53. Los tragos de la perdición

Advertencia:

Este capítulo posee contenido explícito +18, así que no es apto para todo público; pero no soy tu madre, así que pásale.
Se recomienda leer bajo discreción.

Febrero.

Min Yoongi estaba sumergido en su armario, mientras escuchaba las carcajadas felices de Park Jimin, mismas que venían desde la planta baja de la casa.

—¡Basta, tonto! —exclamó y soltó una risita, recordando como, minutos atrás, derramó su copa de vino sobre ambas camisas.

Para ser sincero, le parecía complicado explicar cómo terminó permitiendo que Jimin se sentara a horcajadas sobre sus piernas y le peinara con un par de coletas graciosas, mientras conversaban, en el sofá, sobre lo atractivo que lucía Yoongi con el cabello color menta en su adolescencia.

Definitivamente, ambos hacían un caos gigante cuando bebían, sobre todo porque llegaban a esa etapa extraña dónde no podían parar de reírse, volviéndose tanto torpes como hiperactivos. Cualquier cosa que sucediera, incluso el hecho de permanecer en silencio unos segundos, bastaba para que ambos se soltaran a reír, perdiéndose en su satisfactoria felicidad continua.

Yoongi sonrió al encontrar dos playeras de tela de algodón, lo suficientemente cómodas para dormir acogedoramente.

De inmediato, sus pensamientos repararon en Jimin y en lo graciosamente tierno que se vio al sugerir, como quien no quiere la cosa, beberse las botellas de alcohol que consiguieron para Kim Taehyung. Estuvo de acuerdo, después de todo, el día fue muy estresante y, además, el hecho de que estuvieran en su casa, le permitía estar tranquilo en cuanto a la seguridad de Jimin, pues era bien sabido que el rubio disfrutaba mucho de perder la conciencia ante la embriaguez; así no debía preocuparse más que por acomodarlo en su cama o en el sofá de la sala de estar, cuando cayera dormido por los efectos del alcohol.

Suspiró. Estaba preocupado, pero al menos Taehyung podría descansar en los brazos de Jungkook. Eso era algo positivo, le haría muy bien.

—Yoon —murmuró Jimin desde el marco de la puerta, tapándose el rostro rojizo ante la carcajada que amenazaba con salir. Sin embargo, la mirada de Yoongi reparó, sorprendida, en el pecho y abdomen de Jimin, pues el menor no llevaba camisa—. Dijiste que yo era el tonto, pero acabas de ponerte la playera al revés.

—¿Qué? —cuestionó y la risa de Park Jimin retumbó enloquecida en la habitación, justo cuando Yoongi miró la etiqueta de su playera, misma que le rozaba la barbilla—. Ugh.

—No puede ser —soltó, entrando a la habitación y sentándose a la orilla de la cama, viendo como Yoongi se quitaba la prenda con el propósito de acomodarla—, tan grandote y tan bobo.

—¿A quién le dices bobo? —preguntó ofendido y Jimin enchinó los ojos sin detener su risita.

—A mi, muy idiota, payaso personal.

—¡Oh, de esta no te salvas Park Jimin! —profirió el mayor y se dejó ir sobre Jimin, quien pegó un saltó de su lugar y comenzó a correr, como un crío, por toda la habitación.

Sabía lo que había conseguido: el monstruo de las cosquillas ya lo perseguía.

—¡No! —exclamó, corriendo aún más enloquecido—. ¡Yoongi, no!

—¡Ven acá!

—¡No!

—¡Park Jimin! —gritó y sus brazos alcanzaron al mencionado, haciéndolo caer boca abajo sobre la cama y sacándole un par de grititos desesperados—. ¡Esta es mi venganza, Spankie! —y al decir eso, se subió sobre el pequeño cuerpo, sentándose, a horcajadas, sobre los muslos de Park Jimin, para evitar que tratara de escaparse.

