Capítulo 3

Jadeaba a la par que el sudor empezaba a perlar su cuerpo, tenía calor y no a ese calor que ustedes tal vez pensaban. En verdad sentía que estaba ardiendo, como si las llamas del infierno estuvieran a nada de alcanzarlo y convertirlo en cenizas, había arrojado su camisa hace unos minutos atrás y aún así el calor no dejaba de extenderse, le pedía algo, su cuerpo le rogaba que se dejara llevar por la naturaleza pero no era suficiente cuando ni siquiera sabía que era lo que quería.

Quizá lo único bueno de eso era que la libertad nubla a su vista sin orientar hacia dónde iba, ¿cuándo se había alejado del pueblo? ¿Ya estaba cerca de la ciudad? ¿En qué parte del denso bosque se encontraba?, las pocas veces que había entrado lo había hecho con elizabeth y tenían un camino seguro para no perderse, por el lodo en sus zapatos, los animales en los árboles y el olor de pino pudo deducir que ese camino estaba muy lejos.

—¡Meliodas! —volteo hacia atrás cuando escucho esa voz. Dulce, un aroma de flores que le dilataba los ojos y lo obligaba a detenerse aunque no quisiera—¡Mel! —

—Nishishi quieta—la tomó de la cintura para detenerla al momento en que por fin lo alcanzó y la abrazo fuerte contra su jadeante y sudoroso cuerpi. Jadeaba, el frío del lugar había hecho que sus pezones rozado se pusieran efectos y el sudor llenaba su cuello y cara, "perfecto", pensó el depredador en su interior, tan indefensa y sexy a su mirada que aumentó su abrazo y le permitió colocar sus manos en su pecho desnudo. Su vena yugular alcanzaba a notarse, las gotas de sudor resplandecía ante los cálidos rayos de sol como si le indicaran que ella era un diamante, un diamante hermoso que quería besar en esos momentos. Ni siquiera se preocupo por saber por qué estaba ahí o por qué lo había seguido y beso sus labios fugazmente para separarse después.

—Estas...estas...—jadeo sin poder evitarlo, estaba cansada, demasiado, había sido una larga carrera para alcanzarlo que incluso pensó que no iba a volver a verlo nunca, cada que daba la vuelta en un árbol y lo perdía la desesperación sucumbia ante su cuerpo, sin embargo, todo se veía normal, como si el meliodas que quería alcanzar se hubiera desvanecido y su chico sonriente y bromista la hubiera atrapado. Sonrió muy tenue, solo para ella y permitió que el blondo la cargara en su espalda—¿P-Por qué saliste corriendo así? Me asustaste—

—Solo quería correr nena—se alzó de hombros sintiendo alivio cuando su piel dejó de arder en llamas y los susurro feroces dejaban de atormentarlo —¿Por qué me seguiste? Pudiste perderte sin encontrarme y poner tu vida en riesgo—la albina solo se oculto en el cuello masculino sin dejar de soltar aire caliente por su boca y se abrazo a él, después de lo que pasó en su habitación debía de saber que provocarlo no era buena idea.

Tan húmedo y tan cálido, sentía sus carnosos labios rosar su cuello, su caliente aliento era una honra contra su cuerpo. Deseaba sentirla besarlo y tocarlo hasta que se corriera de solo pequeños besos, si es que era posible caro.

O tal vez simplemente era porque tenía el torso desnudo en un lugar húmedo y eso lo volvía más sensible. Lo que sea, solo sabía que tal vez podría perder el control una vez más y esa simple idea le aterraba. No iba a negar que era delicioso, era un vino lujurioso que era servido en sus cuerpos y deseaba embriagarse de eso, pero esos arranques de pasión, el sabor de su boca, el olor de su cuello, su labio pintado de rojo por la sangre, su cuerpo...

Alejo la cabeza del cálido aliento de la dama, logrando que esta se confundiera por su acción brusca y frunciera el ceño al escucharlo gruñir. Su pareja debía estar de muy mal humor porque con lo grave que se escuchaban sus gruñidos parecía que era un animal salvaje a nada de comer a su presa.

*

Al menos una semana debió de pasar desde el acontecimiento y las cosas para meliodas habían mejorado...mas o menos. Lo bueno era que ahora tenía mayor resistencia física y duraba mucho tiempo mientras corría por el lugar, por el bosque o andaba en bicicleta de un lado a otro repartiendo el periódico. Esto solo había causado que su cuerpo antes casi en los huesos ganara musculo y forma, una espalda ancha que no dudaba en mostrar cuando tenía algún ataque y se quitaba la camisa para saltar encima de su novia.

