32. Brillantes constelaciones

Octubre.

El cristal frío de aquel vaso de vidrio solo hacía que Kim Taehyung lo sujetara con más fuerza. Durante esa noche, su alma y mente se sentían heridas, pero no tanto como su corazón desconsolado.

Suspiró y dio un largo trago al alcohol que le quemó la garganta. Sonrió con sorna y apoyó una de sus mejillas en la mesa que ocupaba desde unas cuantas horas atrás. Observó concentrado cada uno de los detalles del vaso cristalino, al igual que al líquido que aún había en su interior.

Con sinceridad, ya había perdido la cuenta de cuánto había bebido y, aunque sabía que era demasiado, todavía seguía sintiendo que la vida no era más que una melodía desafinada, ambientada con un ritmo a destiempo, tan irónico e incapaz que avanzaba a velocidades esporádicas, sin sentido alguno.

Estaba muy ebrio, sí, pero su conciencia se mantenía intacta o, al menos, eso creía.

¿Tan difícil era que el destino le dedicara una caricia de vez en cuando?

Parecía que sí.

—Joven —le susurró con tacto uno de los meseros del tranquilo bar, el cual, estaba a solo quince minutos de su casa. Taehyung levantó la vista y el empleado le sonrió—. No deseo interrumpirlo, pero me temo que cerraremos muy pronto...

—Comprendo —soltó el castaño y sacó, en torpes movimientos, su cartera de su bolsillo—. ¿Podría darme la cuenta?

—¡Por supuesto! —el empleado asintió y comenzó a alejarse. Sin embargo, se detuvo y regresó a la mesa, haciendo que Taehyung lo observara con desconcierto—. Disculpe si sueno algo entrometido, no es mi intención molestarlo, pero... creo que no está en condiciones de conducir ni vagar por la calle en soledad, pues bebió en demasía... ¿Le gustaría que contactemos a alguien para que venga a buscarlo? —preguntó con amabilidad y Kim Taehyung aminoró la severidad de su rostro, asintiendo sin otra alternativa.

Después de todo, el joven tenía razón y, sinceramente, no estaba muy seguro si podía mantenerse erguido. Así que sonrió, sacó su celular y, una vez que se lo tendió al mesero, volvió a apoyar su mejilla en la mesa.

—¿Podría servirme otro trago? —cuestionó, cerrando sus ojos ante un repentino mareo.

—En seguida —contestó y le dedicó una mirada al celular ya desbloqueado—. ¿A qué contacto debería llamar?

Y ante esa pregunta, Kim Taehyung se sumergió en una duda que solo creció conforme los segundos pasaron. Estaba a punto de indicar el nombre de Min Yoongi, Jung Hoseok o, incluso, Kim Seokjin, pero, de un momento a otro, un extraño recuerdo llegó a su mente: Sí algún día decide perderse, no dude en llamarme. Yo cuidaré de usted y lo llevaré a su casa sano y salvo.

—Jeon Jungkook —mencionó sin siquiera pensarlo y el mesero asintió antes de alejarse.

[...]

Minutos después, un preocupado Jeon Jungkook, ingresó al bar, buscando con desespero entre las mesas vacías, al joven de sonrisa cuadrada que, según le explicaron, estaba por quedarse dormido con el último trago que se bebió sin remordimientos.

De inmediato, dio con el castaño y se acercó apresurado.

—¿Usted es Jeon Jungkook? —le cuestionó el mesero y el pelinegro asintió, desviando su mirada hasta su fisioterapeuta, quién descansaba en la mesa, con su rostro reposando entre sus dos brazos.

—¿Qué fue lo que pasó? —susurró el atleta.

—No lo sé. En ningún momento dijo nada, solo bebió exageradamente... Estaba triste.

—Ya veo... Sobre la cuenta...

—No se preocupe, el joven cubrió con los gastos. Solo necesitaba a alguien que lo llevara a casa.

—Entiendo... Agradezco mucho sus atenciones. Me haré cargo de él —y luego de hacer una reverencia, el mesero se alejó para continuar con su trabajo. Jeon Jungkook se puso en cuclillas y se dedicó a observar, con detenimiento, el cabello desordenado del ojinegro—. Taehyung, soy Jungkook, ¿Estás ahí? —murmuró y el mayor se removió incómodo.

