Capítulo 4

Seguía agitada y con los recuerdos en su mente y lagrimas cayendo de sus ojos, eso había sido anormal, loco y traumante. Meliodas, el meliodas que creía que era, no sólo le había gritado e insultado, se había transformado en una cosa frente a sus ojos y se había echado a correr hacia el bosque. Recordaba sus patas raspando el suelo, su aullido feroz que se quedó grabado en sus oídos, sus chillidos y súplicas internas de ayuda.

Estaba enojada, frustrada y asustada. No había dejado de temblar desde que llegó a su casa casi por desmayarse y había asustado a sus hermanas. Claramente ellas le habían preguntado que le sucedía y por qué estaba tan sucia. Sin embargo, no les había dicho ni una palabra, incluso le dieron un baño como cuando era solo una niña pequeña, le habían escogido algo de ropa limpia y estaban en la cocina preparando un té para sus nervios

Aunque quisiera no podía decir nada. No sólo porque sería vista como una maldita loca, sino porque podía poner a meliodas en un peligro inminente. El mundo humano no era nada justo con las cosas sobrenaturales, el humano le tenía miedo, justo como ella en esos momentos, corrían, pedían que lo sobrenatural fuera asesinado y hasta que no veían la sangre estaban tranquilos. Sabía, que sí decía una palabra y alguien llegaba a creerle corría el riesgo de que amaneciera muerto por algo que no sabía que tenía. ¿Desde cuando era así? ¿Siempre? Era imposible que fuera siempre así, nunca se había mostrado así de animal como días atrás.

Se calmo un poco con esos pensamientos. Quizá estaba juzgando mal, quizá el miedo la había tomado como rehén sin saber lo que meliodas sentía atrapado en un cuerpo que desconocía como suyo. Igual que todo ser humano se había alejado por terror sin poder entender y procesar la información en su cabeza

También, debemos de aceptar que estas situaciones nunca son de las que se digieren rápido, siempre son...extrañas y complicadas en su mayoría, más cuando llevabas una vida casi perfecta y de la nada todo se volteaba y se volvía complicado. Cuando menos se dio cuenta, su cuerpo ya había dejado de temblar y ya no abrazaba sus piernas tan fuerte, seguía sintiendo miedo y nerviosismo pero ya no tanto como antes.

—Toma ellie—escucho a su hermana mayor entrar a su habitación y dejarle el té caliente sobre su mesita de noche. La tasa era blanca pulcro, un poco de vapor caliente salía de esta y cuando la tomó entre sus manos la calidez que le transmitió terminó de calmarla —¿Ya estas mejor? —

—S-Si—tartamudeo soplando su líquido y dándole un pequeño trago

—¿Qué sucedió? ¿Por qué llegaste así? ¿Tiene que ver con meliodas? —¿Qué si tenía que ver con meliodas? ¡Claro que tenía que ver con él! Quería gritarle que si, que todos sus malditos problemas tenían que ver con ese idiota de cabello rubio, que la tenía asustada y acorralada, que ya no sabía quién era la persona que besaba y miraba a los ojos, que le daba miedo encontrarlo y que terminara lo que empezó en el bosque. Sin embargo, solo tenso los labios y negó con la cabeza. Eso no dejó muy convencida a su hermana, quien entre cerró los ojos para encontrar algo que la hiciera convencerla de hablar, para su mala suerte no había nada, solo era una máscara impenetrable de pensamientos destructivos y amables mientras cada vez tomaba más de su líquido calmante. Soltó un suspiro y se dio media vuelta en su lugar para aproximarse hacia la puerta—Bien, si necesitas algo dile a Verónica. Saldré con guilthunder y zaratras—murmuró, en voz baja haciendo mención de su marido y su único hijo, del cual le habían puesto el nombre del fallecido padre del de cabellos rosas.

