevaría hacia la torre Quad. Los infectados estaban de pie en las calles, algunos estaban comiendo pedazos de los humanos que habían muerto por sus heridas, otros simplemente deambulaban por la acera. El trío de agentes se detuvo en el medio de una intersección, sus armas apuntando hacia los lados que podían cubrir, la quietud de la calle en la que estaban de pie los perturbó un poco.
—Ya casi llegamos, ¿verdad?—preguntó Helena.
Lottie suspiró—Si mi brújula no falla, casi llegamos.
El ruido de un motor y una bocina los hizo mirar hacia un lado, con el tiempo suficiente esquivaron al gran camión y se hicieron a un lado. El vehículo volcó, deteniéndose a un par de metros de ellos. En cuanto se pusieron de pie, Leon fue el único que pudo dar la advertencia antes del choque que se produjo cuando la gasolina y el fuego se unieron. La explosión fue grande para enviar a Helena y a Leon contra el parabrisas de un auto, Lottie cayó contra el pavimento, su cabeza haciendo contacto contra el suelo, dejándola inconsciente en cuestión de segundos.
Luego, su mente se vio sumida al silencio.
La preocupación hacia sus hijas secuestradas se esfumó, su venganza hacia Simmons también. Todo sentimiento terminó siendo algo estático y ella sabía que su mente necesitaba quietud, de una manera muy forzada, para ese momento.
Su cuerpo hervía en sudor cuando despertó.
La luz de las llamas fue lo que la hizo parpadear, espabiló un poco, girando su cabeza hacia un lado, luego al otro. Estuvo unos tres minutos inmóvil, buscando alguna herida interna, algo que la imposibilitara andar. No encontró nada de ello. Se levantó poco a poco, buscando a sus compañeros. Leon estaba tirado boca abajo, Helena estaba hacia arriba, ambos inconscientes. Lentamente, ella se acercó, dirigiéndose hacia Leon primero y se detuvo al escuchar un gruñido. Pronto, él despertó, tomando su arma y apuntándola hacia la sombra que estaba frente a él. Un helicóptero se acercó a iluminarlos, mientras que el fuego atraía a los infectados.
—Vamos, rubio teñido—gruñó Lottie agarrándolo por sus bíceps—. Tienes que levantarte.
—Estoy bien—bramó Leon apoyándose en una rodilla.
Lottie miró hacia el helicóptero, observando a una mujer que lucía una camisa color carmesí y llevaba su clásico cabello corto. Ella sonrió de lado antes de saludar con su mano.
—Ada—murmuró ella.
—Lottie—llamó Leon con urgencia—. Helena no despierta.
—¿Qué?
Harmon jadeó, caminando hacia su marido, quien sostenía el cuerpo de su compañera inconsciente. Un hilo de sangre caía por la sien de la castaña, quien mantenía sus ojos cerrados y su cuerpo laxo, una expresión de dolor cruzó sus facciones cuando intentaron moverla — probando que ella estaba con vida. Si había dolor, entonces no había ningún muerto por declarar. Lottie se encargó de sus piernas, mientras que Leon sostuvo bien su pecho.
—Vamos a reagruparnos. Necesita ayuda—sentenció Leon con preocupación—. Rápido.
Ada les perdió el rastro cuando se fueron por un callejón.
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Torre Quad, Tatchi — media hora después.
Helena les imploró que la dejasen atrás, que continuasen con la misión, sin ella. Leon consideró eso como una sarta de estupideces, algo que diría una persona agonizante y bajo la influencia de las drogas medicinales, y no dio su brazo a torcer. La única cosa que le dijo a Helena fue que ella no se desharía de ellos tan fácilmente, que ya estaban atados de por vida a la misión. Eso le dio suficiente fuerza a la castaña para tomar su mano y continuar hacia un lugar seguro, donde ellos podían reagruparse y así recuperar fuerzas. Hunnigan logró comunicarse con ellos poco después, luego de la poca actividad que ella veía a través de los rastreadores y la imagen satelital que ella tenía del equipo.
