22. Banderillas de la paz
Julio.
—Entonces, ¿Qué quieres comer? —la voz de Yoongi rellenó el silencio que se había formado cuando Jungkook y Taehyung se alejaron.
Jimin, quién había decidido concentrarse en las baldosas relucientes del piso, no tuvo otra opción más que elevar su mirada y hacer frente al chico pálido, solo para confirmar que lo que había en su corazón seguía tan vivo como la última vez que estuvieron a solas.
—Cualquier cosa está bien —fue lo que contestó y sintió su corazón acelerarse cuando el mayor se acercó y le despeinó las hebras rubias en medio de una sonrisa.
—Jimin, no has cambiado nada. Eso me alegra —el pequeño joven no respondió, ni siquiera le regresó la sonrisa al muchacho de rasgos mininos. Por primera vez en el día se le achicó el corazón, no sabía cómo tomarse el reciente comentario. Por una parte, creyó que era cierto, en el pasado siempre dejaba que Yoongi decidiera por los dos, pero cuando lo pensó mejor se entristeció, claro que había cambiado, el último año había sido muy duro y él había decidido hacerle frente a sus miedos; ya no era el mismo niño reprimido y cobarde de antes, o al menos así se sentía. En el fondo, le dolió reconocer que el azabache ya no lo conocía, y esa no era más que una realidad que palpitaba incesante en ambos pechos—. Fuera del hospital hay un puesto donde venden banderillas, en mi opinión son bastante buenas, ¿Te gustaría probarlas?
Después de tomar una gran bocanada de oxígeno, Jimin asintió hacia el pálido y le siguió en absoluto silencio. Aquello era incómodo, no entendía su propia actitud, estuvo esperando un largo tiempo poder acompañar a Jungkook al hospital solo para encontrarse con Yoongi, pero ahora mismo su mente y corazón eran un caos completo. No podía siquiera concentrarse en buscar un tema de conversación para al menos compartir unas cuantas palabras con el chico que seguía poniendo su mundo de cabeza.
—¿Ocurre algo? —preguntó Yoongi deteniéndose y girándose hacia Jimin, una vez que estuvieron caminando por el jardín del hospital.
—No...
—¿Entonces porque vas ahí atrás? —Jimin bajó la mirada, estaba realmente afligido, pero se sorprendió cuando la mano de Yoongi tomó su muñeca izquierda. Sus ojos se perdieron en aquel tacto y una sensación repleta de adrenalina le recorrió el cuerpo entero—. Vamos ya, debo alimentarte pronto, no quiero verte de mal humor —y tirando levemente de su agarre, hizo que el menor caminara a su lado sin siquiera poder reaccionar.
Con cada paso que daba parecía que su corazón se ponía más y más feliz. No sabía si sentir aquello era lo correcto, pero lo que había mencionado Yoongi sobre su mal humor cuando no comía le hizo viajar al pasado, a un pasado donde Min Yoongi era lo único que tenía. Sin embargo, su emoción se convirtió en angustia cuando analizó la situación: ¿Realmente estaba bien que Yoongi lo siguiera tratando como si nada hubiera pasado?, ¿Tenerle consideración, hablarle con exagerada confianza y repetir las acciones que eran costumbre en el pasado pero que ahora le erizaban la piel al menor por montones?, ¿Era correcto o siquiera justo para ambos?, ¿Qué era lo que pasaba con el pálido?, ¿Estaba ignorando su sentir o había cambiado de forma de pensar?
Su mente estaba siendo atacada por una tormenta eléctrica que era capaz de destruir todo a su paso. Ahora comprendía lo que Jungkook le pedía cada vez que hablaban del tema, ¿Realmente eso era lo que quería, que Yoongi volviera?, la respuesta era un 'si', necesitaba a su gatito en su vida, pero si por algo las cosas resultaban negativas y le hacía más un daño que un bien, ¿Su corazón podría resistirlo?
—¿Jiminnie? —la voz de Yoongi llamándolo le hizo volver a la realidad—. ¿Qué pasa?, ¿Te sientes mal? —sus ojos felinos le escudriñaron atentamente y el menor soltó una pequeña risita avergonzada.
—Lo siento hyung, estaba... tú sabes...
—Yo sé —contestó y le extendió un plato donde ya estaba su banderilla reposando, el menor se sorprendió, ¿Tan perdido estaba que ni siquiera se dio cuenta en qué momento llegaron al puesto y ordenaron su comida?
Minutos más tarde, se encontraban sentados bajo un árbol del jardín frontal del hospital, ambos degustaban sus alimentos mientras hablaban, por fin, amenamente.
—Entonces, ¿Has estado bien?
—Si, en definitiva... Pero es tonto que me lo preguntes, hablamos a diario por mensajes, no es como si no hubiéramos sabido de nosotros en mucho tiempo.
