Final
Julio.
Aquella habitación era medianamente iluminada por colores dorados y platas. La serenidad le recorría, ni siquiera el ruido nocturno de la ciudad, le hacía perder el enfoque; tal vez, era el olor a lavanda que se cernía por cada sitio, o que la ligera entonación de la melodía instrumental se paseaba por ahí, discreta, haciendo remolinos en el ambiente y acrecentando la magia alrededor.
Taehyung se acomodó un rulito rebelde frente al espejo y, solo después de tener controlado tal hecho, se llevó encima la boina preciosa que le regaló Jungkook para su cumpleaños.
Sonrió, viéndose un poco y asintiendo ante el bonito delineado que efectuó con su paleta de sombras oscuras: sutil, pero detallado, cómo todo en él.
Se veía muy atractivo; el abrigo que usaba le trazaba una curva perfecta a su delgada figura y, eso, solo hacía que la piel suave de su rostro destacara más.
Sin embargo, fue el brillo en sus pupilas, el que lo obligó a perderse en ellas y en la alegría que expulsaban sus orbes negros al parpadear.
¿De dónde había salido esa luz?
Se veía tan... diferente, tan... feliz.
Entonces, su corazón latió extraño y sus manos fueron a unirse sobre su pecho.
Él, que solía estar triste, que solía estar lastimado, ya no parecía estar muriendo más...
¿Cómo había pasado eso?
El año pasado no lucía así: tan radiante y delicado; su sonrisa no se ampliaba de esa manera, sus cabellos no brillaban y sus mejillas eran ásperas y apagadas, nada que ver con el bonito conjunto que hacían ahora con su preciosa nariz de botón.
¿Estaba delirando, o era la primera vez en que se miraba realmente al espejo?
De todos modos, de pronto, le pareció imposible entender cómo no había notado esa alegría albergar en él. Sabía que al sonreír sus pómulos se elevaban y sus ojos se cerraban levemente, pero, en ese momento, aunque no estaba sonriendo, sus orbes sí lo hacían... y el negro era más negro, la profundidad se acrecentaba y el brillo resplandecía vívido, como si estuviera viendo la noche colarse por la ventana.
¿Qué era ese sentimiento?
Un beso se clavó en su cuello y los brazos de su novio se enredaron a su cintura, pero, aunque la llegada de Jungkook había sido sigilosa, el mayor ni siquiera se inmutó, solo siguió ahí, disfrutando de su imagen, ahora, incluyendo al pelinegro en el reflejo.
—¿Qué ocurre, lindura?
Taehyung no contestó, pues no supo cómo explicar aquello que se instaló en su corazón.
Esa era la respuesta, el chico que lo abrazaba era la razón principal del sentimiento pleno en su pecho.
Satisfacción, seguridad, felicidad y amor.
Pero esas emociones no las sentía solo hacia el joven guapo detrás, no: también eran para él.
—Estoy caminando por mí mismo —le dijo y sonrió en una línea, sintiéndose más hermoso que nunca, más lleno de vida, más enamorado de sí—... Todo lo que he hecho, por lo que he luchado, mis marcas y mis cicatrices; todo representa una perfecta mezcla de la constelación que hay en mí —explicó y sus ojos se aguaron un poquito, recibiendo la mirada preocupona de Jungkook—... y me gusta tanto —confesó al final y, girándose levemente, su cuerpo se adhirió al del más joven. El pelinegro lo acunó con fuerza y le dejó un besito tierno sobre la boina, entendiendo lo que trataba de externarle, mientras lo miraba seguir apreciándose en el espejo, ya soltando sus pequeñas gotitas y descansando su mejilla en su pecho—. Soy especial.
—Lo eres, cielo, de verdad que lo eres. Cada virtud y cada defecto solo hacen que te veas más hermoso... y eso es increíble... Tú eres increíble.
—Kookie —chilló, sumiéndose más en su abrazo—... Gracias, amor. Gracias por mostrarme que tenía razones para amarme a mí mismo. Me encanta profundamente. Lo que hice, lo que hago y lo que haré... Soy todo yo... y se siente tan bien —explicó—. Todo es gracias a ti.
—No, este es tu mérito.
—Pero no hubiera sido posible sin ti.
—Yo solo tomé tu mano, bebé: tú te buscaste y te encontraste solito. Me hace feliz saber que te sientes así, tan enamorado de ti.
—Es extraño pensar en eso —dijo al soltar una risita, sintiendo las caricias de Jungkook en su espalda y mirando cómo corrían sus propias lágrimas conmocionadas, pensando en que arruinarían su delineado; sin embargo, aquello no tenía importancia, estaba seguro de que seguiría viéndose precioso: el maquillaje no le hacía falta—. Me amo... mucho.
—Oh, TaeTae —soltó, el pelinegro, conmovido—. Eres el hombre más valiente y hermoso que mis ojos han visto. Me alegro un montón, amor; Es maravilloso que te sientas así, porque amarse a sí mismo, es más complicado que amar a alguien más.