—Sí —soltó, aún escondido, en un pequeño murmuro y Jungkook rio bajito, pues aquel tono de voz le había parecido muy tierno.

—Perfecto —contestó de la misma manera—. Ya es tarde, debemos irnos.

Y ante eso, Taehyung giró su rostro, dejando notar al pelinegro cuan sonrojado estaba por efectos del alcohol. Abrió sus ojos lentamente y, al encontrar a Jungkook observándolo, sonrió en grande. Luego se incorporó sobre la silla y extendió los brazos cual bebé que pide ser cargado. Jungkook no pudo evitar sonreír a la par, se levantó para tomar los delicados brazos y ponerlos sobre sus hombros. Después, con sus manos, agarró la cintura de Taehyung y, con poca fuerza, hizo que se pusiera de pie.

El castaño le dedicó otra sonrisa cuadrada y Jungkook apretó los labios, evitando soltar ese suspiro armonioso que seguro se le escaparía.

—Hola Koo —dijo Taehyung atolondrado, mirando directo a los ojos amielados.

—Hola Tae —pronunció el pelinegro, ensanchando su sonrisa, ante ese lindo saludo—. ¿Puedes caminar o prefieres que te cargue?

—¿Cómo a un costal de papas? —preguntó y ninguno pudo evitar soltar una risita.

—No, como a un bebé.

Taehyung hizo un puchero, pero luego negó repetidas veces—. Creo que puedo caminar, pero solo si no me sueltas.

—Jamás te soltaría.

—Okay —concluyó y, restándole importancia, se acomodó de costado al joven, pasando uno de sus brazos por detrás del cuello de Jungkook y haciendo que este le tomara por la cintura.

Salieron de aquel bar y comenzaron a caminar por la acera en un silencio bastante cómodo.

—Tae, ¿A dónde vamos?

—Vamos a —murmuró pensativo—... vamos a mi casa.

—¿Tu casa queda cerca? —Taehyung asintió—. Traje mi camioneta, ¿No prefieres que vayamos en ella?

—No sabría cómo llegar —confesó con una sonrisa apenada —. En cambio, si vamos caminando, sé que a unas cuadras debemos pasar por un parque y luego bajar unas calles.

—Está bien, como gustes. Te acompañaré a donde sea —entonces, continuaron avanzando y se volvieron a sumir en el silencio; eso, hasta que Jungkook volvió a hablar—. Para serte sincero, varias veces me he puesto a pensar en tu casa... No sé por qué tengo la sensación de que debe ser bonita.

—Es bonita —afirmó el castaño—. La diseñó mamá —soltó con algo de nostalgia y Jungkook se arrepintió de haber hablado—. Está en una esquina, al pie de una calle inclinada. Es de color blanco con algunos detalles en café canela. Un lindo jardín le rodea y hay un árbol gigante en el patio trasero, ya es muy viejo, cuando yo nací ya estaba ahí... Es de dos pisos, no es muy grande, pero destaca comparada a las de la zona... La reconocerás enseguida, es la casa más digna para un ex-político que puede existir —pero, luego de decir lo anterior, detuvo su andar y se quedó mirando al piso—... No quiero llegar —murmuró haciendo que Jungkook se preocupara con el simple hecho de escuchar la angustia que quebró su voz.

—Tae —se animó a decir y llevó una de sus manos hasta la mejilla derecha del muchacho, causando que lo mirara—... ¿Qué pasó?, ¿Por qué estás triste?

Entonces, Taehyung se quedó en silencio, tratando de encontrar una manera correcta de explicar lo sucedido. Su mente estaba más que enredada y aquello no le parecía cosa fácil, así que simplemente suspiró y abrió la boca, esperando que las palabras salieran solas, pero, en ese instante, su mirada viajó hasta el cielo nocturno y una sonrisa emocionada se dibujó en su perfilado rostro.

—¡Mira! —exclamó y Jungkook se giró al instante.

—¿Qué sucede? —preguntó confundido, pues no había nada fuera de lo normal.

—¡Ven! —soltó para luego tomar la mano del menor y echarse a correr con él detrás.

