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El sonido suave del repiqueteo de algo metálico, contra la ventanilla de su cristal, la hizo salir de su rompecabezas., soltando un profundo suspiro mientras accionaba que bajara ésta.
- ¿No sabes cómo arrancar el coche? –Soltó con pulla-. Mira que quién tiene el golpe en la cabeza soy yo.
-Idiota –Sonrió alzando de forma suave sus comisuras.
- ¿Qué te ocurre? –Empleó un tono cariñoso-. Te hacía ya, lejos de aquí –Comentó algo risueño, viendo como ella asentía levemente con su cabeza.
- ¿Seré mala amiga si no acudo? –Se giró a mirarlo con suma preocupación.
-Depende...
- ¡Arg! –Gruñó sin dejarle acabar-. No ayudas Jordi.
-Pero si es que no me dejas ni hablar –Se rio por un momento, para introducir una mano al interior y acariciar su mejilla-. ¿Qué te frena?
-Pues que ahora mismo, no sé si mi intervención es adecuada –Soltó un profundo suspiro-. Yola es...
-Le has cogido mucho cariño –Señaló con tono cálido.
-Sí –Sonrió-. Es una chica maravillosa, muy adulta para su edad, salvo en lo sentimental... -Chascó la lengua-. Ahí está muy perdida.
-Mi hermano no va hacerle daño alguno.
-Ya se lo hizo –Bajó la mirada-. No fue queriendo, siempre en parte ha sido mirando por ella, pero es por eso... -Calló un segundo-. A Yola, le falta cierta picardía aún en la seducción... Hay veces que no comprende las indirectas de tú hermano. Me siento dividida –Rebufó-. Por un lado, yo los junté en el mismo instituto a escondidas de los dos –Se sonrojó levemente ante su confesión.
-Mira tú por donde, voy comprendiendo las quejas de Eric, hacia tú persona –Rio éste.
- ¡Oh venga ya! –Protestó ella, volteando la mirada-. No sois santos, algunas os habéis merecido.
-Algún día cielo –Le guiñó el ojo, mientras soltaba su amenaza-. Me cobraré lo mal que me lo hiciste pasar en París.
Ella, solo supo soltar una divertida carcajada.
- ¿Entonces, vamos a casa de mi hermano? –Inquirió con una sonrisa torcida, consiguiendo que ella alzara una ceja con duda-. No me mires así –Se alzó de hombros-. Me gusta la chica, pero más me gusta, poder chinchar a mi hermano –Alzó el dedo índice en tono de amenaza-. Pero que quede en secreto –Le guiñó un ojo.
-Hecho –Le devolvió el gesto, antes de indicarle que subiera al vehículo y arrancara al fin el motor.
Llave echada y bloqueada la puerta.
¿Llegaría a venir Elisabeth, para proteger a la chica? Apostaba que sí, afirmó en su mente con una sonrisa en los labios. Lo positivo para él, que no podía entrar a la vivienda y, además, tenía nuevamente en su poder el móvil de Yola. Ahora, faltaba ver qué hacía mamá gallina.
Con pasos sigilosos por ir descalzo, que se acercó a su despacho, para detenerse un momento a observar su demonio rojo, sin que ella se percatara.
Casi estaba por acabar el examen, por la altura que iba escribiendo en la hoja. Solo esperaba que estuviera concentrada.
Sin darse cuenta, soltó un suspiro alto que fue captado por ella, en el silencio de aquel despacho, que hizo que girara su rostro hacia él, para al segundo mirarlo con los ojos en línea.
- ¿Ya terminó la llamada? –Preguntó escudriñando dónde tenía el aparato.
-Sí –Sonrió con una mueca-. Pero estás en un examen, nada de teléfonos.
-Ya lo sé –Volteó sus ojos pesarosa-. Pero podrías devolvérmelo, no voy a utilizarlo.
-Prefiero asegurarme de que no haya ninguna distracción –Picó, yendo hacia ella para ponerse tras su espalda, dejando caer su cuerpo sobre el de ella, mientras apoyaba un brazo en el escritorio y el otro, sobre el respaldo de la silla.
- ¡No estás demasiado cerca! –Masculló Yola, inclinando aún más su propio cuerpo hacia delante, logrando hacer reír a Eric.
-Pero que tonterías dices, solo estoy observando tú trabajo –Mintió descaradamente.
- ¡Pues toma! - ¿Cómo? Ni ella misma sabría decirlo, pero logró retorcer su cuerpo oprimido contra la mesa, para agarrar el folio y poder estamparlo en toda la cara al chico-. Solo falta responder la última –Habló con falta de aire por tener sus pulsaciones al límite.
-Te recuerdo que en éstos momentos soy tú tutor-profesor –Trató de emplear tono serio, mientras alisaba la arrugada hoja-. Y no tú vecino, ni jefe...
-Vaya disculpe –Juntó sus palmas e hizo toda una reverencia-. Es que, al venirme por la espalda, creí que era el pervertido de mi vecino.
