58. La verdad es un reto
Marzo.
—¿Verdad o reto? —cuestionó Taehyung, observando sonriente a su novio, quien estaba sentado frente a él, sobre la alfombra de su habitación, en la casa de su Yoongi Hyung.
Jungkook hizo un mohín, recién estaban empezando a jugar y ya había perdido. La botella no era su mejor amiga, le había quedado muy claro después de tener la peor resaca de su vida, el día siguiente a la celebración con el staff.
—Reto —eligió sin pensarlo mucho.
La sonrisa de Taehyung fue sustituida por una mueca de astucia y, enseguida, por otra sonrisa pícara—. Cómeme la boca —soltó, pestañeando coqueto.
Por otro lado, Jungkook quiso morirse—. ¡Taehyung!, ¡No! —negó al instante y el mencionado solo pudo acomodarse sobre sus rodillas para levantar sus labios en un piquito.
—Por favor —rogó, cerrando sus ojos e inclinándose hacia el joven—. Dame besitos aquí —balbuceó, apuntando, con su dedo índice, sus delgados belfos.
Pero, a pesar de que Taehyung irradiaba ternura por asemejarse a un bonito patito, Jungkook tuvo que poner sus manos en los hombros delgados, para, luego, alejar al chico hasta su lugar sobre la alfombra—. He dicho que no.
Y de inmediato, Taehyung se cruzó de brazos—. ¿Entonces qué?
—Dame otro reto, haz que lama el piso o algo así.
—¡No, Jungkook! —exclamó, sintiéndose indignado—, Debes aceptar el reto que te ponga el adversario, de otra manera, el juego no tiene chiste. Además, esa es la boca que pruebo, no la quiero sucia.
Un resoplido leve, abandonó los labios del pelinegro—. En ese caso, cambio mi elección por verdad.
—¿Verdad? —inquirió un Taehyung incrédulo.
—Ajá, pregúntame algo —soltó con seguridad.
Un pucherito enojado se dibujó, pero la sonrisa de conejo contrarrestó el hecho de que Taehyung se molestara por no haber recibido mimos de su novio "el frío"—. Agh, okay —terminó por decir y pensó en qué preguntar; sin embargo, un impulso lo llevó a cavilar sobre la situación recién vivida—. ¿Me estás castigando?
—¿Castigando? —el pelinegro preguntó confundido. En realidad, no había entendido a qué se refería su niño, pero, en definitiva, no lo hacía—. No.
—Entonces, ¿Por qué no quieres besarme? —cuestionó—, ¿Hice algo malo?
—Hey, es solo una pregunta por turno.
—¡Kookie! —chilló y, de un movimiento, fue a subirse a horcajadas sobre las piernas de su novio—. ¿Ya no me quieres?, ¿Encontraste a alguien más?: Es eso, ¿Verdad? —preguntó y sus ojitos lucieron llorosos ante la idea.
—¿De qué estás hablando? —pero por la carita triste, supo que Taehyung no estaba haciendo un berrinche, su pregunta iba muy en serio—. Bebé, qué tontería. Tú eres lo mejor de mi vida, ¿Cómo alguien podría compararse contigo?, ¡Mírate!, ¡Eres precioso, lo más bonito de este mundo! —exclamó y sus manos fueron a mimar las mejillas que comenzaban a colorearse—. Además, sabes que te quiero. Te quiero mucho, más de lo que te puedes imaginar... y que tus cachetitos se pongan rojos, solo me hace quererte más —indicó y una de sus manos fue a acariciar un mechoncito rebelde que adornaba la frente del castaño—. No seas bobo: no has hecho nada malo, eres un ángel, ¿Cómo podrías? —se detuvo y sus ojos se conectaron con los negros, debía aclarar lo que sucedía o Taehyung terminaría echándolo del sitio—. No te he besado porque creo que es lo mejor: te estoy dando tu espacio. No sé qué es lo que pasa por tu cabeza, pero si me pongo a besarte, solo complicaré las cosas —la mirada de Taehyung tardó unos segundos sobre sus ojos, estaba analizando lo recién confesado y, cuando por fin entendió, desvió su mirada y terminó alejándose, bajando de las piernas de Jungkook y volviendo a su lugar, esta vez, recargándose, decaído, al costado de su cama.