Asintió levemente sin mirarla, agradeció en voz baja y cuando se encontró sola en su habitación nuevamente, soltó un fuerte suspiro de frustración. Cualquier persona se alejaría, acusaria o mataría, pero su maldita personalidad dulce no dejaba de pensar en otras soluciones. Pedir explicaciones, terminar en Buenos términos, ayudarlo, buscarlo incluso cuando está a nada de anochecer y los últimos rayos de luz se despedían de ella.

Antes de poder seguir pensando escucho algo que le puso los pelos de punta, un fuerte aullido cerca de su casa que ya había escuchado horas antes. Un chillido hacía la luna como si pudiera perdón de rodillas ante alguna deidad suprema y sólo para finalizar casi podía escuchar como el dueño de esos sonidos devoraba un pequeño conejito que tuvo la mala suerte de chocarse con su enorme cuerpo. Apago las luces, dejó la bebida de lado y se tapó entera con sus sábanas, quizá y solo quizá, de esa forma ni tendría que imaginar los huesos y la sangre de él animal quedándose impregnados en el pelaje de el lobo, el lobo que antes había sido la persona que más quería

*

Sus manos le sudaban, sus ojos llorosos rogaba que soltara las lágrimas y sus piernas tambaleante pedían dar la vuelta e irse, tal vez nunca volver por ese camino y evitarlo. Pero aún así no lo hacía, como un robot o como si estuviera sumida ante el hechizo de una bruja poderosa, su cuerpo seguía caminando sin parar hacia la casa de su pareja, si es que seguían siendo novios después de lo ocurrido. Saber la respuesta le atemorizaba, no quería saberla, prefería morir de vieja y frustrada por no conocer esa revelación que morir joven pero sabiendo la verdad

Era la mejor opción ¿no?

—¡Ellie! —

—Mierda—maldijo el grito desde la lejanía que había escuchado y dejó de caminar. Ahí estaba, la persona que quería ver pero no volver a ver al mismo tiempo, estaba literalmente a una calle de llegar a su casa pero él ya sabía que estaba ahí y había salido por ella, era obvio, no traía camisa, aún no tenía abrochado el botón de su pantalón y estaba descalza. Poco le importaba como la gente lo estaba mirando raro o con otra intensión en su mente.

Ni siquiera le importaba la acera caliente sobre las palmas de sus pies, la vio como si fuera el salvavidas que le impedía ahogarse en un denso mar y tras sonreír como si acabará de ver a una diosa, empezó a correr hacia ella. En ese momento ella no supo que hacer, no supo cómo reaccionar, solo podía ver como su pequeño cuerpo se acercaba cada vez más y la llevaba directo a el inminente final

No podía moverse, cerró los ojos, se cubrió la cara y retrocedió un paso. Pero lo que la terminó tirando al suelo no fue una mordida ni la muerte. Meliodas la había abrazado tan fuerte que el impacto los había hecho tropezar a ambos, su cuerpo estaba sobre el suyo, lo abrazaba y se restregaba contra este mientras susurraba incontables veces su disculpa nada practicada. Parecía más un desesperado llamado de ayuda. Abrió sus ojos para ver su cara empapada de sus propias lágrimas mientras cerraba los ojos con fuerza y algo de mocos salían de su nariz.

—Perdón...perdón...perdón—murmuraba sin parar, se aferraba a su cintura, metía la cara entre sus senos, le impedía levantarse y no dejaba de olfatear como si su olor fuera lo único que necesitaba para estar tranquilo

—M-Meliodas—el mencionado levantó la cabeza con rapidez dándole un pequeño susto—Necesitamos levantarnos, estamos en público, tú estás casi desnudo y nos están mirando—exclamo molesta...mucho en realidad, la frialdad de sus palabras le velaron la sangre al lobo que solo gruño en voz baja, se levantó y luego la ayudó a ella para ponerla a su lado y volver a aferrarse a su cuerpo—Meliodas mínimo espera a que lleguemos a tu casa—lo alejo con brusquedad, eso fue suficiente para la poca cordura que mantenía el hombre. Sin decir palabra ni medir sus acciones, la tomó de la muñeca, frunció el ceño y empezó a caminar hacia su morada con ella de la mano.