—¡No, Yoon!, ¡No! —profirió el vencido, cerrando los ojos con fuerza, esperando que el monstruo de las cosquillas comenzara con su doloroso acto.

No obstante, sus ojos se abrieron como platos cuando Yoongi, en vez de realizar el ya conocido hormigueo, le dedicó un par de caricias a la piel de su espalda, para luego inclinarse y plantar sus delgados labios en la parte trasera de su pequeño cuello.

Jimin no supo cómo reaccionar. Se estremeció por completo después de haber pegado un brinquito involuntario.

¿Qué había sido eso?, ¿Acaso su Yoongi Hyung estaba enfermo?

Otro beso fue dejado en el área de su omóplato izquierdo y no tuvo más que aferrarse, con sus manitas, a las sábanas de la recámara, pues no pudo soportar lo armoniosamente ardiente que le resultó aquel contacto distinto.

El momento ya no era gracioso, sino fugaz.

Min Yoongi no sabía lo que hacía, solo se dejó llevar por sus anhelos. Definitivamente, su cerebro se había desconectado de su corazón, y el ganador arrasó con el premio por millones. Sin embargo, no le importaba. Era cálido sentir la suave piel de Jimin con sus manos, pero usar sus labios, dejaba sensaciones más caóticas.

Que espalda más hermosa.

Pensó, cuando se volvió a acercar, presionando sus labios contra un bonito lunar que encontró, aun cuando la habitación estaba sumergida en la simple luz de una lámpara de noche.

Sí, estaba muy ebrio.

Sonrió y dedicó todos sus movimientos siguientes a seguir disfrutando de la suave piel de Park Jimin, repartiendo besos continuos en la extensa desnudez del joven.

El menor, por su parte, se relajó de una manera extraña. En medio de tanto piquito, cerró los ojos en tranquilidad, sintiendo cada lindo toque que dejaban esos belfos divinos sobre su piel, como si no existiera nada mejor en el mundo entero.

Y es que no existía.

—Yoon —murmuró perdido, acariciando levemente la tela bajo sus manos.

Pero aquella palabra hizo a Min Yoongi reaccionar, deteniendo sus movimientos y congelándose al notar sus descontroladas acciones. Entonces, se arrepintió, abrió los ojos como platos y comenzó a levantarse, haciendo que Park Jimin fuera consciente de lo sucedido y que su corazón palpitara acelerado ante las intenciones de Yoongi por huir de él.

No le quedó otra opción: se obedeció a sí mismo y se giró más rápido de lo que Yoongi pudo reaccionar, colgándose del cuello de su mayor y plantando sus gruesos labios en los finos de su acompañante.

Yoongi palideció más de la cuenta, pero no se movió, solo actuó como soporte para no caer sobre el bonito chico que comenzaba a humedecer sus comisuras ante los movimientos torpes que ejercía.

Por favor, Yoon. Por favor.

Repetía Jimin mentalmente, dejando su alma entera en ello.

Si tan solo Yoongi pudiera entender todo lo que había en su pecho, todo ese hermoso remolineo que siempre le causaba su existencia y su cercanía... lo mucho que lo quería.

De pronto, una de las manos de Yoongi fue hasta su espalda baja e hizo que ambos se levantaran, quedando de pie frente a la cama del mayor. Sus labios jamás se separaron, pero el beso siguió sin ser correspondido, provocando un vacío inmenso en el atleta: tan doloroso como cuando confesó sus sentimientos y fue rechazado al instante.

Entonces, se separó, bajando la mirada hasta perderla en alguna parte de la habitación; estaba ebrio, pero no era tonto, no cuando su corazón sangraría dolido ante la tristeza.

Sin embargo, abrió los ojos en grande cuando observó como Yoongi desabotonó su jean oscuro, para luego hacer lo mismo con el suyo; desconcertándolo sobremanera.

Eso significaba... Levantó la mirada y Yoongi le sonrió en una línea tierna.

