8

— Es un día hermoso.

— Sí que lo es.

La carroza de la familia real regresaba por fin luego de un largo viaje al palacio. El rey de Luque junto a su primogénito, Vegetta, admiraban la vista familiar que la plaza del reino les ofrecía, deseando por fin llegar a su hogar y tomarse un merecido descanso de unos minutos antes de volver al trabajo. Este último se encontraba aburrido, pues pensó que el acompañar a su padre le daría la libertad de visitar a fondo el reino al que ambos fueron, sin embargo, pasó todo el día dentro del otro palacio, escuchando charlas aburridas que debía aprender a manejar para cuando sea rey. Quería salir, quería saber más de otros lugares, pero parecía que, a este paso, solo conocería los interiores de cada palacio habido y por haber. Fue entonces cuando sus amatistas captaron un nuevo puesto que jamás había visto por la plaza por la que pasaba el carruaje. No lograba notar lo que se vendía, pero a la persona encargada de ese lugar sí. Alto, de cabellos dorados y pareciendo que le explicaba algo a uno de los compradores, aquel extranjero captó su atención pues nunca lo había visto en sus tierras. Al no pertenecer al reino, quería preguntarle sobre el lugar de donde vino, o si había visitado otras ciudades aparte de la suya ya que él mismo no era capaz de irse a otros reinos de no ser por temas políticos, por lo que al menos podría conocer a alguien que sí y vivir a través de sus historias. Se preguntó si aquel misterioso hombre se quedaría hasta tarde, pues sería perfecto presentarse a él sin la capucha y poder tener por fin una conversación normal con alguien que no sea de la realeza.

Porque sí, el príncipe Vegetta de Luque tenía un secreto: Escapaba del castillo durante las noches y se mezclaba con los pueblerinos para ver cómo era la vida en el pueblo a esas horas, siendo este el modo más cercano para él para conocer cómo era la vida más allá del palacio.

— ¿Sucede algo, Vegetta? Pareces distraído. — la voz de su padre lo hizo volver en sí, posando sus ojos ahora a él y negando con la cabeza.

— Solo observo a nuestro querido reino.

Sí, eso haría, saldría esa noche como suele hacer y entablaría conversación con el misterioso vendedor por una vez. De ahí todo volvería a la normalidad y él continuaría con su vida y sus esporádicas salidas nocturnas.

¿Verdad?

— ¿Aún está a la venta?

¡Fue lo único que se le ocurrió para iniciar la conversación! ¿Cómo era posible que él, Vegetta de Luque, un príncipe con muchos años de oratoria encima suyo, no supiera cómo presentarse adecuadamente y actuara como un ser sospechoso en la noche? Podía entender tranquilamente la expresión de desconfianza que el vendedor tenía en esos instantes. Se lamentaba, pero no pudo evitarlo: apenas lo vio más de cerca quedó cautivado con el rostro de ese muchacho y aquellos ojos verdes que le recordaban a las esmeraldas. Se quita la capucha para no seguir pareciendo peligroso, recibiendo por respuesta el precio de la escultura. Inglés, ¡genial! Sabía que debía elegir inglés en lugar de francés en sus clases de idioma. Bueno, al menos podía entenderlo a medias, ¿hablarlo...? Ya ese era otro tema. Cuando le dice el precio en español, Vegetta no pudo entender como una escultura tan bonita como la que quería comprar valía tan poco, ofreciéndole más por ella. Intentó, en un vago inglés, decirle lo hermosa que dicha escultura era, comparándolo con el vendedor y esperando no sonar patético (¿él, sonando patético? ¿desde cuándo hablar con otra persona se le hacía tan difícil?). Cuando ya tenía el objeto en sus manos, maravillado, sabe que no hay nada más que decir. No sintió el valor para preguntarle sobre su vida o sus posibles aventuras, ya hizo demasiado en esa noche estrellada.

Da media vuelta y comienza a irse, paso a paso, acariciando la escultura de estrella.

Estrella... alza la vista al cielo, ¿de verdad va a dejar todo así?

— ¿Podría tener el honor de saber tu nombre?

Aún tenía curiosidad por él, sentía que debían conocerse, como si su encuentro hubiese estado predestinado a pasar.

Logró que Foolish, como se llamaba ese viajero, aceptara verlo todas las noches posibles y contarle una que otra historia sobre sus esculturas. Estaba bien, no era lo que planeaba, pero no perdía nada al seguir viéndolo... si no contábamos sus horarios de sueño. Sin embargo, si seguir encontrándose en las noches le daba la posibilidad de continuar admirando a tan interesante hombre, Vegetta estaba dispuesto a continuar. Incluso se compró una pulsera rodeada de esmeraldas para presumirla por lo hermosa que era... y recordarle cada vez que la viera a los ojos del viajero.

 — ¿Son acaso esmeraldas lo que veo en tu brazo?

Roier lo detuvo en el pasillo, luego de ambos darse los buenos días.

— ¿Te gustan? Un poco de verde no me viene mal.

— Raro de ti que siempre usas morado, dorado o blanco. — respondió no muy convencido.

— Simplemente creo que el verde también combina conmigo.

— ¿Y cómo lo conseguiste? ¿Es un regalo de padre?

— Lo compré.

Y tan pronto como dijo eso, sabía que había cometido un error.

— ¿Lo compraste? Pero si nosotros ni salimos del palacio. — Roier comenzó a sospechar más, Vegetta debía pensar con rapidez.

— ¡Quiero decir! Le encargué a un guardia comprar la pulsera más hermosa para mí. — se excusó. Roier seguía mirándolo fijamente, aun sin creer sus palabras del todo.

— Si es así yo también quiero que me traigan cosas del exterior.

— ¡Por supuesto! El nuevo guardia ¿Cellbit? Habla con él, dile que son órdenes del hijo mayor y será suficiente. — rogaba dentro suyo que el novato le hiciera caso sin rechistar y lamentaba tener que hacerlo lidiar con la curiosidad de Roier.

— Pero no necesito usar tu nombre, ¡yo también soy un príncipe después de todo! Lo convenceré. — respondió.

Vegetta solo asintió mientras por dentro se aliviaba de haber salido de esta. Los dos entonces continuaron con su camino en dirección a tomar desayuno con su padre, aunque el futuro rey ya pensaba en la siguiente noche donde vería a Foolish.

Con los días pasando Vegetta podía jurar que no se había divertido tanto con alguien en años. Foolish era muy gracioso, interesante y astuto. Relataba cada historia como si la estuviese actuando e incluso hacía voces para cada personaje. El príncipe no podía creer la infinidad de pueblos que este había conocido, la gente que aportó mucho en quién es y las anécdotas que fueron inspiración para las esculturas que hacía. Cuando Foolish se enteró de quién realmente era él comprendió el porqué de su molestia, pero se alivió mucho al ser perdonado, pues no quería por nada del mundo perder la amistad que tenía con el joven de ojos esmeraldas.

— Entonces... ¿Un beso del príncipe de estas tierras sería suficiente para ablandar tu corazón?

Lo había dicho como broma, realmente era una broma, ¿entonces por qué se sentía nervioso luego de decir aquellas palabras? ¿Acaso quería... que Foolish aceptara? No perdió la postura, pero estaba ansioso por saber lo que el viajero haría. Con los segundos pasando y el silencio rodeándolos, optó por aclarar que todo se trataba de una simple mofa y agarró una pulserita que brillaba más que cualquiera entre los objetos a la venta. Tenía rubíes incrustados en ella, y a Vegetta le pareció muy hermosa, decidiendo comprarla y, de paso, revelando su futura boda. Ya no quería tener secretos con Foolish, lo valoraba demasiado como para ser completamente sincero con él.

A la mañana siguiente, aun bostezando, Vegetta caminaba por el jardín real en la espera de una reunión con su padre. Tenía la pulsera de rubíes en una bolsita transparente, recordando como Foolish casi se cae por buscar la más bonita para que Vegetta pudiera llevársela a casa. Le pareció tierno ello, pues ni siquiera era necesario.

— Príncipe Vegetta. — una voz femenina se escuchó en el jardín. El príncipe alzó la mirada, topándose con una hermosa mujer de cabellos dorados y atrayentes ojos lilas. — Me dijeron que te encontraría aquí.

— ¡Lady Akira! — el joven se acerca a ella y besa su mano. Luego de mirar a ambos lados y notar que no había guardias a la vista, la abraza con mucho cariño. — No sabía que vendrías hoy.

— Corrección: no recordabas que vendría hoy. — respondió, divertida.

Los dos dieron un paseo por los jardines como usualmente solían hacer desde hace un par de años. Cualquier que los viera de lejos podría decirte que era una pareja muy consolidada y unida, cómplices entre sí, pero la realidad era que simplemente se trataba de un par de amigos que se habían acostumbrado a actuar como enamorados cuando los demás los observaban.

— He estado un poco... cansado. — mencionó por fin.

— ¿De nuevo con tus salidas nocturnas? ¿Te sirve la capa que te regalé?

— Sí, y ¡ey! — susurraba ahora — Al menos, esas salidas me dieron como recompensa un regalo para ti.