Le estaba apretando demasiado la muñeca, le lanzaba pequeñas miradas molestas e intentaba que las lágrimas dejaran de caer de su rostro pero era inútil, las gotas de agua seguían como un manantial a gran velocidad

*

Por fin estaban en aquel lugar, habían subido a su habitación ignorando por completo como la madre del susodicho les estaba hablando desde la cocina, el blondo cerró su puerta, le puso seguro antes de que su madre intentará entrar e interrumpir los asuntos pendientes que tenía con la dama y cuando parecía que iba a arrojarla, en realidad la deposito con cuidado en la cama y la miró profundamente

Ahí estaban, frente a frente como dos personas que no se reconocían, con las pupilas dilatadas y los cuerpos temblorosos. A la albina se le hacía difícil concentrarse teniendo a el hombre semi desnudo frente a ella y cada que desviaba la mirada él la seguía con él único propósito de no romper el contacto visual. No hablan, el ambiente tenso parecía poder romperse con un simple movimiento, al ver que ella no decía nada, meliodas se acercó un poco hacia la mujer, acercó sus rostros para casi sentir su aliento dulce acariciarle el rostro, pero cuando cerró los ojos dispuesto a darle un beso...lo paro

Lo detuvo en el acto, puso una mano para separarlos y bajó la mirada hacia el suelo. Esa acción molesto tanto a el de ojos esmeralda que retiro su mano, tomó las dos y luego las sujeto para impedirle que volviera a entrometerse entre ambos

—Por favor...—rogó —No ahora, no aún—suplico, en verdad no quería ningún beso ni cariño, no quería caer entre sus brazos y dejarse desfallecer como una niña asustada, no quería distraerse de su misión de saber la verdad y decidir por sí misma—¿Qué pasó? ¿Qué eres? ¿Desde cuándo tú...?—el terror en los ojos de meliodas fue tanto, que su agarre se debilitó lo suficiente como para que elizabeth se liberara de sus manos y lo empuajara un poco lejos de ella. En verdad necesitaba saber la verdad para poder escoger por ella

—No se—

—No digas estupideces—se burló de su expresión de cachorro regañado y soltó una risa irónica —No quiero que me mientas meliodas, me asustaste, me insultaste y como si nada quieres que volvamos a ser al linda parejita de antes. Estas muy mal —

—Te estoy diciendo la verdad elizabeth, no lo se—

—No seas mentiroso —

—¡Te estoy diciendo que no lo sé! ¡Mierda! —su grito resonó por las 4 paredes de la habitación destruyendo el poco coraje que había logrado juntas para que le dijera la verdad. Su desesperación, el sudor en su cuerpo, su miedo al hablar—No lo sé, pero yo no era así —

—¿Cómo saberlo? —

—Tú más que nadie debería de saberlo—jadeo, el silencio volvió a reinar entre ellos pero al menos ya no tan tenso como segundos atrás. Ninguno tenía una respuesta para lo que pasaba, ninguno tenía la intensión de tocar el tema y quedar más peleados de lo que ya estaban. Cuando fue evidente que el tiempo pasaba lentamente y las miradas se conectaban cada vez más, elizabeth suspiro, extendió los brazos y le hizo una seña para que se acercara hasta ella.

Podía jurar que había visto cómo una cola se movía de una lado a otro con emoción antes de tirar se sobre ella con una sonrisa y los ojos lagrimosos. Cuando el ambiente se calentó un poco y las caricias sobre los cuerpos contrarios empezaban a volverse un poco más intensas, meliodas al fin volvió a abrir la boca y se separó para mirarla a los ojos. Debía de hacer que confiara, que creyera en su palabra y no había mejor forma que eso que mirarla a los ojos, los ojos son el espejo del alma y sabía que su ellie podía ver lo que había en la suya

