56. Un amor incierto
Marzo.
Los ojitos de Kim Taehyung parpadearon asustados cuando su mirada reparó en el emblema del estadio de los Jeon. Suspiró y sus manos se aferraron, con fuerza, al par de libros que sostenía.
La camioneta de Jungkook estaba en el estacionamiento, confirmando la presencia del pelinegro en el lugar. Ahora, solo esperaba, fervientemente, que no lo echara en cuanto lo viera, pues eso le rompería su corazoncito en mil pedazos, al igual que las ilusiones inmensas que recargó, al recaer en lo mucho que extrañaba al menor.
Es que ninguna crítica valía más que el cariño que ambos se tenían.
Dicho de otra manera, después de tanto pensarlo y haber pasado por todos los estados de ánimo existentes en el planeta, supo que no podía vivir sin Jeon Jungkook; no otra vez.
Sus recuerdos viajaron repetitivos por su mente, mostrándole cada una de las sonrisas que, el atleta, un día le regaló... y fue por eso que bajó la mirada, llevando su mano libre hasta su pecho, para pedirle a su corazón tranquilidad.
Solo quería tener a Jungkook con él, aunque fuera una última vez.
Motivado por lo anterior, avanzó decidido; debía arreglar las cosas ya. Y no fue hasta que casi hizo llorar a los guardias de seguridad, que estos permitieron su entrada, sintiéndose conmovidos ante la idea de hacer que la pareja se arreglara y causarle felicidad a su atleta preferido.
Taehyung se sorprendió, no sabía que tenía esa habilidad de narración, pudo haber sido un cuentacuentos de la realeza, en la época de la dinastía Joseon. Sin embargo, la satisfacción por haber convencido a los guardias, desapareció cuando su acceso a la pista se vio próximo y pudo identificar a Jungkook a lo lejos.
El joven pelinegro hablaba con su entrenador, manteniéndose concentrado en su tema de conversación, tanto, que de seguro no sería capaz de advertir la presencia de Taehyung.
El castaño volvió a suspirar, y no fue precisamente porque se encontraba angustiado, más bien unas pequeñas mariposas aparecieron en su estómago, cuando la sonrisa de Jeon se hizo presente hacia su entrenador, asintiendo varias veces, educado.
Es que la sonrisa de Jungkook era la más hermosa del universo.
Lo extrañaba.
Lo extrañaba un montón.
Y por eso temió. Jungkook no había estado molesto con él desde que empezaron a salir, no sabía cómo surgirían las cosas ahora que todo era tan difícil.
¿Y si mejor regresaba a casa?
No, Yoongi Hyung lo asesinaría.
Ya estaba ahí, no podía solo salir corriendo, no de nuevo.
Así que se acomodó un poco la ropa y el cabello, para después respirar profundamente un par de veces.
Jungkook dijo que no terminaría con él, pero, ¿Y si ya había cambiado de opinión?
Sintió mucho miedo.
De igual modo, la voz de Yoongi se coló por sus recuerdos y aquello lo impulsó a avanzar, cruzando la pista de carreras: primero con decisión, pero luego temeroso, como si prefiriera salir corriendo por donde había venido, antes de llegar siquiera a las gradas que había escogido como asiento principal.
Para su mala suerte, el atleta lo divisó en cuanto se dejó ver, estaba del otro lado de la pista, pero era imposible no mirarlo: esos cabellitos ondulados no los tenía cualquiera. Y cada paso que dio un Kim Taehyung introvertido, pues no era capaz de levantar la mirada, fue seguido por los ojos mieles de Jeon Jungkook. Observó cada movimiento, sin perderse un solo detalle de su precioso novio...
Pensar en lo anterior, lo volvió a quebrar.
¿Qué hacía Taehyung ahí?
De seguro, por fin había decidido ir a abandonarlo. Después de que Jungkook se comportó tan frío e ignoró sus llamadas y mensajes, no esperaba menos.
No quería pelear, mucho menos terminar.
Quizá, si seguía haciéndose el molesto, seguro que Taehyung decidiría irse antes de siquiera entablar una conversación.
Pero... ¿En qué cabeza cabía?, ¿Por qué le haría eso a su 'todavía' novio?
