Capítulo 26
Tres días más tarde, la muchacha entregó su trabajo a domicilio porque la señora que la había contactado por correo electrónico así se lo pidió. La zona era residencial también y estaba bastante alejada de donde su padre y ella vivían. Cuando llegó, aparcó el coche, tomó la cartera y el trabajo en un cilindro de acrílico de color azul eléctrico, salió del vehículo y caminó hacia la entrada principal. Un solo toque en el timbre le bastó para que la mujer del otro lado le abriera la puerta y con una enorme sonrisa la invitó a pasar al interior de su casa.
―Hola, encantada en conocerte ―la señora le dio dos besos en las mejillas.
―Hola, el gusto es mío señora ―sonrió con amabilidad.
―Ven, pasa por favor, iremos a la sala así me muestras el retrato. Puedo verlo, ¿verdad?
―Sí, por supuesto.
Fiorella destapó el cilindro y extendió el papel sobre la mesa de la sala.
―Es perfecto ―respondió con sinceridad―, a mi ahijado le encantará, se lo regalaré junto con otros regalos más en su cumpleaños ―expresó demasiado satisfecha.
―Me alegro mucho que le guste ―dijo con respeto―, ojalá que a su ahijado le agrade también ―comentó.
―Ay por favor, te pido que me llames Gianna. ¿Te puedo ofrecer un refresco? Hace bastante calor para ésta época del año.
―Sí, me vendría bien un refresco, muchas gracias.
Cuando la señora caminó hacia la cocina, ella se quedó mirando las fotografías que estaban en portarretratos sobre el mueble contra la ventana que daba al jardín trasero. Hasta que una de ellas le llamó la atención porque se encontraban abrazados la mujer, su marido, una hija y dos hijos, uno de ellos era Luka. Quedó de piedra cuando se dio cuenta de aquello.
Gianna volvió y le entregó el vaso en sus manos.
―Gracias.
―No puedo creer la precisión con que detallaste las expresiones de su rostro y la mirada, es increíble ―dijo una vez más muy contenta.
―Te lo agradezco. Antes de arruinar el trabajo, decidí probar otros bocetos con detalles de color, creo que el resultado final quedó lindo ―emitió la joven.
―Es un encanto, todos quedarán fascinados ―replicó Gianna con alegría.
―Espero que sí ―rió la joven estando satisfecha con su obra―. Perdón mi indiscreción, ¿son tus hijos los de la fotografía? ―preguntó algo incómoda.
―Así es, ¿y tú? ―inquirió―, Fiorella, la novia de mi hijo ―contestó con una sonrisa tan genuina y cariñosa que la hizo sentir mal por lo que él y ella estaban atravesando.
―Sí, supongo que sí ―fue lo único que pudo decirle seguido de una sutil sonrisa.
La joven a partir de allí se sintió entre cómoda y que estaba en un engorro por saber que aquella mujer era la madre de su ex, o quizás todavía novio, ya no sabía aún qué era Luka para ella.
Una llave se escuchó en la cerradura de la puerta principal y Fiore giró la cabeza para saber de quién se trataba. Las mariposas revolotearon en su estómago hacia su garganta cuando vio la presencia del piloto y las mejillas le ardieron, Gianna vio todo lo que expresó el rostro de su nuera cuando observó a su hijo y quedó demasiado contenta por dentro.
―Hola cariño ―lo abrazó por su cuello, mientras él por la cintura y miraba a Fiorella.
Ella desvió la mirada sintiéndose en un aprieto.
―¿Cómo estás? ―preguntó con una sonrisa y viendo su cara.
―Bien, aquí con Fiorella y su trabajo. Es una belleza ―respondió con entusiasmo―, ¿un poco de limonada? ―ofreció su madre.
―Sí ―dijo asintiendo con la cabeza también.
Ambos vieron cómo la mujer caminaba y se perdía por el camino hacia la cocina. La muchacha empinó el vaso bebiendo por completo su limonada y sin respirar, la situación en la que se encontraba en verdad la estaba poniendo mal.
―La separación te hizo bien para tu trabajo ―acotó y ella no pudo mirarlo a los ojos.
Pronto Gianna llegó para darle un vaso con una servilleta a su hijo y la joven terminó por excusarse mirando su reloj pulsera.
―Debo irme, tengo que seguir con otros trabajos que me encargaron ―confesó acercándose a la mujer―, encantada en conocerte, Gianna ―le respondió con una sonrisa.
―El gusto fue todo mío ―la abrazó y le dio dos besos―, ya que mi hijo no te dirá nada o quizá más adelante, pero te lo digo yo ahora ―rió con sutileza―, ¿por qué no vienes al festejo de mi ahijado? Se hará aquí por el mediodía del domingo el 5 de noviembre, y coincide con la fecha anterior para que retomen las carreras ―expresó―, y sinceramente me encantaría que estuvieras ―repitió con otra sonrisa mientras tenía sus manos sobre los brazos de la muchacha.
―Te agradezco la invitación, veré qué puedo hacer ―respondió con amabilidad.
―Te acompañaré ―habló Luka y ella asintió con la cabeza.
Antes de llegar a la entrada de la casa, la joven se giró en sus talones para enfrentarlo.
―Hasta aquí está bien, gracias ―dijo con seriedad.
No le dio tiempo ni siquiera a decirle algo más a la joven, ni tampoco si le habían gustado las rosas que le había entregado el chico de la florería. La miró cómo ella con su pequeño coche se alejaba de la casa. Con un suspiro de resignación cerró la puerta y se encaminó hacia la sala de estar para hablar con su madre.
