x. el anhelo que nunca se perdió
DOLOR SIN FIN,
capitulo diez: el anhelo que nunca se perdió!
Baltimore, Maryland, Estados Unidos — 2 meses después.
CHARLOTTE HARMON-KENNEDY TENÍA QUE DEJAR DE SENTIR PICOS DE ESTRÉS, al menos por un buen tiempo, pero había veces que la situación ameritaba que ella estuviese estresada y eso realmente apestaba en todos los malditos sentidos. La muchacha de cabellos largos se recostó contra el respaldo del auto, cerrando los ojos por un segundo para poder juntar toda su mierda y enfrentarse a lo que se estaría enfrentando en un par de minutos. Leon, a su lado, le miró por el rabillo del ojo mientras mantenía ambas manos en el volante del auto; avanzando lentamente por el vecindario tan característico de Baltimore donde ambos crecieron alguna vez y abandonaron por un sueño que pronto se convirtió en una pesadilla. El castaño apoyó su mano derecha en la pierna de ella, dándole un ligero apretón. Ella lo miró, relamiéndose los labios de manera casi inconsciente.
Leon podía ser una de esas personas que podría mantener la calma en momentos tensos como el que pasaba Lottie en esos momentos.
—Tranquilízate, por favor—le dijo Leon de manera suave, pero Charlotte podía jurar que tenía algo de diversión en su tono—. Solo iremos a darle una visita a tu madre.
—No hay nada que pueda tranquilizarme, Kennedy—sentenció la pelirroja fulminándolo con la mirada—. Iremos a ver a mi madre luego de casi dos años y la última vez que fuimos éramos compañeros de equipo a punto de entrar al entrenamiento del maldito Servicio Secreto—Leon sofocó una carcajada, Lottie le pegó un manotazo—. Ahora se encontrará con que estoy viva, casada con un agente federal y con una hija adoptiva de ocho años.
—Casi adoptada—recalcó el castaño haciendo que Harmon rodase los ojos—. Gracias a Dios que Nora aceptó cuidar de ella mientras nosotros hacemos los papeles necesarios para concretar su adopción.
Aquellos sí que se trataban de finos detalles.
Al volver de aquel lugar donde mataron a Dalton, Leon y Charlotte pasaron las siguientes veinticuatro horas esperando a que vengan a extraerlos para volver a Estados Unidos — corroborando más de una vez de que Bauer estaba realmente muerto entre los escombros. Horas antes logró llegar un paquete que traía pertenencias útiles que servirían para su extracción, todas ellas pactadas por Adam Benford e Ingrid Hunnigan. Leon fue el primero en abrir la caja, permitiéndole a Lottie unos minutos más de descanso y procedió a abrir dicho paquete sin más preámbulos. El castaño frunció el ceño al ver una nota que estaba firmada por la propia Hunnigan, la cual decía: "¡Felicitaciones a los novios! Con grata alegría, el maldito gobierno de los Estados Unidos y mamá Hunnigan". Cuando miró en su interior, se topó con un documento dentro de una carpeta, dos boletos de avión (tendrían que hacer su propia extracción ellos mismos), una cajita pequeña y un pasaporte dentro.
—¿Pero qué mierdas es esto...?—murmuró el ex policía.
El castaño abrió el pasaporte y sus ojos se abrieron como platos, al igual que su boca se abría.
Charlotte Harmon-Kennedy.
¿Por qué diablos le habían puesto su apellido?
—Esto debe ser una puta broma—masculló el castaño antes de revolver la bolsa para ver los documentos—. Hunnigan, no juegues conmigo...
Al abrir la carpeta con los documentos, la mirada de Leon se volvió más perpleja de lo normal y vio las firmas de él y de la pelirroja que dormía en el documento — como si ellos hubiesen firmado el documento de matrimonio civil por su propia cuenta, completamente lúcidos y con absoluta decisión. Kennedy parpadeó un par de veces, intentando de procesar la noticia poco a poco: él recibió una caja, esa caja tenía documentos y certificados que de alguna manera eran más que reales y la pelirroja que dormía en esos momentos no era más su mejor amiga, sino que ahora se había convertido en su esposa; cosa que alegraba y asustaba a Leon al mismo tiempo. Leon Kennedy ahora era un maldito hombre casado, algo que él no esperaba en un millón de años y estaba casado con la persona que pasó la mayoría de su vida junto a él.