Aun así, no era sencillo ir corriendo hacia él cuando había llorado por días ante la idea de su separación absoluta. No estaba molesto, más bien, resentido.
Y cuando su entrenador le dio los últimos comentarios que, sinceramente, no escuchó del todo por mirar al castaño acomodarse en las gradas, decidió que se haría un poco más del rogar; Taehyung debía aprender a no jugar con sus sentimientos. Era cierto que Jungkook siempre estaría para su niño y que haría todo lo que él quisiera sin rechistar, pero, hacerlo tan obvio, solo acostumbraría al ajeno a tratarlo como su muñeco, soltándole bombas mortales cada que tuviera dudas o momentos difíciles; los límites, a veces, son lo primordial.
Su entrenador se despidió y, como durante todas las tardes, el pelinegro pudo haberse ido con él; no obstante, intuyó que el mayor se sentiría desplazado si lo dejaba ahí, así que, con la excusa de afinar los últimos detalles para su próxima competencia, optó por quedarse a correr un poco más.
Se acomodó sobre una de las calles de la pista, marcó su posición y al contar hasta tres, salió disparado cual velocista triunfante.
Los ojos de Taehyung se alzaron hechizados, sorprendiéndose al notar el rendimiento tan maravilloso que ahora tenía su novio; se había recuperado, pero ahora era mucho mejor que antes, mejor que en todos esos videos que miró en YouTube alguna vez, como si la lesión que había sufrido sólo hubiera ocurrido para hacerlo mejorar, o... ¿era el enteramiento excesivo que le planificaba su madre?
Como quiera que fuera, no podía creerlo: Jungkook era tan talentoso; definitivamente, nació para ser un atleta.
Cuando se percató de que el chico se acercaba a la zona donde él reposaba con un libro entre sus manos, su mente salió de su ensoñación. Teniendo al pelinegro cerca, sería más sencillo hablarle. Sin embargo, antes de siquiera levantarse, sus ojos se conectaron con los del castaño, quien le dedicó una mirada fría y repelente, para luego desviarla hacia la pista y pasar de largo, ignorando su presencia.
Aquello, ocurrió como si el tiempo se hubiera detenido, cada paso que dio Jungkook se quedó grabado en la mente de Taehyung: todo en cámara lenta, justo de esa forma ingrata en la que su corazón se abatió.
Dolió.
Dolió como nada más en el mundo.
Ahí estaba su respuesta.
Así que no lo pudo resistir y bajó su mirada hasta su libro, sintiendo un nudo en su garganta que pronto se convirtió en un llanto silencioso.
Jungkook, por su parte, llegó a la meta y tomó la cuerda de saltar que tenía cerca, comenzando a pegar brincos rítmicos que le permitieron ir regulando su respiración poco a poco. No obstante, no pudo evitar voltear a donde Taehyung, reparando en que ahora estaba hundido en su libro, leyendo algo relacionado con la fisioterapia. Pensó que estaba bien, pero, de pronto, notó que se limpiaba las mejillas con la manga de su suéter y, solo entonces, su mundo se desplomó.
Lágrimas.
Lágrimas saliendo de su bebé.
No creyó que sus acciones repercutirían en el mayor de aquella manera, no pensó que le haría ese daño, ni lo lastimaría más, quizá solo planeaba causarle una simple molestia, pero jamás el llanto.
Era el peor novio del mundo, en definitiva.
No lo pudo soportar: salió corriendo, nuevamente, sin dejar de observar cómo su nene hacía pucheritos melancólicos.
Más imbécil no podía ser, pobre de su Taehyung.
Pero cuando se desvió de la pista y llegó hasta posicionarse frente al chico, este no estaba dispuesto a levantar su mirada; solo quería dedicarse a hipar silenciosamente.
Jungkook quiso abrazarlo, quiso pedirle perdón y decirle que lo adoraba; sin embargo, la situación de su relación no le permitía hacerlo. Así que solo se agachó, dándole la espalda al jovencito, no sin antes haber notado cómo las lágrimas le recorrían con largura por las mejillas.
Y los golpes de pecho nunca serían suficientes.
—Sube —ordenó en un tono duro y Taehyung sorbió su nariz, confundido y ofuscado.
