xvii. guerra en la colmena


GUERRA CIVIL,
capitulo diecisiete: guerra en la colmena!



Palacio Presidencial, República Eslava — 40 minutos después.

          LEON INTENTÓ MANTENER SU RESPIRACIÓN PARA QUE EL ALIENTO NO LE FALLASE. Sus piernas se movieron sin rechistar ante la necesidad de llegar rápido al Palacio Presidencial donde Sasha estaría haciendo su siguiente movimiento. El ruido de varios tiros se escuchó en un radio de siete cuadras, alertándolo a él y a su mujer, ambos apresurando el paso en las calles que estaban vacías de cualquier presencia de algún ser humano más que ellos. El sol ya estaba alto en el cielo, iluminando toda cosa que estuviese de pie en ese instante, el cielo azul llegó a abrumarlos al ver que el día parecía ser tan perfecto cuando miles de personas habían muerto a sus espaldas. Leon trató de no insistir en ello, queriendo continuar hacia el destino que los esperaba más adelante. El lugar estaba completamente desolado, abandonado incluso, parte del centro de la capital parecía no haber sido tocado como la zona sur y todo permanecía limpio.

          —Se ve que la guerra no llegó aquí—dijo Lottie en voz alta a sus espaldas.

          Kennedy la miró de soslayo—Los rebeldes se retrajeron al sur, tenían que montar una base y así atacar.

          —¿Solo para un ataque coordinado, Leon?—inquirió la pelirroja siguiéndole el paso—. Tranquilamente podrían haber ganado la guerra con las BOWs.

          —No obstante, decidieron utilizar su única oportunidad aquí. Vamos.

          El perímetro del Palacio Presidencial, a simple vista, parecía ser una de las mejores arquitecturas que Charlotte había visto jamás. La entrada al gran predio, juzgando por la cantidad de escombros, estaba libre de cualquier amenaza; una línea de sangre marcaba el camino hacia el centro del lugar, varios cuerpos estaban esparcidos por el lugar cercenados por los escombros de camiones, barricadas y parte de las rejas dobladas — siendo la única respuesta algo que no era humano. Las rocas y grandes pedazos de concreto estaban esparcidos a lo ancho. Había varios vehículos destrozados en el camino, tanques de guerra, blindaje arrancado como si un animal gigante hubiese utilizado sus viles garras para abrirse paso ante los humanos que actuaron con el suficiente miedo para apretar el gatillo.

          Lottie soltó un jadeo al escuchar más tiros adelante.

          —Él ya lo hizo—murmuró ella.

          —Lottie—llamó Leon.

          La pelirroja miró en su dirección, topándose con un licker completamente descuartizado, tirado a un lado junto al resto de los soldados. Había otros esparcidos alrededor también, sus grandes garras manchadas de sangre, haciendo que a Lottie sufriese un escalofrío que le recorrió la espalda entera.

          —Sigo diciendo que estas cosas son malas mascotas—sentenció Leon a su lado—. Prefiero tener otro gato que tener esto.

          —¿Incluso si puedo controlarlo?—le preguntó Charlotte con cinismo—. A Eider le encantaría uno.

          Kennedy rodó sus ojos—No quiero a mi hija cerca de estas cosas. Munchkin lo hará muy bien siendo un gato gordo.

          —¿Sabes? Sigo queriendo un perro.

          —Lo veremos pronto, cariño.

          Al avanzar, ambos se toparon con los camiones que veían entrar momentos antes de salir de su escondite, la imagen de una abeja apicultora plasmada en los lados y la parte trasera del mismo; sus puertas completamente abiertas a todo quien que se atreva a mirar. Lottie inspeccionó parte del interior, topándose con grandes cilindros conectados entre sí. La pelirroja no debía adivinar nada, ya que el contenido dentro era más que obvio: aquellas BOWs habían sido tomadas desde alguna cepa y fueron metidas para poder conservarse hasta el momento de ser utilizadas. Ella siguió a Leon, quien se adentró hacia las puertas para detenerse ante el puesto de vigilancia. El cuerpo de un soldado dentro fue prueba suficiente para alertarlo.

          —Nos están atacando los terroristas. ¡Necesitamos refuerzos, ahora!—exclamó alguien por la radio en su interior—. ¡NO PODEMOS DEFENDER EL PALACIO POR MUCHO MÁS TIEMPO!

          —Sasha lo logró—dijo Lottie.

          Más tiros adelante llamaron su atención.

