42


Para dos princesas y demás chicas, por tan tortuosa espera. Mil y un besos desde mi corazón.


- ¿Estás bien Yola? –Frunció el ceño Carlota, al ver que su amiga se hallaba algo agitada desde hacía un rato, pero había ido en aumento desde que su móvil pitaba por la entrada de mensajes.

-Sí claro –Frunció el ceño, para al momento gruñir cuando su móvil volvía a pitar.

"Mientes como el culo"

-Supongo que aún algo nerviosa por todo lo ocurrido de hoy –Se encogió de hombros.

-Es verdad –Intervino aquella vez Cesc-. Hoy acabaste en enfermería algo indispuesta. ¿Vuelves a encontrarte mal?

-Calla, mejor no me recuerdes ése episodio -Volvió a gruñir-. Todo fue un mal entendido –Se cruzó de brazos, mientras le hacía un gesto negativo a su amiga, quién se estaba poniendo colorada de reprimir la risa.

-Mensaje captado –Sonrió el joven-. Oye Carlota, vamos a tener que bajar a la librería a comprar un lápiz USB, sino me resultará imposible hacer el cambio que quieres.

Y el móvil de Yola, volvió a pitar.

"Mira tú por donde..."

-Tengo uno –Se ofreció Yola agitada, girándose a su escritorio, ofreciéndole al chico el pequeño objeto.

-Es pequeño de memoria, pero tranquila, de todos modos me hace falta también uno más grande –Se alzó de hombros-. ¿Me dejáis ir antes al baño?

-Claro –Le sonrió Yola-, es la puerta del fondo del pasillo.

Justo que el chuico salía por el marco de la puerta, que Carlota brincaba de la cama para asediarla.

- ¡Escupe! – Le apoyó sus manos en sus hombros-. ¿Quién te envía tanto mensaje, para que estés tan rarita?

Bip, bip... Volvió a pitar su móvil.

"hola, soy el monstruo de tú armario"

Leía Yola, mientras su rostro se tornaba rojo como un tomate, al tiempo que Carlota, fruncía el ceño tras leer también y dirigía, su mirada al ropero de ella.

Bip, bip...

"¿Es a las diez, cuando salen por la noche o a las doce, para comerse a los niños?

Debería haber previsto aquello. Carlota, era Carlota... En un momento, había atado cabos de los mensajes de su móvil. Para acercarse a su armario ropero y abrir sus puertas con gran ímpetu.

Y sí, le parecía que era la primera vez que su amiga se quedaba muda por la sorpresa.

-Hola que tal –Saludó Eric sonriente, sentado con las piernas encogidas.

- ¿Eric? –Preguntó un confuso Cesc, entrando justamente en aquel momento en el dormitorio, causando que las dos jóvenes lo miraran con algo de temor, mientras que el encerrado aprovechaba para salir de su cárcel.

-Ése soy yo –Hablaba con una sonrisa, mientras se acicalaba la ropa y estiraba las piernas un poco-. Aquí mi vecina, que le daba vergüenza decir que vivo al lado.

-Vaya... -Frnució Cesc el ceño, observando por un momento el sonrojo violento de la joven-. Tuvo que ser toda una sorpresa –Le guiñó un ojo de forma confabuladora a ella-. ¿Pero entonces hay algo más? –Preguntó de sopetón, consiguiendo que Yola hirviera del todo por la vergüenza.

- ¡Qué! –Graznó de forma histérica, mientras veía como ellos dos, se miraban a los ojos-. ¡No!

Fue cuando Cesc, volvió a mirarla a ella con una sonrisa.

-Perdona Yola, pero es lo que deduje al verlo aquí dentro –Se encogió de hombros-. Y contando con lo que llevas en el cuello –Marcó alzando una de sus manos hacia la marca, viendo por el rabillo del ojo como Eric, sonreía con las comisuras de sus labios.

Pero ante la explosión inminente de Yola, fue Eric, quien avanzó hacia ella, pasando un brazo alrededor de sus hombros causando que la chica diera un pequeño respingo en el lugar.