(No tuvo que mirar el contenido dentro de la caja pequeña, ya que se dio una buena idea de lo que podía ser.)
Ahora, ¿cómo diablos iba a decirle a Lottie que ahora era una mujer casada?
—Oh, mierda—masculló él entre dientes.
—¿Y eso qué es?—preguntó Lottie a sus espaldas.
Leon no pudo evitar sentir un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero de pies a cabeza al sentir el suave timbre de la voz de Harmon a sus espaldas y el castaño se giró para mirarla — súbitamente intentando calmar su nerviosismo. Eso definitivamente no pasó por alto para Harmon, quien alzó una ceja de manera inquisitiva al tiempo que se hacía una cola de caballo para poder controlar su cabello alborotado y caminar solamente vistiendo la camiseta del castaño hacia la mesa donde él estaba.
—Huh, son un par de cosas que nos enviaron desde la central—declaró Leon asintiendo, intentando de tragarse su propia mentira—. Parece que tenemos que hacer nuestra propia extracción aquí.
—¿Nada más que eso?—insistió ella.
Leon estaba jodido.
Leon Kennedy estaba muy jodido.
—Nada más que eso—respondió él de manera convincente.
Lottie se acercó más a él, apoyando ambas manos en el pecho desnudo del muchacho—Eres el peor mentiroso que conocí, Kennedy. Hazte a un lado y déjame ver.
—Pero...
La mirada que le dio ella en ese momento hizo que las rodillas del agente flaqueasen un poco, ya se había quedado muy claro que él cayó muy fuerte por ella, como ella también cayó por él y se hizo a un lado antes de maldecir en voz baja. Lottie miró atentamente el contenido de la caja, sus ojos abriéndose más y más al ver el contenido — hasta que sus manos se detuvieron en la pequeña caja de color azul marino aterciopelado. Al abrirla, se topó con dos anillos dorados iguales entre sí y ella no tenía que adivinar de qué se trataban.
(Eran dos malditas alianzas matrimoniales.)
¿Acaso la primera cita ya no contaba?
—Esto debe ser una puta broma—murmuró Lottie admirando los anillos.
—Eso fue lo que yo dije al ver todo...eso.
Harmon le miró de manera fulminante—¿Tú no tienes nada que ver con esto?
—Lottie, normalmente mis métodos son primariamente las citas, luego el sexo, luego el vivir juntos y eventualmente pedir la mano de la mujer en matrimonio sin morir en el proceso—espetó Leon mirándole de manera inexpresiva—. Yo no me salto pasos, así que no te atrevas a mirarme así. No fue mi idea, fue de Hunnigan.
Y se trataba de una maldita buena idea, pensó el castaño.
—Entonces...estoy casada contigo—replanteó la pelirroja-rubia.
—Ajá.
—Somos marido y mujer.
—Ajá.
—¿Acaso tenías planeado pedirme matrimonio?
—No ahora, precisamente.
—Necesito un maldito trago—añadió ella dejando los anillos sobre la mesa—. Y sé que tú también quieres uno.
Leon podía sentir la maldita conexión telepática y asintió de manera automática mientras que ella caminaba hacia la cocina para buscar algo que contenga alcohol fuerte para así poder digerir mejor la noticia. La pelirroja-rubia se topó con lo que sería una pequeña botella de vodka dentro de uno de los gabinetes, soltando un ruido de puro triunfo antes de sonreír y buscar vasos para poder servir el líquido. Rápidamente, ella volvió donde estaba el castaño, tendiéndole el vaso con su otra mano y él lo aceptó rápidamente para chocarlo contra el de su compañera.
—Salud por nosotros, entonces—murmuró él.