Acerca la bolsita con la pulsera a la chica y se la pone. Esta sonríe emocionada.

— ¡Es muy hermosa! — alza su mano y mira cada detalle de la pulsera — espero que te haya costado una fortuna, porque quien la hizo merece eso y mucho más, ¡es magnífica!

— Sabía que te gustaría. — respondió, orgulloso como si él fuese el que la creó — El vendedor es un amigo mío, es demasiado increíble. Me contó que para los rubíes lo obligaron a hacer una búsqueda del tesoro y hasta peleó con toros que aparecían de la nada, ¡toros! Además, ¿ves los hilos con los que lo hizo? ¡Es una historia aún más loca el cómo los consiguió!

Continuó hablando sobre Foolish por lo que parecía una infinidad, pero Akira lo escuchó con el mismo interés que siempre le tenía, después de todo, se conocían desde pequeños y, aunque no se amaran románticamente, habían formado un lazo de amistad demasiado profundo.

— Veo que ese tal Foolish te tiene muy enamorado.

La frase inesperada de su prometida sorprendió al príncipe, quien se detuvo en su relato pues no había pensado hasta entonces en lo que sentía por Foolish.

— Creo que hay un malentendido, Akira. Foolish y yo somos muy buenos amigos. — pero por primera vez se sintió extraño al decir aquella palabra.

— Por supuesto, Vege, claro que sí. — y ella rio, dándole unas palmaditas en la espalda — Solo fue una inocente broma, no te preocupes.

— Además, tú y yo nos casaremos, no hay tiempo para enamorarse.

— Lo sé, lo sé, pero ni creas que te besaré ni nada en nuestra luna de miel, ¿eh?

Ambos rieron, pasando el tema de sus sentimientos hacia Foolish a segundo plano.

Los días continuaron y el príncipe seguía visitando al viajero, sin embargo, no dejaba de pensar en las palabras de la rubia, incluso aunque solo hayan sido de broma. Cada vez que veía a Foolish se ponía nervioso ante la idea de pensar que le gustaba, lo miraba constantemente y se preguntaba qué hacía diferente a ese chico de ojos esmeraldas de su relación con otras personas como Akira o Roier. Quiso seguir con su jugueteo habitual con él, aunque luego, al llegar al castillo cada noche, terminaba tirado en su cama, sonrojado de vergüenza al recordar todos los coqueteos que le hacía inconscientemente, incluso más notorios que antes. Recordó aquella vez donde le insinuó entre bromas besarlo y no pudo con la realización de que, en efecto, sentía muchísima curiosidad por saber qué se sentirían los labios de Foolish junto a los suyos.

Al final tuvo que aceptarlo: se había enamorado.

Empero, ¿qué podía hacer? Sus vidas, al final de cuentas, no iban en la misma dirección, ni siquiera sabía cuándo Foolish decidiría irse del reino y jamás volverlo a ver. Retomó la compostura y se miró al espejo: él, príncipe Vegetta de Luque, podía con este sentimiento y se lo iba a guardar.

Estaba seguro de ello, ¡claro que sí!

— Because I... am in love with you, Veyitta.

Al menos hasta que el mismo Foolish le confesó que estaba enamorado de él.

Vegetta sintió perder la compostura, aquella máscara inquebrantable que lo ayudaba a guardar ese sentimiento que creyó no era recíproco comenzó a hacerse trizas a la par que el nerviosismo en sus manos y el latir incesante de su corazón aumentaban. Foolish también lo amaba. Por primera vez lo demás ya no importaba, ¿por qué importaría? Si el hecho de que la persona de la que se enamoró decía que lo amaba, ¿ya con eso no es suficiente para toda la vida?

Decidió entonces echar todo a la suerte y probar, aunque sea por esos momentos, el dulce sabor de la felicidad.

— ¿Sería tonto de mi parte si...admito que también estoy enamorado de ti?

¿Qué increíble es el amor para alguien que lo descubre por primera vez? Vegetta se sentía en las nubes, todo parecía brillar y el saber que Foolish lo esperaba cada noche para besarlo y decirle lo mucho que lo quería era motivación suficiente para dar lo mejor de sí en el reino. Era el primero en asistir a las reuniones y el último en irse, prestaba más atención de lo normal a cada palabra de su padre, "peleaba" con Roier para ver quién era el mejor en llegar con soluciones para los deberes reales y para el pueblo, y mostraba un aire más amigable y auténtico con cualquier persona que se le cruzaba. Sabía que, al final del día, todo eso sería recompensado cuando se encontrase en los brazos de su Foolish.

Su Foolish, así como él era su Veyitta. Se sonrojaba como bobo enamorado cada vez que recordaba al viajero decir su nombre y recibirlo con muchos besos

Una noche, Vegetta observaba a la gente disfrutando de un baile que su padre había organizado debido a la unión económica entre su reino y uno más allá del mar. Estaba aburrido pues ese día no podía visitar a Foolish, preguntándose si su amado estaría pensando en él o creando alguna escultura o baratija maravillosa.

— ¡Ehh! ¿Por qué tan distraído, princigetta? — la voz de su hermano lo sacó de sus pensamientos. Este lucía igual de elegante que él, aunque Vegetta pudo notar que su cabello estaba desordenado. — ¿Problemas en el paraíso?

— ¿Y en el tuyo? — alzó una ceja, recibiendo por respuesta solo un silbido nervioso por parte de su hermano.

— Así me pagas por preocuparme por ti. — fingió indignación, pero solo recibió una risa de parte del mayor. — Ya en serio, ¿te pasa algo? Desde acá puedo ver a Akira pasándola bien con las otras doncellas, ¿por qué no bajas con ella?

— Iré luego. Ahora, solo estaba pensando en que me gustaría estar en otro lado en lugar de asistir a este baile.

— ¿Y por qué no se lo dices a padre y lo haces?

— Porque no es tan sencillo. — respondió — Es algo que... impactaría mucho no solo a mi vida, sino a la de varias en el reino — Observó a Akira, quien sonreía grácil frente a los demás. — Pero, me haría muy feliz.

— ¡Okay! Ya me dio curiosidad ¿Piensas asesinar a alguien o qué? — Roier ladeó la cabeza y Vegetta negó entre risas — Pues entonces sigo sin verle el problema. Si hay algo que te inquieta deberías decírselo a padre.

— No sé si acepte mi petición, eso es todo.

— ¿Y cómo lo sabes? Ah, no seas tan pegado a las formalidades. Si hay algo con lo que no estás de acuerdo, o quieres hacer, o quieres cambiar, convérsalo con él, estoy seguro de que entenderá. — refutó. — Mira, no sé lo que sea y "respeto" — hizo el además con sus manos — que no me lo quieras decir, pero estoy seguro de que, si es algo que realmente te hace feliz, padre aceptará que lo hagas sin rechistar.

Hablar con su padre...

— Si no arriesgas, no ganas. — dijo Roier, antes de que una nueva canción comenzase a sonar y las parejas se reuniesen para iniciar con el baile. Akira alzó una mano para llamar la atención de los dos — Te dejo, esta música es muy romántica y no quiero ser el sujeta vela hoy — rio, acercándose a su grupo de amigos que lo esperaban.

Vegetta caminó hacia su prometida con la conversación con Roier aun en su mente.

— ¿Me concede esta pieza, lady Akira? — hizo una reverencia y le ofreció su mano a la rubia, quien sonreía mientras las miradas de los demás invitados se posaban en ellos.

— En esta y todas las vidas, mi príncipe. — respondió, tomando su mano y con esos ojos lilas tan bonitos y radiantes hacia él.

Se acercaron a la pista de baila y danzaron aquella melodía lenta y romántica de la que Roier se quejó minutos atrás. Con ya pocas miradas en ellos, los dos podían relajarse y disfrutaban del baile como dos simples amigos que iban a una fiesta. Akira le contaba sobre las historias que las otras doncellas le relataron y Vegetta reía ante ello, mas su mente aún debatía la idea de hablar directamente con su padre e ir contra su destino. Si es que el rey aceptaba su petición, ¿realmente podría vivir su amor con Foolish y ya? ¿Sería tan simple como eso? No dudaba de la palabra de Roier, pues su padre siempre fue un alma bondadosa con ellos y su madre. Aun así, esto era un compromiso de años al que Vegetta nunca se negó, sumado a la enfermedad del rey, no estaba seguro de que tan fuerte sería el impacto de decirle a su papá que ahora él quería cancelar su compromiso y casarse con un plebeyo que ni del reino era.

La música terminó, hizo que su prometida diera una vuelta y ella terminó en los brazos del príncipe, sonriendo ambos hacia el otro y escuchando levemente avergonzados los aplausos de los demás invitados hacia su espectáculo.

— Creo que bailar es una de las cosas más maravillosas que puedes hacer con las personas que quieres. — le susurró Akira, mientras los dos se retiraban de la pista.

— En efecto, lo es.

Y ahora que lo pensaba, nunca había bailado con Foolish.

— ¿Podría tener el honor de bailar contigo durante esta noche iluminada por las estrellas?

Foolish ladeó la cabeza mientras miraba divertido a un Vegetta, muy formal, ofrecerle su mano. Estaban en la habitación del viajero cuando el príncipe se paró de la nada y dijo aquella frase.

