Capítulo 14

BARRIO MOSCOVA-REPUBBLICA

PISO DE LOS TASSONE


El timbre del departamento había sonado una sola vez y con eso bastó para que Fiorella abriera la puerta, preguntando antes quien era.

—Creí que estarías en la escudería —preguntó alzando las cejas sorprendida.

—Solo los presidentes de las escuderías y los jefes de ingeniería estarán en la reunión. Los pilotos no.

—Ah, ya veo...

—Vine a buscarte para que veas cómo quedó tu coche y de paso ir a la inmobiliaria para que firmes.

—De acuerdo, agarraré mi cartera y una chaqueta.

Cuando los dos salieron del departamento, algunos de los vecinos los saludaron y ella sobre todo se sentía incómoda porque la vieran con él y la gente comenzara a especular cosas donde no las había.

Apenas bajaron al estacionamiento del edificio, Luka caminó hacia su garaje privado donde tenía un par de coches deportivos y el Smart de Fiorella.

—Como no tenía idea de qué color habrías querido, decidí que lo pintaran de blanco —comentó.

—Está bien, mejor, no llama tanto la atención. Te lo agradezco. ¿Cuánto te salió mandarlo a pintar de nuevo? —curioseó.

—¿Piensas pagarme el gasto? —la miró sorprendido—. No lo quiero, lo hice porque quise, no por obligación —dijo mirándola a los ojos.

—Déjame pagártelo de alguna manera, sé que es probable que pusiste dinero de tu bolsillo y no te correspondía hacerlo, ese coche había quedado un asco con las palabras en aerosol —suspiró resignada.

—Lo sé pero en serio, no quiero que me pagues —le asomó una sutil sonrisa.

—Entonces acepta un día para invitarte a tomar algo aunque sea —aceleró las palabras que fluyeron sin contratiempos.

Al terminar de decirle aquello, ella se mordió la lengua, no quería que el hombre pensara otra cosa con esa invitación.

—Bueno, me gusta la idea. Eso sí te lo acepto —sonrió con encanto—. Ahora, podemos ir a la inmobiliaria.

—Sí, de acuerdo.

Cassiragghi le entregó las llaves y ella se sentó en el asiento del piloto. Una vez que se colocaron el cinturón de seguridad, ella lo miró con atención. El hombre quedaba tan gigante dentro de aquel cochecito que la joven no pudo contenerse y estallar en risas.

—Parezco un oso —acotó entre risas también.

—Más o menos —rió junto con él.

Mientras la joven conducía, él miraba con atención su delicado perfil y estuvo más que tentado en acariciar su mejilla.

—¿Cómo te está yendo con los bocetos? ¿Tienes trabajo?

—Sí, estaba en la mitad de un trabajo que me encargaron cuando tuvimos que mudarnos aquí de nuevo, así que me comuniqué con la compradora y arreglamos todo. —Lo observó—. ¿Dónde queda la inmobiliaria? Siento que estoy yendo sin rumbo.

—Es en el centro de Milán, vamos bien. Seguro te acuerdas toda la ciudad —respondió y ella asintió con la cabeza.

—¿Y tú? ¿Cómo has estado todo este tiempo? No te pregunté tanto cuando nos volvimos a ver en Buenos Aires, no lo hice porque no creía que era un tema para sacarlo en ese momento.

—He estado bastante bien, consagrado campeón el año pasado, refaccioné la casa que tenía tu padre en La Toscana —ella lo miró de repente y volvió la vista al frente—, tengo que llevar la colección de dibujos todavía, así que cuando quieras, puedes acompañarme.

El hombre encendió la radio y apretó el botón para elegir la estación con música, la dejó en donde sonaba Paulina Rubio, y una vieja canción Todo Mi Amor.

—¿Sabes español? —curioseó Fiorella.

—Sí —afirmó.

Entre los dos, cantaron al unísono. La argentina sin darse cuenta estaba hablando de lo que de a poco estaba sintiendo por él a través de la letra de la canción y Cassiragghi intentaba hacer lo mismo.

Cuando el italiano le indicó la inmobilaria, ella aparcó el pequeño coche en el cordón de la acera. Ambos se bajaron y él la hizo pasar a la muchacha primero. Los tres estrecharon las manos y enseguida pasaron a las firmas que debía asentar ella.

No les llevó mucho tiempo en quedarse allí dentro y luego de veinte minutos, estaban dentro del vehículo nuevamente.

—Es casi mediodía, ¿vamos a almorzar? —sugirió él.

—¿Acaso no debes probar algunos monoplazas para la próxima carrera?

—Sí pero cuando terminen la reunión se sabrá cómo procederemos, lo más probable es que se autorice la creación en serie del motor ignífugo que creó tu padre y de ahí probarlos aquí y en el siguiente país donde se llevará a cabo la próxima carrera.

—Entiendo —asintió con la cabeza también—. ¿Dónde quieres almorzar?

—Decídelo tú —respondió y ella quedó con los ojos en blanco.

—Ehm... no tengo idea, ahora no puedo recordar alguno.

—¿Conoces Acanto? —formuló intrigado.

—Creo que no, ¿es por aquí?

