59. Eres mi alivio - Parte I

Marzo.

Min Yoongi cruzó la avenida con una gran sonrisa en el rostro, por fin tenía en sus manos el videojuego que había querido comprar desde que vio los anuncios en redes sociales. Recién salía del centro comercial, aunque, si era sincero, sentía que estaba regresando de la guerra, pues, para obtener el juego, tuvo que pelearse con un par de cerebritos, a los que casi les rompió los anteojos. Ya quería contarle a Taehyung lo caótico que fue ese momento.

Cómo sea, ni siquiera el hecho de tener la camioneta en el mecánico, haría que borrara su sonrisa triunfante; o al menos eso pensó cuando se dejó caer en la parada de autobús. Desgraciadamente, la suerte no estaba de su lado, puesto que, un jovencito rubio, llegó corriendo apresurado hasta el lugar, queriendo incendiar el mundo entero con su fulminante mirada.

—¡Carajo! —exclamó, viendo que su autobús pasaba de largo frente a sus ojos. Entonces, se dio un golpe en la frente, sus deseos de llegar a casa, antes del anochecer, ahora eran nada.

Aún soltando un centenar de maldiciones, el joven tuvo que acercarse hasta el asiento de la parada, dejándose caer en el espacio que yacía libre, sin siquiera percatarse de la persona que estaba a su lado.

Min Yoongi ya no sonreía más, ahora su atención, algo incómoda, estaba en el muñeco cachetón a su izquierda, mismo que usaba los aretes que el pálido le regaló en su cumpleaños.

Y cuando Park Jimin notó aquella punzante mirada, sus ojos marrones dieron con los de Min Yoongi, haciéndole dar un salto sobre su asiento.

—¡Yoon! —musitó sorprendido y el pelinegro sintió la nostalgia emerger. Hace siglos que no escuchaba aquel apodo, viniendo de la voz más dulce del universo—... ¿Qué haces aquí? —preguntó, unos segundos después, y su seño se frunció ante lo que imaginó—, ¿Estás siguiéndome, pervertido?

—¿Perdón? —cuestionó el mayor, ofendiéndose—... ¿Qué te hace creer que eres tan importante? —le dijo y Park Jimin se cruzó de brazos, enarcando una de sus delineadas cejas—, tengo cosas mejores que hacer, tonto.

—Ajá, sí, claro, es muy normal encontrarte en paradas de autobús.

—Mi camioneta está descompuesta, lleva semana y media con el mecánico —se excusó, tratando de defenderse, como si realmente fuera un sospechoso—, además, mi vida personal no es de tu incumbencia.

—Buen punto —contestó el menor, restándole importancia y desviando su vista hasta los autos que pasaban frente a ambos—, no me interesa en lo absoluto, también tengo mejores cosas que hacer.

—¿Ah, sí? —preguntó, el mayor, retando—, ¿Cómo cuáles?

—Salir con Eunwoo, por ejemplo —dijo con seguridad y Yoongi soltó una carcajada envidiosa.

—¡Por Dios!, eso no es mejor que ir a la tienda de cómics y pelearte con dos nerds por un tonto juego.

—Claro que sí —arguyó Jimin—, Eunwoo es divino.

—¿Divino? —cuestionó burlón—, ¡Qué tontería!. Es un simple crío con buena altura.

—¿Y qué tiene de malo?, Al menos sabe aceptar que le gusto —y aquellas palabras fueron suficientes para que el color, en la piel del pálido, decayera aún más. Por semanas había estado tratando de olvidar lo sucedido: quería seguir con su vida y prepararse para que, justo cuando se encontrara con Jimin, ya no hubiera cosas que lamentar; sin embargo, no tenía las fuerzas, mucho menos cuando el propio rubio le hacía saber que no podía olvidarlo. Min Yoongi no tenía palabras y Park Jimin lo entendía—. Lo siento —musitó, de pronto, observando el rostro martirizado del joven fisioterapeuta—... no quise decir eso.

—Está bien —contestó, tomando una bocanada de aire, innecesaria—. En realidad, me alegra que tengas a alguien cuidando de ti —admitió sincero—... Sabes que solo quiero que seas feliz.

—Sí —respondió Jimin y su mirada viajó hasta el piso, donde sus manos jugaron nerviosas.

¿Cómo decirle, a Min Yoongi, que no es ni será feliz si él no está en su vida, si no es el encargado de despertarlo por las mañanas... si no son sus labios los que lo besan... ni sus manos las que lo tocan?