Su figura solo había hecho que varias damisela se acercaran con alguna otra intensión, un toque sutil en el hombro, un acercamiento de sus voluptuosos senos, una insinuación o palabra sucia...solo para que el blondo las alejara como si tuvieran un olor despreciable, incluso parecía que fuera a soltarles una gran y poderosa mordida.

Era como la gloria, no sólo había conseguido un cuerpo que cualquiera envidiaria, sino que ver como la dulce albina también empezaba a cambiar de personalidad le deleitaba. Los celos cuando alguna mujer se acercaba para robarlo, su molestia cuando decidía asustarla o morderla, su cara cada que empezaba a tocarla de una forma que sabía nadie nunca la había tocado. Incluso, se sentía celoso cuando podía percibir un olor de otro hombre en ella, quería arrancarlo. Tener sexo con ella hasta que ese olor desapareciera y solo pudiera oler el suyo, que cad que pasara sintiera su propia presencia en el cuerpo de ella y hacerle todo lo que quería.

Sonaba exagerado, pero era lo que su mente no dejaba de pedirle, de arañar le, de arrastrarlo a una locura oscura y obligarlo a acorralarla cada que estaban solos. Frotarse, olfatear la humedad de sus pataletas, admirar el sonrojo de sus mejillas y el brillo que sus ojos desprendían. Una droga hecha por las diosas que podría consumir hasta morir de sobredosis.

Por su parte, elizabeth no la estaba pasando tan bien.

Si, era verdad que el reciente físico de su pareja lo había vuelto más sexy a sus ojos. Si, era cierto que amaba cuando llegaba a sostenerla de la cintura y empezaba a besar su cuello, pero seguía sin saber que le sucedía. Esos gruñidos, su resiente hábito de correr sin camisa por el bosque y regresar con algo de ramas en su cabello. Esa hambre voraz que le daba miedo y le excitada al mismo tiempo. Mierda, se sentía extraña. Como si no fuera ella misma, como su estuviera callendo lentamente en un agujero negro y ondo que la ahogaba entre más se introducía.

Sonaba como una metáfora desesperada, como la plegaria de una santa que rogaba de rodillas a los pies de una iglesia, que le rezaba a las diosas que protegerán al demonio que había robado su corazón y la alejaran de su oscuridad al mismo tiempo. Era una alegoría de miedo en el que cada gruñido animal se clavaba en su alma para no desaparecer.

—¡Kyaaaa! —

—¡P-Perdón! —jadeo cuando calló al suelo de sentón y se sobaba su columna—¡Perdón, perdón, perdón! —hasta ese momento elizabeth pudo mirar a la persona con la que había chocado. Era un chico que pequeño tamaño, de cabellos castaños y ojos igual de brillantes que el sonrojo en sus mejillas. Estaba demasiado avergonzado por haberla hecho tropezar a la dama que no tuvo que recoger sus cosas, el chico lo había hecho por ella—¡Perdón señorita! —

—D-Descuida—rió nerviosa—Solo deja de gritar—el sonrojo en las mejillas del joven aumento aún más al darse cuenta de que había estado gritando y todos lo veían como el bicho raro que era. Agachó la cabeza con pena, tembló de pies a cabeza mordiendo su labio, y cuando había abierto la boca para pedir disculpas en un susurro, elizabeth se había agachado para recoger el libro que había tirado por no fijarse—Soy elizabeth—

—K-King—aceptó el libro una leve sonrisa y le extendió una mano amablemente. La de cabellos albinos sólo sonrió con ternura, estrecho la mano del susodicho dándole un apretón amigable, pero antes de poder preguntarle la razón de su prisa, fueron separados con brusquedad y un calor la envolvió de inmediato.

—Sueltala—murmuró una voz que conocía perfectamente y miraba fulminante a el castaño que le devolvía la mirada—Largate y deja de mirarla —

—No seas tóxico, solo la saludaba—

—Ella es mía—gruño fuertemente y abrió levemente la boca en un acto salvaje. Tal vez king le habría dicho más cosas, le habría mencionado que una relación tóxica llegaba a su fin pronto, tal vez le habría dicho que su inseguridad no era culpa de ella o incluso le habría dado un empujón violento. De no ser porque esos ojos verdes divididos por una pupila en forma de línea fina lo hizo estremecer.

Cabello amarillo, colmillos que empezaban a alargarse, hambre por devorar a su presa, sed de sangre, las garras que salían de su mano y el calor corporal. Abrió sus ojos como platos mientras retrocedía asustado y sus manos empezaban a temblar.

Tenía la esperanza de que se muriera, que la diosa de la luna lo reclamará como un alma que no había sobrevivido a la transformación destinada, pero no, decidió castigarlo con ver su creación. Parpadeo un par de veces mientras se hacía a un lado. Ellos eran una maldición, una que se expandía muy rápido.