—Los humanos somos raros, ¿Verdad? —determinó Taehyung y sus manos se unieron en la espalda baja de su novio—: vamos de puerta en puerta, cómo abejas polinizando, buscando a quien amar y quién nos dé amor, cuando lo único que debemos hacer es preocuparnos por entender lo que somos, lo que sentimos, lo que queremos, nuestras fortalezas y debilidades, lo que nos da miedo, lo que nos apasiona y nos llena el corazón. Se escucha simple, porque se supone que nos conocemos, debe ser sencillo aceptar nuestra esencia, pero sucede todo lo contrario. Y luego vienen todas estas altas y bajas: buscamos nuestras carencias en la otra persona, luchamos contra la marea para lograr disfrutar de expectativas inútiles, tratamos de ser suficientes cuando ni siquiera para nosotros mismos lo somos. Es una completa desgracia.
—Lo es, en definitiva —y sus manos viajaron desde la espalda del castaño hasta sus redondas mejillas rojitas, mismas que acarició, para recibir la mirada enamorada de su chico—. Pero tú, mi precioso Taehyung, lograste lo que muchas personas jamás consiguen hacer; incluso, algunas de ellas, mueren sin haberse apreciado un poco y eso, de verdad, es muy triste. Así que estoy muy orgulloso de ti, cielito.
—Eso me hace aún más feliz, Koo —respondió y quiso chillar del gusto, pero solo siguió mirando los ojos mieles, que le sorprendieron ante la transparencia, pues se reflejaba claramente en ellos, justo como en el espejo. Entonces, lo entendió a la perfección, estaba enamorado de sus innumerables estrellas, mismas que titilaban en los orbes mieles de Jungkook—. Amo poder amarme, porque así, de verdad, puedo amarte a ti... Esa es la felicidad que necesito para mí —y alzándose un poquito, su sonrisa colisionó con los labios de su chico, dejándole un beso agradecido, que le confirmó que todo estaba bien, que había valido la pena ser el blanco de una y mil flechas; que todo era más bonito, desde que había comenzado a aprender a quererse, sin ninguna excepción, solo a él y su etérea belleza sin igual—. Vamos ya, que estoy retrasando nuestra cita —soltó al separarse y, secándose las mejillas, tomó la mano de su novio, para salir de la habitación.
[...]
El clic de una cámara estalló y la mirada maravillada de Taehyung se encontró con el avergonzado Jungkook, quien quiso tirarse por la borda cuando razonó en qué fue muy descuidado al no pensar en retirar el sonido de la captura. Era un completo tonto, de verdad que sí.
Sin embargo, Taehyung solo le sonrió más y le arrojó un beso por el aire, que viajó rápido hasta la mano que se alzó para atrapar el tierno ósculo invisible y plantarlo en su mejilla.
Jungkook dejó su celular en la mesa y corrió hasta abrazarse por la delgada cintura, regresando el beso a la mejilla bonita del muchacho, quien llevó sus ojitos, de nuevo, a su entorno, disfrutando, extasiado, del armonioso sitio en el que estaban.
—Las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces —susurró y una pequeña carcajadita salió de los labios de Taehyung, recordando la primera conversación que tuvieron cuando se hicieron amigos.
—Ya no necesitas usar frases de internet para iniciar conversaciones conmigo.
—No es eso: te gustan las frases y el cielo nocturno, yo solo trato de unirlas para no dejar de impresionarte.
—De hecho: no puedo creerlo, Kookie —musitó acurrucándose al costado del joven—. Justo cuando pienso que no puedes ser más romántico, cursi y perfecto, me sorprendes con algo totalmente renovado y emocionante.
—Entonces, ¿Si te gustó? —preguntó y su mano libre acarició la barandilla que Taehyung sostenía anhelante, mientras sus ojos se iban a perder justo en el río que iba debajo, dónde se reflejaban todos esos monumentos y edificios increíbles, a la par de la noche oscurecida.
—Por supuesto, todo lo que haces me gusta, siempre me gusta; pero que hayas alquilado un crucero para nosotros, preparado esta romántica cena, comprado el mejor vino francés y organizado un precioso recorrido en el río Sena, transitando por los lugares más bellos e importantes de París, es algo increíblemente especial que, en definitiva, nunca olvidaré —mencionó y se giró, dejando un beso en el mentón marcado de su novio—. Gracias por esforzarte tanto, amor.
—Mi vida no era vida, hasta que llegaste, TaeTae —informó y sus labios fueron a depositar un besito en la frente sin rulitos, pues seguían cubiertos por la boina regalada a principios de año—. Aún no puedo creer que me ames.
—Esa decisión la tomó mi corazón solito, Kookie, yo solo te besé en los labios y me dejé llevar por tus mimos hermosos. Perdón por haberme tardado tanto en venir a ti; si hubiera sabido que iba a ser tan feliz, jamás hubiera actuado como el tonto que fui —Jungkook sonrió levemente y sus manos enredaron al cuerpo de Taehyung, tomándolo con la fuerza y sutileza necesarias, mientras clavaba su bonita mirada en la negra del más bajito.
—Lo único que importa es que viniste, bebé. A pesar de que era muy difícil, de que estabas cansado y tenías un montón de problemas demás... viniste y te dejaste abrazar.
