38. También me gustas

Diciembre.

Kim Taehyung, acomodó perfectamente su bufanda de lana sobre su pecho, esperando cubrir la mayor parte de su cuello. Ese día estaba helado, la nieve no había dejado de caer desde que fue el mediodía y, para ese momento, las calles de Seúl ya estaban cubiertas completamente de una fina capa blanquecina.

Puso su mochila sobre su hombro y, tras dar un suspiro, se levantó cuidadosamente, acercándose hasta la puerta trasera del autobús en el que viajaba. Tocó el botón que anunciaba su descenso y casi de inmediato fue partícipe de un brusco movimiento, mismo que fue provocado por el autobús deteniéndose.

Las puertas se abrieron frente a él y bajó al instante, tocando con las suelas de sus zapatillas deportivas, el piso de la acera que permanecía lechoso. Volvió a suspirar y su mirada se perdió en el cielo oscurecido, repleto de nubes sombrías. Eran cerca de las nueve de la noche y él recién estaba volviendo del trabajo.

Suspiró nuevamente y le regaló una sonrisa nostálgica al ambiente. Ver la nieve caer sin interrupciones, realmente era un espectáculo digno de admirar.

¿Estás mirando esto también, mamá?

En seguida se giró sobre sus talones, dispuesto a iniciar su caminata cotidiana, para llegar a su hogar, mientras que imaginaba como sería el regaño que su difunta madre le daría, en cuanto lo viera avanzando por la calle, con exagerada calma, bajo la fría oscuridad.

Entró en su casa y prontamente, reparó en su padre, quién veía televisión sentado cómodamente en uno de los sofás del sitio. Respiró y avanzó, ignorando la presencia del hombre que le había dado la vida, pero cuando estaba a punto de subir las escaleras, sus pasos fueron detenidos con la voz que más odiaba.

—Taehyung —le llamó y, aunque en un inicio pensó en hacerse el desentendido, terminó frenando ante el agarre que había ejecutado, el impasible hombre, alrededor de su brazo—. Necesitamos hablar.

De inmediato, el joven castaño se giró e hizo que su padre soltara su extremidad—. ¿Sucede algo?

—Estoy decepcionado de ti.

—Lo sé. Ya me lo has dejado claro antes.

—Basta —dijo seco—. ¿Cuándo carajos pensabas decirme, que tu relación con Lee Misuk ha terminado?

—¿Qué es esta pregunta?, ¿Desde cuándo te importa lo que me suceda?

—Desde que supe que salías con la hija del político del momento.

—¡Papá!

—¡Taehyung! —exclamó—, ¿Cómo te atreves a ir por la vida desaprovechando cada oportunidad que se te viene en puerta?, ¿Por qué no razonas y piensas en lo que de verdad es importante?

—¿Qué es lo verdaderamente importante?... ¿Tu estúpida política?, ¿Tu antiguo partido?, ¿La casa azul?, ¿El gobierno de Corea?... ¡Por favor!, todo eso no tiene valor para mí, tú lo sabes. No me interesa en absoluto lo que suceda con la diplomacia. Entiéndelo de una buena vez.

—¡Es que ni siquiera tienes idea!, ¿Por qué no te preocupa que los Kim...?

—Los Kim que gobernaban Corea ya no existen. Todo eso terminó cuando tú mismo arruinaste todo, incluso tu relación con mamá.

—¿Cómo osas...?

—¡Es verdad!

—Taehyung... Tú eres quien nos acaba de arruinar. Si te hubieras casado con la hija del señor Lee, hubiéramos podido...

—¡Ya detente! —gritó el menor—. ¡Ya no puedo seguir con esto! ¡Estoy harto de ti... estoy harto de ti y de tu obsesión por algo que nunca será!... La casa azul es tu sueño papá, no el mío... No quiero saber nada más.

—Hijo...

Pero, en cuanto su padre lo llamó de aquella forma, su cuerpo entero se tensó y sus sentidos se detuvieron, dejándolo enfocado en una sola cosa: el programa de televisión que se estaba transmitiendo.

—Cuéntanos Jungkook... ¿Participarás en las olimpiadas del próximo año? —cuestionó la entrevistadora y, el joven pelinegro, le mostró una linda sonrisa.

—Ese siempre ha sido el plan —contestó—. En definitiva, asistiré.

