15 | Acuarelita
Antes de que Jungkook pudiera reaccionar, Jimin ya estaba arrastrándolo al interior del auto y poniéndolo en marcha para correr a su casa sin respiro.
—Iba a manejar yo, Jimin.
—La próxima vez manejas tú.
Puso primera y arrancó
—Acércate a mí, Kook, bésame el cuello.
De su boca salió un jadeo profundo cuando sintió la lengua de Jungkook dibujar su mandíbula y descender hasta mordisquear su cuello sin dejar de nombrarlo. No importaban las marcas tras la succión, Jimin quería más.
Cada semáforo en rojo les daba luz verde a devorarse.
Jungkook deslizó su mano tatuada y desabrochó con admirable habilidad los botones del pantalón del rubio y friccionó contra su palma la rigidez de su sexo.
—Detente o seré un desastre aquí mismo...
Entendió y retiró su inquieta mano de la entrepierna y la llevó al lóbulo de la oreja de Jimin para jugar con la saliva que él mismo había plantado.
La espera valió la pena. En cuanto llegaron, Jimin fue quitando sus prendas una a una dejándolas caer hasta dejar un rastro de trapos desde la puerta de entrada hasta los enormes sillones de la sala de estar.
Jungkook disfrutaba del striptease improvisado conteniendo sus manos que picaban por atraerlo hacia sí y manosear su cuerpo de fuego. Quería arder, quemarse, frotar sus carnes contra las del chico y romperse en mil pedazos dentro de él.
Se miraban a los ojos y aunque las sacudidas de sus cuerpos fueran salvajes ellos no apartaban miradas. Jungkook abandonaba el contacto visual solamente para contemplar con avidez sus carnes envueltas en las carnes de su delicioso chico rubio y por todos los infiernos... era demasiado para su pobre corazón.
Tres rondas no parecieron suficientes, y para la cuarta ambos apenas se movían. De las frenéticas colisiones anteriores, pasaron a saborearse dulce y suave. Todo se trataba de un mecimiento en cucharita, placentero y exquisito.
—Jimin, esto es... —Le hablaba al cuello mientras mordía y jadeaba, no completaba ni una sola de las frases que empezaba, se sentía al borde de no soportar tanto placer, quería acunarlo con suavidad pero a la vez, la fiebre por hacerlo suyo le enardecía cada fibra de su cuerpo, si hubiera tenido colmillos le hubiera rasgado piel y músculos de la garganta.
Sus cuerpos encajaban a la perfección, sus tiempos también. Estallaron juntos y el quejido de ambos reverberó como un aullido ronco y gutural.
—Jungkook... te quiero.
No obtuvo respuesta pero Jimin no la necesitaba, estaba seguro que lo que acababan de sentir iba más allá de un simple encontronazo sexual.
Al menos él, se había entregado en cuerpo y alma y disfrutado de su compañero de cama como nunca, nunca, nunca antes.
Y se sintió feliz por sí mismo. Sintió la plenitud de haber tomado el camino correcto cuando puso las cosas en claro con JK y le pidió una segunda oportunidad. Todos estos pensamientos no lo dejaban conciliar el sueño al lado de su amante, que para esa altura y después del cuarto round, había caído knockout.
No pasó mucho tiempo pero cuando por fin Jimin empezaba a entrar en el bucle somnoliento, Jungkook despertó de golpe y se irguió cual cuerda tensa sobre el sillón.
—Ey, Kook ¿Qué pasó?
—Jimin ¿Qué hora es? me desmayé...
—Sí, perdiste el conocimiento después de la última ronda —Sonrió pero la oscuridad atrapó ese tierno gesto y la acaparó para sí misma.
—Ohh, perdón, n-no me di cuenta.
—Está bien, es normal.
—Espero no haber dicho cosas idiotas antes de entrar en coma.
—Jaja, no lo hiciste, yo sí dije cosas, pero creo que no me escuchaste.
Claro que lo había escuchado, pero deliberadamente eligió no responder, no fue capaz de decir nada ni en ese momento ni en este. Y si Jimin no se había sentido mal antes, ahora frente al silencio atronador, sintió incomodidad y su corazón suspiró triste.
JK se levantó casi a los tumbos buscando su ropa.
—Es tarde ¿No te quedarás?
—No, no.
—¿Pasa algo?
—No —contestó fríamente.
—Jungkook, mírame, ¿Qué te pasa? hace menos de una hora estabas devorándome y ahora ni siquiera puedes mirarme a los ojos. Explicame porque no entiendo una mierda.
Jk dejó lo que hacía y volvió a mirarlo.
Jimin formó un puchero con sus labios carnosos, los mismos que él había mordido hasta saciarse, minutos atrás. Demasiada ternura para no conmoverse.
—Jimin, fue hermoso lo que hicimos, nunca me he sentido así con nadie, y creo que lo que estoy haciendo ahora mismo, es huir como un maldito cobarde. Yo aún, no puedo decirte te quiero, ni dar más que esto.
—Entonces... tú sí escuchaste lo que te dije.
—Si, sí te escuché y fue hermoso. Pero no estoy listo para–– ––
No lo dejó completar la frase. Puso su mano sobre la boca del tatuado.
—Quizás nunca lo estés, Jungkook, quizás esto es solo de mi parte y de ser así, lo aceptaré porque son las reglas de todo juego. Fui yo el que quiso una segunda oportunidad, tú ni siquiera querías venir a casa esta noche —Hizo una pausa que se sintió incómoda— debimos haber hecho caso a esa primera reacción tuya.
—No, no, Jimin, no es así. Yo acabo de tener el encuentro más hermoso de toda mi puta vida, pero necesito tomar las cosas con calma, no quiero romperme...
—Entiendo, yo tampoco.
—¿Puedes dejar de hacer ese puchero con tu boquita?
Se acercó y tocó sus labios.
—¿Puedes darme un beso?
Hizo no con su cabeza rubia.
—Vamos nene, no me hagas sufrir.
Jimin acercó su boca y le dio un piquito.
—Pareces un pichón enojado, no estés enojado, Minnie.
Minnie
—No estoy enojado, muy lejos de eso, yo solo estoy "acuarelado".
—¿Aa--acua-relado? ¿Qué es eso?
—Desconoces tantas cosas de mí. Te dije que amo el blanco, ¿Verdad? Algún día comprenderás porqué todo lo que me rodea lo es. Sin embargo yo veo las cosas de colores, yo mismo suelos ser de muchos colores, llamativos, estridentes.
—Sí, eres de colores, Jimin
—Bueno, ahora mismo no soy de colores, no estoy enojado, Jungkook, en realidad me siento como... Como una acuarelita. Aguada, descolorida...
—No, mi nene hermoso —Lo atrajo a su pecho y besó su mollera —es mi culpa. No te sientas así. Perdón, no quise opacar tu brillo.
—No te preocupes, Kook, está todo bien.
Él sabía que no sería fácil, habían pasado por muchas cosas y pretender que todo se borre de un plumerazo era bastante infantil.
—Necesito descansar, tú igual. Llévate mi auto.
—No, no.
—Llévalo, Jungkook, no te irás en taxi a esta hora.
—¿Pero cómo irás mañana al estudio?
—Tú vendrás por mí, te esperaré con café y pan recién horneado.
—¡Trato hecho!
Terminó de vestirse, tomó las llaves de su auto, lo abrazó y lo besó con ternura.
—Hasta mañana, Jungkook.
—Hasta mañana, acuarelita.
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