vii. fin del juego


DOLOR SIN FIN,
capitulo siete: fin del juego!



          MUCHAS PERSONAS QUE SOBREVIVIERON AL INFIERNO PERPETRADO POR EL DIABLO QUE TENÍAN EN FRENTE NO LOGRABAN ENFRENTARLO DEL TODO. De hecho, se escondían, permanecían por debajo del radar, para evitar ser encontradas y tener que revivir ese infierno plantado en su cabeza. Sin embargo, pocas eran las personas que decidían enfrentarse al infierno otra vez, frente al mismo diablo que les arruinó la vida y buscar una manera de poder superar ese trauma que sufrieron en orden de simplemente sanar. Charlotte caminaba con decisión hacia donde estaba el helicóptero aterrizando, con su arma preparada en su muslo y sus orbes azules centellando de furia frente al objetivo que estaba a metros de ella. El viento se levantó, haciendo que su cabello suelto se elevase un poco debido a ello, ondeando sus mechones mitad rubios-mitad pelirrojos al aire libre con absoluta libertad. Era irónico en ese preciso instante, porque Charlotte sentía que aquellos podrían ser sus últimos momentos de libertad.

          (Sin embargo, ella no tenía nada con qué quejarse.)

          Logró salir, logró sobrevivir, se fortaleció y ahora se estaba encaminando para poder enfrentar a su perpetrador.

          Parecía casi un final feliz.

          Los gritos de Leon Kennedy se hicieron más un eco que moría conforme ella avanzaba con cada paso, marcando que el amor de una vida realmente había desaparecido otra vez y su misión era más importante que dicho amor. Charlotte entendía el sacrificio, entendía el "por qué", ella logró comprender que el fin justifica a los medios y en ese preciso instante podía sentir que el corazón se le desbocaba por la corriente eléctrica que viajaba en todo su cuerpo. La adrenalina, el miedo y la sensación de decisión eran increíblemente altas al dar otro paso. Harmon no miró atrás cuando se alejó de él, ella no podía mirar atrás, ella temía que el corazón de él se hubiera roto con sus palabras y con sus acciones. Charlotte no podía ser capaz de mirar hacia atrás y encontrarse con un hombre que anhelaba tenerla cerca con tantas ganas sin importar cuanto les doliese a ambos el antes. Consideró ese acto una gran cobardía por su parte y se castigó por ello.

          Posiblemente, este era el castigo.

          El cielo empezó a aclararse poco a poco, mostrando colores violetas con un fucsia mezclado junto a un tono anaranjado. Lottie sabía que el amanecer estaba siendo el único testigo de aquel desagradable encuentro, sin más preámbulos que simplemente mirar lo que pasaría cuando el enemigo y la víctima se reencontraban después de meses y meses jugando al gato y al ratón. La pistola de la pelirroja-rubia descansaba gratamente sobre la funda dispuesta en su pierna derecha, cargada con balas y el seguro quitado para estar lista en cuestión de segundos. Su mirada, la cual fue apacible alguna vez (y todo eso se perdió con los años), permanecía fija en el Osprey que había aterrizado y ella finalmente se detuvo posando ambos pies firmes en los escombros.

          Harmon respiró hondo.

          Lottie deseó que Joy Williams pudiese proteger a Eider si ella no lo conseguía.

          (Era un simple "y si".)

          La compuerta se abrió, revelando un interior de luces rojas, un pelotón de soldados descansaba en posición cuando un hombre con pantalón de jean y una chaqueta de cuero negro bajaba por la rampa para dirigirse hacia ella. Parecía casi inevitable el no se sentir los láseres encastrados en los fusiles de asalto que los soldados portaban a voluntad apuntando al cuerpo de Harmon. Su gesto permaneció neutro, tirando hacia un rostro enfadado y lleno de rencor, mientras que esperaba a tener a su perpetrador frente a frente para escupirle todo lo que él arruinó de ella — lo que él rompió de ella con tanta, tanta violencia. Su cuerpo aún tintineaba de dolor por los cuatro tiros que Shenmei le había disparado antes, pero Lottie mantuvo una postura fuerte cuando Dalton Bauer caminó hacia ella.

          Y pensar que ella llegó a quererlo tanto.

          ¿Qué ocurre con esos hombres que lo dejan todo por poder?

          Aquí viene el diablo, pensó ella.