          —Vamos—ordenó Leon.

          El matrimonio Kennedy se echó a correr, abriéndose paso frente al territorio hostil que presentaba el único lugar seguro donde la guerra no había tocado. El lugar estaba limpio, sin otros rastros de sangre, hasta que se toparon con el gran Palacio Presidencial. La entrada estaba destrozada, algunos cuerpos descuartizados por el suelo, balas esparcidas por el lugar como la sangre que manchaba el concreto y marcaba los cuerpos que ya habían cesado de vivir. Lottie volvió a mirar un par de lickers abatidos en el proceso, inmóviles frente a su movimiento y ruido, Leon le señaló a Lottie la entrada y ella fue la primera en entrar — el vestíbulo desierto a sus anchas. El sol entró por todos lados, hasta incluso por las ventanas rotas o las cortinas rasgadas.

          Aquel lugar parecía ser un tesoro nacional.

          No obstante, su dueña parecía no estar en casa.

          —¿Qué fue lo que vino a buscar aquí?—preguntó Lottie a Leon.

          Su esposo rodó los ojos—Como si supiera algo.

          —Intenta deducir una teoría, aunque sea estúpida—añadió ella fulminándolo con la mirada.

          —Nah, ese es tu trabajo—replicó él con una sonrisa de lado.

          Lottie le lanzó una piedra contra la espalda, quitándole un gruñido a él y ella le levantó su dedo medio. Subieron las escaleras principales que se presentaban ante ellos en el vestíbulo, llevándolos hacia un par de pasillos que tomaron juntos, así evitando separarse en lo que parecía ser un laberinto lleno de sangre y cadáveres. El suelo estaba recubierto en concreto, mármol y alfombra completamente arruinada; varios cuadros pintados, los cuales Lottie podía categorizar como el gusto más caro del siglo (mucho más que el de Ramón Salazar tuvo alguna vez en su corta vida) y su gran fascinación por las cúpulas, le dio un gran escalofrío a Charlotte. El olor a sangre era sumamente denso, siendo así captado por sus fosas nasales y así logrando que ella hiciese un mohín.

          —Sí, huele horrible aquí—dijo Leon a su lado, como si estuviese leyendo sus pensamientos—. Sigo sin acostumbrarme.

          Ella asintió al escucharlo—Lo que realmente me preocupa es lo silencioso que está este lugar. Ni siquiera sé a dónde vamos.

          —Veremos si es que por aquí encontramos la oficina de Belikova.

          Más adelante, entre los pequeños rastros de las garras, de la sangre y de la línea de cuerpos, un par de ventanas iluminaban el camino hacia una puerta al final del pasillo. Lottie ladeó su mirada hacia las paredes pintadas de gris, contrastando con las columnas ornamentadas que decoraban de manera tan fútil el lugar. La sangre se esparcía como pinceladas disparejas, solo para hacer la maldad de manchar las paredes solo por disfrute, no para contar con la tragedia de varios soldados desangrándose en el suelo. Algunas de las ventanas estaban rotas, los huecos de las balas generaban un pequeño arcoíris entre el contacto con la luz del sol. La sangre manchaba nuevamente las alfombras costosas de la gobernadora.

          El lugar se había convertido en un propio matadero.

          ¿Y ellos? Parecían ser los corderitos que iban derecho a eso, derecho a una muerte muy dolorosa.

          —Sasha sí que no ha escatimado gastos en lickers—murmuró Lottie mirando a Kennedy de reojo.

          —Los terroristas siempre escatiman gastos, Lottie. Alguien debió darle la llave para estos monstruos y así empeorar las cosas.

          Harmon frunció el ceño—¿Y qué tiene que ver Apicultor con todo esto?

          —Lo sabremos en cuanto hagamos contacto con Sasha o con la presidente de este maldito país—respondió Leon en un gruñido.

          No obstante, se detuvieron abruptamente al escuchar un chasqueo de lengua lo suficientemente cerca para permanecer quietos por unos buenos minutos. Lottie miró con urgencia a Leon y luego alzó la mirada para ver a dos lickers caminando justo encima de ellos; colgados en el techo ornamentado, ambos agentes norteamericanos observaban como las bestias escurridizas se movían tocando todo a su paso, la sangre goteando de sus bocas, manchando al matrimonio que se había quedado de pie. Leon alzó su mano, indicándole a su mujer que guardase silencio y ella le lanzó una mirada fulminante ante la clara obviedad.

