20. Cálidos colores
Julio.
Esa tarde parecía tan normal como cualquier otra, a excepción de que Jeon Jungkook se sentía realmente tranquilo, lo cual, muy en el fondo, le asustaba. Era viernes y su sesión terapéutica recién había terminado. Por lo anterior, estaba recostado en la gigantesca colchoneta que cubría el piso de la sala de rehabilitación física.
Tomó una bocanada de oxígeno y buscó a Taehyung con la mirada, encontrándolo al otro lado del sitio, sentado en una mesa y leyendo unos papeles en absoluta concentración. Sonrió de lado y se levantó, arregló un poco su ropa y volvió a mirar al castaño.
—Bueno, Taehyung... No quiero interrumpir, pero ya es hora de irme —dijo, tomando su suéter de la silla donde lo había dejado y girándose levemente para comenzar a caminar a la salida.
—Espera Jungkook —se detuvo buscando el divino rostro del fisioterapeuta—... Yo también he terminado por hoy, guardaré unas cosas y nos vamos juntos, ¿Está bien?
Juntos.
Pensó Jungkook y su corazón se aceleró. Odiaba eso, odiaba que cualquier cosa que hiciera o dijera el castaño, le erizara los sentidos en segundos.
La realidad es que no quería pasar mucho tiempo con Taehyung, los últimos días había logrado controlarse de una manera bastante satisfactoria, pero ante sugerencias de tal índole no podía evitar sentir un remolino en su alma. A pesar de todo le esperó, y cuando menos lo pensó el rizado ya estaba a su lado regalándole una sonrisa tan brillante que lo hizo estremecer.
—Listo, podemos irnos.
Caminaron juntos por los pasillos del hospital mientras sostenían charlas variadas. Jungkook no paraba de sorprenderse al hablar con Taehyung, le parecía tan interesante cualquier cosa que dijera el mayor que simplemente había momentos en los que dejaba de sentir su alrededor y solo se concentraba en observar los ojos oscuros que lo deleitaban.
Cuando menos lo acordaron, ya estaban en el estacionamiento muy cerca de la camioneta de Jungkook. Ambos se habían detenido y aunque ese era el sitio en el que se despedirían, el pelinegro no quería ni pensarlo, no quería alejarse de aquella grata compañía.
—Deja de reírte de mis gustos de viejito —pidió Taehyung con los brazos cruzados.
—Lo siento, no es mi intención, es solo que no esperaba que te gustara la música de los setenta.
—¿Por qué?, ¿Tiene algo de malo?, la música de aquella época fue realmente buena.
—Mmh, no lo sé... Dame un ejemplo, creo que ahora mismo no recuerdo ninguna.
—Bien, mmh —musitó Taehyung tratando de elegir alguna canción de su repertorio—... I want you back de The Jackson Five —indicó decidido y esperó la aprobación del pelinegro, pero simplemente recibió la mirada pensativa del menor.
—Nop, no la ubico —contestó llevando una de sus manos a su cien y dando un ligero masaje.
—¿Cómo no la vas a ubicar?, es esa que dice: "Oh, baby, give me one more chance, (Show you that I love you). Won't you please let me, (Back in your heart). Oh, darlin' I was blind to let you go, (Let you go baby). But now since I see you in his arms, (I want you back)." —terminó de cantar y se sintió avergonzado cuando Jungkook llevó sus manos directo a su boca para ocultar la carcajada que estaba a punto de salir—. ¡Oye!, ¿Por qué te ríes?
—Perdón —alcanzó a decir antes de reír como si no hubiera un mañana—. Perdón Taehyung... Si conozco la canción, pero quería que la cantaras.
—¡Eres el niño atlético más irrespetuoso que existe! —exclamó el castaño haciéndose el ofendido—. Mejor sube a tu auto, no quiero verte más —dramatizó el momento, justo como él sabía hacerlo. Se giró sobre sus talones dispuesto a alejarse, pero Jungkook se apresuró a detenerle el paso.
—No, no te molestes. Lo siento Tae —soltó y el mayor hizo un puchero juguetón, aquello causó en Jungkook un nuevo sentimiento y se derritió al instante. Quiso lanzarse a abrazarlo, parecía un pequeño niñito tierno. Le encantaba, Taehyung le encantaba—... Prometo ser la segunda voz la siguiente vez que la cantes, ¿Sí?... Lo siento —una sonrisa cuadrada surgió en el rostro del muchacho de los rizos y sus ojitos se achicaron provocando que el pelinegro estuviera a punto del colapso.
Pero justo cuando el mayor iba a contestar, una tercera presencia hizo arribo en la situación.
—¡Kim Taehyung! —gritó la chica mientras le daba un ligero empujón al mencionado haciéndolo chocar con el cuerpo de Jungkook, quien lo sostuvo de inmediato—. ¡¿Cómo te atreves?!, ¡¿Cómo pudiste?! —exclamó con molestia, logrando que el chico la mirase asustado.
—Misuk —murmuró el castaño incorporándose y haciéndole frente a la joven que parecía arder en cólera—. ¿Qué pasa?, ¿Por qué estás tan molesta? —preguntó, tratando de acercarse, sin embargo, la chica dio un paso atrás.
