25. La respuesta de Jungkook
Agosto.
El día más importante del año había llegado, o al menos eso pensaba Jeon Jungkook mientras dentro de su pecho, su corazón latía con nerviosismo.
¿Cómo era posible que incluso su corazón palpitara titubeante?
Primero se lo atribuyó al momento. Estar en la pista de carreras, utilizando sus zapatillas deportivas después de tanto tiempo, le congelaba las entrañas más profundas. Pero luego su vista viajaba hasta el chico que estaba masajeando su rodilla y, ante el choque de su oscura mirada, la piel de su blanquecino cuerpo se erizaba por montones.
Kim Taehyung le sonrió levemente y Jeon Jungkook le imitó al instante.
El pasto verde bajo sus manos se sentía bastante fresco para ser una tarde de agosto, aunque sinceramente, la presente sensación era la que menos le importaba. En realidad, cuando intentaba olvidarse de su incesante nerviosismo, se concentraba en observar las expresiones asombradas que de pronto invadían el lindo rostro frente a él.
El joven castaño miraba impresionado cada detalle del sitio. Hallarse dentro del estadio de los Jeon era increíblemente portentoso. Jamás se había imaginado estar en un lugar así, y es que, aunque toda su vida había visto la estructura desde afuera, como el deporte no era lo suyo, nunca tuvo necesidad de asistir, ni siquiera a presenciar un espectáculo. Por lo tanto, estar ahí conllevaba que su curiosa personalidad se asombrara irremediablemente.
El estadio era aún más grande desde adentro, las gradas tenían una altura indefinible y se alzaban en un terreno exageradamente extenso. El mismo, estaba cubierto de pasto y era delimitado por el piso rojizo que formaba un óvalo perfecto, decorado por líneas blancas que figuraban las ocho calles pertenecientes a cada participante de una carrera.
Si, definitivamente jamás se imaginó estar ahí.
—¿Qué se siente? —preguntó bajando la mirada hasta la rodilla que no dejaba de acariciar.
—¿El qué?
—El todo —dijo, para después soltar una risita traviesa—. El estar en medio de todo esto... parado aquí, rodeado de gente —especificó y el pelinegro soltó un resoplido.
—En realidad, creo que nunca me he detenido a analizar —dedujo—. Supongo que estoy acostumbrado. Crecí así, toda mi familia se dedica a esto. Considero que resulta pasional. Es lo único que he visto, lo único que sé hacer... Pero, si hablamos de cuando estoy compitiendo: siento mucha emoción y adrenalina. Es como si todo alrededor desapareciera: la pista y yo nos volvemos uno... y aunque sé que soy el centro de atención, no me siento observado. Incluso, si las personas que más me importan están presentes, la satisfacción increíblemente intensa, me hace desear sentirme así siempre. Después de todo, esto es lo que me gusta hacer, en cada ocasión ha sido un privilegio.
—Eres impresionante, me emociona mucho escucharte hablar así —comentó el castaño mientras su rostro denotaba la admiración que sentía por el menor. Aquella mirada repleta de ilusión penetró en la ojimiel hasta dejarle la piel completamente erizada. Su corazón latió con fuerza, era imposible que eso no sucediera cuando el hombre que le estaba viendo era nada más y nada menos que la existencia más linda del planeta.
Entró en un trance inevitable, uno donde Kim Taehyung era el centro de su universo.
Y es que no había nada más que argumentar, el joven fisioterapeuta le hacía sentir mariposas en el estómago.
Cuando volvió a la realidad, Taehyung ya estaba de pie dándole la espalda, observando el sitio con atención.
—Debemos comenzar —dijo y Jungkook se puso de pie al instante—. Sé que no soy tu entrenador ni nada parecido, pero mientras vuelves a correr, me encargaré de armar un plan para que tú articulación se adapte a los movimientos bruscos. No es nada que ya no sepas, el calentamiento será intenso, y no está demás recalcar que empezaremos lento, paso a paso, sin presionar esa rodilla. Por ahora, nuestro objetivo es que puedas volver a trotar sin ningún problema ni molestia. ¿Estás de acuerdo?
Y tras asentir en respuesta, el calentamiento impuesto por el joven de piel canela, comenzó sin demora. Minutos más tarde, ambos caminaban lado a lado por la pista, Taehyung acompañando el pisotear de Jungkook con una sonrisa pequeña.
Aquello se sentía extraño. El pelinegro estaba en su ambiente, todo volvía a ser como antes, pero la presencia del rizado solo hacía que de vez en cuando su alma se sintiera extremadamente feliz. Taehyung caminaba a su lado, no era para menos su entusiasmo, ese joven estaba haciendo todo lo posible por no dejarlo solo, ¿Cómo no lo iba a cautivar?, ¿Cómo no le iba a gustar, si era tan maravilloso?
Si tan solo la vida fuera distinta.
Y cuando menos acordó, la velocidad en su caminata había aumentado, dando inicios a un trote tan débil que apenas se lograba sentir el avance sobre el piso rojizo.
