01. El descontento de los Kim

Abril.

—¡Eres un fracaso, Kim Taehyung!

Fue lo último que el castaño escuchó antes de azotar la puerta que daba hacia el patio trasero de su casa. Intentaba correr a un lugar seguro, pero solo se encontró con el gigantesco árbol que adornaba el centro de su jardín. Observó por doquier y no le quedó más que refugiarse en las raíces de aquel árbol olvidado por los años.

El nudo en su garganta generado por la reciente discusión con el señor Kim Chulmoo, amenazaba con convertirse en lágrimas y sollozos desolados, pero lo único que Taehyung quería era contenerse, como siempre lo hacía.

Se dejó caer sobre el césped, recargando su espalda en el árbol de cerezos. Abrazó sus piernas con fuerza y hundió su rostro entre sus brazos—. No llores, Taehyung. No llores —se repitió entre susurros mientras apretaba los músculos del cuerpo. Pero sin poder evitarlo más, una lágrima escurridiza resbaló por su nariz hasta empapar su uniforme verdeazulado.

Levantó su rostro y soltó un sollozo. El sonido provocado por el roce de las flores del cerezo sobre sí, daba la sensación de tranquilidad que anhelaba sentir; no obstante, no podía, no en ese momento.

El cielo estaba estrellado, tanto, que se apreciaba perfectamente su constelación favorita: "Centaurus". El viento soplaba pacíficamente. Era una de las noches más frescas del año, sin duda, el clima preferido del joven de cabello ondulado. Sin embargo, nada era suficiente.

Cerró sus ojos. Se sentía cansado, le dolía tanto el cuerpo como el alma. Sí en ese momento no se enfermaba de gripe, le daría depresión.

—Todo sería diferente si hubieras estudiado abogacía. De esta manera, tu madre estaría descansando en paz.

Respiró profundamente y apretó los puños. Aquella tristeza empezaba a sentirse como impotencia. El solo hecho de recordar las palabras de su padre insatisfecho de su existencia, le hacía pensar que realmente era una desgracia haber nacido.

Sinceramente, no sabía cómo procesar aquello: si su madre estuviera viva, ¿Le hubiera prohibido estudiar terapia física?, ¿Lo odiaría tanto como su padre?

Desde los 17 años habían sido Kim Chulmoo y él. 

Taehyung consideraba que jamás congeniaron como la pequeña familia que eran. No eran unidos, ni siquiera se juntaban para cenar en fechas festivas como Navidad o año nuevo, solo se encerraban en sus habitaciones hasta que amanecía. Por esa razón, Taehyung vivía al margen de la vida de su padre, porque el hombre jamás se había interesado por hacerlo sentir importante: como su hijo mismo.

—¡Me harás quedar como un tonto frente a la sociedad!

Aquello le importaba al señor Kim más que cualquier cosa en la vida, las apariencias eran lo suyo y por eso siempre repetía las mismas palabras. Necesitaba mantener frente al público esa imagen de funcionario excelente, preocupado por la sociedad y por su descendiente. 

Taehyung ya estaba acostumbrado, pero no por ello dejaba de dolerle.

Kim Chulmoo quería que su único hijo fuera igual a él. Ansiaba hacerlo un abogado y, después, ingresarlo a la política para así poder gobernar dentro de la Casa Azul de Corea, codiciaba tener el poder sobre el pueblo y que la familia Kim fuera respetada por todo ciudadano, deseaba el reconocimiento social y que Kim Taehyung no pasara por problemas en su futuro, anhelaba que su familia volviera a estar acomodada. 

Habían pasado algunos años ya de que su persona fue desestimada y el pueblo dejó de seguirle. Tuvo problemas con sus fieles y con el gobierno, así que, con el alma rota, no le quedó más que renunciar a su puesto y a su sueño de llegar a ser presidente de la república.

—¡Tienes que gobernar Corea!, ¡Tienes que hacer lo que yo no pude!

Recordó el castaño con la mirada perdida en el firmamento. Revivió en su mente aquel día en que escapó de Seúl para ir a estudiar fisioterapia en Busan. Podía jurar que la mirada de su padre le quemó la piel cuando fue a buscarlo a la universidad. Taehyung no quiso volver en aquel momento y Chulmoo lo condenó a vivir sin su apoyo para siempre. Pasaron cinco años de aquel instante, ahora estaba nuevamente en Seúl y vivía con su padre obligadamente, porque fue uno de los últimos deseos de su madre y aquella voluntad la respetaba con su vida.

A Taehyung le afligía que su padre no lo apreciara, por ello se empeñaba en seguir estudiando exhaustivamente, incluso después de haber terminado su carrera un año atrás. Se sentía tan miserable cada vez que se topaba con su progenitor en aquella casa situada al pie de una calle inclinada, que solo deseaba ser tan buen fisioterapeuta como se pudiera. Anhelaba demostrarle a Kim Chulmoo que valía la pena la carrera que eligió, que era feliz y que disfrutaba tanto su trabajo en el hospital Chung-Ang que no necesitaba nada más. 

Taehyung quería que su padre estuviera orgulloso de él, pero eso no estaba cerca de suceder.

—Ojalá pudieras perdonarme, padre —susurró hacia el cielo, dejando que aquellas palabras fueran arrastradas con el viento, para luego hundir, nuevamente, su rostro entre sus brazos.

Sobre una pista de atletismo, al otro lado de la ciudad, Jeon Jungkook se encontraba observando detenidamente el firmamento estrellado.

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