—Y se solucionó mi vida —contestó en una sonrisa brillante, que dejó perdido a su precioso menor—... Encontré mi lugar seguro.
—Te amo —respondió a la brevedad, sin siquiera pensarlo un poco.
—Te amo —contestó y los labios de Jungkook buscaron los suyos, uniéndolos en un ósculo sentimental y llenó de ternura. Las manos de Taehyung se enredaron en las mejillas ajenas y sonrió entre el beso cuando sintió los deslices un poco más lindos y certeros, como si estuvieran acariciando las nubes. Qué bonito se sentía el amor: eso era lo que los unía, un simple, precioso y verdadero amor fascinante, que hasta el cielo envidiaba ya—... ¡Espera! —exclamó con torpeza, pues cuando giró su rostro al otro costado de donde había comenzado a besar a su novio, pudo ver, en un leve parpadeo, aquel monumento representativo de todo el país—... Es la Torre Eiffel —informó, separándose un poco y prestando toda su atención a la arquitectura, mientras Jungkook se enamoraba más y más de lo precioso que era Taehyung y toda su maravillosa personalidad—... No puede ser. Es tan brillante y bonita. Mira qué gigante... ¡Dios!, Jamás imaginé que podría venir a verla, mucho menos ser acompañado por el amor de mi vida... ¡Esto es un sueño!
Sus manos fueron tomadas y acariciadas al instante, y unos besos dulces, en sus nudillos, robaron todo su interés—. Te prometo que no dejaré que despiertes, Taehyungie. Haré todo por ti siempre... Lucharé hasta el final solo para ver esa carita preciosa tuya, estar llena de ilusión y de vida.
—Oh, hermoso Jungkookie —chilló, derritiéndose de amor—... Sabes que es recíproco, sabes que no dejaré de esforzarme y que daré todo de mí para estar contigo hasta el último de mis días. Te llenaré de amor y de dicha, seré tu sitio de descanso y tu almohada favorita.
—Ya eres todo eso y mucho más, amor —dijo con seguridad y solo abrazó de nuevo al chico, para apreciar con gusto la Torre Eiffel, pensando que el amor que tenía en su vida no podía ser más perfecto y especial.
[...]
Taehyung soltó un jadeo y sus manos se aferraron más a las muñecas de Jungkook, haciéndole saber lo satisfecho que era tenerlo así, debajo de su cuerpo y peleando, vehementemente, a su resbaladiza lengua.
Estaba demasiado concentrado, tanto, que ni siquiera se percató de que Jungkook había abierto sus piernas acarameladas, metiendo una rodilla traviesa entre ellas; solo se acomodó, usando sus propias rodillas como soporte, para no aplastar al menor, cosa que le causaba mucha gracia a este, pues no era necesario, Taehyung era más liviano que una pluma y era un placer, para él, sentir su peso encima.
El castaño soltó una de sus muñecas para acariciarle una mejilla, dándole la oportunidad perfecta para llevar la suya hasta su espalda baja, dónde, después de un segundo, estiró más, hasta envolver la pompi izquierda de Taehyung y darle un ligero apretón.
—Koo~ —gimió en su boca y, al analizarlo, abrió los ojos de golpe, entendiendo la locura en que se habían sumido. Entonces quiso alejarse, pero Jungkook fue más ágil y se lo prohibió, cambiando la posición y dejando abajo al fisioterapeuta, haciéndole soltar un gruñido de reclamo, seguido por otro jadeo provocado por las mordidas que fue a dejarle, Jungkook, a su cuello.
—Vamos a los baños, TaeTae.
—No —contestó con los ojos cerrados, apretando los labios al disfrutar aquellas fuertes sensaciones en su piel.
—Vamos —volvió a pedir, besándole en los espacios que sabía: eran el descontrol del mayor—, prometo que será rápido.
—No~ —jadeó levemente y metió sus manos entre ambos pechos, haciendo que Jungkook se detuviera un instante—. Ni loco dejo que lo hagamos en un cubículo de baño público.
—¿Por qué no? —preguntó, haciendo un pucherito que Taehyung adoró—, Sabes que es una de mis fantasías más anheladas.
—¿No era yo el calenturiento?
—No desde que firmé mis responsabilidades y obligaciones: hacerte el amor es una de ellas.
—Cállate —pidió, de pronto, observando a todos lados en el vestidor—, alguien escuchará.
—Estamos solos aquí —le aclaró—, lo mismo sucedería en el baño.
—Ya te dije que no.
—TaeTae...
—No.
—¿Por qué?
—Porque soy muy ruidoso —confesó, dejando ver su mueca apenada—, jadeo demasiado y tú no ayudas cuando me pides que diga tu nombre.
—En mi defensa, adoro escucharte gemir.
—Jungkook —dijo, en una especie de queja tierna—. Sé que sería divertido y que la adrenalina se dispararía al mil, pero no lo disfrutaré si estoy pensando en que debo ser silencioso, para evitar que alguien nos encuentre. Lo entiendes, ¿Verdad?
—Sí, lo entiendo, cielo —contestó y dejó salir una mueca de decepción.
