24. Las cartas del destino
Agosto.
Park Jimin avanzaba a buen ritmo por el sendero que conducía hacia el estadio de los Jeon. De vez en cuando, suspiraba al perderse en sus pensamientos para luego reprenderse mentalmente por lo tonto que a veces llegaba a ser.
Hasta cierto punto, burlarse de él mismo sonaba algo rudo, pero dejaba de serlo cuando reflexionaba realmente las cosas y comprendía que su forma de ser no era muy inteligente que digamos.
Soltó una risita repleta de sarcasmo después de imaginar cómo sería su vida si no estuviera tan liado con los asuntos de su corazón.
¡Menudo sentimentalismo inútil le tenía que pertenecer!, O al menos esa era la conclusión.
—¡Oh, Jimin!, ¿Qué es lo que estás haciendo con tu vida? —se preguntó deteniéndose en medio de la acera por la que transitaba.
—¡Oye, tú! —entonces pegó un salto del susto y se giró sobre sus talones, encontrando al sujeto que le había gritado, sentado al volante de una linda camioneta blanca—. ¿Sabías que las personas que hablan solas en la calle tienden a asustar a los niños?. A este paso, ni siquiera lograrás tener uno.
—¡Cierra la boca gato entrometido! —y una fuerte risotada salió de la boca de Min Yoongi—. ¿Qué haces aquí?, ¿Acaso me estás siguiendo, acosador?
—¿De qué rayos hablas?. Por esta avenida puedo llegar perfectamente al hospital, no eres el centro del mundo Park.
—Si, si, como sea —dijo a la par que cruzaba sus brazos y rodaba los ojos, provocando que el pálido riera nuevamente.
—Como sea —repitió en un tono chillón—... ¿A dónde vas?
—Voy al estadio, me reuniré con Namjoon para practicar.
—Ya veo... Puedo llevarte, si quieres —se animó a decir el mayor, dejando suspendida la pregunta en el aire y viendo como los ojos marrones de Park Jimin se iban ampliando conforme los segundos pasaban.
—¿Lo dices en serio?, ¿No tienes que trabajar?
—En media hora comienza mi turno, el tiempo me alcanza perfectamente.
Pero en los ojos de Jimin había una pizca de duda. ¿Estaba bien si hacía eso?, ¿Estaba bien volver a subir al automóvil donde sus anhelos fueron desechados un año atrás?
Si, el pequeño rubio era muy bueno para perderse en sus pensamientos en los momentos menos oportunos, pero sinceramente no podía evitarlo. Min Yoongi era la causa de sus desvelos, de sus sufrimientos, de sus alegrías y de sus palpitaciones aceleradas. Le parecía un dolor de cabeza tal aspecto, que una persona le causara un sin fin de emociones en un corto plazo de tiempo, debía considerarse un crimen de alta ponderación. Y a raíz de lo anterior, el pálido azabache ya era culpable de varios delitos, pues con una simulada estrategia pudo robar, sin ningún indicio, su patético corazón, para luego asesinar al mismo, estrujándolo en un par de segundos.
¿Era posible que la persona que le había roto el alma fuera la misma que se la estaba reparando con tan solo hacer acto de presencia?
Estás mal Park Jimin, estás muy mal.
—Bien, llévame —fue lo que dijo. Si bien, su análisis anterior había sido excelentemente acertado, no dejaba de pensar en su realidad: necesitaba que Min Yoongi volviera a ser parte de su vida, ¿O no fue ese su plan desde el principio?
Sin más, se subió en el asiento del copiloto, colocándose el cinturón de seguridad de inmediato y sintiendo como su estómago se contraía a la par que volvían los recuerdos difusos de aquella noche lluviosa.
—Últimamente nos estamos encontrando a menudo, ¿No crees? —la voz de Yoongi resonó una vez que se integró en el tráfico de Seúl.
—No exageres, solo ha sucedido un par de veces.
—Son muchas para mí... después de no haberte visto durante un año entero.
Si Park Jimin pudiera ahorcar a Min Yoongi en ese momento, definitivamente lo hubiera hecho. Y es que... ¿Qué era esa extraña obsesión de recalcar el tiempo que estuvieron alejados cada vez que se veían? ¿Por qué lo hacía?, ¿Cuál era su propósito?, ¿Enloquecer al pequeño rubio con el recuerdo?, Porque si era así, realmente lograba hacerlo.