— ¿Bailar? — repitió el rubio.

— ¿To dance? Creo que se dice así. — Foolish asintió — Venga, no me dejes con la mano en el aire, my love, me enojaré contigo de ser así.

— It won't be the first time, y me encanta cuando nos reconciliamos — ambos rieron. Foolish se paró y no solo tomó la mano de Vegetta, sino que también lo acercó a él agarrándolo de la cintura con su otra mano libre, sonrojando al príncipe. — ¿Y qué bailaremos, mi amor?

— Tengo algunas melodías en mi mente, de los múltiples bailes a los que he asistido.

— Oh, entonces no tienen nada de especial. — respondió Foolish, mirando hacia el techo como si de ahí le llegaría alguna idea y ante la mirada curiosa del azabache. — ¡Lo tengo! Veyitta, let's create a new song!

Vegetta no entendió al principio a qué se refería hasta que Foolish comenzó a silbar y tararear lo primero que se le ocurriese mientras que, al mismo tiempo, comenzaba a moverse junto al príncipe dentro de esas cuatro paredes. El de ojos amatistas comenzó a reír y le siguió el juego, moviéndose torpemente junto al viajero conforme añadían nuevos sonidos y sin dejar de sentir las mejillas adoloridas debido a las risas que no dejaban de soltar, llegando al punto de tener que aguantarse al escuchar como la habitación del costado golpeaba la pared y les gritaba que se callaran. Nunca en su vida Vegetta había bailado tan chistosamente y sin un orden que seguir, pero podía jurar que este era el mejor baile de su vida.

Estar con Foolish era lo mejor de su vida.

— Foolish... — susurró, mientras el aludido lo rodeaba en sus brazos y lo hacía caer en la cama junto a él — ¿Qué opinas de que le diga a mi padre que quiero cancelar mi matrimonio?

Ese día fue la primera vez donde el príncipe realmente consideró la idea de un futuro junto a Foolish.

Con el pasar de los días, aquella pregunta dejaba de ser solo una idea en su mente y poco a poco se convencía de que era la mejor opción para todos. El camino de la paz, una muy sencillo si lo pensaba con detenimiento, pero no por ello menos efectivo.

Romper su compromiso, presentar a Foolish como su pareja, ser rey, casarse con el amor de su vida.

Su padre entenderá, estaba seguro ya que, luego de todo, siempre veló por la felicidad de sus hijos. En cuanto a Akira iba a ser igual, ella siempre ha sido su mayor apoyo y no pensaba dejarla en el abandono ni a ella ni a su familia. Todo iría perfecto, estaba seguro, no había nada que pudiese evitarlo.

Sí, nada iba a cambiar sus planes. O, al menos, eso es lo que pensaba Vegetta hasta que llegó a su habitación del castillo, el día donde le prometió a Foolish que todo cambiaría.

Y sí que cambió.

Roier se encontraba ahí, con el rostro empapado en lágrimas. Apenas vio a Vegetta corrió hacia él y le dio un golpe en el pecho que lo hizo retroceder.

— ¿¡Dónde estabas!? — gritó, mientras el príncipe le hacía señas para que bajase la voz — ¡No te atrevas a callarme!

— Roier, ¿qué sucede? ¿Por qué estás llorando? — lo tomó de ambos hombros y lo jaló hacia él, abrazándolo — ¿Roier?

— Padre, él... — se aferró al cuerpo del de ojos amatistas, volviendo a llorar — ¡Está al borde de la muerte!

Eso fue suficiente para que Vegetta corriese a la enfermería del palacio. Llegó junto a su hermano, encontrándose con los médicos que le informaron lo sucedido. El rey había sufrido un infarto, salvándose gracias a que Roier lo encontró, aunque un buen rato después del ataque. El corazón de Vegetta se sentía destrozado al entrar a la habitación y ver a su padre con los ojos cerrados, respirando lentamente. Tomó sus manos, rogando poder volver a hablar con él, como las charlas nocturnas que ambos tenían cada vez antes de irse a dormir, charlas que poco a poco cesaron cuando Vegetta comenzó a escaparse en las noches con mayor frecuencia. Una sensación de incomodidad y culpa recorrieron su cuerpo. Quizá, si seguía ahí pudo haber evitado que el rey pasara mucho tiempo inconsciente en el piso debido al infarto. Pudieron haber actuado más rápido, pudieron haber hecho muchas cosas... pero no, mientras su padre sufría del dolor, él estaba feliz en una habitación besándose con Foolish.

Era estúpido lamentarse ya, pero no por ello aquella sensación cesaba.

Sintió las manos de su padre apretar las suyas débilmente. Vegetta lo vio abrir los ojos y una sonrisa apareció en su rostro, queriendo abrazarlo, pero deteniéndose al escuchar a los médicos decirle que le dé su espacio. Este aceptó, dejando que los profesionales se encargaran.

Los siguientes días fueron más ocupados de lo normal. Por supuesto, debían acelerar el ascenso al trono de Vegetta, por lo que este pasaba de reuniones en reuniones viendo todo de lo que se haría cargo ahora y visitando a su padre que se recuperaba a pasos muy lentos. En uno de esos días, los dos por fin tuvieron una charla amena, sintiendo Vegetta que quizá esto solo fue un susto y su padre se pararía de ahí y le diría que lo acompañe a las afueras del reino a ver a los campesinos, o visitar las tienditas y aprender más sobre los productos que importaban. Lo que sea él lo aceptaría: solo añoraba más tiempo con su padre en vida.

— Siento que... mi tiempo aquí está por concluir. — Vegetta agarró la mano de su padre mientras le rogaba que no dijera eso — Mi adorado Vegetta, estoy feliz de al menos dejar el reino en tus manos mientras yo me reuniré con tu madre en el más allá.

— Padre, debes recuperarte, no pienses lo contrario.

— Sabemos que no será así, y está bien, es el destino después de todo. — lo miró con calidez, ambos pares de amatistas transmitían todo el cariño que ambos se tenían. — Me gustaría pedirte un último favor...

— Lo que sea, dímelo y lo cumpliré.

— Me gustaría... poder asistir a tu boda antes de que mi tiempo en este mundo termine.

La boda.

Vegetta había olvidado por completo que pensaba romper su compromiso. Se sentía culpable. Ahora con su padre al borde de la muerte, este podría tener un golpe fulminante si le decía que amaba a un plebeyo. Se mordió el labio, tenía que pensar con claridad. Tiene que hacer sacrificios como el futuro líder de su nación y para darle un último regalo a la persona que lo cuidó desde que nació. Tiene, tiene, tiene. Él mismo dijo que era algo que ya había aceptado desde muy temprana edad.

Tiene qué... pero la imagen de Foolish esperándolo le hizo pequeño el corazón.

Movió la cabeza en señal de negación. Él tiene... él debe seguir con su destino, con su camino.

Incluso si dolía, esta era su vida.

— Claro, padre, arreglaré todo para que la boda sea lo más pronto posible.

A Vegetta nadie lo había preparado para sentir lo que realmente era un corazón roto. Acababa de salir de la habitación de Foolish, con el frío de la noche recibiéndolo y arreglándose la ropa, recordando con tormento las palabras dolorosas que pactaban el rompimiento de su relación. Incluso si luego de ello decidieron amarse por última vez, no le quitaba la amarga sensación de su boca el saber que le mintió al decirle que prefería a su reino antes que él. Así mismo, se sentía miserable ante la idea de abandonarlo todo por Foolish, pero su corazón le imploraba que hiciese eso, mientras la razón lo obligaba a continuar.

"No te vayas..." Fue lo último que le escuchó susurrar a Foolish. Vegetta no respondió, creyendo que era mejor para ambos mientras cerraba la puerta y, con ello, su amor.

Los días siguientes pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Todo tuvo que avanzar rápido, pues nadie sabía cuándo sería el último día del rey. Vegetta se encontraba ahora junto a Akira, quien se probaba distintos vestidos de novia frente suyo.

— Perdona que tenga que ser ya, pero es el último deseo de mi padre y, a fin de cuentas, nos casaremos igualmente.

Ella no respondió. Por otro lado, de un salto se paró frente suyo.

— Ayúdame con las tiras de este. — Vegetta así lo hizo, pidiéndole que se dé la vuelta — Está bien, Vege, ¿qué es un día más o un día menos? Para nosotros, seguirá siendo lo mismo. Eres mi mejor amigo y unos papeles no cambiarán la relación que tenemos, aparte, dijiste que me haría cargo de una parte de los comercios exteriores y los acuerdos con los demás reinos, por lo que podré viajar mucho y conocer tantos sitios que ni se sentirá que estamos casados, ¡soy tu mejor opción pues he estudiado mucho para ese cargo! — rio — Sin embargo... ¿estás bien con esto?

— ¿Por qué no lo estaría? — respondió, con un tono de voz bajo.

— Porque estás enamorado del vendedor de baratijas. — Vegetta se apartó de ella y lo miró asustado, ¿acaso sus escapadas eran de conocimiento público? ¿Quién lo había visto? ¿Su padre lo sabía y por eso quiso adelantar la boda? — Descuida, nadie me lo ha dicho. — respondió la mujer, como si le leyese la mente.