Jungkook solo podía mantenerse inquieto, se suponía que Taehyung no podía caminar por sí solo, ¿Cómo es que de pronto salió corriendo así?. Eso no tenía sentido. Agradeció que no hubiera tráfico, pues ya habían cruzado unas cuantas calles sin detenerse a mirar hacia los lados.

Casi de inmediato, el parque que había mencionado Taehyung, hizo arribo en la escena y el mayor se internó entre los pasillos como si tuviera el mapa en la palma de su mano. Entonces, miró un árbol casi tan grande como el de su patio y no dudó ni un segundo en dirigirse hasta él. Detuvo su precipitada caminata y, aún sosteniendo la mano de Jungkook, se dejó caer en el pasto, obligando al pelinegro a que se sentara a su lado para recargarse cómodamente en el ancho tronco a sus espaldas.

Entonces, Taehyung deshizo su agarre solo para rehacerlo, entrelazando, lentamente, cada uno de sus dedos, con los de un Jeon Jungkook que estaba a punto de perder la cabeza, pues su corazón latía desesperadamente.

—T... Tae —murmuró sintiendo su cuerpo entero temblar, pero no pudo decir nada más.

—¿Vez las estrellas? —preguntó Taehyung y Jungkook se giró a observar la noche que radicaba sobre ellos—. No siempre son visibles para Seúl... Sin embargo, hoy se puede apreciar con claridad cada uno de los puntos brillantes que adornan el cielo nocturno —comentó y luego alzó su mano libre para señalar un punto en específico—. ¿Notas esa figura?

—¿Figura?... Dame un momento, no le encuentro forma.

Taehyung rio—. Se llama Centaurus. Es una de las constelaciones más grandes y brillantes. Se encuentra al norte de Crux y en el extremo norte de la Vía Láctea.

—Entonces, es un centauro.

—Sí —afirmó el mayor y Jungkook asintió—. Según la mitología griega, se dice que es el centauro Quirón. Un centauro de gran sabiduría que fue educador de muchos de los héroes griegos, entre ellos Aquiles, Jasón y Heracles —explicó—. Quirón fue herido accidentalmente por una flecha que Heracles había envenenado con la sangre de Hidra. Esta herida infligió a Quirón un dolor insoportable, pero al ser hijo de Crono era también inmortal y no podía morir a pesar del gran dolor que sentía. Finalmente, decidió renunciar a su inmortalidad para poder deshacerse del dolor. En su honor, Zeus lo colocó en el cielo como constelación —se detuvo y soltó un suspiro—... Es mi favorita.

—TaeTae —habló Jungkook, girándose a ver el perfil del joven de orbes brillantes, pues en ellos se reflejaban centenares de estrellas—, te admiro demasiado... Eres muy inteligente y todo lo que dices es realmente interesante. Me gusta tu personalidad soñadora, tus ojos negros y tu bonita sonrisa. Eres muy lindo —confesó y Taehyung bajó la mirada ante la pena, hasta toparse con sus manos entrelazadas.

—No digas eso, no lo soy —dijo, sintiendo que sus mejillas no sólo ardían por el sonrojo que el alcohol le causó.

—Claro que sí. Eres extremadamente perfecto... Jamás dejaré de pensarlo.

—En ese caso —murmuró levantando su mirada hasta encontrar al joven de los mechones negros—... Tú eres muy guapo. Tus ojos son alegres, parecen de caricatura... Tu piel es tan bonita, suave y blanca, que siempre que la veo me dan ganas de tocarla.

Entonces, Jeon Jungkook soltó una carcajada—. ¡Qué cosas dices!

—No te rías de mí —recriminó.

—No me río de ti.

—¿Entonces?

—Eres muy curioso, pareces un niño pequeño —y ante ese comentario, Kim Taehyung volvió a bajar la mirada.

—No es así, ya soy un adulto... pero no me gusta serlo —argumentó y volvió sus orbes a Jungkook—. Si me convierto en un niño, ¿Me cuidarías?

El menor no pudo evitar sorprenderse ante la pregunta, jamás pensó que Taehyung podía llegar a hacer tal cuestión, pero si no aprovechaba esa oportunidad, quién sabe si algún día se repetiría.

—¡Por supuesto que sí! —contestó—. Yo te cuidaría para siempre, como si fueras mi bebé.

Taehyung se rio—. Eso sería muy divertido.

