65. Vencer la realidad
Abril.
Vamos, lo harás bien.
Jungkook se dijo a sí mismo, mientras calentaba sus tobillos, asiduamente, sobre su sitio en aquella pista de carreras; al menos eso era bueno, se encontraba en el lugar más cómodo del mundo para realizar semejante hazaña: su propio hogar, el estadio de su familia.
Puedes hacerlo, Jungkook.
Volvió a cavilar, y echó una mirada a su alrededor, sin poner verdadera atención en ello. Más allá de los tres metros a la redonda, nada importaba lo suficiente como para requerir de su consideración.
Es una carrera de media distancia. 1200 metros: 3 vueltas a la pista. Lo has hecho muchas veces y tienes una marca registrada de 2 minutos con 28 segundos. Todo va a estar bien, Taehyung te lo dijo. Concéntrate en la resistencia y en el ritmo, la velocidad no importa, es peligroso utilizarla si planeas llegar hasta el final, aplica todo lo que has aprendido de tu equipo multidisciplinario y no los decepciones, lo que importa, sobre todas las cosas, es hacer valer todo su esfuerzo y llevarlos a París.
Pero paró de pensar para sí mismo cuando notó como la figura de Park Seojoon, el nuevo competidor agraciado, se posaba frente a la suya. Temió por un momento, era alto y fornido, le ponía nervioso.
—Golden Maknae —habló Seojoon y, repentinamente, sonrió, enseñando su bonita y perlada dentadura—. Es un honor competir contra usted.
—Oh —soltó Jungkook, recayendo en que había exagerado: Seojoon no era, ni de cerca, una mala persona—... Vamos —contestó y regresó la sonrisa—. Soy menor que usted, no hace falta que me hable con formalidad.
—Claro que sí... Se lo dije antes: usted es mi fuente de inspiración —y, de pronto, hizo una reverencia exagerada—. Por favor, acabé conmigo hoy.
—No —habló Jungkook, apenándose—... No haga eso y, por favor, no lo diga así —pidió, haciendo que el joven se irguiera nuevamente—, usted es fantástico. Temo mucho de que estemos en la misma competencia.
—Tonterías —soltó con una risita, restándole importancia—. No soy rival para usted, pero entiendo su punto. No le puedo decir que no me esforzaré para ganar, pero, si quedo en segundo lugar, estaré satisfecho si usted es el primero.
—Le agradezco el comentario.
—No me agradezca, mejor... rómpase una pierna —dicho lo anterior, se carcajeó débilmente y, con unos aires de grandeza mal escondida, se alejó hasta la segunda calle de la pista.
Jungkook no supo si reír o llorar, aquel deseo de suerte, por alguna extraña razón, lo había sentido como un anhelo más que literal. Así que solo sonrió y negó repetidas veces.
Por si las moscas: primero tú, Park Seojoon.
No obstante, un segundo después, se arrepintió y se golpeó la frente con la palma de su mano: era muy inmaduro de su parte pensar así sobre cualquiera de sus contrincantes; no estaba bien, le hacía sentirse una mala persona y alguien muy poco profesional; su madre no lo había educado de tal manera. Además, realmente no importaba si se rompía una pierna, ¿No?, su novio era fisioterapeuta, seguro lo curaría con besos. Empero, aunque le agradaba la idea de que su bebé le diera cuidados especiales, no era momento para obtener semejante beneficio, ya habría otros años para dejarse consentir por el amor de su vida.
Aquel tópico le hizo olvidar la situación en la que se encontraba, hasta que los altavoces comenzaron a resonar por todo el sitio y lo sacaron de su propia mente. El maestro de ceremonias ya había comenzado a dar introducción a la competencia y su corazón se estremeció.
Respira, hombre.
Se dijo y le sonrió a la cámara cuando fue presentado ante el público y los televidentes.
Más lejos, entre las gradas más altas, Kim Taehyung acababa de sufrir un ataque al corazón: su novio era tan guapo, incluso estando tan distraído, que no podía evitar enamorarse más. Sin embargo, también estaba preocupado, pues llevaba más de veinte minutos observando al pelinegro y, sin dudar, podía deducir lo nervioso que estaba; lo conocía, esa manera de rascarse el brazo y pasarse la mano por el cabello de la nuca, eran señales de que se moría por dentro.