—Entiendo —dijo y tomó la botella para volver a girarla.
—No estés triste.
—No estoy triste.
—Taehyung...
—Jungkook, no estoy triste —aclaró y los ojos asertivos de Jungkook, lo obligaron a hablar—. No quiero ser una molestia.
—Ya te he dicho que jamás eres una —indicó y, haciendo la botella a un lado, se dejó ir sobre el joven, para tomarle las mejillas y obligarlo a mirarle—. Dime lo que piensas.
—No es necesario.
—Bebé, dime —pidió, y una pequeña caricia fue dejada en la mejilla derecha del castaño—. Te escucharé, no importa lo que sea.
Pero, no hubo forma de que Taehyung no dudara al respecto, por eso, tuvo que preguntar—. ¿No importa?
—Sí, no importa —puntualizó.
Entonces, Taehyung tomó una gran bocanada de aire, que luego se perdió en los deseos innatos de su corazón, mismos que lo obligaron a ceder.
—Extraño que me abraces y que me beses, extraño sentirte cerca y tus mimos, que me llames cada noche y hagas esas tontas preguntas sobre si ya he comido o no —confesó y sus ojos se aguadaron levemente—. No me gusta que no me tomes de la mano al caminar, y que no hagamos planes seguido. Quiero tenerte cerca y poder escuchar tu voz, que me cuentes cualquier cosa y que me cuides como solo tú sabes hacerlo —se detuvo y al pensarlo bien, decidió continuar—. Odio que me des mi espacio, no quiero tenerlo, quiero devolvértelo y que mi espacio seas tú.
—Taehyung...
—Sé que así tiene que ser, soy un adulto y te juro que lo comprendo, pero no lo soporto. Lamento ser alguien tan complicado, lamento ponerte entre la espada y la pared; reconozco que tenías razón cuando decías que debíamos darnos un tiempo: es difícil verte y no poder tenerte, estás tan cerca, pero al otro lado del mundo; me duele mucho.
—Bebito —entonces, los brazos de Jungkook ya no aprisionaban más las mejillas del joven, ahora, envolvían su complexión entera—, mi precioso TaeTae—susurró y la carita de Taehyung se escondió en su cuello—. Lo siento, amor. No sabía que te estaba causando esto.
—No eres tú —admitió el mayor—, son todas las decisiones que he tomado. Tú solo quieres lo mejor para ambos, mientras yo solo soy un egoísta que anhela tenerte cerca. Perdóname.
—No tengo nada que perdonarte —dijo y un besito tierno fue a dar en los cabellos castaños—. Te entiendo, corazón, te entiendo. Yo también quiero estar a tu lado, quiero besarte, quiero acariciarte y que el maldito mundo desaparezca —declaró y entonces los ojos de Taehyung dieron con los suyos—. No quiero un tiempo, Tae, no quiero estar lejos de ti: no podría, no lo soportaría; ni siquiera puedo aguantar el no verte, termino viniendo a buscarte cada tanto. En serio, lamento mucho haberte hecho sentir descuidado o en una lucha vacía.
—Jungkook... No es así.
—Sí lo es.
—No...
—TaeTae, te adoro más que a nada en esta vida y me voy a quedar contigo hasta el final —determinó en seriedad—. Sé que no es nuestro mejor momento, pero no quiero que vuelvas a sentirte así: no estás solo y yo nunca te voy a dejar de querer.
—¿Seguro? —preguntó el mayor, haciendo un pucherito y Jungkook no pudo evitar sonreír.
—Más que seguro, mi amor —terminó diciendo y sus ojos recorrieron el bello rostro de su novio; entonces, paró sus labios en un piquito, simulando el que Taehyung había hecho antes.
—¿Qué... pasa? —preguntó confundido.
—Seguiré dándote tu espacio, pero me convertiré en el mismo —declaró y Taehyung abrió los ojos como platos—. Acepto tu reto, te comeré la boca ahora mismo.