—Justo así lo siento —confesó Yoongi y sus miradas se conectaron—. Honestamente, te he extrañado —dijo y la cabeza de Jimin explotó, esperaba todo de Yoongi menos aquella frase que le acunó el corazón—. Dicen que nadie es indispensable, pero incluso Yeontan se puso triste cuando dejó de verte y bueno... creo que me pasó lo mismo, nunca pensé que me haría falta escuchar tu molesta y chillona voz.
—Eres un gato tonto, no cabe duda —contestó Jimin y Yoongi soltó una carcajada—. También te he extrañado, y al precioso Yeontan ni se diga... Aún me sigo preguntando como es que un lindo perrito como él se lleva con un gato malhumorado como tú, ni siquiera debería existir esa combinación, los gatos y los perros son enemigos naturales, todos lo sabemos...
—Basta Mochi —pidió el pelinegro y el rubio soltó una buena risotada que después contagió al más grande.
—Hace mucho no me reía así.
—Yo hace mucho no me reía —dijo y ambos chicos volvieron a reír para después comer un bocado de sus deliciosas banderillas. Pero luego Jimin soltó otra carcajada—. ¿Por qué te ríes?
—Tienes un poco de mostaza aquí —le indicó señalando sus propios labios y Yoongi tomó una toallita para limpiarse.
—¿Aquí? —cuestionó observando como Jimin reía nuevamente.
—No, del otro lado.
—¿Ya?
—Más a la izquierda.
—¿Listo?
—Nope. Dame eso hyung —y arrebatándole el papel, se acercó sin problema y se dedicó a limpiar cuidadosamente el labio inferior del chico pálido. Cuando estuvo listo, lo observó con una sonrisa y su mirada viajó hasta los ojos del pelinegro. Entonces su corazón latió enloquecido cuando se percató de que Yoongi estaba mirando sus labios. Segundos más tarde aquella mirada subió delicadamente, deleitándose con cada una de las facciones del más pequeño, hasta que sus ojos se encontraron y el pasado fue revivido en ambos corazones.
Flashback...
Aquella noche estaba nublada, hacía frío y las gotas de lluvia no paraban de caer. Eran cerca de las tres de la madrugada y Min Yoongi soltó un resoplo cuando salió de la casa desconocida. Observó los candiles de la calle y cómo la tenue iluminación dejaba ver las calles encharcadas. Sonrió y tomó la cintura de Park Jimin con más fuerza, a la par que ponía el brazo del menor detrás de su cuello.
—Jimin, no me gusta ser tu nana —dijo Yoongi al niño que no podía sostenerse de pie por sí solo—, mucho menos cuando asistimos a fiestas. Te embriagas demasiado.
Una risita salió de los labios del más pequeño—. Hyung, eres la mejor nana.
En el rostro de Yoongi se dibujó una pequeña sonrisa—. Lo dices porque te conviene, Mochi malvado —el más bajito volvió a reír y el pálido amplió su sonrisa—. Debemos cruzar la calle hasta llegar a mi camioneta, pero la lluvia está incrementando, ¿Podrás correr?
Jimin hizo un puchero y negó en un par de movimientos—. Cárgame —pidió cual niñito pequeño y Yoongi rodó los ojos.
—Bien —dijo al final en un tono cansado, Jimin le sonrió y de un saltó subió a la espalda del pelinegro, abrazándole el cuello desde atrás. Dejó descansar su mentón en el hombro del mayor y aferró con más fuerza su agarre, Yoongi le sostuvo las piernas a la altura de su cintura y le dedicó una rápida mirada.
Se apresuró a cruzar la calle, no quería que Jimin corriera el riesgo de pescar un resfriado. Abrió la puerta del copiloto y dejó al menor en su respectivo asiento. Luego rodeó el automóvil para poder entrar y posicionarse frente al volante.
—Hace frío —Jimin señaló lo obvio y el mayor pensó en hacer uno de sus tantos comentarios sarcásticos, pero al recordar lo ebrio que estaba el ajeno, simplemente asintió y se colocó su cinturón de seguridad.
No obstante, cayó en la cuenta de que Jimin no lo tenía puesto, así que tuvo que desasir su restricción para poder estirarse sobre el muchacho de los Park y alcanzar su cinturón de seguridad. Pero justo cuando estaba encima del chico pudo escuchar que balbuceó un par de palabras, giró a verlo en el instante y en una sonrisa burlona decidió preguntar.
—¿Qué dijiste Mochi?
—Te quiero Yoongi.
Soltó con seriedad y la sonrisa de Yoongi no se hizo esperar, se enterneció de inmediato y se sintió extraño, nadie más podía conmoverlo así.
—Yo también te quiero Jimin —contestó, pero en el rostro del menor se dibujó una expresión melancólica.
—No, no entiendes —y de un momento a otro, ahogó un sollozo repentino que preocupó al mayor en gran medida.
—¿Qué...?
En movimientos rápidos y extremadamente repentinos, Jimin tomó entre sus manos las mejillas de Min Yoongi, estampó su boca y logró capturar el labio inferior del ajeno, provocando que el último contuviera el oxígeno dentro de su cuerpo mientras en su cabeza miles de pensamientos hacían corto circuito, sé quedó pasmado, tan atónito que no supo cómo reaccionar, simplemente sentía los tibios labios del menor permanecer inmóviles sobre los suyos.
