Extra 5 - Te amo

ESPECIAL POR 100K LECTURAS Y 10K VOTOS. 

DEDICADO A TODAS ESAS HERMOSAS PERSONAS QUE LEYERON NOCHE OSCURA.

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Advertencia: 🔞

Este capítulo contiene lenguaje explícito y escenas subidas de tono.
Se recomienda leer a discreción.

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La distancia es asesina. Esa fue la definición otorgada al sentimiento de vacío que se esfumó cuando Jungkook volvió a juntar sus bocas, luego de confesar su prioridad: amar a Taehyung.

¿Cuánto puede llegar a sangrar una herida imaginaria?, ¿cuánto puede crecer mientras se mantiene abierta?, parecía que sus corazones eran el blanco de mil cuchillos afilados. La parte positiva flotaba sobre la idea de retirar uno por uno, hasta sanarse mutuamente.

Con las emociones al borde del colapso, el matrimonio poseía la capacidad de incinerar por completo al planeta, no obstante, éste tenía mucha suerte, pues el misil que les abrumaba por dentro llevaba una única dirección consigo: su propia burbuja de dolor.

Millones de sensaciones los rodeaban y ellos solo podían apretar los párpados con fuerza, aun cuando temían a la oscuridad. Pero había gloria en la sombra, los roces entre sus belfos se comenzaron a sentir así, como si sus almas desprendieran un brillo inigualable, iluminando la opaca habitación.

El sonido que dejaban sus besos, en conjunto con el papel que envolvía el ramo de flores, empezó a manifestarse como música para sus oídos.

Sus deslices eran tibios, suaves y delicados; lentos cual brisa calmada en el verano. Besos gentiles, de comisura a comisura o de finas caricias entre los bordes: todos ellos muy bonitos, con estelas de aliento conmocionado y suspiros implícitos emanando.

¿La melancolía puede atenuarse si le viertes una dosis de cariño?

Era evidente que la tristeza no iba a desaparecer ante un par de mimos bien efectuados, sin embargo, la ilusión empezaba a avivarse cual planta que florece después de un merecido riego y varias pinceladas de anhelo.

Se estaban correspondiendo. A esas alturas, no había forma de negar que el amor seguía teniendo la corona en su relación. Eran su mutua adoración.

Pronto, el aroma de las orquídeas se mezcló con las fragancias de sus cuellos: nuez y lavanda emergiendo, una esencia aterciopelada y dulzona que conjugó armoniosamente con los roces que Jungkook regaló a los mechones de la nuca de Taehyung.

El sabor a sal huyó, o quizá solo fue que se acostumbraron al mismo. No obstante, resultó ser un alivio porque, con ello, la pena parecía querer ceder, entretanto sus labios se dedicaban pequeñas, sutiles y tiernas mordidas de necesidad.

Más fue el Golden Maknae quien se atrevió a cortar el contacto cuando el perfume le pareció tan exquisito al olfato, que se vio obligado a pintar un camino de tiernos besos a lo largo de la garganta del fisioterapeuta. No fue muy recto, divagó con empeño en diferentes direcciones, llegando hasta uno de sus sitios favoritos en el cuerpo ajeno: las preciosas clavículas que sobresalían de la prenda utilizada.

—Jungkook —la voz de Taehyung tembló al ser balbuceada.

Cientos de mariposas revolotearon en su estómago. Jungkook era tan gentil, que le concedía una calidez muy agradable y emocional, una que bien podía causarle adicción. No la merecía.

En realidad, los tenues actos del pelinegro eran conducidos por el deseo que tenía de apaciguar las emociones negativas de su bebito. Y pensó que estaba funcionando, que estaba dando fruto su humilde intento amoroso, más un cauteloso sollozo lo despertó de su anhelada ensoñación: era Taehyung, desbordando innumerables sentimientos por medio de sus oscuros orbes.

No pasó ni un segundo para cuando se encontró completamente erguido, limpiando las cristalinas gotas que tuvieron el atrevimiento de deslizarse a través de las hermosas mejillas rojizas que tanto amaba acariciar.

—TaeTae —murmuró y la angustia que sintió fue expresada con su preocupado parpadear.

El castaño lo intuyó y el pecho se le estrujó más de lo debido, no quería que las emociones negativas de Jungkook aumentaran. Por ello fue que, inesperadamente, acortó la distancia y ambos belfos se entrelazaron en una vibración exorbitante.

Todavía sosteniendo su precioso ramo de orquídeas, sus brazos se enrollaron al cuello del velocista con avidez: sus pechos chocaron picando de un repentino desenfreno y solo pudieron abrazarse con fuerza, presionándose mutuamente, como si estuvieran recalcando cuánto se querían y cuánta falta les había hecho, en el último tiempo, aferrarse así.

La humedad tiñó sus bordes cuando la saliva inició a emerger. Aunque había ternura en su resbaladizo contacto, la temperatura aumentó tan pronto como el amor trató de adueñarse de todas esas partes que aún sangraban de decepción.

