07. El regreso del atleta

Abril.

Tres días pasaron desde que Jeon Jungkook abandonó el consultorio de Kim Taehyung, éste último no había tenido tiempo ni para pensar en sí mismo, mucho menos en el tonto joven que descartaba la posibilidad de volver a recuperar su movilidad por razones ininteligibles. El fisioterapeuta había estado ocupado, quizá, hasta la fecha, ésta era la semana más pesada de su vida laboral, pues estuvo de arriba para abajo atendiendo pacientes, tanto suyos como de Jung Hoseok, quién tuvo que faltar al trabajo por dificultades personales.

Min Yoongi y Kim Taehyung asistieron a la cafetería cuando el reloj anunció el mediodía, ambos sanadores ya habían discutido lo cálida que había sido esa mañana. Era muy extraño el cambio radical que hubo en el clima, pues los meses anteriores el frío se colaba por todas partes y debían presentarse al hospital con sus mejores abrigos.

—Mataré a Hobi cuando vuelva —dijo Min Yoongi antes de dar un sorbo a su botella de agua purificada y Taehyung soltó una carcajada al escuchar el comentario del pálido, pues le causaba diversión que éste jamás se cansaba de actuar tan amenazante como se pudiera.

—No es verdad hyung, no le harás nada —el castaño abrió la bolsa de frituras que acababa de sacar de la maquina expendedora, le ofreció del contenido al chico de facciones mininas y éste negó mientras le dedicaba una mirada ofendida.

—¿Quieres apostar "niño prodigio"? —Yoongi desafió, llamando a Taehyung por aquel apodo que sabía que le causaba incomodidad al chico de los rizos extraños.

—No —contestó sin más—, solo digo que sí Jung Hoseok no existiera, nuestro turno en este hospital sería realmente abrumador. Ese hombre llega e ilumina edificios enteros con su buena vibra.

—Tienes razón —un puchero divertido apareció en el rostro del chico minino—, incluso lo extraño —confesó y Taehyung soltó otra carcajada, para después caminar por los pasillos del hospital, mientras debatían cual de los dos amigos atendería al doceavo paciente del joven de las sonrisas brillantes.

—Busco a Kim Taehyung.

Ambos chicos se detuvieron en seco cuando escucharon el nombre del menor de los fisioterapeutas, se giraron en sus talones y pudieron ver a una mujer de semblante acaudalado, observar con desespero a la enfermera que atendía detrás el módulo de la recepción principal.

—El fisioterapeuta se encuentra en su receso, regresa en 15 minutos —contestó amablemente la enfermera después de revisar en su computador. Pero el rostro de la mujer se frunció y cuando estuvo a punto de recriminarle a la profesional de la salud, el castaño con rizos arribó a la sala de espera, para interrumpir ansiosamente aquella rigurosa escena.

—Soy Kim Taehyung, ¿Puedo ayudar en algo? —soltó llamando la atención de ambas y escudriñando curioso a la señora que no tenía más de cincuenta años de edad.

Con precipitación, la mujer se acercó a él, clavó su mirada en los ojos del castaño y segundos después hizo una reverencia exagerada, causando su desconcierto—. Por favor, acepte nuevamente a mi hijo —deprecó la fémina manteniendo su postura inclinada frente al chico que vestía un uniforme a color esmeralda.

Taehyung subió la mirada y entonces le vio: Jeon Jungkook se encontraba en aquella frívola silla de ruedas al fondo de la habitación, conservando sus ojos perdidos en el ventanal que daba hacia el jardín, llevando consigo una expresión que delataba lo incómodo que se sentía al estar en ese sitio.

La mujer se enderezó en rápidos movimientos bloqueando el panorama que sorprendió al castaño, pues jamás imaginó que aquel chico lleno de sentimientos rigurosos regresaría al hospital sin previo aviso. Y no es que le importara lo que le sucediera al joven, sino que, simplemente, dentro de sí había algo que no le permitía aceptar la negación que sostenía Jungkook por intentar rehabilitarse.

Kim Taehyung estudió terapia física por su madre, y no exactamente por que ella fuera fisioterapeuta, sino que aquella mujer de cabello ondulado y sonrisa tranquilizante se dedicó a la psicología durante toda su vida. El castaño quiso ser psicólogo en un principio, pero a pesar de sus esfuerzos nunca pudo descifrar siquiera la rigurosa forma de ser de su padre ni el por qué de su odio al mundo. Entendió que él no era capaz de sanar mentes ni corazones, por ello decidió especializarse en la rehabilitación física, al menos así podría sanar el cuerpo de las personas e intentar regresarlas a su estado habitual. Eso lo hacía sentirse satisfecho, saber que aunque era muy malo para sanar heridas emocionales, podía ayudar a las personas a recuperar su salud física.

—Señora, yo...

—Se lo ruego —interrumpió de inmediato con los ojos llorosos, fue entonces que el fisioterapeuta se pilló del gran esfuerzo que estaba haciendo la madre del pelinegro—. Sé que mi hijo no tiene la mejor actitud, reconozco que se comporta como un altanero, pero le ruego que lo apoye ahora. Deseo más que nadie que él pueda recuperarse —dijo antes de hacer nuevamente una reverencia. Taehyung tomó una bocanada de oxígeno y con su mano le pidió a la mujer que no se inclinara.

—Lo haré —suspiró sin más, buscando con la mirada al prodigioso atleta, quien desde lo lejos prestaba atención a la escena. Sus miradas se encontraron y Jungkook giró su rostro hacia otro lado, pues se sentía tan apenado al recordar cómo le había hablado anteriormente al joven de los rulos, que acudió con la esperanza de que Taehyung no aceptara ayudarlo.

Heeyon, la madre de Jungkook, miró con agradecimiento al fisioterapeuta por no haberse negado ante su súplica, mientras aquel castaño pidió a la enfermera de la recepción su horario de citas. El presente día estaba completamente ocupado, pero Min Yoongi se acercó de inmediato.

—Yo atenderé al paciente de Hobi —se apresuró a decir, pues había escuchado toda la conversación y estaba realmente conmovido por la convicción de Jeon Heeyon—, debes atender al joven —indicó sin dejarle otra opción al chico del uniforme esmeralda.

Minutos después, Jeon Jungkook y Kim Taehyung se encontraban en el mismo consultorio que tres días antes el pelinegro abandonó abruptamente.

Los ojos de Taehyung se concentraban en el expediente de Jungkook, mientras éste último observaba atentamente como las hebras rizadas del fisioterapeuta caían por su frente con delicadeza. De pronto el castaño levantó su rostro para encontrar el de su paciente, le miró con seriedad por unos segundos y volvió a bajar su vista hacia sus papeles, desconcertando completamente al chico que yacía sobre la silla de ruedas—. Me alegra que decidiera regresar —dijo repentinamente y un suspiro ofuscado por parte de Jungkook golpeó el aire que los rodeaba.

—No lo mencione, usted sabe que no quiero estar aquí, pero mi madre ha llorado durante los últimos días y me siento muy culpable al ser la causa de su tristeza —confesó con sinceridad, logrando que Kim Taehyung levantara la vista de inmediato, con la intención de encontrar la mirada del joven deportista.

—Debería agradecer que tiene a su madre como apoyo —soltó manteniendo la mirada sobre la del Golden Maknae—, a algunos nos gustaría tener al menos una madre.

Y a pesar de que esa triste declaración hizo sentir afligido al corazón de Jeon Jungkook, éste no pudo ignorar aquella extraña impresión que se colocó en su pecho segundos después de descubrir el brillo particular que abundaba en los ojos más oscuros que jamás había visto, los de Kim Taehyung.

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