—Eso es todo lo que el público deseaba escuchar. Después de que te lesionaras hace meses, la población coreana estuvo muy preocupada. Además, tus fans alrededor del país, se entristecieron pensando en que tu sueño más grande se había frustrado. Por lo mismo, a la audiencia le interesa conocer cómo te encuentras al respecto.

—En realidad, me costó mucho trabajo, no voy a decir que ha sido una situación sencilla. Sin embargo, parece que todo ha salido bien e, incluso, mañana mismo seré dado de alta de rehabilitación.

—¡No sabes cuánto nos alegra saber eso, ya queremos verte correr!... Entonces, ¿Qué le espera al Golden Maknae durante los siguientes meses?

—Bueno, pues... Por lo pronto, debo concentrarme en recuperar las habilidades que, a lo largo de años anteriores, logré desarrollar. Por eso, en cuanto mi fisioterapeuta me entregue el alta, volaré directo a Estados Unidos.

¿Qué?

—¿Te mudarás?

¿Qué?

—Exactamente, pero todo es en beneficio de conseguir mis objetivos. Hay un equipo de trabajo que me espera en Nueva York. Son entrenadores de primera y están capacitados para cualquier cosa. Haremos hasta lo imposible para conseguir esa medalla de oro.

No.

No.

Jungkook.

No.

Por favor, no.

—Es increíble Jungkook. Debo decirte que, desde ya, eres el orgullo de Corea del Sur. Esperamos que tengas buen viaje y cada uno de tus días sean extremadamente productivos.

Y la respuesta que seguro dio Jeon Jungkook a la entrevistadora, ya no fue escuchada por Kim Taehyung, pues de inmediato, dejó caer su mochila y salió corriendo de su casa, sintiendo como el corazón se le estrujaba dolorosamente dentro de su pecho.

Un minuto después, ya estaba nuevamente en la parada de autobús. No sabía qué es lo que haría, ni tampoco a dónde se dirigía, pero lo que sí tenía claro, es que debía ver a Jungkook en ese mismo instante.

No tenía cara para hacerlo, era consciente de eso, pero si no veía al joven de sonrisa de conejo esa misma noche, para el día siguiente, sería demasiado tarde.

Entonces, pequeñas gotitas adoloridas se acumularon en sus orbes, cuando descubrió que, el atleta, bloqueó por todos los medios, su número telefónico. Por ende, quiso dejarse caer ahí mismo, sobre la nieve fría que seguía cubriendo la acera. Lo más probable, era que, aunque se comunicara con Jungkook o fuera a buscarlo, el menor no tendría intenciones ni siquiera de escucharlo.

Eso era todo. Perdió a Jeon Jungkook sin siquiera haberlo imaginado.

Tras analizarlo, se dejó caer sobre el asiento de la parada del autobús, sintiendo como su alma entera dolía excesivamente. Lloró, lo hizo en silencio, justo como sucedía normalmente; pero esta vez, aquellas lágrimas eran diferentes, venían con una necesidad intensa de arrancarse el corazón del pecho.

Cerró los ojos y sollozó, viendo cómo su vida ya no valía nada. De pronto, la imagen del chico apareció en su mente y no pudo evitar sentir que el mundo se desmoronaba.

Jeon Jungkook.

Necesitaba a Jeon Jungkook.

Lo necesitaba exageradamente.

Entonces volvió a convencerse: debía intentar, debía buscarlo. De cualquier manera, ya no podía perder nada más.

Se levantó, esperando ver pasar algún taxi, pero el entorno entero estaba desolado. Era normal en un día nevado como ese, no podía esperar cosas mejores.

Debía hablar con Jeon Jungkook sí o sí, de otra forma, en serio todo estaría perdido.

Enseguida, como si un ángel le hubiera iluminado la vida, una idea llegó a su cabeza. Si no podía comunicarse directamente con Jungkook, entonces hablaría con sus allegados.

Fue así como terminó rogándole por ayuda, al pálido Min Yoongi.

[...]

La mirada penetrante de Park Jimin sobre su cuerpo, solo hacía que Kim Taehyung se sintiera más y más pequeño en aquel sofá de la sala de Min Yoongi.

—No —le contestó el rubio a la brevedad.

—Jimin, es que tu no entiendes.

—¿Qué no entiendo? —preguntó ofendido.

—Jungkook es...

—¡¿Cómo te atreves a mencionar el nombre de Jeon Jungkook, prángana?!, ¡Eres un insensible!