¿No sería más fácil si el atleta no volvía a hablarle?... ¿Y a qué se refería con eso de subir?
—¿Subir... a tu espalda? —cuestionó, limpiándose nuevamente las lágrimas y sollozando al tratar de calmarse.
—Sube, vamos a correr.
—Pero... te puedes lastimar —fue lo que dijo y escuchó como Jungkook soltó un resoplido.
—Sube ya, o me iré —sentenció y Taehyung se sintió herido.
No quería subir, pero tampoco que el pelinegro se fuera; por eso terminó cediendo y, al dejar su libro a un lado, se acomodó sobre la espalda de su chico, rodeando su cuello con cuidado y esperando a que el otro reaccionara.
Jungkook le tomó las piernas a los costados de su cuerpo y se irguió con él encima, comenzando a caminar a la pista, casi de inmediato.
—Ju... Jungkook, te lastimarás —pronunció Taehyung con tristeza, antes de ver el desastre que provocarían.
—Trotaré —aclaró—. Solo sujétate.
Y al decir lo anterior, tomó camino en una de las calles de la pista rojiza, primero andando rápido, luego, tomando esa aceleración leve que siempre era parte de sus calentamientos.
Taehyung se vio en la necesidad de aferrarse un poco más a su chico y solo cerró los ojos, dejando que esa brisa conmovedora le despeinara sus rulitos. Estaba triste, pero qué tranquilizante era aquello, de seguro por eso el pelinegro lo adoraba. De un instante a otro, la incomodidad se fue. Correr: lo estaba disfrutando bastante, ni siquiera el zangoloteo ejercido por el movimiento le molestaba en absoluto; eso, hasta que abrió los ojos y se dio cuenta de cuán veloz estaban yendo.
—¡Jungkookie! —chilló con temor y, ante la aceleración de su corazón, hundió su rostro en la curva del cuello del atleta. Si iba a morir, no quería ver cómo—. ¡Ah!
Y una carcajada se escuchó de la boca de Jungkook, desafinando todos sus sentidos—. No pasa nada.
—Bájame —pidió y el pelinegro solo le tomó las piernas con más fuerza—. Estoy pesado, te lesionarás.
—No es verdad —contestó—... y ya casi llegamos —avisó y Taehyung levantó el rostro.
—¡La meta! —profirió, de pronto—. ¡Jungkook, la meta! —y ante su pequeño grito emocionado, el velocista rio—. ¡Vamos, gana!, ¡Puedes hacerlo!, ¡Eres el mejor! —soltó y, al escuchar la risa del menor, sonrió levemente.
Qué bonita era esa sensación.
Los segundos que transcurrieron hasta que los pies del menor alcanzaron la línea blanquecina, se convirtieron en nada al estar escuchando la voz de su novio. Aquellos vítores, lo impulsaron a celebrar de la misma manera, pegando saltos alegres mientras desaceleraba lentamente. La risa de Taehyung apareció y aquello solo lo hizo reír igual; los últimos días no había sonreído mucho, pero, ahora, sus dientitos de conejo se asomaban por la felicidad.
¿En qué momento se había esfumado la melancolía?
No importaba, era hermoso tener a Taehyung con él.
Al detenerse, se desvió hasta el pasto y dejó a Taehyung con cuidado, para después dejarse caer a su lado, tratando de regular su respiración, mientras escuchaba a su novio soltar risitas felices. Ambos sonreían, observando hacia el firmamento tardío; El color de las nubes era magnífico, entre naranja, morado y rosado: una hermosa combinación que llenaba al cielo de vida.
Quizá, un minuto después de disfrutar aquello, Jungkook decidió hablar—. Cuando estoy en la pista, siento algo muy parecido a cuando estoy junto a ti —declaró—, pero nada se le compara —y ante eso, el rostro bonito de Taehyung giró hasta ver el suyo, manteniendo una sonrisita cerrada—. Mi corazón se acelera y me siento muy feliz. Te convertiste en mi pasatiempo preferido.
—Jungkook —murmuró Taehyung conmovido y el menor se giró en su posición, dejando su cuerpo de costado, para poder acercarse al castaño ya embelesado.
Sus ojos se conectaron y la magia que hacía mucho no los rodeaba, apareció evidenciada.