—No era mi intensión que pasara lo que sucedió—murmuró, a la par que empezaba a bajar su camisa hasta liberar sus hombros e inició de su pecho. Ella no se preocupo en detenerlo, era algo que necesitaban para redimirse y continuar con la aventura que el irónico destino les había preparado—Te lo juro, no sabía que...—

—Eso es imposible, tú más que nadie debería de saber los cambios en ti—

—Estaba demasiado asustado como para querer verlos —beso la comisura de sus labios y llevó las manos hasta su falda—para levantarla, el ver como sus ojos se desviaba hasta sus bragas blancas y mordía su labios, fue suficiente para que elizabeth empezará a acariciar su pecho desnudo —No quería que eso fuera a afectarnos—

—Nos afecto más de lo que quisiéramos...meliodas—fue el primer gélido que soltó, la mano de su amante había empezado a acariciar el punto dulce entre sus piernas. No sabía en cuanto tiempo iban a tener algo de paz, pero si esa era la oportunidad de tener un efímero contacto de dulzura, entonces lo quería

—Es extraño, aveces susurra cosas en mi oído—era un juego peligroso de seducción, rozaban sus labios, sus alientos de juntaban, mantenían los ojos cerrados para conseguir una sensación más placentera

—¿Cómo qué? —

—Nishishi dudo que te guste saberlo—rió.

—¿Qué te dice ahora? —abrió sus ojos unos momentos para poder admirar su rostro y lo que encontró, la hizo jadear de solo mirarlo. Sus pupilas eran una línea fina, igual que cuando lo vio cuando era un lobo y el hambre que se reflejaba en estas la hicieron casi desmayarse, si iba a morir comida por ese hombre entonces quería que la comiera ya. La risa grave que salió de su boca fue suficiente para que lo atrajera por su cintura y los tirara a ambos a la cama

—Que te folle hasta que me canse, hasta que grites mi nombre, que te marque y deje mi olor en el tuyo—bajo su labios y gruño—Toda mia—

—Toda tuya...—jadeo, su fuerte mano la tomaba del cuello con suavidad pero rudeza a la vez, su mirada la devoraba completa, su boca pedía a gritos hundirse en cada espacio oculto de ella y su torso desnudo brillante por el sudor que tenía lo hacía ver tan...—Ahhh—No podía describirlo, menos, cuando el blondo la había tomado de los muslos y había hecho lo que quería desde hace unos días, la mordió fuerte en el cuello, dejándole una marca que se notaría clavando muy leve sus colmillos, los hilos de la sangre roja empezaron a salir y mientras los lamia sus manos no se quedaron quietas

Era su fin, pero si iba a ser de esa manera, no se quejaba nada

—Hmmm, despacio...duele—susurro a la par que sentía su húmeda lengua sobre el punto que había herido, parecía que el sabor de su sangre le daba placer, chillaba cada que pasaba su boca, besó ese punto lastimado, y sujeto su cintura. Era lo mejor, se sentía en el cielo, acariciar sus músculos tensos y ver como jugueteaba como un perrito con su hombro.

La sensación se intensificó cuando sus fuertes manos subieron y sujetaron el borde de su blusa, empezaron a jalarla hacia arriba con brusquedad, deseaba verla bajo él con esos ojos llenos de deseo, deseaba poder tocar su cuerpo desnudo y adentrarse en ella. Sentir sus paredes presionando, escuchar sus dulces gemidos, que lo mordiera de esa misma forma. De cópula de forma animal hasta romper su cama de ser necesario

Con la misma ayuda de la albina terminó de quitarle su blusa para arrojarla hacia la habitación y bajar sus labios

Húmedos besos sobre la nivea, toques suaves pero necesitados, la fricción de sus intimidades y la vista de ver como un bulto empezaba a sobresalir. Incluso su piel había aumentado de temperatura y ardía bajo su tacto