Lottie tomó todo el líquido que había en su vaso y Leon hizo exactamente lo mismo, ambos haciendo una mueca por lo fuerte que era el trago para sus gargantas. La pelirroja-rubia soltó un suspiro, pegando su frente al pecho desnudo de Kennedy, quien dejó su vaso a un costado de la mesa. El castaño pasó una mano por un par de mechones caídos que tenía su ahora mujer a un costado, su brazo rodeó su cintura de forma ligera, solamente para mantenerla cerca. Lentamente, él rebuscó la pequeña caja que tenía ambos anillos y la abrió para poder mirarlos con más detenimiento. A simple vista, parecían unas alianzas matrimoniales comunes y corrientes, a excepción de que tenían un ligero toque especial en ellas. Lottie alzó la vista hacia él, en profundo silencio y Leon podía sentir que se derretía por aquella mirada que ella le daba. Buscó la mano izquierda de la pelirroja-rubia para ponerle el anillo, sin embargo, se detuvo antes de ponérselo — mirándola de manera seria y ella sabía la pregunta que él quería hacerle.
¿Acaso ellos podrían hacerlo?
—¿Somos un equipo?—le preguntó ella.
Él no dudó en esa declaración.
—El mejor equipo—respondió él antes de besarla.
Y allí estaban ellos.
(Charlotte y Leon tuvieron una larga charla con Hunnigan al volver a Estados Unidos, quien simplemente los miró con diversión todo el tiempo.)
Leon se detuvo frente a la casa de los Harmon y Lottie tuvo que trabar las puertas, lo cual le sacó una gran carcajada al castaño. Ella soltó una gran bocanada de aire que no sabía que tenía contenida y la mano de Leon volvió a darle un fuerte apretón en su pierna, la pelirroja (ya su cabello rubio completamente fuera de su sistema con el crecimiento y la tintura) lo miró de lado — topándose con el mismo Leon de antes, completamente comprensivo, valiente y tan compañero como ella. Lottie tomó su mano y él la alzó antes de que ella pudiese hacer algo, plantándole un beso delicado en esta.
—Todo saldrá bien—declaró Leon con firmeza—. Tu madre estará muy feliz de verte.
Luego de lo que pareció ser un largo silencio, ella asintió.
—De acuerdo, vamos.
El matrimonio Kennedy se bajó del vehículo, ambos observando la pequeña casa de los Harmon, donde Lottie podía ver que esta estuvo degradándose en los últimos años que ella no hizo acto de presencia. Algunas enredaderas estaban salidas y colgaban de una manera muy bella por el porche que su padre había construido muchísimos años atrás, las flores estaban más que florecidas, generando un gran contraste y diferencia con las marchitadas que se hacían a un lado. Ese lugar parecía tan diferente a como Lottie lo conoció alguna vez, cosa que provocó un nudo en su garganta al darse cuenta de algo que podía romperle el corazón: ese ya no era su hogar. Leon tomó su mano, sacándola de sus pensamientos rápidamente. Mareena Willibur-Harmon no respondió al timbre en las primeras dos veces, así que ambos tomaron la puerta trasera para dirigirse al jardín que la mayor de las Harmon tenía.
Charlotte podía ver a una mujer vestida con un largo vestido color crema y un sombrero marrón oscuro en su cabeza.
Ella cantaba una gran melodía, una melodía que Lottie recordaba cuando era una niña.
Definitivamente, esa mujer no había cambiado.
(Lottie se preguntó si su muerte la rompió tanto como a Leon.)
—Mare—declaró Leon a su lado.
Mareena se giró súbitamente y se los quedó mirando por un momento, su semblante algo sorprendido por ver al hombre que acompañó a su hija por los momentos más felices y complicados de su vida — junto a su hija, quien estaba parada al lado de él, tan inmóvil como lo estaba ella en ese preciso instante. Lottie fue la primera en acercarse, dejando a Kennedy atrás, y sentía que sus ojos picaban con lágrimas que desbordaban todo el dolor que ella una vez ocultó. Mare se puso de pie, caminando en dirección a su hija, admirando la belleza de una flor que se no estaba marchita; si no que albergaba muchísimas cicatrices como las que portaba su compañero y ella no tardó en mirar a Leon, quien le sonrió con tristeza.