Estúpido Min Yoongi, si realmente quisiera su felicidad, lucharía contra la corriente y se amarraría los pantalones, eligiendo quedarse a su lado.

No obstante, aunque mil inviernos pasen, Park Jimin jamás sentirá, por Cha Eunwoo, lo que siente por Min Yoongi.

—¿Vienes de una cita? —preguntó el pelinegro, sacándolo de sus pensamientos.

Sus ojos marrones viajaron, encarando los felinos del ajeno—. ¿Cómo sabes?

—Los aretes —señaló, analítico—... cuando te los di, dijiste que los usarías en una ocasión especial.

—Ah, claro —musitó. Si Yoongi supiera que lleva usándolos desde que comenzó a extrañarlo, seguro que se los arrancaría ahí mismo—. Sí —dijo—, vengo del cine.

—¿Fue especial? —y ante esa pregunta, Jimin solo asintió, sintiendo su corazón doler al tener de frente lo único que podía catalogar como magnífico.

—Lo fue —contestó.

—¿Y... dónde está él? —preguntó el más grande, sin dejar de mirar los bonitos ojos de Park Jimin, mismos que le estaban gritando un mar infinito de sentimientos encontrados.

—Se fue a casa.

—¿Se fue a casa? —preguntó, sorprendiéndose—, ¿Y te dejó aquí? —se preparó para exagerar—, ¿Qué tipo de caballero es ese?, ¿Qué no sabe que, después de tener una cita contigo, debe llevarte a tu casa?... Es un idiota.

—¡Hey, cállate! —defendió, cuando se dio cuenta del insulto que Yoongi había dicho hacia su novio. Podía estar enamorado de ese tonto pelinegro, pero eso no quitaba que ahora estaba en una relación con Eunwoo—... él tenía cosas que hacer y yo sé llegar perfecto a mi vecindario.

—Sé que sabes, tonto —soltó al rodar los ojos—, pero es muy descortés dejar a tu cita varada en plena ciudad. Aparte, es tu novio, las cosas no se hacen así, se supone que debe dedicarte tiempo y ser romántico.

—¡Yoongi, ya cállate! —exclamó Jimin—, No tienes derecho a opinar sobre nada. Tú ni siquiera sabes cómo ser romántico, mejor ahórrate tus comentarios envidiosos.

—Agh, claro: envidiosos —entonces, al restarle importancia, se puso de pie, haciendo la parada a un taxi cercano, mismo que se aparcó frente a ambos.

—¿Distrito Yongsan-Gu? —le preguntó al conductor y este asintió sin problemas.

—¿Qué haces? —preguntó, Park Jimin, desconcertado—, no vives por ahí.

—Pero tú sí —le dijo con obviedad.

—Exacto.

Enseguida, Yoongi abrió la puerta del auto—. Te acompañaré a casa —pronunció y se acercó hasta hacer levantar a Park Jimin de la banca, arrastrándolo al vehículo.

—¡Oye! —soltó, el menor, en reproche.

—Tal vez no soy tu cita, ni tu pareja, pero no voy a dejar que regreses solo... ya ha anochecido.

Y ante esa firme mirada, Park Jimin solo pudo maldecir—. Te odio, Min Yoongi —soltó y se subió al auto, siendo seguido por el pelinegro que, seguro, lo acompañaría hasta el fin del mundo.

[...]

Kim Taehyung tomó su mochila del perchero, decidido a que ya era hora de volver a casa; sin embargo, segundos después, soltó un suspiro: no había ninguna necesidad de regresar de inmediato: Jungkook estaba ocupado, no tenía más compromisos y tampoco trabajo para atender, así que no había prisa alguna. Además, de seguro, Min Yoongi lo regañaría en cuanto lo viera llegar, por haber aceptado trabajar ese sábado, cubriendo a uno de sus tontos compañeros caprichosos. Sacó un resoplido. Igual y se lo debía al hospital por haberle tenido tanta paciencia cuando estaba pasando por aquel mal momento.

Y al pensar en ello, salió de su consultorio, adentrándose entre los pasillos del área. Se sentía extrañamente tranquilo, desde que su padre lo buscó y le dijo aquello, todo había estado así: calmado; a excepción de esa noche en la que lloró inconsolablemente.

Para ser honesto, tenía muchas cosas en la cabeza, pero nada le perturbaba igual, ni siquiera el hecho de que la gente lo seguía mirando raro.

Puso su huella en el checador de salida y abandonó la sala de rehabilitación, sin despedirse de nadie en específico. Entonces, comenzó a caminar por aquel lindo jardín, que ya estaba floreando maravilloso.