—Eres mía, mía—beso su cuello, acarició sus muslos, y cuando llego al borde de sus senos le quito el sostén con los dientes y un fuerte gruñido. La sorpresa de esa acción fue tanta, que los ojos azules de la albina se abrieron de par en par y sus pezones se pusieron duros, joder, estaba siendo desesperado pero atento. Se aseguraba de que se mojara, pero iba rápido para poder hundir su nariz en su piel—Tienes un olor delicioso—exclamo en un aullido que ella pudo escuchar a la perfección. Hundió la nariz en las gotas de sangre que salían de su hombro, olfato en medio de sus senos, pego sus caderas sacándole un gemido ahogado

—Ahhh meliodas—nunca había tenido sensación tan grande. Ni siquiera su primera vez o las que siguieron, eso era nuevo. La tocaba como un músico sentimental tocaba su piano en cada concierto, pasaba la boca por su cuerpo como si adorara una clase de diosa, besaba y pasaba la lengua dejando caminos húmedos que no le molestaban.

Cualquiera lo vería como asqueroso, pero si lo hacía con la persona correcta entonces era algo hermoso

—Mierda—jadeo. Esas manos subieron hasta sus cremosos senos, lo tocaron como si fueran una clase de maravilla del mundo mientras no dejaba de mirarlos. Por un momento, la sonrisa inocente que puso mientras apretaba uno la hizo reír levemente, parecía un gatito jugando con una bola de estambre o un cachorro con su hueso. No debió confiarse mucho de esa apariencia inofensiva que poseía—Ahhh así—en un acto rápido y casi feroz, abrió su boca, soplo sobre su botón rosado para que se pudiera completamente duro y se lo llevó a la boca

El gruñido grave que salió de los labios masculinos causó un efecto inmediato en sus mojadas pataletas. Lo estaba disfrutando podía verlo en su rostro, pellizcaba su botón izquierdo, succionaba el derecho, apretaba su suavidad redonda con fuerza. Inconscientemente alzó sus caderas hasta poder frotarse contra el bulto duro y creciente de su amante. Pasaba de un seno a otro, chupaba fuerte y rudo, mordía, disfrutaba de las dulces facetas que la albina le mostraba. Una diosa lujuriosa que le pedía con la mirada que siguiera en esa parte de su cuerpo

Sonrió al escuchar su suave alardeo

—Kyaaaaa—grito. Sentía una corriente recorriendo su espina dorsal y sus caderas aumentando el ritmo, solo quería sentirlo, descubrir lo que tenía oculto y dejarlo salir. No podía soportar como sus labios besaban su vientre y luego bajaba hasta posar los labios en sus muslos internos. Un apretón, un beso húmedo y cuando posó la lengua en su clítoris por encima de la ropa. Perdió el control—¡Meliodas! —

—Gyaaaa—no se lo esperaba. Lo había alzado, lo había tirado sobre la cama y se había subido sobre el con una mirada de hambre. Amaba cuando lo veía de esa forma, se lo había dicho el día anterior, no tenía compasión mientras relamia sus labios y usaba sus manos para seducirlo y calentarlo más de lo que ya estaba. Bajaba sus mohines rosados para besar vena yugular, mordió ligeramente su cuello sacándole un gruñido y bajó hasta acariciar su masculinidad. Se le notaba lo desesperada que estaba, lo mojada de sus pataletas que le incomodaba por la humedad, necesitaba retirarlas—Estas tan excitada—metió la cara entre sus pechos—Puedo olerlo—

—¿O-Olerlo? —jadeo al mismo tiempo que empezaba a bajar su pantalón, con la ayuda del lobo para quedar libres de la ropa que molestaba

—Si, si presionó aquí... —

—¡Ahhh! —presionó sobre su perla de placer y su pezon generandole un espasmo delicioso y los movió en círculos

—El olor dulce que produces es delicioso, quiero poder olerlo siempre—paso la lengua de el único de sus senos hasta la herida que le había causado—Podría vivir solo de oler lo abrasador de tu sentimiento