Hubiera querido decirle que estaría ahí, dándole su apoyo incondicional y gritando todos los vítores que tenía preparados para alentarlo a ganar; no obstante, prefirió dejarlo en secreto. Aparte de que no hubo tiempo para hablarlo, no quería desconcentrarlo: era una competencia importante. Luego, cuando estuvieran a solas y abrazaditos, le cantaría todas y cada una de las porras que se inventó.
Jungkook se acomodó sobre los tacos de salida y el tiempo, para cuando sonó el disparo, llegó más rápido que cualquier otra cosa en el mundo. Empero, a pesar de que los segundos transcurrieron diabólicos, estuvo preparado para arrancar, casi al mismo tiempo que la bala corrió hacia el cielo.
Ritmo. Resistencia. Ritmo. Resistencia. Ritmo. Resistencia.
La carrera había comenzado con los ocho competidores acomodados en carriles escalonados y, aunque él radicaba en el sexto canal, ahora mismo se estaba disputando por tomar una buena posición sobre el carril uno y dos, justo donde el octeto se había amontonado.
La primera vuelta se cumplió y llevaba casi la delantera. La gente gritaba a su alrededor y, aunque él también quería hacerlo, su mente solo repetía lo mismo: Ritmo. Resistencia.
Estaba muy agradecido porque no iba mal, solo una posición detrás de Park Seojoon. Todos corrían muy rápido y ni siquiera podía analizar como la brisa chocaba contra su rostro: esa era una de las cosas que más le gustaban de correr, pero en esa carrera no se daría el lujo.
Sin embargo, a la mitad de la segunda vuelta, temió en exageración, pues una extraña sensación hizo arribo en su rodilla, justo en el ligamento cruzado anterior, que había sanado junto con Taehyung.
Sanado.
Ya estaba sano, ¿No?
No era como tal un dolor, más bien, podía sentir, sobremanera, cómo las articulaciones y los músculos de su rodilla se movían con una tensión inaudita, innecesaria.
No le podía pasar eso, no en ese momento.
Siguió corriendo, pensando solo en ignorarlo, pero la sensación no se iba y, cuando menos lo imaginó, ya era el octavo en la lista de posiciones: sus compañeros ya iban unos 5 metros delante de él.
Se asustó, sobre todo porque el público entero le transmitía el sentimiento: todo el mundo estaba sumido en nerviosismo y preocupación. Para su mala suerte, sentía que no podía mantener más el paso, sus huesos se rozaban con intensidad: no era divertido, para nada. De esa forma, jamás alcanzaría la meta.
Decepcionaría a su novio, a su madre, a su familia, al entrenador, al staff y hasta a su difunto padre.
Pero si estaba sufriendo con aquella sensación, no quedaba de otra, ¿No?, sobre todo porque, si seguía forzándose, quizá haría más daño a su articulación. Además, ya estaban en la tercera vuelta y, al septeto delante suyo, le restaba unos 300 metros para culminar.
Su perdición era inminente.
¿Y si mejor se detenía y ya?
No.
Escuchó en su mente y por un instante se quedó sin oxígeno, aquella palabra dicha por su subconsciente, no sonó como su propia voz: era la voz de su padre, la que recordaba que el hombre tenía.
¿No?
Se preguntó, esta vez escuchándose a sí mismo, aún con la sensación nostálgica en el pecho.
¿En serio no?
¡Claro que no!, ¿Cómo era capaz de preguntarse algo así?, ¿Acaso estaba loco?, ¡Esa era su última oportunidad!
¡Acelera!
Pensó y su mente quiso explotar.
¿Velocidad?
¿Eso... lo sacaría del apuro?
¡Por supuesto!, era un velocista nato, la velocidad era su mejor amiga.
Pero, ¿Sería posible?
Es decir, los ocho competidores estaban utilizando la misma técnica, estaba claro que, si dejaba de apostar entre el ritmo y la resistencia, podría acelerar su paso y rebasarlos... pero Jackson lo mataría. A veces, hay cosas que no se deben hacer; encima, temía por su rodilla, no estaba en las mejores condiciones para, simplemente, acelerar.