- ¿Pervertido? –Alzó sus cejas-. Espero que nunca se te escape nada de esto en el instituto –Sonrió con un mohín-. Te quedan cinco minutos.
-Idiota –Siseó quitándole el examen y sentándose nuevamente de forma correcta.
- ¿Dijiste algo? –Se burló.
-Silencio –Gruñó, agarrando el lápiz y empezando a resolver el problema.
Se cruzó de brazos, mientras se quedaba de pie tras ella en silencio, observando como la chica se concentraba en resolver el problema.
Era el mejor sitio, para evitar que saliera huyendo en cuanto dejara el lápiz de nuevo quieto.
- ¡Ale! –Exclamó con ojos extasiados, mientras se ponía en pie, expulsando el aire contenido en sus pulmones de forma aliviada.
- ¿Terminaste? –Avanzó ésos dos pasos de distancia-. Perfecto, vuelve a sentarte que lo corregimos.
- ¡Qué! –Protestó de forma automática-. ¿Por qué? –Frunció el ceño.
-Porque lo digo yo –Se lazó de hombros con tono serio.
-Pero no lo hiciste con los demás –Volvió a protestar.
- ¿Me tienes miedo Yola? –Preguntó de sopetón, con la mirada directa en ella.
-No –Gruñó de malas por el enfado de verse allí obligada.
-Pues deberías –Le dijo con un tono, que hizo que ella, diera un pequeño respingo.
- ¿Cómo? –Pudo pronunciar, prestando mucha más atención al cuerpo del chico, por si hacia algún movimiento.
Eric, frunció un momento el ceño, mientras meditaba.
-Alguna vez, te detienes analizar lo que te dicen o hacen en la vida –Soltó de repente, sorprendiendo a la chica por aquellas palabras.
-Todo el mundo lo hace –Respondió alzando sus hombros, sin querer implicarse, no quería hacer nada por temor a no estar preparada a lo desconocido.
-El universo entero –Sonrió con la comisura de sus labios-. Pero a veces, una de entre tantas personas te encuentra... - ¿Y ahora, porqué su corazón decidía acelerarse? Pensó tensando un poco su espalda, a la vez, que sus brazos caían de forma rígida a cada costado de su cuerpo, mientras él hablaba-. Algunas de ellas no hacen nada y otras, sim embargo, lo hacen todo.
-No comprendo, qué, quieres decirme –Se atrevió a hablar, a pesar de que le costaba pasar la saliva por su garganta, para que sus palabras fueran fluidas.
-Sí que lo sabes –expresó con tono comprensivo-, es solo, que aún no utilizas ésa parte de ti –alzó, la mano que tenía libre del examen, para apoyarla en su hombro-. Puede que por tú edad o por miedo –Punteó, cambiando su tono de voz a uno más ronco e íntimo-. Yo, apuesto a que es por miedo –Indicó, a la vez que hacía presión sobre ése hombro para acercarla a él.
Ahora, solo existía apenas unos centímetros entre ellos.
-Oh –Jadeó, casi en un susurro ella, al verse movida de aquella manera. Sin atreverse alzar su cuello y sus ojos fijos, en el pecho de él. Sus labios entre abiertos, mientras su bello se erizaba, a razón de que su sistema nervioso empezaba a dar muestras de alterarse, cuando él, se inclinó y se acercó a susurrarle a la altura de su cuello.
- ¿Qué opinas Yola? –Preguntó en un susurro, sacando su mano del pequeño hombro, en un arrastre suave hacia arriba, hacia su terso cuello.
- ¿Qué le entró algo en el ojo? –Inquirió una vez femenina, sorprendiendo a los dos, y causando diferentes reacciones en ellos.
Había estado tan concentrado en Yola, que no había reparado en ruido alguno, ni en cerrar la maldita puerta corrediza de su terraza, como posible vía de entrada a su piso. Se olvidaba, que su futura cuñada, no tenía vergüenza alguna en molestar a quién tuviera que molestar, para conseguir su objetivo.
Había sido gran fallo.
Lástima, ya que por fin, había decidido avanzar en el despertar de su pequeño demonio rojo.
- ¡Elisabeth! –Exclamó aliviada Yola, corriendo a su encuentro.
- ¿Qué tal fue? –Preguntó un Jordi, sonriente apoyado en el marco de la puerta, mirando fijamente a su hermano con enorme sonrisa.
-Tú prometida, te debe más putadas que yo –Soltó con cierto fastidio y sonrisa torcida.
-No tengo un orden estipulado en cobrármelas –Rio también, con un leve guiño de ojos.
-Lástima –Chascó la lengua Eric, mirando divertido a su futura cuñada, quien se hacía la despistada, por su aparición allí.
- ¿Se acabó el examen? –Preguntó ella.
-Iba a corregirlo –Respondió él, encogiéndose de hombros.
- ¿De pie? –Alzó una ceja divertida Elisabeth.
-Algún día Elisabeth, algún día... -Prometió un Eric entre dientes pero con tono risueño.
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