perfecta ilusión.
Tú mente creo la perfecta ilusión
del amor y luego me culpaste de
romper el esquema en que me encerraste.
Nocturne.
Jimin respiraba profundo y sus brazos se abrían a la par que el viento lo helaba hasta el punto de estremecer hasta sus huesos, el frío lo envolvía lentamente a la par que la gravedad soltaba susurros que gritaban que seria su última noche. La misma titilaba con las luces de los automóviles, desde aquel puente el veía a la perfección como esos puntos de neón bailaban una danza que lo seducían entre ser el último peón en la partida de su miserable vida.
Su corazón apretaba en una angustia palpable, debajo de sus azulinos ojos se notaban las ojeras negras y obscuras al igual que esas voces que le decían que se tirara desde tal altura. Su anatomía dolía ya que los recientes cortes y golpes que le propinaron le dejaron no sólo constelaciones sino que un ardor insoportable. Sus días eran los peores cada vez más, no quería retroceder, quizá oír a esas voces seria lo mejor sí.
Observó hacia abajo y se apoyó en sus manos para impulsarse y así subir sobre el varadal de cemento. Contendría la respiración y luego se lanzaría.
— ¿No crees que la luna está muy bonita cómo para no apreciarla? — esa voz lo sorprendió, dirigió su cristalizada mirada hacia el dueño de tal voz de terciopelo — ¿Sabes? desde aquí es más sencilla verla, en mi casa hay muchos gritos y mi tutora esta simplemente loca, me arrojó un plato por decirle que el labial rojo la dejaba más zorra de lo que ya es.
Jimin fue absorbido por una extraña curiosidad, lentamente fue descendiendo de aquel lugar sin notarlo. El chico seguía hablando cómo si fuesen amigos desde siempre, su mano fue tomada por el contrario para ayudarlo a bajar de forma segura.
Jimin lo oía hablar contándole cosas tontas y por un instante olvido el porque había ido allí.
— Me llamo Min Yoongi ¿y tú?
— Ahm... — sus labios fueron mordidos con fiereza — Jimin — respondió en un hilo de voz, la verdad no tenía ganas de hablar, puesto que su garganta dolía mucho.
— Un gusto Jimin — vio al chico sonreirle y el rubio se sorprendió, nadie nunca le había sonreído y menos hablado con tal amabilidad — ¿te parece atrasar tú suicidio por esta noche y platicamos?. Ya que no creo que sea bueno platicar con tú cadáver, bueno digo...
Jimin asintió y se paso esa noche hablando o mejor dicho escuchando a ese enigmático joven
Jimin escupía sangre, su piel estaba demasiado maltratada y apenas si podía ponerse de pie, el dolor lo absorbía y sus ojos llorosos no podían divisar nada, oía los crujidos de esa botella que fue rota contra su dermis, el horrible olor a cerveza barata y sangre le revolvían su estómago vacío.
Oía a la lejanía cercana los gritos de quién estaba destrozando su escasa valentía de vivir. Sintió un fuerte impacto en su abdomen y desprecios.
— ¡Eres una basura! — escuchó a la par que su cabeza fue azotada contra el piso — ¡Nunca debiste de haber nacido, eres el responsable de mis desgracias! — todo se volvía negro y aún más le dolía su cuerpo.
El reloj no se detenía y él no paraba de sollozar, el borroso rostro de su madre se mostraba ante sí lleno de ira. La misma hablaba sola y se estiraba el cabello furica, agarró un cuchillo, Jimin deseo que se lo incrustase y acabase con su desdicha, pero nunca llegó. Solo escuchó cómo el objeto cayó al suelo y a su madre pedirle perdón.
Se había quedado dormido, apenas recobró la conciencia se levantó con demasiado dolor, que ni la morfina podría hacerlas parar. Tomó su chaqueta y salió de ese infierno para dirigirse al puente, no dejaría que nada lo distrajese hoy se tiraría del mismo sin duda alguna.
Al llegar no divisó al muchacho de la noche anterior , tomó una bocanda de aire y se dispuso a subir, no lo pensaría sólo lo haría, solo se tiraría y así todo el dolor acabaría.
— Hoy compré un pastel, se ve delicioso y recordé que dijiste que nunca tuviste uno y pensé que sería bueno si lo comiesemos juntos.