—Sí, te indicaré y podremos almorzar allí, ¿qué te parece?

—No lo objeto —sonrió.

Por las indicaciones de Luka, Fiorella llegó al restaurante tan precioso que le había nombrado, tan solo de ver la fachada del lugar supo que era de los caros. Aparcó el coche dentro de la playa de estacionamiento del restó y se bajaron. Él, dejó que fuera primero ella para seguirla por detrás. Ladeó la cabeza y arqueó una ceja cuando cayó en la conclusión de que la señorita Tassone tenía una buena retaguarda. Ella, ni siquiera se había dado cuenta. Cuando los dos entraron, la joven quedó sorprendida por el sutil lujo que el ambiente tenía.

—Me parece que no estamos acorde al lugar —murmuró acercándose a él.

—No te preocupes por eso, conozco al dueño, no pasa nada.

Se sentaron en una mesa alejada de los demás y pronto los atendieron. Entre charlas de trabajo que ambos tenían, él preguntó si estaba conforme con haber vuelto al país.

—Fue un cambio drástico de nuevo pero quizá necesario, aunque me costó entender que a veces se dan segundas oportunidades, y espero que esta vez mi padre la atesore —tragó saliva con algo de nervios—. El dueño de la escudería fue muy comprensivo en volver a aceptarlo sin quejas.

—No le quedaba de otra.

—¿Por qué lo dices? —frunció el ceño.

—Porque es mi padre —confesó y ella quedó de piedra.

—¿Tu padre? No entiendo nada. —Sacudió la cabeza intentando aclarar las ideas—. Estaba creída que Mercurio era su apellido.

—No, ese es su nombre y no es de estar entre los pits porque no le gusta la exposición —comentó llevándose a la boca un poco de espagueti.

—Ahora entiendo todo un poco más.

—¿Has dejado alguna persona en Buenos Aires? —su interrogación la tomó por sorpresa y de repente se sintió sofocada.

—Note sigo... —trató de que su voz no sonara desequilibrada.

—¿Dejaste algún novio allí? —fue directo y le clavó la mirada.

Sus ojos azules la perforaron.

—No creo que te interese —se resguardó—. ¿Por qué lo quieres saber? —lo miró escrutándolo con atención.

—Por lo curioso que soy, nada más.

Trató de ver algo más en su simple pregunta, pero no encontró nada.

—No, no dejé a nadie allí, así que ningún hombre me echa de menos.


«Había escuchado bien o el piloto había estado conteniendo la respiración cuando ella respondió y expulsó el aire de a poco cuando escuchó cada palabra», pensó la argentina.


Si quería ponerlo incómodo, lo iba a lograr.

—¿Tú sales con alguien? —fue directa.

—Tampoco. Nadie me espera los fines de semana.

—¿No ha vuelto esa mujer de tu pasado?

—No, y es mejor que se quede lejos —replicó con firmeza—, ¿tus padres... están separados? —cuestionó queriendo saber un poco más de ella.

—No, mi madre murió cuando yo nací.

Quedaron en silencio pero ella de a poco reanudó la conversación.

—El trabajo de parto la encontró muy débil y su presión comenzó a decaer. Mi padre me contó que fue por cesárea pero aún así no pudieron hacerle algo, cuando yo nací, ella ya había dejado de respirar.

La voz de la muchacha estaba algo nerviosa, y hablaba con pausas.

—Habrás sido un bebé muy grande... —fue lo único que pudo decirle, él también se sintió un poco incómodo.

—Nací casi con cuatro kilos.

—Demasiado. Supongo que tu padre te cuenta de ella y te muestra fotos, ¿verdad?

—Sí —sonrió agachando la cabeza al plato.

Un sonido bajo proveniente del teléfono móvil de Luka, le avisó que le había llegado un mensaje. Era un número desconocido, unió las cejas cuando por intriga lo leyó.

»Qué lindo dulce tienes frente a ti

La frase al italiano no le gustó para nada, se denotaba que era sórdido y vulgar, y sabía bien quien estaba detrás de aquel asqueroso comentario.

Ni lo pensó una segunda vez, se levantó de la silla, disculpándose con ella y se acercó a la recepción para pagar por el almuerzo. Cuando llegó pocos segundos después, se puso a su lado.

—Me parece que será mejor irnos...

Fiorella quedó petrificada, y levantó la cabeza para observar su rostro. Se lo veía incómodo y algo preocupado.

—¿He dicho algo que te molestó? —inquirió levantándose ella también con su ayuda—, tu rostro cambió, ¿qué sucede? —preguntó intrigada mientras fruncía el ceño.

—Nada... salgamos, por favor —dijo en súplica.

Ella, tomó su chaqueta y la cartera, y lo acompañó a la salida del restaurante.

—No te sueltes de mí, ¿de acuerdo? —replicó de nuevo.

—Va a ser mejor que me lo digas, porque de verdad me estás asustando, Luka... ni siquiera me dejaste pagar mi plato.

—Eso es lo de menos... Debemos salir de aquí —expresó tajante y mirándola a los ojos otra vez.