—Jimin, tranquilízate —le pidió Yoongi, sentándose a su lado y tomando sus mejillas entre sus manos para que le prestara atención—. Escucha, soy consciente de que, lo que hizo Taehyung, fue la cosa más horrible que alguien puede efectuar. No se merece siquiera estar en tu presencia. Pero, por favor, escucha lo que tiene que decir.

—Yoongi...

—Minnie, por favor —le pidió, poniéndole unos ojitos tiernos, que hicieron al menor derretirse—. Por mí.

—¡Agh!, está bien —soltó el jovencito, ocultando perfectamente, que su interior entero estaba saltando de regocijo—. Tienes treinta segundos —le dijo a Taehyung y éste limpió una lágrima que recién había salido de sus orbes ya rojizos.

[...]

Y ahí estaba Kim Taehyung, corriendo como un loco por las calles de Seúl, sintiéndose el ser humano más desesperado de la tierra. Lo único que tenía que hacer, era llegar hasta el estadio de los Jeon, pero, incluso, la nieve que estaba cayendo y obstruía su caminar, le hacía pensar que el mundo entero estaba en su contra.

Más pronto de lo que imaginó, llegó hasta el sitio sin mucha demora. Entró por las puertas del estadio y siguió avanzando entre los principales pasillos, hasta encontrar la entrada que daba hacia el campo del estadio. Sus ojos se aguaron al percibir la espalda de Jeon Jungkook: chico que se mantenía en el centro del lugar, bajo la nieve helada, esperando con preocupación al joven rubio que jamás llegaría.

Taehyung respiró tan profundamente como el gélido aire se lo permitió y, decidido, corrió nuevamente hasta poder llegar al centro de la pista de carreras.

El pelinegro se percató de una segunda presencia y se giró esperando encontrar a Park Jimin, pero en vez de ello, Kim Taehyung, la última persona que quería ver en el mundo, se aproximaba a él con pasos tajantes.

Entonces se tensó, sintiendo como el ambiente envolvía con mayor frialdad su cuerpo, aún cubierto por aquel abrigo acolchado. Sin embargo, el sonido de la respiración cansada del castaño, fue en lo único que sus oídos se concentraron.

Segundos después, el fisioterapeuta ya estaba frente a él, con un semblante repleto de desesperación y con su alma colgando entre sus manos.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó con desconcierto y en un tono bastante reacio, notando el estado en el que venía Taehyung y como su respiración se cortaba ante el frío que abundaba esa noche.

—Jungkook —murmuró con el poco aire que conservaba, percibiendo como, un sentimiento repleto de angustia, se agrandaba más y más en su pecho.

—¿Dónde está Jimin Hyung? —preguntó, observando a su alrededor en busca del joven de las mejillas regordetas, dándose cuenta que la nieve comenzaba a caer con mayor precipitación sobre ellos.

Aquello le preocupaba, quizá el estado de Jimin había empeorado.

—Jimin no vendrá, él está bien. Yo era quien quería verte —la voz de Taehyung comenzaba a tomar volumen conforme su respiración se regulaba.

Jungkook lo miró molesto, entendiendo que el rubio y el castaño le habían tendido una emboscada. Se sintió decepcionado, había sido traicionado por su mejor amigo, ¿Ahora qué podría esperar de la vida?

Por ende, un cólera irregular se apoderó de su mente.

—¿Qué tontería es esta? —preguntó al mayor y éste dio un paso para intentar acercarse, pero, por inercia, el pelinegro retrocedió, provocando que Taehyung detuviera su intención—. ¡¿A qué diablos creen que están jugando?! —exclamó, sintiendo en su pecho la exasperación acumulándose. Quería gritar al chico de los rulos, todo lo que su corazón y mente habían arrastrado durante los últimos meses y lo verdaderamente estúpido que se sentía ante su presencia. Pero, al ver los ojos chocolates cristalizarse, decidió que no debía hablar. Después de todo, las cosas ya estaban así—. Me largo de aquí —soltó, girándose en movimientos rápidos y comenzando a caminar por aquella pista cubierta de nieve.

—¡Jungkook! —la voz de Taehyung resonó por todo el sitio mientras tomaba la mano derecha del pelinegro, logrando detener sus pasos engorrosos.

Jungkook tomó aire y, con una expresión de desagrado, se giró hacia el fisioterapeuta, esta vez, dispuesto a gritar toda la molestia que le aquejaba cuando se trataba de él—. Escucha Taehyung...