          —Es audaz de tu parte estar aquí.

          Ella apretó su mandíbula, buscando detener el escalofrío que tuvo al escuchar su voz luego de tanto tiempo. Dalton se detuvo a unos cinco metros de ella, sus manos en los bolsillos y con su sonrisa de marca; la cual tenía a las cadetes del USSTRATCOM de rodillas frente a él en cualquier momento. Charlotte se preguntó cómo fue que ella cayó alguna vez ante él — sintió asco por ello, sintió decepción y sintió indudable rabia. El castaño de ojos verdes portaba una mirada singular hacia ella, cargada de muchas emociones juntas, cargada de tanta ironía y simple anhelo de poder. Sin embargo, el británico no se movió de su lugar, si no que su sonrisa socarrona y él permanecieron en el mismo mísero lugar. Ella deseó quitarle esa sonrisa de la cara con un puñetazo, pero prefería usar lo poco que quedaba de su humanidad antes de arreglarle la cara a Dalton con sus manos.

          —Sí, es audaz de mi parte ver tu asqueroso rostro después de casi dos años—respondió la pelirroja-rubia con veneno en su boca y señaló su entorno—. ¿Acaso te alegra ver todo un hogar destruido?¿A eso te dedicas ahora?

          —Tu insolencia sigue estando con vida, eso es algo bueno—añadió el británico con humor—. Me he estado dedicando a otras cosas durante nuestro...tiempo separados, princesa. Pero no debes preocuparte, era cuestión de tiempo para que volvieses a mí y finalmente estar a mi lado.

          —Prefiero la muerte antes que volver a tu lado, maldita escoria—masculló Lottie con lágrimas picándole los ojos.

          —Ya has muerto una vez, Charlotte, y ni siquiera eso puede apartarte de mí—dijo él caminando hacia ella, quien permaneció inmóvil ante el discurso—. He decidido romperte, quebrarte...para volver a construirte. Eres...—añadió con fascinación al ver sus facciones más de cerca—. Eres la mujer perfecta para mí.

          En ese preciso instante, ella sacó el arma.

          Rápidamente, se ubicó bajo el mentón de Bauer, quien mantenía su mirada tan fija en ella que parecía quemarla con aquellos orbes verdes. El cañón del arma reposó contra Dalton, con el único propósito de crear una advertencia, de hacer una declaración y la escoria se corría por ello mientras que Harmon le miró con tanto odio dentro que ella sangraba. Su dedo índice se encontraba justo contra el gatillo, pero disparar sería muy fácil — algo sencillo, algo que terminaría las cosas muy rápido y ella quería verlo sufrir como lo vivió hace meses. Había algo de encanto en aquella violencia que ambos sentían por el otro: se trataba de una traición, de una obsesión y su divinidad con ello. Charlotte definitivamente quería destruirlo, pero no volvería a construirlo, si no que las cenizas se quedarían siendo cenizas.

          —Yo no soy la mujer perfecta para nadie—replicó Lottie lentamente, de manera casi amenazadora—. Ni siquiera para mí misma. Tú te encargaste de quitarme eso, me lo quitaste todo.

          Dalton soltó una carcajada.

          Ella presionó más el cañón de la pistola contra la mandíbula del castaño, sus orbes azules empezando a ver la claridad del día con el sol que empezó a mostrar más incidencia en su entorno. Lottie deseó con todas sus fuerzas que Leon y el resto de su equipo estuviesen tan lejos de allí, sin poder presenciar lo que ella estaba a punto de hacer. Ella miró más allá de Dalton, donde los soldados del pelotón que trajo consigo tenían las armas preparadas para dispararle sin piedad alguna, sus dedos permanecían en el gatillo justo como el de Harmon. Sus orbes azules miraron a Bauer, quien mantenía su mirada arrogante y socarrona, casi maniática a ojos de Charlotte. Ella quería borrarle esa sonrisa, quería quitársela con tanto ímpetu que no le dolería nada, no, ella sangraría por ello.

          —Así que Jason es simplemente una marioneta en este juego, ¿verdad?—sentenció Harmon entonces—. ¿Él te pidió que hicieses esto?

          —Nah, digámosle que le hice un favor—replicó el castaño rodando los ojos—. Él y su equipo estaban jodidos cuando recurrieron a mí. Solo les di una mano con una mejora del inhibidor.

          Charlotte entrecerró la mirada—¿Qué es lo que quieres lograr?