—Pero no te molestes —le pidió, Taehyung, de inmediato, tomando sus mejillas como si fuera lo más importante en el mundo.
—Jamás, sabes que jamás —soltó y le dejó un beso en los labios a modo de confirmación, sabía cómo era Taehyung y todas las inseguridades que le surgían cuando se trataba de un enojo entre ambos—. Lamento proponer cosas tan arriesgadas e incómodas.
—No, está bien, me encanta escucharte y sabes que adoro que me cuentes cualquier cosa que se te ocurre. No dejes de hacerlo, aunque sepas de antemano que yo me voy a poner amargado y te diré que no —dijo y una sonrisita se le escapó—; quién quita que pronto acepte y yo mismo te conduzca hasta los baños de algún centro comercial.
—Eres todo un algodón de azúcar, bebé... y yo adoro lo dulce.
—Tonto —soltó, Taehyung, al reír—, no trates de comprarme con tu fantástica labia.
—Ya te compré hace mucho, incluso antes de que trabajaras para mí.
—Jungkookie...
—Lo siento, es que amo ser quien paga tus quincenas.
—Malo.
—Si fuera malo, te habría desnudado en cuanto trabé la puerta.
—¿Trabaste la puerta? —preguntó, pegando un salto del susto, quitándose al chico de encima y levantándose de la colchoneta para ir a revisar aquello, captando que esa era la razón de que no había nadie más en el sitio—. ¿Qué rayos, Jungkook?, este es un estadio olímpico francés, no puedes hacer cosas así.
—No me regañes —pidió con voz chiquiona, llegando hasta él y abrazándolo por la cintura, mientras colocaba su mentón en su hombro—. Solo quería pasar tiempo contigo, antes de morir allá afuera —confesó y, entonces, Taehyung se giró en sus brazos, encarando su puchero regañado.
—¿Me usabas como distracción?
—Es que eres mi inhibidor de nervios.
—Jungkook...
—Taehyung, entiéndeme: hoy es un día importante.
—Por eso mismo, tonto; no deberías estar haciendo esto, la carrera es tu prioridad. Debes concentrarte y no gastar energía en otra cosa que no sea el calentamiento y lo que sucederá luego en la pista.
—Estaba calentando ya.
—Sí: pero mi cuerpo, no el tuyo —regañó, y aunque era un momento serio, Jungkook apretó los labios, tratando de evitar, por todos los medios posibles, que la risita que necesitaba expresar: saliera—. Amor —le llamó y sus manos acunaron las mejillas blancas, denotando que no bromeaba; pero su posición severa cedió, cuando notó los brillantes ojos mieles, estar llenos de ansiedad y angustia—. No te preocupes, todo saldrá bien.
No obstante, Jungkook solo pudo asentir varias veces, mientras sacaba, del bolsillo de su pantalón, la llave del vestidor, que entregó al chico lleno de madurez—. Lo siento.
—Si no fuera porque lo amo, joven Jeon, habría renunciado antes de firmar mi contrato —informó y sus labios colisionaron con los de Jungkook, sacándole, otra vez, una sonrisita feliz.
—Deberías agradecer que tienes un jefe que te trata de maravilla, es considerado y te llena de besos todo el día.
—Si tu mamá se entera de lo último, me despedirá de inmediato.
—Y yo te recontrataré, así que no lo hará porque no ganará nada.
—Bueno, me quedo con la felicidad que me causa este empleo.
—Eso es lo verdaderamente importante, cielo.
—Bobo —recriminó sonriendo y Jungkook le llenó de besos las mejillas—... Basta, Koo, el tiempo corre y debes alistarte para ir a calentar... pero tu cuerpo, no el mío —y la carcajada del menor resonó.
—Sí, señor de Jeon.
—Te amo —le dijo, tirándole un beso en los labios.
—Te amo, mi amor.
[...]
—Oye —llamó Taehyung a Jungkook, cuando notó como su mirada se perdía, temerosa, en las gradas a su alrededor; sin embargo, también efectuó una respiración de alivio, pues confirmó que el muchacho no estaba tan mal: sus ojos mieles todavía fueron capaces de sostener los negros suyos—... Son cien metros planos y tú eres el hombre más veloz del mundo: ganarás.
—Amor...
—Estoy completamente seguro, Jungkook —mencionó y volvió a su trabajo: seguir untando el gel térmico en la rodilla de su chico—, no solo porque las marcas de los demás competidores ni siquiera se acercan a la tuya, no: se trata de que te conozco, de que he estudiado todos tus movimientos y de que soy completamente consciente de lo que eres capaz. Confío en tu victoria, confío en que dejarás todo en este lugar y que el tiempo que has invertido en este sueño, hoy dará frutos.
Y a pesar de que las palabras de su novio le habían conmovido en lo profundo, solo volvió a suspirar—... Es que... represento a toda Corea del Sur.
—¿Y no es maravilloso? —le preguntó y una sonrisa preocupada se dibujó en el rostro de Jungkook, mientras veía la bonita expresión del mayor, que trataba de animarlo.
—No quiero arruinarlo.