Pero en el acto, pequeñas gotitas saladas humedecieron sus mejillas, y entendió que aquel llanto venía de los ojitos marrones de Jimin. El menor estaba llorando y Yoongi solo podía quedarse ahí, unido a sus labios, sin saber que hacer.
Posteriormente Jimin se alejó lentamente, quedando aún muy cerca del rostro que sostenía con esmero. Cerró sus ojos al sentir la fuerte respiración de Yoongi golpearle la piel y más lágrimas desconsoladas salieron de sus orbes, asemejando la lluvia que golpeaba el contorno del automóvil.
—Hyung —susurró sintiendo un dolor creciente en su pecho—... Me gustas —un sollozo repentino hizo afligir el corazón del mayor—... desde hace mucho tiempo... Y te quiero.
—Jimin...
Sin embargo, el pequeño Park Jimin acortó la pequeña distancia que había entre ambos y deslizó sus labios con los de Min Yoongi, en un diminuto y tierno movimiento.
—Te quiero en serio.
—Jimin. Por favor, no digas eso —soltó el pálido y la angustia invadió su cuerpo cuando sintió al menor estremecerse al percibir su aliento mezclarse con el de su persona.
—Te quiero como jamás he querido a nadie —sollozó y nuevamente unió sus labios con los de su hyung.
—Jimin, yo —susurró Yoongi y volvió a sentir el sabor del alcohol en la boca del pequeño que lo besaba temblorosamente.
—Te quiero de verdad —dijo por último mirando directo a los ojos del joven de rasgos felinos, esperando poder descifrar el mismo sentimiento en ellos, pero en su alma intuyó que el suplicio se aproximaba.
—Yo —murmuró el pelinegro a la par que posicionaba sus manos sobre las de Jimin y las retiraba lentamente de su rostro—... no te quiero así —y ante la presente confesión, el corazón de Jimin se partió en diminutos pedazos que desgarraron su alma al instante en que las lágrimas fluyeron sin ningún otro remedio. Se quedó ahí, helado, sin poder moverse. Simplemente dedicándose a observar profundamente los ojos de Min Yoongi, tratando de desmentir la única verdad que flotaba suspendida en el aire. Pero luego, Yoongi continuó—. Somos amigos, casi hermanos... Yo te tengo mucho cariño, pero no —y no hicieron falta más palabras para que Jimin comprendiera que acababa de ser rechazado por el único hombre que hacía latir su corazón. Se sintió tan miserable que no pudo soportar aquella mirada repleta de pena, así que, lentamente, giró su rostro hasta concentrarse en la ventana de su puerta, se abrazó a sí mismo y limpió sus lágrimas en un movimiento precipitado. Yoongi soltó un resoplido que golpeó levemente el aire del sitio, terminó de abrochar el cinturón de seguridad de Jimin, colocó nuevamente el suyo y encendió el motor del automóvil—... Ya es muy tarde, te llevaré a tu casa —fue lo que dijo, pero en el fondo le dolía.
Le dolía causarle daño a la única persona que lograba hacerlo sonreír.
Fin del flashback...
—Yoongi...
—Jimin...
Dijeron al mismo tiempo y no pudieron evitar sentirse apenados. En el caso del rubio, sus mejillas regordetas se enrojecieron.
—Tú primero —le indicó Yoongi y entonces el menor bajó su mirada, hasta perderla en el pasto donde se encontraban sentados.
—Yo... Sobre ese día... yo realmente quiero...
Pero no pudo decir más, pues inesperadamente, su celular timbró dentro del bolsillo de su pantalón. Lo sacó para ver el nombre de quien le marcaba, y disculpándose con Yoongi, se levantó y se alejó lo suficiente para poder contestar.
—Jungkook, ya sabes la regla, yo nunca te molesto cuando estás con Tae...
—Jimin, soy Taehyung —y el rubio quedó perplejo al escuchar la agitada voz del joven que le gustaba a su mejor amigo—. Jungkook y yo estamos atrapados en un ascensor desde hace un rato, dile a Yoongi que busque ayuda y que sea rápido, Jungkook no está bien.
—¿Qué le pasa a Jungkook? —cuestionó de inmediato, pues, aunque la llamada carecía de calidad, podía escuchar claramente como el menor lloraba desconsolado al fondo del sitio.
—Está teniendo un ataque de pánico —explicó Taehyung dejando denotar lo preocupado que estaba al ver como el menor sufría sin más remedio.
—Claustrofobia —susurró Jimin recordando uno de los muchos problemas que el atleta había tenido durante su infancia.
—No sabía que la padecía... como sea, yo intentaré calmarlo, traigan ayuda pronto —y aquella llamada se cortó, dejando al pequeño Park Jimin con una angustia gigantesca dentro de su corazón.
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