Y fue lo único que pudo decir antes de quedarse pasmado, pues el castaño se abalanzó contra su cuerpo y, cuando menos lo esperó, aquellos labios congelados se aferraron a los suyos con desesperación. Un segundo más tarde, los brazos de Taehyung, cubiertos también por un gran abrigo acolchado, lo rodearon por el cuello para que no pudiera escapar.

Pero Jungkook no tenía intenciones de nada. Estaba tan sorprendido que ni siquiera se movía, incluso, sus labios se mantuvieron estáticos, solo sintiendo como los del joven de rizos ondulados, se movían torpemente sobre los suyos y dejaban una fina estela de su cálido aliento.

Taehyung comenzó a llorar y ni siquiera reconoció el motivo, pudo haber sido su arrepentimiento generado en los últimos días, quizá la sensación desesperante que se apaciguaba al tener a Jungkook cerca, o, incluso, la tristeza generada al sentir la tajante falta de calor ante un beso no correspondido, por parte de la persona que le estaba haciendo perder la cabeza.

Se sentía devastado y las lágrimas que salían de sus ojos, empezaban a empapar el rostro del ajeno.

Jungkook comenzaba a preocuparse, sólo podía preguntarse qué rayos era lo que le sucedía al castaño. Estaba tan desconcertado, que el enojo que llegó a sentir, se disolvió conforme los segundos pasaron.

Luego de un momento, Taehyung se detuvo. Cesó todo intento por permitirse seguir besando al más joven y, luego de sorber su nariz, llevó su rostro hasta esconderlo en el cuello del ya mencionado.

—Perdón —soltó entre sus sollozos—. Perdóname Jungkook —dijo, ahogándose cada vez más en un llanto descontrolado—. Yo... hice muchas cosas mal... Sé que te he hecho mucho daño... sé que te decepcioné, que te insulté... Sé que te hice llorar... De verdad lo siento... estoy muy arrepentido y sé que es una tontería que venga a decírtelo ahora...

Entonces, el pelinegro, manteniendo un semblante atónito y desorientado, hizo que, poco a poco, el rostro del rizado dejara de esconderse, esperando poder verlo de frente.

Taehyung dejó de abrazarlo, pues entendió que era demasiado tarde y que Jungkook de verdad lo odiaba. Por lo tanto, llevó sus manos hasta su rostro y se cubrió. Ahora, después de haber percibido los fríos sentimientos del muchacho de los ojos color miel, se sentía tan avergonzado y vulnerable, que lo menos que quería era que lo viera llorar.

Solo deseó convertirse en los copos de nieve, que caían cubriéndolo todo a su paso, para así ser arrastrado por el viento invernal que se adhería cada vez más a sus cuerpos.

—Taehyung —musitó Jungkook después de un minuto de ver llorar al chico, pero no le quedó más que tomar con delicadeza, las manos delgadas del mayor, para apartarlas de su rostro; encontrándose con un Taehyung destrozado que lloraba mares sobre sus mejillas—. ¿Por qué me dices todo esto? —cuestionó, dejando ver la preocupación que delató a su corazón abatido.

El castaño sorbió nuevamente la nariz y bajó su mirada hasta el césped cubierto de nieve—. Porque soy un idiota —contestó—. Porque de verdad me arrepiento y porque no quiero que te vayas lejos... No quiero que te vayas sin mí.

—Taehyung, ¿Qué...

—Me gustas, Jungkook —soltó en un impulso y sin siquiera imaginarlo, observando, con la vista borrosa por las lágrimas acumuladas, como los ojos de Jungkook se agrandaban a más no poder en su blanquecino rostro, demostrando que estaba absorto ante aquella confesión— Me gustas —declaró nuevamente—... Soy un completo idiota. Sinceramente, no podía aceptarlo. Al principio ni siquiera lo imaginé. Pero, de pronto, ya estabas en mi cabeza y comenzaba a pensarte día y noche. Se volvía extraño verte a los ojos y luego, cuando te dije esas cosas y vi cómo te destrocé el alma, sentí que no me quedaban más fuerzas ni motivos, pues te herí y arruiné algo que ni siquiera sabía que quería —intentó aminorar sus sollozos—. Estaba asustado Jungkook, no sabía qué era lo que me pasaba ni por qué mi corazón se aceleraba cuando estaba cerca tuyo. Fue difícil de entender y eso me enojaba. Sin embargo, tú no tenías la culpa, solo hacías que me confundiera cada vez que me dedicabas alguna de tus sonrisas angelicales... Perdón que lo diga hasta ahora, sé que ya es demasiado tarde, pero no podía permitir que te fueras sin decírtelo, simplemente no...