No necesitaban palabras, aquellas miradas decían todo lo que ambos querían saber del otro: todo su sentir, su cariño y su complicidad, eran más que una realidad.
Entonces, Jungkook no tuvo más que llevar su mano hasta acariciar una mejilla de Taehyung con delicadeza, deteniéndose levemente en su tacto y deleitándose con la suavidad de aquella piel canelosa. Luego, sus ojos viajaron hasta los labios bonitos y su pulgar casi corrió una carrera para poder alcanzarlos y mimarlos un instante, tan lento y delicado como se lo merecían.
Taehyung se quedó quieto, perdido en los ojos de Jungkook que lo examinaban con prolijidad, pero una sonrisa cuadrada se le salió cuando el menor se lamió los labios y luego se enrojeció al haber sido cachado por el castaño.
Estaban enamorados, era innegable.
Sonrió por ello, no obstante, una pequeñita risa se le salió, al ver cómo Taehyung paraba sus labios en un piquito, rogando, con ternura, que ejerciera contacto con ellos.
Quería un besito de su amor.
Jungkook no pudo evitar quererlo más y, después de rodar los ojos, fue a presionar sus labios ahí, en los belfos que se relajaron casi al instante de sentir los suyos.
Comenzaron con un ósculo estático, más firme que placentero, pero las bonitas caricias que Jungkook dejó en su mentón, fueron suficientes para que Taehyung quisiera suspirar. Segundos después, en un movimiento seguro, sus labios se removieron, acoplándose con divinidad, humedeciendo apenas una pequeña superficie de sí mismos; y enseguida comenzaron a moverse, recelosos y necesitados, pero tan tiernos como nadie más en la Tierra.
Sus ojos cerrados y sus respiraciones tranquilas, solo hacían un compás increíble con cada chasquido pequeñito que dejaban sus belfos al separarse. Jungkook, giraba su rostro al lado contrario con cada desliz que compartían, haciendo que los roces preciosos entre las puntas de sus narices, se hicieran presentes.
Nada, en este mundo, se compararía nunca con la hermosa sensación que les recorría el cuerpo al besarse.
Taehyung se deshacía por dentro, quería retorcerse de la emoción, pero, al contrario de sus deseos, solo se quedaba quieto, dejando que Jungkook hiciera y deshiciera sobre él, sintiendo esa mano cálida recorrer la piel de su mejilla con dulzura.
Se querían y se extrañaban tanto.
Un momento después, Taehyung sacó su lengua, con el propósito de jugar con la del atleta; este cedió de inmediato, dándole un par de roces que los hicieron volver a la cavidad del castaño. No obstante, antes de permitir que el beso se volviera extra fluido, Jungkook se detuvo, separándose y posando su frente contra la del castaño.
Había cosas de que hablar, antes de confirmar que se estaban reconciliando.
—Lo siento —terminó diciendo y la mano de Taehyung fue hasta su mejilla, él la tomó por encima para acariciarla y le permitió quedarse ahí—. Me comporté como un crío.
—No.
—Sí —corrigió el menor—. Nada, nunca, en este jodido mundo, justificara que te hable así. Fui muy duro, no pensé en ti y me molesté sin siquiera permitirte hablar. Lo siento mucho.
—TaeTae necesitaba que Kookie le hiciera ver las cosas. La locura que propuso era una cruel tontería. TaeTae quiere disculparse por tratar de huir, en lugar de enfrentarlo todo... Si Kookie no se hubiera enojado con TaeTae, el tonto jamás hubiera reflexionado en la importancia que Kookie tiene en su vida. Ahora sabe que no puede vivir sin él y se entristece mucho al pensar en que Kookie está molesto.
—Amor, Kookie no está más molesto, Kookie ha extrañado a TaeTae un montón y también está triste por haberse alejado.
Entonces, Taehyung, hizo que ambos se sentaran. Necesitaba ver a los ojos a Jungkook y dejarle claro lo que pensaba.
—Koo —susurró quebrado—, lo lamento tanto —se disculpó, casi entregando en esa frase todos sus sentimientos angustiosos—. Fui un estúpido, un egoísta y un iluso.
—Tae...
—Mi intención jamás fue que todo terminara así, ni romperte el corazón —y al decir eso, sus ojitos se humedecieron—. Yo no quiero hacerte daño, ni ponerte triste o desanimado.
