Capítulo 16

Milán, Italia


Luka estaba esperando para que su primo se despertara, y cuando lo hizo se lo quedó mirando con atención para luego observar todo a su alrededor.

—¿Por qué estoy aquí? —se sentó en el banco aterrado.

—¿Acaso no te acuerdas de nada de lo de ayer? Golpeaste a una mujer y la amenazaste encima de todo —dijo enojado.

—Ah... ya recuerdo —sonrió de lado—, tu nueva puta. Está muy lindo ese dulcecito.

—Ella no tiene nada que ver en esta pelea, así que de un principio tendrías que haberla dejado al margen de nuestro problema.

—Yo también quiero probar ese dulce que tienes a tu lado.

—Aunque la quisieras, no la tendrás. Y tampoco es como la que fue tu novia y después la mía.

—Siempre quisiste lo ajeno, te daba rabia saber que ella era mi pareja, porque le habías echado el ojo de antes.

—Estás muy equivocado, aproveché la oportunidad de salir con ella solo porque me dijo que había roto contigo, nada más. Cuando supe que fue mentira por ti, todo se rompió entre tú y yo, porque no me creíste... Y ahora, Matteo, vas a tener que cooperar con esto, sino quieres pasar varios años en la cárcel, y te conviene desaparecer de mi vida —contestó con seriedad.

—¿Y si no quiero? ¿Qué me harás? —lo desafió.

—Tienes una denuncia hecha por ella y por mí, y la ciudad tiene cámaras que estoy más que seguro que registraron el momento de la agresión física y verbal. Con todo esto, solo te resta aceptar lo que te propongo —unió las manos en señal de esperar por su decisión mientras lo observaba—. ¿Y bien? Olvídate de meterte en la escudería, eres mal visto allí.

—Quiero la mitad de tu fortuna... con eso, tu engaño a mis espaldas quedaría olvidado —respondió con sorna—. Y sobre todo, dejaré de molestar a esa bonita argentina.

El piloto no pensó mucho en la petición

—De acuerdo —pronunció con firmeza—, si tienes una cuenta, te la transferiré en unos minutos.

—No pusiste excusas, ¿por qué? —curioseó más de lo debido.

—Porque no te quiero cerca de ella —escupió con furia.

—Te gusta y lo haces por ella, de otra manera no lo harías —volvió a sonreír de lado.

—Dime tus datos y el número de cuenta, cuando tenga hecha la transacción, tú podrás salir de aquí —se levantó del banco sin responder por lo primero que su primo le había dicho con respecto a la joven—, una advertencia más, si me entero que vuelves a acercarte a ella o a mí, o a alguien de mi entorno familiar, se acabará el acuerdo, volveré a presentar una denuncia peor que la de ahora, y te hundiré, ¿te quedó claro, querido primo? —expresó con seriedad apretando los dientes.

—Clarísimo todo, Luka.

—Perfecto.

El italiano salió de la celda en donde había estado y pocos minutos después se dirigió al barrio privado donde vivía.


BARRIO MOSCOVA-REPPUBLICA


Antes de ir a su piso, tocó el timbre del departamento de los Tassone, para saber cómo se encontraba Fiorella.

Lo recibió ella, mirándolo con atención al rostro. Se lo veía informal, con un jeans, un par de tenis, una camisa blanca y una chaqueta universitaria oscura. El pelo atado en una media coleta y una barba de pocos días. La muchacha sintió que aquellos ojos azules la perforaban.

—Hola, quería saber cómo te encontrabas hoy.

—Hola, Luka... ¿Quieres pasar?

—Si no estás ocupada o por echarte una siesta, pasaré.

—No, tranquilo —rió ante su comentario—, hablé con la clienta y me dijo que me tomara el tiempo para recuperarme ya que no está apurada en tenerlo.

—Eso es bueno.

—Y estoy bien, respondiendo a tu preocupación por mí —comentó cargando agua del grifo y vertiéndola dentro de la cafetera exprés—. Me da algunos dolores pero con el calmante se pasan.

—Está demasiado morada la muñeca, ¿no quieres que te lleve al hospital?

—Que no, el moretón es de la torcedura, si habría tenido una fractura, no podría más del dolor, y con los analgésicos se me pasan, es cuestión de tiempo para que se desinflame la zona y se vaya el feo color. No te preocupes tanto, Luka —dijo acariciando su mejilla con su mano izquierda y sonriéndole.

—Deja que me prepare el resto del café —admitió sujetando la mano que estaba en su mejilla entre sus manos.

—Bueno... —acotó sin saber qué más decirle.