No hablaban, pero si lo hicieran, se estarían susurrando sutiles disculpas.

Jungkook sintió que volvería a llorar, no solo por el sentimiento que aplastó su alma, sino también por los sollozos ajenos que llegaban para perderse en su boca. Le apenaba tanto el dolor de Taehyung, que su mente solo podía cavilar en encontrar una solución para aminorarlo.

No se le ocurrió otra cosa más que recurrir a la intensidad como garantía de atenuación, así que presionó la mano que seguía en la nuca castaña hacia su propio rostro, otorgando la profundidad requerida y consiguiendo el aliento que tanto amaba consumir. Sus lenguas se encontraron y miles de emociones acompañaron al vehemente acto. Era como si se hubieran cubierto con una manta calientita, ahora sin frialdad.

Los besos caóticos llegaron pronto, las dos lenguas enredadas eran la prueba del gran deseo que estaba despertando. Sus fauces se separaban un poco, recobraban la respiración y volvían a buscarse para acariciarse con vigor, explorando todos los espacios posibles en sus cavidades, como si no se hubieran tocado en cientos de ocasiones ya.

Ser correspondido, para Jungkook, era la más grande bendición de la vida. Taehyung aceptaba su contacto y lo hacía con tanto anhelo que solo significaba una cosa: en aquel bonito corazón, no existía ninguna clase de odio creciendo hacia su persona. Se sentía aliviado, ni siquiera le jugaba en contra el recuerdo de las palabras hirientes pronunciadas al anochecer: ya no importaban, no cuando ambos se estaban sosteniendo así.

Además, a tales alturas, de lo único que estaba seguro en la vida era de que amaba, con todo su ser, a Kim Taehyung. El hermoso hombre de facciones lindas y alma adorable era su vida y su razón: nada menos que su todo.

Si no lo tenía consigo, entonces estaba muerto.

Por consiguiente, y ante la urgencia de detener el silencioso llanto ajeno, una sensación perdida despertó como cuando la luz es encendida y lo obligó a tomar una decisión: debía demostrarle a su esposo cuánto lo quería, el inmenso valor que tenía para él y lo mucho que necesitaba idolatrarlo y atesorarlo como era adecuado.

Más todo ello solo podía evidenciarlo haciéndolo vibrar de amor, pero... ¿Taehyung querría lo mismo?, contestaba a sus besos y se aferraba a su cuello, pero pasar de ello a involucrarse en cuerpo y alma... era demasiado pedir.

Las inseguridades llenaron su cabeza y la efusividad en sus mimos aminoró notoriamente, regresando de golpe a la realidad, una que lo recibió con una grata noticia: Taehyung, su bonito osito llorón, tenía empuñadas las manos al borde del hoodie que estaba vistiendo e intentaba retirárselo con insistencia, más le era imposible debido a la comprometedora posición de sus brazos.

Porque sí, las extremidades musculosas del joven velocista estaban enredadas en su cuerpo y adheridas a los redondos globos de carne que tenía por trasero.

Un sobresalto perturbó ambos talles. Jungkook, sorprendido por su ingrata astucia, se preguntó de dónde sacó tanto la confianza como la destreza para rebasar los límites de esa manera: para desfajar la ropa de su esposo y separar las prendas hasta colocar sus picantes palmas sobre la acanelada piel.

El silencio llenó la habitación cuando los pares de orbes se encontraron en medio de la tenue luz de la luna que ingresaba por el ventanal. En otras circunstancias hubieran soltado una risita enamorada al ver la rojez en sus rostros, pero, definitivamente, la gracia disminuía al notar el pasional color también en sus pómulos y párpados, todo manchado de tristeza.

Entonces, el menor pensó que era momento de detenerse, las lágrimas de Taehyung seguían escurriendo, con largura, desde sus ojos negros. Esa mirada tan melancólica le acribillaba el pecho, no soportaba verla sumergida en sufrimiento.

Si todas sus caricias y besos no habían tenido efecto alguno, debía buscar otra manera, una más tierna, de brindar alivio. Quizá lo correcto era poner un poco de música clásica y abrazar al hombre bajo las sábanas. Tal vez necesitaba cantarle una canción o traerle su reservada ración de frituras nocturnas. Incluso, encargarse de darle una ducha no sonaba mal.

Había tantas alternativas, que la situación se estaba convirtiendo en un dilema mental. No obstante, el corazón le dio un vuelco inesperado cuando el fisioterapeuta actuó, retirando una de sus blancas manos de aquel íntimo lugar, solo para propinarle un apretón... uno muy intenso y vibrante.

Con la garganta cerrada intentó averiguar si no era su imaginación, pero ahí estaba el agarre, entre sus estómagos, luciendo más firme que su propia relación.

Un apretón: sí. Dos apretones: no.