A estas alturas, no podía decir que su enojo frente al tema no estaba justificado. Es que la culpa de todo la tenía Min Yoongi, por simplemente hablar de ello y hacer pensar a Jimin que durante todo ese tiempo realmente lo había extrañado.
¿Se necesitaban más palabras para que la ilusión creciera cuál flor en plena primavera?
No, concluyentemente no.
—A veces pienso lo mismo.
—Quizá es el destino tratando de decirnos algo.
—¿Decirnos algo?
¿Qué era esa conversación?, ¿Fue elemental mencionar al destino y ambos jóvenes en la misma oración?, ¿A qué se refería el pelinegro?, ¿Qué estaba tratando de decirle?. Sin duda, preguntas como las anteriores, solo hacían que el pequeño Jimin se hundiera más y más en el suplicio de su sentir.
—Si... solo digo —y tras decir aquello, el pálido muchacho encendió la radio para llenar el silencio que estaba dispuesto a originar.
El rubio lo aceptó, después de la anterior respuesta no había mucho que pudiera decir. Conocía demasiado bien al mayor, también todas y cada una de las barreras que solía poner y el momento exacto en el que no deseaba seguir hablando. Por ello mismo, el joven de mejillas regordetas no dijo más, simplemente se regañó por darle cuerda a sus pensamientos y sembrar más dudas innecesarias, luego decidió concentrar su mente en la música que salía del reproductor.
—And I will try... to fix you —cuando menos acordó, cantó en un volumen bajo aquella canción que se había aprendido unos años atrás. Pero no fue realmente consciente de su acción hasta que Min Yoongi soltó una ligera risita, logrando ruborizar sus mejillas en un instante.
—¡Oh, Minnie! —dijo el otro sin apartar la mirada del auto que iba enfrente—... Cantas como un ángel, te mueves como un ángel, te vez como un ángel y, si no te conociera, juraría que eres un ángel —explicó para después reírse—... Y lo eres... un ángel endemoniado —y entonces, el pequeño joven que se estaba conmoviendo, solo pudo soltarle un golpe en el brazo, al chico que iba conduciendo la linda camioneta blanca—. ¡Ouch!
—¡Deja de decir tonterías!
—No son tonterías, justo eres así... Me acabas de golpear.
—¡Es que tú me haces enfurecer!
Y la risa de Yoongi no sé hizo esperar—. Honestamente, adoro demasiado al ángel endemoniado que hay en ti... Eres único, Park Jimin —y acompañado de esa última frase, acarició en un soslayo el cabello fino y rubio del niño que estaba sentado a su lado derecho.
¿Era posible que el corazón del menor latiera más rápido?
No, claramente no lo era.
Definitivamente, seguía enamorado de Min Yoongi.
[...]
La puerta del consultorio de Kim Taehyung fue tocada cerca de las cuatro de la tarde, horario justo en el que estaba esperando a su próximo paciente, Jeon Jungkook.
Pensativo, se levantó de su asiento y se revisó el uniforme. Confiado en que todo estaba bien, abrió la puerta, encontrándose con que sus esperanzas no eran un error, pues el rostro de Jungkook ya le estaba sonriendo desde el pasillo.
No pudo evitar regresar aquella sonrisa, aunque después de analizarlo mejor, se dio cuenta de que la expresión del menor y su pequeña mueca de conejo, no llevaban más que un sentimiento de disculpa con ello.
Entonces se encontró con Jeon Heeyon, la madre de Jeon Jungkook, caminando por el pasillo hasta llegar a integrarse con el dúo de jóvenes sonrientes.
Minutos después, los tres estaban sentados dentro del consultorio del castaño, siendo participes de un silencio incómodo que, si perduraba por más tiempo, llegaría a ser sepulcral.
—Espero que no les moleste mi presencia —expresó la señora y Jungkook sintió que se hacía pequeño sobre su asiento.
—No hay ningún problema por ello —contestó Taehyung en una sonrisa—... Aunque, sinceramente, me gustaría preguntar la razón de su presencia.
—¡Oh, claro! —musitó la dama y Taehyung no pudo evitar tragar saliva, había algo en la mujer que lo ponía nervioso. Aquello no era normal, pues la primera vez que se vieron la sensación fue otra—. Solo quiero saber cómo están yendo las cosas con mi niño adorado.