— ¿Entonces?

— Vege, por las estrellas, se te nota cada vez que me hablas de él. — se acercó al príncipe y comenzó a hablarle en un todo más bajo, atentos a cualquier guardia que se encontrase cerca de su habitación — Aquella vez que te dije que era broma... no lo era. Cuando me contabas sobre la pulsera lo noté en tus ojos, en tus expresiones. Ese muchacho te interesaba demasiado. Creo que en ese entonces ni tú eras consciente de lo que realmente sentías — Vegetta aún no decía palabra alguna — luego me percaté que un día te veías diferente: más feliz, más animado, ¡recuerdo que cuando nos vimos me tomaste de las manos y comenzamos a bailar! Supe así que algo había pasado, seguro ya habían confesado lo que sentían, ¿me equivoco?

— ¿Cómo es posible...?

— Nos conocemos desde pequeños, ¿cómo no me voy a dar cuenta? — ella le dio un abrazo para reconfortarlo, sabía que lo necesitaba.

— Akira, lo siento tanto. Debí decírtelo.

— No, está bien, entiendo la posición en la que te encontrabas. — ella lo suelta, sonriéndole — y respecto a eso no tienes que pedir perdón, no te amo en ese sentido y solo para el reino somos pareja.

— Aun no entiendo como no pudiste enamorarte de alguien como yo. — dijo, sarcástico

— Y aun no comprendo cómo no te enamoraste de alguien como yo. — respondió ella de la misma manera.

Terminaron riendo, una sonrisa genuina por parte de Vegetta luego de varios días pesados. Akira estaba complacida con haber podido lograrlo.

— Pero Vegetta, volviendo al tema: Solo quiero asegurarme de que la decisión que estás tomando es la correcta para ti. A mi familia y a mí nos conviene tanto este matrimonio como a ti y al reino, pero antes de eso tú eres mi amigo. — Los ojos lilas de Akira, casi iguales de intensos que las amatistas de Vegetta, lo miraban fijamente — Has hecho mucho por mí durante todos estos años y te seguiré a donde sea, pero quiero estar segura de que esto es lo correcto para ti ¿Qué es lo que tú quieres, Vegetta?

"And what do you want, Veyitta?"

— Toda mi vida se me ha dicho que seré rey y me casaré contigo.

— Eso no responde mi pregunta.

Vegeta arrugó la nariz.

— Respecto a Foolish... fue algo del momento, un error que no debió pasar. — cada palabra dicha era un puñal en su corazón, dándose cuenta de que las mentiras dolían. — Mi reino es prioridad, me necesitan, nos necesitan, y nuestros padres estarán más que encantados de vernos gobernar juntos, después de todo...

— ... Ese es nuestro propósito. — termina Akira, suspirando — Eres un terco de primera, solo júrame que estarás bien.

— Eventualmente sí. — se muerde el labio — ¿Tú estás bien con todo esto?

— A donde sea que vayas o lo que sea que digas, yo te apoyaré.

Vegetta asintió y se volvieron a abrazar.

— Príncipe Vegetta, el carruaje real ya se encuentra disponible para llevarlo hacia la iglesia.

Era la noche de la boda. La voz de uno de los caballeros se escuchó al otro lado de la habitación del príncipe. Este les dijo que le dieran unos minutos, pues en ese instante se encontraba mirándose al espejo, admirando el traje que llevaba ese día pero con una mueca de tristeza grandísima en su rostro. Se sacó la pulsera de esmeraldas que tenía consigo y la apretó junto a su pecho, aguantando las ganas de quebrarse ahí mismo y llorar por lo que estaba por hacer. Debía ser fuerte, debía continuar con su destino como rey, no había marcha atrás. Él debía...

Pero recordar los ojos luminosos de Foolish mientras decía que lo amaba lo destruían por completo. Recordar los abrazos y besos que recibió hace unos días de su parte, el encuentro de los dos, la despedida fría y decirle que prefería a su reino antes que él, eso, tan solo eso, era suficiente para que el príncipe apretara con más fuerza la pulsera y susurrara lo mucho que lo sentía a un Foolish que jamás escucharía sus palabras. Un casi imperceptible ¡crack! Se escuchó, logrando que el muchacho abriese su puño y viendo como las esmeraldas comenzaban a caer al piso al haberse roto la pulsera. Vegetta se desesperó, tirándose al piso y comenzando a recolectarlas como si su vida dependiera de ello.

— Ustedes no, por favor, por favor no... — decía, mientras tomaba las últimas piezas que quedaban en el piso y las observaba con dolor — my Foolish, ay... mi querido Foolish.

Irónico que la pulsera se quebrara al igual que su relación: ambas por la misma decisión de Vegetta.

El camino en carruaje fue silencioso, con Vegetta solo teniendo ojos para las esmeraldas que ahora reposaban en una bolsita que antaño Foolish le regaló. Las guardó en uno de sus bolsillos, procurando que no se cayeran, y bajó del carruaje cuando este se detuvo. Intento lucir calmado, pero al ver a Foolish entre la multitud sintió su corazón destrozarse otra vez en pedacitos. Le suplicó salvarlo, rogando que este entendiera sus palabras, empero, fue imposible. Cuando separó su vista de las esmeraldas quería gritar y salir corriendo de ahí, ir a su lado y escapar los dos sin importar el destino. No quería que ese rostro afligido de dolor fuese lo último que viera del viajero... pero no pudo hacer más. Ingresó a la iglesia y esperó por Akira, sellando su destino y dando por terminado su historia de amor con Foolish.

El rey murió una semana después de la boda y Vegetta sintió que había perdido una parte más de él. Luego del funeral, los ahora rey y reina caminaban por los jardines reales hablando con nostalgia sobre el difunto rey. Roier los acompañaba, un poco atrás de los dos, aún dolido por la pérdida.

— Primero madre, ahora padre. — susurró el menor — se siente un vacío sin sus presencias.

— Piensa que ahora se encuentran juntos, donde sea que sea y amándose por la eternidad. — respondió Akira, intentando darle ánimos, incluso si ella se sentía igual de destrozada que él.

Fue entonces que Vegetta detuvo su caminar, volteándose hacia su hermano y captando la atención de este y su esposa. Su mirada era seria y cansada, pero no por ello menos firme.

— Vamos a honrarlos haciendo de este reino más próspero de lo que ya es. — alzó sus manos, intentando animar a los otros dos — ya no es momento de lamentos.

Al finalizar esas palabras, tomó la mano de Akira y, caminando hacia Roier, los abrazó a ambos. Los dos se sorprendieron al inicio con aquella acción tan inesperada del rey, pero lo aceptaron y sonrieron.

Era momento de trabajar.

Los años pasan rápido cuando estás realmente ocupado, para el rey Vegetta de Luque ese era un hecho más que acertado. Se encontraba la mayor parte del día atendiendo deberes reales, asistiendo a eventos en otros reinados junto a Akira y finalmente conversando por horas con Roier, quien aún le insistía con la idea de ser rey, pues en los ahora seis años de matrimonio que Vegetta llevaba no había nacido ningún heredero, lo cual era entendible, aunque solo para la pareja pues, después de todo, no llevaban más que una relación amistosa cuando los ojos del reino no se posaban sobre ellos. Pensaron en la opción de adoptar y hacer pasar a aquel niño como suyo, pero el tiempo los mantenía tan ocupados que era un punto que habían dejado de lado mientras seguían enfocados en sus propias responsabilidades. Hablando de eso, el reino prosperó muchísimo bajo el mando de los reyes de Luque, dejando más que satisfecho a Vegetta, quien había logrado cumplir con lo prometido a su padre, a Akira y a Roier.

Aun así, eso no significaba que él se encontraba completamente feliz.

— Sus altezas, obrigada por dejarme realizar mi boda en el jardín real. — la jardinera Bagi dio una reverencia a los reyes luego de que su ceremonia había terminado, cuando todos los demás ya se encontraban festejando la unión de esta y la florista del reino.

— No tiene nada de qué agradecer, Bagi. Después de todo, has servido a este reino por tantos años que es lo mínimo que puedo hacer. — respondió Vegetta.

— La boda fue maravillosa, se nota que las flores que usaron fueron elegidas personalmente por ambas, no recuerdo haber visto otro matrimonio más lindo que este. — esta vez fue Akira quien habló, agarrada del brazo de Vegetta y recostando su cabeza en su hombro.

— Jamás podríamos compararnos a la boda de ustedes.

— Where is my wife? Where is my wife I wanna kiss her! — una cuarta voz se acercaba a ellos. Tina, como la conocían los reyes, apareció y, al darse cuenta de su presencia, se detuvo y dio otra reverencia mientras tomaba de la mano a la jardinera. — ¡Altezas! Un honor realmente habernos dado la oportunidad de usar su jardín.

— No hay de qué. — Vegetta sonrió con ternura al ver como las dos jóvenes se miraban con cariño — Me alegra que hayan podido encontrar el verdadero amor.

— ¡Como usted y la reina Akira! — respondió la florista, sonriente.

— Sí, como la reina Akira y yo. — asintió.