          Súbitamente, los lickers cayeron frente a ellos y empezaron a moverse a su alrededor.

          Estaban intentando captar nueva presa.

          Lottie se mantuvo callada al ver que uno se detenía frente a ella, sacando su lengua hacia la pelirroja y ella hizo una mueca de asco.

          (Leon intentó no reírse con creces.)

          Eventualmente, los lickers caminaron al lado opuesto a donde el matrimonio se dirigía, alejándose de ellos para poder mantener un perímetro y una distancia segura. Kennedy no bajó su arma, tomando el brazo de Lottie para tironear de este y hacerla caminar. Al retomar el camino, con sumo cuidado de no hacer ruido, Leon sintió que alguien le tomaba el pie y consideró por un momento girarse para ver si su mujer le estaba haciendo una broma — topándose con todo lo contrario: su mujer le apuntaba a un soldado moribundo que se desangraba rápido y soltó un gemido de dolor al intentar moverse.

          —Lo siento, colega, pero no tengo tiempo para quedarme a charlar—dijo Leon en voz alta antes de disparar.

          Un chillido violento sonó a sus espaldas, ambos agentes dándose cuenta de que habían sido descubiertos.

          —Mierda—masculló el castaño.

          —¡Corre, idiota!

          Ambos echaron a correr en dirección a la única puerta que estaba al final del pasillo, Lottie disparó como pudo, siguiéndole la marcha a Leon quien también se defendió con balas. Los cuerpos esparcidos por el lugar no eran nada más que puros obstáculos para ellos.

          —¡Y yo me sigo preguntando por qué tengo que meterme en tus mierdas!—exclamó Lottie antes de girarse y disparar.

          —¡Porque me amas y amas meterte en problemas conmigo!—gritó Leon pasando a su lado.

          Cuando llegaron a la puerta, Leon intentó abrirla, pero no tuvo éxito. Lottie continuó disparando antes de quitar el cartucho para recargar.

          —¡Oh, genial!—bramó el castaño a sus espaldas.

          —¡Buenas noticias, Leon!¡Solo permito buenas noticias!

          —¡Esta no la es!

          —¡Solo abre la puerta!

          Lottie observó que dos lickers más se unían al par que se movía rápidamente para alcanzarlos, descuartizando un par de cuerpos en su camino para poder cerrar su distancia hacia los dos humanos que intentaban escapar. Ella intentó concentrarse para poder utilizar su parte de sus nuevas "habilidades" adquiridas, pero su tensión era tan grande que ni siquiera pudo lograrlo, confiando en que su marido sería lo suficientemente rápido para poder destrabar las puertas. Se giró al escuchar un grito de su parte, topándose con la imagen de él abriendo la puerta para ver oscuridad dentro y ella soltó un grito antes de agacharse al percibir que los cuatro lickers saltaban hacia su persona para matarla.

          Ella no sintió nada.

          Ni un rasguño.

          Para cuando abrió los ojos, ella estaba sola allí, un chillido se escuchaba al fondo, justo a sus espaldas. Nada más. Leon no estaba allí y Lottie podía sentir como se le ponían los pelos de punta al no escucharlo.

          —¡Leon!—exclamó ella desesperada.

          Cuando corrió a la puerta, se topó con el castaño sosteniéndose por la manija de la puerta, colgado dentro de lo que sería una estructura hecha para ascensores. Lottie podía ver un poco el fondo, pero no estaba tan segura si quería saber qué era lo que había allí abajo. Los lickers ya no serían una molestia para ellos, por ahora. Leon Kennedy soltó un silbido por lo bajo, observando el lugar con los ojos bien abiertos, ladeando finalmente su mirada hacia Lottie — dándose cuenta de que parte de su expresión estaba llena de preocupación y él le tendió su mano.

          —Estoy bien, ninguno de ellos me hizo daño.

          —Casi me matas de un infarto—espetó la pelirroja con malhumor, tomando su mano para poder tironear de esta.

          —Mis palabras cuando haces algo estúpido—continuó el castaño trepándose para rodar hacia el suelo—. Pero hey, comprendo la preocupación.

          Lottie le pateó levemente el costado—Baboso.

          —Amas a este baboso, te casaste con él y compartes dos hijas con él—comentó Leon sonriéndole de lado con diversión, al mismo tiempo que se ponía de pie—. Y, como dije antes, adoras meterte en problemas con él.

