28. Lo siento

Agosto.

La respiración de Min Yoongi permanecía exageradamente agitada, su corazón latía desenfrenado y sus piernas temblaban de arriba a abajo.

Si no fuera porque Park Jimin estaba muerto de la risa varios metros delante suyo, creería que su cansancio no valdría la pena.

—¡Vamos, lindo gatito!, ¡Puedes hacerlo! — animó el menor soltando una pequeña carcajada y echando un vistazo por detrás de su hombro, encontrándose con el chico pelinegro que aún corría tras su persona, con las pocas fuerzas que le quedaban. Volvió a reír sin poder evitarlo.

Es que Min Yoongi era la luz de su vida.

—Si no dejas de reírte, Park Jimin, te juro que te haré...

—¿Me harás qué? —preguntó el rubio al instante, deteniéndose de golpe y girándose para verlo de frente. Milésimas de segundo más tarde, el cuerpo de Min Yoongi se estampó con el suyo, y solo pudo sentir que el mayor se desplomaba sobre él.

Jimin aceptó inmediatamente que el pelinegro descansara apoyándose en su cuerpo, e incluso rodeó con sus brazos la cintura del ajeno. Se rio levemente al escuchar en su oído como la fuerte respiración del otro intentaba ser sustituida por la recuperación del aliento.

—No... No sé qué te haré —le dijo Yoongi entre un par de exageradas exhalaciones.

—Bueno, si de algo sirve, yo tengo algunas ideas —pero tras aportar lo anterior, el joven Park recibió un golpe en la cabeza, proporcionado por su Hyung, quién entendió perfectamente a lo que Park Jimin se refería.

—¡Eres tan descarado! —exclamó, separándose de golpe y dejándose caer en la acera.

—Lo sé —contestó Jimin esbozando una pilla sonrisa.

A Park Jimin le resultaba completamente impresionante, como poco a poco, todo con Min Yoongi iba volviendo a la normalidad, a aquella linda relación que tenían antes de que se vieran interrumpidos por el destino.

Aunque, en realidad, necesitaba admitir que, esta vez, las cosas estaban fluyendo de una manera un poco diferente. Es decir, había algo distinto, quizá era el ambiente, tal vez el tiempo que pasaron sin verse o, también cabía la posibilidad, de que el chip de Min Yoongi fuese actualizado sin su consentimiento.

No sabía qué sucedía, pero le gustaba.

—Tonto — le insultó Yoongi y Jimin se puso de cuclillas frente a él.

—Tonto tú... ¿Acaso al fisioterapeuta no le enseñaron que el deporte es tan importante como el consumir alimentos?... Debes levantarte Yoon, ya casi llegamos al puente del río Han.

—No puedo correr más, me quedaré aquí para siempre.

—¡Yoongi Hyung!, ¡No puedes!, Dijiste que correrías conmigo hasta llegar al puente del río Han y luego iríamos por helado.

—¿Acaso al atleta no le entrenaron para saber que después de hacer ejercicio lo peor que puede hacer es consumir alimentos con exceso de azúcares?, Las mismas calorías que acabas de quemar, las recuperarás con ese helado, de nada sirvió nuestro esfuerzo.

—Es un alivio saber que eres fisioterapeuta y no nutriólogo, así puedes comprarme mucho helado sin afectar tu ética profesional.

—Eres un dolor de cabeza niño.

—Pero uno lindo, debes aceptarlo...

—No dije lo contrario —ante eso, las mejillas de Jimin se tiñeron de un rojizo tenue.

Y justo eran ese tipo de comentarios los que hacían que Park Jimin se sintiera extremadamente desconcertado. Es que últimamente, Min Yoongi, estaba diferente: Se comportaba más atento, le brindaba apoyo, le buscaba, le enviaba más mensajes de texto, aceptaba hacer cualquier cosa que el menor le pidiera e intentaba pasar mucho tiempo con él. Luego estaban los comentarios que le dejaban realmente confundido.

¿Qué rayos le sucedía al pelinegro?

—Levántate.

—No quiero correr más Jimin. Si me obligas, fingiré que me he lastimado la rodilla porque tú me pasaste una bicicleta encima. Por ende, serás el culpable de mis desgracias y no podré ir a comprarte helado porque estoy herido. Tú mismo te condenarías solo. No creo que puedas vivir con eso.

—Bien, cobarde sin condición. Descansaremos por ahora, pero esto no ha terminado —con su mirada desafiante se dejó caer al lado de Min Yoongi, quien de inmediato le regaló una sonrisa de oreja a oreja—. No me sonrías así.