Pero no dijo nada y Taehyung entendió que estaba confundido, él tampoco sabía muy bien lo que había confirmado. Tenía las emociones tan dispersas que le era difícil colocar en orden sus deseos y necesidades: estaba tan destrozado que solo quería seguir llorando, desahogando la pena en disculpas que explayaran su pesar, empero también anhelaba amar y sentirse amado, física y emocionalmente, hasta que la calma decidiera arribar.

De pronto, y ante sus pecaminosos pensamientos, un espasmo llegó a su cuerpo y embistió levemente contra la pelvis contraria, sosteniendo más fuerte la mano blanquecina entre la suya.

Jungkook soltó un suspiro anonadado, no esperaba ese movimiento; mucho menos que su mano intrusa reaccionara por sí sola, dejando una firme opresión en la mejilla trasera que continuaba palpando bajo la ropa formal, sacándole un jadeo involuntario a su precioso Kim Taehyung.

—Koo...

—Tae...

Murmuraron al segundo siguiente, conteniendo un remolino de sensaciones al confirmar su grata sincronización. Los románticos empedernidos le llaman "conexión".

»... ¿TaeTae... tú... quisieras que yo...? ¿Puedo... podemos? ¿Te gustaría si...?... ¿Consideras que es buen momento para...?... Es decir... sé que no estamos bien del todo, pero...

—¿Quieres hacerme el amor? —le interrumpió, con los ojos llenos de un brillo distinto al otorgado por sus lágrimas: se trataba de ilusión, la misma que hizo correr una vibración acalorada por el cuerpo del contrario.

—Lo quiero —después de haber pensado en las posibles consecuencias que la acción conllevaría, contestó—... Lo quiero tanto, mi amor —hubo temor en esa declaración, no iba a soportar si Taehyung huía de entre sus brazos por su naciente libido—.... ¿Y tú?... ¿quieres que lo haga?

—... Yo —el hombre ahogó un sollozo mientras buscaba las palabras correctas para explicar la inmensidad de sus caóticos deseos—... Quiero... quiero que me embaraces.

La expresión de Jungkook lo dijo todo. Había sorpresa, conmoción y algo de miedo en sus facciones: escuchó bien, sin embargo.

Los engranajes de su mente empezaron a girar para encontrar la forma apropiada en la que debía reaccionar. No quería que Taehyung se arrepintiera de hacer aquella petición, sobre todo cuando tenía un pucherito tan tierno pintado en los labios.

En seguida, fue sencillo decidirse por soltar una risita emotiva, tomar el rostro de su esposo entre sus palmas y propinarle un beso tronado en la boca.

—Eres tan lindo —limpiándole las lágrimas, también le besó la punta de su roja nariz—... Te embarazaría, te haría mil bebés si pudiera, TaeTae, pero la realidad es que no —agradeció que sus palabras callaran en ese momento. Decir lo evidente no iba a cambiar la mueca abatida que se plasmó en la carita preciosa del mayor, por ende, corrigió el rumbo de su respuesta—... Pero no me cuesta nada fingir que, por esta noche, dejo una bonita semillita dentro de ti... ¿eso... te satisface, mi vida?

Con una seriedad llena de melancolía, llegaron pequeños asentimientos, hiriendo, a su paso, el corazón de Jungkook. Él quería lo mejor para su amor, odiaba verlo en mal estado, no obstante, entendía que también era importante permitirle expresarse y desahogarse debidamente.

Respetarlo, cuidarlo y apoyarlo: esas eran sus principales funciones como su marido.

». Entonces, ¿lo quieres duro? —el pecho de Taehyung se aceleró dramáticamente cuando las manos del hombre viajaron desde sus mejillas hasta los botones de su camisa, por fin, cediendo ante sus mutuos deseos: deshacerse de la estorbosa ropa—. ¿Te parto en dos, TaeTae? —su nariz se sembró en la aterciopelada piel canela, inhalando profundamente su embriagante aroma y enviándole un rayo eléctrico que arribó y burbujeó en su entrepierna escondida, entretanto un par de huellas le acariciaban la piel de su, ahora, expuesto torso.

»... ¿Quieres que sea rudo? —un par de tintineos en sus pezones lo hicieron olvidar cómo respirar, ¿siempre había sido tan sensible ante los pulgares de su Jungkook?, no importaba, se sentía bien. Y la sensación se incrementó cuando su pantalón calló al piso sin objeción, causándole un temblor a sus largas piernas, como si estuvieran anticipando lo que les esperaba—... ¿sucio? —una lenta lamida en su mandíbula aterrizó, mientras su trasero era apretado ligeramente—. ¿Te penetro como lo haría una bestia?, ¿deseas a un animal en tu cama?

Todas las preguntas eran serias, pero Taehyung no podía responderlas. Su garganta, tan cerrada como una puerta con candado, le impedía, incluso, que el aire fluyera correctamente hasta sus pulmones.

Sus manos hicieron puños el hoodie de Jungkook a la altura de sus hombros. Quería... quería... No, no era capaz de encasillar sus pensamientos en reconocer lo que deseaba: porque quería todo y quería tanto, que el tacto del menor le comenzó a quemar la piel.