Fue lindo, pero no tanto como la explosión que hubo en su corazón cuando, las manos de Yoongi, lo tomaron por la nuca y la espalda baja, acercándolo con determinación y presionando sus labios arrebatados.

Estaba en el cielo. Estaba en el jodido cielo.

Cada roce, cada desliz; lo que Yoongi empezó a dejar con su boca, no se igualó con nada más en el maldito mundo.

¿De verdad?, ¿Yoongi... lo estaba besando?, ¿Cómo?

No era momento de hacerse preguntas tontas, así que sus manos viajaron hasta tocar el pecho del mayor, aceptando que todo aquello fuera efectuado con cariño, porque eso era lo que había de por medio: un cariño tan inmenso que se fortalecía ante lo recíproco.

Sus bocas se abrieron, probando, en su locura, el sabor a soju que seguía impregnado en sus gargantas. De igual manera, sus lenguas se conocieron, dándose un gran abrazo lleno de necesidad y, a la par, comenzando la guerra que acabaría con sus vidas.

Jimin quiso pegar un chillido de alegría, pero solo ahogó su ruidito en la boca del ajeno. No podía con lo divino que se sentía estar así, compartiendo, por fin, su aliento con el de Min Yoongi.

Lo anterior, hizo que Yoongi deseara más. Por eso, la sincronía ya no importó cuando Jimin también le tomó de la nuca y comenzó a aferrarse a su cabello, mientras sus bocas hacían un desastre con ellas mismas y se presionaban hambrientas, dando a entender lo mucho que se habían esperado mutuamente, sedientos de su complot.

Besos húmedos llenaron la habitación. No había nada definido pero el destino estaba claro: sería su noche; y justo se estableció cuando Yoongi, sin dejar de besarlo, bajó un poco sus pantalones marrones, arrastrando también el suave bóxer azul, para hundir sus dedos en el sendero que separaba el trasero del menor y presionar, con una de sus yemas alocadas, la pequeña entrada de Park Jimin.

El rubio arqueó la espalda, alejándose del beso delirante, sintiendo los suaves y constantes toques que lo hicieron entrar en pánico al cavilar en cómo era que Yoongi sabía hacer eso y de dónde sacó semejante truco... Gimió en alto, cuando los labios del fisioterapeuta succionaron en su cuello, haciéndolo reparar en que no importaba tanto, en que preguntaría después, en que lo único sustancial era su necesidad creciente de ser tocado así por su mayor.

—Yoonnie —arrastró, pasmado, entre suaves jadeos.

Entonces, Yoongi dejó de tocarlo y volvió a buscar sus pomposos labios, a la par que sus manos, terminaron de bajar ambas prendas ya encaminadas, las únicas que seguían obstruyendo el cuerpo de Park Jimin con su campo de visión borrosamente embriagado.

Se deshizo de ellas y aprovechó para bajar su jean, dejando que, al final, sus manos recorrieran las piernas del chico, hasta cerrarse sobre el redondo trasero antes profanado. No necesitaba nada en el mundo, más que a Park Jimin siendo suyo: así que lo jaló, cargándolo sobre su cintura y Jimin no pudo evitar jadear complacido, pues su erección rozó la tela del bóxer del pálido, mismo que le permitió sentir, latiendo entre sus muslos, al miembro creciente del mayor enloquecido.

Jimin se descontroló al sentir como Yoongi apretaba su trasero cada tanto y decidió premiar aquel sagrado toque con unos besos fugaces, que comenzó a repartir en las clavículas del mayor, recorriendo su cuello con armonía y subiendo hasta el lóbulo de su oreja, donde jugó brevemente al tirar, succionar y lamer en círculos dicha formación de piel.

Yoongi jadeó satisfecho y sujetó a Jimin con más fuerza, comenzando a aproximarse hasta la cama, donde recostó al menor con delicadeza, para dedicarse a besarlo con más urgencia de la requerida.