Sin embargo, los ojos negros de su novio se dibujaron en su mente y solo pudo hacer una mueca aturdida.
Las noches de lluvias tormentosas, los malos ratos, la oscuridad plena: siempre me habían consumido, pero esos ojos negros solo me han demostrado que, entre más oscuros están, más brillantes se vuelven.
Y todo está bien...
Y soy muy feliz...
Porque vale la pena el esfuerzo, porque después de la tempestad viene la calma y porque no hay nada más satisfactorio, que sentir la calma de ese hombre en mí.
Así que no me puedo rendir, debo dar todo por ambos, eso dije que haría.
Él dirá que estuve genial, sea cual sea el resultado, pero seguro detestará verme llorar y no quiero ponerlo triste, no quiero preocuparlo más, ni hacerlo sentir mal con mis decepciones.
Ese hombre merece todo, menos verme perder esta carrera.
Por lo tanto: lo siento Jackson Hyung, pero al diablo el ritmo y la resistencia, después de esto, Kim Taehyung tiene que estar orgulloso de mí.
Y pensando lo anterior, desvió la poca energía que le quedaba en el cuerpo hasta sus piernas, preparándose para jugar su última carta y, sin más, se lanzó como una flecha sobre el tercer carril, procurando no entorpecer a sus compañeros y no chocar con ellos en el acto.
Era una decisión desesperada, pero la única factible.
Y aunque parecía que la vida no quería permitir la anhelada victoria, Jeon Jungkook alcanzó a sus contrincantes y, agraciadamente, los rebasó, escuchando los pasos de los jóvenes volverse más pesados y cómo todo el público enloquecía ante tal causa.
Claro que había sorprendido a la multitud, ya había desacelerado por 10 metros, era imposible recuperarse después de algo así, los expertos lo decían, pero ahora iba a la delantera y, sin titubear un milímetro, un par de segundos más tarde, cruzó la meta, definiendo un antes y un después en su carrera como el Golden Maknae, y por supuesto, haciendo honor a su apreciado título.
La gente perdió el juicio, había gritos por todas partes y el maestro de ceremonias no dejaba de exclamar cosas que, ciertamente, no sé entendían.
Sin embargo, que la gente ya estuviera celebrando, a Jungkook no le importó. Estaba lleno de una satisfacción tan grande, que siguió corriendo y corriendo, hasta avanzar unos 200 metros más allá de lo requerido, para luego terminar desacelerando y tirándose en el piso, incrédulo, con el corazón en la mano.
Cerró los ojos y se tapó el rostro con el dorso de su brazo derecho, los músculos le punzaban y quería soltarse a llorar de la alegría. No había forma suficientemente buena para expresarse, no sabía cómo: estaba perdido, experimentando cientos de sensaciones increíbles, que le saturaban el alma.
Iría a París, asistiría a las Olimpiadas y llevaría a su novio al último piso de la torre Eiffel para besarlo con locura, mientras le acariciaba el borde de la bonita boina que, de seguro, Taehyung estaría usando.
No podía creerlo.
No podía ser cierto.
Ganó y, cómo todo el mundo lo pronosticó, ahora era el elegido para representar a Corea en las Olimpiadas Parisinas.
Era fantástico.
Era lo mejor del universo.
Y mientras el joven se deshacía en el piso ante su victoria, Kim Taehyung estaba desesperado, tratando de convencer a los guardias de seguridad, de que lo dejarán acceder a la pista.
Cuando vio que Jungkook aceleró de esa manera impensable, su corazón y cuerpo vibraron enloquecidos. No podía creer cómo era posible que sucediera. Sabía cómo trabajaba Jungkook, sabía su capacidad y lo fiel que era a sus técnicas. Él mismo asistía a los entrenamientos siempre que tenía tiempo, había visto mucho y conocía todas las estrategias planeadas por el staff; nunca imaginó que Jungkook actuaría así.
Se puso a gritar como un loco y, cuando lo vio ganar, corrió entre las personas hasta salir de las gradas y bajar las escaleras, necesitaba enredar a Jungkook en sus brazos y decirle lo increíblemente orgulloso y feliz que estaba por él, que era impresionante, el mejor atleta del mundo y el que ganaría la bendita medalla de oro, en cuanto pisara París.