Y necesitaba quemar la contraria, necesitaba encenderla y sentirla arder contra la suya. El pelinegro lo supo, los ojos oscuros y cristalizados se lo dijeron. Anhelaba lo mismo, sin embargo, lo quería de otra forma. Esperaba que el mayor estuviera de acuerdo con lo que propondría.

Cuando levantó el cuerpo de su esposo para depositarlo en la cama, se percató de que el ramo de orquídeas estaba sobre la alfombra, al costado de las prendas retiradas de Taehyung. Le pareció divertido tratar de recordar en qué momento habían caído, pero bien sabía que su bebé también lo desconocía.

Desde el centro del colchón, el castaño lo observaba con las mejillas rosadas y humedecidas, ansiando volver a tenerlo en sus brazos, más trataba de calmarse al prever que Jungkook pretendía concederle la buena vista de su desnuda y blanca piel.

»... Dime, ¿cuál es tu fantasía, amor?, ¿cómo te gustaría que fuera el momento en que nuestro embarazo comience? —a Taehyung se le iluminaron los orbes y no precisamente por apreciar aquellos firmes pectorales que normalmente le robaban la cordura. No, la emoción llegó con las palabras que Jungkook pronunció: con el atrevimiento que tuvo para mencionar "nuestro embarazo", confirmándole que seguían siendo uno mismo, a pesar de sus intrusivos pensamientos.

»... ¿Quieres que sea preciso y me tome el tiempo de dejarte absolutamente preñado? —un suspiro se le escapó y no supo si fue porque su mirada se topó con la generosa erección que crecía bajo el bóxer contrario, o porque Jungkook comenzó a acercarse seductoramente, subiendo sobre su cuerpo como todo un escalador.

»... ¿Lo quieres profundo? —esa cuestión fue lo suficientemente sensual como para hacerlo derretir. Ni bien la había procesado, ya estaba a horcajadas sobre el regazo de su marido, recibiendo caricias por lo extenso de su piel: en su fina espalda, en sus tersos brazos y en el largo de sus exquisitas piernas.

»... ¿Voy hasta tu vientre y, con suaves movimientos, deposito a nuestro hijo ahí? —los roces iniciaron haciendo círculos en sus mejillas traseras, sobre la aterciopelada tela de su ropa interior, sacándole un jadeo de satisfacción—... ¿Lo concebimos con delicadeza?, ¿con dulce, tierno y puro amor?

—Sí~ —la afirmación salió en un leve gemido, apenas articulada con la suficiente energía para ser audible—... con amor —algo distante del mundo, logró decir, pues los dígitos ajenos se ciñeron en sus globos y los empezaron a mover, separándolos y juntándolos en un apretado masaje—. Embarázame con mucho amor, por favor.

La extrema ternura de Taehyung hizo reír a Jungkook. La emoción que le llenó el pecho fue demasiado grata cuando se percató de que la característica madurez, decisión, rectitud y estrictez del castaño, no eran más que la imagen destinada para el mundo y que solo a él le pertenecía el privilegio de apreciar su verdadero ser: ver su faceta de chiquillo consentido, escuchar sus caóticos sueños y fantasías más íntimas, y enamorarse de su sumisa inocencia.

Tenía tanta suerte: la gloria estaba entre sus brazos. Agradecía poder reconocerlo.

—De acuerdo —contestó, perdido en la belleza de su sentimental esposo. Y no es que desmeritara su pesar, no había crueldad en su pecho como para disfrutar del llanto ajeno, pero tampoco podía evitar notar que Taehyung lucía muy bonito al llorar: como un niño anhelando cariño. No obstante, por muy angelical que se viera, no podía permitir que aquellas dolidas lágrimas continuaran apareciendo: era su designio, su misión de la noche—, será con amor —dulcemente, sus labios dejaron un piquito sobre la frente que ya tenía algunos cabellitos adheridos a la piel—. Haremos un bebé con todo nuestro amor.

Entonces, la magia de la noche emergió cuando volvieron a besarse.

Taehyung jamás imaginó que el término "melancólicamente excitado" existiera, pero ahí estaba, dejándose consumir por la llama y por la necesidad creciente de reconciliarse con su marido.

Jungkook le entregaba su vida. Mantenía ocupada su boca, raspaba sus dientes contra sus clavículas y lamía su cuello con fervor; mordiendo el lóbulo de su oreja, rodeaba su espalda media con un brazo para apegarlo firmemente a su pecho y, con su mano libre, acariciaba la línea más íntima de su cuerpo, por encima de su ropa interior.

Una fina capa de sudor apareció ante la grata cantidad de vigorosos estímulos: el frío de la madrugada se hizo evidente por ello, más el ambiente no era la causa de su erizada piel, sino su atlético, fuerte y lindo marido.