Jimin volteó encontrándose con la amable sonrisa de ese extraño y algo en él de nuevo le impidió tirarse del aquel puente. Y así siguieron, los días cada uno viendo su intento de suicidio ser estropeados por ese chico de cabellos azules y ocurrencias graciosas que lo hacían creer que la vida no era tan mala.
Todos los días iba al mismo lugar y la misma hora a esperar a Yoongi, perdió la cuenta de cuánto tiempo pasó desde que se conocieron y Jimin creyó enamorarse de él. Con los días quiso conocerlo más pero Yoongi se lo impedía, con los meses Jimin lo seguía y se aprendía su rutina. Una mañana decidió que aprendería todo lo que Yoongi amaba para que así lo amase a él también y nunca lo abandonase, para que lo salvase.
Pero todo comenzó a desmoronarse cuándo Jimin vio como Yoongi era amable y sonriente con otro chico que no era él y eso no lo concibió. Yoongi sólo debía de sonreírle a él, ser amable con él, se lo reclamó y el mayor sólo le dijo que dejase de obsesionarse con él, puesto que no lo veía cómo otra cosa que un hermanito menor y nada más.
— Jimin deja de llamarme, ya te dije que estoy en la universidad, a la noche nos veremos — cortó brusco Yoongi suspirando.
— ¿De nuevo el chico ese?
Yoongi asintió, no creyó que Jimin sería así de obsesivo consigo.
—No se cómo alejarme de él Taehyung, me da miedo que haga algo, aunque Jimin es cómo un pequeño niño asustado, me da ternura, quiero cómo protegerlo, pero ya no puedo ayudarlo.
— ¿Quién te protege a ti Yoongi? Cuídate no sabes quién es realmente Jimin no quiero que te haga daño o algo similar ¿sabes?
— Jimin es incapaz de dañarme, Taehyung — Yoongi sonrió el de verdad lo creía.
De nuevo sonó su móvil y eran 36 mensajes de Jimin, estaba cansándose de su manera de absorberlo. Quizá y lo mejor sería alejarse por completo de él.
Sí, se lo diría esa noche.
Por su parte a la distancia Jimin lo controlaba, Yoongi jamás le cortaba ninguna llamada y menos no le contestaba sus mensajes. Seguro se debía a ese chico que ocupaba la atención que debía de ser sólo suya.
Haría algo para que su Yoongi dejase de interesarse en ese chico y sólo pensase en él. Claro que lo haría.
Jimin sonreía dulcemente mientras sus manos estaban enlazadas con las de Yoongi, su risa era amable cómo siempre pero sus ojos no brillaban y tampoco oía su dulce voz, sintió cómo su cuerpo pesaba y observó a su alrededor y todo era blanco y enceguecedor. Sus manos estaban de pronto atadas y sus ojos se acomodaron al ambiente pronto, comenzó a jadear por el dolor de sus muñecas, de pronto notó que Yoongi ya no estaba al lado suyo y soltó gritos desgarradores.
Dos hombres observaban desde una pequeña abertura sus reacciones.
— ¡Yoongi, Yoongi! — gritaba desesperado.
Uno de los hombres que tenía una bata blanca fue preso de la curiosidad y decidió lanzar sus inquietudes, pero el que estaba a cargo se le adelanto ante las aclaraciones.
—Él es el paciente Park Jimin, 22 años, sufre de trastorno esquizoafectiva severa él llegó aquí luego de asesinar y torturar a un joven llamado Kim Taehyung, hermano menor de su aparente sujeto de enamoramiento Min Yoongi, ambos hermanastros, Min era el enfermero que trató al joven Park desde su internación y desarrolló un afecto y apego obsesivo con él. Según su historial su madre sufría de bipolaridad y transtorno de límite de la personalidad además de que no estaba medicada apropiadamente, consumía a su vez drogas e alcohol abusando física e psicológicamente del joven paciente, lo cuál fue detonante para su transtorno que fue heredado de la familia paterna.
Jimin sollozaba desesperado, los recuerdos eran confusos, ahora dónde antes había un puente sólo habían una cama y Yoongi vestía de blanco y le ofrecía pastillas y nada de dulces, el rubio lloraba descontrolado ya que su mente no concebía el estar sin Yoongi, el mismo que él asesinó con el único pensamiento de que si no era suyo no sería de nadie.
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