Extra 4 - No te quiero

¿Cómo se silencia a la mente cuando la voz interna es insoportable?

Taehyung desearía que alguien pudiera darle una respuesta, porque lo de buscar un botón para apagarla no fue una posibilidad.

Solo quería dejar de pensar, nada más que eso. Sin embargo, entre más lo anhelaba, su cerebro aumentaba, en demasía, su actividad, intentando procesar todos los recuerdos del terrible día que su familia había tenido.

Era la medianoche y apenas se encontraba arropando a los niños en la habitación que compartían. El procedimiento hospitalario fue más tardado de lo que pensó, pero al menos ya estaban en el departamento.

De Jungkook, no sabía su paradero.

Había desaparecido en cuanto les fue informado que podían pasar a ver a Hayoon. Inmediatamente, besó la coronilla de la menor y, casi después de confirmar que Haru no estaría más tiempo solo en la sala de espera, salió del hospital.

Para Taehyung, la decepción incrementó al comprender que el reclamo efectuado en su última discusión no había servido de nada, pues el pelinegro lo abandonó nuevamente y eso significaba una sola cosa: quería estar fuera.

Pero, aunque su pecho ardiera, melancólico, tan solo con pensarlo, decidió que estaba dispuesto a ignorar el tema con toda la fuerza que le quedara en el alma. No iba a llorar más, ni siquiera cuando llegara el momento de estar a solas en su habitación.

No iba a sufrir por Jeon Jungkook.

Por eso sonreía todo lo posible, moviéndose de allá para acá en el cuarto de los gemelos, con el propósito de hacerles ligera la noche y disminuir la sensación negativa obtenida con el mal día vivido. No quería que nada interfiriera con sus dulces y apacibles sueños.

No obstante, cada vez que miraba la bota ortopédica de Hayoon, su mente le recalcaba que no estaba feliz y cobraba importancia la rigidez de sus mejillas, esas que se quedaron tensas al haber permitido que todas sus lágrimas se secaran con naturalidad sobre su piel.

De todos modos, agradecía infinitamente que la fractura de la niña no pasara a mayores y resultara más estable de lo que creyó; no quería pensar en lo mucho que se dificultaría la situación si hubiera necesitado cirugía. Del reposo, los cuidados y la rehabilitación, ya se encargaría él: era su especialidad y haría todo lo posible para ayudarla correctamente.

Pese a todas las cosas positivas que podía tomar del suceso, las manchas de su tristeza resaltaban aún más el hecho de que su alegre mueca era forzada.

—Fue un día difícil para todos —sentado al borde de la cama de Haru, inició diciéndoles, entretanto le acariciaba una de sus suaves mejillas: estaba siendo su turno de ser mimado por su papi—. ¿Cómo se sienten?

—Estoy triste —algo apesadumbrado, el castañito confesó, seguido por el asentimiento de su gemela.

—¿Por qué? —un angustiado Taehyung preguntó, con el propósito de entender concretamente.

—Por haber causado problemas.

—Y por haberte decepcionado con la pelea en el colegio —admitió Hayoon, subiendo su manta hasta cubrirse la boca. Al parecer, estaba más avergonzada de lo que se había notado durante el día.

—Pero si yo no he dicho nada, conejos. No estoy decepcionado —prontamente trató de aclararles, negando con la cabeza.

—Se te nota, papi. Tú no sabes esconder lo que sientes ni decir mentiras.

Al escuchar el comentario de Haru, Taehyung se quedó callado, pensando en que era un tonto. Tenía a los hijos más inteligentes del mundo, ¿cómo siquiera pensó en que podría pasar desapercibido frente a ellos?, solo se había evidenciado más al sonreír.

—Estoy un poco decepcionado por la pelea —aceptó, tratando de no endurecer tanto su rostro. No podía evitar sentir la acumulación de desdichas en el cuerpo—, pero eso no es todo lo que siento. En realidad, estoy orgulloso de ustedes.

—¿Por haber peleado? —Hayoon preguntó con susto y confusión. Esa insinuación no concordaba con los ideales de su papi.

—No, por haber defendido a su familia —dijo y sacudió el cabello del chiquillo que le intentó devolver la sonrisa—. Hablaremos mañana sobre eso, ha sido un día muy largo y todos necesitamos descansar.

