40. Una simple phalaenopsis
Diciembre.
Jeon Jungkook dejó su firma sobre aquel papel que le había proporcionado el fisioterapeuta Jung Hoseok, mientras ambos mantenían una sonrisa cómplice en sus rostros.
—Fue un placer joven Jeon —habló Jung Hoseok, mientras recibía aquel papel de manos del menor—. De verdad, espero que pueda lograr todos sus objetivos. Nunca deje de correr, ni pierda de vista la meta.
—Daré todo de mí, se lo aseguro —dijo, con toda la formalidad del mundo y haciendo una reverencia, aun cuando estaba sentado sobre una de las sillas que acompañaban el escritorio del joven "sonrisas".
—¡Oh, vamos!, te he dado de alta, ya puedes decirme "Hobi Hyung", Jungkook.
—Esto es emocionante —soltó de pronto el pelinegro—. Gracias Hyung, en serio gracias por todo el apoyo que me diste. Sé que al principio fue muy frustrante, pero de verdad supiste motivarme. Siempre te estaré agradecido por no abandonarme.
—Ni que lo digas Jungkook, sabes que cuentas conmigo siempre —declaró—. Te escucharé y te ayudaré sin importar qué.
—Lo mismo digo Hyung —contestó y la sonrisa de Hobi no se hizo esperar, le agradaba mucho ver a Jungkook feliz.
Entonces, solo se dispuso a anotar un par de cosas para finalizar el expediente del chico atlético, mientras se mantenían en un silencio cómodo. Eso, hasta que llamaron a la puerta un par de veces.
Jung Hoseok se levantó de su asiento y fue directo a abrir la puerta, encontrándose con un Kim Taehyung muy sonriente.
Todos están muy felices hoy. Que haya más tormentas de nieve, por favor.
Eso fue lo que pensó y soltó una risita.
—¿Estás con Jungkook? —cuestionó el rizado, sintiéndose un poco ansioso.
—Adelante, Taehyung —lo dejó pasar—. Joven Jeon, ya hemos terminado. Puede retirarse cuando guste —y después de notar la manera en que los dos jóvenes se miraban, sonrió inmensamente—. Pero por lo pronto no es necesario, pues debo ir a la cafetería. Están en su "consultorio" —dijo al final con una mueca traviesa y, sin más, abandonó a ambos jóvenes, cerrando la puerta tras sí.
Los dos, se observaron por unos segundos con una sonrisa en el rostro, hasta que Taehyung desvió su mirada al piso, recordando el motivo de su presencia en el lugar y percibiendo un sentimiento de nostalgia, aprisionarle el pecho.
—Todo terminó, ¿Verdad? —soltó sintiéndose triste rápidamente, sin atreverse a ver el rostro del pelinegro que le escudriñaba—... Ya no vendrás más.
Jungkook lo supo, pudo intuir lo que sentía Taehyung, pues aquel mismo sentimiento abundaba en su pecho desde el momento que pisó el hospital aquella tarde. Se levantó de inmediato y se acercó al castaño, que mantenía la mirada en el piso. Tiernamente, tomó entre sus manos el mentón del mayor y lo levantó con lentitud.
—Hey —susurró buscando sus orbes, pero Taehyung volvió a apartar la mirada—... No te pongas triste TaeTae —dijo y, de inmediato, Taehyung le miró justo a los ojos, sintiéndose conmovido ante la manera en que Jungkook lo llamó.
No fue el sobrenombre, fue la forma en que lo dijo: como si le tuviera un inmenso cariño, como si lo estuviera mimando, protegiendo, como si Jungkook lo quisiera.
Era la primera vez que se sentía así, querido por alguien más.
—Es inevitable —contestó segundos después, al recuperar el hilo de la conversación—... Extrañaré verte por aquí. Aunque no lo sabía, mi motivación era verte llegar. Esperaba tus citas con ansias y deseaba poder pasar tiempo contigo. Fui muy tonto siemp...
Las palabras quedaron suspendidas en el aire, cuando los labios de Jungkook, interrumpieron el expresar de Taehyung. Tenía los ojos cerrados, pero parecía que podía ver.
Miraba a Jungkook, miraba como emanaba un fuerte cariño desde lo más profundo de su alma, mismo que le hizo entender que el más joven no bromeaba. Supo que no lo hacía, supo que estaba dando todo, supo que estaba ahí, con él y para él.
