61. Incontrolable inquietud
Abril.
—Dios, ya no quiero ser tu mejor guerrero —susurró Min Yoongi, reflejándose en el vidrio que fungía como aparador en aquel establecimiento.
Debía estar loco, debía estar profundamente dañado. ¿Por qué rayos había llegado hasta ahí?
Jodido Park Jimin. Si no fuera por sus hermosos pómulos y sus bonitos labios pomposos, no estaría bañándose en la inmundicia de su desgracia.
Suspiró y los recuerdos vinieron a su mente, haciéndolo sentir que el alma se le iba del pecho.
Flashback...
—Te odio, Min Yoongi.
—No me odias —arguyó el azabache con seguridad, conservando una sonrisa juguetona, mientras se acomodaba dentro del auto y cerraba la puerta.
Sin embargo, la expresión de Park Jimin lo dijo todo, no había bromeado con el comentario, en serio que había resentimiento en sus venas; ¿Y cómo no?, si Yoongi lo tomó completo para después arrojarlo como se hace con la basura.
Yoongi entendió, conocía a Jimin a la perfección, sabía interpretar cada una de sus facetas y que esa mirada cansada expresaba impotencia, por eso se quedó callado, tragándose las palabras y, con ellas, hundiéndose en la locura.
El transcurso a la casa del rubio estaba siendo un tormento, la incomodidad se notaba en el silencio abundante dentro del vehículo, incluso, el fisioterapeuta podía jurar que el conductor no sabía qué hacer con ese par que estaba detrás.
Sus ojos fueron hasta Jimin, el jovencito miraba su teléfono y gruñía de vez en cuando, tratando de distraer sus pensamientos del chico que seguro iba a querer pagar el taxi. Lo odiaba, pero odiaba más no poder acurrucarse entre sus brazos. No obstante, mantener su postura era lo mejor que podía hacer, Min Yoongi era un desastre, uno que aún lo hacía llorar por las noches.
Y el suspiro caóticamente triste que sacó, no fue inadvertido por Min Yoongi, este solo se giró, queriéndose lanzar por la ventana del auto; quizá sería mejor ahogarse en el río Han que ver a Jimin tan alejado, incómodo y antipático.
Su mirada volvió hacia el frente y un rayo gigantesco iluminó el cielo entero, fue entonces que el diluvio comenzó, alterando sus nervios y haciéndolo actuar desapercibido. En seguida, hizo algo de lo que luego se arrepintió, pues viajó por encima de Jimin y se encargó de subir el vidrio de su ventana, invadiendo el espacio de su bonito amigo.
Y cuando sus ojos se toparon con los asustados de Park Jimin, los recuerdos vinieron cual mariposa que sale de un capullo, trayendo consigo el momento en el que el menor confesó sus sentimientos, justo cuando Min Yoongi le estaba acomodando el cinturón de seguridad.
Iba a disculparse, de verdad que lo iba a hacer, pues la expresión del pequeño le estaba diciendo que había recordado lo mismo y que le había provocado, de cerca, el dolor que sintió aquella noche lluviosa, estando embriagado.
Darse un tiro ya no le parecía una mala idea, pero justo cuando se iba a quitar de encima del joven, sus ojos se encontraron con los bonitos labios pomposos del mismo. ¿Acaso había algo más divino que la carita tierna del menor?, Claro que no, mucho menos si lo acompañaba la nariz más preciosa y delicada del mundo.
¡Joder!, ¡Es que Park Jimin era una pieza de arte invaluable!
¿Cómo no se le iba a acelerar el corazón?, ¿Cómo no iba a volverse loco ante esa mirada?, por algo lo había hecho suyo, por algo se había enamorado.
Enamorado... enamorado de Park Jimin.
Estaba enamorado.
¿Y cómo no estarlo?, ¿Cómo ser insensible ante esas mejillas abultadas... ante esa suave piel y esa hermosa sonrisa?... Mentiría si dijera que no adoraba cada uno de los apodos cariñosos que habían salido de esa linda boquita, misma que tenía la voz más dulce del universo.
Es que lo cautivaba locamente: cada rasgo, cada matiz, cada hebra de su rubio cabello... Todo en él era completamente especial.
Sí, adoraba al menor con todas las fuerzas de su alma. Lo quería tanto, que movería una montaña entera con solo mirarla: porque el menor lo valía, porque el menor era su vida.
Las decisiones que tomó, ¿Justificaban su distancia... el haberse privado de Jimin, el haberlo alejado, aun después de que todo había quedado claro cuando se entregaron el uno al otro?, ¿En verdad eso era lo mejor para ambos: ser siempre unos simples amigos?