-Es que su madre, me dejó a cargo de ella, para cuando no está en casa o va a llegar tarde –Inventó Eric, intentando salvar a la chica de la situación que se podía crear, si su alumno Cesc, se iba de la lengua-. Por así decirlo –Se rio-. Soy su canguro.

- ¡No necesito un maldito canguro! –Gruñó revolviéndose para quitarse sus brazos de encima suyo-. Y lo sabes muy bien –Achicó su mirada.

-Mira que resultáis sensibles a ésta edad la juventud de hoy en día –Concluyó con un gesto negativo de cabeza y una sonrisa en sus comisuras.

- ¿No íbamos abajo a buscar el pendrive? –Intervino Carlota, viendo que el asunto necesitaba distracción de forma inmediata.

- ¿Vas con Cesc? –Preguntó con dificultad de tragar.

-Sí –Sonrió mirando a Eric-. Necesito estirar un poco las piernas y de paso, mirar si necesito algo de la tienda –Expuso sin credibilidad alguna, no queriendo prestar atención, al apuro que se le veía a su amiga en la cara.

Pum.

Resonó bien fuerte la puerta principal de su casa al cerrarse, tras la salida de sus amigos, logrando que también sonara bien fuerte el pulso de su cuello.

Ahora ya estaban solos. Y no, no, quería girarse para encararlo.

-Solo quiero recalcar –comenzó hablar con tono risueño-, que tú sola, te creas las situaciones más inverosímiles que...

¡Ahora sí que se giraba! Pensó completamente ofuscada por aquella acusación tan injusta.

- ¡Ni hablar! –Exclamó encarando al joven con sus ojos achicados y el ceño fruncido, por el enorme enfado que llevaba. Allí, ya no estaba la Yola cohibida de hacía unos segundos-. Tú y solo tú –Señaló con un gruñido, golpeando en el pecho al chico con su dedo índice-. Eres el causante, de éstos sucesos tan irreales Marcó lo último, cruzando sus brazos sobre su pecho y resoplando como un caballo.

-Creo que lo miras desde el punto equivocado –Habló con el mismo tono, pero con una sonrisa divertida, sin apartar la mirada del rostro de ella.

- ¡Qué punto ni que leches! –Soltó alucinada y comenzando a mostrar un tono sonrojado en su piel, pero aquella vez por culpa del enfado que acarreaba-. ¡Para qué diantres entras en mi dormitorio sin invitación! ¡No respetas mi intimidad!

-No haberte echo la graciosa en un examen de calificaciones –Alzó una ceja con cierta burla-. No respetas mi autoridad como profesor –Añadió lo último, con cierta suspicacia.

 - ¡Oh! –Soltó escandalizada, llevando por un momento sus manos a sus mejillas-. Si tan solo actuaras como uno de verdad.

-Si esa es tú petición, no hay problema –Se alzó de hombros, antes de darse media vuelta-. Mañana compartes tu cero con tus compañeros.

- ¡Arg! –Gruñó con desesperación.

- ¿No estas conforme? –Detuvo sus pasos, para volver a mirarla.

-Juegas sucio –Protestó con irritación.

-Gracias –Sonrió encogiéndose de hombros-, tus bromitas, tampoco se han quedado cortas.

- ¿Mis bromitas? –Soltó con sarcasmo, mientras alzaba una ceja de forma inquisitiva.

-Veamos –Alzó un dedo -, la peluca falsa con Elisabeth, el avisar a Elisabeth... -Soltó una carcajada sorprendiendo a la joven-. Creo, que deberías apartarte de la influencia de ésa loca.

-Pues es tú cuñada –sonrió de forma perversa-, y una de mis mejores amigas.

-A veces, me arrepiento de haberte metido a trabajar allí –Sonrió con las comisuras de sus labios-. Creo que todo hubiera ido más lento.

- ¿Cómo? –Frunció el ceño extrañada, porque una vez más, Eric, volvía a lanzar una de sus frases raras.

-Tienes hasta las diez, para aparecer por mi casa –Cambió de repente, caminando hacia el balcón-. Sino, todos verán tu cero y... -hizo un guiño divertido-. Tú arte en el dibujo.