—Tae... —susurró Jungkook al separarse—... yo también te voy a extrañar —dijo y el joven que seguía entre sus manos, sonrió sintiendo sus ojos humedecerse—... pero no pensemos en eso, ¿Sí?... No hagamos de esto una despedida, veámoslo positivamente: Ya no soy más un paciente de este hospital, he sido dado de alta. Ahora puedo venir a visitarte para darte un abrazo y preguntar si tienes la tarde libre. Puedo tomarte las manos sin pensar en lo mal que estuvo haberme fijado en ti, siendo mi fisioterapeuta... Somos libres de cualquier juramento ético; somos libres de poder sentir.
—Jungkook —murmuró Taehyung—, me gustas —y el Golden Maknae sonrió para volver a besar al mayor.
Minutos más tarde, llegó la hora de que Hobi atendiera a su próximo paciente, así que tuvieron que salir de aquel consultorio, demasiado avergonzados porque su hyung los encontró besándose.
Taehyung acompañaba el caminar de Jungkook, experimentando que el rubor de sus mejillas no estaba dispuesto a ceder, mientras el pelinegro solo intentaba calmarlo con una charla sobre el exagerado hielo que cubría su camioneta cuando, por la mañana, se despidieron en el estadio.
Más pronto de lo que imaginaron, ya estaban en el estacionamiento del hospital, sin ninguna intención de despedirse; Sin embargo, tenían que hacerlo.
—Vete ya. Debes ir a practicar, o Jimin y Namjoon se molestarán.
—Como digas, lindo TaeTae —le dijo Jungkook, con un tono algo travieso al final, provocando que el rojo en las mejillas de Taehyung aumentara en demasía.
—Deja de decirme así.
—¿Eso quieres realmente? —inquirió con una sonrisa burlona.
—Solo vete, Kookie...
Entonces, Jungkook fue quien se ruborizó.
Soltaron un suspiro y se dieron la vuelta para alejarse, con pasos que ni siquiera querían dar.
—Tae —pronunció Jungkook, haciendo que el mayor se girara, esperando conocer el motivo de su llamado—... En unos días —entonces, un sentimiento extraño se apoderó de Jeon. No podía creer cómo le ponía más nervioso hablar con Kim Taehyung, que correr en las mismísimas Olimpiadas—... Quiero decir... ¿Estarás ocupado en Noche Buena?
—Yo —murmuró Taehyung—... hace años no celebro ninguna festividad.
Y una pequeña sonrisita se dibujó en los labios del pelinegro—. ¿Quieres... Quisieras... Te gustaría pasar Noche Buena conmigo?
Enseguida, Kim Taehyung abrió los ojos como platos—. ¿Lo dices en serio? —cuestionó y el menor asintió a la brevedad—... Me... me encantaría —soltó en una sonrisa cuadrada.
—Bien —soltó Jungkook, suprimiendo las ganas que tenía de ponerse a gritar lo feliz que se sentía.
—Bien —imitó Taehyung.
Como si se hubieran leído la mente, volvieron a girarse para caminar en direcciones contrarias. Pero Taehyung no pudo soportarlo.
—¡Jungkook! —gritó debido a la distancia y Jungkook volteó a verlo rápidamente—. ¿Quieres salir conmigo este sábado?
Y aquella pregunta iluminó por completo la carita de Jeon Jungkook, ocasionando que regresara corriendo hasta Kim Taehyung y lo atrapara entre sus brazos, para plantarle un beso casto en la frente y sonreírle en grande.
—¿Es una cita? —preguntó con los ojitos brillosos.
—Es una cita.
[...]
Kim Taehyung comprobó, por novena vez, la hora en la pantalla de su celular y luego echó un vistazo a su alrededor esperando ver al chico que, media hora antes, se comunicó para decirle que ya saldría de su casa.
Estaba nervioso y no era solo porque Jeon Jungkook se había retrasado, sino que, su leve tiritar, también tenía que ver con el significado de su encuentro: su primera cita.
Calma, Taehyung.
Se aconsejó y soltó un resoplo que pronto se convirtió en vapor. Era una tarde fría, tal como había previsto; tan solo llevaba un día sin caer nieve, pero el hecho de que ésta comenzara a derretirse, provocaba que el ambiente le causara escalofríos a cualquiera.
Quizá, no había sido muy buena idea, elegir un parque, como sitio para tener su primera cita con su lindo pretendiente; es decir, los lugares abiertos no eran sus mejores amigos cuando de llevar abrigos grandes se trataba. Sin embargo, así debía suceder.