—Lo sé —acordó—. Me gustaría vivirlo.

—Siendo así —musitó el castaño dudoso—, ¿Puedes abrazarme?

Y ante eso, Jungkook sonrió como nunca antes y solo soltó la mano de Taehyung para ofrecerle el costado entero de su cuerpo.

—Ven aquí —indicó y el mayor obedeció al instante, acurrucándose con ternura en el chico y sintiendo como este pasaba su brazo por detrás de su espalda, solo para sujetar su cintura.

Kim Taehyung soltó un suspiro mientras, acomodaba su cabeza en la parte frontal del hombro de Jeon Jungkook, haciendo que este comenzara a pensar que la vida no podía ser más perfecta, que el fisioterapeuta era la persona más hermosa del mundo y que tenerlo recostado en su cuerpo, era la mejor sensación que podía existir.

Pasaron unos minutos en silencio, cada quien perdido en sus memorias: los de Jungkook involucraban un corazón acelerado, mientras que los de Taehyung solo se concentraban en lo cómodo que era estar así con su atleta favorito.

—¿Aún no quieres ir a casa? —dijo Jungkook cuando volvió a escuchar que Taehyung suspiraba.

—No, no quiero —arguyó—. Sigo mareado y papá seguro me discutirá... Además, me quiero quedar junto a ti porque eres muy lindo conmigo —Jungkook quiso pegar un salto ante el regocijo que sintió—. Me gusta eso... mucho.

—TaeTae —habló con cariño—, es muy bonito que quieras quedarte conmigo, pero tu padre debe estar preocupado, así que debemos ir a tu casa cuando te sientas mejor, ¿Sí?. Prometo que después pasaremos más tiempo juntos.

—Está bien —dijo, como si no importara—. Hueles —susurró, para luego alzar su rostro y meter su nariz entre la curva del cuello del menor—... Hueles muy rico —volvió a olfatear—... Es... ¿Nuez? —cuestionó y de pronto, sacó su lengua para lamer con lentitud el cuello de Jungkook, provocando que la piel del menor se erizara más de lo requerido.

—¿Qué fue eso? —preguntó, soltando una risita nerviosa.

—Lo siento, pensé que sabría a helado de nuez —indicó y Jungkook se carcajeó ante la comparación.

—Solo es mi loción.

—Pues me encanta, podría pasar toda la vida olfateándola —confesó y, en un movimiento rápido, se sentó a horcajadas en las piernas de Jungkook, decidido a meter su nariz al otro lado del cuello del mencionado—... Es... deliciosa.

Pero es que Jeon Jungkook no podía contener más sus suspiros, Taehyung estaba sobre sus piernas, disfrutando con dedicación de su olor. Eso fue algo que jamás se imaginó que pasaría, ni en sus sueños más preciados. Contuvo el aliento, experimentando cómo el fisioterapeuta succionaba con fuerza la piel de su cuello.

—Puedo regalarte una loción igual, si quieres —murmuró como pudo y Taehyung se alejó al instante.

—Yo no quiero tener este aroma, solo me gusta que tú lo tengas... Quisiera poder estar oliéndote siempre.

—Entonces —contestó Jungkook deteniéndose a pensar un poco—, de cualquier manera, te la daré, para que, cuando no esté cerca, la puedas rociar en el ambiente y sientas que estoy contigo.

—Está bien. Pero... quiero que siempre estés cerca, ¿De acuerdo?

Y aquello solo hizo que Jungkook sonriera enamorado—. De acuerdo, siempre estaré cerca.

—Bien —asintió y se quedó observando el rostro del menor—. Jungkook —susurró—, eres más hermoso que las estrellas, ¿Lo sabías?

Si antes había pensado que su corazón no podía palpitar más enloquecido, en ese momento se tragó sus palabras.

—¿Lo dices en serio? —preguntó consiguiendo un asentimiento seguro por parte del chico que estaba sobre él. Ambos permanecieron así, solo mirándose directo a los ojos, apreciando cada detalle que había en sus rostros, hasta el último lunar existente—. Taehyung.

—¿Mh? —contestó el mencionado, sin dejar de mirar al ajeno.