Tina suspiró y, luego de un corto beso a los labios de su esposa, continuó conversando con los reyes.

— Sadly, por más que amo este día y lo conservaré por el resto de mi vida en mis recuerdos, no estuvo toda la gente que quería — se lamentó — there is someone in particular that... que me hubiera gustado ver aquí, pero hace mucho que no sé de él.

— ¿Oh? ¿Veo que era alguien importante en su vida, lady Tina? — preguntó curiosa la rubia.

— Yeah! Un gran amigo mío, no creo que lo hayan conocido. Era... una persona pasajera en la vida de todos, aun así, cala en tu corazón y deja una gran huella.

— Por lo que me relatabas de él, debe ser verdad. — comentó Bagi, abrazándola. — ¡Ojalá pueda conocerlo algún día!

— ¡A mí me gustaría volver a verlo!

— ¿Pero no hay un modo de que puedas contactarlo? — inquirió Vegetta — Quizá no pudo estar para la boda, pero podríamos invitarlo al reino para que felicite a las recién casadas.

Tina sonrió, mirando al cielo con nostalgia.

— Well, es difícil al saber que él no tiene un lugar fijo a donde enviarle una carta. — dijo — Foolish era... una persona que amaba mucho viajar.

Al escuchar ese nombre, Akira observó el rostro de Vegetta quien, pálido, no dejaba de observar a la florista.

— ¿Foolish, dices? — susurró.

— Ah, sí. Él vendía de todo en la plaza del pueblo. Solo estuvo aquí por... alrededor de medio año o más, pero fue un gran amigo.

No podría tratarse de otro más que de su amado. Vegetta se encontraba nervioso, hace años que no escuchaba ese nombre fuera de sus pensamientos. Akira notó esto, tomando la mano del rey.

— Seguro que lo fue. — dijo él, por fin — Si nos disculpan, creo que hay más personas que quieren felicitarlas por su boda y no queremos interrumpir.

Por más que sus vidas se alejaron desde hace años, Foolish reaparecía ante él de una forma u otra. Cada noche desde la última vez que sus ojos se encontraron, cuando los demás dormían y solo las estrellas eran su compañía, Vegetta bajaba al jardín real y observaba por horas a los astros que le hacían recordar la chispeante personalidad de Foolish, ¿qué sería de él? Eran ahora nueve años los que pasaron desde la última vez que lo vio, y recordar todo el cariño que ambos se profesaban era el único alivio que se permitía sentir al finalizar los días. Lo extrañaba demasiado, cada día, y rogaba que donde sea que se encuentre sea feliz, incluso si no es con él, incluso si la sola idea de pensarlo junto a alguien más le hacía hervir la sangre de celos, ¿qué derecho tenía Vegetta para sentir aquello? Si fue por él mismo que la relación entre los dos culminó.

Rogaba a las estrellas que lo cuidaran con sumo amor, del mismo que él fue incapaz de retribuirle al tomar su decisión.

— Yo... todavía te amo, Foolish. — dudaba en susurrarlo cada noche, no sintiéndose merecedor de pronunciar esas palabras y el nombre de la persona que tanto amó en el poco tiempo que tuvieron.

Luego de recordarlo cada vez con aires de tristeza y nostalgia, el rey Vegetta retornaba a su habitación, preparándose para repetir su día en ese ciclo sin fin.

Fue en una noche de tormenta donde Vegetta caminaba de un lago a otro en su habitación. Conversaba con Roier sobre los tratos políticos que se plantearían con un reino vecino mientras que, al mismo tiempo, esperaba por Akira quien había salido con unos guardias a un pueblo cercano debido a que había sido invitada para la inauguración de una escuela. Sentía su corazón pesado, señal de un mal presentimiento, y Roier solo intentaba calmarlo, aunque su propia voz era suficiente para comprender que estaba igual de preocupado que él. En eso, el estruendoso relinchar de un caballo acompañado de truenos y gritos desesperados los alertó. Corrieron a la entrada del castillo, protegidos por varios guardias, dándose con la impactante sorpresa de solo encontrar a uno de los guardias reales asignados a Akira, con la armadura manchada de sangre y heridas por todas las partes visibles del cuerpo, cargando a la reina con las pocas fuerzas que aún le quedaban.

Vegetta sintió que el mundo se le caía. Corrió desesperado y la cargó entre sus brazos, notando su tan hermoso vestido estaba roto y ahora más rojo que blanco. Su cabello mojado, sin la corona de flores con la que la vio partir en la mañana y con una hilera de sangre caer de su boca, que tenía raspones y heridas por doquier.

— Rey Vegetta, príncipe Roier. — dijo el guardia entre jadeos — emboscada... eran muchos... lo siento, solo logramos escapar los dos. La reina sigue viva, pero no creo que le quede mucho...tiempo... — cayó al suelo, inconsciente.

— ¡Cellbit! — gritó el menor, acercándose al hombre y llamando luego a los demás guardias — ¡Rápido, llévenlo a la enfermería! Vegetta, ¡suelta a Akira, tienen que llevarla también!

El rey estaba estupefacto, por lo que Roier tuvo que agarrar a la joven lo más delicado posible para que los demás se encargaran de darle los primeros auxilios. El menor de los hermanos sacudió a Vegetta agarrándolo de los hombros para hacerlo volver en sí, pero este no podía creer como su tan querida Akira, a quien había visto bailar y reír el día anterior, quien le dijo que siempre haría lo posible para hacerlo feliz y él a ella igual, se encontraba muy mal herida e inconsciente.

— No puedo perderla... — susurró, cayendo de rodillas al suelo — No a ella tampoco...

— ¡Deja de lamentarte y vamos a verla! — gritó Roier, desesperado — ¡Si te quedas aquí, esa escena será lo último que recuerdes de Akira!

Lo levantó como pudo y ambos se dirigieron a la enfermería. Esperaron lo que se sintió como horas, dando vueltas en sus lugares sin saber el estado tanto de la reina como del guardia. Al ver al médico principal salir los dos se acercaron y exigieron saber el estado de las dos personas a su cargo.

— Altezas — dijo, dando una reverencia que a ambos hermanos les dio igual, pues querían respuestas ya — El guardia Cellbit se encuentra estable, le tomará un par de semanas recuperarse de sus heridas para volver a su cargo. En cuanto a la reina Akira — miró a Vegetta, quien tenía los ojos sin su brillo característico, esperándose lo peor — las heridas son muy profundas, no creemos... que pase de esta noche.

— ¡Pues te ordeno que evites eso!

— No es tan sencillo, su alteza. — respondió con nerviosismo — lo lamento mucho.

— Vegetta... — Roier se dirigió a su hermano, quien tenía los hombros encogidos y los ojos cristalizados.

— Aunque sea... ¿puedo verla? — exigió entre lamentos el rey, a lo que el médico asintió.

Así lo hizo, entró por la puerta y se encaminó hacia la habitación donde su amiga de toda la vida se encontraba. Al ingresar, la notó con muchos aparatos prendidos a ella, respirando levemente y con una máscara de oxígeno que la ayuda a seguir. Aun si apenas podía respirar, los ojitos de Akira se iluminaron cual luceros al ver a Vegetta acercarse a ella y tomarla de la mano. Le sonrió débilmente, intentando pararse, pero deteniéndose al sentir el dolor en su cuerpo.

— Mi Vege... — susurró, pues le costaba hablar — Me voy a morir... ¿verdad?

— Me niego. — respondió, ya con lágrimas en los ojos — Tú no, por favor, tú no.

— No pensé... que habría ladrones en el camino de regreso... ladrones muy bien armados. — tosió sangre, alarmando a Vegetta, mas ella le pidió que no se alejara de su lado y se sacó la máscara — todas mis joyas... casi todas se las llevaron.

— No importa Akira, puedo conseguirte más, todas las que quieras. Solo no te vayas de mi lado.

— Ay, Vege... no quiero irme, pero siento que así será. — apretó las manos del rey, lágrimas salían de su rostro — he sido muy feliz todos estos años, he... sido muy feliz desde que nos conocimos de pequeños.

— ¡Y seguiremos siendo felices juntos!

— Déjame... terminar de hablar — le interrumpió — Pensé que te odiaría el día que me enteré que era tu prometida, pero... has sido el mejor, mejor amigo que hubiese podido soñar. Y el mejor esposo, el mejor confidente... el mejor rey.

— Akira, suena como a una despedida.

— Estoy intentando irme con estilo, por favor... — quiso sonar graciosa, pero la mirada preocupada de Vegetta le hizo dar cuenta de que nada lo iba a hacer cambiar de expresión — He sido muy feliz... todos estos años. A tu lado, con el reino, con los viajes... conocí muchas personas inolvidables, aunque... no pude encontrarlo.

— ¿A quién? ¿A quién buscabas, Akira?

Sus ojos lila se reencontraron con las amatistas de Vegetta.