          —Encontré una gran afección a crear armas bio-orgánicas, princesa—añadió él esbozando una sonrisa que mostraba su perfecta dentadura—. Creo que he llegado a sobrepasar a Javier Hidalgo.

          —Estás loco.

          —Veo al mundo de otra manera—contraatacó Dalton con gran pasión detrás de sus palabras—. Se puede hacer un gran trabajo aquí.

          —Tú solo quieres ver al mundo arder—concluyó Harmon.

          —Y tú no puedes hacer nada para evitarlo.

          —Mi equipo detendrá a Jason, eso tenlo por seguro—declaró la pelirroja-rubia con arrogancia—. Es una lástima que Leon no esté aquí para patearte el trasero, pero haré que sufras el doble por los dos.

          —¿Él no está por aquí?—inquirió Dalton fingiendo lastima al mirar hacia ambos lados, como si Leon Kennedy fuese a desaparecer—. Es una pena. Me hubiera gustado una charla de hombres...ver que tiene él que no tenga yo.

          Charlotte levantó su mano izquierda para agarrar su cuello y empezar a apretarlo, brotaron lágrimas de sus ojos con puro enojo y tantos deseos de quebrar huesos — algo que estaba muy enterrado en su interior, casi podía sentirse, pero ella parecía no reconocerlo como algo de sí misma. Por un segundo, ella pensó que había un monstruo ahí dentro que simplemente descansó al ver a su perpetrador y que, simplemente, había despertado para poder matar a todo lo que se moviese frente a ella. Su mano se cerró en el cuello de Bauer, con tanto rencor alojado que Lottie lo acercó un poco a ella, el cañón seguía apuntando contra la mandíbula.

          —Podría dispararte ahora mismo, en este preciso momento—masculló ella con voz temblorosa, tan sedienta de aquella justicia que estaba a punto de efectuarse—. Con una sola bala podría acabar con tu vida y mi sufrimiento terminaría, todo podría irse si aprieto el gatillo. No lastimarías a nadie más. Ni a mí, ni a Eider.

          Dalton le miró con una sonrisa tan amarga.

          Divertida.

          Macabra.

          Ella no dudó en temblar de miedo.

          Bauer soltó entonces una carcajada, encontrando regocijo en el patético discurso que soltó la pelirroja-rubia y en cómo sus orbes azules salían más lágrimas que recorrían sus mejillas como una cascada. Él recordó ver que ella lloraba sangre durante los experimentos, como su cabello cambiaba de un color pelirrojo a uno rubio y aún más pálida que antes. También recordó ver como ella ingresaba al quirófano con un gran hueco atravesándola de norte a sur en su cuerpo, el uniforme manchado con sangre que no se quitaría en ningún momento. Aquellos ojos eran un gran recordatorio para Bauer de que él era la persona que poseía ese poder sobre ella, esa violencia la perpetraba él, no ella.

          Él también utilizó su mano para encerrarla alrededor de su cuello.

          (Se corría de maravilla con ello.)

          —Mientras yo siga respirando, continuaré creando los peores monstruos del mundo, continuaré arruinándole la vida a cualquiera que se atreva a atacarme—escupió Dalton con tanto escepticismo, con tanto arrebato y furia almacenada en sus palabras, en su mirada, que la promesa de algo bueno estaba demasiado alejada—. Y cuando él venga a buscarte, me encargaré de torturarlo, de hacerlo sufrir diez veces peor de lo que tú lo hiciste alguna vez. Verás como lo destruyo y luego lo mataré de la manera más nefasta que puede haber en esta maldita tierra. Lo mataré, Charlotte, y me aseguraré que lo veas todo.

          Charlotte disparó.

          Sin embargo, lo que Dalton sintió fue el distintivo sonido de un silbido; de sus células auditivas muriendo poco a poco al tiempo que Charlotte lo empujaba a un lado para abrir fuego contra los soldados — quienes se habían replegado mientras ambos adultos tenían su enfrentamiento. Charlotte gritó con euforia al lanzar a un soldado a un lado y otros reteniéndola con sogas para poder controlarla. Buscaban retenerla como si se tratase de un animal queriendo ser libre y era peligroso dejarlo suelto. Dalton se levantó con pesadez para rebuscar en su chaqueta lo que sería una dosis fuerte de una anestesia y trotó hacia la pelirroja-rubia que luchaba para liberarse. Las pupilas de Lottie se dilataron cuando Bauer le incrustó la aguja en su cuello, haciendo que su resistencia finalmente cesara para caer al suelo en un golpe seco. El arma que ella sostenía estaba tirada a un lado, abandonada cuando ellos se fueron hacia el Osprey.