—Por favor —soltó, abrumado—. Necesito ir con él, quiero ver cómo está y felicitarlo.
—Sí, claro —le respondió uno de los guardias—. Todos quieren lo mismo, así que vuelva a la fila.
—No, en serio necesito ir con él. Por favor, comprenda, quiero abrazarlo.
—No, joven, usted comprenda: nuestro trabajo es velar por la seguridad de los atletas, no podemos dejar que cualquiera pase a esta área, por eso tenemos un registro de las personas invitadas: entre reporteros, paramédicos, personal del staff de cada participante y el jurado; no debe entrar nadie más. Los fans, deben quedarse fuera de la pista, así que obedezca y vaya a hacer cualquier otra cosa que involucre sus pancartas con corazones —para ese instante, la mano gigante del guardia que hablaba, ya se había enredado en uno de sus delgaduchos brazos, arrastrándolo hasta alejarlo lo suficiente de las puertas que daban ingreso a la pista.
Era cierto que mucha gente estaba pidiendo lo mismo, pero, él, como novio de Jeon Jungkook, de verdad necesitaba acceder.
—¡Suélteme!, ¡¿Qué le pasa?! —jalándose con brusquedad, fue la única manera en que consiguió soltarse, sabía que iba a quedar un moretón, pero no importaba, solo volvió a correr hasta la puerta, volviendo a ser detenido por los uniformados—, ¿De verdad no entienden que debo estar con él?
—¡Joven, está usted chiflado si piensa que dejaremos entrar a un fan cualquiera!
—¡No soy un fan cualquiera! —gritó, sin contenerse—... ¡Soy el novio de Jeon Jungkook!
Y un silencio absorto, azotó a su alrededor.
Lo dijo... en serio lo dijo...
Y todo se puso más tenso cuando notó como todos los que lo escucharon, lo miraron asombrados, demasiado sorprendidos como para caber en sus propios cuerpos.
No le quedó más que tomar todo el aire que fuese posible y aceptar la realidad: nada importaba, él solo quería correr hacia su novio.
—¡Ja!, Sí, claro... y yo soy su tía Gertrudis.
Y la respuesta del oficial, solo hizo que su pecho se alterara más—. ¡Digo la verdad!, ¡Soy su novio, carajo! —exclamó y en un intento desesperado, alzó su muñeca, de dónde colgaba el dije que Jungkook le regaló en celebración de su primer mes—. ¿Ve esto? —preguntó—. Él me la dio... y tiene uno completamente igual, pero con mis iniciales —aseguró— y, de pronto, se descubrió una de sus clavículas, jalándose el cuello de su suéter negro, hacia un lado de su cuerpo—... y esto —señaló un moretón entre violeta y rojizo, que Jungkook le había dejado, un par de días atrás—, me lo hizo la otra noche, mientras nos besábamos en mi habitación.
—Cualquiera puede comprar un brazalete y hacerse un chupete con los dedos —contestó el guardia que le discutió desde un principio—. Mejor váyase, joven.
—¡No!, ¡Quiero estar con Jungkook!, ¡Por favor!. Créame y déjeme pasar, necesito ir con él.
—¡Que no, joven!
—¡Por favor! —rogó y sintió como sus ojos se cristalizaron. Estaba a punto de soltarse a llorar y, por lo mismo, una chica que había estado escuchando todo desde el inicio, se acercó lentamente, hasta poner una de sus manos en el hombro del joven castaño, tratando de reconfortarlo con tal hecho.
—Disculpen que interrumpa, pero, el joven aquí presente, es el de las fotos del escándalo de hace unos meses —les explicó a los oficiales, mismos que la vieron sin entender—. Disculpa que lo diga así —dijo, hacia Taehyung, sintiéndose triste por verlo tan abrumado—, solo quiero ayudar —y dicho eso, entregó su teléfono a los guardias, mostrándole las imágenes de las que hablaba.
—Si son conscientes y observan bien sus expresiones, es obvio que ambos son una pareja y están muy enamorados —pronunció—... todo el mundo lo sabe. Encima, estamos en el estadio de los Jeon, así que... si no quiere ser despedido, Señor Choi Seung —advirtió cuidadosa, leyendo el gafete del hombre—... más vale que deje pasar al joven castaño, quien, recalco, es pareja de Jeon Jungkook.