—P... Pe... Pero... —balbuceó, tratando de conseguir una explicación a lo que ambos sabían que enfrentaban, pues sus problemas seguían latentes; no podían, simplemente, reanudar su relación al cien por ciento, no cuando estaban pasando por una situación tan dura, misma que era un proceso complicado para el dúo.
—Solo por hoy —especificó.
—¿Por hoy?
—Por hoy, tómalo o déjalo.
—¡Lo tomo! —y al exclamar eso, Taehyung estampó sus labios en los de Jungkook, actuando un poco más necesitado de lo que deseaba aparentar. La sensación que recorrió al pelinegro, fue tan satisfactoria, que su mundo entero comenzó a girar y, aunque quería reír del gusto, decidió evitarlo, pues no había nada más importante que complacer a Kim Taehyung y sus deseos.
Por lo anterior, sus manos fueron hasta la nuca de su niño y clavó sus dedos entre los rizos que alcanzó a sujetar. Taehyung, por su parte, ahogó un jadeo contra la lengua que acababa de entrar a su boca, sintiendo como Jungkook ejercía presión contra sí mismo, dándole el beso más profundo de su existencia.
Le encantaba, le encantaba un montón.
Y se dejó hacer, sintiendo cada roce efectuado por Jungkook, como un acto de amor puro, ese que nunca antes había sentido en su vida, ese que le provocaba un zoológico en el estómago y que lo obligaba a pensar que, el pelinegro, era lo mejor que le había pasado en el mundo: su lugar dorado.
No había nada más, esa era la verdad.
Lo confirmó cuando Jungkook lo cargó hasta levantarlo y, con una ternura salvaje, lo arrinconó, sentándolo sobre su escritorio, haciéndolo abrir sus suaves piernas para meterse entre ellas, no sin antes haber echado un par de libros al piso.
Quiso chillar de desenfreno cuando sintió la mano del mayor colocarse, posesiva, en su espalda baja, pidiéndole más cercanía, más presión, más calor.
Se estaban hundiendo en un desastre especial, uno que los consumía, que provocaba inadvertidos choques entre sus narices y que los estaba dejando sin aliento.
Mágico, lleno de necesidad, divino y latente.
Todas esas veces que arremetían contra la lengua contraria, gritaban al universo que habían encontrado a su alma gemela y que nada en el mundo los haría pensar en lo contrario... porque se querían, porque se extrañaban y porque estaban hechos el uno para el otro.
Sí, cualquiera diría que era un beso sucio; los choques descontrolados entre sus dientes y esos chasquidos sonoramente lascivos, los hacían parecer un par de desquiciados; pero no importaba, ambos entendían que aquello era el resultado de su reciente distanciamiento, mismo que los hacía sentir desesperados.
Taehyung apretó sus párpados con fuerza, pues, de un momento a otro, su cuerpo se acaloró. No sabía si era porque Jungkook lo apretaba con ese deseo pasional o por el beso tan intenso que estaban teniendo, pero sus pensamientos le jugaron chueco al hacerlo imaginar sus manos acariciando el abdomen de su novio.
Quiso ignorar el afán, quiso seguir besando al hombre y sentir la saliva de ambos correr fuera de sus comisuras, pero, cuando menos acordó, sus manos ya estaban jugando con las costuras de aquel suéter grisáceo, haciendo puños la tela, deseando levantarla y quitarla de aquel tonificado cuerpo.
Quería... No, no quería: necesitaba tener a Jungkook sin camisa, y deseaba tenerlo ya; poder tocarlo, poder mirarlo y besarlo, disfrutar de su piel.
Sin embargo, no podía, y sus manos se tensaban cada vez más al sostener la orilla de aquella tela.
¿Y si solo la levantaba y ya?, Jungkook no podía enojarse, ¿No?, lo estaba haciendo pecar en sus pensamientos al besarlo así, no podía simplemente recriminarle eso. Además, eran novios, ese tipo de acciones no afectaban...