—Lo sé —aceptó Jungkook y sus manos fueron a acunar las mejillas de Taehyung, mientras un nudo se hacía en su garganta al verlo comenzar a sollozar. No quería que su bebé se desmoronara más—. Amor, lo sé.
—Jungkook —murmuró y se metió entre los brazos del joven, quien lo rodeó al instante y le permitió hipar en su pecho—. Perdón —soltó y una pequeña lágrima salió de Jeon Jungkook, quien la limpió de inmediato: debía mantenerse fuerte para el mayor—. Te extraño, te extraño mucho... y te quiero.
—Yo también, bebé —confesó—... Te extraño y te quiero mucho.
—Lamento lo que hice, lamento haber propuesto esa estupidez. Iba en contra de todo lo que un día te dije; ni siquiera sé porque se me ocurrió —estableció, admitiendo su culpabilidad—. Tengo muchas cosas en la cabeza y me estoy hundiendo tan hondo, que no sé si voy a lograr sobrevivir.
Enseguida, el pelinegro hizo que se separaran, buscando la mirada de Taehyung, que al momento se mantenía más acuosa que el mismísimo mar—. ¿Qué sucede? —preguntó por fin y su mano fue hasta la mejilla de Taehyung, donde, con su pulgar, trató de limpiar la lágrima que escurría en ese momento—. Dime —pidió—... dime, amor.
—Han sido días difíciles —comenzó y los ojos de Jungkook se mantuvieron sobre esa expresión rota, preparándose para sentir el mismo dolor—. Jamás me había sentido tan mal, tan presionado y desgastado —soltó. El brillo de Kim Taehyung había desaparecido; esa era la realidad—. Estoy asustado, Jungkook —confesó, después de tanto habérselo guardado—. No sé qué me está pasando, todo es tan confuso.
—Cuéntame, bebé. Te escucharé.
—En el trabajo: mis colegas me han comenzado a mirar de una forma extraña, murmuran cosas a mis espaldas y se hacen a un lado cuando me ven cerca, como si tuviera una enfermedad contagiosa —declaró con tristeza—. Algunos de mis pacientes han pedido su cambio y se está volviendo tan duro mantenerme fuerte. No sé porque aún no me han despedido si soy el centro de atención y solo causo disgustos e inconformidades. Papá me llamó el otro día y me hizo sentir un miserable, fue tan complicado que Yoongi Hyung tuvo que darme un calmante, porque no podía dejar de llorar —explicó y al mismo tiempo sorbió su nariz—. En casa, el ambiente es extraño, Yoongi Hyung me cuida mucho, pero eso solo me incomoda porque él también está pasando por un momento difícil; sin querer, me afecta su pesar... Y no dejo de sentirme culpable por haberte causado tanto inconveniente. Me duele haberte enredado en todo esto y que la estés pasando mal por mi causa. Me preocupas y no quiero que te enfermes por el sobreesfuerzo.
—Oh, Taehyung, bebé; no te preocupes por mí: si tú estás bien, yo también lo estoy.
—Es que no estoy bien, Jungkook, ese es el problema —terminó por decir—... He estado pensando tanto en esto, en el hecho de que todo el mundo me llama 'marica'... me está afectando de una manera que no puedo controlar y la verdad es que no ha hecho más que confundirme —confesó y los ojos de del atleta le observaron compasivos—. No sé qué soy —le dijo—... y la verdad es que no quería averiguarlo.
—TaeTae —pronunció, Jungkook, cariñoso, solo para ayudarlo a seguir.
—Ignoré esa parte de mí, corrí hacia ti pensando en que no me gustabas por ser un hombre sino porque eras tú. Sin embargo, no sé qué hay en el fondo de esto... Las chicas nunca me atrajeron tanto como lo haces tú, pero, antes de ti, ni siquiera existía la posibilidad —explicó—. No sé cómo hacer para definirme y poder ponerme una etiqueta.
—Taehyung —le detuvo—, no es necesario que te pongas una etiqueta. El amor no tiene una etiqueta, mi vida. El amor es solo eso: amor —estableció en consciencia y Taehyung lo observó con un puchero—. No es necesario que te establezcas como homosexual, bisexual, heterosexual o lo que sea; el amor solo conlleva que te enamores de la persona que desees en este mundo.