La madre de Lottie podía recordar las palabras de pura miseria que dijo el rubio cuando fue a decirle que su hija estaba muerta por su culpa.
Perdóname, Mare, por favor...es mi culpa, debía haber sido yo.
—Mamá...—dijo Charlotte con su voz quebrada, sintiendo cómo sus lágrimas caían por sus mejillas.
Mare tocó sus mejillas, cerciorándose de que su hija verdaderamente estuviese allí y ella sonrió al ver que estaba tocando un rostro real. Ambas mujeres se abrazaron, permitiendo esa cercanía y el llanto de tantas emociones acumuladas. Leon miró la escena con tanta alegría, que sintió calidez dentro de él, la cual cerraba heridas creadas por tanto dolor y pérdida.
(Mare lo obligó a unirse al abrazo también.)
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Luego de la insistencia de Mare a que la pareja se quedase en la casa a pasar la noche, el matrimonio Kennedy aceptó a quedarse luego de consultar con sus superiores (Benford les otorgó unos cuatro días de descanso, luego de no haberles dado nada de descanso después de su misión en Bucarest). Lograron explicarle casi todo a Mare, a excepción de ciertos detalles que Lottie quiso omitir para no hacer que su madre enloquezca, y ella empezó a ser los preparativos de la cena que ella misma cocinaría. En ese instante, Leon tuvo que atender a un llamado que le hizo Hunnigan y eso dejó solas a las dos mujeres Harmon con la tarea de la cena. Mare miró de manera muy disimulada el anillo de compromiso que su hija lucía en su dedo anular izquierdo, sorprendiéndola por el sigilo a su niña quien le miró perpleja.
—¿Qué pasa?—inquirió la pelirroja.
—Nada...
—Vamos, Mare Harmon, no me tragaré esas mierdas—le demandó su hija—. Habla. ¡Ow!
Mareena le golpeó el brazo a forma de reprenderla—Cuida tu lenguaje conmigo, señorita.
—Está bien, está bien, lo siento.
—Nunca pensé que llegaría el día en el que mi hija luciera una alianza de matrimonio, más con su mejor amigo—replicó Mare cortando papas.
—Yo tampoco lo creí, hasta que ocurrió—añadió Lottie entregándole una papa pelada—. Fue una transición extraña...
Su madre ensanchó una sonrisa—¿Cómo se te declaró?
Charlotte se detuvo por un momento, recordando la discusión que tuvo con Leon hace dos meses en ese submarino que se dirigía a China para poder detener el falso hackeo a la Casa Blanca. Su rostro ensombrecido, sus lágrimas picando sus ojos, sus palabras llenas de dolor, pasión y puro amor destrozado; Lottie recordó cada una de esas palabras con exactitud.
Parte de mi murió cuando tú ya no estabas. La mejor cosa que me había pasado en la vida se perdió cuando vi cómo te rompía en pedazos en el puente antes de encontrarnos con Ashley.
—Una gran discusión, mamá—señaló la menor de los Harmon sonriendo de lado—. Eso fue lo que sucedió y así se me declaró. Luego yo lo besé y luego él me besó...esas cosas.
Mare le miró con una sonrisa ladina.
—No hace falta que me cuentes detalles del sexo, cariño. Al menos es bueno que te respete y atienda tus necesidades.
Los orbes azules de Lottie se abrieron como platos y sintió como sus mejillas ardían con el rubor escandaloso antes de lanzarle una mirada fulminante a su madre, quien rompió en una carcajada.
—¡Mamá!—se quejó ella antes de taparse el rostro con ambas manos.
—Ah, no. No soy tan estúpida, Charlotte. Sé cuándo mi hija tiene simples deseos...carnales. Debieron divertirse en su noche de bodas—declaró la mujer antes de mirar por el rabillo del ojo a su hija, quien estaba más avergonzada que antes. Sin embargo, había un toque inocente en las intenciones que ella tenía, lo cual le dio una idea muy errada sobre dicho acontecimiento—. Oh. Ahora lo entiendo. Tú no tuviste una noche de bodas.
—Mamá, ya para.