—Muchos agentes y soldados murieron hoy—le dijo Leon a Helena—. Tú no formarás parte de esa lista, ¿entiendes?
Con voz ronca, Helena quiso interpelar—¿Y si...?
—Y si nada, Helena—farfulló Harmon curando la herida de su sien—. Leon, si tienes algo para el dolor, estaría agradecida de que se lo dieras.
Leon se agachó al lado de Helena, quien jadeó al ver una aguja cerca de ella e intentó apartarla. Lottie sostuvo a la castaña, quien se quejó cuando el rubio le pinchó el brazo, temblando. Pronto, el ceño fruncido de Harper desapareció, dejándola quieta en su lugar.
—¿Cómo te sientes?—preguntó Kennedy desde su lugar, justo al lado de ella.
—Sobreviviré—respondió Helena en un murmullo antes de mirarlos a ambos—. Gracias.
La llegada a la torre Quad, muy a pesar de las direcciones que les dio Hunnigan, fue un completo desastre. Lottie decidió confiar en el instinto de su marido al momento en el que un helicóptero de la Alianza se acercó para llevarlos allí, justo cuando uno de los pilotos cayó muerto. El vehículo aéreo se descontroló, mientras que Leon intentaba poner un curso recto y las dos mujeres intentaban deshacerse de los dos infectados que estaban en el helicóptero. Lottie consideró que su curso de acción no fue el indicado si pensaba con su inteligencia. Ahora, la inteligencia y la reacción, la cual fue tardía, concluía en lo siguiente: Leon estaba piloteando un helicóptero fuera de control.
—¡Creo que esta no fue una buena idea!—gritó Lottie por encima de las alarmas—. ¡Vamos a estrellarnos!
Leon le lanzó una mirada asesina—¡¿Pero qué crees que estoy evitando, mujer?!
—¡Le pediré al vicepresidente que te quite tu licencia!
—¡Muy graciosa, Harmon!
Helena se sostuvo como pudo—¡NO ES MOMENTO PARA PELEAS!
El aterrizaje no fue nada suave, más cuando los tres aterrizaron contra un ventanal con infectados que estaban justo debajo de ellos. Un pedazo de escombro gigante se desprendió, dándoles poco tiempo para ponerse de pie y alejarse corriendo — poniéndose a salvo a un costado. Las puertas dobles de entrada al edificio fueron la única cosa que los esperaba al final de la pasarela metálica.
—¿Están bien?—preguntó Leon.
—Sí—contestó Helena.
—Aún seguimos con vida—declaró Lottie antes de señalar las puertas con la cabeza—. Allí deben estar los evacuados.
Al patear la puerta, se encontraron con un gran vestíbulo, un obelisco en el centro y el emblema de Umbrella en el suelo; de mármol blanco. La quietud del espacio fue algo que los perturbó un poco, sumiéndolos en un estado constante de alerta. Lottie apretó sus labios, percibiendo la amenaza muy cerca, tan cerca que ni siquiera ella sabía cuándo saldría de la oscuridad. Bajaron al piso inferior, buscando rastros de sobrevivientes, topándose cara a cara con la muerte misma. Ni siquiera los evacuados lograron sobrevivir. Leon se acercó a uno de los soldados, zarandeándolo para ver si reaccionaba al movimiento. Negó lentamente con la cabeza ante la propia respuesta. Lottie levantó su arma en cuanto escuchó los pasos y una respiración agitada al frente, Helena la imitó, sintiendo terror al ver a la figura que se cernía frente al equipo.
Simmons, salivando como un animal, su sangre goteando por diferentes heridas abiertas, estaba de pie a un par de metros de ellos.
(Y buscaba vengarse.)
—¿Vienes por más?—preguntó Leon poniéndose de pie.
—Creo que quiere que le volvamos a patear el trasero—replicó Lottie a su lado.