—Estuviste llorando, ¿Verdad? —dijo al comprobar de cerca cómo, sobre las mejillas rojizas, se dibujaban un par de manchas saladas—. ¿No me dirás por qué?

—No lo recuerdo —se quedó pensando, a la par que puso sus manos en los hombros de Jungkook—. No te molestes conmigo —pidió en un lindo puchero, sabiendo que no tenía una respuesta.

—No me molestaré —contestó, deseando, con todas sus fuerzas, poder besar ese tierno puchero alguna vez.

—Bien —pronunció Taehyung—. Tal vez no recuerdo porqué estaba triste, pero puedo decir que, ahora mismo, me siento muy feliz.

—¿En serio?

—Sip —contestó juguetón—, es porque estoy contigo.

—Eres muy dulce, TaeTae.

—¿Cómo tu loción?

—Incluso más que mi loción —Taehyung soltó una risita—. Tengo un pañuelo en mi bolsillo, ¿Crees que pueda... limpiar el rastro de tus lágrimas?, no me agrada que estén ahí.

—Por favor —pidió, cerrando los ojos y esperando sentir el toque suave de la tela.

—Bien —comenzó a limpiar Jungkook, terminando casi de inmediato—. Listo.

Taehyung abrió los ojos y ambos se sonrieron.

—Gracias —pronunció, para luego dejar un beso rápido en la mejilla del menor, haciendo que se sorprendiera una vez más.

—Eres muy cariñoso cuando estás ebrio —comentó.

—Eso... ¿Te molesta? —cuestionó apenado.

—Para nada. Al contrario, me agrada bastante.

—Qué bueno porque, en realidad, también soy muy cariñoso cuando estoy sobrio... Pero... las personas así, somos consideradas como "empalagosas". Por eso nunca lo demuestro, no quiero incomodar.

—Taehyung —le llamó Jungkook—... Yo... daría todo lo que tengo porque fueras así conmigo... En serio que daría todo por siquiera recibir una caricia de tu parte.

Y entonces Taehyung sonrió—. Si quieres, puedo acariciarte ahora. No debes dar nada de lo que tienes.

—¿De verdad? —no obstante, la duda estaba más que latente.

¿Acaso estaba soñando?

Es que no era posible. Ni siquiera en un universo alterno, Kim Taehyung, podría decirle eso. Sin embargo, ahí estaba, mirándole con una sonrisa en el rostro, mostrando una actitud impredecible y denotando una necesidad extraña, una parecida a la que había en su corazón.

—Si te hace feliz, por supuesto.

—Sería extremadamente feliz.

—Bien —asintió, para luego llevar su mano derecha hasta el rostro del chico.

Estiró sus dedos largos y comenzó a delinear cada detalle de la piel de Jungkook. 

Era una locura, sí que lo era y, en realidad, el Golden Maknae no estaba seguro de poder sobrevivir al ataque de latidos descontrolados que inundaron su alma entera. Lo sabía, estaba completamente perdido, solo observando como Taehyung se concentraba en cada roce que dejaba sobre su piel. Estaba hechizado y reconocía que sería imposible encontrar el antídoto para solucionar su fascinación.

De pronto, pegó un respingo ligero, sorprendiéndose sobremanera, pues Taehyung, dejó de usar sus dedos para llevar la punta de su nariz hasta rozarla con la del menor. Esa sensación fue divina, diferente a cualquier otra. Su corazón se aceleró. Pensó que era el único que se sentía encantado, pero el castaño demostró lo contrario, necesitaba ser acariciado igual.

Kim Taehyung recorrió el espacio de su frente, luego le obligó a cerrar los ojos, pues deseaba rozar sus párpados. Jeon Jungkook suspiró y su piel entera se erizó, así que solo pudo aferrarse a la playera de Taehyung, sujetándolo por la espalda baja. Por otro lado, los dedos del castaño ya estaban enredados entre los mechones negros del joven atleta.

Se necesitaban, se necesitaban exageradamente, lo que menos querían era que su agarre se volviera débil cual claro de luna. En ese momento, solo deseaban estar así, lo más cerca posible del ajeno, como una melodía caprichosa.