          —¿Qué viste ahí abajo?—le preguntó ella señalando la puerta con su mentón.

          La sonrisa de Kennedy se ensanchó—Una escalera que puede llevarnos hasta un subsuelo. Anda, vamos.




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          Leon no mentía al decir que había un subsuelo debajo de kilos y kilos de metal con concreto. El dúo de agentes bajó rápidamente hacia el lugar indicado por las luces, topándose con una escotilla que les permitía entrar al gran ascensor que estaba en planta baja. Lottie estaba sumamente impresionada al ver que el interior estuviese revestido como si realmente fuese una oficina perteneciente a una mujer que lideraba toda una nación. Leon miró hasta el desastre que se había formado: parte de la mesa de café estaba dada vuelta, bebida tirada por el suelo, una pistola apoyada contra el escritorio y una vasija que alguna vez estuvo llena de agua hecha pedazos a un lado. Lottie notó un cuadro que estaba roto debido a un golpe, no a un descuido, su hueco estaba bien hecho, casi perfecto. Ella concluyó que en ese lugar no había entrado Sasha con sus lickers, sino que se trataba de otro tipo de pelea.

          Más precisa, más habilidosa.

          (No se sorprendió en encontrar a la posible culpable.)

          Kennedy chasqueó la lengua—Alguien estuvo aquí con Belikova antes de que todo se echara a perder.

          —Ya puedo imaginarme ese "alguien"—gruñó la pelirroja.

          —Sí, definitivamente llegamos a la misma conclusión.

          —La verdadera pregunta aquí es: ¿dónde diablos está ella?—inquirió Lottie mirando hacia el cuadro otra vez.

          A su lado, Leon abrió la puerta de entrada, observando un pasillo gris y con tuberías hacia todos lados, antes de señalarle con la cabeza el camino que tendrían que tomar. Lottie lo siguió de cerca, ambos abandonando la oficina perteneciente a la presidente Belikova. El silencio volvió a permear el ambiente, siendo sus pasos la única cosa que ellos escuchaban en ese solo instante. Harmon intentó mirar en dirección a su cartucho, el cual tenía una bala en el casquillo, pero su mirada se mantuvo al frente ante cualquier emergencia. Leon siseó algo, haciéndola continuar hacia el siguiente pasillo, topándose con un par de cuerpos tirados. Avanzaron por encima de la sangre, manchando sus botas una vez más con el líquido viscoso de la muerte, y los cañones de sus armas se concentraron en la puerta que atravesarían.

          Lottie recordó que algunas veces ella debía consumir oxígeno, percatándose que había dejado de respirar por un segundo.

          —Creo que aquí obtendremos más respuestas—le dijo Leon al buscar un botón—. ¿Alguna noticia de Hunnigan?

          —No, nada—negó la pelirroja con la cabeza.

          —Estamos por nuestra cuenta, entonces.

          Una luz verde se encendió a su lado ante la afirmativa de las puertas, estas abriéndose frente a ellos mientras que la pareja tomaba cobertura contra una de las paredes. El castaño entró primero, siendo seguido por su mujer, la puerta cerrándose automáticamente frente a ellos. Lottie parpadeó varias veces al ver que todo un pabellón de contenedores se encontraba a sus anchas, expandido por metros y metros de metal y maquinaria expresamente cara para su uso. Sus pies se movieron solos, sus ojos se encontraban inspeccionando hasta el último espacio remoto que había allí. Los dos agentes se movieron en silencio, sus armas en alto y sus pasos medidos ante cualquier amenaza que fuese capaz de ascender. Poco a poco se dieron cuenta, y no por elección propia, que estaban llegando a una máquina gigante.

          —Woah...—bramó Lottie observando los grandes tubos.

          Leon parpadeó—Tienen forma de...panal.

          Lottie se acercó más, observando los miles de pequeños panales que se extendían a través de la superficie, como si fuesen cápsulas. Como si fuesen crías a punto de ser liberadas para el mal menor. Allí, damas y caballeros, se dio cuenta de que Sasha no era el apicultor.

          —Apicultor—dijo ella antes de asentir—. Esto es de la presidente Belikova.

          —Bastante impresionante como para ser un antiguo búnker, ¿no crees?—añadió Kennedy a su costado.