—E-Eh adiós...g-gusto en conocerte elizabeth—y se fue. La albina quedó realmente desconcertada y preocupada por su nuevo amigo, se había marcado de ahí con las orejas rojas y su libro de hombres lobo a medio doblar, sus pies se movían rápido mientras parecía asustado y volteaba hacia atrás esperando no encontrarse con la mirada penetrante de el de ojos verdes. Apenas se haya ron solos fue que elizabeth se permitió explotar tras varios días de no soportar su estúpida actitud. Se volteo molesta, lo empujó para alejarlo de ella y tembló cuando esa mirada fulminante pasó a ella.

—¡¿Qué mierda te sucede?! —

—¿A mi? —

—¡Si, a ti! ¡Así no eras tú meliodas! —le reclamo pero su pareja solo rodó los ojos fastidiado y se cruzó de brazos, esa acción bastó para que la albina se sintiera indignada y apretar los puños de la ira—¡Idiota! ¡Tú nunca eres celoso, nunca hacías estas escénicas de celos ni me avergonzabas así! —

—Eres mía, no tiene porque tener el olor de nadie mas que yo—

—¿Olor? Meliodas ese accidente te esta volviendo loco, que estuvieras cerca de la muerte no es razón para que actúes como un completo idiota—el de ojos negros, ya algo harto de su estúpido parloteo solo la tomó del brazo, con tanta fuerza que la ira que elizabeth sentía se transformó en miedo en uns segundo y empezó a arrastrarlo hasta afuera de la institución siendo mirados por los que estaban cerca, quizá la pareja que todos creían que eran ya no era real, quizá nunca lo fue y sólo aparentaba, quizá sólo estaban teniendo un mal día por la enorme cantidad de trabajos que tenían.

Fuera lo que fuera decidieron apartar la mirada y empezar a murmurar al respecto.

—¡S-Sueltame! Me lastimas—jadeo con dolor siendo llevada casi a rastras hacia el bosque. Ahora si tenía mucho miedo, no sólo porque empezaban dejar el lugar atrás, sino también porque meliodas no dejaba de apretar su brazo y la llevaba de la forma más brusca posible. Cuando al fin los árboles los cubrieron la arrojo sin nada de delicadeza hacia el tronco de un árbol y la acorralo ahí—¿Q-Qué haces? —

—Deja de decir idioteces y mejor cierra la boca. Estoy normal no entiendo de que tanto hablas—

—Estas diferente, actúas diferente. Empiezas a tratarme como...como...—se mordió el labio con fuerza y los ojos cristalinos ante esos ojos una línea, unos colmillo, su cuerpo caliente. ¿Qué le pasaba? Sabía que después de eso tenía que que darle muchas explicaciones e incluso tal vez se dieran un tiempo pero por ahora se sentía asustada.

—¿Cómo quien? —la retó

—Cómo estarossa—susurro. Contrario a lo que esperaba, el de menor estatura empezó a reírse a carcajadas y alzó una mano hasta acariciar suavemente su mejilla, era un tacto dulce, una caricia que le hacía saber que el verdadero meliodas seguía adentro de esa bestia, pero que le pedía a gritos que lo ayudara a salir. Era una caricia de súplica que parecía no tener fin.

—Ese imbecil, no me hagas reír. Ese idiota y yo no tenemos nada en común—

—Puede que ahora si, estas empezando a ser celoso, estas empezando a tener esa estúpida actitud prepotente...—

—¡Callate!—su grito la hizo aferrarse a la madera del árbol—De sólo pensar en él me vuelvo loco, aún tienes su asqueroso olor dentro de ti, casi como si aun tuvieras su semen dentro de ti—

—¡Meliodas!—exclamo sorprendida por sus palabras y por las lágrimas que se resbalaban de su rostro. Ahora podía saberlo de verdad, era como si estuviera dividido en dos, esa bestia que sólo le gritaba y la asustaba y el dulce meliodas que le pedía llorando que lo matase se ser necesario, que le diera un golpe y lo hiciera reaccionar, que lo salvará de esa cárcel personal

—¿Acaso eso hacías cuando te ocultabas? ¿Te seguías acostando con ese idiota? ¿Por eso te mostrabas tan sumisa?—

—N-No yo creí que...—

—¿Qué me gusta que seas sumisa?, a ese imbecil le gustaba que fueras sumisa. Te digo nena—detuvo sus caricias y apretó su cintura con brusquedad sacándole un jadeo de dolor y placer, más lo segundo que lo primero—Amo que seas salvaje, que me retes, que me golpees, que hagas cualquier cosas para hacerme entender que soy tuyo—se estaba calmando, lo estaba logrando, quizá seducirlo como lo estaba haciendo era suficiente como para calmarlo, para que su meliodas volviera, tenía miedo, miedo de que esa nueva personalidad suya se quedara para siempre. Antes de que pudiera comprobar su teoría, un fuerte rugido salió de la boca, se separó de su cuerpo, se jaló sus cabellos rubios con desesperación y clavo esa misma mirada feroz en ella—Ahora se porque me evitabas, porque no te gusta que te toque. ¡Todo por qué sigues acostándote con ese imbecil!—