¿Cuánto no le había pasado en un año y cuántas luchas más ya lo estaban esperando?

Quizá, nunca terminaría con todo.

Eso pensó y levantó su mirada para ver el atardecer divino, que se extendía en todo Seúl. Los diamantes de un amor adverso no se pueden enterrar, ¿Verdad?, incluso brillan por debajo de la tierra; y, en definitiva, el suyo con Jungkook era más hermoso que cualquiera otro del que haya sabido.

Y como si la vida le diera una confirmación, sus ojos viajaron hasta la pareja que, a lo lejos, se besaba con impetuosidad. No quería parecer un fisgón, pero es que no pudo evitar perderse en aquella escena. Misuk y ese chico estaban haciendo un desfiguro.

Entonces, agradeció jamás haber permitido que la chica lo besara con aquella pasión en el hospital: era un poco ridículo y antiprofesional, desde su perspectiva. Fue ahí cuando recordó cuando Jungkook se confesó en su consultorio. También se habían besado así, también se habían abrazado con ese deseo y acariciado con la misma locura.

Cientos de mariposas revolotearon en su estómago.

Es que nunca, nada, en todo el maldito mundo, se compararía con lo que Jungkook le hacía sentir.

Él era especial; era su causa, su alegría y su motivación... su universo entero.

¿Había algo más que necesitara decir?

Estaba muy claro. Ni Misuk, ni ninguna otra chica fue capaz de hacerlo volar tan alto con un simple beso, de provocarle querer acariciar cada preciado momento y guardarlo en una pequeña bola de cristal, para atesorarlo por la eternidad. Nadie logró nada parecido, ni que la tensión de su deseo creciera tanto, con solo mimar sus mejillas rojizas o enredar sus dedos entre sus rulitos castaños.

Estuvo tan equivocado durante toda su vida, luchando en un sendero que no le pertenecía, que no le hacía querer perderse, ni le provocaba ese apetito inusual de ansiar escapar del mundo para internarse solo en el propio.

Qué bonito se siente el amor cuando se trata de la persona correcta.

Igual, su historia suena como una locura.

¿Cómo fue que se vino a enamorar de su atlético paciente?, ¿Cuántas veces no lo vio en televisión antes de conocerlo?

Si hubiera sabido que sus abrazos iban a ser para él, no habría perdido un minuto más: habría corrido hasta esos benditos brazos y los habría encadenado a su cintura. Porque no le hacía falta nada más para vivir, su simple cercanía, era como una melodía para su dañado corazón.

Entonces, ¿Lucharía todas esas guerras por conservar a ese pelinegro?

Salió de sus pensamientos cuando su celular vibró dentro de su bolsillo. Sonrió, mirando a Misuk tener un momento romántico con su nueva pareja, deseando, única y especialmente, que la chica estuviera con alguien que supiera valorarla. Luego, sacó su celular y su sonrisa se amplió gigantesca, llevando el aparato hasta su oído.

—¡Lindura! —saludó su novio y una risita avergonzada salió de la boca de Taehyung; jamás imaginó que le iba a encantar tener, como pareja, a un hombre que lo mimara sobremanera—. ¿Cómo está mi bebito uniformado?

—¿Cómo sabes que estoy uniformado?

—Hice mi tarea —soltó astuto y Taehyung entrecerró sus ojos.

—Koo —trató de regañar, pero solo volvió a sonreír—, te extraño —fue lo que dijo y Jungkook soltó un suspiro.

Qué lindo era escuchar esa vocecita diciendo aquello.

—¿Sí?, bueno... entonces, me alegro de estar aquí —contestó y, en seguida, llegó corriendo hasta su castañito, mismo que lo vio acercándose con demasiada sorpresa.

Esperaba de todo, menos que los brazos fuertes de su novio, lo envolvieran con tanta alegría. Por ende, se dejó hacer, sintiendo los besitos tibios del chico entre su cabello, mientras le apapachaba armonioso.

—Koo —chilló Taehyung y Jungkook sonrió, tronándole un beso en los labios—. ¿Qué no se suponía que te vería hasta después?

—Hice un espacio en mi agenda —admitió—. ¿Estás ocupado? —le preguntó y Taehyung llevó sus manos hasta acomodarlas en los hombros del joven que lo abrazaba.

—No, soy todo tuyo —contestó y dejó un besito en la punta de la nariz de Jeon.

—Fantástico: porque compré frituras, galletas y dulces para tu consumo.

Una risita apenada, salió de los labios de Taehyung—. ¿Por qué te gusta alimentarme?