Dejaba de lado el ordenador, al alzar un momento su mirada y comprobar que sólo faltaban veinte minutos para que dieran las diez de la noche.

Estaba completamente seguro, de que su pequeño demonio rojo, acudiría a la cita. Dado que, si no lo hacía, aquello sería una mancha negra en su expediente académico, que por el momento aún no había tenido.

Lo único que estaba sopesando, era sobre cómo debía actuar con ella en aquel momento. Era más que obvio, que debía ser profesional, sabiendo que la joven no se distraería y realizaría el examen en un santiamén, alejándose de su piso como si hubiese la peste.

Pero, si intercalaba un poco de la profesionalidad con la amistad, tal vez se alargaría un poco más sui estancia allí, consiguiendo obtener con ello un rato agradable con la chica.

Sabía que con todo lo acaecido, de descubrir que era su tutor, su carácter ante la pelea por los sentimientos que se estaban despertando y por la aparición de su hermano... La unión que había logrado el primer día de colegio se había esfumado un poco.

Y no era tonto, sabía que su alumno Cesc, sentía admiración por su pequeña, algo que podía hacer peligrar sus sentimientos.

La mirada del chico se lo había dicho. Sabía, que también debería ir con pies de plomo desde aquel momento, porque no quería recibir ninguna llamada del comité de profesores.

Desde luego, aquella joven le había puesto su vida patas arriba.

Volvió a mirar el reloj. Quince minutos... No se creía, que llegase antes de tiempo, de modo que decidió ir a cambiarse de ropa por algo más cómodo.



 Ya había cenado o más bien según había comentado su madre, había engullido la coliflor con judías, más rápida que el monstruo de las galletas... Aunque en verdad, si hubiese sido por ella, habría señalado que precisamente había engullido porque le tocaba ir a ver al monstruo de las galletas.

Sin embargo, solo se había encogido de hombros con algo de indiferencia, para indicarle que tenía hambre. Rechazando el quedarse mirando una película, para encerrase a leer en su dormitorio.

Y ahora, estaba allí sentada en el borde de su cama, mirando su balcón con ganas de morderse las uñas. No pensaba negar que estaba nerviosa. Era de idiotas, tratar de engañar a su subconsciente.

Al menos, Cesc al volver de la tienda, no la había atosigado a preguntas, simplemente la había compadecido por tener aquel canguro.

Mientras que Carlota, le había susurrado en el oído, que quería todo detallado, recordó volteando los ojos, cuando a los minutos de sentarse a cenar, le había hecho llegar también un mensaje, preguntando si ya se hallaba en casa de él... No le había respondido, porque aún no había sentido el impulso de levantarse de aquella cama y salir a su balcón.

El hecho de pensar, de estar a solas con él, en su casa. Era dar comienzo a un hormigueo por todo su cuerpo, que le erizaba el vello de éste, mientras a su mente venían las palabras de sus amigas, indicándole que ella tenía sentimientos por él.

Claro que sí, era confusión por cómo se comportaba con ella. Es decir, se habían besado dos veces ¿Por qué un chupetón en qué categoría se ponía?

¡Está bien! Renegó aspirando con profundidad y dejando caer su cuerpo en el lecho, cerrando los ojos y aceptando que no se decía toda la verdad, así misma.

 Porque dentro de aquella amistad que tenía con él, podía decirse que había situaciones elevadas a otro nivel.

 Su mirada, cuando había algo de peso. Sus brazos, cuando la han apoyado y sus frases raras...

Volvió aspirar con fuerza, antes de soltar un gruñido de fastidio, incorporándose de la cama para mirar la hora que marcaba su teléfono.

21:56 p.m.

No le quedaba más remedio que ser valiente. Debía acudir a su casa. No quería enfrentarse a la mirada de sus compañeros, y menos, de su madre si se enteraba de lo ocurrido por uno de sus impulsos.

Pero solo de pensar, de los dos solos en su casa, y de los últimos acercamientos que habían tenido, que su sistema nervioso se colapsaba.