La mirada de Mare fue casi cómplice—Hay condones en tu habitación si los necesitas.
—¡MAMÁ!—protestó la pelirroja avergonzada.
—¿Qué? Solo estoy dándote esa información para prevenir enfermedades y embarazos no deseados, dudo que quieras hacerme abuela tan pronto.
—De hecho, Mare, tú ya tienes una nieta.
Ambas mujeres se giraron para encontrarse con Leon, quien estaba recostado sobre el umbral en arco que daba a la habitación y él las miraba con una sonrisa de lado. Sus orbes azules miraron los de su esposa antes de señalar su teléfono.
—Hablé con Hunnigan—señaló él con confianza—. Nos han otorgado la custodia completa y legal de Eider. Ella vendrá mañana aquí y podrá irse con nosotros a Washington.
—Ustedes dos no perdieron el tiempo—declaró Mare sorprendida y los dos agentes se sonrojaron.
Cuando cayó la noche, Mare los condujo hacia la habitación de Charlotte, la cual no había cambiado nada en su ausencia y les dijo que podrían descansar para luego ir a buscar a Eider al lugar pactado. Charlotte le agradeció a su madre, quien cerró la puerta para dejarles privacidad, sin antes guiñarle el ojo a su hija quien rodó los ojos para evitar ruborizarse. Leon decidió quitarse la camiseta para lanzársela a su mujer, provocando que ella soltase una carcajada antes de cambiarse de ropa para poder unirse a él en la cama, apagando la luz en el proceso. Kennedy permitió que ella terminase entre sus brazos, su rostro hundiéndose en su cuello y aspirando su aroma para relajarse contra él.
—Ya no te sientes tan nerviosa, ¿verdad?—preguntó él en un murmullo.
—Muy gracioso—respondió ella con el mismo nivel de voz—. Me siento más relajada.
—Creo que a partir de mañana ya no estaremos solos por un largo tiempo.
Lottie siseó antes de acurrucarse más, acariciando lentamente el torso del castaño con sus dedos de manera suave, al punto de sacarle un escalofrío a él. Se podía decir que Leon tenía razón en esa declaración y tal vez, esa podría ser la última noche que tendrían juntos antes de que Eider se uniese a sus vidas de la mejor manera posible. Harmon decidió sentarse a horcajadas de él, justo encima de su pelvis y Leon instintivamente posó ambas manos en la cintura de la pelirroja, alzando una ceja de manera inquisitiva.
—Mamá me preguntó cómo te declaraste—le dijo la pelirroja posando ambas manos en el pecho del castaño—. Se sorprendió de que fuese a modo de una discusión.
—Una discusión que intenté terminar con un maldito beso que tú me negaste—declaró Leon dándole un ligero apretón a su cintura y ella jadeó—. Dramática.
—Tú eres el dramático de los dos.
—Es un buen punto, pero diferiré de esa declaración.
—Mamá me dijo que lloraste al verla mucho después de mi funeral—sentenció Lottie moviendo su mano para poder acariciar el mentón de su ahora marido—. No estabas obligado a decirle nada, Leon. Hay gente que hace eso.
—Lo sé—espetó él antes de seguir aquel toque que tenía la pelirroja—. Pero era la única cosa correcta que podía hacer.
Un silencio cómodo se formó entre ellos, casi se podían escuchar sus propias respiraciones y era algo que mantuvo a Charlotte centrada por algunos momentos antes de mirar a Leon — quien se mantuvo mirándola en la oscuridad de la habitación, sus orbes azules parecían brillar en el contraste de la luz proveniente del exterior y la oscuridad dentro.
—Te herí demasiado, ¿verdad?—preguntó ella de manera quieta, casi en un susurro.
—Tú no tienes idea de la herida que dejaste en mi cuerpo, Harmon.
Esa era una respuesta sincera, casi dolida.
Pero, al parecer, ella tenía una respuesta para eso—Por eso estoy aquí, para sanarte.