Pero sus palabras fueron calladas repentinamente, por unos suaves labios que atraparon los suyos sin remordimiento alguno.

Taehyung se sorprendió ante aquel acto, pero al sentir que las manos de Jungkook rodeaban con delicadeza su cintura, decidió aferrarse al cuerpo contrario. Subió sus brazos nuevamente al cuello del ojimiel y le siguió con sincronía aquel beso ya demandado por el menor.

Los labios de Jungkook se movían con seguridad sobre los suyos. Aun cuando el clima era el más frío de todo el año y la nieve no dejaba de caer, el calor que lograron brindarse mutuamente, fue más que suficiente para que ambos entendieran que estaban en los brazos correctos; que encajaban de una manera tan naturalmente hermosa, que era imposible negar que sentían algo el uno por el otro.

Taehyung se dejó llevar y, aunque sus belfos temblaban sobre los de Jungkook, solo quería seguir teniendo aquel lento y profundo beso, lleno de sentimientos tan intensos que provocaban mariposas en su estómago. Por otra parte, Jungkook deseaba brindarle a Taehyung todo el cariño y seguridad que sabía que el mayor necesitaba. Quería estar para él siempre. En los últimos días había tratado de odiarlo con todas sus fuerzas, pero no logró hacerlo; mucho menos ahora que lo tenía entre sus brazos, anhelando poder cuidarlo y mimarlo para la eternidad.

Las manos de Taehyung acariciaban el cabello de Jungkook y el menor apretaba sus cuerpos como si de ello dependiera su vida. Detuvieron el vaivén de sus labios solo para separarse y dedicarse una tierna sonrisa, una que hizo ruborizar a ambos. Luego se abrazaron con todas sus fuerzas, casi hasta querer fundirse en la piel del otro.

—Taehyung...

—Jungkook...

Dijeron al mismo tiempo y soltaron una risita, cerca del oído contrario.

—Lamento lo que dije. Realmente, lamento todo el dolor que te causé. Fui muy inmaduro e inconsciente...

—Taehyung —lo interrumpió Jungkook casi al instante, haciendo que ambos se miraran de frente sin dejar de abrazarse y, en movimientos rápidos, limpió las lágrimas que aún escurrían por las mejillas rozadas del fisioterapeuta—. No te disculpes más.

—Pero es que...

—¿En serio te gusto? —inquirió de pronto, mostrando una ilusión inocente en sus ojos, una que hizo derretir al mayor.

—Jungkook, acabo de rogarte...

—No es eso Tae —soltó Jungkook en una carcajada—. Solo quiero asegurarme de que no es un sueño, ni he enloquecido todavía. No podría soportar si tu presencia aquí es una alucinación.

—Jeon Jungkook —habló Taehyung acercando su mano derecha hasta acunar la mejilla de Jungkook con dulzura. Le observó con una sonrisa y llevó sus labios hasta la punta de la nariz del joven, dejando un pequeño piquito en ella. Entonces, al alejarse un poco para observar directamente los ojos lindos del atleta, solo susurró—... Me gustas mucho.

—¡Ah! —exclamó Jungkook bajito—. Tae... Eso... me derritió el corazón —declaró haciendo que Taehyung riera sonrojado—. Kim Taehyung —le llamó—... me gustas mucho —y repitiendo la acción del mayor, dejó un besito en la punta de su nariz, erizandole los sentidos como nada nunca lo había hecho.

Se observaron a los ojos por un momento, dedicándose la sonrisa más preciosa de su existencia y abrazándose más fuerte con cada segundo que transcurría.

—Te extrañé Koo —susurró el castaño.

—Yo también Tae... mucho.

Tras concluir lo anterior, volvieron a unirse en un tierno beso, lleno de cariño y emoción, pues, por fin, podían tenerse así, como debieron estar desde un principio.

Y fue así como, en la noche nevada más hermosa del año, Kim Taehyung y Jeon Jungkook, dieron inicio a la aventura más increíble de todas sus vidas; una en donde, definitivamente, se amarán hasta los huesos.


Gracias por leer. 

Espero que este capítulo te haya hecho sonreír. 

Sé muy feliz siempre. 🤍

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