Estaba claro, Min Yoongi se consideraba un mal hombre, lo sabía, y no solo por el hecho de que había pasado por centenares de camas, sino porque prefirió huir de lo que le ofrecía su pequeño cachetón, para buscar su rumbo en otra parte. No solo era un mal hombre, también era un estúpido inútil. Jimin no merecía tan poca cosa y mucho menos después de haberlo hecho sufrir tan duramente.
¿Con qué cara podía decirle que anhelaba poder besarlo, poder tomarlo como aquella noche, hacerle saber que lo amaba y que, por sobre todo, siempre lo seguiría amando?, ¿Cómo expresar aquello cuando esos ojos marrones lo miraban con tanto miedo y resentimiento?
Sin embargo, la única verdad que palpitaba en el aire, eran las ganas inmensas que tenía, Min Yoongi, de comerse a besos a Park Jimin.
¿Y si se confesaba y ya?, ¿Y si mandaba a la goma todos esos pensamientos tontos acerca de conservar para siempre a su pequeño como un simple hermano menor?, es decir, cuidarlo, protegerlo, mimarlo... eso también podía hacerlo siendo su pareja.
¿No era una locura conservar aquel sentimiento como un simple cariño?, Jimin ya lo había dicho, se querían, lo hacían en serio.
Min Yoongi solo temía a una cosa: perder a Park Jimin; de ahí venían todas y cada una de sus preocupaciones y de sus límites: tenía miedo de involucrarse románticamente con él; pensaba que, si lo hacía, acabaría hiriéndolo y alejándolo sin retorno: pues, en su experiencia, cuando una pareja termina, ya nada vuelve a ser lo mismo. Le aterraba perder a Park Jimin, mucho más cuando se quería hacer valer de una tonta promesa como lo era el amor; si este se llegaba a terminar, ¿Luego cómo haría para seguir cuidando de la persona que más le importaba en todo el maldito mundo?
No obstante, justo ahora recaía en que, con sus tontas decisiones y rechazos, lo único que estaba logrando era esto mismo: alejar a Park Jimin, sin posibilidad de poder cuidarlo nunca más.
¿Valía la pena?, ¿Era justificable?
El simple hecho de pensar en Cha Eunwoo tomando su lugar, le revolvía el estómago. Entonces, ¿Qué era peor?, ¿Luchar por Park Jimin o dejarlo en manos de alguien más?
—Yoon —murmuró el menor y los circuitos del mencionado hicieron contacto.
—¿Sí? —musitó, como pudo.
—¿Podrías cerrar tu ventana también? —cuestionó, tratando de alejarse todo lo posible del rostro precioso que tenía enfrente.
—Ah, sí, claro —balbuceó y, de inmediato, se quitó de encima del joven.
—Gracias, gatito —y ante el apodo bonito que salió del rubio, sus ojos se volvieron a encontrar.
Sí, definitivamente lucharía por Park Jimin.
Fin del flashback...
No quería verlo así, pero, al parecer, su vida dependía de aquel establecimiento; así que, sin más, se armó de todo el valor del mundo y, con una fuerte inhalación, entró a la florería, dispuesto a comprar el ramo de rosas rojas, que combinaba perfecto con las mejillas abultadas del hombre que más quería en todo el mentado planeta.
[...]
Los pequeños deditos de Park Jimin estaban perdidos en la corta cabellera de su novio, aferrándose cada vez más a esa preciosa nuca que lo deleitaba. Eunwoo, por su parte, sostenía la espalda baja del chiquito, acariciándolo, de vez en cuando, por encima de su playera amarilla.
Tronaron el beso y los segundos que se separaron para tomar oxígeno, los utilizaron también para sonreírse. Había un cariño precioso de por medio, Jimin lo sabía y estaba muy agradecido por su existencia, de otra manera, ni siquiera podría besar los bonitos labios de su novio.
Volvieron a unirse en un ósculo firme, justo como lo habían estado haciendo desde que dejaron los juegos de mesa a un lado. Jimin soltó un suspiro cuando la lengua de Eunwoo entró en su boca; qué bueno que sus papás estaban de viaje, odiaría que lo vieran de aquella forma: sentado en el regazo de su novio como un niño pequeño, con las piernas colgando por un costado de las del ajeno. A veces, hacía cosas que lo ponían a dudar sobre su propia inteligencia.
Un ejemplo de ello, ocurrió cuando una de las manos de Eunwoo, se atrevió a entrar por debajo de su playera, rozando las marcas en su abdomen con mucho cariño. Y aunque las intenciones del pelinegro eran sacarle suspiros a su novio, Jimin solo se sobresaltó e hizo que el joven dejara de tocar.