—Ahhhh —

—Pero no es tiempo para eso nena, pareces más desesperada que yo—

—Ahhh ah—

—¡Hmmm! creo que necesitas que callé esa linda boquita tuya —y no lo dudo, la joven se sentía perdida, había bajado sus interiores hasta el pubis y había apretado su firmeza entre sus manos, había empezado a moverla disfrutando de el palpitar que su miembro generaba en su mano y pasó los dedos por su punta rosada causándole un escalofrío. Incluso pudo llegar a sentir que sus uñas habían aumentado de tamaño hasta rasparla a ella. El dolor y el ardor de esa sensación fue tan adictiva que mordió el labio masculino con fuerza y disfruto al sentir como su dureza aumentaba su tamaño —Estoy desesperado, ya no puedo aguantar más —

—¡Ahhhhh meliodas! —la había arrojado a la cama, le había abierto las piernas de un tirón y se introdujo en ella con fuerza casi haciéndola convulsionar. No espero ni un segundo, empezó a mover sus caderas casi saliendo e ella solo para volver a introducirse en ella con fuerza. Sus gruñidos eran animales pero ya no le asustaba, elizabeth ya no sentía miedo, menos cuando tenía tantas sensaciones haciendo sus piernas temblar y su cara de color rosado—Hmmm—

—Ngh se siente muy bien. ¡Ellie! ¡Ellie! —puede que estuviera demasiado excitada y con ganas de embestir la sin piedad, pero era capaz de saber lo mucho que podía lastimarla. Coloco sus manos sobre las almohadas, juntos sus labios en un beso húmedo con sonido de chupón y permitió que sus garras se clavaran en las fundas blancas y rompieran su suavidad, no podía lastimarla más de lo que ya lo había hecho.

—Ahhhhh meliodas—

Su voz era ronca y sexy

—Así, sigue así, gime más para mí preciosa—declaró en un suave murmuró pero lleno de sentimiento.

—Más, por favor más—

—Nishishi, eres tan dulce cuando pides por más—no iba a torturarla cuando querían lo mismo. Tomó una de sus piernas entre sus manos, raspo su muslo dejándole una leve marca, lo subió hasta su hombro dándole más acceso a su punto húmedo y sonrió. Elizabeth podía verlo, su pecho subiendo y bajando agitadamente, sus ojos verdes haciendo expresiones de placer tan gratificantes que le hacían estremecerse. No importaba que tuviera garras en vez de uñas, que su pupila fuera una línea en vez de un círculo, que algo de saliva saliera de su boca y la mirara como un bocadillo.

Sus embestidas aumentaron de velocidad y la reacción fue tan fuerte que las sábanas empezaron a mojarse bajo sus cuerpos, el sonido de sus cuerpos chocando inundaban sus oídos, sus ojos no dejaba de mirarse aunque de vez en cuando desviaban las miradas para soltar alaridos de placer. La cama se movía, sus cuerpos se atraían como un imán de polos opuesto, la dama levantaba sus caderas sólo para juntarse más a las de su amado. Sus gemidos eran altos por la brusquedad de los movimientos pero aunque tenía una pizca de dolor, se sentía delicioso.

Una corriente que sabía bien que significaba se posó sobre su vientre, como si fuera a explotar o volverse loca, tal vez incluso ambas. Sus pechos se movían de arriba hacia abajo rebotando cada vez más, sus ojos lagrimosos derramaba lágrimas por las fuertes sensaciones, sus músculos se tensaban, sus piernas temblaban y el inminente final del camino se veía cada vez más claro en el horizonte.