          —Sí, definitivame-

          Lottie se detuvo al escuchar pasos apurados a lo lejos, tomando a su marido del chaleco para poder esconderse ante los pasos que se acercaban más y más. Ella intentó concentrarse, escuchando mejor el ruido indistinto de unos tacones resonando contra el suelo de concreto y ambos observaron como Ada Wong había llegado al mismo lugar — deteniéndose al percibir la presencia de los dos agentes norteamericanos. La asiática esbozó una sonrisa socarrona antes de mirarlos por el rabillo del ojo.

          —No esperaba verlos aquí—declaró Ada desde su lugar.

          —Solemos superar expectativas, Ada—señaló Lottie poniéndose de pie—. Es algo que nos gusta hacer.

          —No es de extrañar que su reputación los preceda a ambos.

          —¿Entonces eso significa que nos extrañaste?—le preguntó Leon.

          Lottie le sonrió—Yo creo que lo hace.

          —Sí. Sigan soñando, chicos—bromeó la pelinegra rodando los ojos antes de dar un paso más hacia la gran colmena—. ¿Acaso están viendo lo mismo que yo?

          —Intento negarlo, pero no puedo—declaró la pelirroja.

          —Es como una colmena—dijo Leon mirando hacia una de las paredes.

          Ada se relamió los labios antes de caminar de manera calma hacia una de las paredes, agachándose lo suficiente para poder mirar el interior de un panal. Su rostro maquillado a la perfección mostraba sus delicados rasgos, sus ojos oscuros brillaban ante la promesa de un trabajo bien hecho y Lottie no sabía si estar con ella en la misma habitación frente a un peligro que no conocían parecía ser una buena idea.

          —¿Han visto el interior de una de estas?—inquirió la asiática—. Un espécimen bien cultivado de la Plaga.

          Leon se acercó hacia donde miraba la espía, topándose con el parásito en vivo y en directo, mientras que Lottie contraía su rostro en una mueca de asco al ver la misma cosa que infectó todo su cuerpo — pero también le salvó la vida cuando ella recibió una estaca en su corazón. Leon frunció el ceño ante el parasito, alejándose mientras que Ada volvía hacia la puerta central para tocar las pantallas, como si conociese su lugar entre toda esa maquinaria. El castaño le envió una mirada alerta a Lottie, quien mantuvo una mirada de advertencia contra la figura de la mercenaria asiática.

          —¿Qué es lo que haces?—le preguntó la pelirroja a Ada.

          —Es impresionante, ¿no crees? En el pasado cultivaron obreras—replicó Wong tocando varios botones en ruso—. Pero esto...—se detuvo por un momento—. Esta es la primera vez que se crían miembros dominantes de la especie. Justo como la que tienes tú en tu sangre, Lottie.

          —Dudo que esas sean buenas noticias—bramó la pelirroja.

          Leon decidió intervenir—Lo que a mí me preocupa es verte tocar tantos botones y no explicando qué diablos haces.

          —Estoy trabajando, no se preocupen—dijo Ada encogiéndose de hombros.

          —Esa es la clara invitación a preocuparnos, Ada—añadió Lottie rodando los ojos.

          —¡Suficiente!

          El trío se giró para toparse con varios soldados entrando en las diferentes entradas del lugar, sus armas dirigidas hacia ellos, los dedos fijos en el gatillo, listos para disparar. Lottie y Leon levantaron las manos instantáneamente, prefiriendo rendirse ante la posibilidad de ser acribillados en un lugar tan escueto como lo era esa colmena. El ruido de otro par de tacones acercándose hacia el centro llamó la atención de los tres intrusos. Una mujer vestida formalmente de verde, se acercó hasta la línea principal montada por los soldados, su cabello rubio y corto estaba ceremoniosamente bien peinado y su maquillaje simple la hacía ver un poco más joven de lo que lucía. A su lado, se encontraba uno de sus asistentes, siguiéndola bien de cerca para tenerla al alcance de su mano.

          Lottie no debía especular nada, sabiendo muy bien que se trataba de la presidente de la nación: Svetlana Belikova.

          —Conque para esto viniste—declaró la mujer mirando fijamente a Ada—. La BSAA no ha perdido tiempo en darme tu verdadera identidad, mercenaria. ¿Y bien?¿Estás satisfecha?

          Ada sonrió de manera socarrona antes de levantar las manos—Sí, muy, te lo agradezco.

          —¿Y quienes son estos dos?—preguntó la presidente mirándolos al matrimonio Kennedy.

          —No lo sé—espetó su asistente detrás de ella.