—¡Mel para te haces daño!— y no mentía, sus uñas se clavaban en su piel por lo apretados que tenía sus puños, la sangre roja salía como un manantial de mal augurio, su piel blanca se tiñó de color escarlata y la marca de sus propias uñas se hexágono en su piel revelando las heridas, antes de que ella pudiera acercarse para ayudarlo. Sucedió lo inevitable

Fue un grito fuerte de un ángel de la muerte, el canto celestial que lucifer cantó antes de ser desterrado, la maldición de las diosas que solo querían el mal en el hombre. Cayó al suelo entre gruñidos animales mientras su transformación quedaba ante los ojos de la mujer que amaba, sus uñas se alargaron y cambiaron de color, sus huesos se rompieron y volvieron a armar pero esta vez no sentía dolor, solo enojo, su cabello lo cubrió hasta convertirse en un pelaje suave y brillante como si fuera oro pero aunque eso era algo asombroso, Elizabeth solo sentía miedo. Miedo de la bestia en la que se había convertido el amor de su vida, miedo de esos ojos verdes furiosos y la saliva que salía de su hocico resbalándose por la comisura. El gruñido gutural como si los mismos demonios estuvieran detrás de él, los grandes y blancos colmillos peligrosos que pedían enterrarse en su piel definitivamente

Sin embargo no fue así. Ella esperó su final, sus piernas le fallaron hasta caer al suelo a unos pocos metros de la bestia, sintió su aliento caliente gruñir cerca de su rostro y su saliva callando por sus muslos. Pero lo único que hizo fue rugir, rugir fuerte y alto como si quisiera romper sus tímpanos, demostrando la furia que tenía contenida y aclarando que eso no era una mala broma. Su cara quedó reflejada en los verdes ojos del animal, podía verla, el miedo, la desesperación, la muerte detrás de ella mientras fumaba un cigarrillo y se burlaba de los amantes maldecidos.

Se alejo rápido de ella, le dedico un último gruñido y tras ver hacia el amplio bosque se soltó a correr, libre, como el animal que era ahora, dejando huella de sus patas en el lodo húmedo y permitiendo que el olor a pino inundar a su nariz, sus orejas se bajaron tras volver a la realidad de todo lo que había pasado, chillo un poco bajando la velocidad de sus pisadas atarantadas y sin poder evitar lo que su instinto le indicaba aullo, fuerte, como un alarido de un pobre diablo que buscaba redención, permitiendo que su albina escuchara su súplica disfrazada y mirara como empezaba a perderse entre los árboles con las orejas hacia abajo y las patas sin dejar de moverse.

Aullo una vez más, está vez como si estuviera gritando sin saber la razón pero se sentía culpable. Culpable por lo que había pasado, con miedo por ser esa extraña bestia, con el temor de ella lo dejara al descubrir algo que no sabía que era

Detuvo su andar cuando un pequeño lago se postró ante sus cuatro patas y le gruño a su propio reflejo al verse, hocico alargado, grandes colmillos, garras que matan y un pelaje suave. Cualquiera que lo viera a la luz de la luna lo vería como la creatura más bella de todo el mundo, pero él sabía que no era así. Era un asesino, algo que asusta y aleja a los que ama.

La revelación de eso fue tan dolorosa que sin poder evitarlo empezó a disminuir de tamaño, su cabello volvió a la normalidad, su cuerpo se hizo pequeño, sus recién conseguidos músculos se tensaron, su piel desnuda quedó expuesta ante el ambiente natural que lo rodeaba pero su mirada esmeralda seguía siendo la misma. Incluso aunque era humano otra vez y su reflejo lo dejaba ver a él, seguía viendo en sus ojos a esa bestia que se burlaba internamente por su desdicha

*
Ta juerte el asunto U_U

Yo se que estuvo aburrido y lo lamento, pero se pondrán las cosas cómicas y calientes en lo que se viene. Tengan paciencia QwQ. Yo avise que habría palabras groseras y lenguaje vulgar, así que yo avise XD

Ahora si señores empezamos con lo...¿Lindo,caliente? No se ni cómo decirlo XD

El punto es que empezaremos ahora si con el lemon en el próximo capitulo 7w7

Pero bueno de eso no hablamos

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Qué creen que pensara ellie? ¿Qué hará? Bueno eso solo lo sé yo ewe

Sin más espero les haya gustado, disculpen faltas de ortografía y nos veremos en otro capítulo *w*

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