—Mi mamá siempre dice que el corazón de un hombre se consigue conquistando su estómago —y ante la confesión, Kim Taehyung se quiso derretir entre esos brazos.

—Te quiero —respondió con la sonrisa cuadrada más bonita de toda su vida.

—Te quiero más —dijo el menor y entonces se dieron un pequeño piquito motivador.

[...]

—Kookie, ¿A dónde vamos?, Sabes que no me gusta el suspenso —reprochó el castaño por vigésima vez y Jungkook solo pudo reír.

—Ya casi llegamos —contestó, justo como lo había hecho las veinte veces anteriores.

—Ugh —se quejó el ajeno poniendo un pucherito y Jungkook rio más, aquella mueca se veía graciosa con Taehyung llevando una venda en los ojos, misma que le costó una vida entera ponerle—. ¿Qué es divertido?

—Tú, mi amor.

—Agh —se volvió a quejar, si no fuera porque sus brazos iban colgando del cuello del pelinegro, seguro que los habría cruzado, encaprichado—, si estuviera caminando, ya habría corrido lejos, lejos, lejos.

—Y yo te habría alcanzado pronto, pronto, pronto —contestó burlón y entonces afianzó su agarré en el cuerpo de Taehyung, chico que cargaba, en pose nupcial, desde que lo bajó de su camioneta—... además, el deporte no se te da.

—¡Kookie! —regañó y fue en el instante en el que Jungkook se detuvo, haciéndolo sentir algo tenso por el movimiento abrupto.

—Llegamos —le informó y un besito le fue depositado en la mejilla más cercana a los labios del atleta—. Te pondré en el piso, ¿Okay? —y, con cuidado, lo bajó, depositándolo cariñoso sobre sí y acariciando su espalda baja en el acto.

Entonces, cuando Taehyung estuvo estable, le rodeó por detrás con el propósito de retirarle la venda de los ojos y, casi al instante, escuchó un jadeo sorprendido por parte del castaño, quién miró, asombrado, a su alrededor: ambiente que combinaba perfecto con su uniforme azul marino.

—Este —murmuró, dando un par de pasos al frente, aproximándose al tronco de aquel viejo árbol—... es...

—El lugar donde, por primera vez, te dije que me gustabas —Jungkook se acercó a Taehyung para tomarlo entre sus brazos y acariciar una de sus lindas mejillas—. Felices dos meses, mi vida —soltó y plantó sus labios en los de Taehyung, dándole un tierno beso tronado.

El mayor soltó una risita traviesa, mientras sus ojos marchaban juguetones hasta el cierre de la sudadera que usaba Jungkook, mismo que tomó para curiosear y entretenerse—. Pensé que lo habías olvidado —confesó y sus mejillas se enrojecieron.

—¿Olvidarlo? —preguntó el pelinegro, fingiendo sentirse ofendido—... Podría olvidar cualquier cosa en la vida, menos el día en que formalicé con el futuro dueño de mis quincenas.

Y la risa de Taehyung volvió a resonar—. ¿Cómo de cuánto estamos hablando?

Entonces, Jungkook, rio también—. Muchos, muchos, muchos wones.

—¡Caray! —soltó el mayor, exagerando—... eso es demasiado para mí, no podré manejarlo —aseguró y su mirada traviesa aterrizó en la amielada—... Tendré que desertar de administrar esas quincenas... yo solo quiero el amor de mi Kookie.

Ipso facto, Jeon Jungkook no se pudo sentir más conmovido, los ojos de ese niño lo enrollaban de una manera tan intensa, que podía sentir todo el cariño que Kim Taehyung le tenía con tan solo observarlo así.

Un suspiro retenido fue lo que soltó y, como si, de repente, su instinto protector se hubiera activado, envolvió a Taehyung entre sus brazos, metiendo su nariz en la curva del cuello del mayor, sintiendo como este se sorprendía, pero, a la par, decidía corresponderle, rodeando su cuerpo con la misma vehemencia repartida.

Cerró los ojos con fuerza, valorando cada segundo que, esos brazos, dedicaban a acariciar, lentamente, la longitud de su espalda.

Mentiría si dijera que no quería a Taehyung con todo su corazón.

—¿Koo? —preguntó el castaño, preocupándose al sentir como Jungkook se aferraba a su cuerpo de aquella manera—... ¿Sucede algo?

—Te quiero —susurró y Taehyung sintió su pecho calientito.

Por ello, llevó una de sus manos hasta acariciar los cabellos de la nuca de Jungkook, mientras sonreía significativamente—. Te quiero... Te quiero un montón —confesó, tratando de asegurar lo que ya era verdad y que se notaba a kilómetros de distancia.