—¿Por qué no?, ¿Incluso ya tengo prohibido sonreírte?

—No, no es eso—le dijo con seriedad mientras clavaba su mirada pensativa en el piso—. Más bien, necesito evitar que mi corazón se acelere.

Y al escuchar lo anterior, Min Yoongi dejó un beso rápido en la mejilla izquierda del joven que abrió los ojos como platos y se sonrojó sin remedio alguno.

—¿Cómo ahora? —preguntó el pálido con una sonrisa burlona y el pequeño Park le volteó a ver de inmediato.

—¿Por qué... hiciste eso? —balbuceó hacia su mayor, manteniendo el aspecto más sorprendente que podía llegar a existir sobre su rostro.

Pero Yoongi no contestó, no había nada que pudiera argumentar al respecto.

¿Por qué había hecho eso?

Ni siquiera él lo sabía.

Lo que sucedía era que Min Yoongi tenía un secreto: Desde que Park Jimin lo besó al confesarle que lo quería, no paró de pensar en sus alternativas. Jamás había analizado tal hecho, no tenía idea si podía ser homosexual, pues nunca antes le había llamado la atención ningún hombre. Pero Park Jimin era diferente, quizá todo ese cariño que sentía por él y la importancia que tenía en su vida, no era solo porque era como su pequeño mejor amigo, ni por ser el niño que debía cuidar.

Entonces se puso manos a la obra, necesitaba averiguar qué era lo que sucedía con él, por ello llevaba varios meses asistiendo a bares y conociendo chicos. Entre citas, coqueteos, unos cuantos besos calientes y algo de sexo casual, descubrió que gustar de los hombres era algo que le agradaba.

Nadie sabía sobre eso, ni siquiera Taehyung, el chico de los rulos con el que conversaba diariamente.

Aquellas citas se habían vuelto bastante constantes en su vida, aunque tenía una regla, jamás debía volver a salir con la misma persona. Y a pesar de que ya había conocido muchas, Park Jimin seguía siendo el joven más espléndido del mundo.

No existía nadie igual, nadie más fantástico y esa era la conclusión.

Pero Min Yoongi no estaba preparado para aceptar tal hecho, él aún no era consciente sobre lo que su corazón anhelaba, solo sabía que con Jimin todo fluía de manera natural, no tenía que forzar nada y ahora mismo ya no le costaba acercarse y besarle la mejilla, porque se lo merecía, se merecía ser mimado por los mismísimos ángeles.

Aunque cuando lo pensó mejor y aquella mirada sorprendida no paraba de verle, quiso golpearse en la cabeza con una piedra gigante. No estaba bien hacer ese tipo de bromas, lo que menos quería era provocar que el menor sintiera nuevamente cosas hacia su persona, tampoco deseaba jugar con tal hecho.

Es que a veces era tan impulsivo que ni siquiera lograba entenderse.

—Lo siento —fue lo que dijo y desvió la mirada a algún punto de la calle donde se encontraban.

—Pero, Hyung...

—Dije que lo siento. No sé por qué lo hice. No preguntes más... Por favor —pidió esperando que Jimin no insistiera con su natural terquedad.

—Quiero mi helado —murmuró el ajeno después de unos segundos, comprendiendo perfectamente al pálido y causando que sonriera nuevamente.

—Vamos por tu helado, pequeño Mochi.

[...]

Terror.

Definitivamente, eso era lo que Jeon Jungkook sentía al estar frente a la puerta del consultorio de Kim Taehyung.

No estaba listo para verle, a pesar de que habían pasado unos cuantos días, aún no podía superar aquel sentimiento de culpa en su corazón. Todo le pesaba, todo le dolía y ya había llorado mares. Pero a pesar de que se había planteado no regresar al sitio donde su corazón había sido robado, su madre le obligó a continuar las terapias como era debido. 

En realidad, no sabía lo que estaba haciendo, pero renunciar a su tratamiento no le parecía tan descabellado después de haber besado al chico de los ojos oscuros.

De todas maneras, aunque lo explicara, nadie lo iba a entender. Su corazón palpitaba tan desconsolado que lo único que deseaba era estar bajo un montón de edredones en su habitación, pero ni siquiera Jimin le permitió eso, al contrario, él mismo se había encargado de que estuviera parado en ese pasillo, tratando de pensar cuál era la manera correcta de tocar la puerta del hombre más lindo del mundo.