—¿Por qué estoy tan molesta? —musitó y soltó una risita burlona, cargada de sarcasmo y altanería—. ¡Tu padre y tú lograron su cometido! —gritó y el rostro de Taehyung se llenó de desconcierto.
—¿Cometido?, ¿Podrías decirme de qué rayos estás hablando? —contestó comenzando a alterarse, no entendía porque su chica le estaba hablando de aquella ofuscada manera.
—¡No finjas que no lo sabes!, odio cuando te comportas así —el joven rizado dio un resoplo y quiso desaparecer, pero al contrario de sus pensamientos, solo intentó mantener la calma y resolver el presente problema—. Eres tan tonto —soltó la joven cuando se percató de que su novio realmente no tenía una idea de lo que hablaba, no obstante, aquel insulto dolió en el pecho de Taehyung—. ¡Tu padre llamó al mío, están planeando una reunión para presentarnos como una pareja oficial y comprometida!, ¿Sabes lo que significa? —informó y la mente del fisioterapeuta quiso explotar.
—¿Qué estás...?
—¡Sé que todo es plan de tu padre! —dijo ella interrumpiendo a un Taehyung que apenas intentaba procesar lo recién confesado—. Solo quiere aprovecharse de que salgo contigo —soltó y el castaño la miró confundido—... Él ya se enteró de la posición de mi padre en el gobierno, quiere que nos casemos para recuperar su puesto y su imagen... Nunca había conocido una persona tan manipuladora y mediocre en la vida.
—Misuk, él sigue siendo mi padre.
—¿Y eso qué?, tú eres un simple juguete para él —contestó la enfermera y el corazón de Taehyung se achicó—. No importa cuánto te esfuerces, debes aceptarlo: él jamás va a descansar hasta lograr lo que busca. Nunca va a estar feliz con lo que eres, nunca te va a valorar. Y... ya no me interesa si tú quieres seguir intentando, pero ni yo ni mi familia seremos parte de su juego. Debes hacer algo, ya estoy harta de tu padre y de t... Tienes que arreglarlo —dijo por último girándose bruscamente y alejándose con pasos decididos del muchacho de los rizos.
Jungkook observó cómo el cuerpo del mayor se mantuvo rígido unos instantes y, segundos después, las manos más delicadas del mundo formaron dos puños a los costados de su cuerpo. El joven apretó tanto sus dedos que aquella piel canela se volvió rojiza, tembló de rabia y de pronto comenzó a caminar alejándose sin recordar al chico que estaba a sus espaldas.
El corazón del atleta dolía dentro de su pecho, ya era mucho su pesar al ser consciente de cuánto le gustaba el castaño, pero presenciar la reciente discusión y enterarse de que Misuk estaba punto de convertirse en la prometida de su fisioterapeuta, eso le desgarró el alma. Sin embargo, tenía otra cosa en su cabeza, le preocupaba Taehyung.
Sin pensarlo dos veces, caminó lo más rápido que pudo detrás del joven de la sonrisa cuadrada, quiso correr para alcanzarlo, pero temía sufrir cualquier daño en su rodilla. Solo apresuró su paso y se asustó cuando el joven subió las escaleras del puente peatonal que se alzaba fuera de las instalaciones del hospital, pero se armó de valor y tomando una profunda bocanada de oxígeno, comenzó a subir las escaleras precipitadamente, tratando de hacerlo con el mayor cuidado posible.
—Tae —musitó justo cuando llegaron a la cima, pero el mayor no se detuvo—... ¡Taehyung! —y no supo en qué momento ya estaba tomando la muñeca izquierda del profesional de la salud. Había logrado detenerlo, pero sentía como aquel brazo que sostenía temblaba con la mano aun empuñada. Entonces el chico se giró y Jungkook pudo ver cómo aquel rostro denotaba una triste y melancólica expresión. Estaba devastado—... Tae —susurró lo último, sintiendo una opresión en su pecho—... ¿Qué haces?, ¿A dónde...?
—¡Voy a buscar a mi padre, Jungkook!, ¡En estos momentos quisiera... quisiera poder...! —pero las palabras se atoraron en su garganta y solo pudo apretar con más fuerza sus puños.
—Tienes que tranquilizarte —soltó el atleta sin saber qué más decir. Jamás había visto a Taehyung con aquella expresión, ese fino y delicado rostro se encontraba repleto de impotencia y a Jungkook le angustiaba, no podía evitar experimentar esa pequeña molestia dentro de sí—... Solo cálmate, ¿Sí?
—¡¿Calmarme?!, ¡¿Cómo me pides que me calme cuando tú viste cómo ella me...?! —se detuvo perdiéndose en la mirada del Golden Maknae, quien a su vez le miró profundamente, regalándole una sensación pacífica, una sensación que le hizo soltar un suspiro. En ese momento Jungkook entendió algo importante, los ojos de Taehyung, los ojos que tanto le llamaban la atención, destacaban por tener un brillo especial, un brillo repleto de tristeza. Y eso dolía, en serio que dolía. Por un instante deseó tener la capacidad de cambiar aquello, pero solo se afligió más. Él no sería capaz de hacerlo feliz, nunca. Salió de sus pensamientos cuando el castaño desvió su mirada hasta clavarla en el piso. El pelinegro se preocupó, pero ahora estaban sumergidos en un ambiente diferente, el brazo del ajeno que seguía sosteniendo ya no temblaba más y su cuerpo parecía relajado. De pronto, el chico que le gustaba, habló—. Lo siento, tú no tienes la culpa.