— Al vendedor de baratijas... ¿Foolish? No pude encontrarlo...— los ojos de Vegetta se agrandaron de la impresión. — Aún llevo su pulsera conmigo, es de mis joyas más preciadas. — en efecto, aquella pulsera de rubíes seguía en el brazo izquierdo de la rubia, brillando con la misma intensidad que el día en que Vegetta se la regaló, siendo la única pieza de joyería que los ladrones no se llevaron de ella pues esta lo protegió como si fuese el tesoro más preciado — Quería agradecerle porque es muy bonita... — volvió a toser, la sangre seguía aumentando.

— ¡Akira! Llamaré al doctor.

— ¡No! — le suplicó — ya es tarde para mí, y quiero... que seas tú lo último que vea antes de morir.

— No vas a...

— ¿Me puedes... hacer un favor? — Vegetta, suspirando pesadamente, asintió — ¿Podrías... buscar a ese vendedor de baratijas y decirle que lo amas?

— ¿Qué estás diciendo, Akira?

— Nunca lo dejaste de amar, no soy tonta, Vege... — sonrió nuevamente — El día de... la boda de Bagi y Tina, cuando vi tu reacción al nombre de Foolish... supe que debía hacer algo al respecto.

— Oh, Akira...

— Tú jamás moverías un dedo por tu propia felicidad porque eres un cabeza dura que se alinea a las reglas. — afirmó, sin detenerse para tomar descansos — El día de nuestra boda prometí hacerte feliz, por lo que comencé mi propia búsqueda, aprovechando los viajes como mi deber de reina. — suspiró — Quiero... que lo busques y seas completamente feliz, como yo lo fui, y quiero... que le digas todo lo que te has guardado durante estos años, por favor... no hay nada que me alegraría más ahora que verte sonreír del mismo modo que hace años... sé que tu felicidad está a su lado.

No se merecía a Akira.

— Pero eso no es todo... — ella tosió, cada palabra dolía por sus heridas, pero no por ello se detenía — Quiero... que viajes a todos los lugares donde estuve, hay muchas personas que... de las que quiero despedirme... aunque no sea personalmente ya. Amigos muy preciados para mí durante todos mis viajes.Tengo muchas cartas... en mi escritorio... para ellos, así que por favor... ¿harías eso... por mí?

— Yo haría todo y más por ti.

— Me alegro.

Vegetta acarició los dorados cabellos de su esposa y besó su frente con la mayor delicadeza posible. Akira sonrió ante el gesto.

— Te quiero mucho, Vege, cuida de Roier.

— Yo también te quiero, Akira. Gracias por todo, perdóname si alguna vez te fallé, si no pude hacerte totalmente dichosa.

— Nunca me fallaste, Vege. Tú fuiste... mi felicidad.

Y así, la vida de la reina Akira de Luque se extinguió.

El reino estuvo de luto por semanas, sintiendo el dolor de la pérdida de su reina. Roier se había hecho cargo de la mayoría de los deberes reales que se suponía el rey debía encargarse, pues Vegetta continuaba destrozado con la partida de Akira. Sus ojos amatistas, opacos y sin energías, reflejaban de primera mano al ser que ahora se encontraba echado en su cama, sin motivaciones para seguir luego del ahora mes desde la partida de la joven de ojos violeta. Es entonces cuando los recuerdos de las últimas palabras de la rubia afloraron en su mente como una última esperanza para sacarlo de su miseria. Se paró, dirigiéndose al escritorio y sacando las cartas que la joven escribió. Leyó algunas, viendo que se trataban de palabras de aprecio hacia muchas personas que conoció a lo largo de su vida. No solo eso, se percató de que, bajo estas, se hallaban otras procedentes de distintas personas, retratos, recuerdos de aquellos que, como él, la admiraban y querían. Sonrió tiernamente al verlas, ¡ellos también merecían saber lo muy importantes que fueron en la vida de Akira!, recomponiéndose y dejando de lado todo rastro de tristeza que su rostro insinuaba.

Tenía una nueva misión.

— ¿Puedo pasar? — la voz de Roier se escuchó desde el otro lado de la puerta, recibiendo una afirmación como respuesta — ¿Cómo te encuentras?

— Mejor que ayer, eso sí es seguro. — respondió.

— Me alegro, porque tienes un reino que cuidar, ¿eh? Aunque lo he estado haciendo bien, ¡más que bien! Así que no te sorprenda que algunos pueblerinos digan que soy mejor rey que tú. — dijo, sarcástico.

— Después de todo, te preparaste igual o mejor que yo para este puesto. — confirmó, para sorpresa de su hermano — Roier, antes de que Akira dejara este mundo, ella me confió una misión.

Le cuenta todo sobre la última conversación entre los reyes, la última voluntad y las cartas que escribió hace mucho tiempo atrás. Roier no puedo ocultar su asombro, ahora agarrando una parte de las cartas que Vegetta le dio y con la cabeza baja, pues él también quería mucho a quien consideraba su hermana.

— Tendrías que irte por mucho tiempo, sería indefinido. — le dijo el menor, a lo que Vegetta asintió.

— Sí, no puedo dejar el reino por tantos años. — mira nuevamente a Roier — Estaba pensando, es decir, se me ocurrió ahora, ya que es cierto que has llevado muy bien el reino durante mi ausencia.

— ¿Vegetta?

— Estaba pensando que lo mejor sería abdicar. Tú serías el nuevo rey.

Los guardias reales se alarmaron al escuchar el grito del príncipe Roier. Abrieron la puerta y estaban listos para cualquier ataque, mas Vegetta tuvo que calmarlos, diciendo que solo se trataba de una charla entre hermanos. Al retirarse los guardias, ya nuevamente con los dos solos, Roier se sentó en la cama y Vegetta lo siguió, entendiendo el shock que debió experimentar el menor con la repentina noticia.

— Si no lo quieres, lo entenderé.

— ¡Claro que lo quiero! — dijo sin pensar — Es... ¡es lo que he querido siempre! Pero, ¿de verdad llegarás a eso? ¿Es realmente tu decisión? ¿No piensas... volver?

— Siempre volveré a tu lado Roier, jamás dejaré a mi familia. — afirmó — No obstante, hay algo más que necesito hacer.

Finalmente, Vegetta se sintió con la libertad completa de relatarle sobre Foolish y todo lo que había vivido muchos años atrás. Roier lo escuchó atento, ni siquiera fue capaz de lanzar broma alguna pues entendió la seriedad con la que su hermano mayor hablaba de ese hombre que lo había cautivado y amado como ningún otro. Cuando el rey finalizó su relato, Roier solo le dedicó una sonrisa.

— No sé por qué sigues aquí entonces. — dijo, para sorpresa de Vegetta — Vete a ser feliz, ¡yo me haré cargo de este lugar!

El anuncio de su abdicación tomó por sorpresa a todo el reino. Luego de un par de meses donde todo se formalizó y Roier asumió la corona, Vegetta se quedó un tiempo más para ayudar a su hermano en todo lo posible, aunque quedó impresionado al ver como el muchacho era capaz de arreglárselas solas. Estaba orgulloso, demasiado, de que su hermanito era todo un adulto ya, satisfecho también de saber que dejaba su hogar natal en muy buenas manos.

Al llegar el último día, mientras los hermanos estaban despidiéndose, Roier le sugirió llevarse algo más que una mochila y dinero consigo, alegando que no podía permitirse perder a un familiar más.

— Tú tranquilo, que a tu hermano nada lo matará hasta cumplir su objetivo. — respondió Vegetta con desdén, Roier rio — ¿Seguro que tú estarás bien?

— Por supuesto, no soy tan bobo como crees. — le dice, mirándolo con orgullo — He pasado la mayor parte de mi vida preparándome para este cargo, ¡de verdad que haré un buen trabajo! Y no te atrevas a no enviarme palomas mensajeras desde donde sea que te encuentras, ¡que si no yo mismo iré a traerte a casa para asegurarme de que sigues con vida!

Vegetta rie.

— En realidad, nunca he pensado que eres bobo. — el mayor acaricia el cabello de Roier, quien se queja, entre bromas, diciendo que ya no es un niño — Y sí, lo haré, no te preocupes por eso.

— Más te vale. Incluso cuando te encuentres con el Fulich, no te olvides de que tienes un hermanito que estás abandonando y que te espera, ¿eh?

— ¿Fulich? ¿Y esas confianzas?

— Tendrá que acostumbrarse cuando lo conozca, porque me niego a que perdamos el contacto, Vegetta. — el mencionado rodó los ojos, pero sonríe: adoraba mucho a Roier.

— Vale, vale. Roier, ¿estarás bien solo?

— No. — su mirada se dirige a un guardia que se encontraba a unos metros de ellos, guiñándole un ojo y provocando que el guarda se dé la vuelta, nervioso. — Pero no te preocupes, seguro encuentro a algún gatinho que me haga compañía... si es que no lo encontré ya.

Vegetta vuelve a sonreír, es imposible dejar de hacerlo cuando conversa con su hermano. Por otro lado, ya se había percatado de la cercanía de este y Cellbit desde hace un par de años, por lo que sabía que todo estaría bien.