—Mamá —murmuró Jungkook avergonzado, sin siquiera ser capaz de mirar los ojos del castaño.
—Como su fisioterapeuta, le aseguro que el joven Jeon ha tenido un espléndido avance en las últimas semanas.
Jungkook se sintió extraño, hace tiempo Taehyung no le llamaba formalmente, pensó en que tampoco le gustaba.
—Me alegra saber eso, pero en realidad, quisiera cuestionar: ¿Cree que pronto pueda volver a correr?
—Bueno...
—Se lo diré de otra forma —interrumpió la mujer y el pelinegro cerró los ojos negando con la cabeza, queriendo desaparecer—. Necesito que Jungkook comience a entrenar ya. No queda más tiempo. Usted entiende, ¿No es así? —habló con algo de prepotencia y Jungkook enrojeció, jamás le había dado tanta pena que Heeyon fuera su madre.
—Por supuesto. El plan fisioterapéutico al que fue sometido ha dado muy buenos resultados y...
—Los resultados en la pista de carreras son los que realmente importan. Comprende eso, ¿Cierto?, Por algo le estamos pagando.
—¡Mamá!
—Desde luego —interrumpió Taehyung al joven atleta que estaba punto de morir apenado, ambas miradas se cruzaron y Jungkook se disculpó en un movimiento de labios—. En realidad, el día en que sucedió el incidente en el ascensor, el joven Jeon y yo nos estábamos dirigiendo a una pequeña reunión con el traumatólogo Kim Seokjin —explicó con una mueca de excesiva seriedad y entonces Jungkook temió que el mayor estuviera molesto—. El tema sustancial, era deliberar si Jeon Jungkook ya podía comenzar con sus entrenamientos en la presente semana o si debíamos esperarnos una semana más —y la sorpresa, en el rostro de los Jeon, apareció de inmediato—. A nosotros, como principales encargados de la articulación lesionada, lo que realmente nos importa es saber reconocer si el ligamento que fue dañado ya ha madurado lo suficiente como para someterse a un tipo de movimiento que, naturalmente, requiere más fuerza que el simple acto de caminar —hizo una pausa breve y luego continuó—. Estamos conscientes de que somos responsables del éxito o el fracaso que pueda llegar a obtener el joven Jeon, por ello no queríamos dar un diagnóstico erróneo ni tomar decisiones equivocadas. Pero el día de hoy, y después de haber hablado con el traumatólogo Kim Seokjin, puedo decirles que Jeon Jungkook ya puede comenzar a entrenar en la pista de carreras.
—¿Es... Es en serio? —preguntó un Jungkook con el rostro repleto de ilusión.
—Muy en serio —aseguró Taehyung—, pero claro, las terapias se fusionarán con el entrenamiento en la pista de carreras. En consecuencia, yo le estaré supervisando hasta que termine el tratamiento, ¿Tienen algún problema con ello? —preguntó esta vez mirando como la señora Jeon enmarcaba una ceja ante lo astuta que resultó ser su respuesta.
—Ninguno —fue lo que dijo sonriendo de lado—... Bien, esa era la razón por la que vine, ahora que ya están las cosas claras, debo retirarme —y entonces, con su actitud acaudalada, se puso de pie aproximándose a la salida—. Gracias por su tiempo —dijo para por fin abandonar la habitación.
Después de ello, el sitio se inundó de un silencio menos incómodo que el anterior, pero en el que, sin duda, palpitaba un ambiente extraño.
—Taehyung... Siento mucho lo que acaba de suceder —habló primero Jungkook encontrándose con la mirada seria del castaño.
Pero entonces, una sonrisa gigante se fue agrandando en el rostro divino del fisioterapeuta—. No te preocupes Jungkook, no hay problema.
—¿Cómo no va a haber?. Mi madre te habló muy mal, estoy muy apenado. Ella normalmente no es así.
—Lo sé —dijo aún sonriendo y Jungkook no pudo evitar confundirse—. Esto era una prueba, ella solo quería presionarnos, y tiene razón: el tiempo no se detiene. No te preocupes por mí, no me lo he tomado personal. En realidad, estoy emocionado por poder acompañarte a la pista de carreras la próxima vez que nos veamos.
Y aquel sentimiento fue compartido de inmediato por las dos almas que, sin saber, ya estaban siendo sincronizadas por el caprichoso destino, mismo que planeaba hacer llegar las noches más oscuras del año.
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