—No lo harás, no eres esa clase de atleta —le dijo y se levantó, sentándose a su lado sobre la banca—. Escucha, amor —le pidió, tomando su mano izquierda y envolviéndola entre las suyas, tratándola con todo el cariño y suavidad posible—, ya has llegado muy lejos. Cada paso que has dado te ha conducido hasta este momento y justo estás aquí porque no hay nadie mejor que tú para conseguir este triunfo. Sí, esto es importante para Corea: esperan ese oro con ansias, pero la realidad es que esa medalla no es para ellos, sino para ti: irá justo a tu salón de trofeos y podrás admirarla cada vez que quieras hacerlo... no debe importarte nada, más que eso: ganarás y lo harás por ti, porque te has esmerado cómo nadie en el mundo para merecerlo. Así que confía en Jungkook, en sus habilidades y destrezas, confía en que lo logrará, visualiza su triunfo y haz que disfrute de esto, porque ya todo está hecho: lo ha forjado día con día, desde su nacimiento; hoy solo se le entregará el reconocimiento olímpico —terminó de expresar aquello y una de sus manos fue directamente a acariciar el cabello negro, tratando de transmitirle paz, seguridad y armonía... puntualizándole que, de verdad, todo iba a estar bien.
Solo quería volver a ver una sonrisa certera en Jeon Jungkook.
—Si no gano...
—Si no ganas —le interrumpió, mirando la carita angustiada—, no pasa nada. Lo intentaremos otra vez —y aquello fue suficiente para que Jungkook soltara el suspiro ofuscado que venía guardando desde minutos antes; tenía miedo, mucho, pero también tenía el novio más precioso del mundo entero, así que se refugiaría en él para apañar la sensación negativa. Por ende, se dejó ir hacia el acaramelado cuerpo, hundiendo su nariz en el cuello de Taehyung, olfateando su aroma y llenándose de él, mientras sentía las manos del mayor acariciar su espalda—. No importa lo que suceda, mi amor. Ya sabes cómo se hace esto, solo ponle pasión y gózalo a tu manera, debes disfrutarlo con todo tu ser. De todas formas, para mí, ya eres y siempre serás la medalla de oro.
—TaeTae —balbuceó, cerrando los ojos con fuerza, aferrándose al hombre entre sus brazos. lo que acababa de escuchar, se había sembrado en su corazón para nunca irse—... Eres el mejor, bebito.
—Tú lo eres —y tras decir eso, como si lo hubieran planeado, una pequeña separación se dio entre sus cuerpos, para unir sus labios en un beso más fugaz que las mismas estrellas. Sonrieron llenos de ternura y luego se soltaron totalmente, poniéndose algo tímidos por la situación, pues la señora Heeyon les había hablado sobre no mimarse tanto en la pista, las cámaras siempre los seguían —Bien, es hora —soltó Taehyung, después de carraspear su garganta y, solo entonces, se puso de pie, siendo seguido por su novio, quien le causó un infarto inesperado: nunca antes lo había visto vestido así, con ese traje blanco y brillante, deportivo, sistemático y totalmente apegado al cuerpo. Se trataba de un solo conjunto increíble: un short que le cubría hasta la mitad de los muslos y una camiseta que traía impresa la bandera surcoreana junto con el apellido "Jeon"—. ¡Santo cristo redentor! —exclamó, llevándose las manos a las mejillas, mientras se derretía por la impresión—. ¡Ese traje te queda jodidamente perfecto!. Dios, pero qué cuerpo más grande y divino. ¿Te dolió cuando caíste del cielo?... Vas a hacer que me desmaye.
—Tae...
—Koo, es que mira esas piernas y ese trasero redondo, trabajado y precioso; tus pectorales y tus brazos musculosos solo hacen que te veas más sexi y caliente —expresó, comenzando a echarse aire, en el rostro, con sus propias manos. Estaba enrojeciendo ante el sentimiento—... Diosito, gracias por darme este hombresote, lo cuidaré y lo valoraré mucho, te lo juro.
—TaeTae...
—Jungkook, necesito comerte todito. Quiero... quiero lamerte y morderte la piel... Todos los lugares posibles.
—Taehyung...
—Ni se te ocurra quitarte esa ropa solito, lo haré yo mismo y te montaré, como tanto te gusta, en ese jodido y bendito momento, ¿Entendido?
—¡Kim Taehyung, guarda silencio! —le gritó, deteniéndolo, por fin—, mi mamá... está aquí —terminó informando, después de que llevaba varios segundos viendo a la señora Jeon, quien se detuvo detrás de Taehyung al escucharlo elogiar el traje del atleta.
En cuestión de milisegundos, el castaño perdió todos los colores del cuerpo, incluso, el tinte en sus labios se degradó hasta sintetizarse en tonos grises. Sintió que se iba a morir, lo hacía de verdad: eso que angustió a su pecho y el mareo que le causó una nubazón en la mirada, no eran nada más que síntomas de la pérdida del conocimiento que ocurriría en los siguientes segundos.
Pero la sensación fue más intensa cuando la mujer dejó de estar a sus espaldas y, absorta, caminó hasta poder echarle una mirada, misma que pudo haberle causado un derrame cerebral al instante.
—Así que... montarás a mi hijo —soltó en duda, con los brazos cruzados y una ceja en alto.