—Jimin —murmuró Eunwoo, pero el rubio no le dio tiempo de entablar una conversación, volvió a pegarse a sus labios, capturando su esencia, más desesperado de lo que pudo controlar. Entonces, Eunwoo pensó que aquello había sido un simple reflejo, así que su mano volvió a entrar, acariciando sutilmente el estómago de piel blanca...pero Park Jimin se volvió a sacar—... Jimin —repitió y no permitió que sus labios volvieran a unirse, sino que, simplemente, buscó los ojitos marrones, que lo miraron apenado.
—No me vas a entender...
—Min Yoongi, ¿No? —soltó, con una seriedad irremediable, aterrando al atleta en cuestión de milisegundos.
—¿Qué? —balbuceó, sin saber qué más podía decir.
—Otra vez es él —afirmó Eunwoo y Jimin comenzó a negar desesperado.
—No —aseguró, pero el pelinegro se lo quitó de encima, sentándolo a su costado en el sofá.
—Lo has seguido viendo.
—No, Eunwoo, ¿Cómo podría?, tú sabes bien...
—Los vi el otro día —le interrumpió—, cuando te trajo a casa.
—Eunwoo...
—Y no pensabas decirme —recriminó y los ojitos de Park Jimin parpadearon angustiados—... Me voy, no quiero esto —terminó diciendo y se puso de pie, dirigiéndose hacia la puerta principal de la bonita casa—. Piensa bien lo que quieres hacer, Jimin —pronunció, antes de atreverse a salir, volviendo su mirada hacía el jovencito, quien no podía dejarlo de observar expectante—, y no sigas engañándonos.
De inmediato, la puerta se cerró y el rubio sintió que lo perdía todo.
Pero es que era imposible dejar que aquello sucediera; no podía permitir que Eunwoo lo tocara, mucho menos sabiendo que imaginaba que sus grandes manos eran de alguien más.
Era un tonto, un estúpido niño traumado con el pasado... tenía que arreglarlo.
Así que, con ese pensamiento, se puso de pie, yendo directo hasta la entrada de su casa. Salió de inmediato, caminando hasta la acera, buscando a su novio por todas partes, encontrándolo, justo antes de subirse a su camioneta.
—¡Oye! —le gritó desde el otro lado de la calle y el alto lo miró resentido.
—¡Ya estoy harto, Jimin! —fue lo que soltó y se subió al vehículo sin más.
—¡Eunwoo! —exclamó, pero el motor ya había encendido y no pasaron más de cinco segundos para cuando arrancó—... ¡Eunwoo! —y más pronto que su susurro, el susodicho ya se había ido.
¡Carajo, Park Jimin!, ¿Por qué siempre tienes que arruinar todo?, ¿Por qué siempre terminas solo?
Pensó, casi queriéndolo gritar; se sentía tan mal, tan irremediablemente estúpido, que faltaba poco para que quisiera arrancarse los cabellos. Sabía que no era bueno alterarse, sobre todo porque siempre había sido muy impulsivo y deshacía a su diestra y siniestra, sin embargo, la impotencia que sentía era incalculable... pero justo se acrecentó cuando una voz que conocía a la perfección, resonó a sus espaldas.
—Jimin —pronunció Yoongi y el menor se giró después de haberse sobresaltado, encontrándose con el chico de rasgos felinos que tanto adoraba.
—Yoongi —murmuró extrañado y el mayor se acercó hasta estar de frente a su pequeño niño lindo.
—¿Estás bien? —le preguntó, pues su rostro angustiado, no daba buenas señales. Aparte de que Yoongi conocía perfecto al rubiecillo, presenció aquel altercado que Jimin acababa de tener con su novio—, ¿Eunwoo, te hizo algo?, si se atrevió a dañarte, yo...
—Yoongi —lo detuvo, inspeccionándolo. Después de que aquella noche lluviosa lo había dejado en su casa, pensó que nunca más lo volvería a ver—, ¿Qué haces aquí?
—Ah —balbuceó el más grande—... yo... vine a traerte —y su brazo se alzó, mostrándole el bonito ramo de rosas que había adquirido horas antes, justo cuando estaba recordando la revelación que le había dado la vida sobre su único y más bello destino—... Las vi y pensé en ti.
—¿Por qué? —preguntó el menor en un tono golpeado y la mirada de Yoongi fue hasta las rosas.
—¿Por qué las compré?... bueno...