—Lo sé —contestó Jungkook y dejó un besito en esa parte del cuello del ajeno—... lo sé, amor —y dicho lo anterior, subió, lentamente, con un par de besos repartidos en la piel canela, hasta que unió sus labios con los de su bebé, quien había cerrado los ojos desde que sintió el primer ósculo en su piel.

Se dieron un par de deslices melodiosos y, antes de quedarse hechizados en ese vaivén interminable de dulzura, Jungkook se alejó con cuidado, sonriendo al ver a su Taehyung tan deseoso de más contacto. Sin embargo, y por el pensamiento anterior, acudió a la mochila que, antes de quitarle la venda a su chico, dejó caer al piso.

—Sé que estás muy ocupado, pero muchas gracias por venir a verme hoy: es un día especial y no lo quería pasar solito —conversó Taehyung cuando el menor tomó su mano y lo guío hasta sentarse bajo el árbol, recargando su espalda en ese bendito tronco, donde, después, hizo que Taehyung se acomodara a su costado, meloso al estar con él.

—TaeTae nunca está solito, Kookie no lo olvida en ningún momento; si no hubiera podido verlo ahora, de seguro lo estaría buscando en la madrugada para darle unos buenos besitos, aunque su bebito estuviera durmiendo.

Enseguida, los brazos de Taehyung se colgaron del cuello de su novio, aún estando a su costado—. Eres el mejor novio del mundo —susurró con una sonrisa y Jungkook lo miró enternecido, deseando encapsular, a su pequeño amorcito, en una burbuja que le permitiera comérselo de un solo bocado.

—No, tú eres el mejor novio del mundo —admitió y dejó un beso rápido en la punta de la nariz de su niño, haciéndolo reír enamorado—. Bebé, traje algo que sé que no esperas —dijo, esta vez, poniéndose serio y, después de que Taehyung lo dejara un poco libre, abrió la mochila, sacando una caja de chocolates que, de inmediato, el castaño reconoció.

—Jungkook —murmuró absorto.

—Te juro que entenderé si no quieres comerla conmigo, pero la traje porque... mi objetivo es ayudarte a superar cada una de las situaciones que hacen entristecer a tu corazón... Quisiera poder repararte con mis abrazos y mis besos, pero sé que no es suficiente, por eso me tomé el atrevimiento: pensé que, si hacemos lindos recuerdos, el comer estos chocolates ya no dolerá más y será una carga menos. Dijiste que no los comías porque te saben a tu madre, pero podemos hacer que, su sabor, deje de ser amargo. Sé que no es San Valentín, también que jamás podré reemplazar lo que significan la señora Kim y los chocolates Lindt para ti, pero, como con ella, los podemos comer mientras te hablo de lo feliz que soy por tenerte a mi lado —concluyó y sus ojos conectaron con los negros, que ya estaban aguados ante la sensación que se había disparado en el pecho del castaño. Jungkook era el joven más hermoso y especial del universo—. Entiendo —murmuró, de pronto, y sus intenciones repararon en meter, nuevamente, la caja a la mochila. No quería hacer sufrir a su novio, no había ido a buscarlo para eso.

—No —le detuvo Taehyung y tomó su brazo, haciendo que aquella caja no fuera guardada. Sus miradas volvieron a reunirse y Jungkook se partió en dos, viendo las gotitas largas emergiendo de los oscuros orbes.

—No llores, amor, no quería eso.

—No lloro de tristeza, bobito —explicó y, haciendo la mochila a un lado, se subió sobre las piernas del pelinegro, abrazándolo y escondiendo su carita en el cuello del menor—... Nadie, nunca, se había preocupado tanto por mí —y esas palabras hicieron, al pelinegro, comprender lo que Taehyung estaba sintiendo—. Gracias, Jungkook —murmuró y sorbió su nariz, para luego separarse y limpiarse las lágrimas, conmovido. Aún en horcajadas, tomó la caja de chocolates entre sus manos y la observó nostálgico—... Comámosla completa, amor —entonces, Jungkook sonrió en grande, tomando las mejillas de Taehyung para darle un pico en los labios.

—Adoro que mi TaeTae sea tan valiente.

—TaeTae es valiente porque tiene a su Kookie.

Si has leído hasta aquí, comenta un corazoncito: ❤

¡Gracias por leer, se te quiere un montón!

PD: Tuve que dividir el capítulo porque quedó muy largo. 10 votos y publico mis siguientes cursilerías. ¿Llegará? 😏

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