Casi de inmediato, se levantó a dejar un dulce besito en la frente de cada uno, con la esperanza de dejar sus corazones lo más calmados posibles.

Sin embargo, cuando besó la frente de Hayoon, el destello de uno de los tantos recuerdos del día llegó a su mente para robarle la respiración. Una preocupación diferente le embriagó el pecho y pronto se irguió, quedando estático a mitad de la habitación, cavilando sobre algo muy importante.

—Ustedes, conejitos, ¿de verdad piensan que no necesitan una madre?

Por un instante, el lugar se silenció completamente, mientras ambos niños asimilaban el motivo por el que su papi preguntaba eso. Recordaron, entonces, la conversación efectuada en la oficina del director, cuando Hayoon le aclaró a Minho que sus dos padres eran increíbles; así que procedieron a contestar.

—Sí —Haru tenía la respuesta desde hace mucho.

—Yo —pero Hayoon no, pues balbuceó dubitativa—... Yo... a veces pienso que sería bonito tener una.

—Yo también pienso eso, linda —Taehyung admitió sin remordimiento alguno, pero no contó con que provocaría un miedo intenso en el interior del pequeño Haru.

El niño, de golpe, salió de su cama para abrazarse a sus piernas con desesperación, tratando de buscar su sinceridad y, a la par, su protección. Era demasiado maduro para su edad.

—¿Ya no quieres a papá?, ¿Lo vas a cambiar por una mujer?

—¿Qué...?

—No quiero que dejes a papá —le externó con susto, aferrándose al mayor con toda la fuerza que había en su diminuto ser, como si eso fuera suficiente para cambiar las ideas del adulto en cuestión—. No lo dejes, él es guapo y su cabello es suave. Es bueno, se ríe raro, pero es bueno. Es el mejor papá, siempre nos consciente y nos abraza. Nos quiere mucho... a todos.

—Haru, bebé, tranquilízate —pronto se arrodilló, tomando al infante entre sus brazos para contener ese miedo sin sentido que se le desató de repente, angustiándose en demasía por las ideas del menor—... No es lo que quise decir.

Después de pronunciar aquello, también su corazón se contagió de miedo, recayendo en la inseguridad que estaba sembrada en su hijo, preguntándose de dónde venía y cómo es que su cerebro podía interpretarla, afectándolo y haciéndolo temer al futuro.

Se sintió el peor padre del mundo: esa sensación dominó dentro de sí.

»... Iba a contarles un secreto que los haría felices. No se trata de lo que dices, cielo: no pienses en eso —le aclaró, cargándolo entre sus brazos y acomodándose con él en su regazo, al borde de su cama individual.

—¿De qué se trata? —interesada, Hayoon preguntó, sentándose con suavidad en su sitio.

Ahora, ambos niños le prestaban una atención diferente: curiosa y cautivada por el hecho de conocer; aunque la de Haru era menor, él estaba perdido en el residuo de su sentimiento negativo y en las caricias que dejaba su papi en su cabello.

». Cuando ustedes nacieron, eran los príncipes de un reino hermoso, ¿recuerdan eso?, estaban esperando por nosotros en un palacio —asintieron, como si de verdad tuvieran las remembranzas de lo que el mayor les contaba—. Pues antes de que llegáramos, había una reina que los cuidaba.

—¿Una... reina? —de nuevo cuestionó la pequeña, pero esta vez con extrañeza.

—Sí, era una reina preciosa. Tenía el cabello castaño y muy muy largo, combinaba a la perfección con su piel de cristal y su bella sonrisa rosada. Ustedes se parecen mucho a ella, después de todo, era su madre.

—¡¿Teníamos una mamá?! —Hayoon exclamó, provocando un sobresalto en el hombre que intentó estirarse para detenerla con su mano libre, pensando que la pequeña iba a pegar de saltos por la emoción.

—Sé cuidadosa, estás convaleciente.

—¡Tenemos una mamá! —fue lo que volvió a gritar, luego de asentir hacia la indicación de su padre.