Como ella estaba para sanarlo, también estaba para destruirlo, para poder deshacerlo y ella temió haber aprendido eso de Dalton. Leon se dio cuenta de ello cuando enfrentó al ex agente de USSTRATCOM, al verla tan decidida a demostrar lo que ella era capaz. Él sabía perfectamente que su caída, una caída de rodillas, era solamente para Charlotte Harmon — la única persona que lo conocía de pies a cabeza, la única persona que podía hacerlo sentir extraordinario y un desastre al mismo tiempo. Era muy peligroso, pero él se dejaría llevar por esa corriente, ambos se dejarían llevar. Lottie juntó su frente con la de él, orbes azules batallando por ese control y por esa simple sumisión.
—Pero también he llegado a ver que puedo romper a chicos bonitos como tú—espetó ella antes de besarlo de manera muy lenta.
Se trataba de un beso dulce, pero dejaba un sentimiento de ebriedad en ambos.
Ese beso empezó un juego de poder, no como una dinámica, si no como un juego que eventualmente uno de los dos perdería y Charlotte decidió ser la ganadora al ser implacable con ello. Les quitó el aliento a ambos, los hizo sangrar y Leon podía sentir que estaba en buenas manos al tener la presencia de la pelirroja a su lado — quien comenzó a dejar besos en sus mejillas para viajar en dirección a su cuello donde lo atacó de la manera que ella quería durante años, de la manera que ella deseaba simplemente tenerlo. Era casi sofocante, pero Lottie atacó de manera despiadada y sin siquiera resistirse a morder, a chupar y a simplemente escuchar cada jadeo que el castaño soltó con el recorrido que ella llevaba.
Lottie sintió picos de placer con cada sonido que ella escuchaba.
Y si esa iba a hacer la única noche en la que estarían tan cerca, ella sacaría el máximo de ello.
Agradeció que el castaño estuviese solamente en su ropa interior, ya que solamente había una sola capa de por medio y ella movió su pelvis de manera lenta contra él con tal fuerza que le sacó un gemido inadvertido a él — provocando que se tensase debajo de su toque y ella abriese los ojos, deteniéndose de manera casi inmediata. Leon apretó sus labios, sonrojándose de manera furiosa y eso fue suficiente para que ella continuase con sus movimientos de manera más segura; casi adrede, queriendo sacar finos sonidos de él, de simplemente hacer justicia con su frase que era una advertencia y una amenaza a él. Ambos se sumieron a ese simple pero profundo placer, queriendo ahogarse en el aroma del otro y en la completa euforia que empezaron a sentir de manera más intensa. Charlotte estaba ebria con ello, estaba tan ebria con él y de él que sentía que ya no había vuelta atrás de todo eso.
¿Hace cuanto que no sentía esta euforia?
Parecía que nunca la había sentido con tal intensidad.
Ninguno de los dos se contuvo.
Era un derrame húmedo, de besos castos y gemidos sin contener — tirando todo ceremoniosamente por la ventana para dejarse llevar por la corriente. Charlotte podía ver como él se rendía ante ella, permitiendo que la pelirroja le hiciese todo lo que ella quería y eso estaba bien, eso estaba bien y se sentía de manera casi explosiva. Cuando él se hundió en ella, oh, parecía ser que ambos morían con ello y lo demostraron con marcas, arañazos, mordidas y ceños fruncidos mientras se deshacían lentamente. A Lottie le dieron ganas de llorar, de que después de tantos años finalmente ella podía tener esto: tenerlo a él, para siempre. Cuando llegaron a ese pico, ambos se mordieron lo suficiente para sacar un poco de sangre y simplemente marcar — una promesa, una alianza, un simple hecho. Las pupilas dilatadas de Leon brillaron al mirarla sentada encima de él, al mirar como las lágrimas caían libremente por las mejillas pálidas de ella y él besó cada una antes de abrazarla; ambos recostándose contra el colchón, enredados en un manojo de sábanas, extremidades y cabello — ambos en un gran pero cómodo silencio.
Charlotte no podía pedir más.
—Te amo—susurró él en un desborde de emociones—. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta.
Y ella se derretía justo como él lo hacía.
Leon no necesitaba disculparse.
—Yo también te amo—respondió ella finalmente—Siempre lo hice, pero fui muy cobarde para decirlo.