Ella quitó la mano de las suyas y tragó saliva con dificultad. Fiorella se dio cuenta que el italiano era peor que su primo, y no por la maldad, sino porque la dejaba expuesta y vulnerable. Sofocada era la palabra exacta.

—¿Te están dando días libres? —quiso saber para dejar de pensar en su cercanía y en lo mucho que le gustaba.

—En realidad no, pero le comenté a mi padre lo que sucedió y le pedí si por dos días podía faltar a las prácticas.

—No deberías atrasar tus prácticas por mí, aquí yo soy alguien poco importante, tu carrera es la que cuenta aquí —se molestó con él.

—Lo sé pero tú estabas en el medio de nuevo.

—No puedes estar siempre pendiente de mí, Luka.

—No lo estoy, no te preocupes, pedí por adelantado dos días de las vacaciones que me corresponden tener —sonrió para que se tranquilizara un poco.

—¿Y cuándo las tienes? ¿Y por cuánto tiempo?

—El mes próximo, y tenemos tres meses de vacaciones. ¿Por qué? ¿Acaso quieres venir conmigo de vacaciones? —la picó.

La joven se ruborizó cuando él preguntó aquello.

—Fue solo curiosidad.

—Aunque lo hayas dicho por curiosidad, si quieres, podríamos planear unas vacaciones juntos.

Ella estalló en risas.

—No lo creo —negó con la cabeza.

—¿Por qué no? Si las planeamos bien, podemos pasar unos días en la casa de La Toscana y ahí aprovecharías a conocer a La Venus de Botticelli, luego podemos ir a Francia o a otro país que quisieras conocer.

Su sugerencia de vacaciones de verano era más que tentadora, pero Fiorella declinó con amabilidad.

—Suena muy bien pero me temo que debo negar tu plan en acompañarte.

—¿Es por el dinero? —cuestionó—, no te preocupes, si te lo estoy diciendo es porque te invito a pasar las vacaciones conmigo.

—En serio, te agradezco tu invitación, pero prefiero quedarme aquí.

—Fiorella, tu padre no creo que tenga vacaciones, si a la escudería se le ocurre seguir con las pruebas de motores.

—Pero no lo dejo solo.

—¿Cuántas veces tú te quedaste sola por gusto?

No respondió y el sonido de la máquina hirviendo el agua se escuchó en la cocina. El café estaba listo. Como todo italiano con un buen café espresso, se lo bebió de a sorbos estando sentado en la silla de la cocina.

—¿Te molesta si dibujo?

—Para nada.

La joven trajo consigo un bloc de dibujo, algunos lápices de grafito y un estuche de acuarelas. Se sentó frente a él y se puso a dibujar. Luka la miraba con atención, y se sorprendió cuando vio cómo manejaba la mano izquierda.

—Qué agilidad tienes con la mano izquierda —levantó las cejas asombrado.

—En la carrera me enseñaron a usar ambas manos pero soy diestra. Siempre lo fui.

—Es bueno que te hayan enseñado a dibujar y sombrear con ambas manos. Siempre es bueno usar las dos —respondió entre risas dejando su comentario como una indirecta.

—Gracioso, Cassiragghi —dijo con una risita por lo bajo.

—¿Es una nueva técnica? —unió las cejas con intriga al mirar las manchas dispersas por la hoja blanca.

—Empecé a implementar colores, por ahora estoy viendo cómo quedan.

—Estoy más que seguro que te quedará fantástico lo que hagas.

—Gracias —sonrió al observarlo.

Hubo cinco minutos donde ambos quedaron en silencio, hasta que ella volvió a dirigirse a él.

—¿Quieres probar algo en la hoja?

—Soy un queso para dibujar —confesó.

—Yo tampoco sabía mucho, sin embargo aprendí.

—A ti se te da muy bien el dibujo, yo no sirvo.

—Prueba y lo sabrás —lo desafió.

Luka ante su manera de hablarle, se levantó de la silla y se sentó a su lado izquierdo. La joven le acercó el bloc de hojas para acuarelas y dobló la que ella estaba usando para dejarle una en blanco a él. Le acercó varios lápices de grafito y el estuche de las acuarelas con algunos pinceles y un recipiente con agua.

—Empieza.

—¿Qué dibujo? —rió a carcajadas sin tener la menor idea.

—Lo que quieras, puedes escribir frases también y algún dibujo pequeño, o lo que te salgo, lo importante es que dejes volar la imaginación.

—¿Queda muy de presumido escribir mi nombre?

—No, hazlo. Por algo se empieza.

Ante la concentración que el italiano le había puesto a su nombre dibujado, ella aprovechó en colorear cada uno de sus dedos de la mano izquierda, menos el pulgar, y se los pasó por la mejilla del lado que tenía accesible.