—¿Por qué pensaste en mí? —reformuló la pregunta y Yoongi tembló.
—Porque sí...
—Vete —soltó el menor, sintiendo su pecho más congelado que en cualquier momento de su vida, y es que, justo ahora, era lo único que necesitaba, mantenerse firme, seguro de sí y frío.
—Porque no hay día que no lo haga —aclaró su última respuesta, pero la dura expresión, en el bonito rostro, no desapareció.
—Que te vayas —exigió y se dio la vuelta, caminando directo hasta el pórtico de su casa.
—Oye...
—Vete, Yoongi —dijo impasible, pero Yoongi lo siguió en cada paso.
—Es que, por favor, déjame explicarte —y cuando su mano tocó el brazo del cachetón, este la tomó y la quitó bruscamente, deteniéndose y girándose para encarar, nuevamente, al amor de su vida.
—No.
—Jimin...
—¡¿Quién te crees que eres?! —profirió y el azabache tuvo que dar un paso hacia atrás—. Dije que no te quería más en mi vida, ¡¿Por qué jodidos estás aquí?!
—¡¿No es obvio?!, ¡Porque te quiero! —contestó, pero en vez de haber sentido que aquello había sido un alivio, pensó en que debía arrancarse la vida, no podía soportar la idea de ver los ojitos de Jimin llenarse de lágrimas y no poder siquiera acercarse.
—¡Cállate! —le gritó.
—Jimin...
—¡No vuelvas a decir eso! —exigió, nuevamente.
—¡Carajo, Jimin! —clamó, sintiendo su alma romperse ante la desesperación—, Lo importante es que estoy aquí, ¿No?, estoy buscándote, estoy...
—¡Sí! —le confirmó el menor—... pero nada me asegura que mañana estarás.
—Jimin...
—Eres tan odioso, tan inestable e insensible —le dijo y su dulce voz se quebró; sin embargo, tuvo el valor suficiente para sostener esa fuerte mirada—; siempre me dejas fuera, siempre me utilizas a tu antojo y luego me abandonas... te burlas de mí.
—No, Jimin...
—No sé cuál es tu intención, Min Yoongi, pero si pretendes seguir jodiéndome, te juro que lo pagarás muy caro.
—Minnie, por favor...
—No —volvió a decir—. Llevo una vida queriéndote y tú, simplemente, me has hecho a un lado —soltó y sintió que no podía seguir de pie, pero lo resistió. Tenía que dejarlo muy claro, de otra forma, terminaría cayendo. Odiaba ser tan débil—. No tienes derecho, Yoongi —dijo y sus lágrimas escurrieron profundas—... No puedes solo venir con flores y pretender que yo te abrace con fuerza —pronunció entrecortado—... Ya no confío en ti. Siempre me arrastras y me haces sufrir... No lo soporto más y no quiero seguir así —confesó y el mayor sintió que se iba a morir. Estaba perdiendo al amor de su vida—... Así que vete y no vuelvas.
—Muñeco...
—¡Largo! —exclamó, alterándose—, ¡Y lleva tus flores contigo! —enseguida entró en su casa, dando un portazo que resonó en toda la colonia.
Ya estaba dicho, Park Jimin no quería saber más de Min Yoongi. Aquello, al mayor, le afectó tanto, que soltó las lágrimas de inmediato, arrepintiéndose, inmensurablemente, de todo, sintiendo un gran dolor en el pecho y unas tremendas ganas de arrancarse el corazón.
Parecía que no tenía remedio, pero, sin Park Jimin, su vida no tenía sentido.
¿Ahora que haría con todo su amor?
Jimin suspiró, recargando su espalda en la puerta que acababa de cerrar. Quería calmarse, quería buscar serenidad, no quería sentir dolor, pero un sollozo de Min Yoongi resonó más de lo debido y eso le causó que su respiración se cortara, soltándose a llorar como un pequeño niño perdido en el supermercado.
Cada pétalo, cada maldito pétalo, era una representación viva de su corazón roto. Sin embargo, debía ser firme y pensar, por primera vez, en sí mismo.
No se merecía eso, no se merecía sufrir, por Min Yoongi, una vez más.
—Yo... te quiero tanto, Yoon —musitó y se dejó caer hasta el piso, derramando lágrimas por montones.
[...]