Sus cabellos estaban más revueltos que de costumbre, sus pieles no tenían ni un espacio por el cual pudiera separarse, pegados y sin dejar de moverse, sintiendo su cuerpo estremecer y sus interiores apretando

—¡Joder! ¡Aprietame más! ¡Ellie! ¡Ellie! —

—¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhh meliodas! —no se podía contener. Un chorro resplandeciente de agua salió de ella de forma precipitada sintiendo su cuerpo moverse solo. Se coloco en medio de sus piernas y sin previo aviso posó sus labios sobre su punto dulce —¡Ahhhhh mel! —gimió, aún estaba débil de esa soma como para que hiciera eso. Aun así no de detuvo, uso su mano para masturbarse fuerte y rápido, bebió el líquido sagrado que había salido de ella, beso su flor rosada cuando acabó y cuando finalmente acabó y dejó salir su semilla sobre la sabana. Todo se descontrolo

Era demasiado, la sensación era mucha, o sentía su cuerpo temblar y volverse loco de nuevo. Sabía lo que significaba y el temor que invadió su ser fue tanto que salto de la cama aun cansado y cayó casi desmayado, se retorcido en el suelo, gruño y sacudió su cabeza mientras jalaba sus cabellos con desesperación

Cansada y aun con todo su cuerpo temblando, la albina abrió sus bellos ojos una vez más sólo para asustarse con lo que veía. Su hombre retorciendose en el suelo chillando de algo que no era un placentero orgasmo. Ante sus ojos y de la misma forma que antes el cambio sucedió, sus huesos se quebraron y volvieron a armar en una nueva forma, su cabello creció hasta que cubrió su cuerpo, sus pies y manos se transformaron en patas llenas de garras filosas y su cara se alargó hasta formar el hocico de un animal salvaje

Cuando la transformación quedó completa el caso de los segundos siguientes se quedarían marcados en su mente. Meliodas movía sus patas y acariciaba su hocico intentando quitarlo, retrocedía incapaz de quedarse en esa forma golpeando su gran cuerpo contra su librero dejando caer algunos tomos de estos, chocó con su escritorio, movió la cama en un aullido desesperado que rogaba por volver a la normalidad

—Shhh tranquilo, calma, calma—dejó de moverse cuando escucho una voz que conocía muy bien.antes d e poder alejarla de un gruñido, elizabeth lo abrazo, beso su cabeza peluda y pezo a acariciarlo detrás de la oreja consiguiendo que soltara un pequeño sonido endulzó sus oídos —Tranquilo, debes calmarte—no podía negarse cuando estaba tocando un punto débil en su cuerpo perruno. Se dejó caer a el suelo, acostado en las piernas desnuda de la joven, cerró sus ojos disfrutando de esas caricias y se restregó contra el suave cuerpo de elizabeth. Mientras disfrutaba de ese momento, la de ojos azules pudo sentir bien como su cuerpo empezaba a hacerse pequeño, como el pelaje volvía a ser carne normal y sus pequeños aullidos se volvían gemidos humanos. Al abrir sus ojos, meliodas era nuevamente humano pero no dejaba de restregarse contra su cuerpo.

Sabía perfectamente quien podría ayudarles, pero si querían encontrarlo deberían de ponerse ropa y salir antes de que las preguntas se volvieran más grandes

*
*le muerde a su quesadilla* Con comida pienso más rápido XD. En fin

Lamento si no les gustó el lemon o si hay muchas faltas de ortografía, no estoy de humor para eso. Ayer su lo estaba, hoy no, no daré respuestas pues es una situación personal pero espero mínimo lo hayan disfrutado ;w;

También elizabeth tomo la decisión más "humana" pues cualquier otro por el miedo quizá lo habría matado aprovechando la vulnerabilidad que le genera al hombre lobo, sin embargo elizabeth pidió respuestas y de ahí decidiría su quería seguir con él o no. Aunque se les pasó la calentura y al final ya no pensó bien XD

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Cuál fue su parte favorita? Necesitaba algo de drama esta historia además de lemon así que aquí esta XD

Nuevamente algo que quiero aclarar. Un sentimiento muy fuerte ya sea placer, ira, felicidad, miedo o sorpresa puede hacer que los hombres lobo se transformen, por eso deben de tener sus sentimientos bajo control la mayoría del tiempo. Como meliodas es novato no tiene esa práctica ni es capaz de controlar sus transformaciones

En fin. Disculpen faltas de ortografía las corregiré después, sin más que decir nos veremos luego

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