Pero a pesar de la baja velocidad, ¿Qué era eso que le recorría por el cuerpo?, ¿Por qué se sentía tan bien, tan gratificante?
Pues sí, estaba de nuevo en su sitio, en su lugar más preciado, intentando volver a hacer lo que tanto le apasiona. Y fueron esos pensamientos los que lo llevaron a motivarse en gran medida. De un momento a otro, ya había acelerado su trote como hace meses no lo hacía, y el joven castaño que viajaba a su lado se iba quedando atrás.
Quizá, si se esforzaba más, podría aumentar la velocidad hasta un punto en el que ya estuviera corriendo sobre la calle número dos. Sí, era posible, podía lograrlo, podía correr de nuevo.
O al menos eso era lo que creía antes de que la realidad, y el piso rojizo, le golpearan el cuerpo y el alma en un instante.
El cólera le corrió por el cuerpo entero y frustrado, empuñó sus manos para golpear el suelo con fuerza.
¿Por qué?, ¿Por qué justo cuando comenzaba a sentirse apasionado la realidad decidía abofetearlo?, ¿Qué daño había hecho en su otra vida para merecer ese castigo?, quería moverse ante lo que más amaba y no podía hacerlo.
—Jungkook —por fin pudo escuchar la voz preocupada del joven que se aproximaba corriendo.
Le molestó saber que aquel trance lo dejó tan absorto, que no volvió a escuchar a Taehyung después de acelerar su velocidad. Pero antes de que el fisioterapeuta intentara ayudarlo, se levantó de un salto y, sin siquiera dirigirle la mirada, comenzó a caminar hacia la salida del estadio.
Su ser entero refunfuñaba. Estaba tan enojado, tan desalentado e incluso avergonzado.
¿Por qué?, ¿Por qué debía pasar todo eso?, ¿Por qué debía pasarle así?
—¡No puede ser posible! —exclamó cuando se adentró en el estacionamiento del estadio, sin dejar de caminar lo más rápido que su articulación adolorida le permitía.
—¡Jungkook!
—¡Odio esto! —soltó decepcionado—, ¡Odio todo! —gritó a punto de dar un puntapié a una de las llantas de su camioneta.
—¡Jungkook detente! —pero los brazos de Taehyung lo enrollaron desde atrás—. Detente, por favor —murmuró sobre su hombro derecho, afianzando aquel agarre entorpecido que había puesto un alto a las acciones arrebatadas del atleta frustrado—. No quiero que te lastimes —le dijo con sinceridad, y en su voz demostró la preocupación por el menor que, considerablemente, lo invadía sin remedios.
—Taehyung —susurró el pelinegro, sintiendo el golpe que dejaba la respiración agitada del castaño sobre su cuello—... tú no lo entiendes, lo perdí todo. Correr era lo único que podía hacer bien, y ya no puedo... Soy tan inútil.
—No digas eso, no es correcto —recalcó y el más joven no pudo evitar girarse entre los brazos que lo acunaban, para darle frente al hombre que no lo comprendía.
—¿Correcto?, Taehyung...
—Jungkook, todo en esta vida conlleva un proceso —le dijo Taehyung al instante, clavando su oscura mirada en los ojos mieles que se habían cristalizado ante la rabia—. Es imposible que de la noche a la mañana tu articulación responda justo como lo hacía antes. No puedes cobrar un cheque sin antes haber trabajado, no puedes recibir una pizza sin antes haberla encargado —se detuvo para organizar sus pensamientos—... Sé que entiendes mi punto. Esto es muy normal, y al principio será así. Debes empezar poco a poco. No esperes viajar a la luna cuando ni siquiera te has subido al cohete.
—Tae...
—Además, correr no es lo único que haces bien, en realidad destacas en cualquier ámbito. Sé que no te conozco del todo, pero eres alguien tan increíble, tan talentoso, tan lleno de virtudes —declaró con sinceridad—. No quiero escucharte hablar así de ti otra vez —ordenó—. No has perdido nada, estás ganando fuerza, resistencia, velocidad... Pero debes entender que esto ocurre poco a poco, tienes que ser muy paciente y persistente. Te prometo que vas a lograr llegar tan lejos como te lo propongas. Podrás con todo, yo lo sé... No voy a dejar que te rindas, no ahora que estás tan cerca... Volvamos luego, ¿Sí?
Si en el pasado, a Jungkook le hubieran dicho que el hombre más guapo de todo el mundo le calmaría el enojo con un simple abrazo, definitivamente tacharía de loco a cualquiera que se atreviera a mencionarlo. Pero ahora mismo no estaba demás admitirlo: se conmovió tanto por las palabras de Taehyung, que la molestia se disipó tan rápido como llega una ola a la orilla del mar.
—Gracias Taehyung —fue lo único que salió de sus labios antes de esconder su rostro en la curva del cuello del castaño.
Si, su mente se estaba hundiendo cada vez más en el suplicio, y no podía detenerse a evitarlo.
Kim Taehyung, esa era la respuesta de Jeon Jungkook.
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