Repentinamente, un helicóptero sobrevoló la zona, alumbrando hacia la figura de Simmons. Su cuerpo parecía ultrajado, despojado de mucha materia humana y mostraba parte de sus huesos, parte de su carne al rojo vivo, la sangre manchando sus pantalones. El ex Consejero de Seguridad Nacional envió una mirada fulminante hacia el helicóptero, reconociendo a su piloto desde su lugar, revelando su identidad casi al instante.
—¡Sé lo que hiciste, Ada!—exclamó Simmons—. ¡Me desobedeciste!¡Te llevaste al hijo de Wesker!
—¿De qué diablos está hablando?—farfulló Helena.
—Él supo de la existencia de Jake desde el comienzo—declaró Harmon ante la realización.
Simmons soltó un gruñido—Has utilizado la sangre de ese bastardo...para hacer el virus más fuerte.
El grito que soltó antes de retorcerse fue suficiente para anunciar que ya le quedaba poco para morir. Leon negó lentamente con la cabeza, apuntando con su arma—Espero que tengas amigos en el otro lado—bramó él—. Nadie te echará de menos aquí.
La nueva mutación que tomó su cuerpo fue uno grande, más grande que el anterior, casi de la altura de un dinosaurio. Su cuello se dislocó de sus hombros y su espina parecía agrandarse, cubriendo su cabeza en un caparazón para poder abrirse en forma de un ojo gigante. El rugido que soltó fue ensordecedor, provocando que todos se tapasen los oídos. Al intentar arremeter contra los agentes, ellos se separaron, queriendo así distraer al monstruo. Ada, desde su helicóptero, abrió fuego hacia el monstruo mientras los agentes se escondían. Lottie respiró hondo, cerró sus ojos por un momento y decidió concentrarse.
Salir sin un plan era similar a llevar a cabo un movimiento suicida.
(Ella solía hacerlo, al menos.)
Simmons estaba pereciendo lentamente, pero el virus se encargaba de recobrar más fuerza. Quitarle el parasito era simplemente matarlo de una vez por todas, pero las conclusiones que el infectado sacó acerca del uso de la sangre de Jake Muller simplemente le hicieron dudar si podrían matarlo del todo.
—Si la sangre de Jake puede salvar el mundo—dijo Helena por comunicadores—. También puede destruirlo.
—Chris y Joy los sacarán de allí—bramó Leon preparando su rifle—. Debemos confiar en que los llevarán a un lugar seguro.
Lottie apretó los labios—Nosotros, aquí y ahora, nos encargaremos de destruir a este bastardo. Por Adam. ¿Alguno se puso creativo?
Helena miró desde su escondite a un camión de gasolina que estaba estacionado a un costado del predio, los pasos de Simmons se hicieron estridentes, mientras aullaba una vez más. El helicóptero se movió a un costado y la muchacha castaña le lanzó una mirada a Leon, señalando el camión con su cabeza. Kennedy ladeó su cabeza hacia Lottie, lanzándole una mirada algo inquisitiva.
—Helena tiene una idea, no sé si categorizarla como buena o suicida—bramó el rubio.
—¿Acaso tú tienes una mejor idea?—replicó Helena.
Lottie rodó los ojos—Solo dinos qué es lo que tienes en mente y lo haremos.
La sonrisa que esbozó Harper asustó a Leon, solo al principio. Sin embargo, el plan era lo suficientemente convincente para poder derrotar a Simmons en un par de minutos: había dos camiones de gasolina. Cada uno de ellos iba a ser conducido por Leon y Helena, muy a pesar de que Lottie estaba en contra de que su marido volviese a estar detrás del volante otra vez, mientras que la pelirroja sería el anzuelo para mantener la atención de Simmons. Con la ayuda de Ada, ella salió corriendo de su escondite, queriendo alejar a Simmons y seguir con el plan. La pelirroja corrió con todas sus fuerzas, sintiendo las pisadas gigantes a sus espaldas. Rodó a un lado, sacando su magnum y disparó dos veces. El monstruo chilló, dándole la oportunidad a Lottie de subirse a un carguero militar y saltar en dirección al monstruo para incrustar su cuchillo en el ojo.
Una bocina se escuchó a sus espaldas.
La caballería entraba en acción.