—Grítame —musitó Jungkook y los ojos oscuros buscaron los amielados en un instante.
—¿Qué? —cuestionó frunciendo el ceño, pues no había entendido lo que el menor le acababa de proponer.
—Lo que dije. Hazlo. Piensa en mí como si fuera tu padre. Dime lo que sientes, dime lo que te molesta y golpéame si necesitas hacerlo.
—Jungkook, no...
—Hazlo —repitió—. Saca tu frustración aquí. Te escucharé, no diré una palabra, solo suéltalo Taehyung, sino lo haces, si te lo guardas, te llenarás de rencor y cada vez dolerá más, yo no quiero eso. Por favor, grítame.
—Jungkook, yo no...
—¡Hazlo! —exclamó y Taehyung apretó los labios.
—¡Te odio papá! —fue lo que dijo y Jungkook dio un ligero paso hacia atrás, pues de todo lo que esperaba escuchar, jamás imaginó que sería aquello—... Odio todo de ti. Odio tu maldita obsesión, odio que quieras controlar mi vida, odio que no te importe mi opinión. Odio que solo te ocupes de ti, odio tu actitud manipuladora, tu voz, tu forma de mirarme y tu sombra persiguiéndome a dónde voy. Odio tu existencia y odio que seas mi padre... Te odio tanto Chulmoo... Siempre me has hecho mucha falta... Te odio de verdad... Pero quisiera que me amaras.
Conforme fue soltando las palabras anteriores sus ojos se fueron nublando, pequeñas gotitas se acumularon en aquellos orbes oscuros que ahora yacían rojos ante las repentinas ansias de soltar el llanto. Jungkook no sabía qué era lo que estaba pasando, no conocía al padre del castaño, pero la tristeza que había en sus ojos llenó su pecho de nostalgia e impotencia. Sabía que Taehyung tenía problemas, pero jamás imaginó que sufriera a tal magnitud. Quiso abrazarlo, quiso decirle que estaba ahí, para él. Que lo consolaría, que sería su hombro, que pasaría las noches en vela, que todo estaría bien.
—Taehyung...
Pero solo pudo susurrar su nombre. Se sintió inútil, estaba siendo testigo del dolor del otro y no podía hacer nada por él, ni siquiera abrazarlo. Porque lo sabía: si abrazaba al mayor, jamás podría irse.
Sin embargo, los latidos de su corazón se aceleraron cuando, inesperadamente, el joven de ojos oscuros acortó la distancia y se desplomó sobre él, abrazándolo y escondiendo su lindo rostro en la curva de su cuello. Jungkook tembló de pies a cabeza, Kim Taehyung se aferraba a su cuerpo como un pequeño niño despidiéndose de su madre el primer día del preescolar. No sabía qué hacer, estaba asustado. Aunque no eran las mejores circunstancias, su corazón no podía evitar querer salirse de su pecho. Estaba mal, estaba totalmente mal sentirse así, y no quería ceder, pero al final no pudo contenerse más y lo abrazó, pasando dulcemente sus manos tras la espalda del castaño.
Kim Taehyung sollozaba silenciosamente sosteniéndose de la única persona que estaba dispuesta a cuidarlo. No sabía lo que Jungkook sentía. No era consciente de que, con aquel abrazo, miles de mariposas revolotearían en el estómago del más joven. Ni tampoco imaginaba el daño que le estaba haciendo. Pese a lo anterior, cuando por fin el deportista lo abrazó, su corazón inquieto se calmó. En esos brazos había algo diferente, se sintió protegido, apoyado e incluso comprendido.
—Lo siento Jungkook —musitó entrecortado, escudándose en los brazos que lo rodeaban.
—No pasa nada, estoy contigo —contestó cerrando los ojos, dejándose llevar por lo bien que se sentía estar así, abrazando a Taehyung.
El viento suave movía sus finos cabellos a la par que el ocaso se ponía a las espaldas del fisioterapeuta. Todo aquello podía verse claramente desde la cima del puente peatonal.
Un latido detrás de otro, y un sentimiento aflorando por causa de otro.
Eso... eso era inigualable, para ambos.
El ambiente era más que perfecto, el cielo se cubría de colores apacibles ante los destellos naranjas que envolvían el atardecer, un atardecer que se iba volviendo más y más colorido. Nunca antes el mundo estuvo tan hermoso, nunca antes la vida se había dibujado así: tan cálida, tan especial.
Ahora, en la mente del pelinegro, todo tenía sentido: el castaño era capaz de iluminar universos.
Entonces supo que Taehyung era aquella chispa que necesitaba para sentirse vivo, pues simplemente, al tenerlo entre sus brazos, todo a su alrededor se tiñó de color... por primera vez.
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