¿Qué porqué se colapsaba?

Porque estaba empezando a tener sentimientos por su inútil vecino.

No había más secretos.

Podía decirse, que entraba en un nuevo ciclo de su vida. Los enredos de su corazón ante su racionalidad. Solo esperaba, no volverse una idiota que fuera suspirando a cada momento, que se topaba con el contaminante de su corazón.

¡Joder!

Pensó con gran fastidio, al saber que en cuanto se lo reconociera a Elisabeth y Carlota, se iban a descojonar de lo lindo.

- ¡Eso es! –Exclamó dando un brinco de la cama, mientras desbloqueaba su teléfono, viendo que eran las 22:00 p.m., cuando ponía un pie en su balcón y llamaba a su salvadora.



Se detenía en medio de su comedor, con la mirada clavada en la entrada de su balcón, cuando su reloj marcaba cinco minutos pasados de las diez de la noche.

¿Se demoraba o era cobarde?

Pero el sonido de su voz en la lejanía, le indicaba, que simplemente se demoraba. Y es entonces, cuando se cruzó de brazos con una sonrisa torcida en sus labios, allí en medio en espera de que llegara.

Y unos instantes después, así fue.

Su pelirroja, entraba aún con la misma ropa del día, pero hablando por su teléfono que sujetaba contra su oído izquierdo.

-Llegas justo, ya iba a cerrar mi balcón –Le indicó empleando tono profesional, causando que Yola, rebufara y dejara de lado la llamada.

-Solo han pasado cinco minutos, lo mismo que transcurre más o menos en el instituto. Y tú, nunca cierras ése balcón –Volteó los ojos al cielo-, todo lo contrario, a lo que voy a empezar hacer yo –Respondió con tono satisfecho y riendo, por algo que le habían dicho al otro lado de la línea.

-Vaya, vaya... -Rio divertido el chico, mientras la observaba-. Veo que ahora mismo, tengo ante mí presencia a mi pequeño demonio rojo, para nada a la creadora de situaciones inverosímiles.

 -Idiota –Susurró en un leve silbido Yola.

-Vayamos a mi despacho –Ordenó girándose, pero un leve tartamudeo en la voz de ella, hizo que detuviera sus pies y sonriera.

- ¿Por qué no aquí en el salón? –Sugirió queriendo evitar adentrarse más en el piso, para estar en un espacio mucho más reducido que aquel.

En resumidas palabras, allí tenía la salida de emergencias a mano, por si tenía que tirar de ella.

-Porque estoy trabajando en el ordenador –Se alzó de hombros-. Y no, no me molestas –Sentenció dándose la vuelta, para dirigir sus pasos hacia fuera del salón por el oscuro pasillo.

-Preguntan, si estas liado con lo de Londres –Soltó Yola, no quedándole más remedio que ir tras sus pasos, observando como Eric, soltaba un fuerte suspiro, antes de abrir la puerta y cederle el paso con cierta burla en la mirada.

-Como ves, tienes suficiente espacio delante de mí –Indicó acercándose a la mesa, para hacer que tomara asiento en una silla que había dispuesto, enfrente de la de él-. El examen es el mismo y tienes el mismo tiempo que tus compañeros, ni un minuto más –Dijo con cierto brillo en la mirada cuando se hubo sentado-. Y ahora, dame tú teléfono, que tengo que hablar con ésa pesada, ya que eso es lo que buscas.

Frunció el ceño molesta, mientras le pasaba el aparato por ser descubierta.

 Eric, había descubierto que tenía la llamada de su amiga, para darle entretenimiento mientras ella realizaba el examen de forma rápida, y poder acabar antes con su misión en aquel piso aquella noche.

Solo esperaba, que igualmente funcionara, de modo que bajó la mirada a la mesa y sujetando el lápiz, se concentró en los ejercicios.

- ¿Estás segura de querer hablar conmigo y que mi hermano descubra el bicho que eres? –Atacó con humor, nada más tomar asiento de forma relajada en su sillón de cuero, notando como al momento su alumna alzaba su cabeza con cierta mirada hostigadora-. Tú –Soltó en tono tajante-. Haz el examen y desconecta tu audio, pequeño demonio rojo.