—¡Jungkook! —gritó Taehyung, dejando caer sus libros al piso sin ningún cuidado, a la par que salía corriendo como alma que lleva el diablo. Para ser sincero, dejó de escuchar los latidos de su corazón cuando escuchó el lamento de Jungkook al caer en plena pista; no podía creer cuán peligroso llegaba a ser un simple entrenamiento. De pronto, ya había llegado hasta el hombre que acababa de aterrizar en el piso, y se dejó caer descuidado, sin importarle nada más que la estabilidad del pelinegro—. ¡Jungkook! —exclamó de nuevo y sus manos tocaron, con delicadeza, la pierna del menor—... Amor... ¿Estás bien? —cuestionó angustiado—, Te dije que fueras cuidadoso —regañó, viendo las expresiones de dolor que se pintaban en la carita de su ángel—. ¿Dónde duele?
—Es el tobillo —apuntó el atleta, y la expresión que hizo, solo preocupó más a Taehyung.
—Kookie —nombró, lamentándolo igual, casi como si él mismo sintiera el dolor.
—No te preocupes, no es grave.
—Eso lo decido yo —advirtió—. Además, no dejas de hacer esa expresión de dolor —y una carcajada pequeña salió de los labios que luego Taehyung fulminó.
—TaeTae, lindura. Esto me ha pasado cientos de veces —trató de explicar, aun cuando la mirada de Taehyung relucía por su incredulidad—. No te preocupes, el dolor pasará en un rato.
—Oh, cállate —pidió el castaño, queriendo poder sanar aquello con solo tocarlo—. Vamos a las gradas, te revisaré.
—Tae...
—Koo —dijo en un ruego, pero al ver que la expresión de su novio decía: "Déjalo, no es necesario", decidió aplicar la vieja confiable, esa en donde Jungkook no se podía resistir a su pucherito tierno y a sus ojitos de borrego a medio morir.
—Okay —terminó diciendo, Taehyung era todo un caso manipulador—, pero te juro que no es nada. Solo me tropecé.
—Ajá, tontuelo —le dijo, para después levantarse y auxiliar a su pelinegro, colocando su brazo por detrás de su cuello, ayudándolo a caminar con cuidado, repitiéndole, incesantemente, que no debía apoyar el pie recién lesionado.
Cuando llegaron a los asientos que, últimamente, Taehyung utilizaba como su sitio de trabajo, dejó a Jungkook acomodarse, restándole importancia al desastre que había a su alrededor. De inmediato, se dispuso a inspeccionar la articulación de su chico, esperando no encontrar nada grave y deshaciéndose de los nervios al tardarse. La verdad es que le preocupaba mucho, Jungkook no estaba en posición de volver a lesionarse, no ahora que todo estaba tan cercano... y escucharlo quejarse en cada uno de sus toques, no ayudaba para nada, pero entendía a la perfección que debía dolerle mucho.
¿Por qué no lo cuidó más?
De todas maneras, soltó un suspiro de alivio cuando terminó con su revisión.
—Es un esguince de primer grado —explicó, llevando sus ojos negros hasta los de Jungkook—, no es grave.
—Te lo dije.
—Pero tienes que ser más cuidadoso —le exigió—. Sabes mejor que nadie cuánto cuesta volver a correr después de una lesión; no puedes andar por la vida así, mucho menos ahora que están en proceso las competencias nacionales. Las Olimpiadas se vienen en Julio y...
—Oye, oye, oye —le detuvo el menor—... lo siento, ¿Sí? —fue lo que alcanzó a decir, antes de verse consumido por la mirada de su novio—. Deja de verme así.
—¿Cómo más quieres que te vea? —cuestionó el ajeno, aprensivo.
—Con tus ojitos coquetos o traviesos, no con tus regañones.
—Jungkook...
—Ya, bebito precioso —dijo, y sus manos fueron hasta acunar las mejillas de su Taehyung—. Sé que tienes razón y que te preocupas porque de verdad te importo... Lamento parecer un desastre, pero te prometo que seré muy cuidadoso siempre.
—¿Lo prometes? —inquirió el fisioterapeuta, tratando de confirmar lo recién escuchado. Necesitaba que quedara muy claro.
—Lo prometo, mi amor.
—Bueno —determinó resentido y la sonrisa que le regalo Jungkook lo obligó a derretirse; Sin embargo, hasta que Jungkook le dio un besito tierno en los labios, no lo demostró—. Iré por un ungüento, no apoyes ese pie.
—Sí, mamá.
—Kookie —alargó en advertencia.
—Lo que mi amor diga, eso se hace.
—Tonto —murmuró con una sonrisa boba, y fue hasta entonces que se retiró, dejando al atleta más enamorado que adolorido.
El siguiente cap 😏🔥
Deséenme suerte para no arruinarlo 👉🏻👈🏻
¡Gracias por leer, votar y comentar!, me hacen muy feliz.
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