—¿Dónde está? —ahora, la cuestión vino de los labios de Haru, los cuales se habían mantenido apretados hasta entonces. Estaba menos entusiasmado que su hermana, pero se podía notar igual de sorprendido.

—Tuvo que irse al cielo.

—¿Con la abuela Kim y el abuelo Jeon?

—Exactamente —con un mejor ánimo, el castaño respondió, satisfecho de que sus hijos entendieran el concepto, aunque fuera metafóricamente—... Ellos tres viven juntos allá arriba y tienen como misión cuidar de nosotros. Nos quieren mucho.

—¡Dios, es increíble! —la menor celebró al dejarse caer sobre su espalda, dando manotazos felices por doquier, alterando, nuevamente, los nervios de Taehyung, quien solo intentaba protegerla.

—¿Y por qué se fueron, papi?

—Todas las personas tenemos un tiempo diferente para vivir en la Tierra, Haru, el de unos dura menos que el de otros. A ellos les tocó retirarse primero.

—Qué mal.

—Lo sé, pero piensa en lo positivo: viven muy cómodos en una casa de nubes y siempre están comiendo todo lo que se les antoja. Debemos estar felices porque están bien —fue impresionante la calma que sus propias palabras le brindaron. Un sentimiento entrañable le acunó el corazón cuando pensó en que justo así debía estar descansando su madre. Mirar al cielo y sonreír, de ahora en adelante, iba a ser muy bonito—. Algún día, cuando nuestro tiempo aquí se termine, vamos a ir a vivir con ellos, pero por ahora debemos dormir, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —los menores dijeron al unísono y volvieron a acomodarse en sus respectivas camas, bajo sus acolchadas mantas; ya con el pecho más sereno.

—Me iré a la cama —después de sonreírles y encender la lámpara de luz tenue que desde hace muchos años utilizaban para dormir, se dio la vuelta con el propósito de aproximarse a la salida de la habitación y abrir la puerta—. Los amo mucho —buscando el interruptor de la luz principal, lo apagó con movimientos automáticos.

Sin embargo, se detuvo al pensar en el significado de la oración que acababa de pronunciar y el extraño miedo que se desencadenó en Haru antes de poder hablarles sobre su mamá.

»... Y también quiero a su padre —se encargó de aclarar y solo después de observar las gigantescas sonrisas que se dibujaron en los redondos y blanquecinos rostros, salió de la habitación, cerrando la puerta frente a sí.

Nunca antes se había sentido tan bien hablar con los niños. De cierta manera, fue terapéutico. El tiempo invertido con las personas correctas, siempre era una bendición.

No obstante, jamás esperó que al darse la vuelta se encontraría con Jeon Jungkook, sonriéndole de la misma manera en que sus hijos lo hicieron. Al parecer, había estado escuchando la conversación y ahora suspiraba conmovido, sobre todo por la última línea.

Pero Taehyung no pudo evitar que el mal sabor de boca volviera de golpe a su cuerpo, no cuando reparó en que él había sido, nuevamente, el único responsable de hablarles de su madre a los niños.

Una mueca de molestia se pintó en su cara tan pronto como el sosiego se fue y, decidido a seguir con su plan principal, ignoró a su esposo, comenzando a caminar por el pasillo rumbo al lado contrario del departamento, donde se situaba su dormitorio.

—Amor...

—Vete —rogó, apresurando su tajante paso e internándose en su lugar seguro, determinado a cerrar la puerta tras sí.

Más una de las malditas botas negras se lo impidió y tuvo que recargar su espalda contra el madero, impulsándose hacia atrás con los pies.

Se sintió estúpido. ¿Por qué había corrido para huir de Jungkook?, ¿cómo siquiera se le había ocurrido eso?, ¡era el talento más grande del ajeno, no había forma de superarlo!, qué vergonzoso había sido intentarlo.

—Taehyung...

—Vete, no quiero dormir contigo... Yo...

Si bien se esforzaba por intentar explicar su negativa, las palabras se quedaron en el aire cuando no solo la punta de la bota de Jungkook se asomaba por la abertura de la puerta, sino, también, un precioso ramo de orquídeas de mariposa a color lila atardecer.

Sus orbes, abiertos por la sorpresa, parpadearon más de cinco veces bajo la oscuridad que perdía fuerza por la luz de la luna que entraba mediante el ventanal.