—¡Sí!, ¡Déjelo pasar! —gritó alguien por detrás y, de pronto, más y más personas se fueron uniendo, hasta que todos formaron un coro, pidiendo que Kim Taehyung ingresara al sitio.
Sabía que no era momento, pero su corazón se conmovió. Jamás imaginó que algo así fuera a suceder: la gente lo estaba apoyando, no había nadie que lo miraba extraño y las peticiones eran maravillosas.
El mundo le había aceptado y, aunque no lo necesitaba, eso le causaba una alegría preciosa, combinada con una pequeña sonrisa, misma que le calmaba el alma y le hacía sentir satisfecho.
No obstante, la tormenta de gritos fue detenida por el guardia de seguridad, quien ahora estaba muy abrumado por la presión social y se había visto obligado a ceder.
—¿De verdad son novios? —fue lo que le preguntó a Taehyung, una vez que el silencio volvió a llenar el área.
—Sí —respondió Taehyung, sonriendo levemente y abrazándose a sí mismo—. Él es el amor de mi vida.
Y la sonrisa que le devolvió el oficial, lo sacó de todas sus casillas: no podía creer que había logrado cautivarlo—. Adelante —dijo, haciéndose a un lado y el chico castaño le regresó la sonrisa, realmente agradecido.
Iba a salir corriendo, pero, antes, se giró hacia la multitud y, con una reverencia, les agradeció a todos por su ayuda. Entonces, volvió a lo suyo y corrió lo más rápido que pudo, internándose en el lugar y buscando a Jeon Jungkook con la mirada, quien estaba siendo atacado por cientos de reporteros, que le hacían preguntas por todas partes.
—¡Jungkook!, ¡Lo lograste!, ¡Tienes pase directo a las Olimpiadas!, ¿Cómo te sientes?
—Aún no puedo creerlo, esto es increíble —fue lo que dijo a los micrófonos—. Me siento muy emocionado, me tiembla el cuerpo y mi corazón palpita acelerado.
—¿Qué fue lo que ocurrió hace un rato?, ¿Por qué desaceleraste?
—Tuve una sensación extraña en la rodilla, justo donde ocurrió la lesión hace un año. Me molestaba, por eso perdí el ritmo —explicó.
—¿Y eso no fue peligroso? —inquirió otro de los reporteros.
—Yo supongo que tendrá sus consecuencias, pero en el momento tenía que hacerlo, quiero cumplir mi sueño.
—¡Y lo cumplirás! —dijo una chica entusiasta—. Fue maravillosa la manera en que ganaste esta carrera. Nos sorprendiste a todos, ¿Qué fue lo que pasó por tu cabeza, antes de qué tomaras esa difícil decisión?
—Hubo muchas cosas, estaba asustado —admitió—, pero todo se aclaró cuando recordé la bonita sonrisa de alguien que me quiere mucho.
—¿El chico de las fotos? —le preguntaron desde algún sitio y, de inmediato su madre se apareció de frente, diciéndole, con la mirada, que no se le ocurriera decir una locura; Sin embargo, mucho más allá, una cabecita rizada estaba luchando entre la multitud, para poder llegar a su persona.
Y sonrió en grande, emocionándose de inmediato—. Sí —dijo, con seguridad—. Pensar en él, me impulsó a ganar. Es mi mayor motivación.
—Pero... es hombre...
—Pero... es el amor de mi vida —y ante esa declaración, Kim Taehyung se detuvo entre las personas, encontrándose con los ojos mieles de Jeon Jungkook—... Es decir, ¿Para qué tanto sacrificio, para que tanto entrenamiento, para qué tantas medallas?, nada nunca había sido suficiente, hasta que ese hombre sonrió para mí —declaró—... Me llena de tranquilidad y me hace feliz... me dio un propósito. Si no estuviera él, en este momento no me sentiría tan dichoso... Mundo, necesitamos entender que el amor es amor y que no hay limitantes para él... Solo importa que sea recíproco, sano y duradero, de ahí en más, nada vale la pena.