—Tu cabello es tan terso —susurró el mayor, pasando su nariz por el puente de la de Jungkook, aferrándose a sus cabellos un poco más a cada instante—... y tu piel... tu piel —dijo entrecortado, pues no podía con la sensación que le estaba recorriendo el cuerpo entero—... tu piel es —intentó encontrar la definición adecuada, pero solo se hundió más en su mente cuando su nariz se topó con los labios de Jungkook, mismos que le dejaron un beso juguetón en la punta, acción que hizo reír a ambos. Entonces, ante aquel movimiento inadvertido, sus labios se rozaron. Una corriente eléctrica les invadió y se quedaron en silencio, aferrándose con todas sus fuerzas al otro, manteniendo los ojos cerrados y sus bocas abiertas, esperando la siguiente oscilación, siendo incapaces de efectuarla—... Tus labios —murmuró sintiendo como el cálido aliento de Jungkook le rozaba la piel—... Yo... quiero —musitó—... tus labios.

Y entonces los unieron.

Taehyung atrapó los labios de Jungkook, mismos que lo recibieron preparados, pues deseaban, quizá un poco más que los del mayor, probar cada espacio de los ajenos, explorarlos, saborearlos, ser partícipes de sus delicadas caricias, perderse en ellas y en sus suaves desplazamientos... Jungkook deseaba, más que cualquier otra cosa en el mundo, poder besar a Taehyung.

Por ende, el momento se estaba volviendo tan sagrado para su corazón, que no cabía en los suspiros que venían desde el fondo de su alma.

Sus labios se movían sin que ellos ejercieran voluntad alguna. Sus bocas embonaban tan bien que, en definitiva, estaban destinados a pertenecerse. Ninguno de los dos podía pensar en nada que no fuera tenerse; parecía tan profundo, tan real, como si fueran lo único seguro que había en sus vidas.

La boca de Taehyung sabía a un licor amargo, pero eso era lo último que le importaba a Jungkook. Para él, el joven que estaba sobre suyo, era lo más dulce que había en la Tierra.

Necesitaba que el tiempo se detuviera justo ahí, en ese instante, pues anhelaba, con toda su alma, seguir besando a Taehyung sin importar nada más. Lo anterior era increíblemente imposible, en primera: porque no tenía tanta suerte, en segunda: porque el fisioterapeuta estaba muy lejos de su alcance, y en tercera: porque estaba más que ebrio y el hecho de que le estuviera besando, era debido al alcohol que circulaba en su cuerpo.

Era cierto: en sobriedad, Taehyung nunca haría algo así.

Pensar en ello lo entristeció, justo en el momento en que Taehyung se alejó. 

El menor no abrió los ojos, no quería hacerlo, no quería volver a la realidad, pero entonces el castaño dejó un pico rápido en sus labios y luego acarició la punta de sus narices, para después volver a deslizar, un par de veces más, sus belfos contra los de Jungkook. Se separó de pronto y un sonido húmedo chasqueó a la par en que sus labios se soltaron.

Taehyung soltó una risita, pues observó que Jungkook no estaba dispuesto a abrir los ojos. Sonrió en grande. Es que, había algo en ese hombre, algo que le hacía adorar el hecho de su simple existencia. Por ende, dejó un par de besos tronados en la boca del menor, para después hundir su rostro en la curva de su cuello y aferrar sus brazos con fuerza al atlético cuerpo.

Cerró sus orbes y soltó un suspiro de satisfacción. Luego sintió que Jungkook le rodeó con dulzura la espalda y solo pudo removerse sobre el cuerpo para encontrar la comodidad que deseaba.

—Tae —susurró Jungkook, un par de minutos más tarde—. ¿Esto... lo recordarás mañana?

—En definitiva —contestó Taehyung en un murmullo soñoliento.

—Tae —volvió a llamarle.

—¿Mh?

—Me gustas —confesó, dejando todos y cada uno de sus anhelos en las manos de un castaño soñador.

—Mjm, lindo Koo —fue lo que dijo, antes de quedarse dormido sobre el regazo del hombre de su vida.

Y ahí, bajo un centenar de constelaciones y estrellas perdidas, Jeon Jungkook abrazó a Kim Taehyung, deseando, con todas sus fuerzas, que el mayor fuera feliz, sin importar si le tocaba o no estar en su vida.

Al final de cuentas, Kim Taehyung, era una brillante constelación; la favorita de Jeon Jungkook.

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