Ella se hizo a un lado, Leon y Helena salieron de los camiones, estrellándose contra el monstruo. Lottie alzó sus pistolas, apretando el gatillo al mismo tiempo, justo en dirección a la zona inflamable. La explosión vino después, junto con el estruendo del cuerpo del monstruo chocando contra el suelo. Helena soltó un grito de alegría, mientras que Leon ayudó a su mujer con una mano a levantarse. El helicóptero volvió a iluminarlos, Ada les hizo una seña con su cabeza hacia arriba antes de ascender con el helicóptero. Su mensaje tan claro como el fuego que les daba calor y ellos se dirigieron al ascensor para dirigirse a la azotea.
Varios estruendos se escucharon lejos.
El humo adornaba los edificios destruidos.
Los escombros caían.
—Eider tenía razón—farfulló Lottie en el ascensor.
—¿Qué?—preguntó Helena.
—Esa mujer que Chris perseguía...—asintió Harmon antes de mirar a sus compañeros—. Esa mujer no era Ada Wong.
Leon chasqueó su lengua—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Ambos la conocemos, Leon—sentenció la pelirroja—. Y al mismo tiempo no. Ella haría aparente sus razones para casi matarnos en una sala llena de prototipos, no por diversión. Además, el azul y el rojo no le quedan bien.
—Lo dices por Simmons—añadió el rubio.
La pelirroja se acercó a él—Tú mismo has visto ese video, Leon. Esa no era la verdadera Ada.
A pesar de la confusión de Leon, él comprendió que capaz habían sido engañados por una impostora y Helena estuvo a punto de intervenir; de no ser por la explosión que rompió la puerta del ascensor, sacándolo de su lugar, dejándolos en el aire por un momento. Los tres saltaron justo antes de que el cable se cortara, llevándolos posiblemente a una muerte segura. Aterrizaron debajo del refuerzo, con sus respiraciones agitadas y con los nervios de punta. El refuerzo trastabilló, haciendo que el trío saltase hacia el cable para sostenerse de este y el refuerzo también cayó. Lottie soltó un gruñido al estar colgada.
—¡¿Están todos bien?!—exclamó la pelirroja alarmada.
Leon utilizó sarcasmo en su voz—¡No te recomiendo que mires hacia abajo!
—¡Pues no iba a hacerlo!—bramó Helena—. ¡Vamos, hacia arriba!
La escalada sobre el cable comenzó, los tres agentes ascendieron con gran dificultad, tratando de sortear cualquier amenaza que tuvieran frente. Helena encabezó al grupo cubriéndose cuando explotó una ventana a su lado. Lottie le seguía detrás, mientras que Leon estaba a lo último. Un rugido los hizo detenerse, mientras que el ruido distante de un arma disparándose confirmó las sospechas. Leon se giró, observando en una de los puentes que Ada Wong estaba luchando contra un monstruo que ya habían visto antes.
Helena se quejó en voz alta—¡¿PERO POR QUÉ NO SE MUERE?!
—No debió haberse deshecho del helicóptero—bramó Leon mirando hacia su mujer.
La asiática rodó a un lado y saltó para disparar su gancho hacia otro puente, salvándose del colapso del anterior. Helena continuó hacia arriba, siendo seguida por Lottie, mientras que Kennedy intentaba mantener el ritmo.
—¡Apúrate, Leon!—bramó Harper.
—Siempre me toca ir con las mandonas—bramó el rubio antes de fulminar con la mirada a su mujer—. Tú no eres la excepción.
Al subir un poco más, Lottie decidió bajar la mirada al escuchar el estruendo de algo chocando contra las paredes, topándose con el monstruo que estaba escalando por el cemento y la estructura metálica del edificio.
Ada, si es que me escuchas, dispárale ahora, imploró Lottie en silencio.
Ella continuó subiendo.
Leon también.