Lottie sintió que Leon la apretaba más contra él y ella se podía sentir contenida por aquel hombre, finalmente durmiendo entre sus brazos como lo hizo infinidad de veces. Su corazón palpitaba de manera contenta, concentrado en el calor que emanaba con él y sus ojos se cerraron al instante. La mañana siguiente ella se encontró con el otro lado de la cama frío y completamente ausente, lo cual la hizo despertar de sopetón, sentándose en la cama con una sudadera de ella puesta. Ella debió recordar que aún quedaba ropa en su casa que le pertenecía y que extrañamente le quedaba. Al colocarse un pantalón de pijama, decidió ir a la cocina para ver si Leon o su madre estaban despiertos.
(No le sorprendió ver a su madre allí.)
Sin embargo, Leon no estaba en ningún lado.
—Leon salió a buscar a mi proclamada nieta—dijo su madre al mirarla de soslayo—. Me dijo que volvería antes de que despertases.
—Pues que mala suerte—sentenció la pelirroja antes de sentarse en la mesa.
—¿Dónde la encontraron?—inquirió la mayor de las Harmon y Charlotte podía ver que ella tenía ganas de hablar de Eider.
—No la "encontramos", solo yo la encontré—señaló Lottie apoyando ambas manos en la mesa—. Eider fue una de las reclusas que estuvo en la misma isla conmigo. Creí que ella era hija de Dalton, pero no fue así. Él mató a sus padres en un ajuste de cuentas y...quería experimentar con ella—se mordió el labio—. Debía actuar, hacer algo al respecto. Así que, me la llevé. Convivimos juntas desde ese entonces.
—¿Y decidiste adoptarla, así como así?
La menor de las Harmon enarcó una ceja—¿Hay algo malo en eso?
—Tus prioridades cambiarán muchísimo con un niño en casa—sentenció Mare dejando su taza de té en la mesa—. No serás solo tú y Leon, si no que tendrán a una niña a la que tendrán que alimentar, amar, educar con valores, con conocimiento, con valor y no es nada sencillo. Ser padre no es sencillo.
—¿Acaso crees que eso no lo sé, mamá?—contraatacó la pelirroja cruzándose de brazos—. No la hubiese sacado si no me hubiese importado lo suficiente.
Mareena se quedó un rato en silencio, buscando alguna otra excusa para poder ahuyentar a su hija, pero, y eso era efectivo, ella había llegado muy tarde al acompañamiento de decisión. Diablos, esa niña estuvo con Lottie desde que escaparon. ¿Cómo ella no podría ser capaz cuidar a una criatura de su edad durante todo ese tiempo? Por un segundo, se sintió mal por haber dudado de ella y estuvo a punto de disculparse, al menos hasta que una niña de cabellos rubios entró corriendo hacia su hija para envolverla en un abrazo. Charlotte soltó una carcajada al sentir el cuerpo de Eider sobre el suyo y no tardó en devolverle el abrazo. Leon admiró la escena desde el umbral de la entrada a la cocina, la pelirroja advirtiendo su mirada y él se encogió de hombros.
—Aún no confía tanto en mi—señaló él—. Es muy callada.
—Lo hará con el tiempo, recién te ve—respondió ella antes de sonreír.
—¿Quién es ella?—preguntó Eider mirando a Mare.
Mare parpadeó dos veces, admirando la similitud que podía tener la niña con sus padres adoptivos. Teniendo en cuenta de que Leon fue rubio una vez, ella tranquilamente podría pensar que esa niña parecía una copia exacta de él mezclada con partes de su hija.
—Ella es mi madre, Eider—dijo Lottie y Mare le saludó con la mano.
Leon posó su mano en el hombro de la pelirroja y ella se giró, mirando en dirección al castaño, quien simplemente le regaló una sonrisa — Charlotte sintió que su corazón se llenaba de manera completa, con calidez y al mirar a Eider, ella se dio cuenta de que estaba finalmente en un lugar seguro. Así que, avanzaría a partir de allí.
FIN DEL ACTO UNO!
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sin editar
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