Observó su atuendo y sonrió satisfecho. Se miraba bastante bien, el beige era su color; solo esperaba no haberse excedido con adornar su apariencia, pues, cuando terminó de ducharse, decidió maquillarse con algo de sombra café en los parpados y hacerse un delineado negro casi indistinguible, sobre la línea de sus pestañas. Lo único que deseaba, era sorprender al Golden Maknae con una distinta faceta a la habitual.
Pasaron unos cinco minutos más y los nervios se comenzaron a transformar en preocupación; Jungkook no tenía por defecto la impuntualidad, rara vez era víctima de ella. Tal vez solo había tenido un inconveniente en el camino... No era posible que tuviera intenciones de dejarlo plantado, ¿Verdad?
¿Verdad?
Aquella pregunta resonó en su mente y su corazón se estrujó sin remedio. En realidad, no sabía lo que estaba pasando, solo era consciente de que llevaba más de veinte minutos esperando a un chico que salió de su casa antes que él mismo. Por ello, aunque trató de evitarlo, su ánimo decayó al instante, haciéndolo bajar su mirada hasta clavarla en el piso.
Pero justo cuando creyó que debía tomar el autobús de regreso a casa, un brazo de piel blanquecina, cubierto por una chaqueta negra, apareció rodeando su cintura desde atrás, entregándole, a la par, un ramo de orquídeas de mariposa a color lila atardecer.
Soltó un suspiro por la sorpresa, cuando unos tibios labios le dejaron un beso cálido en su mejilla izquierda, haciéndolo sonrojar a la brevedad.
—Lamento la demora, TaeTae —le dijo el menor, colocando su mentón sobre su hombro izquierdo—. Resulta que no es temporada de orquídeas.
—Koo —musitó el castaño, sin dejar de observar hacia su vientre, lugar donde seguía estando el bonito ramo de flores—... ¿Por... por qué?
—Porque no quiero que olvides nunca que, en nuestra primera cita, traje tus flores favoritas —susurró y, enseguida, Taehyung tomó el ramo en sus manos, para después girarse entre el brazo, hasta quedar de frente al lindo chico y plantar un suave beso en sus delgados labios.
—Gracias —susurró emocionado, acercando las flores a su nariz, aspirando el suave olor que tanto le agradaba—. Me encantan. Son hermosas.
—No más que tú. Luces precioso, ¿Te maquillaste?
—So... solo un poco —expresó Taehyung algo apenado, y en vez de ponerse a gritar por haber conseguido que Jungkook mencionara lo de su apariencia, decidió cambiar de tema por un asunto más importante—. ¿Cómo supiste que son mis favoritas?
—Intuición —comentó el joven.
—¡Vamos!, hablo en serio —pronunció el castaño, riendo.
—Yo también —indicó y el mayor hizo una mueca de incredulidad—... Hace meses, cuando fue el aniversario luctuoso de tu madre, comentaste que le llevabas orquídeas al cementerio. Eran las flores preferidas de la señora Kim, por lo tanto, son las flores favoritas de su hermoso hijo, ¿Me equivoco?
Y una pequeña sonrisita en los labios de Taehyung, apareció a la brevedad. Jeon Jungkook era el mejor—. Es cierto, mamá y yo siempre adoramos estas flores.
—¡Yeah!, Jeon Jungkook: un punto; Min Yoongi: seguro cero.
—¿Por qué Yoongi Hyung? —preguntó Taehyung después de reír.
—Bueno, Jimin Hyung está enamorado de él y parece que Yoongi Hyung le corresponde, pero no se atreve a aceptarlo.
—Comprendo —pronunció recordando aquello que le había dicho el azabache, cuando esperaban a los dos chicos atléticos, antes de entrar al concierto de Coldplay—. Yoongi Hyung es muy necio. Ojalá que pronto se atreva a dar el siguiente paso. Él y Jimin tienen una química muy linda, se nota que se quieren mucho.
—¡Ya sé! —exclamó Jungkook y ambos soltaron una carcajada—. ¿Crees que a nosotros se nos note igual?
—No lo sé —contestó Taehyung poniéndose nervioso al pensar en eso—, supongo que sí.
—También lo supongo —dijo y dejó un beso rápido en los belfos del mayor—. ¿Quieres ir a comer algo o prefieres que hagamos otra cosa?
—Mmh... Amo el café, ¿A ti te gusta?