Inmediatamente, sus manos fueron directo a su pecho, mismo que experimentaba una extraña sensación, una que contuvo toda su molestia y la hizo reducirse hasta desaparecer, reemplazándola por una emoción más simple: nostalgia, le llaman.

Entretanto su sentir aumentaba, su fuerza contra el madero disminuía. Ya no respiraba ofuscado, ya no luchaba por su orgullo ni por su molestia... ahora solo tenía un nudo inmenso en la garganta y la intención de dejarlo explotar en diamantes melancólicos.

Sin más, se alejó de la puerta, adentrándose verdaderamente en la habitación y girándose, lleno de conmoción, en busca del ingreso de su esposo.

—Lamento la demora, Taetae —habló el hombre, cerrando el madero tras su entrada—. Resulta que no es temporada de orquídeas —fue entonces que el corazón de Kim Taehyung dio un vuelco estremecedor que lo hizo viajar hasta el recuerdo de su primera cita, cuando esas mismas y magnificas palabras fueron recitadas.

—Koo... ¿Por... por qué? —justo como contestó aquel día, la pregunta aterrizó en medio de los dos.

—Porque no quiero que olvides nunca que, en nuestra primera pelea monumental, traje tus flores favoritas.

—Kookie —estaba falto de aliento, pero pudo pronunciar la palabra que más amaba y las irremediables gotas llenas de centenares de sensaciones, salieron huyendo desde sus negros orbes, haciéndolo lucir completamente vulnerable, como solo Jeon Jungkook tenía el privilegio de apreciarlo.

Acababa de rendirse ante él y, aunque su orgullo estaba lastimado, utilizó esa simple razón para recibir el ramo de orquídeas entre sus manos, a la par que se dejaba atrapar por los brazos del amor de su vida, quien lo rodeó con un cariño tan especial, insinuando, al mismo tiempo, que no lo iba a liberar jamás.

Un par de segundos después, el pelinegro secundó su llanto. Era completamente imposible evitarlo: las emociones desbordantes que Taehyung poseía, también radicaban en su pecho y exigían externarse de la misma forma.

». Lo siento —con esas dos simples palabras, Taehyung pudo darse cuenta del pesar que cargaba hasta en la voz, así que intentó disimularlo, aspirando el suave aroma de las flores; más, al cerrar los ojos, sus lágrimas escurrieron con largura y no soportó tragarse los pensamientos—. Lo lamento mucho... Dije cosas horribles, te insulté —al instante, sus brillosos orbes volvieron a levantarse, buscando los aguados ajenos—... No eres un inútil, mi amor, no lo eres... Yo estaba...

—Ssh —el susurro de Jungkook logró detenerlo y la sonrisa cerrada que le proporcionó lo desconcertó por completo.

No obstante, las grandes, blancas y suaves manos de su esposo lo trajeron al presente cuando subieron hasta contornear su rostro.

Inevitablemente, sus miradas se conectaron con intensidad; ambas aguadas, enrojecidas y titilantes. No había palabras, pero ese par de orbes se estaban diciendo todo. Se apreciaban y se disculpaban mutuamente.

Taehyung formó un puchero cuando Jungkook movió con cuidado sus pulgares sobre sus pómulos, secando las gotas que atravesaban por ahí.

Dulzura, calidez y amor.

Amor: ese era su centro, su razón.

Ambos lo pensaban entretanto la conexión los envolvía. Era como si fueran uno mismo, como si sus mentes y cuerpos tuvieran la capacidad de sincronizarse, simplemente, para complementarse con esa simple acción.

¿Por qué había tantas peleas últimamente, si el amor seguía siendo tan palpable como en un inicio?

Dos simples motivos: las personas cambian y, en ocasiones, pierden comunicación.

¿Por qué les estaba pasando a ellos?

¿Por qué no era igual de sencillo hablar como antes, si juraron siempre hacerlo?

¿O simplemente no se estaban dando el tiempo para ello?

Sumidos en la idea de avanzar constantemente y el cansancio que, por ende, acumulaban, los días de jóvenes enamorados se estaban alejando, esos en los que gozaban parlotear, simplemente, para escuchar sus voces y permitían que las charlas se extendieran más allá del amanecer, mientras se repartían caricias.