Jungkook sabía cómo hacer su papel. Desde la primera vez que estuvieron juntos fue encantador, pero con el paso del tiempo se volvió maravilloso. A Taehyung le gustaba cada vez más. La determinación con la que se entregaban era recíproca y se sentía bien porque se preocupaban el uno por el otro y buscaban conocerse para saber complacerse.

La práctica había dado frutos: el pelinegro empezó a repartir intensas succiones justo donde sabía que al castaño le encantaba, eso incluía a sus pezones erectos que, varios minutos atrás, rogaban por atención.

»... Estos preciosos botoncitos son de mi propiedad, Kim Taehyung, ningún recién nacido, por mucho que yo lo ame, me quitará lo que es mío.

—Egoísta —Taehyung declaró, preparándose mentalmente para ser devorado: la lujuriosa mirada del ajeno le decía que sería emocionante, que lo disfrutaría como nunca—... Adoro ser tuyo.

Jungkook, satisfecho por confirmar aquel dato, se llevó una de las protuberancias a la boca para succionarla con parsimonia, de manera tortuosa pero agradable, como si fuera un bebé y realmente pudiera conseguir alimento desde ahí; marcando sus dientes alrededor y humectando la zona sin parar.

Taehyung sabía delicioso. Siempre era una delicia, una muy delicada y suave delicia.

El castaño suspiraba ante el creciente calor que amenazaba con derretir su cuerpo, no obstante, sus delicados sonidos se convirtieron en jadeos ensimismados cuando el brazo de Jungkook, que seguía rodeando su espalda, inició a presionarlo hacia abajo, liderando un ritmo placentero que provocó el regocijante roce de ambas pelvis.

La sobreestimulación apareció luego de que, además de las atenciones de la boca sobre su pecho, un par de dedos comenzaron a dedicarle caricias circulares a su cerrada entrada. Pensó que se desmayaría.

—Koo~ —era tan lento. Era tan jodidamente sensual que se alteraron todas sus terminaciones nerviosas, jugando con el propio dominio de sus músculos. Solo podía apretar los hombros contrarios, marcando sus largos dedos a lo ancho de la piel blanca y encajando sus uñas de vez en cuando, entretanto curvaba la espalda y se le cortaba la respiración—... Kookie~

Sus acalorados cuerpos cayeron sobre la sábana ya maltratada. Jungkook ajustó la posición, acomodándose de costado para poder acurrucar a Taehyung y tenerlo muy cerca de su pecho.

La oportuna altura que les brindó la almohada bajo sus mejillas les facilitó el volver a unir sus labios deseosos de contacto. El mayor, por su parte, llevó su pierna izquierda por encima de las del velocista, mientras que este ejerció más fuerza en el masaje de su redondo trasero.

Sin embargo, ninguno de los dos pudo imaginar que la pasión incrementaría en desmedida a partir del siguiente movimiento: un dedo de piel blanca se hundió en el orificio más íntimo del fisioterapeuta, aun con la ropa interior de por medio. El ardor excitante y la presión en seco provocaron una fuerte fricción entre sus miembros escondidos, haciéndolos abandonar su exquisito beso y dejar salir un sonido libidinoso.

No hubo que pedir nada más.

Tan pronto como sus orbes se encontraron, el menor desgarró el bóxer de su esposo con desespero, creando una abertura con la amplitud suficiente para descubrir el miembro ajeno y dejar expuesta la palpitante y rojiza entrada.

Taehyung chilló de desenfreno, la sensación fue abrazadora y alucinante, pero no se comparó con sentir a su erección ser enredada con la otra y quedar atrapadas bajo el intacto elástico que le seguía rodeando la cintura.

No se percató del momento en que se aferró a la espalda ancha y escondió su rostro en la curva del cuello con olor a nuez, hasta que una fresca sustancia fue insertada dentro suyo por el mismo dígito escurridizo que antes le quemó el orificio.

La electricidad le recorrió la espina dorsal y, de repente, sus sentidos se expandieron, permitiéndole sentir la clara y pesada respiración de Jungkook chocando contra el costado de su nuca, mostrándole su basta excitación.

Como si de una gripe contagiosa se tratara, se empapó de ella, casi declarándose infectado. Sus caderas comenzaron a moverse, no sabía si por las perfectas penetraciones o por la fricción entre sus miembros enlazados. Con los párpados bien apretados, una de sus manos fue a encontrarlos, toqueteando y acariciando ambos pedazos de carne caliente con moderación, recordando las condiciones de su entrega mutua.

»... Tae~ —Jungkook flotaba entre las nubes, estaba agradecido por su tacto—... bebito —y por ello fue que le regaló un segundo dedo al interior, incitándolo a soltar un placentero gemido que emergió desde su burbujeante estómago.

—Koo~ —Taehyung amieló la voz, buscando más contacto—... Así~ —era difícil de explicar cómo una simple palabra podía hacerlos estremecer por completo. Al menor, en particular, le gustaba mucho escucharla, porque significaba que estaba haciendo bien su trabajo y eso le hinchaba el pecho de orgullo.