La mutación de Simmons no avanzó más de lo que quería, ya que Ada mantenía su mira fija en él, hasta el punto de hartarlo. El monstruo se detuvo cerca de otro puente y arremetió contra Wong, lanzándola a un costado, casi al borde. Lottie esperó a que la asiática se levantase, pero no hubo movimiento de ella. Lanzó una mirada a su marido, quien asintió casi al instante, y ambos saltaron hacia el puente. Helena los llamó, pero ellos hicieron oídos sordos a su demanda. Llegaron hasta la asiática, cubriéndola para corroborar si había alguna herida en ella.
—Está inconsciente—bramó Leon mirando a Harmon.
Lottie no sabía qué decirle.
—¡ADA!
La voz distorsionada de Simmons la hizo volverse hacia el monstruo, la pelirroja se puso de pie. Leon intentó sacudirla para despertarla, pero no tenía uso. Simmons caminó lentamente hacia ellos.
—Ven conmigo, amor mío—bramó Simmons, como un tonto enamorado—. ¡Estaremos juntos para siempre!
—Eres un psicópata, Simmons—exclamó Harmon dando otro paso hacia él, disparó.
Disparó otra vez.
—Esto es por Adam.
Y otra vez.
Para cuando Simmons volvió a su estado original, ella corrió hacia él para sacar su cuchillo e incrustarlo en su carótida. Con una fuerza sobrehumana, Derek tomó el cuello de la pelirroja, lanzándola hacia el suelo. Su grito ensordecedor, su mano alzada convirtiéndose en un cuchillo, muy a pesar de los disparos de sus compañeros, cayó en dirección hacia su cara y ella se corrió, el corte muy cercano a su sien. Lottie soltó el cuchillo y amortiguó el golpe con ambas manos. El filo del hueso, el cual formaba un cuchillo grueso, estaba cerca de su nariz.
—No te habré quitado una hija—farfulló el hombre cegado por el poder—. Pero me encargaré de dejar viudo a tu marido y huérfanas a tus hijas.
Lottie gritó al ejercer fuerza hacia arriba.
Simmons volvió a alzarla, ahogándola a través de la fuerza de su mano y la llevó al borde. El grito que soltaron Wong y Kennedy al mismo tiempo estaba lleno de pánico. Harmon forcejeó, más cuando lo único que le esperaba debajo era un lugar donde el fuego y la muerte reinaban. Wong corrió al mismo tiempo que Leon disparaba, cerrando su distancia con el enemigo. La asiática se abalanzó sobre Simmons y cayó junto con Lottie, agarrando su cintura en un rápido movimiento, al mismo tiempo disparando su gancho. Harmon cerró los ojos con fuerza, escuchando el grito de agonía de Derek a lo lejos, un poco de brisa sobre su rostro — para luego ser lanzada a los brazos de su marido. Abrió un ojo, pudiendo así concluir que estaba viva.
—Te tengo—dijo Leon y ella alzó la mirada—. Estás a salvo.
—En otras circunstancias esto sería romántico—bromeó la pelirroja alzando ambas cejas.
Leon sonrió de lado.
Al bajarla, Lottie miró hacia el puente que había frente a ellos. Una figura vestida de rojo los miraba atentamente, parte de su rostro iluminado por un fulgor azul. Los dos agentes se preguntaron en silencio, muy dentro de si mismos, si Ada era realmente Ada. La sonrisa que ella les regaló fue suficiente para al menos recibir un llamado de voz. Sus miradas cruzándose en aquella fracción de segundos.
—Vaya vista que tengo yo aquí—bramó la asiática—. La pareja favorita de Norteamérica.
Lottie negó—¿Ya quieres empezar a dar explicaciones?
(Ella esperó en duda, la respuesta a toda pregunta que ellos tenían.)
—Me encantaría quedarme, chicos—replicó Wong desde su lugar—. Pero tengo que irme. Aún hay cabos sueltos que atar. Sé que mi ahijada está en peligro, pero confío en su criterio—se relamió los labios—. Les...dejé un pequeño presente en la azotea y un plan de escape también. Ya nos veremos, chicos.
La mujer asiática cortó, alzando su mano a modo de saludo, para luego desaparecer en las sombras.
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sin editar
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