Capítulo 6
15 AÑOS ANTES
Vicente reposaba trabajosamente en la cama. Tenía fiebre alta, con mucho sudor y respirando costosamente. En su frente tenía un pañuelo húmedo. Anton se acercó a su lugar de reposo y procedió a virar el paño. Detrás de él se encontraba Víctor, recién llegando de Inglaterra.
Anton no podu evitar sollozar frente a su padrastro:
-Oye, estaré bien. No es el fin del mundo, ¿sabes?
El joven apenas podía verlo y Vicente apenas podía respirar:
-Eh, Víctor me dijo que quieres continuar mi trabajo. ¿Es eso cierto?
Anton asintió. Vicente trató de estar lo más alegre posible:
-¡Que bien! Eres un chico muy valiente. Sé que podrás hacerlo.
Anton lo miró esta vez:
-Sabes manejar los cuchillos.-continuó Vicente.-Te vi estudiando a veces los libros en los estantes de abajo. Estoy seguro de que harás un buen trabajo.
-¿Y si no lo hago bien? ¿Y si la gente me termina odiando? He visto cómo te miran a veces, en la calle, en las tabernas.
-Eh, Anton. Tus acciones dicen más que tus palabras. La gente nunca comprenderá todo lo que has visto o todo lo que sabes. Aunque te critiquen, te rechacen, tú demuestra que haces la diferencia, que no eres el monstruo. ¿Me entiendes?
-Sí, papá.
PRESENTE
Anton se encontraba ahora encerrado en un calabozo. Mientras tanto, los lugareños preparaban la hoguera destinada a su muerte. El calabozo se hallaba ubicado debajo del ayuntamiento. Era casi una mansión de dos pisos, con columnas en su entrada y pintada de blanco. Había para al menos seis presos, tres celdas en cada lado. Las dos primera y última eran iluminadas vagamente por unas dos antorchas.
Ante él se hallaba ahora el gobernador:
-Y bien...aquí estamos.
Anton no respondió. Era como si le ignorara por completo:
-¿Acaso no tienes ninguna pregunta que hacer?
-¿Eres el gobernador?
-No. Murió hace una semana.
-...¿A qué has venido?
-A buscar la piedra de los deseos. Ha sido un largo viaje desde Inglaterra.
-¿Inglaterra?
-Sí, mi conciencia, mi ser, estuvo prisionero en un jarrón mientras trataba de cumplir una misión. Me puedes llamar Haken. Eventualmente conocí a una vampiresa que me ayudó a llegar hasta aquí. Una vez aquí, solo tuvo que romper mi jarrón en la iglesia y..puf...me liberé. Jajajaj. Cuando lo hice, necesitaba del cadáver de un humano, un vampiro no me serviría. Así que, la primera persona que encontré fue a tu gobernador. Créeme, no fue fácil. Ese señor que maté en la plaza me dijo que sabía dónde estaba El Dandy a cambio de cinco monedas. Y me estafó, ¿sabes? Lo maté simplemente para ver cómo se aplastaba su cara. A Ricardo, pobre, simplemente quise divertirme con él. Te dejé en la iglesia ese pequeño reucerdo para que encontraras al Dandy por mí. Me comunicaron desde el infierno que tenía específicamente la piedra de los deseos. Al no querer dármela, simplemente opté por matarlo. Y funcionó. Mira.
De su bolsillo sacó un rubí, el cual mostró a Anton. Luego volvió a guardarlo:
-Cuando me enteré que tú y tu amigo iban tras de mí, hice que la gente del pueblo creyera que habían sido ustedes los culpables de todo esto. Los escuché en la plaza aquella madrugada...
-¿Por qué haces esto?
-¿Cómo?
-¿Cuál era tu misión? ¿Qué tienes pensado hacer?