El corazón de ambos latió más acelerado que nunca y Jimin pudo jurar que palpitaban en una sincronía perfecta. Tocarse así, tenerse así: todo era una locura, una completa locura que, sin duda, los dejaría hechos un desastre.

Pensar no era algo que podía hacer muy bien cuando estaba tan ebrio: lo único que sabía con certeza, era que necesitaba actuar... necesitaba cumplir sus sueños. Por eso aprovechó y sus manos fueron a acariciar el pecho y abdomen del mayor, repasando cada línea y marca que había en su piel, dejando claro que no había pudor de por medio y que no importaba nada, más que disfrutar esa bendita noche.

Su seguridad aumentó, cuando sus pequeños dedos fueron a jugar con los pezones de Yoongi, afectándolo sin saberlo realmente, haciendo que la profundidad de sus besos subiera de nivel y que los jadeos de Yoongi se hundieran entre su lengua.

Rodaron por la cama y se besaron sin parar, dejando succiones por su cuerpo, mordiendo en algunas zonas, disfrutando de su hermoso compartir; eso, hasta que el Yoongi se separó y aprisionó los brazos de Jimin sobre su cabeza, metiendo su rodilla entre las piernas del menor, quien las abrió de inmediato para él.

Entonces, todo se detuvo.

En la habitación, lo único que se pudo escuchar fueron las respiraciones contrariadas de ambos jóvenes, mientras estos no dejaban de mirarse mutuamente. Yoongi recorría una y otra vez cada detalle del cuerpo de Jimin. Era hermoso, era jodida y especialmente hermoso. Tan pequeño, pero tan suficientemente ideal. Su piel era lechosa y no había un punto que no fuera suave como la seda. Tenía líneas marcadas en su abdomen por el claro deporte que practicaba, pero eso solo lo hacía ver más tierno y sexy de lo que se podía esperar. Sus labios carnosos y sus lindos ojitos, combinaban a la perfección con su bonita nariz de botón y mejillas redondas.

Era tan precioso, como nada más en el mundo entero.

Salió de la ensoñación solo para toparse con los orbes marrones de Park Jimin, que observaron la manera en que Yoongi grabó su cuerpo en su mente. Tenía las mejillas calientes y rojizas; no sabía si era por la embriaguez, por la excitación o por cómo su mayor se mordió los labios mientras lo miraba. Sin embargo, entendía que era imposible controlarse cuando el hombre de su vida lo estaba deseando así.

De pronto, Min Yoongi soltó sus brazos y se levantó, deshaciéndose de su bóxer, para permitir que estuvieran en igualdad de condiciones y que Jimin lo pudiera observar también, justo como él se lo posibilitó.

El menor no dijo nada, simplemente aceptó aquel regalo, disfrutando, bajo la tenue luz, del atractivo cuerpo de Min Yoongi. El fisioterapeuta no era el chico más atlético en el mundo, pero la falta de musculatura no evitaba que cada una de sus líneas fuera llamativa. Su cuerpo era más bonito que el suyo, pues su naturaleza denotaba la autenticidad de la belleza existente en su persona. Nada le faltaba, era tan atrayente como ningún otro hombre en la tierra, era lo que necesitaba y lo que siempre le había gustado.

Sonrieron complacidos. En definitiva, existieron para pertenecerse.

Yoongi se estiró sobre el cuerpo de Jimin y fue directo al cajón de una de sus mesitas de noche, sacando el lubricante que, unos cuantos meses atrás, adquirió por necesidad. Vació una cantidad prominente y su dedo meñique abordó el interior del atleta, sin darle tiempo para analizar.

La bonita boca se abrió y sus pequeñas manos buscaron aferrarse de algo, encontrando las sábanas de Yoongi como única alternativa. El mayor sonrió, observando la expresión sorpresiva en el rostro apapachable: tan lindo, pero tan excitante. Entonces, empezó a girar su dedo, jugueteando con la bendita entrada del menor.