La joven estalló en risas.

—No juegues con fuego, Fiorella —acotó clavando su mirada en la de la joven.

—Solo juego con colores —sonrió como niña buena.

—Sabes bien a lo que me estoy refiriendo —clavó su mirada en la suya, y la muchacha tragó saliva nerviosa.

Un sonido del móvil de Luka, le advirtió que tenía un nuevo mensaje de texto, la conversación de ambos quedó frenada por aquel momento y leyó lo que le habían escrito.

—Necesito ir al baño —se levantó de la silla y la dejó sola allí.

La argentina se encogió de hombros y suspiró de alivio y de pesadumbre porque presentía que él estaba a punto de dar ese paso, un paso que jamás había llegado.

El mensaje que le había llegado al piloto era de los datos de su primo y el número de cuenta bancaria, y en tan solo quince minutos, su cuenta presentaba la mitad de lo que había acumulado durante tantos años. Suspiró de alivio cuando supo que nunca más iba a molestarlos.

Pronto salió del sanitario después de lavarse la cara y entró a la cocina para despedirse de ella.

—Me iré, creo que me quedé mucho tiempo aquí y es probable que tú necesites descansar —se rascó la frente, y ella se levantó de la silla—. Nos veremos un día de estos —replicó tomando su chaqueta en las manos.

—¿Está todo bien? —inquirió preocupada—. ¿Hice algo que te incomodó o algo que dije?

—Te aseguro que si esas cosas de hace unos minutos atrás, fueron escenas de querer ligar conmigo, le erraste un poco —contestó con seriedad, intentando poner una barrera entre ambos.

Fiorella quedó de piedra y roja como una grana.

—No fue mi intención incomodarte —se excusó—, sentí que podía decirte eso pero me di cuenta que no te cayó bien, lo siento —manifestó—. Te acompaño a la salida.

Cuando ella cerró la puerta de entrada después de despedirse de él, quedó unos segundos apoyando la frente contra la puerta y suspiró resignada. El piloto quedó con las manos en los bolsillos de su jean y con los ojos abiertos más de lo habitual. Había jodido el instante con ella y fue por cobardía. La argentina se alejó de allí, caminando de nuevo hacia la cocina, pero dos golpes en la madera, la sorprendieron de nuevo. La joven abrió otra vez la puerta y se miraron.

—¿Me dejas pasar nuevamente? —preguntó con amabilidad.

—Creo que lo que me dijiste quedó más que claro.

—No... no era eso... Por favor —suplicó y ella ante la mirada que le dedicó no tuvo opción más que dejarlo pasar.

Él cerró la puerta con un suspiro.

—Estoy esperando lo que tienes para decirme.

El italiano se acercó a ella con decisión y cuando la sujetó de las mejillas, unió sus labios con los de la joven. Fiorella quedó tan sorprendida con el beso que su mente quedó aletargada en las sensaciones que estaba sintiendo cuando Luka la besó, y continuó besándola. Con una mano en la nuca y otra en la cintura, se acercó más a ella, dejando que con su brazo izquierdo lo abrazara por el cuello, estando él inclinado.

Pronto el beso terminó y apoyó la frente contra la de la joven.

—Lo necesitaba —sonrió al confesárselo—. Desde hace mucho que tenía muchas ganas de besarte, y tú me diste el paso para hacer yo el siguiente.

—¿Lo que pasó en la cocina? —se quedó sorprendida.

—Así es. —Ella rió por lo bajo—. Hace tiempo que he intentado decirte algo, pero he sido un cobarde.

—¿Lo estás haciendo por lástima? —cuestionó separándose un poco de él.

—Para nada, me gustas y me gustas mucho, Fiorella. Y me di cuenta de ese sentimiento desde el día en que te fuiste a Argentina. Muchas veces marqué tu número pero nunca me atreví a apretar el botón verde.

—¿Por qué nunca lo has hecho?

—Porque creí que estabas enojada conmigo, y porque fui un cobarde y engreído. Me creía el dueño del mundo cuando por dentro era un infeliz con dinero.

La confesión de Luka dejó atónita a la argentina.

—No me fui de aquí estando enojada contigo. Eso tendrías que haberlo sabido desde siempre.

—Lo sé, pero aún así tenía mis dudas, y cuando supe tu presentación en la galería de arte y la colección que ibas a exponer, supe que debía asistir.

La muchacha se acercó más a él y poniéndose en puntas de pie, lo abrazó por el cuello y lo besó.

—Te quiero, Luka —confesó, él la abrazó por la cintura y espalda sin hacerle daño mientras correspondía de buena gana el beso de Fiorella.

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