¿Qué demonios?, Jungkook jamás había manifestado esa necesidad, no era justo si Taehyung adelantaba las cosas: quizá, el atleta, no tenía los mismos deseos, sobre todo ahora que estaba dándole su espacio.
Simplemente, no estaba bien.
—Taehyung —y aunque Min Yoongi había entrado en su habitación sin avisar, para el mencionado fue un alivio, pues Jungkook se separó de golpe y sus manos pudieron relajarse sobre la tela suave; aunque la cara de Yoongi indicara la tensión más sorpresiva del mundo—... Yo... lo... lo... siento mucho —alcanzó a decir.
Sin embargo, que pudiera eliminar sus deseos pecaminosos, no quitaba que estaba hecho un desastre, que había comenzado a sudar y que sus mejillas eran más coloradas que los propios tomates que había en la cocina.
—Hyung —fue lo que pudo susurrar y, al recaer en ello, se escondió en el pecho de Jungkook, hundiéndose en la tela del mismo suéter gris que, antes, había querido arrancar. Qué bueno que no lo hizo—. Kookie —chilló, cuando los brazos fuertes lo envolvieron por la espalda—, olvidamos el seguro.
—Lo siento, de verdad, no era mi intención interrumpirles, ni siquiera sabía que Jungkook estaba aquí —y el menor entendió la pena que había en el rostro de Min Yoongi. Sí, cualquiera estaría avergonzado por arruinar, otra vez, el momento caliente de una pareja en necesidad—... Además, ¿Qué no se suponía que estaban en hiatus? —preguntó, tratando de justificarse.
—¿Hiatus? —cuestionó Jungkook, abrazando con ternura a su bebé.
—Taehyung dijo que habían decidido darse su espacio, ¿Acaso no les enseñaron que esas decisiones conllevan el no comerse a besos? —y aquella pregunta avergonzó a la pareja.
—Hyung —soltó Taehyung, aún escondido.
—No importa, de todos modos, ya sé que son unos críos calenturientos —se detuvo, para tratar de encontrar las palabras correctas y proseguir con sus argumentos, objetando que, la interrupción, había sido necesaria—... Es solo que... entré sin avisar porque... alguien vino a buscarte, Taehyung.
—¿A buscarme? —preguntó el castaño, saliendo por fin de su escondite y encarando al joven pálido—, ¿A mí?
—Sí —y el nerviosismo, a Min Yoongi, le recorrió el cuerpo completo—, te esperan en la planta baja.
—Okay —fue lo que dijo Taehyung, manteniendo una expresión confundida: nadie, aparte de Jungkook, lo buscaba en su vivienda. Entonces, hizo que el pelinegro saliera de entre sus piernas y, de un movimiento, se puso de pie—. Amor —le susurró—, gracias —dijo, refiriéndose al capricho que el muchacho le había cumplido—... fue el beso más salvaje de mi vida.
—Iugh —soltó Yoongi, pero no importó.
Ambos se sonrieron y Jungkook llevó la manga de su suéter hasta el rostro de Taehyung, para limpiar la saliva que yacía regada, luego le acomodó los rizos alborotados y terminó acariciándole las rojas mejillas.
Taehyung era la cosita más tierna del mundo entero.
—Por nada —contestó, sin dejar de mirar sus brillantes ojos oscuros—. Te quiero.
—Te quiero también —soltó el castaño y, después de robar un beso sorpresivo, se adhirió rápidamente al cuerpo de su novio, dejando un abrazo presuroso en el chico y saliendo de la habitación con velocidad aumentada.
—¿Qué? —preguntó Jungkook un segundo después, cuando se topó con los ojos incrédulos de Min Yoongi.
—Creo que tengo que darte unas clases de 'como no follarte a tu novio en la casa de su mejor amigo', muchacho desvergonzado.
—¡Hyung! —chilló Jungkook, justo como Taehyung solía hacerlo.
Sin embargo, para Taehyung, un huracán estaba a punto de azotarle con fuerza.