Los jadeos volvieron a inundar la habitación, mientras Yoongi dilataba, poco a poco, al chico que no dejaba de retorcerse bajo su tacto especial, sobre todo cuando enrolló su mano libre en su erección desatendida y la comenzó a mover. Al azabache no le importaba nada, ni siquiera arruinar el sueño de los vecinos con los gritos ahogados que, de pronto, consumían a Park Jimin. Solo quería eso: hacer disfrutar al menor, causarle un placer inmenso, todo el que se merecía, mientras él se deleitaba con esa estimulante situación.

Cuando menos acordó, tres de sus dedos ya entraban y salían del rubio, provocando que los bonitos ojos marrones se cristalizaran cada vez más. Por ende, decidió que ya era hora, pues, también, su miembro dolía de tanto esperar.

Entonces, abrazó al menor y giró, quedando debajo y teniendo a Jimin a horcajadas sobre su cuerpo. Aunque entendía que no era la primera vez del chico, no quería lastimarlo, así que prefirió dejarlo asumir el ritmo.

Sus labios volvieron a unirse y Jimin aprisionó unos mechones de cabello negro entre sus manos. Yoongi acarició la espalda del jovencito, pasándose con exigencia sobre aquella piel de porcelana que resultaba delirante al tacto.

Jimin jadeó y sus ojos se encontraron con los de Yoongi cuando la aclamada punta del mayor encontró su cavidad.

Si así tenía que ser, que así fuera.

Por ello, se alzó un poco sobre Yoongi y el sentimiento le llenó el pecho cuando el miembro del mayor entró, con esfuerzo, en su interior, haciéndolo temblar por completo.

Nuevamente, no hubo nada que decir, solo apretó sus labios, imitando la expresión de Yoongi, limitándose a sostenerse de los hombros ajenos, mientras ambas flores palpitaban por el recelo. De pronto, el azabache lo jaló, abrazándolo con fuerza, haciendo que ambos pechos se dieran un golpe palpablemente inesperado.

—Te quiero —pronunció y el mundo entero se tiñó de color.

Los ojos de Jimin se abrieron sorpresivos, sintiendo que su corazón se detuvo a la par que su respiración agitada.

De todos los "te quiero" que Yoongi le había dicho, por primera vez, ese tenía otro sentido.

Jimin no supo que hacer, simplemente se quedó ahí, sintiendo las caricias que Yoongi le dejaba en la espalda y dejando que sus ojos liberaran esa sustancia salada que le formó un nudo en la garganta.

No estaban teniendo sexo, estaban haciendo el amor.

Costaba una vida entera comprenderlo, pero el sentimiento era tan profundo que no hacía falta que hubiera una confirmación al respecto.

—Te quiero —susurró, tragándose un sollozo, para buscar los labios de Yoongi y comenzar a moverse sobre el chico.

Los golpes entre sus pieles, el ruido de sus cuerpos excitados, gemidos y jadeos de placer, besos interminables, cosquilleos irreconocibles, picazones ardientes... todo, absolutamente todo, fue con sentimiento y amor de por medio.

Así sería para el resto de sus vidas.

Y cuando llegaron al clímax lo comprobaron. Estaban hechos el uno para el otro, se pertenecían y nacieron para estar juntos. Lo sabían, era algo innegable.

—Minnie —susurró el mayor, abrazando a Jimin con toda la fuerza del mundo.

—¿Sí? —cuestionó el más pequeño, escuchando el pecho de Yoongi latir calmado en su oído, mismo hecho que lo arrullaba y lo alentaba a caer dormido.

—Perdóname.

—¿Por... Por qué?

—Por todo.

—Yoon —murmuró sin mucha fuerza, cerrando los ojos y acomodándose en el pecho del joven pálido—, basta. No... no pidas perdón —bostezó—. Está bien. Todo está bien.