—Me gusta el café.
—¡Genial!, ¡Vivamos juntos! —exclamó el chico con alegría y el menor lo observó desconcertado.
¿No hablaban de bebidas?
—¿Lo... lo dices en serio?
—No —contestó Taehyung soltando una carcajada—, al menos aún no —aclaró, sonrojándose en el acto—... Solo... vamos por algo de café, conozco un lugar cerca donde lo venden muy rico.
—Perfecto —concluyó Jungkook, tratando de calmar su corazón alterado, pues, por un momento, latió frenético; Taehyung era cosa de otro mundo.
[...]
Cuando la noche cayó, el castaño y el pelinegro salieron de la cafetería muy felices. Habían convivido durante un buen rato, consumiendo bocadillos y bebiendo una deliciosa taza de café.
También se divirtieron hablando de temas que les gustaban, descubriendo muchas cosas el uno del otro, solo para concluir en que eran bastante diferentes, pero justo lo adecuado para complementarse.
Comenzaron a caminar por el parque en un silencio muy cómodo, Taehyung jamás había sentido tanta tranquilidad como en ese momento; ambos se dedicaban a observar a sus alrededores y sorprenderse con la belleza del sitio, pues, a pesar de que se notaba que el cielo estaba oscurecido y lleno de nubes grisáceas, el ambiente era bastante hermoso, aunado a los árboles, ya sin hojas, que estaban enredados en lucecitas navideñas de muchos colores.
Taehyung sonrió, pensando en que no podía ser más perfecta la temporada en que decidió confesarle a Jungkook sus sentimientos. Las vísperas de navidad se habían convertido, también, en las fechas en que sus corazones habían decidido unirse. Era maravilloso.
—Tae —le llamó Jungkook después de unos minutos.
—¿Sí?
—¿Crees que —balbuceó—... que pueda... Que podamos...? —el mayor se giró a verlo para averiguar lo que trataba de decir—... ¿Que nosotros...?... ¿Puedo tomarte de la mano al caminar?
Entonces, Kim Taehyung se detuvo en seco sobre la acera, observando a Jeon Jungkook con más sorpresa de la requerida. El rostro del menor brillaba por una emoción que se mantenía latente. Sabía que estaba pidiendo mucho, pues abrazarlo por la cintura, ya era una acción por la que nunca pidió opinión; apenas llevaban media semana interactuando, no quería apresurar las cosas de una manera que después no podría controlar, pero, por lo mismo, le parecía imposible soportar estar cerca de Taehyung y no poderlo tratar como siempre había querido. Debido a lo anterior, durante toda la tarde, pensó sí era bueno pedir tal cosa ese día. Al final de cuentas, no pudo contenerse y terminó observando a Taehyung con mucho anhelo.
—Yo —musitó el mayor y ante la expresión que había en su rostro, Jungkook intentó retractarse.
—No tengo problema si consideras que no es adecuado, sólo... tenía ganas de hacerlo así —confesó—. No te preocupes, ni te molestes, por favor.
—¡Oh, Jungkook! —clamó el mayor, cuando notó como Jungkook intentaba sonreírle sin mucho éxito. Se acercó un poco y le tendió su mano libre, ensanchando las comisuras de sus labios—. Tómala —indicó y, aunque en el fondo se estaba muriendo de nervios, su corazón palpitó agradecido. Luego, la bonita sensación se agrandó cuando Jungkook, devolviéndole la sonrisa, le obedeció, igual o más nervioso que él mismo—. No tienes que volver a pedirlo. Me gustaría que entrelacemos nuestras manos cada vez que lo desees —y establecido lo anterior, aprovechó la cercanía que segundos antes logró tener, para tronar un beso en la mejilla de Jungkook, provocando que este lo mirara embobado.
Sin embargo, no le permitió decir nada, simplemente, afianzó el agarre que había entre sus manos y volvió a caminar, ahora llevando al chico atlético consigo.
Avanzaron por unos cinco minutos, volviendo a sumirse en un silencio un tanto emocionante para ambos, pues sus manos se estaban brindando una calidez tan especial, que era imposible no percibir que compartían una pequeña corriente eléctrica.
—¡Koo! —exclamó el joven de hebras rizadas, cuando divisó a lo lejos, un área que contaba con varios juegos infantiles—. Vamos, ¿Sí? —pidió cual niño y Jungkook soltó una risita para asentir sin problema—. No pude ser, hace años no veía uno de estos —comentó sorprendido, observando un sube y baja a color amarillo chillón, una vez que estuvieron entre la zona de juegos.