—Pero, Jungkook, es tan difícil vivir así —razonó, y es que era la realidad—. Todos dicen tantas cosas.
—Entiendo, bebé. Todo el mundo cree que tiene derecho de opinar sobre tu vida, todos piensan que su comentario hace falta y, desgraciadamente, no se puede hacer nada para detenerles —concordó, sintiendo en su corazón, ese temor que tanto angustiaba al castaño—... nadie dijo que sería sencillo. Si eres gay la gente habla, si eres hetero la gente habla, si existes la gente habla. La única verdad es que, con que tú te sientas sano, cómodo y feliz, no hace falta nada más... tarde o temprano el mundo debe entenderlo.
—¿Tú crees?
—Por supuesto —dijo y acarició la mano de Taehyung que, en realidad, no supo cuando tomó—. La gente es cruel y la vida es dura, pero, aun así, todos nos esforzamos por vivirla —se quedó callado, aliviándose al ver cómo su novio se calmaba levemente—... Entiendo tu punto, amor —habló y tuvo que tomar una profunda respiración para proseguir—, entiendo lo que estás pasando, yo ya lo viví... así que, propongo que nos demos un tiempo para organizar todas nuestras ideas y sentimientos.
—¿Un tiempo? —preguntó el fisioterapeuta a la brevedad, dejando sus ojos bien abiertos por la impresión—. ¿Un tiempo? —volvió a cuestionar y Jungkook asintió.
—Sí, pausar nuestra relación.
—Pero... Jungkook...
—Taehyung —interrumpió—, es obvio que está siendo difícil para ambos, pero a ti te está consumiendo cruelmente —argumentó—. No puedo seguir con esto si tengo que verte sufrir así.
—Pero —murmuró, aferrando su mano a la que sostenía Jungkook—... ¿Qué hay con lo que tú sientes?... ¿Pretendes pausarlo y ya?
—Haría todo por ti. Darnos un tiempo para que pienses en lo que está sucediendo, veas que hay detrás de todo esto y busques tu respuesta; no me dolería tanto, pues es por tu bien... Encontrarte y aceptarte... es lo primordial —explicó y los ojitos brillosos de Taehyung descendieron hasta su agarre.
—¿Y mientras... tú...?
—Yo te esperaré siempre —contestó y el mayor volvió a mirarlo—, en esta y en mis siguientes trescientas vidas.
Y un silencio punzante arribó al lugar; por alguna razón, el castaño sentía cómo si aquella sugerencia significara el tenerlo todo, pero a la vez nada... estar tan cerca de Jungkook, pero muy lejos de él. ¿Podría soportarlo?, por algo estaba ahí, pidiendo perdón.
—No lo sé, Jungkook —admitió—. ¿Qué pasa si no logro resolverlo?, ¿Qué tal si nunca logro... devolver todo tu cariño?
El pelinegro lo tomó entre sus brazos, subiéndolo sobre su regazo, rodeándolo con ternura y observándolo con cariño.
—No importa si jamás puedes amarme, Taehyung. Solo quiero que te ames a ti mismo.
Jungkook no mentía, lo que decía era verdad; no le importaba el tamaño de su sacrificio si se trataba de su hermoso Kim Taehyung. El sentimiento era verdadero, más certero que ningún otro.
Amarse a uno mismo es más difícil que amar a alguien más, pero, a la vez, si no te amas, no eres capaz, realmente, de amar a alguien más.
¿Dónde estaba la lógica en eso?, ¿A qué lado de la balanza debería inclinarse?
Lo supo cuando vio la bonita sonrisa de Taehyung unos instantes atrás. No importaba el precio; nada, en esta vida, le haría poner a su castañito en segundo lugar.
Taehyung entendió a la perfección aquella mirada repleta de seguridad que Jungkook le estaba dando, sin embargo, se vio obligado a soltar un suspiro y terminó escondiendo su rostro en el pecho del mayor, sintiéndose pequeñito entre los brazos de su novio.
—Me aterra —reconoció, recordando todas esas veces que le confesó lo mismo a su madre, mientras la psicóloga lo animaba a salir de su zona de confort.