No era que el amor faltara, era que no lo estaban priorizando.

¿Cómo podían pedir a sus hijos que defendieran el sentimiento a toda costa, cuando ellos no lo profesaban correctamente?

Desde ahí, las cosas iban mal... y, por azares del destino, había llegado el momento perfecto para arreglarlas.

»... ¿Puedo... puedo besarte? —murmurando, Jungkook preguntó, completamente hechizado por su oscuro mar, mismo que no dejaba de inspeccionar al amielado suyo.

Taehyung asintió en pequeñito y contuvo el aliento: la timidez embriagándolo repentinamente, como si fuera un adolescente y estuviera a punto de recibir su primer beso, olvidando los miles de escenarios donde Jungkook le había comido los labios ya.

Y cuando la proximidad se hizo unión, dos pares de belfos se presionaron con suavidad.

No hubo nada más que eso: un choque entre dos comisuras con sabor a pena y a sal, conectándose en busca de reconciliación.

La envoltura de las flores fue estrujada por las palmas del mayor, quien se disparó en ansiedad cuando los labios de Jungkook no estuvieron más sobre los suyos. El extraño temor de volver a la realidad se hizo más grande y no quiso abrir los ojos, porque eso significaría que su corazón se quebraría más y no estaba dispuesto.

El pelinegro sonrió al notarlo, pensando en lo tierno que su esposo lucía así: indefenso y pequeño. Por consiguiente, volvió a acercarse, yendo directo a dejar un beso húmedo y lleno de adoración en su mentón.

Una de sus manos corrió a la nuca del castaño y la otra bajó, nuevamente, a su cintura, confirmando que no lo liberaría y que su misión era soltar besos cariñosos alrededor de su piel: en su frente, en sus mejillas, en su nariz y sobre todo en sus largas y lacias pestañas, con la esperanza de no presenciar ni una tormenta más saliendo de entre ellas.

El castaño se dejó hacer. Seguía conteniendo el oxígeno, pero disfrutar de las acciones ajenas era lo más sensato que podía efectuar a esas alturas, sobre todo porque estaba más sensible que nunca y sentirse mimado por el pelinegro era la única manera que conocía para detener sus pensamientos y apagar, por fin, su mente, solo dando paso al dulce amor.

Al final de la delicada sesión, los belfos de Jungkook terminaron otra vez en sus labios, besuqueando al inferior como si, con cada presión, estuviera remendando su corazón herido, con las hebras que había hilado desde las propias venas de su cuerpo.

—¿Me quieres?

Cuando Taehyung se atrevió a preguntar, sus labios se reencontraron en un corto beso por las casualidades del movimiento, pero el contacto no duró más de un segundo, pues Jungkook se separó un par de centímetros para verlo.

Iba a cuestionar el origen de la pregunta. Iba a cuestionar si no era obvio, si no había escuchado todas esas veces que, con armonía, se despidió con un "te amo" antes de ir a la pista o de caer dormido; cuando le sonreía como un estúpido al admirar su belleza, cuando se preocupaba y decidía brindarle su calor, cuando le apoyaba incesantemente en todo lo que quisiera hacer... iba a decirle que "quererlo" era poco, que tenía tatuado su nombre dentro de su piel y en cada órgano de su cuerpo... que no podía vivir sin él.

Más Taehyung se adelantó, concluyendo lo que en un principio quería decir.

»... ¿Me quieres... aún después de cómo te traté hoy?

—No —negando con firmeza, Jungkook aseguró, pinchando su propio pecho al ver la mueca de dolor que se pintó en el precioso rostro de su hombre, quien soltó un sollozo descontrolado al interpretar su respuesta. No obstante, sus labios fueron besados al instante, acallando su triste y confundido corazón—. Quererte no se compara con lo enamorado que estoy de ti —confesó y los rojizos ojos del mayor titilaron apesadumbrados—... No voy a negarte que estoy resentido, Taehyung, hay muchas cosas que necesitamos aclarar... pero, en este momento, mi prioridad es hacerte recordar cuánto te amo.

Muchas gracias por leer, te amo infinitamente, amable lector.


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