Entonces, a Min Yoongi no le quedó nada más que decir, simplemente, cubrió un poco más el cuerpo de ambos con la sábana que ya tenían encima y acunó al menor con cariño en sus movimientos.

—Buenas noches, muñeco cachetón —soltó al dejar un besito tierno en el cabello húmedo del menor—. Lo siento.

[...]

Cuando los rayos del sol alcanzaron el bonito rostro de Jimin, este comenzó a removerse sobre las sábanas. Inconscientemente, puso una almohada sobre su cara, con el propósito de dormir como antes lo hacía; sin embargo, una ligera jaqueca apareció, para luego volverse más fuerte con cada segundo transcurrido.

Chilló.

Odiaba tanto la resaca que no tenía idea de porque siempre terminaba bebiendo tanto. Era algo que estaba en sus genes, en definitiva.

Por ello, se sentó y, rápidamente, fue presa de un dolor que le hizo estragos el interior, mismo que le recordó que Yoongi le había partido la cadera durante la noche anterior.

¿No había sido un sueño?, ¿Realmente habían estado juntos?

Al ver debajo de la sábana lo comprobó, su desnudez era una gran verdad, al igual que el desastre en la habitación: en definitiva, tenía que ayudar a hacer el aseo a su bonito Min Yoongi, sino ya no le daría más noches mágicas.

Y cuando tuvo ese pensamiento, sus mejillas se colorearon, nada en el mundo lo ponía más feliz que el simple hecho de pensar en Yoongi como suyo.

Que locura.

Entonces, se levantó de un movimiento y, después de encimarse su bóxer, se puso la playera que había ocasionado todo el revoloteo de mariposas en su estómago: la que Yoongi se quitó por habérsela puesto al revés.

Sonrió, le quedaba como un vestido, pero eso lo hacía ver muy tierno. Seguro que Yoongi se alegraría de verlo así.

Por eso, salió de la habitación en busca del hombre de su vida, encontrándolo en la cocina, muy concentrado al emplatar el desayuno que llevaba preparando con antelación.

Rodeó la barra y con una gran sonrisa se abrazó a la cintura de su hombre, recargando su mejilla en la espalda de este, restregándola con cariño entre la tela de la camisa, disfrutando de ese increíble perfume que el mayor ya estaba usando.

Yoongi era precioso.

—Todo huele increíble —declaró, también al olfatear la comida, cerrando los ojos con suavidad y satisfacción.

—Detrás, hay un analgésico para la resaca.

—Que considerado —pronunció burlón, soltando el cuerpo de su Hyung y girándose en busca del medicamento, mismo que encontró al lado de un vaso con agua ya servida—, gracias.

—Por nada —soltó el ajeno y Jimin tomó lo indicado—. Preparé el desayuno. Come y cierra la puerta cuando te vayas —y aquella fría oferta hizo que Jimin se girara nuevamente, encontrando a Yoongi al otro lado de la casa.

—¿Tú no comerás? —preguntó y el otro siguió caminando por el sitio hasta tomar su maletín.

—Tengo que irme ahora —informó, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿A... A dónde?

—Tengo cosas que hacer.

—¿Justo hoy?, Es fin de semana y acabamos de... Creí que pasaríamos el día juntos.

—No —contestó con seguridad.

—¿No? —y sus miradas se encontraron por primera vez, haciendo a Jimin temer por lo que ahora veía.

Los ojos cafés no expresaban lo que una pareja recién concebida requiere decir, no, en vez de toda esa ternura y cariño, había recelo, remordimiento y negación: la misma que destrozó su alma dos años atrás.

—Es decir, sobre eso...

—Yoon —murmuró Jimin angustiándose y aquella palabra hizo a Yoongi detenerse—... Yoonnie —volvió a nombrar y salió del área de la cocina, acercándose a Min Yoongi desesperado—, ¿Qué pasa?

—Nada.