—Si me explicas podré tranquilizarme un poco —lo sujetó de su chaqueta para frenar sus pasos—, ¿me vas a decir lo que pasa? ¿O tendré que sacar mis propias conclusiones? —arqueó una ceja desafiándolo.

—¿Recuerdas a mi querido primo? Volvió.

Fiorella palideció y solo le bastó unos segundos para recuperar el color y poner en marcha sus piernas, y caminar hacia el coche. Ambos entraron, y ella encendió el motor.

—¿Cómo sabes que volvió? —miró por el espejo retrovisor para ver si algún coche venía en su dirección para salir del estacionamiento.

—Recibí un mensaje, y no me gustó nada.

—Quiero saber qué decía —dijo contundente—. Y vas a tener que decirme cómo es, o mostrarme una foto suya, para estar prevenida.

—¿Por qué quieres saber lo que dice el mensaje?

—Ya tuvimos un casi enfrentamiento con él, y estoy segura que sigo siendo el blanco de tu primo, y es posible que ya no sea por querer quitarte de la escudería, sino por algo más personal... —dejó las palabras suspendidas.

—¿Me estás diciendo que es probable que lo haga porque supuestamente le quité a su novia de aquel entonces? —sugirió pensativo.

—Claro. Es lo que pienso, de lo contrario, aún estaríamos almorzando con tranquilidad.

—Su mensaje fue grosero.

—Lo quiero saber... —lo miró de reojo.

—Qué lindo dulce tienes frente a ti —espetó.

Por alguna extraña razón, haber escuchado aquella frase, hizo que a la joven le recorriera un escalofrío de miedo.

—Simpático tu primito —comentó con sarcasmo y apretó los labios al tiempo que abría más los ojos sin dejar de ver al frente—. ¿Y estás de acuerdo con tu primo? —le retorció la conversación.

—¿De qué hablas? —cuestionó intentando salir indemne de su pregunta.

—¿De que si te parezco un dulce? —metió más presión.

Pocas veces Luka quedaba callado y ésta fue una de ellas. No sabía cómo pero la argentina lo había dejado en un gran aprieto, y solo quería salir a flote de inmediato.

—¿Te pareció gracioso su comentario? —le dobló la charla.

—Para nada... incluso me dio miedo su frase, pero... yo quiero saber lo que tú opinas... de mí —lo observó al detalle y luego volvió la vista al parabrisas.

—Pues si te dieron miedo sus palabras, entonces no sigas por ahí.

—¿Acaso... te encuentro nervioso, Cassiragghi? —interrogó con diversión y arqueando una rubia ceja.

—Claro que no, pero me parece que tu comentario no es para tomarlo en gracia, este tipo es cínico, irónico, un asco de persona.

—Bueno... en su momento algo se te pegó, quieras o no, son familiares... —acotó despacio para ver su reacción ante su opinión.

—Sí, lo sé. El arrogante, engreído y soberbio Luka Cassiragghi, ¿verdad?

—Verdad —afirmó con seguridad en su voz.

El italiano solo se rió a carcajadas porque estaba en lo cierto.

Después de volver al barrio residencial, cada uno entró a su departamento. Él aprovechó en echarse una siesta mientras revisaba su única red social y ella decidió avanzar con los trabajos que tenía encargados. Un sonido sutil de gota de agua surgió del móvil de Fiorella y abrió la mensajería instantánea.

Te dejo la foto del mequetrefe de mi primo

Okey... ¿Mequetrefe? Jajajaja

Es lo que es, un inútil

Jajajaja... veo cuanto lo odias

Demasiado... y ahora es peor el odio que tengo por él, porque antes que te toque, tendrá que ver mi cara primero

Bueno... no te preocupes, no me pasará nada, Luka

Fiorella... si te sientes perseguida, e intranquila cuando sales a la calle, por favor, debes avisarme

Tendré cuidado, sé defenderme sola... De todas maneras, tú debes volver a las prácticas y se acercan las demás carreras, y estarás ocupado, así qué, no debes preocuparte por mí

Insisto

Okey, te avisaré, por lo menos te avisaré mientras tú estés en Italia jaja

Muy graciosa tú

«Pareces otra persona, Luka», reflexionó la argentina.

Bueno... voy a seguir con el encargo, hasta pronto

Fiorella estaba más que tentada en preguntarle algo que estaba intrigándola demasiado, hasta que le escribió con ligereza en sus dedos lo que quería saber.

¿Por qué eres tan distinto por acá?

El italiano enseguida supo a lo que se refería, sonrió pero se hizo el confundido.

¿Tan distinto? No te entiendo del todo

Creo que me lo estás haciendo adrede, me parece que sabes muy bien a qué me refiero... Es como si fueses otro hombre, más suelto por aquí, sin vernos las caras, en cambio... en persona... pareces casi casi el mismo hombre que conocí la primera vez —se lo redactó sin vueltas.

La muchacha solo recibió emojis de risas como respuesta.

I-D-I-O-T-A —escribió en mayúsculas.

Lo último que leyó Luka en su pantalla en el icono del perfil de ella fue, No Disponible.

Con una sonrisa se quedó dormido.

Fiorella se preparó para continuar con su encargo laboral.

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