—Mamá —se quejó Jungkook, avergonzado también; pero cuando sus ojos volvieron a Taehyung, se movió rápidamente, siendo el soporte del cuerpo que estuvo a punto de derrumbarse ante la pena. Lo abrazó con fuerza y le permitió esconder su rostro en su cuello, comenzando a acariciarle los mechoncitos castaños—. No lo molestes... Mejor agradécele por gustar tanto de mí. Es una bendición tener un novio que me quiere real y verdaderamente.
—Estoy muy agradecida, Jungkook; sin embargo, acabo de escuchar cosas muy explícitas.
—Tenemos muy buena comunicación, no puedes culparnos.
—Me alegro de eso, la verdad —admitió—, pero no quiero saber lo que hacen cuando no duermen... Ni las demás personas tampoco, así que sean más cuidadosos y guarden los comentarios subidos de tono, para cuando nadie más esté cerca, ¿Está bien?
—Por supuesto, ¿Verdad, TaeTae? —y el mencionado asintió pequeñito, totalmente adherido a Jeon Jungkook.
—Lo siento —soltó en un hilo de voz y Jungkook solo pudo acariciarlo más. Sabía que Taehyung, en momentos así, era capaz de ponerse a llorar... y nadie quería eso.
—No te preocupes, Taehyung... Jungkook es mío, pero lo creé para ti, así que puedes hacer lo que quieras con él; menos maltratarlo o dañarlo. En realidad, me hace feliz que te guste mucho, es el hijo más guapo que pude haber tenido, se parece tanto a su padre... Yo también le hacía comentarios coquetos y sensuales. Gracias a ello, logramos concebir a este jovencito aquí presente.
—Mamá, eso no quiero saberlo —y la señora no pudo evitar carcajearse ante la expresión incómoda de Jungkook.
—Lo siento —fue lo que dijo y su mirada fue hasta el chico que aún no podía despegarse del cuerpo del atleta—. Vamos, Taehyung. Jungkook ya debe tomar su sitio y nosotros debemos ir a las gradas —dijo, recibiendo el pequeñito asentimiento por parte del joven—. Bien, te espero por la salida. Tú, niño —llamó a su hijo—, ya nos trajiste a París, ahora, corre como nunca lo has hecho y aduéñate de esa medalla —indicó por último y, tras darle una sonrisa al menor, se alejó, totalmente orgullosa del hijo que tenía.
—TaeTae —susurró, Jungkook, un segundo después—. Tranquilo. Ya escuchaste, no pasa nada.
—Lo dices porque tú no estarás al lado de tu suegra, después de haber dicho la peor barbaridad de tu vida —musitó casi balbuceando, mientras sus manos se adherían al cuerpo precioso de su novio—. No tengo cara para volver a verla, ¿Cómo es que digo tantas estupideces siempre?
—Oye —le llamó, haciéndolo alejarse, encontrándose con una carita, ahora, completamente roja—. No son estupideces, son las cosas que sientes... y sabes que amo que las digas.
—Tu mamá no lo ama.
—Lo que importa es que lo haga yo, mi mamá no es parte de nuestra relación. Así que deja de preocuparte, no tiene importancia —aseguró, viendo los ojos negros y dándole una sonrisita que sabía iba a ser devuelta tarde o temprano—. Cómo recompensa, dejaré que me montes las veces que quieras, durante toda la noche, ¿Sí?
—¿No sé supone que yo soy quien debo dar la recompensa?, El esfuerzo lo haces tú.
—Nuestras recompensas son más que mutuas, bebé —dijo y, acariciando el cuello del castaño, tomó una profunda respiración, mientras seguía admirando su belleza—. Ya debo irme, cielo. No te dejarán quedarte aquí, así que ve con mamá: no te dirá nada.
—Si me mata...
—Te revivo a besos... pero no te matará.
—Igual quiero los besos.
—Te daré los besos —concluyó y ambos chicos rieron enamorados, totalmente sincronizados en el corazón.
—Bien —fue lo que soltó Taehyung, aún perdido en los ojos mieles que también lo miraban con todo el cariño existente en el planeta— Jungkookie, no te presiones, ¿Sí? —dijo, de repente, tratando de cambiar un poco el chip de su novio. Lo que dijo su madre al despedirse, no era del todo sano para el menor y él solo quería que esa sentencia se redujera—... el oro va a venir a ti solito, pero no tienes que presionarte por ello. Lo que sea que suceda va a estar bien, solo da lo mejor de ti y pásala increíble, ¿Okay?
—Sí, mi amor —contestó Jungkook, queriendo tatuarse cada palabra de aliento que le daba su niño, entendiendo completamente su punto y tratando de instalarlo en su mente para que nada le fuera en contra.
—Genial —soltó con una sonrisa cuadrada, haciendo sonreír a Jungkook también—... Entonces, mucho éxito, amor —y un beso tronado se imprimió en los suaves labios del menor, quien quedó completamente atolondrado ante la descarga de amor sentida, viendo a Taehyung alejarse a paso veloz, perdiéndose en su preciosa y delgada figura.