Bajó las escaleras con rapidez, sin tener idea de quién podría estarlo buscando: no había tenido problemas con ninguno de sus pacientes anteriores, ni con los actuales que decidieron quedarse a su lado, aunque fuera homosexual; además, ninguno de ellos lo había buscado en su casa jamás, siempre le mandaban mensajes o le llamaban para cuestionarle sus dudas. Qué rara seguía siendo la ocasión: ¿Quién lo buscaría?, ¿Podía ser un compañero de la universidad de Busan?, bueno, eso tenía más sentido.
Y justo cuando iba a dejar el último escalón, se detuvo para acomodarse un poco la ropa, pues debía aceptar que las arrugas en la tela habían sido motivo de un momento alborotado con su novio y, eso, lo avergonzaba un poco.
Entonces, respiró profundo y sonrió, llegando por fin a la planta baja. Pero, de inmediato, aquella sonrisa cuadrada se borró, y Taehyung sintió que el alma se le iba en esa última respiración dada, pues la persona que estaba frente a él, era la única que jamás imaginó encontrar.
—Papá...
—Taehyung...
—¿Qué...? —murmuró, tanto asustado como impresionado—, ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó sorprendido y sus pensamientos recayeron en lo peor—, ¿Pasó algo con la abuela?
—No, todo está bien —dijo de inmediato y se puso de pie de aquel sofá que Yoongi le había ofrecido, mientras iba a buscar al joven castaño—... ella está bien. En realidad —soltó y dio un par de pasos, observando el rostro desconfiado de su hijo—, ¿Crees que... podamos hablar?
—¿Hablar? —inquirió al instante—, ¿Nosotros?, ¿De qué? —y era comprensible la pregunta, pues Taehyung ya se estaba preparando mentalmente para ser insultado y terminar desecho en aquella sala de estar.
—Del mal padre que siempre he sido —pero eso fue lo que contestó el hombre y los ojos negros terminaron bien abiertos.
—¿Qué? —preguntó.
Creyó que no había escuchado bien, pero, de pronto, su padre caminó hasta su persona y, una vez que estuvo de frente, se hincó, llevando su vista hasta el piso. Por ende, la impresión en Kim Taehyung, aumentó.
—... Taehyung —musitó su padre—... Lo siento mucho. Lamento haberte arruinado la vida.
—Papá, ¿Qué rayos...? —preguntó, pues no era posible que aquellas palabras salieran de la boca del hombre más cruel e inhumano del universo.
—Lamento todo lo que hice, todas esas veces que te herí con mis palabras, los momentos en que te brindé inseguridad y te abandoné a tu suerte —soltó y su voz se entrecortó—. Lo siento mucho.
—Pero —murmuró el joven—... ¿Qué es esto?, ¿Por qué estás...?
—Porque soy una escoria —se adelantó a cualquier cosa que su hijo pudiera preguntar—, porque soy la causa de tu infelicidad y porque te arrastré hasta el infierno en el que me sumergí cuando tu mamá murió —dijo y sollozó, provocando que Kim Taehyung se inclinara hasta él para poder verle de frente y encontrar la mentira que yacía enterrada, pero solo vio lágrimas de inmenso dolor—. Sé que es una locura y nada de lo que diré podrá recompensar todo el daño que te he hecho, pero al menos quiero que sepas que estoy arrepentido, que fuiste una bendición para mi vida, lo mejor que he tenido y lo único de lo que me puedo enorgullecer: mi hijo.
—Papá —pero el llamarlo no fue suficiente.
Chulmoo había pasado los últimos días hundido en sus pensamientos carcomientes, mismos que fueron provocados por aquella conversación que tuvo la semana anterior con la pareja de su hijo. Habían sido días difíciles, ya no podía dormir más y temblaba a ratos, analizando todo el mal que le había hecho a su pequeño Taehyungie.
No, no era hipocresía, en serio estaba arrepentido.