          —Sozhaleyem, chto vtorglis' v vashe skromnoye zhilishche, mem (Lamentamos irrumpir en su humilde morada, señora)—espetó Lottie en ruso—. my prosto prokhodili mimo (Solo estábamos de paso).

          —Somnevayus', chto eto prosto mimoletno, yesli ty tak govorish' po-russki (Dudo que sea estar de paso si hablas ruso de esa manera)—añadió la mujer marcando bien su acento—. ¿Quiénes son?

          —Son agentes estadounidenses—bramó Wong.

          —Siempre es un placer cruzarte en el camino, Ada—sentenció Kennedy rodando los ojos.

          —¿Norteamericanos?

          Lottie miró de manera tensa a la mujer rubia, mientras que Leon observaba todas las maneras y formas de escape posibles de aquel lugar. Ada, en cambio, se regodeaba con toda la situación — ya definiendo una manera acorde para escapar de la gobernante.

          —Es mejor que tengan cuidado—canturreó la asiática—. Esa vieja muerde más fuerte de lo que ladra.

          Lottie y Leon miraron a Wong—¿Qué...?

          Fue en cuestión de segundos cuando Ada se giró, tocando un botón cercano al panel para apagar todas las luces. Leon llegó a gritarle algo a su mujer, tironeando de su brazo antes de abrirse paso entre los soldados a balazos. Lottie podía escuchar que las balas estaban cerca de ella, volando en diferentes direcciones, los gritos en ruso por parte de los soldados que pedían el alto al fuego — ellos dos metidos en una encrucijada cerca de algo que podía llegar a ser igual de peligroso en las manos equivocadas. El matrimonio Kennedy se movió en la oscuridad, disparando a quien se interpusiese en su camino para luego esconderse cuando las luces volvieron a iluminar. Para cuando se dieron cuenta, Leon tenía su arma contra la espalda de la mujer y Lottie ya había noqueado al asistente.

          —No se muevan—dijo Leon al resto de los soldados.

          —La cosa era escapar, tonto—masculló Harmon sonriéndole—. No apuntarle a la mujer que tiene más poder sobre nosotros aquí.

          Leon fulminó a su mujer con la mirada—¿Acaso tenías una mejor idea? Estoy siendo creativo.

          —¿Alguno de los dos tiene idea de a quien le están apuntando con sus armas?—preguntó Svetalana con las manos en alto.

          —A la reina de Inglaterra, lo dudo—replicó el castaño—. Creo que estamos frente a un apicultor.

          —¿Apicultor?

          —Sí, apicultor, señora—bramó la pelirroja mirándola de reojo—. Tú fuiste la persona que liberó a la Plaga.

          Svetlana bufó en voz alta—Tal como lo pensaba, ustedes no tienen ni idea.

          Fue en ese preciso instante cuando Svetlana desarmó a Leon en un movimiento rápido al girarse, él decidió lanzarle una patada que la mujer esquivó de manera experta y lanzó un puñetazo hacia el castaño. Lottie dejó su arma para sacar su cuchillo, queriendo herirla para poder detenerla, pero Belikova utilizó su propia fuerza para inmovilizar a Lottie al mismo tiempo que giraba para esquivar otro golpe de Leon. En un gancho lo suficientemente sólido, perfectamente practicado y ágilmente ejecutado, la presidente lanzó a Harmon a un lado, marcando una distancia entre ella y los norteamericanos. Leon rodó hacia ella para agarrar su pistola y apuntarle a la mujer, ambos a un par de metros de la mujer.

          Svetlana estaba de pie, con sus soldados detrás de ella.

          Lottie estaba abrumada al ver que ella no tenía ninguna magulladura o golpe que ellos le propinaron. Estaba más fresca que una maldita lechuga y eso fue más confuso para la pelirroja.

          —A eso se refería Ada—murmuró Leon a su lado.

          —¿Cómo es que esta vieja puede pelear?—se quejó Lottie intentando de ponerse de pie.

          —Ella limpió el piso con tu trasero, pregúntaselo—añadió el castaño con sus manos en la pistola.

          —A pesar de que tengo un gran agrado a la hora de enseñar combate, hoy no será el día—espetó la mujer fastidiada—. Ellos son enemigos del estado. ¡Mátenlos!

          Lottie tomó el brazo de su marido antes de salir corriendo hacia uno de los costados, esquivando la lluvia de balas que Svetlana ordenó para ellos — sabiendo que la verdadera guerra había comenzado.




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