―La tensión entre ustedes era palpable, ¿qué sucedió? ―preguntó con mucha preocupación.
―Estamos un poco distanciados esa es la verdad, ella rompió conmigo porque vio algo por error ―emitió melancólico.
―¿Qué vio? ―interrogó viendo lágrimas en sus ojos.
―El momento cuando la desgraciada de Albertina se me tiraba encima y me daba un beso ―confesó con pesadumbre y uniendo las cejas.
―¿Por qué no la frenaste? ―formuló asombrada―. No creí que fueras capaz de aceptar que te besara, Luka. Esa mujer nunca fue buena contigo, me decepcionas hijo ―expresó disgustada con él.
―Sé todo eso mamá. Y no, no acepté su beso. No me dio ni tiempo a separarme de ella que Fiorella ya estaba viendo la manera en cómo apoyaba sus labios en los míos ―dijo con enojo contenido.
―Con razón ni siquiera quiso quedarse más tiempo ―su cara mostraba aprehensión―, si todavía la quieres, lucha por ella, vi en sus ojos cuanto te ama aún, sus mejillas se pusieron como una grana cuando te vio caminar hacia nosotras ―comentó con una sonrisa mientras le acariciaba una mejilla.
―Fui a su departamento estando ebrio, le pedí perdón de rodillas. Subí una foto nuestra, le expresé lo que sentía por ella en mi cuenta personal e incluso ese mismo día le envié rosas ―manifestó con pesar―, pero nada de eso me respondió y ya no sé qué más hacer ―contestó con la voz quebrada y su madre lo abrazó.
―Dale tiempo, quizá ella sola se dará cuenta que no puede seguir así y terminen hablando, y las cosas vuelvan a la normalidad ―replicó mientras sujetaba sus mejillas.
―Puede que tengas razón pero la veo tan distante que tengo miedo que nunca más nos podamos arreglar ―volvió a llorar con desconsuelo y secándose los ojos con las manos.
―Bebe la limonada y ve a tomar aire fresco al jardín, te hará bien ―respondió dándole ánimos y acariciando su espalda y él asintió con la cabeza.
Por otra parte, Fiorella tuve que aparcar el coche contra una de las aceras por las que estaba circulando solo para romper en llanto.
―¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ―gritó exasperada ante la situación en la que se encontraba―, estúpida... soy una estúpida ―se dijo ella misma teniendo la voz quebrada por el llanto.
La angustia la estaba matando y no era para menos. Se secó las lágrimas y trató de recomponerse porque no le estaba haciendo nada bien la situación y peor fue haberlo visto de nuevo. Volvió a marchar con el coche hasta el departamento y cuando entró vio a Lorenza.
―Tienes una cara terrible, ¿qué te sucedió? ―se acercó a ella.
―¿Tú sabías que Gianna era la madre de Luka? ―cuestionó otra vez con la voz quebrada.
―No, pero no te estoy entendiendo mucho. ¿La persona a quien debías entregarle el trabajo era a su madre? ―inquirió sorprendida.
―Sí. Es una señora muy amable, y me invitó al cumpleaños de su ahijado.
―¿Y por qué?
―Porque creyó que todavía estamos juntos ―contestó triste.
―¿Y qué harás? ―arqueó una ceja.
―No lo sé aún... Si no voy, levantaré sospechas, aparte me da cosa no presentarme cuando su madre fue muy buena conmigo.
―Una asquerosa lo estás siendo con él ―escupió su amiga y la miró perpleja.
―Bueno, para tu información he decidido hablar con él, quizá vaya a Estados Unidos.
―¿En serio? ―abrió más los ojos.
―Sí, aunque no me creas, ¿viste las rosas que recibí de él?
―Sí, son preciosas y me alegro mucho que hayas decidido viajar para arreglar las cosas con él.
―Espero que no sea tarde para arreglar las cosas entre los dos.
Dos días después, por pura casualidad se encontraron en el museo de Milán. Él se sentó a su lado y Fiorella quedó sorprendida al verlo tan cerca de ella.
―¿Irás al cumpleaños? ―cuestionó pero tardó en contestar.
―No lo sé, tu madre fue muy amable y no me gustaría quedar mal con ella. Aunque hayamos terminado no puedo ser descortés con tu madre. ―Miró el cuadro que tenía frente a ella―, no me imaginé que sería tu madre la persona que me encargaría el trabajo.
―Tienes unas buenas manos y por hacer excelentes retratos tienes trabajo pero lo hice también para verte de nuevo.
―Ya veo... ―habló y continuó dibujando.
―Mañana viajo a Estados Unidos para agregarme a las pruebas.
―Me parece bien. No debiste regresar a Milán sabiendo que debías ir con el equipo. Saliste cuarto, ¿lo entiendes? No puedes decaer por nuestra ruptura.
―¿Has estado viendo las carreras?
―Sí. En fin ―cerró el bloc de dibujo, metió las cosas dentro del bolso y se levantó del banco―. Me voy, buen viaje y no decaigas, debes estar entre las primeras tres posiciones ―le sonrió.
Fiorella salió de allí y dejó a Luka muy pensativo.
Ese mismo día, la argentina envió un mensaje de texto a su padre para avisarle que en un par de días estaría viajando a Estados Unidos para la carrera. Su padre quedó muy contento por la noticia.
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