Complacer a su esposo era una gran satisfacción y mimarlo, en toda la extensión de la palabra, era su prioridad.

Con sutiles tijerazos fue extendiendo en lo posible, llenando de más producto y consintiendo delicadamente, hasta que fue sencillo insertar sus tres dedos medios y hacer un gancho al final del camino alcanzable, motivado por las suaves mordidas que eran dejadas en su hombro izquierdo.

—Mi lindura... mi preciosa lindura —el nombrado chilló, apretando las bases de ambos miembros con su ardiente palma, mientras apreciaba lo bien que la mano del pelinegro jugaba entre sus pliegues.

»... ¿Te gusta, bebito?, ¿te gusta lo que te hago sentir? —Jungkook se experimentó ansioso cuando Taehyung respiró con profundidad contra su perlada piel y asintió efusivamente al recibir otra suave caricia en el interior—. Maravilloso.

—... Por favor~, encárgate de mí, Kookie~ —la voz del mayor, tan débil como el tallo de una flor de campo, se perdió en un jadeo espontáneo—. Lléname de ti.

En la mente de Jungkook había un bullicio atolondrado, pero ni eso, ni el alboroto privado que entre ellos resonaba, lo hicieron desentender los deseos de su tierno esposo.

»... Hazme el amor~.

Sí.

No había otra respuesta que pudiera dar al respecto, mucho menos cuando su voz se escuchaba tan hermosa al gemir su nombre. Era una alegría pervertida, un deleite ocasional y una sensación esperanzada. Era todo para él.

Por supuesto que le haría el amor, que lo llenaría completamente y que se encargaría de él, pero no solo físicamente: iba a hacerle el amor a su corazón.

Al ser abandonado por los dedos que hace tiempo no lo consentían, Kim Taehyung sintió el eco del ambiente nocturno en su torturada entrada. La desesperación lo invadió, pero supo que podía soportarla puesto que, casi inmediatamente, sus semillas fueron separadas y la de Jeon Jungkook avanzó por debajo de sus testículos, recorriendo el valle entre sus piernas.

Su pecho se infló de emoción: deseaba ser penetrado.

Estaba completamente listo para ser profanado y llenado en su totalidad, de las distintas maneras en que fuera posible. No obstante, detuvo la acción del ajeno cuando su mente aterrizó en la realidad.

—No, Koo —a tientas, el duro miembro fue encontrado por las preciosas manos acaneladas. El condón, que apenas había envuelto la punta, fue arrojado lejos y el ejecutor se aclaró la garganta—... No quiero que lo uses —de todos modos, sonó como un ruego.

El menor se quedó estático al toparse con los cristalizados ojos del hombre entre sus brazos. Su conexión fue tan intensa como el Sol quemando a la Tierra durante una ardua tarde de junio. Y sí, Jungkook era el planeta, porque Taehyung era tan ardiente, que reconocía que jamás tendría suficiente de él, aunque terminara hecho cenizas.

»... Embarázame —fue un murmuro, uno muy pequeño y suave, pero ocasionó que su mundo comenzara a girar armoniosamente.

Era la bomba de amor que acababa de romper la adolorida burbuja, dando justo en el blanco cuando el castaño insertó la erección de su amado dentro suyo, sin permitir que el vínculo entre sus orbes desapareciera.

—Mi amor...

—¿Sí? —Taehyung cuestionó, lagrimeando silenciosamente, mientras esperaba que Jungkook le hablara con ese ronco tono de voz que sacudía su cuerpo entero.

No obstante, se quedó quieto cuando la boca ajena, en vez de continuar, se acercó a besar la punta de su nariz con dulzura, mientras su espalda era rodeada con delicadeza y la dura intimidad se hundía profundamente en su preparado orificio.

Soltó el aire acumulado en sus pulmones, creyendo que ahora todo estaba bien, más nunca esperó que al volver a mirar el rostro de Jeon Jungkook, se encontraría con un par de lágrimas escurriendo desde sus amielados orbes.

La boyante sensación que vino ante su física unión, disminuyó al verlo llorar.

»... Koo —el fisioterapeuta corrió a secar los pómulos contrarios, angustiándose por el hombre que lo sostenía con firmeza.

—Taehyung, yo... te he dado todo lo que tengo —las palabras se atoraron en su garganta, pero se esforzó por decirlas porque sabía que era momento de externar su sentir. Taehyung lo escucharía.

Y eso sucedió, porque el castaño entendió a la perfección lo que quería expresarle con lo dicho y no dudó ni un poco al respecto. Desde el inicio, Jungkook siempre estuvo al pie del cañón, siendo el pilar de su hogar y de su relación, regalando amor por montones y preocupándose por sacarle sonrisas hasta en los más oscuros momentos.

Le había dado todo y le había dado tanto, que estaba acostumbrado a su buen cuidado y protección. Su marido era un farol andante y, cuando se opacaba su luz, se le helaba el corazón.