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Base de las Fuerzas Aéreas Andrews, Prince George's Country, Maryland — 12 horas después.

          El Secretario Wilson miró fijamente la figura durmiente de Claire Redfield, la cual se encontraba sentada en una silla desmontable y sus extremidades estaban siendo retenidas por una cinta metálica, impidiendo que ella logre salir a algún lado por el momento. Sus hombres lograron capturarla al momento de que ella irrumpiese en la Casa Blanca para exigir respuestas con lo ocurrido al último miembro de la unidad de los Mad Dogs. El hombre se sentó cómodamente en el asiento que había a un lado, mientras que el resto de los trabajadores seguían con sus labores mientras que su colega, Dalton Bauer, estaba fuera intentando recuperar a Charlotte Harmon. Parecía increíble cómo una agente como ella pudiese estar debajo del radar por tanto tiempo mientras Wilson utilizó a la mayoría de sus recursos para poder encontrarla a pedido de Dalton cuando ella escapó.

          La agente no era tonta.

          Ella sabía cómo borrar sus propios movimientos.

          Al enterarse de su aparición en la Casa Blanca cuando Jason lanzó aquel ataque, ese mismo hecho logró poner el resto del proceso en movimiento para poder dar aviso al científico que la difunta agente había vuelto a la superficie. Sin embargo, hacer un movimiento para capturarla en las primeras horas no sería nada bueno — más teniendo al agente Kennedy sobre ella en todo momento. Wilson no lo culpaba, él realmente había pasado por todo tipo de mierdas cuando la vio morir en España. Pero él tenía que cumplir una misión que parecía fallida durante meses y Dalton era un buen hombre de negocios que haría mejor el futuro con las armas bio-orgánicas. Entonces, al momento que Harmon y el resto de su equipo se embarcaron para poder dirigirse a Shanghai, Wilson decidió tomar acción y notificar a Bauer del paradero de la muchacha pelirroja-rubia. Lo que menos esperó de todo esto fue ver a otra muchacha husmeando en sus asuntos.

          (Al menos logró hacer algo al respecto.)

          Claire abrió sus ojos, sintiendo que todo su cuerpo se encontraba algo entumecido.

          Wilson ensanchó una sonrisa de marca—Buen día.

          —Wilson—murmuró la muchacha de cabellos castaños rojizos e intentó moverse.

          El Secretario de Estado avanzó hacia ella con una carpeta—Lamento haberla atado, señorita Redfield, pero necesito toda su atención—declaró al ver que ella se enfocaba en deshacerse de sus ataduras—. La ceremonia de firma con Penamstan se realizará pronto aquí arriba y me esperan, así que seré breve—abrió la carpeta—. Ahora, este archivo dice que es sobreviviente de Raccoon City. Al parecer tiene un lazo con el agente Kennedy y la agente Harmon. Hoy en día, su trabajo es "conseguir ayuda para construir escuelas y hospitales en Penamstan". Ayudar a los desafortunados, qué noble.

          —¿Qué es lo que quieres?—farfulló la menor de los Redfield.

          —¿Qué tal si hacemos un trato?—añadió Wilson entonces—. Deje su investigación y yo construiré lo que quiera. Escuelas, hospitales, lo que sea. Se esforzó tanto por esta gente, ¿no quiere que tengan lo que merecen? Oh, y además la dejaré vivir.

          Claire soltó una carcajada con modestia—No juega limpio.

          —Él solo quiere sembrar esperanza para el futuro, señorita—dijo una voz a un lado.

          Redfield ladeó su vista a un joven que vestía una chaqueta de cuero oscura y lucía unos centellantes ojos verdes, su cabello castaño estaba bien arreglado pero la evidencia de unos moratones alrededor de su cuello provocó que la castaña rojiza alzase una ceja hacia él. ¿Acaso conocía a ese hombre de algún lado en específico? Wilson le estrechó la mano con amabilidad, casi como si fuesen colegas de toda la vida y eso provocó que Claire estuviese en estado de alerta constante.

