16. Odio que sentir duela

Junio.

Flashback...

La almohada preferida de Park Jimin sufría de deformidad en aquel momento, pues el pequeño castaño la abrazaba con fuerza y la estrujaba a su merced bajo las sábanas blancas que adornaban su gigantesca cama. Intentaba esconderse, intentaba desaparecer del mundo. Refunfuñaba a cada minuto, pensando en la molestia que sentía, procesando lo estúpido que era.

—Todo estará bien hyung —le dijo Jeon Jungkook, quien ya tenía un buen rato sentado a su costado, recargado en la cabecera acolchonada del mayor. 

—Jungkook, ¿Cómo seguiré viviendo así? —se escuchó bajo la sedosa tela que cubría un cuerpo arrepentido—. Me odio, me odio mucho, odio no pensar antes de hablar. Yoongi no debía enterarse, juré que jamás le diría una palabra sobre lo que siento por él, y ahora... Solo quiero morirme.

—¡Deja de decir tonterías Jiminnie! —exclamó Jungkook retirando en un movimiento las sábanas que cubrían el rostro de Jimin—. Simplemente acéptalo, no puedes retroceder el tiempo y él ya lo sabe. Tienes que aprender a vivir con eso.

—Esto es tan duro —un puchero dolido se formó en los labios del mayor y solo pudo abrazarse de la cintura de Jungkook—. Durante toda mi vida quise que me gustara una chica. Lo intenté, lo intenté como no tienes idea y simplemente nunca pude... Ahora no soy más que un bicho raro.

— Te entiendo completamente Jimin —confesó el pelinegro dando unas pequeñas palmadas en la espalda del niño de mejillas regordetas.

—¡No es verdad Jungkook!, ¡No digas eso!, ¡Ni siquiera puedes imaginarte lo que siento! —dijo, y el corazón de Jungkook se achicó.

—Hyung...

—Simplemente no quiero que me compadezcas, no quiero que sientas lástima por mí, no tú. Eso me haría mucho mal...

—¡Soy gay! —soltó en un instante y el ambiente pareció tensarse. La respiración de Jimin se detuvo y con una expresión repleta de sorpresa, se levantó hasta observar de frente a Jungkook.

—¿Qué? —murmuró observando detalladamente a su mejor amigo.

—También soy gay, Jimin —volvió a decir y una mueca de asombro se acrecentó en la carita del mencionado—, así que te entiendo...

—¿Qué estás...?

—Entiendo todo lo que sientes, entiendo no poder ser como los demás, entiendo ese miedo que tienes a ser juzgado, incluso por tu propia familia. Entiendo lo duras que se ponen las cosas, entiendo que te guste un hombre, y entiendo la impotencia que da al no poder querer a una chica. Así que deja de decir estupideces, que, si te hieres, me hieres también.

—Jungkook... ¿Cómo es qué...?

—Fue desde hace años. Sé lo que soy y no tengo problema con ello, es simple. No comiences a regañarme por no haberte dicho antes. Es solo que no me importa mucho mi sexualidad, no me interesa querer a alguien o que alguien me quiera, tampoco deseo tener pareja. Hace años aprendí la lección, no voy a repetirla. Mi propósito en la vida es mi carrera, no quiero saber nada más.

—Jungkook —quiso decir, pero de inmediato fue interrumpido por el joven pelinegro que se mantenía en una imponente posición.

—No digas nada, no quiero que digas nada —pidió observando como el mayor no dejaba de verlo con sorpresa—... Solo concentrémonos en ti —dijo para acariciar con ternura el cabello desordenado de su mejor amigo, recordándole su tristeza—... No te hundas ahora, porque me llevarás contigo. Además, no estoy dispuesto a seguirte viendo así. Vas a dejar de lloriquear por ese tal Yoongi, o yo mismo me encargaré de buscarlo y obligarlo a quererte.

Y una carcajada entristecida salió de la boca del mayor—. Jungkookie... No estás solo, lo sabes ¿Verdad?

—Lo sé Jiminnie —le dijo y ambos sonrieron—. ¿Qué te parece si tiñes tu cabello de rubio?, sé que te quedará muy bien.

Fin del flashback...

Jungkook aparcó en el estacionamiento del hospital soltando un leve suspiro; después de soñar con Kim Taehyung no había parado de pensar en cada uno de los momentos que lo hicieron llegar hasta ese punto. 

No estaba listo para sentirse así, no estaba listo para que alguien le gustara.

Respiró con profundidad y se dejó caer en el respaldo de su cómodo asiento. Buscó su celular en su bolsillo y observó la hora, había llegado minutos antes para su cita. Sonrió, pensando en lo bien que se sentía conducir y lo emocionante que era volver a ser independiente.

Pero luego sus ojos fueron hasta la mano que sostenía su celular, la misma mano que había tomado Taehyung en su sueño, y su corazón dolió. Odiaba sentir eso, odiaba no poder olvidarse ni por un segundo de su error, porque no era más que eso, un tonto error.

Bufó golpeando el aire a su alrededor y guardó su celular sin más. Bajó de la camioneta encaminándose a paso lento hasta llegar al noreste del hospital, la realidad es que durante todo el camino esperó que algo lo detuviera, por alguna extraña razón no quería ver a Taehyung ese día. No quería sentir aquello dentro de su pecho, mucho menos que el castaño se diera cuenta.