Con un último abrazo a su hermano se despidió por fin de su vida en la realeza y la protección de su reino, iniciando con un viaje que no sabía cuándo finalizaría. Como todo comienzo, sobre todo para alguien que siempre había tenido cuanto quería desde que nació, fue durísimo el saber lo pesado de las horas de caminata entre pueblo y pueblo, los caminos que se dividían y lo desorientaban, las estafas que recibía por su inocencia y los distintos idiomas que tuvo que aprender para poder comunicarse con todas las personas nuevas que conocía. Sin embargo, así como hubo momentos tensos y pesados, estos eran recompensados con la infinidad de lugares que Vegetta jamás pensó sus ojos podrían visualizar. Se maravilló ante todo lo nuevo que aprendía, las culturas que conocía, la gente amable que se cruzaba con él, los paisajes y las aventuras nuevas que vivió. Cada una de las experiencias que presenciaba le hacían pensar si esta sensación hermosa dentro suyo era la misma que tanto Foolish como Akira solían relatarle.

Dos años más pasaron donde Vegetta logró conocer a la mayoría de gente importante en la vida de su esposa, contándoles la trágica noticia y entregándoles las cartas que la reina escribió para ellos. Notó en la expresión de cada uno lo importante que la joven fue en sus vidas, y Vegetta se sintió feliz de que eso haya sido recíproco, terminando siempre en charlas amenas sobre la vida de Akira, felices ambas partes de saber que ella siempre los tuvo en sus recuerdos. Cuando Vegetta se despedía de uno más y marcaba en su lista a quienes ya había visitado, su otro objetivo aparecía en su mente: la búsqueda personal por Foolish... ese era otro cantar.

El paradero de su amado era incierto, pues apenas y encontraba una pista esta se desvanecía pues el chico de ojos esmeraldas ya había abandonado ese lugar. A veces sentía que jamás lo encontraría, pues el último rastro sobre él fue hace más de medio año.

Ah, quizá este era su karma: viajar sin rumbo en busca de un amor que él mismo alejó.

Llegó al último pueblo donde se encontraba una de las amistades de Akira. Ahí, fue recibido amablemente por una joven de hermosos cabellos naranjas y ojos claros, quien le invitó a probar postres que ella misma había hecho al ser dueña de una panadería. Vegetta quedó sorprendido con la familiaridad con la que Nieves, como se llamaba la muchacha, se dirigía a él, descubriendo que su esposa había tenido incontables conversaciones con ella que esta podía decir que es como si lo conociera de antaño.

— Los rumores sobre la muerte de Akira son entonces verdad. — susurró ella luego de que Vegetta le mencionara el motivo de su llegada. — No quería creerlo hasta que viniese usted.

— ¿Sabías que vendría?

— Akira... ella me dijo que, si algún día le pasaba algo, usted vendría a darme las noticias.

Nieves limpió las pocas lágrimas que caían de sus ojos y que eran tan disonantes a la sonrisa que su rostro se esforzaba en mostrar. Quería mostrarse fuerte ante él, aunque no fuese necesario.

— Perdone mi comportamiento. — respiró hondo y limpió su rostro ahora con un pañuelo que sacó del tocador — Se siente como si no hubiese pasado mucho desde que ella se encontraba aquí, conversábamos del día a día y me decía que quería aprender a hacer pasteles para usted y el joven Roier, que... que... — se mordió el labio, queriendo evitar llorar. En eso siente las manos de Vegetta en cada uno de sus hombros, sorprendida al ver al hombre mirándola con la sonrisa más reconfortante que había visto en su vida.

— Está bien si quieres llorar.

Eso fue suficiente para que las lágrimas de Nieves cayesen cual cascada por su rostro. Se refugió en los brazos del ex rey, quien solo acariciaba su cabello y le daba palabras reconfortantes para que la joven no se sintiera peor. No era la primera vez que uno de los amigos de su querida Akira reaccionaba de esa forma, por lo que solo se dedicó a ser un apoyo y, al mismo tiempo, podía comprender el cariño que su reina se ganó a pulso por parte de varias personas.

Pasado un tiempo, Nieves se soltó de los ojos amatista y le agradeció por aquel momento. Es entonces cuando Vegetta le da la carta y Nieves la lee, feliz al saber que aún tenía algo más de Akira por descubrir.

Nieves la leyó en silencio, y Vegetta solo pudo apreciar como su desolado rostro cambiaba a uno de melancolía y aceptación.

— Que tontita... — susurra la pelinaranja, sonriendo a la carta — De verdad, ella... ella es alguien imposible de olvidar.

— Espero que hayan sido buenas palabras.

— De Akira siempre lo son. — continuó — Usted debió ser dichoso de convivir con ella durante muchísimo tiempo, su alteza.

— Ex-rey, de hecho.

Los ojos confundidos de la joven dan pase a Vegetta para contarle sobre su abdicación y el viaje que tomó en búsqueda de los lazos de su difunta esposa. Lo que pensó sería un breve encuentro terminó por convertirse en horas en la casa de aquella joven. Nieves continuó siendo cándida con él, pasando de la historia del viaje de Vegetta a anécdotas entre los dos sobre aquella persona que ambos quisieron y querían. Al caer la noche, ella le ofreció la habitación de invitados, diciéndole que hablar con él había sido como terapia para su corazón debilitado y siendo feliz de por fin conocer al hombre del que Akira nunca dejaba de hablar con admiración.

A la mañana siguiente, Nieves le preparó un desayuno con los productos que ofrecía en su panadería, recibiendo como regalo unas bellas amatistas que en un inicio se negó a aceptar, más terminó por ceder al notar el entusiasmo con las que el viajero se las entregaba.

— Ha sido un placer conocerte, Nieves.

— El placer es todo mío.

Se dieron un abrazo al despedirse. Vegetta terminó luego con una breve reverencia y se dio media vuelta para continuar con su camino. Nieves, por otra parte, al verlo irse sintió la necesidad de preguntar una última cosa que, según la carta de Akira, era necesario decir.

— ¡Señor Vegetta! — gritó, captando nuevamente la atención del hombre — Usted... busca a alguien, ¿no es así? — le preguntó, ante la ahora mirada estupefacta del mencionado.

Este suspiró, observó a la muchacha y le sonrió.

— ¿Cómo lo sabes?

— Akira, ella me comentó vagamente sobre su búsqueda cuando ella era quien lo buscaba: un vendedor de baratijas que le hizo aquella hermosa pulsera de rubíes.

Foolish.

— Sí. — admitió — Es alguien... a quien he estado buscando por mucho tiempo. — explicó, apenado al recordar su último encuentro con el rubio — Debo disculparme con él, debo decirle lo que realmente siento.

Comenzó a relatarle vagamente sobre el vendedor de baratijas a quien no había visto en más de una década, con una mirada de culpa en sus ojos.

— Es una persona muy importante para mí. — concluyó.

Nieves cerró sus ojos, como si estuviese intentando recordar algo que se encontraba muy recóndito en su memoria. Luego de unos segundos, volvió a observar a Vegetta.

— La persona a la que usted busca... hace un tiempo vi a alguien con esa misma descripción. — Las amatistas de Vegetta se iluminaron como la piedra preciosa a la que estas representaban. — Ha pasado un año de eso, no obstante, si es que es él, esta persona se fue para el norte. Hay muchos pueblos en esa dirección — dijo, mientras señalaba con sus dedos el camino a seguir — Pero espero que de alguna manera este dato sirva para su búsqueda.

Con esa nueva pista los ojos de Vegetta se iluminaron, acercándose a la muchacha y dándole un fuerte abrazo que solo le hizo perder el aliento. Alegre, le dijo también que seguro Akira fue muy dichosa al tener una amiga como ella, logrando enrojecer a la joven. Sin embargo, un bajón repentino llenó su ser: estaba más cerca de Foolish de lo que alguna vez estuvo durante su viaje pero, cuando lo encuentre, ¿las cosas podrían volver a ser como antes?

— ¿Joven Vegetta? — preguntó la muchacha, queriendo acercársele al notar la preocupación en el rostro del hombre.

— Repentinamente estoy nervioso. — admitió — Incluso si las posibilidades son bajas, si lo vuelvo a ver, aunque sé lo que quiero decirle... no lo sé, ahora no sé si realmente querrá verme otra vez.

Es Nieves quien ahora posa sus manos en cada hombro de Vegetta. Este se sorprende ante el repentino acto, pero la muchacha solo le sonríe.

— Si usted se queda encerrado en esas dudas nunca descubrirá la verdadera reacción de la otra parte — comienza — Si usted nunca dice lo que realmente siente, si se arrepiente y se echa para atrás... — ahora Nieves mira hacia un punto vacío, con los ojos más nostálgicos que Vegetta presenció alguna vez en su vida —Puede ser demasiado tarde.

Lo suelta, intentando calmarse pues sus ojos comenzaban a cristalizarse.

— Nieves...

— Usted aún tiene tiempo. — le dice, volviendo a ser la amable muchacha que conoció apenas el día anterior — No lo desaproveche, Akira no hubiese querido eso, ¿no es así?

Era verdad. El ex rey suelta una carcajada pensando en su esposa que, de estar ahí, seguro lo regañaría y lo llevaría a rastras a continuar con su misión, ¿desde cuándo él tenía muchas dudas? Ya había iniciado ese viaje y lo terminaría, esperando por supuesto un final feliz.

— Tienes toda la razón. — respondió.