          —Dalton, esta es la señorita Claire Redfield—dijo el secretario señalándola con la carpeta—. Una activista de TerraSave que vino de visita por poco tiempo—miró a Claire—. Señorita Redfield, le presento al científico Dalton Bauer.

          Dalton le regaló una sonrisa—Encantado de conocerla, señorita.

          —El placer no es mío—replicó ella con desconfianza—. ¿Acaso Wilson quiere sembrar esperanza?¿Qué clase de futuro es ese?¿Uno donde usted hace lo que quiere a quien quiere? Se parece más al infierno.

          —No sé qué vio en esas notas, pero no puede tomarse como evidencia—declaró Wilson indiferente—. El hombre que las escribió tenía PTSD, después de todo. Probablemente se automedicaba—miró hacia el gran complejo—. Así que repasemos un momento. Usted es una mujer lista, con experiencia. Sabe que, si quisiéramos que algo o alguien desapareciera, este desaparecería. No es difícil. El presidente tomará una postura firme contra China hoy. Y luego, nuestro ejército ocupará Penamstan. Allí desplegaremos a nuestras armas biológicas. Y cuando Penamstan, un país que solo conoció el conflicto, las incorpore a su ejército, abrirá el mercado para el inhibidor—miró hacia Dalton—. Es una droga que desarrollé y que mejoré junto al doctor Bauer para poder controlarlas.

          Claire no podía creer lo que escuchaba—Disculpa, ¿mercado? Fabricas armas bio-orgánicas para tu beneficio.

          —Señorita Redfield, podemos hacer soldados que no mueran—respondió Dalton dando un paso hacia ella—. Mientras tomen dosis regulares del inhibidor, pueden pelear más tiempo y más duro que nunca. Es revolucionario, ¿no le parece?

          —Le haría eso a la gente por dinero. ¿Qué clase de monstruo es?—se quejó la castaña rojiza—. Oh, espera. Me retracto. Los dos son unos malditos locos.

          —¡Cállese!—exclamó Wilson golpeándola con la carpeta—. Mientras usted se hacía la santa, yo trabajaba por la seguridad de la nación. Si eso significa sacrificar a algunos soldados, que así sea.

          Dalton alzó su mano—Cálmate, Wilson. Esta mujer tiene fuego y no temerá en usarlo.

          —¿Qué tiene de malo beneficiarse del fruto de mi labor? Nada.

          Claire le pegó un cabezazo.

          Dalton se echó a reír al tiempo que Wilson agarraba la mandíbula de la menor de los Redfield.

          —No necesito convencerla, podría simplemente infectarla—sentenció este—. Cuando el virus hace efecto, el inhibidor es el único remedio. Podría ponerla en mi equipo.

          —Nah, dudo que ella pueda ser una buena candidata—se quejó Dalton cruzándose de brazos—. Su espíritu es vivaz y lleno de energía. Me recuerdas mucho a alguien.

          Wilson se enderezó—¿Lograste capturar a Harmon o no?

          Claire miró en dirección al científico, confundida.

          ¿Qué tenía que ver Charlotte con ellos?

          ¿Cuál era el juego que ellos jugaban?

          —Oh, sí, la capturé, pero faltaba cierta persona dentro de mi ecuación—dijo Bauer antes de encogerse de hombros—. Estaba sola allí, no había rastro del resto de su equipo. Se resistió un poco, pero en cuestión de minutos mi equipo logró someterla.

          —Debió haberse hundido con el resto de lo que destruiste, seguramente están todos muertos—añadió Wilson rodando los ojos antes de soltar la mandíbula de Claire.

          —¿Qué tiene que ver Charlotte con todo esto?—escupió Claire mirando a Dalton, decidida.

          Wilson ensanchó una sonrisa—Oh, me había olvidado por un segundo que ustedes se conocían.

          Dalton se inclinó hacia Claire—La señorita Harmon es la prueba viva de los soldados mejorados que te mencionó Wilson antes—señaló a los tubos verdes que estaban a espaldas de él—. Luego de unos ocho meses donde ella fue puesta a prueba por experimentación, sus resultados fueron...prometedores.

          —Hasta que se te escapó—mencionó Wilson.