—¿Quieres subirte?
—¿Podemos?, ¿No estamos viejos para eso?
—TaeTae, nunca somos demasiado viejos. Además, el lugar está vacío, nadie lo sabrá —aclaró soltando la mano de Taehyung y tomando el ramo de orquídeas, que el fisioterapeuta no había soltado en ningún momento. Lo llevó, hasta dejarlo cuidadosamente sobre la base de uno de los columpios cercanos, y regresó para levantar uno de los extremos del juego, ofreciéndolo, con amabilidad, al muchacho rizado.
El castaño dudó por un segundo, pero al final terminó cediendo y se acomodó, esperando que Jungkook fuera por el extremo contrario. Entonces, cuando estuvieron listos, se regalaron una sonrisa cómplice y comenzaron a impulsarse, de arriba a abajo, sobre el frío metal.
Al principio, se sintió un poco extraño; Taehyung no sabía cómo comportarse, ni qué caras hacer. Estaba sobre un sube y baja con el chico que le gustaba, no era la situación más sencilla. Pero, pasados varios segundos, comprendió que no debía fingir nada, no hacía falta que lo hiciera. Jungkook quería que fuera él mismo, aun cuando pareciera el joven más extraño del planeta, con gustos raros y emociones dispersas. Jungkook no se iría por cualquier cosa, lo aceptaba justo como era.
Enseguida, simplemente, empezó a soltar risitas tontas cada vez que era su turno de subir, ayudando a que, incluso, el ambiente se relajara, junto con Jeon Jungkook, quien, en el transcurso se estaba debatiendo sobre si había hecho bien en convencer a Taehyung de subirse, pues se veía incómodo.
De pronto, todo fue adrenalina y felicidad.
Subieron y bajaron cuantas veces quisieron, entre risas y una que otra mirada enamorada. Luego, Taehyung, pidió que fueran a la resbaladilla. No era la cosa más alta, pero se veía interesante.
Jungkook esperó abajo mientras Taehyung subía los escalones y se deslizaba por el frío metal, y viceversa, resbalando unas cuantas veces de esa manera, hasta que Jungkook tomó el valor de alcanzar a Taehyung en la cima, sorprendiéndolo en el acto: sentándose tras él y poniendo sus piernas a los costados de las otras, para después enredar sus brazos en la cintura del bonito fisioterapeuta.
—Estás cálido —dijo el mayor sintiendo, el pecho de Jungkook, cubrirle la espalda protectoramente. Así que solo se acurrucó en esta y se dejó llevar por lo que su corazón requería.
—Tú igual —le comentó el ajeno, dejando un beso, desde atrás, en la linda mejilla de Taehyung.
Pero este no estuvo satisfecho e, inclinando un poco su cabeza hacia atrás, llevó su dedo índice hasta sus labios—. Aquí —indicó con ternura y el corazón del atleta se aceleró.
El castaño no podía ser más tierno. Los ojitos oscuros brillaron y ambas sonrisas aparecieron al instante. Entonces, Jungkook pegó sus labios a los de Taehyung, transmitiendo una sensación armoniosa en el tacto y, después de que ambos murmuraran algo parecido a un "Muah", se separaron aun sonrientes, para luego deslizarse, manteniendo el abrazo más cariñoso que jamás tuvieron.
—¿Quieres girar en ese? —preguntó Jungkook y Taehyung asintió emocionado.
Se levantaron de la resbaladilla y se dirigieron al disco giratorio, donde Taehyung se acomodó firmemente, aferrándose con seguridad a los tubos de metal, mientras Jungkook hacía lo mismo, pero, a la par, se preparaba para dar impulso al juego, como si se tratara de andar en patineta. Empezaron a girar lentamente, pero, muy pronto, Jungkook logró que el juego alcanzara una velocidad emocionante, provocando que ambos rieran por la adrenalina, a la par que sus orbes se buscaban de vez en cuando. Era divertido, sin duda lo era.
—Deberíamos bajar ya —comentó Taehyung, después de haber girado bastantes veces y, enseguida, Jungkook detuvo el juego, bajándose de un salto—. ¿Cómo haces eso?, ¿Acaso no estás mareado? —preguntó sorprendido, sin ser capaz de soltar los tubos que había tomado desde un inicio.
—No mucho, ¿Tú?