-Pues no inundes el aire con idioteces –Respondió entre dientes-. Ah es verdad, que eres así –Soltó en un siseo, bajando la mirada al examen, pero con una sonrisa en sus labios.

-Y tú insolencia, te restan diez minutos –Soltó con cierta mueca de superioridad, ante la cara de estupor de ella-. Tienes cincuenta minutos y recuerda, en éste tiempo soy tú tutor –Caminó hacia la puerta-. Te dejo tranquila, para no molestar tu concentración, estaré en el salón de mientras –Se alzó de hombros-. No sé cuánto rato va a lograr entretenerme ésta loca.

-Engreído –Siseó por lo bajo.

-Te he oído –Chilló Eric desde el pasillo con tono divertido-. Cuarenta y cinco minutos, pequeña.

 -Ya vuelvo a estar por ti –Se dirigió con tono animado, sentándose en el negro sofá.

-Tú hermano, se ha estado descojonando como un cretino, por tú actitud con Yola –Rebufó Elisabeth descontenta-. Fijo, que mi querida niña, está echando espuma por la boca.

-Casi –Rio Eric-. No lo hace porque es responsable, y no quiere tener un cero el primer día de clase.

-Y tú, lo único que vas a obtener, es todo lo contrario a lo que buscas –Dijo divertida su amiga.

-Tranquila, a la que me entregue el examen, vuelvo a erizarle el vello del cuerpo –Confesó divertido, con tono más suave y mirando por un segundo al oscuro pasillo.

- ¡Eric! –Lo riñó ella-. No me la alteres tanto... -Se escuchaba por un segundo como ella renegaba con Jordi-. Ni hablar, Yola es una dulce chica, que no se merece vuestros... ¡Devuélveme el teléfono! –Vociferó la joven en la lejanía.

-También tengo derecho a participar –rio Jordi-. Al fin y al cabo, ella participó cuando vine a buscarte.

-Hermano –reía Eric-, ándate con cuidado, te recuerdo que tú prometida, se las gasta igual que mi pequeño demonio.

-Ella misma –Sonaba su voz algo entrecortada, por el esfuerzo de estar esquivando a la chica-. Debe recordar que aún sigo convaleciente, y que sería muy sospechoso volver al hospital por su culpa nuevamente –Acabó de tirar la indirecta, suspirando más aliviado al ver que la joven dejaba de seguirlo, con un profundo resoplo en desacuerdo. - ¿De modo que vas a ir al ataque?

-Sí, de forma suave pero insistente –Soltó divertido lo siguiente-. Lo mejor, es que tú prometida no la puede avisar ahora, porque yo tengo el teléfono de Yola y tú, puedes vigilar el de ella.

-Cariño –Habló Jordi a Elisabeth-, dice aquí tú jefe... ¿Dónde está? –Inquirió su hermano.

- ¿Qué ocurre? –Frunció el ceño, poniéndose en pie.

-Espera, puede que haya ido al baño –Comentaba su hermano, mientras investigaba por la casa, para al momento echarse a reír a carcajada.

- ¿Y ahora por qué te ríes? –Inquirió Eric, asomándose por un segundo al oscuro pasillo, para saber que Yola no estaba espiando.

-Calculo que, en diez minutos, te están picando al interfono –Sugirió un risueño Jordi.

- ¡No! –Exclamó sorprendido-. ¿En serio? –empezó a reírse.

-La gallina ha salido a rescatar a su polluelo-No podía parar de reírse.

-Ya, pues éste gallinero va a echar la llave por dentro –Sentenció acercándose a la entrada y realizando lo dicho.

- ¿Tiene llaves también?

-Sí, como yo de ella por lo que pueda ocurrir.

-Te cuelgo –Se reía aún Jordi. - Voy a llamar a su teléfono, para ver que me cuenta.

-Muy bien –Sonrió Eric-. Yo iré reforzando mi bunquer. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top