-Escucha...Normalmente no le diría esto a nadie, pero supongo que estás cerca de tu muerte, igualmente. Verás, hace un tiempo, cuando el universo no estaba formado todavía, existieron y siguen existiendo los Guardas del Multiverso. Antes, existían varias dimensiones, millones y millones de mundos como el nuestro y hasta diferentes. En aquél entonces regía el Padre, un ente casi tan poderoso como Dios mismo. Al ver la gran cantidad de dimensiones que existían, decidió crear a las Criaturas del Borde, seres, bestias, que le ayudaron en su tarea de erradicar esas dimensiones. Pero con el tiempo, estos se volvieron contra su amo, desencadenando una batalla a niveles que no te podrías imaginar. El Padre entonces creó a sus hijos, cuatro individuos que le ayudaron a desterrar a las criaturas a los confines del universo. Fue así que al paso de los eones, el Padre se retiró, sintiéndose cansado de usar tanto su poder. Le dejó la tarea a sus hijos de mantener tan solo tres mundos en el multiverso. Les ordenó que no intervinieran en los acontecimientos que tomaran lugar en esos mundos y que sobre todo no mostraran su apariencia. Increíble, ¿sabes? Uno de ellos desobedeció y entró a su universo, desencadenando nuevamente el multiverso. Con ello, las Criaturas del Borde pueden ser liberadas de su prisión y adentrarse en estos. Es mi misión llevar esta piedra a la iglesia, primer lugar sagrado de este pueblo y permitir que las Criaturas del Borde vengan aquí. Yo, su fiel servidor, seré muy bien recompensado.
Anton nuevamente estaba sorprendido y confundido al mismo tiempo:
-Oh, mírate. Apenas puedes procesar todo esto, ¿verdad? ¿Qué se siente, al ser tan diminuto en el universo?
No hubo respuesta:
-Bueno, me tengo que retirar. Tengo tanto que hacer y tan poco tiempo. Todo se acaba esta noche.
Mientras se iba, Anton era invadido por sus pensamientos. <<Esto no tenía que haber pasado. Nada de esto tiene ningún sentido. Soy, soy insignificante>>
Encima del ayuntamiento se hallaba Víctor, escuchando lo que ocurría debajo de él. Vio en la plaza, a poca distancia de allí, que estaba casi lista la hoguera para Anton. Con inmediata rapidez y sigilosamente, se coló en una ventana abierta que había en el segundo piso. Bajando, logró ver las llaves encima de una mesa. Andaban siendo custodiadas por un guardia, aparentemente dormido. Víctor logró cogerlas sin ningún ruido.
Cuando encontró a Anton en la celda, se veía cabizbajo, desesperanzado, como si la luz que una vez lo distinguiera se hubiera ido:
-Eh, he venido a sacarte de aquí.
-No tiene caso. Moriremos igualmente.
-¿Qué?
-El gobernador. Resulta ser que fue poseído por un demonio que vino desde Inglaterra en un jarrón. Necesitaba una piedra mística, la piedra de los deseos, para invocar a unas criaturas que según él existieron mucho antes de la creación de nuestro universo, uno de los muchos que hay. Te estoy hablando de monstruos mucho peores que los que nos hemos enfrentado. Nada importa. Mañana habremos todos dejado de existir.
-...Escucha, no es el fin, ¿oíste? Vicente me dijo una vez que no importa cuán insignificantes o pequeños parezcamos en cuanto al infinito vacío del cosmos. Estoy seguro de que la gente de esos otros universos lo está pasando genial. Ellos solo viven con sus vidas, pequeñas e insignificantes, también. Pero han conseguido ser felices, ¿sabes? Siempre te la pasas leyendo libros o cocinando, aunque tengas mucho que hacer. Y de todos los lugares en el mundo, decidiste quedarte, aun sabiendo lo que yo era, lo que podía hacer. Y me cuidaste, me ayudaste a tratar de superar mi adicción por la sangre. Puede que en el vasto e infinito cosmos no sea la gran cosa, pero para mí significa mucho. Y en mi opinión, nunca antes alguien se había preocupado por mí de esa manera.
Anton no respondió, aunque había escuchado con atención las palabras de Víctor:
-Mira, te dejaré la puerta abierta. Decide si quieres acabar con esto de una vez.
Víctor abrió la puerta de la celda, dejándole el paso libre a Anton. Éste a su vez, se incorporó, asintiendo:
-Vayamos a por el bastardo.
-Vamos por aquí. Hay unos caballos amarrados atrás. Podemos irnos en ellos.
-Hagámoslo.
No tuvieron que molestarse por el guardia, se encontraba durmiendo como un tronco en su silla. Sin embargo, cuando Anton y Víctor salieron para buscar los caballos, los lugareños ya volvían de instalar la hoguera. Pudieron notarlos tratando de desamarrar los caballos. Todos se mandaron rápidamente tras de ellos. La mayoría llevaban antorchas y otros, en cambio, llevaban rastrillos.
Anton y Víctor huyeron a tiempo. Trataban de ver si alguien les seguía a caballo. Seis hombres con antorcha, al menos, les perseguían. Víctor con un movimiento rápido y ágil, abandonó su caballo y le rajó el cuello a cada uno, cayendo de sus corceles.
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