». No hay un instante de mi día en el que no seas mi pensamiento —el menor sintió el impulso de gritarlo, pero se conformó con observar el puchero que hizo el ajeno, quien experimentó un remolino de emociones estimuladas por la confesión—. Tus besos son mi oxígeno y tus ojos son el firmamento que cubre mi existir. Eres mi razón y mi alegría... Eres lo que necesito para seguir adelante porque estoy seguro de que, si tuviera la oportunidad de volver a elegir al dueño de mi vida, ese serías tú... Siempre serás tú.

—Jungkook —un balbuceó abatido salió de entre sus labios y sus lágrimas escaparon a la par de las del velocista, quien no dejaba de mirarlo como si fuera la octava maravilla del mundo—. Lo sé —era cierto, lo sabía, pero no por las bellas palabras que había escuchado, sino porque Jungkook se lo había demostrado desde el principio, día tras día: eso valía más que mil palabras.

—Entonces, si lo sabes, ¿por qué me has preguntado si te sigo queriendo?

Un par de segundos pasaron para cuando el castaño pudo responder, ya que el nudo en su garganta le cortó la respiración y lo obligó a sollozar arduamente.

—Porque siento que eres un premio que no merezco —dictaminó, sentenciando su propio camino y echándose encima las cadenas que llevaba tiempo arrastrando— y que tú, con tu bonito corazón, mereces algo mejor que yo.

Al pelinegro le dolió escuchar eso. No sabía muy bien de dónde venía tal conclusión, pero le quemó el pecho, así que comenzó a negar firmemente y abrazó al hombre con más ímpetu entre sus brazos.

—Mi pequeño osito de invierno... Mi príncipe morado —recitó aquellos bonitos apodos como si los hubiera leído desde el pétalo de una rosa: desde la acanelada piel de su esposo, deseando poder calmar el corazón que era tan suyo como del ajeno—. No se trata de lo que merecemos, se trata de lo que estamos dispuestos a recibir —dijo y ante la mueca pensativa de Kim Taehyung, sonrió con suavidad, yendo a dejar un tierno besito en su coronilla—... y yo quiero recibirte a ti. No existe nada mejor que tú en este basto universo. Eres perfecto para mí: complementas mi vida y mi felicidad, llenas mis sueños de motivación y me incitas, todos los días, a luchar. No necesito a nadie más, tú eres mi todo.

El mayor sollozó, tratando de recuperar el aliento que su garganta no le permitía almacenar.

—Jungkook, tú... me amas demasiado, ¿verdad? —soltó a la expectativa, sintiendo que de esa pregunta dependía su vida.

—Te amo inmensamente, Taehyung —el pelinegro declaró y observó cómo los ojos aguados se llenaron de ilusiones bajo la opaca luz lunar, luego de regocijarse con lo establecido y con la dulce sonrisa que le fue regalada.

—También te amo —con las manos temblando al contornear el rostro blanquecino, confesó de igual manera. Por fin y después de tanto tiempo, supo que podía dejar ir todos y cada uno de los pensamientos que estaban atentando consigo mismo, con su matrimonio y con su familia. Estaba eligiendo liberarse, amar y vivir; estaba eligiendo a Jeon Jungkook—. Te amo mucho, te amo excesivamente... Eres mi todo, Kookie.

—Eres mi todo, lindura.

Dicho eso, sus labios acortaron el camino que ambos imploraron en silencio, sembrando su enloquecido sentir en el choque de emociones que la acción conllevó, delirando por la perfección y la ricura que descubrieron en el anhelo de su complicidad.

Sin planearlo, sus cuerpos empezaron a encontrarse, siendo Jungkook el dueño de las agradables y azucaradas penetraciones.

Embistiendo con calma, con una serenidad embriagada de inmensa ternura, se encargaba de dar justo lo que el ajeno necesitaba: suaves y afables empujes que le provocaban arquear la espalda de puro placer, dibujando estrellas a lo largo de la cálida cavidad.

El interior de Taehyung siempre sería su lugar favorito, pero no se refería a la abertura que lo aceptaba con tanta amabilidad y que lo succionaba tan deliciosamente, no: lo que le provocaba desear encadenarse a sus brazos para siempre era su simbolismo, su hermosa alma, su calidad humana y el preciado mundo que edificaba para los dos. Su precioso esposo, a quien solo quería ver sonreír... a él le debía la vida y se la entregaría sin rechistar.

El castaño lo sabía y también lo agradecía. Se sentía tan vivo, tan pleno y tan amado, que no quería experimentar nada diferente después de eso. Su corazón latía desenfrenado, a pesar de que los movimientos en su interior eran sutiles y delicados.

Había derramado cientos de lágrimas ya, pero, por primera vez en la noche, las estaba disfrutando. Todas ellas eran bonitas, estaban cargadas de emoción y armonía. La dicha se podía palpar en el ambiente, le ocasionaba una grata alegría el llorar por algo tan hermoso como era su amor.