—¡Taehyung! —pero le llamó a lo lejos, justo cuando recuperó la noción de la vida.
—¿Sí? —preguntó, el chico que se giró para verlo.
—Gracias por ayudarme a llegar hasta aquí —le dijo, alzando un poquito la voz ante la distancia ya ejercida—. Sin ti, jamás hubiera sido posible y tampoco estaría siendo igual de especial. Gracias por cumplir el objetivo que te planteaste el día en que iniciamos con la fisioterapia... gracias por mantenerte conmigo hasta el final.
—¡Aiñ, Kookie! —el mayor expresó enternecido—. En ese caso, gracias por acompañarme al cementerio y abrazarme todo el día en el aniversario luctuoso de mamá. Borraste la tristeza de mi vida y me impulsaste a sentir toda esta ventura adorable.
—Siempre y para siempre.
—Siempre y para siempre —repitió, Taehyung, y sintió ganas de llorar—. Te amo —le dijo, casi entregándole el corazón ahí mismo, sin poder dejar de perderse en sus maravillosos ojos de bambi.
—Te amo, amor —y tras escuchar esa confirmación, empezó a correr directo a dónde su suegra lo esperaba, dejando a Jungkook ahí parado, con el alma en un hilo, pero manteniendo la sensación cálida en su pecho.
Las voces narrativas ya se habían extendido por el lugar y eso lo hizo apresurarse hasta llegar a las calles de la pista, tomando la tercera como su sitio ideal. Suspiró, viendo a sus contrincantes tomar sus posiciones mientras le saludaban amablemente.
Todos se veían imponentes, sus cuerpos eran grandes y fornidos, demasiado profesionales cual velocistas veteranos; él era un simple muchacho de veinticuatro años, ¿Cómo no sentirse como una hormiga con aquellos a sus costados?, parecían tener tanta experiencia y ganas de llevarse el triunfo, que su estómago se revolvió. Y no supo si era porque no entendía nada del francés en las bocinas o porque el hombre a su lado estaba maldiciendo en español, pero las ganas de llorar aparecieron al instante.
Sin embargo, tuvo que aguantarse la mueca un momento, pues las cámaras comenzaron a darles imagen cuando los maestros de ceremonia los presentaron a nivel mundial. Sonrió, justo como su mamá siempre le pedía que lo hiciera y eso lo llevó a perderse allá, donde el staff, su mamá y su novio, gritaban enloquecidos por haber escuchado su nombre resonar.
Entonces, sonrió de verdad y los ojos se le llenaron de lágrimas, pero nada que ver con el objetivo de las iniciales. Era eso, su Heeyon y su Taehyung abrazados, mientras sostenían la bandera surcoreana a sus espaldas y gritaban, eufóricos, una de las porras que Taehyung escribió para animarlo, para ser su soporte.
¿Podría ser eso más hermoso o perfecto?
Los pilares de su vida estaban ahí, cumpliendo su función como era debido, haciéndolo sentir tan amado y apoyado como nunca antes en la vida; así que el miedo se fue y la paz, llegó con suavidad a su cuerpo, instalándose en un solo aliento seguro.
Enseguida, su mirada fue al cielo con un único pensamiento:
Papá... Lo logré, gané.
Y las lágrimas le escurrieron con largura, mientras se acomodaba en los tacos de salida.
Ya tengo lo que siempre necesité, estoy lleno de amor y felicidad: la medalla de oro la cargo conmigo desde hace mucho... Sé que estás orgulloso, sé que sabes que te dedico esta dicha... Gracias por amarme también. Por favor, quédate conmigo siempre.
Y el disparo resonó, haciendo que cada uno de los músculos de Jeon Jungkook se llenara de energía cuál hechizo mágico y lo impulsaran a desplazarse con agilidad, sintiendo el amor y la alegría en cada una de sus palpitaciones.
Todo se aceleró: su pulso, su respiración, su velocidad, su tiempo, su vida.
En menos de nueve segundos, el mundo desapareció y volvió a colocarse en su sitio. Las llamaradas de lo común fueron incomparables con cualquier otra causa existente y la libertad que hubo en cada uno de sus pasos, solo lo llevó a ser más y más feliz.
Y cuando cruzó la meta, comenzó a gritar como un loco, mientras se dejaba caer en el piso, celebrando ensimismado, sintiendo que moría de la alegría y llenándose de una extrema satisfacción victoriosa.
Más allá, su equipo había enloquecido también. Todo había pasado tan rápido, que había sido completamente increíble y fugaz: maravilloso, como las conservas del sueño más anhelante de Jeon Jungkook... el sueño que acababa de cumplirse ahí, en ese preciso momento.
Taehyung gritaba emocionado y las lágrimas ya eran parte de su rostro, al igual que de Heeyon. Se abrazaron llorando, y lanzaron la tela que fungía como la bandera surcoreana, viendo a Jungkook tomarla y envolverse en ella, mientras brincaba de gusto, los miraba con agradecimiento y lloraba también, celebrando, con franqueza, aquel logro deseado, aquel primer lugar... aquella medalla de oro.
Todo era emoción, paz y alegría... Y el sentimiento no se redujo ni con los minutos que transcurrieron mientras el comité olímpico efectuaba la premiación.