—No tengo cara para poder verte a los ojos —confesó—, sé que te he ofendido de maneras injustificables, que intenté imponerte un destino que no deseabas y que te alejé de mí por mis actos destructivos y obsesiones continuas. Tú jamás has sido culpable de nada, yo solo soy un viejo frustrado —admitió y Kim Taehyung lo miró absorto—... No quiero que vivas pensando en lo que pudo ser si nuestra familia no se hubiera destruido, quiero que estés bien y que disfrutes de tu vida como te plazca y con quien te plazca: Jeon Jungkook, por ejemplo —nombró y sus manos fueron directo a enredar una de Taehyung, mismo joven que por un momento quiso sacarla, pero se tranquilizó cuando notó que el hombre estaba destrozado: la manera en que temblaba era indescriptible, el fisioterapeuta podía sentirlo perfecto mientras su padre llevaba su mano hasta sus labios y depositaba un beso, irreconocible, en sus nudillos—. Sé que dije que eras una desgracia para la familia, pero no es verdad. Eres el primogénito más especial que pudo haber existido en la familia Kim, eres inteligente e inusual, toda una mezcla de los buenos gustos, la astucia y la necedad que caracterizaba a tu madre: Te pareces tanto a ella —dijo y entonces sus ojos dieron con los negros, que ya estaban cristalizados por el nudo en la garganta originado ante las palabras del hombre.
—Papá —susurró y cerró los ojos, apretándolos con fuerza, sintiendo que se derramaría ahí mismo. Jamás había tenido a su padre tan cerca, ni diciéndole cosas parecidas; además, pudo reconocer la nostalgia con la que el hombre mencionó aquello, por ello también tembló y soltó el mar grisáceo que había en sus ojos, convertido en una tormenta que escurrió en gotas débilmente adoloridas.
Y ahí estaba otra vez la mirada de su difunta esposa, la misma que había en Kim Taehyung y la que lo había obligado a huir; porque todas las veces que se encontraba con los ojos negros de su hijo, podía ver perfecto a su mujer y la culpa lo desmoronaba vivo, le hacía perder los estribos y pensar en todo el mal que sus ambiciones dejaron en su familia.
Lo lamentaba, en serio que lo hacía.
—Taehyung —susurró también y una mano fue a acariciar una de las mejillas húmedas del chico—... Mi precioso hijo —dijo y Taehyung soltó un lamento incontrolado—. Lo siento mucho, destruí a tu madre, te destruí a ti y destruí todo lo que éramos. Soy consciente de que es demasiado tarde y que lo que hice fue imperdonable, pero te juro que pagaré por ello —se dispuso y sorbió su nariz, a la par que veía a Taehyung derramar centenar de lágrimas—. Como sea, solo vine a decirte que nunca jamás volveré a molestarte, que espero que seas feliz y que estoy orgulloso de la persona que eres... no te sigas preocupando por lo que yo piense de ti, no hay problema por ello: No importa lo que hagas o dejes de hacer, siempre serás mi hijo —y aquello solo hizo que el castaño sollozara en desmedida—. Ojalá que algún día puedas perdonar a este inútil viejo —y tras decir eso, dejó un beso en la cabeza del joven, tomando las fuerzas suficientes para levantarse.
—Papá...
—Te quiero, Taehyung —le dijo firme y abandonó el lugar, dejando al joven más desorientado que en ningún otro momento de su vida.
Y es que las lágrimas no eran suficientes para sacar todo eso que cargaba por dentro, había tanto que quería decir, pero tan pocas maneras para expresar; sus sentidos ni siquiera le permitían respirar, ni mirar con claridad. Se estaba ahogando en su inconformidad y en su recelo, pero a la par, en la única verdad que su progenitor puso en el aire: el cariño, que, aunque no deseaban aceptar, se tenían arraigado.
Entonces, unos brazos lo enrollaron y lo sujetaron con fuerza; Taehyung se giró y se aferró a Jungkook, hundiendo su rostro en la curva de su cuello, sin dejar de sollozar melancólico.
—No me odia —fue lo que pudo musitar, pues el aliento se le iba del cuerpo—... Papá no me odia —dijo y Jungkook reafirmó su abrazo, llevando una mano hasta acariciar los mechoncitos ondulados de su novio—... Papá me quiere.
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