Entonces, todo estaba bien. La guerra había dado tregua y su marido lo estaba abrazando. No necesitaba nada más que a Jungkook amándolo así, con ese lindo y meloso afán, repleto de su bello sentir.

Los choques chiclosos y los besos tronados inundaban la habitación, flotando como suaves plumas que reían de gozo hasta colapsar en el piso.

El acontecimiento era profundo, lento y boyante: tanto, que sus gemidos se escapaban a pesar de que tenían las bocas ocupadas. Jungkook sabía cómo moverse, pero Taehyung no se quedaba atrás. El erecto miembro colisionaba en el interior del castaño, sacándole un quejido placentero desde el estómago, entretanto él le regalaba un movimiento oscilatorio con las caderas y luego permitía la retirada del húmedo glande hasta la mitad, ciñéndolo fuertemente.

»... TaeTae...

—¡Amor~! —el mayor no pudo contestar algo distinto, su dulce punto fue presionado inesperadamente y eso lo hizo temblar de pies a cabeza.

Jungkook supo lo que ocurría, no solo por el tono de voz utilizado, sino porque un par de uñas se enterraron en su piel. El ardor le emocionó, de la misma forma en que lo hizo la incontrolable respiración de su esposo, por lo que se adentró con más impulso, llegando tan hondo como la postura se lo permitió.

Taehyung le mordió los labios para evitar chillar, intuyendo que el culminante calor estaba cerca, pero jamás esperó que su abdomen se contraería tan arrebatadoramente por un par de dedos intrusos que acompañaron al profanador principal. Sus consentidas paredes apretaron al último con una fuerza tan grata, que a Jungkook le hicieron sentir como si la Luna se hubiera metido en la habitación.

Para el mundo, tal acto podía parecer un simple placer carnal, pero para ellos significaba que su amor había nacido para ser eterno y verdadero. Ocho años de relación y dos niños durmiendo al otro lado del departamento, los respaldaban. Con todos los retos a los que se habían enfrentado y las batallas que habían ganado, estaban seguros de que podían envejecer juntos.

Cuando el momento de la liberación llegó, lo hicieron a la par y con mucha ilusión. Las emociones se les desbordaron por borbotones y el gusto que llenó sus pechos fue igual de agradable que la sonrisa que se regalaron.

Perdieron el aliento, la voz y la cordura, pero se amaron como nunca antes en la vida.

La noche que comenzó tan oscura como ninguna, ahora estaba llena de estrellas. Jungkook la observó después de acariciar la mejilla de su esposo con extremo cariño. En el cielo no había más nubes y la bella silueta del hombre frente a sí, se apreciaba con bastante claridad, iluminándole el respirar.

Entonces, de nueva cuenta pensó que amaba a Taehyung más que a nada en el universo y que, por los siglos de los siglos, lo iba a amar.

Y cuando Taehyung se acurrucó en su pecho, entendió que, a pesar de todo, era amado también.

No sé por dónde empezar.

De abril a septiembre escribí 15 versiones de este capítulo. El resultado en pantalla es una mezcla de todos los borradores, por ello no termino de decidir si es lo suficientemente bueno o no.

Hay párrafos que me sé de memoria y otros tantos que ya no me causan la misma emoción que cuando los redacté. También, es preciso decir que soy consciente de que la conversación entre los personajes, sobre todo la parte del embarazo, pudo provocar excesivo cringe en el lector; en mi defensa, Taehyung se lo pidió a Jungkook en todas las versiones mencionadas, así que no pude quitarlo: el personaje lo quería así y esta es su historia, no la mía.

Mmh, la verdad es que en el fondo siento que esto es relleno, que el conflicto se pudo haber resuelto poniendo a discutir a los involucrados; sin embrago, yo quería que tuvieran un encuentro bonito y emocional, más allá de una simple conversación. Funcione o no, ya lo escribí, así que al menos espero que te haya entretenido.

Quería publicar esto cuando Noche Oscura cumpliera tres añitos, pero, en un parpadeo, ya tiene cuatro meses más.

En fin.

MUCHICIMAS GRACIAS POR HABER LEIDO NOCHE OSCURA, POR HABER CONTRIBUIDO A SUS 100 MIL LECTURAS Y 10 MIL VOTOS.

TE AMO CON TODO MI CORAZÓN.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

Estoy muy feliz. No tengo palabras para expresarte lo contenta que me ha dejado tu presencia aquí. Sé que no es la historia más buena, por eso lloro de alegría y me sumerjo en la emoción.

Te adoro inmensamente, hermoso lector. Quisiera poder regresarte toda la satisfacción con la que has llenado mi vida, pero, como soy incapaz, al menos te deseo mucho éxito, felicidad y salud.

Aún falta un extra para terminar por completo Noche Oscura. Me pondré las pilas para publicarlo pronto, pero no te olvides de dejar tu granito de arena y brindarme motivación: las cosas son más bonitas cuando trabajamos juntos.

Te amo, recuérdalo siempre.

Con amor, una Nia muy feliz.

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