          En ese instante, Claire empezó a conectar los puntos: Charlotte aparentemente falleció en España durante octubre del 2004, si ella fue sacada de allí por Dalton, ahí pasarían los ocho meses antes de que ella escapase y estaría al menos dentro del equipo de la Alianza como un año. Eso parecía ser el tiempo suficiente para que su hermano Chris y su pareja Joy Williams pudiesen proteger a la pelirroja para evitar que el perpetrador (quien se había revelado como Dalton) la encontrase tan fácilmente. Pero ella decidió ir a la Casa Blanca la noche anterior y decidió mostrarse frente a todo el mundo otra vez, saliendo de aquella sombra con la cual permaneció escondida durante todo ese tiempo. Entonces, si ella había salido a una misión con su escuadrón y con Leon, Wilson sabía de ello; y Wilson fue quien posiblemente delató el paradero de la muchacha, dejándole el camino libre al científico para poder ir a buscarla. Claire no quería ni saber lo que él tenía planeado para Lottie, pero entendía una simple cosa: ella estaba en grave peligro justo como la propia Claire.

          La menor de los Redfield forcejó una vez más ante sus ataduras.

          Wilson soltó una carcajada.

          (Ella, en cuanto se liberase, le patearía el trasero.)

          —Es inútil, señorita Redfield—declaró el secretario—. Usted no puede hacer nada.

          La mirada de Claire fue feroz—Como te atrevas a ponerle un dedo encima-

          —¿Qué harás?—contraatacó Dalton alzando ambas cejas—. ¿Matarme? No, lamentablemente tú no luces de ese tipo. Pero podría llevarte a ver cómo ella es torturada, el dolor es el mismo. No tendré a Kennedy como espectador, sin embargo, tú podrás ser uno.

          Si Leon Kennedy estuviese aquí, Dalton simplemente sería un cuerpo más apilado entre los que murieron a manos de él y su compañera. Claire lo sabía con tanta familiaridad que ella simplemente sonrió de lado, dándole a entender que él nunca tuvo la oportunidad de poder a enfrentarse a una persona que podría matar si fuese necesario. Conociendo la relación y el vínculo que tenían ambos, eran casi almas gemelas y ellos dos pondrían fin a las personas que se atrevieron a lastimarlos a alguna vez.

          —No tienes idea de la tormenta que vendrá para ti, Bauer—masculló la muchacha de chaqueta roja—. Te arrepentirás de eso.

          —Eres una muchacha muy segura de ti misma, Claire—dijo Dalton inclinándose hacia ella—. Creo que estoy considerando en tomarla prestada para continuar con la experimentación.

          Claire soltó un respingo.

          —¡Secretario Wilson!

          Los dos miraron en dirección hacia la voz, topándose con una figura que vestía de color oscuro frente a ellos, junto a los tubos verdes que se multiplicaban alrededor del entorno — cuerpos durmientes se encontraban dentro de aquellos tubos y Claire no podía imaginarse estando dentro de uno; como una rata de laboratorio como lo fue su amiga. La menor de los Redfield miró en dirección a Jason, quien parecía ser el último miembro del pelotón de los Mad Dogs con vida. Su expresión tenía una mezcla de recelo, casi sombría y despiadada, totalmente fija en el Secretario de Estado.

          —¿Haciendo el trabajo sucio ahora?—preguntó el héroe de Penamstan.

          Dalton hizo una mueca—Creo que el drama ya comenzó.

          —Tú...—murmuró Claire mirando al rubio fijamente.

          —Jason—añadió Wilson complacido de verlo, interponiéndose justo frente a Claire—. Esta es una grata sorpresa.

          —De acuerdo, cuando termines con él—declaró el científico palmándole el hombro al secretario—. Puedes venir al proceso de criostasis. Someteré a la señorita Harmon al suero P30, así será...más dócil. ¿La señorita Redfield nos acompañará?

          —Voy a patearte el trasero—declaró la muchacha de cabello castaño rojizo al mismo tiempo que forcejeaba una vez más para liberarse—. Será el fin de tu juego.

          Dalton simplemente alzó su mano antes de retirarse, mientras que Claire continuaba forcejeando. Wilson decidió encaminarse en dirección a Jason, quien mantenía una mirada fija hacia Claire. La muchacha empezó a respirar agitadamente, buscando alguna manera de salir y descubrir por donde Dalton se había escabullido, decidió levantar la mirada al ver que unos cuatro soldados pasaron corriendo por las plataformas superiores y ella no tardó en preguntarse si la ayuda finalmente había llegado.




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