—Si bajo de aquí, caeré al instante —mencionó y ambos soltaron una carcajada.
—Ven, te ayudo —le dijo el chico y, haciendo que Taehyung se girara hacia él, lo tomó por la cintura y lo cargó hasta ponerlo en piso firme—. ¡Oh, oh!
—¿Qué pasa? —cuestionó el castaño aún mareado, observando el rostro de Jungkook.
—Si estoy mareado —y dicho eso, se dejó caer sobre la nieve, con Kim Taehyung encima suyo.
—¡Jungkook! —exclamó el jovencito y Jungkook cerró sus ojos para evitar marearse aún más, sintiendo en su cuerpo las vibraciones de la risa de Taehyung—. Eres de efecto retardado.
—Eso explica por qué siempre me rio al final cuando cuentan chistes.
—No puedo creerlo —comentó sin poder dejar de reírse.
Entonces Jungkook abrió sus ojos—. Tu risa es hermosa —confesó y Taehyung se quedó quieto, cuando hizo contacto visual con el menor—. Tus ojos son hermosos —dijo también y provocó que las mejillas del ajeno comenzaran a colorearse, a la par que su corazón pedía alborotarse—. Todo tú eres hermoso... ¿Cómo es que existes?... Solo un Dios pudo haberte creado, porque eres la obra de arte más bella del mundo.
—Kookie —musitó Taehyung, sintiendo su alma derretirse.
—TaeTae... No puedo creer que, de todo el mundo, tú: siendo tan perfecto, me hayas elegido a mí. Gracias por aceptarme, te daré todo lo que tengo y todo lo que soy...
Pero Taehyung no lo pudo soportar y atrapó los labios de Jungkook en el acto. Ambos cerraron los ojos de inmediato, dejándose llevar por ese ligero toque que ejercieron.
Un desliz y luego otro, y otro, y otro más: dulce, lindo, suave, lento, tierno, vivo. Entre tanto, pequeños roces entre sus narices, provocados al momento en que sus labios se separaban y volvían a unirse.
Besarse era como un sueño, uno muy hermoso, uno en dónde podían reafirmar que sus corazones no podían estar en mejor sincronía.
Jungkook, quién seguía abrazando a Taehyung por la cintura, llevó una de sus manos hasta buscar las del castaño, encontrándolas entre ambos pechos. Tomó una y, costándole toda la concentración del mundo, pudo entrelazar dedo con dedo, hasta compartir un agarre perfecto y cálido, mismo que le hizo soltar un suave suspiro a Taehyung.
De pronto, ese aroma a nuez inundó sus fosas nasales y su mente, se hundió más y más en el joven que estaba bajo suyo; primero, trayendo tristes recuerdos, contando las veces en que roció, en su habitación, la loción que le regaló Jungkook antes de haberlo perdido. Y luego se hizo presente lo bonito que era estar oliendo así, al ser humano más hermoso que jamás había visto.
Besos tronados, deslizamientos húmedos, respiraciones entrecortadas, suaves suspiros y dos corazones latiendo al tope. Eso era lo que ambos podían escuchar.
No importaba que estuvieran sobre la nieve fría. No importaba que alguien los mirara, ni que se encontraban en un sitio público, ellos necesitaban estar así. Necesitaban tocarse de esa manera, tener sus labios unidos, gozar de sus tactos, del roce de sus pieles y el aroma de sus cuerpos. Debían descubrir los sabores que había en las suaves comisuras contrarias.
Tal vez, los besos que compartían resultaban ser inocentes, faltos de atrevimiento o, incluso, de ambición. Cualquiera que lo viera desde afuera, estaría un poco decepcionado: fue demasiado el tiempo que esperaron para poder besarse así, desaprovechar el momento no era una opción. Sin embargo, ambos jóvenes, lo que menos tenían era urgencia.
Querían conocerse así, probarse y tocarse ligeramente, permitiéndoles a sus mentes ajustarse al ritmo que los acompañaría en esta aventura. Querían hacer las cosas bien, porque no era fácil para ninguno de los dos.
Mientras uno temía de lo que estaba haciendo, apenas analizando su homosexualidad; el otro solo podía pensar en que el castaño era la primera persona de su vida, esa, con la que iniciaría a experimentar lo que siempre había deseado. No quería arruinarlo.
Besos simples, corazones simples, personas simples.
Por ende, un simple amor emergiendo entre las simples orquídeas de mariposa.
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