Porque para él, el castaño seguía siendo eso: la perfección hecha persona.

Pero cuando menos lo acordó, Kim Taehyung abrió la puerta algo desesperado y se sobresaltó cuando se topó con el mismísimo Jungkook frente a él.

—¡Jungkook! —exclamó Taehyung con una sonrisa y quiso lanzarse a abrazarlo, pero no lo hizo.

Mentiría si dijera que no vivió en un tormento los últimos días, pues no supo nada del mencionado desde que aquella extraña situación ocurrió en la pista de carreras. Sin duda, estaba preocupado.

—Hola —murmuró el otro mientras su vista viajaba hasta el piso reluciente del corredor blanquecino—. ¿Vas a algún lado? —le preguntó sin atreverse a mirarle el rostro.

—No, solo —llevó una mano hasta su cabello y rascó un poco—... iba a ir a buscarte —confesó y los ojos de Jungkook se elevaron hasta detenerse en los suyos—... Me preocupaba que no vinieras... Ya sabes, por las terapias de reforzamiento y eso —dijo al final, tratando de corregir un poco el tono nostálgico con el que había hablado.

—Si —fue lo único que el atleta estuvo dispuesto a decir después de sentir que su mente comenzaba a enloquecer.

—Bueno, pasa.

Y así transcurrieron los primeros minutos de aquella incómoda sesión fisioterapéutica. El Golden Maknae, con la cabeza gacha y el semblante repleto de remordimiento, simplemente se dedicaba a obedecer cualquier cosa que le dijera el castaño. Para ese momento, se encontraba acostado sobre la camilla del consultorio, mientras Kim Taehyung le daba un pequeño masaje en la rodilla.

Ninguno había dicho mucho, incluso Taehyung, siendo un parlanchín profesional, se sentía algo extrañado ante el comportamiento de Jungkook y prefería evitar hacerle sentir fuera de lugar.

Nada de lo que pensaba era correcto en ese momento.

Pero conforme el tiempo pasaba, la situación se volvía insoportable.

—Taehyung, sobre el otro día...

—No digas nada —le interrumpió el mayor sin siquiera reparar en los ojos marrones que estaban a punto de cristalizarse—... No es necesario que digas nada... yo no estoy molesto.

—Pero, Tae, yo... lo que hice... no estuvo bien y... no he parado de pensar en que tú y yo...

—Jungkook —habló Taehyung y sus miradas se encontraron—... Olvidémoslo, ¿Quieres? —fue lo que dijo—... Hagamos como que no sucedió... Todo está bien entre nosotros. Seguiremos siendo amigos, esto no nos afectará —intentó hacerse el fuerte—... No quiero que nos afecte —pero su voz se quebró al final de la oración.

Desgraciadamente ya les había afectado, ambos lo sabían bien. De nada servía evitar el tema si los orbes de Jungkook evidenciaban lo que antes Taehyung no había notado. Esos ojos... esos ojos le estaban gritando desesperados que le querían, que le extrañaban... que Taehyung era lo que Jungkook anhelaba con todas sus fuerzas.

Entonces lo entendió: Claramente, el pelinegro era homosexual y, en definitiva, no lo veía como un simple amigo.

Pero a Jungkook le dolió el corazón. En realidad, durante los últimos días, lo único que quería escuchar de Taehyung eran esas palabras: "Olvidémoslo", "Todo está bien", "Seguimos siendo amigos", pero ahora mismo sentía que el alma se le hacía pedazos. 

Olvidarlo... Eso era lo que los dos querían, ¿O no?

No, claro que no.

Sinceramente, lo que Jungkook quería era dejar de experimentar esa presión en el pecho al sentirse rechazado por Taehyung, pues, queriéndolo o no, el castaño lo hizo indirectamente. Con sus comentarios le dio a conocer su sentir al respecto y, aunque no hubiera malicia en su persona y no supiera que el deportista había pasado por un tormento desde hace tiempo, le había partido el corazón en dos.

Olvidarlo.

Olvidar que Jungkook era homosexual.

Olvidar que le gustaba Taehyung como jamás nadie le había encantado.

Olvidar que sus corazones latieron sincronizados.

Olvidar su primer beso.

Olvidar todo.

Definitivamente eso dolía... Pero era lo correcto.

—Lo siento, realmente lo siento —murmuró Jungkook sintiendo un nudo en la garganta.

—No lo sientas, estamos bien.

—Estamos bien —repitió al final, casi a punto de soltar el llanto.

Lo siento, Kim Taehyung.

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