Se despidieron definitivamente, ambos sintiendo que una parte de ellos sanó aquel día.

Un año más pasó de Vegetta buscando en todos los pueblos posibles el paradero de su amado. Preguntando a toda la gente a la que veía, actuando para intentar demostrarles como Foolish se comportaba e incluso imitando su voz con el inglés que ya podía dominar casi a la perfección, parecía como si la pista que obtuvo por parte de Nieves fuese solo una ilusión. No pensaba rendirse, ¡claro que no! Pero no podía evitar pensar que, a este paso, jamás volvería a cruzar su camino con aquellas esmeraldas que tanto añoraba volver a ver.

Cierta noche, estaba tan exhausto de caminar para llegar a su siguiente destino pues llevaba prácticamente todo el día en movimiento sin descanso alguno. Alzó su vista al cielo, la noche era muy hermosa en dicha ocasión, con las estrellas dándole la bienvenida mientras este les respondía con una sonrisa. Sus ojos se desviaron hacia una colina que se cernía frente a él a unos metros de distancia, dándole la idea de que sería genial pasar la noche ahí en la cima, durmiendo y simulando poder tocar las estrellas. Se dice a sí mismo que debía dar un último esfuerzo antes de dormir, subiendo la colina con las pocas fuerzas que aún le quedaban. Durante su caminata, Vegetta sonríe ante la similitud del intenso brillo de los astros que tanto ama hoy, tan parecido al día en que conoció a Foolish. Nostálgico, intenta recordar cada encuentro entre los dos: Las historias, las enseñanzas, las risas... los besos, los abrazos y las caricias. Recuerda la voz cantarina del viajero diciéndole que lo amaba, recuerda entregarse a él y solo ser uno antes de su despedida oficial.

Oh, recuerda tantas cosas que sus ojos comienzan a enrojecerse y gotas saladas caen de estos.

— ¿Dónde...? — susurra — Si tan solo pudiese saberlo...

Sigue subiendo, juntando sus manos.

— Nunca les pido nada, pero, si tan solo pudiese verlo una vez más...

Ya faltaba poco, solo queda un poco más.

— Prometo que jamás, jamás dejaré de demostrarle lo mucho que lo amo.

Sus rezos terminan por cortarse al llegar a la cima y encontrar a una personita ahí, con los ojos cerrados y susurrando algo que, pensó, sería un deseo. Vegetta opta por retirarse y dejarla en paz, pero sus movimientos son escuchados por la menor, quien se para de golpe y, cuchillo en mano, le hace dar pasos hacia atrás.

— Descuida, no te haré daño. — dice, extendiendo sus manos e intimidado — No tengo nada, ¿Ves? ¿Estás perdida?

— Mi padre vendrá pronto. — responde, amenazante — pero no lo necesito para defenderme.

— Entendido, entendido. — nervioso, no sabe cómo huir de la situación — mira, si quieres me voy, yo solo estaba pidiendo un deseo a las estrellas.

Eso capta el interés de la pequeña, quien mira al cielo y sonríe.

— ¿Un deseo? ¡También vine a eso! — la niña baja un poco el arma y se acerca a él, curiosa. Vegetta estaba sorprendido por el cambio rápido de actitud para con él — Aquí las estrellas parecen muy cercanas a nosotros, seguro te escucharán.

— ¿Te han cumplido un deseo a ti?

— ¡Sí! — exclama la niña. Los dos se sientan uno al lado del otro mientras ella señala con su dedo al cielo. — Pedí una vez pasar mi examen de literatura, luego pedí que mi pa tuviera un buen día en su trabajo y comiéramos chipotle, también deseé una mascota y ahora un mapache viene de vez en cuando a casa y deja que lo acaricie, aunque creo que mi pa lo detesta — Vegetta quería reír de ternura con los deseos que aquella niña le contaba — ¿tú que has pedido?

— Yo... deseé volver a ver a una persona a la que quiero mucho.

— ¿Por qué ya no se ven?

— Ah... es una larga historia. He ido de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, buscándolo, esperando volver a verlo. Sin embargo, hasta ahora ha sido imposible.

— ¡Yo también he viajado mucho! — responde, acomodándose la gorra — Me llamo Leonarda, ¿usted?

— Vegetta. — responde, aun nervioso por la previa amenaza — Leo, ¿sabes que no puedes ser tan confiada con desconocidos, verdad?

— No he soltado el cuchillo desde que nos sentamos — le guiñó un ojo.

— Niña precavida vale por dos, te han enseñado muy bien — ella asiente — Como te decía han pasado muchos años, no sé si lo vuelva a ver.

— Confía en las estrellas — repite Leonarda — Mi papá también vendrá a pedir un deseo, ¡cuéntame tus aventuras mientras lo esperamos! ¡O yo puedo empezar contándote las mías!

Vegetta asiente, feliz de tener una compañía por unos instantes. Quizá hoy tampoco se encontraría con Foolish, pero Leonarda le hace recordar tanto al viajero que no le importa escucharla hablar ni quedarse despierto toda la noche, le es muy nostálgico: como si Foolish hablara a través de ella.

— ¡Leo! ¡Leonarda!

En determinado momento de la noche, con las estrellas brillando con tanta intensidad, Vegetta escuchó una voz que lo puso nervioso al reconocerla. Quizá era el sueño, quizá era el cansancio, pero su relato se detuvo apenas y esa voz pasó como una estrella fugaz por sus sentidos.

— ¡Ya está aquí!

Leonarda lo sacó de su trance, parándose ambos y bajando por el lado opuesto del que él subió. La sigue, aún lleno de dudas, no queriendo ilusionarse por si se confundió y no es quien él...

— ¿Veyi...tta?

Se siente en un sueño cuando lo vuelve a ver, cuando esas esmeraldas tan hermosas vuelven a posarse en él. Se siente en un sueño cuando sus piernas avanzan sin previo aviso y lo acercan a la persona que más ha amado en su vida, cuando sus brazos lo rodean y sus cuerpos chocan. Se siente un sueño por fin decir "Te encontré" y se siente un sueño volver a escuchar su nombre a través de la voz de Foolish.

Su travesía había terminado, por fin podía decirle cuanto lo extrañaba y ama, ¡por fin podrían rehacer sus vidas y por fin...!

— Eh... ¿pa? ¿Conoces al señor Vegetta?

Y por fin sabía quién era el increíble padre del que Leonarda no dejaba de hablar.

Se dijo durante todos esos años que estaba bien si Foolish decidía rehacer su vida. Él no era su dueño y llevaban más de una década sin verse. Era normal, muy normal... pero eso no podía evitar que sintiera todas sus esperanzas desaparecer, observando el futuro que se imaginó con él desapareciendo poco a poco de su campo de visión. Foolish lo invitó a su casa y Vegetta estaba reacio a conocer a la madre de Leo, mas terminó aceptando por la niña y porque quería, aunque sea, tener una última conversación con el viajero de ojos esmeraldas que aún hacía latir su corazón como todas esas noches que pasaron juntos.

Se despidió de Leo cuando ella ya se iba a dormir y esperó a que Foolish bajase nuevamente para tener la charla que tanto ansió por años. Tomando el té más rico que sus labios probaron, miró por la ventana y agradeció con voz baja a las estrellas por cumplir su deseo, volviendo a observar con sus amatistas a Foolish, quien había regresado y se sentaba a su lado. Observándolo a más detalle ahora, notaba sus cabellos dorados desordenados como antaño, aquel rostro que no tenía lugar donde él no lo haya besado, sus manos ásperas, disonantes de las finas de él por el hecho de su propio trabajo y sus ojos, benditas esmeraldas, que aún brillaban con esa misma candidez de antes, solo eran dirigidas a él.

Conversaron brevemente, iniciando por el té y terminando con un tour por la cabaña. La esperanza había vuelto a Vegetta cuando supo que Leo había sido adoptada y que Foolish, en realidad, no se había casado. Cuando los dos estuvieron echados en la cama del viajero, mirando las estrellas, sintió que volvía a ser ese joven príncipe que se escabullía solo para ver a su amor y, al notar la escultura cual reflejo de su rostro se sintió bendecido al saber lo importante que había sido en la vida de Foolish.

Esperaba seguir siéndolo.

Entendió las dudas del rubio cuando le mencionó su matrimonio, y estaba de acuerdo en que debía contarle su historia antes de preguntarle si podían darse una segunda oportunidad. Ya al estar por fin los dos listos para dormir, se prometió a sí mismo que mañana por fin aclararía todas las dudas que Foolish tenía y, de ser posible, esperaba poder sentir esos labios que tanto añoró junto a los suyos una vez más.

— Good night, Veyitta. Es genial... volverte a ver.

Al darse la vuelta para dormir, Vegetta cerró los ojos con rapidez, rogando que las horas pasen veloz.

"Esta vez, por fin, podremos estar juntos", se esperanzó.

¿Me creen si les digo que he estado escribiendo esto desde la mañana? Porque así ha sido XD Es de por sí el más largo de esta historia, contando la perspectiva de Vege desde el inicio hasta el capitulo anterior. Añadí cuatro escenas extras durante la edición cx espero les haya gustado!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top