El himno surcoreano resonó, mientras todos brindaban honor en el estadio y Jeon Jungkook inclinaba la cabeza para recibir la medalla por la que tanto había luchado... Tantos años, tantos sacrificios, tanto esfuerzo y tantas luchas... Todo había sido para eso, para obtener ese bendito premio; Sin embargo, aunque la sensación era exorbitante y fantasiosa, sonreía más por celebrar lo que había obtenido en el camino: un camino perfecto, uno que lo llevaba otra vez hasta esos brazos que lo apapacharon al instante, dándole más amor del que podía procesar, llenándolo de la dicha más preciosa y satisfactoria del universo.
—¡Koo! —exclamó el muchacho castaño, abrazándose con fuerza al cuerpo que le correspondía perfectamente—... ¡Lo lograste, amor!, ¡Lo lograste!... ¡Te amo!... ¡Te amo, campeón! —y cuando sus labios colisionaron, la magia fue más vibrante que en ningún otro momento, el cielo se aclaró y las nubes se disiparon, trayendo consigo la mejor y más bella noche del siglo, esa que ya no tenía nada que ver con la oscuridad, esa que estaba repleta de estrellas que los iluminaban.
—TaeTae —nombró, Jungkook, de repente, alejándose de aquel beso magnífico, viendo los ojos negros brillar en los suyos—... Cásate conmigo.
Y eso fue suficiente para que Kim Taehyung estuviera a punto de perder el conocimiento. El asombro que lo llenó fue irremediablemente increíble y solo pudo mirar los ojos mieles con más intensidad, necesitando saber si había escuchado bien y si no se había imaginado aquello.
—¿Qué? —preguntó, con el pecho ya acelerado y las gotitas acumulándose en sus orbes.
Pero Jungkook sonrió más y se alejó un poco para poder arrodillarse, mientras se sacaba la medalla y la extendía en la palma de su mano, haciendo que Taehyung comenzara a sollozar inminente, totalmente ensimismado y con el alma pendiendo de su corazón.
—Kim Taehyung —dijo, Jungkook, a punto de sollozar también y ofreciendo todo lo que tenía en la vida, en ese acto de amor precioso—... ¿Te casarías conmigo? —preguntó y Taehyung lloró como un niño, siendo consciente de que el nudo en su garganta solo seguiría creciendo, al igual que su amor por Jeon Jungkook.
—¡Sí! —exclamó, y se dejó caer de rodillas, quedando a la altura del joven que sonrió más hermoso que nunca, más real y verdadero, más feliz y emocionado—. ¡Sí, sí, sí!... ¡Por supuesto que sí! — y Jungkook se puso a llorar, mientras le colocaba su medalla a Kim Taehyung, cómo símbolo de la unión perfecta que siempre existiría entre ellos.
Entonces, se abrazaron con desesperación, buscándose como debieron haberlo hecho desde el día en que se conocieron, enredando sus brazos en el otro y anclando sus labios con ansiedad, alegría y locura, estremeciéndose en el acto, siendo más y más felices conforme los segundos transcurrieron y confirmando lo que era una certeza para todos.
Se amaban, se amaban intensamente, se amaban cómo jamás nadie se había amado y estaban seguros de que se amarían por la eternidad.
Porque cada vez que hubiera heridas, también habría besos. Las dudas desaparecerían con caricias y la tristeza sería disipada en los brazos contrarios.
Nada hacía falta más, ya tenían un hogar y una almohada para su descanso.
El mundo entero podía regocijarse con ello.
—Te amo —dijo Jungkook al separarse y Taehyung chilló esplendoroso, sintiéndose increíblemente feliz y anhelado.
—Te amo —le contestó—... y te amaré para siempre, aunque no haya estrellas en nuestro cielo y la noche esté inmensamente oscurecida —dijo y las manos de Jungkook fueron a acunar sus mejillas, intentando limpiar, con sus pulgares, los pómulos que se mojaron al segundo siguiente.
—Encenderé una y mil luces para ti, mi amor. Lo haré cada vez que sea necesario, hasta el día en que mi muerte llegue e, incluso, después, me convertiré en una estrella para iluminar tu firmamento y que jamás vuelvas a temer por una noche oscura.
—Amor, te amo muchísimo.
—Te amo muchísimo más... y te amaré para siempre, bebé, cada uno de mis días.
Y con otro beso, continuaron la historia más hermosa de sus existencias, esa que estaba destinada a ser escrita solo por ellos dos; en definitiva, serían muy felices, porque ya eran uno mismo y estaban dispuestos a serlo por la eternidad, aunque la vida les pusiera una y mil pruebas: nunca nada los separaría, nacieron para amarse y esa era la única y más certera verdad que había proclamado el universo.
Ambos se miraron, respiraron profundamente y se limitaron a sonreír. En el fondo sabían que: entre más negra fuera la noche, más brillantes serían las estrellas.
Fin.
Dios, no tengo palabras... gracias por llegar hasta aquí.
Por favor, aun no elimines la historia de tu biblioteca, pronto vendrá el epílogo.
❤
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