—No temas —murmuró Jungkook y su mano fue hasta acariciar los rulitos que estaban bajo su cuello—. Siempre estaré contigo, incluso si no quieres que esté.
Y otro suspiró dejó la boca de Taehyung, quien ante la idea que le inundaba la cabeza, terminó buscando el rostro de su chico—... Pero, Jungkook... Si no luchamos por lo nuestro, ¿Qué va a ser de nosotros?
—Lucharemos después —fue lo que contestó y Taehyung comenzó a negar como si se tratara de un terrible proverbio.
—No —soltó—, no quiero alejarme de ti —y al decir eso, cambió de posición, acomodándose a horcajadas sobre su novio y hundiendo su rostro en la curva del cuello con olor a nuez.
—Taehyung...
—No quiero marcar distancia, ni dejar de hablar contigo —manifestó—. Eres mi mundo, Jungkook. Si me dejas ahora... no podré seguir viviendo.
—Bebé...
—No quiero que nos demos un tiempo —dijo y su voz volvió a escucharse entrecortada, preocupando, nuevamente, a Jungkook—. Esto... solo podré con ello si estás conmigo, si no me sueltas nunca y me abrazas con toda esa ternura que siempre me brindas.
—Mi presencia influirá.
—Lo hará —habló, segundos después—; sin embargo, de verdad que no quiero estar sin ti —y se alejó, tomando las mejillas de Jungkook entre sus manos, para conectar con los ojos mieles—. Te prometo que mi prioridad será aprender a quererme, pero no nos dejemos de lado.
—¿Crees que funcione? —terminó cuestionando el pelinegro.
—Haremos que funcione.
—¿Seguro?, no quiero ser un estorbo.
—Jungkook, tú jamás serás un estorbo —le dijo y sembró sus labios en los de su menor, rogándole, con ello, que aceptara.
Y es que el rostro de Jungkook lo decía todo.
No era fácil, para nada fácil.
Solo quería el bien de su niño y no confundirlo más.
—No me alejaré, pero te daré tu espacio —al concluir en ello y ver a Taehyung asentir, sus manos rodearon la espalda baja del castaño—. No te presiones con esto, Tae, no es algo sencillo, ni se resuelve de un día a otro. Tómate el tiempo que necesites, yo voy a estar siempre, ¿Sí?
—Sí —respondió el mayor y sus brazos rodearon el cuello de su chico para simplemente dejarle otro besito casto.
Jungkook volvió a tomar aire—. Sobre lo demás... lamento mucho la situación, quisiera poder hacer que todo se terminara y que dejaras de sufrir por las opiniones de terceros. Soy el verdadero culpable, si no fuera una figura pública...
—Hey —le detuvo—... No importa, nada importa si al final del día me abrazarás así —aseguró—. Estaré bien, seré fuerte y aprenderé a manejarlo. No te preocupes mucho, confía en mí y no me abandones.
Y ante la sonrisa bonita que le dedicó Taehyung, Jungkook sonrió también.
—No lo haré, amor. Jamás.
—Ni yo, Kookie —dijo, internamente, agradeciendo y cerró sus ojos, pegando su frente a la del pelinegro—. Ahora... estamos bien, ¿Verdad?
—Estamos bien, TaeTae... siempre será así.
El día de hoy (26/05/22), con poco más de 5 mil ojitos registrados, Noche Oscura cumple su primer añito, y yo no puedo ser más feliz.
Moría por publicar porque deseaba agradecerles, fervientemente, por todo el cariño que he recibido. Cada lectura, cada voto y cada comentario, así como cada uno de ustedes, ha sido primordial para que yo pueda seguir aquí. Infinitas gracias, no tengo como pagarles.
En un año, solo he podido redactar 56 capítulos... son muchos para una historia, pero muy pocos para mi cursi imaginación. Sé que soy muy buena extendiéndome, pero tranqui, ya casi termina esta novelita. No estoy segura de cuantos capítulos quedan, pero ya son mínimos.
Por favor, sigue acompañándome hasta el final y no te olvides de hacerme saber si te gusta.
¡GRACIAS POR ESTE AÑITO CON NOCHE OSCURA!
Espero que seas muy feliz.
Con amor: Nia.
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