—Estamos orgullosos de ti, Jeon Jungkook —soltó la misma reportera entusiasta de antes—... Nos alegra conocer tu opinión al respecto y estamos muy felices por ti. Tienes toda la razón y, tarde o temprano, la sociedad lo entenderá —aseguró—. Volviendo al deporte, ahora que no tienes que seguir peleando por el puesto, ¿Qué es lo primero que harás?
—Voy a —contestó y su mirada viajó hasta su madre, quien lo veía con los brazos cruzados, sin expresión alguna en el rostro; no obstante, volvió hacia Taehyung y sonrió enamorado—... Voy a besar a mi novio —dijo y, decidido, se abrió paso entre la multitud, sin dejar de observar a su niño lindo.
El castaño se asustó un poco, todas las cámaras giraron hacia él, e incluso unos micrófonos se iban a aproximar, pero Jeon Jungkook llegó y plantó sus labios en sus bonitos rosados, abrazándolo dulcemente y sintiendo cómo, a pesar de que eran observados por todo el mundo, el mayor se aferró, con sus manitas, a su cuerpo, haciendo puños la tela de su playera, a la altura de su pecho.
Segundos después, dejaron el pico que se daban, para sonreírse en grande.
—¡Lo lograste, lo lograste, lo lograste! —repitió Taehyung, emocionado, mientras repartía besitos en las mejillas de Jungkook y saltaba pequeñito—. ¡Sabía que lo harías!. Estoy tan orgulloso de ti, amor, que no puedo con la alegría.
—Viniste —fue lo que recibió como respuesta.
—¡Claro que sí!, por nada del mundo iba a perderme este momento —soltó y dejó un beso casto en los labios de un Jungkook que no podía dejar de sonreír—. Te has preparado tanto, que no mereces menos que esto.
—Gracias por venir, bebé.
—Es mi deber —declaró—. Además, aún no puedo creer la forma en que ganaste la carrera, nos dejaste con la boca abierta. Fue tan increíble... Eres el atleta más impresionante del mundo y no dudo, ni un poco, que arrasarás con el oro en cuanto toques París.
—¿Eso crees? —cuestionó conmovido y Taehyung le regresó la sonrisa, completamente perdido en ella. Entonces, Jungkook pegó su frente con la del castaño y cerró los ojos, permitiéndose sentir su magnífica felicidad—. Te necesitaba tanto, si hubiera sabido que vendrías, todo hubiera sido más fácil.
—Lo siento, no quería distraerte —admitió el mayor.
—Nunca, TaeTae, nunca eres una distracción —dijo y abrió los ojos, para luego dejar un besito en la nariz del muchacho—, me impulsas y me motivas inmensamente. Gané esto gracias a ti, gracias a que me alientas a seguir adelante, a luchar por mis sueños y a no detenerme jamás. Cada paso que di, fue gracias a ti.
—Aw, Jungkook —emitió Taehyung, sintiendo un pequeño nudo en su garganta—, no sabes cuánto te adoro.
—Y yo a ti, bebé —estableció el menor y ambos se abrazaron con fuerza.
—Estoy tan feliz por ti —murmuró Taehyung.
—Es que eres un ángel —recibió como comentario—. Me emociona mucho verte aquí. Sabes que te dedico este triunfo.
—No, este triunfo es tuyo.
—Es de ambos —soltó y Taehyung se separó un poco para verlo a los ojos—... Tú corres a mi lado siempre.
—¡Te quiero, te quiero, te quiero! —exclamó e hizo que sus labios se unieran, anclándose esta vez y comenzando a besarse con delicadeza y cariño, demostrándose, por medio del acto, que no había nada más importante que ellos y sus sueños.
Pero el carraspeo de la madre de Jungkook, hizo que ambos se alejaran; Taehyung, sonrojado hasta las orejas, pues se trataba de su suegra, quien les estaba llamando la atención.
—Chicos, las cámaras les siguen grabando —dijo, en una sonrisa divertida y haciendo que Taehyung se sintiera un poco más cohibido, mientras Jungkook volteaba a su alrededor, sin borrar la felicidad de su rostro.
—¡Ah, qué amables!, Muchas gracias a todos —pronunció, con sinceridad—. Por favor, adjunten el vídeo a mi correo, sería genial tenerlo de recuerdo.