—¿Hice algo mal? —inquirió de inmediato y la cristalización en sus ojos fue evidente cuando un metro de distancia los separó.

—No, Jimin —aclaró Yoongi—. Yo... fui quien me equivoqué.

—¿Te equivocaste? —cuestionó asustándose—. ¿En qué? —y su voz se quebró.

—En todo... En pasar la noche contigo —declaró y bajó su mirada al ver cómo una larga lágrima abandonaba los ojos de Jimin.

—No... No lo dices en serio, ¿Verdad? —contuvo un sollozo próximo y Yoongi empuñó sus manos.

—Lo siento, no eres tú...

—Dijiste que me querías —soltó y sus ojos se volvieron a conectar.

—Te quiero, sí, pero no de la forma romántica que piensas. Somos como hermanos.

—No —aseguró el menor—. No somos como hermanos, deja de decir estupideces. Lo que sentimos... es amor.

—No vuelvas a decir eso —exigió Yoongi—. Si continúas, harás que no podamos volver a vernos.

—Yoon...

—Por favor, cierras la puerta cuando salgas —y dicho eso, abandonó la casa, dejando a Jimin hundido en una penuria que jamás había sentido.

No podía ser cierto, no después de la noche que habían compartido. Yoongi de verdad que no podía estar hablando en serio.

Entonces, tuvo que sostenerse del sofá más cercano, pues caer y deshacerse en llanto ya no era una alternativa inimaginable. Sin embargo, terminó sobre la alfombra, abrazándose a sí mismo mientras cientos de lágrimas eran derramadas sin remedio alguno.

Yoongi acababa de terminar, sin siquiera haberles permitido su comienzo.

¿Por qué le hacía eso?, ¿Por qué era tan duro?... Ya habían establecido que se querían, ¿Cómo era posible retroceder después de tener la mejor noche de sus vidas?

Retroceder.

Dolía, dolía como el infierno. Quemaba más que cualquier fuego.

Era un estúpido. Nuevamente, permitió que su alma se convirtiera en cenizas. Se dejó lastimar, se quedó sin nada y todo lo volvió a causar el mismo tipo, el único que le importaba.

Maldita vida, maldita suerte, maldito amor y maldito Min Yoongi.

¿Por qué?, ¿Por qué siempre terminaba así?, ¿Por qué le tocaba sufrir por los errores de ambos?

Yoongi y sus estúpidas decisiones, no era más que un joven idiota con miedo al compromiso. Pero era imposible que Jimin no le importara igual. Lo quería también, ya lo había dicho, no había forma de negarlo.

No era justo, nada lo era, ni siquiera los sollozos que estaba soltando en continuidad. Por eso, reparó en que, él mismo, era un imbécil.

Siempre estando, siempre volviendo, siempre condicionando su existencia a la otra tonta persona.

¿Qué clase de amor propio se juraba tener?, ¿Dónde estaba su dignidad y por qué Yoongi estaba por encima de todo eso?

¿Por qué le daba tanto, si nunca había recibido nada a cambio?

Perfecto, si Yoongi así quería las cosas, así serían.

No se arrastraría más, no rogaría por amor donde no deseaban dárselo, ya no... ya no lucharía por algo que no sería jamás.

Ni una locura más, ni una más por ese jodido hombre.

Sí, cerraría la puerta, pero esta vez lo haría a la perfección y arrojaría la llave al abismo. Dejaría afuera a Min Yoongi. Nunca, en su maldita vida, volvería a entrar.

Eso era todo, ya no le quedaban fuerzas. Su alma estaba destrozada en pedazos y, en definitiva, era imposible volver a unirlos.

Lamento haber hecho la escena y el capítulo tan extenso, pero era necesario.

Gracias eternas a Majo_B26, por orientarme en el proceso de escritura.

Gracias por seguir leyendo, perdón por haber roto tu corazón con este final. Prometo compensarlo. 🤍


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