Estarás bien Jungkook, solo intenta no mirarlo demasiado.

Pensó mientras las piernas le temblaban. 

En ese momento su móvil sonó, detuvo su caminar y lo sacó del su bolsillo, era un mensaje de Park Jimin, así que, sin más, leyó el texto sin demora.

Jimin-ssi

"Namjoon quiere vernos por la tarde en la pista, ¿Estás disponible?".

Jungkook suspiró y contestó con sinceridad.

Jungkookie

"Me hubiera gustado que fuera ahora mismo".

Jimin-ssi

"¿Estás libre ahora mismo?".

Jungkookie

"No realmente, tengo una cita con Taehyung. Como sea, te veo más tarde".

Tecleó y bloqueó su móvil al instante, comenzando a caminar como quien no quiere la cosa, mientras su atención la dirigía en observar su propio andar e intentar no pisar las delgadas líneas que dividían, equitativamente, el piso grisáceo del frente del hospital. 

Llegó hasta la sala de espera y saludó a la enfermera del módulo principal, misma que le informó que su fisioterapeuta se encontraba en la hora de descanso, pero que pronto volvería. Jungkook no pudo hacer más que sentarse en la sala de espera.

Se abrazó a sí mismo mientras giraba su rostro hacia el gran ventanal, para de esta forma disfrutar del ambiente tranquilizante que emanaba el bello jardín fuera del hospital. Estaba tratando de concentrarse en algunos de sus recuerdos sobre la pista de carreras, solo intentaba evitar ciertos pensamientos y parecía que lo estaba logrando, pero de pronto su alma se tensó.

Kim Taehyung estaba sentado en una banca del jardín, hablando animadamente con una linda enfermera de semblante amigable. El Golden Maknae no pudo esquivar aquello, y contrario a lo que su mente le pedía, siguió observando atentamente la escena. 

El fisioterapeuta miró su celular y le dijo algo a la chica que le acompañaba, ella asintió, ambos se levantaron y mientras caminaban rumbo a la entrada de la sala de espera, sus manos se entrelazaron.

Algo dentro de Jungkook dolió.

Llegaron hasta la puerta y el castaño abrazó a la chica por la cintura, ella subió sus manos hasta entrelazarlas detrás del cuello del terapeuta y los dos se sonrieron armoniosamente, para después unir sus labios en un suave contacto.

Y el corazón de Jungkook se detuvo.

No supo en qué momento ya estaba de pie, observando dolido como la bonita pareja se despedía. Su respiración se volvió tan irregular que de pronto sintió que le faltaba el aire.

Y Taehyung entró a la sala de espera, percatándose de que su deportista favorito estaba ahí, parado, viéndolo con una extraña expresión.

—¡Jungkook!, ¡Hola!, ¡Buen día! —se acercó a él regalándole una sonrisa animada, una sonrisa que Jungkook maldijo al instante. Y después de un segundo, Taehyung se dio cuenta de la mueca que esbozaba el pelinegro, parecía como si hubiese recibido una mala noticia—. ¿Jungkook?, ¿Estás bien? —cuestionó preocupado, poniendo una de sus manos sobre el hombro del chico que permanecía inmóvil, sin saber que el contrario estaba siendo golpeado por la realidad; pero no hacía nada, no decía nada, simplemente escudriñaba el rostro que le seguía pareciendo el más bello del mundo. De pronto, se dejó caer rendido sobre la silla en la que antes estaba sentado—. Jungkook, ¿Qué pasa? —volvió a preguntar poniéndose en cuclillas frente al menor, buscando con desespero los orbes amielados.

Y los encontró.

—Todo está bien Taehyung —musitó cuando la mirada chocolate le rogó que dijera algo.

No entendió porque había sentido como si le arrancaran el alma. Se regañó fuertemente, no tenía derecho experimentar eso, simplemente no debía. Taehyung solo era un tonto gusto, no más, no menos. No era para tanto.

Soy tan imbécil.

Pensó mientras sus ojos se volvían cristalinos.

Era más que obvio.

Si antes no estaba listo para que el chico de los uniformes de colores le gustara, ahora mismo no sabía cómo enfrentar el hecho de que jamás sería recíproco. Ahora entendía todo, ahora entendía donde había quedado aquel ramo de orquídeas que entregó el rizado semanas anteriores.

Y frente a Taehyung una lágrima escapó de sus ojos, evidenciando la mentira que había dicho. Se odió, la cólera le recorrió el cuerpo y quiso desquitarse con el castaño, quiso gritarle lo mucho que le molestaba haberse fijado en él, haber vuelto a sentir por él, después de tantos años; pero no podía, no debía decir ni una palabra, no estaba en posición.

¿Cómo culparlo o decirle algo?, ¿Cómo reclamarle el tener pareja?, ¿Cómo recriminar su heterosexualidad?, y lo más importante: ¿Cómo decirle que su corazón le dolía por la mera existencia de sus rulos peculiares?

Debía arrancarse a Taehyung de su pecho antes de que fuera demasiado tarde.

Odio que me gustes.

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