Jeon Heeyon suspiró, su hijo jamás iba a cambiar—. No puedo enojarme contigo ahora —fue lo que dijo y su mano acarició un par de mechones negros—. También estoy muy orgullosa de ti, Jungkookie. Como dijo Taehyung, eres el mejor atleta del mundo.
—Gracias, mamá —contestó, sonriéndole pequeñito.
—¡Se acabó la ronda de preguntas! —exclamó, de repente, a los reporteros—, Jungkook debe descansar, así que dispérsense y déjenlo tomar algo de oxígeno —habló y, casi al instante, la gente dejó de rodearlos. Esa señora, sí que podía controlar el mundo—. Taehyung —dijo, esta vez, hacia el jovencito que Jungkook abrazaba por la cintura—, el equipo tiene planeada una cena para celebrar el triunfo de nuestro niño, estás cordialmente invitado.
—¿Ha... habla en serio? —preguntó, totalmente sorprendido. A ese punto esperaba de todo, menos que su suegra fuera buena con él—... es decir, ¿No le resulta incómodo?
—¡Claro que no!, eres el novio de mi hijo y nunca antes lo había visto tan feliz, así que estoy muy agradecida y, por supuesto, ya te considero parte de la familia. Entonces, con toda la confianza del mundo, acompáñanos esta noche. Será muy divertido ver a Jungkook quedarse dormido con el tercer trago.
—Mamá —se quejó el menor, enrojeciendo un poco.
—Necesito ver eso —contestó Taehyung, burlándose ya del atleta.
—¿Cuento contigo, entonces?
—Estaré ahí, muchas gracias por la invitación y por sus palabras —soltó, haciendo una pequeña reverencia—; Jungkook es lo mejor de mi vida también, así que, muchas gracias por tenerlo.
—Gracias a ti, por quererlo —dijo, y dio una palmadita en el hombro del mayor—. Los dejo, tengo que arreglar algunas cosas. Pero, por favor, si van a volver a besarse, que sea en el vestidor, no quiero más fotos en las revistas de chismes.
—Entendido y anotado, mamá.
—Perfecto, te llamo en unos veinte minutos, veré que estén preparando la entrega de medallas —informó, para, por fin, alejarse.
—Koo —habló Taehyung, subiendo sus brazos hasta el cuello del mencionado—. ¿Estás bien?, tu rodilla...
—Estoy bien.
—No digas tonterías, vamos a revisarte. Lo que sucedió no es normal.
—TaeTae...
—Disculpen —interrumpió, Park Seojoon, al par de jóvenes, que dejaron de abrazarse—... Golden Maknae... usted estuvo espectacular.
—Oh, no diga eso...
—Lo estuvo —arguyó y se inclinó en una reverencia de noventa grados—. Fue un placer competir contra usted, espero volver a hacerlo. Felicidades por tener pase directo a las Olimpiadas. No hay nadie que se lo merezca más, así que me siento honrado de estarlo viendo de frente.
—Le agradezco mucho. Por favor, no deje de esforzarse, quiero verlo de la misma manera en la siguiente ocasión, ¿Está bien?
—Está perfecto —mencionó el joven, con una sonrisa, para luego despedirse y alejarse.
—Mi novio es un ganador increíble —habló Taehyung, en cuanto pudo volver a abrazarse al chico—... Estoy tan orgulloso. Sé que no es importante, pero ha ganado otra medalla y eso no lo logra cualquiera.
—Tu novio solo quiere ganarse tus besos, Taehyung.
—Mi novio ya tiene mis besos.
—Entonces, dale besos.
—Se los daré en el vestidor, yo soy un niño bueno y obedezco a la madre del nene que, ha dicho en televisión nacional, que soy el amor de su vida.
Y ante el comentario anterior, Jungkook soltó una carcajada—. Estoy tan feliz de haberlo dicho, espero que con esto entiendas que no espero nada más, en esta vida, que a ti estando a mi lado por siempre... Te quiero mucho.
—Te quiero mucho más —y establecido lo anterior, unieron sus labios en un besito pequeño, de esos que se darían un par de niños en el receso del preescolar—. Te quiero para siempre.
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