Capítulo 4

Víctor tenía una increíble vista para la oscuridad. Como vampiro, podía ver casi tan bien en la noche como un humano en el día. Se dirigía a casa de su amiga Lorena, a quien no veía hace años.
Muchas preguntas le rondaban por su cabeza. Ese jarrón, ¿realmente le habla o es solo Rafael volviéndose loco? Lo que quizás perturbaba más a Víctor era que probablemente aquella inesperada llegada esté relacionada con los recientes acontecimientos.
A lo lejos pudo ver una casa en medio del campo. Parecía una mansión. Estaba cubierta de enredaderas y maleza, y moho salía de sus paredes. Sin duda, los mejores tiempos de aquella casa habían terminado.
Al entrar sintió el olor distintivo de Lorena. Sin embargo, ella no parecía encontrarse en casa. No podía escuchar nada, ni pasos, ni nada.
La mansión tenía en el centro una escalera. A la izquierda estaba una habitación donde se ubicaba el comedor. En la derecha había una biblioteca. Aquello olía completamente a polvo, a viejo. Víctor distinguió por el comedor una pequeña bola de humo saliendo de lo que parecía ser una chimenea.
En efecto, al acercarse, distinguió lo que parecían restos de papeles, que eventualmente se dio cuenta, eran parte del diario de su amiga. Conservaba su misma caligrafía, así que no había duda. Era suya. Víctor se dispuso a leer con calma. Algunas páginas, aun así, estaban inconclusas.
15 de junio
Hoy caminando en la playa me encontré un jarrón con extraños garabatos. Le pregunté a Rafael a ver si sabía algo. Sin embargo, él no supo responder tampoco. Es un jarrón bastante curioso. En todos los años que llevo de vida nunca he visto semejante cosa. Me recuerda bastante a la lámpara de Aladino. ¿Podré acaso pedir tres deseos y que un genio me los conceda?
25 de junio
No dejo de sentir inquietud hacia el jarrón. A veces, cuando me le acerco, puedo escuchar voces. Rafael no las escucha. Para él estoy loca. En una ocasión juraría que escuché al jarrón decir mi nombre. Cuando fui a ver a Rafael y mostrarle, no ocurrió nada. He escuchado que dentro de poco un barco zarpará a San Elías desde Inglaterra. No sé si hacerle una visita a mi amigo Víctor después de mucho tiempo. Espero que esté bien.
1 de julio
El jarrón me ha hablado. Según sus palabras, se llama Haken y necesita desesperadamente ir a San Elías. Quiere encontrar la piedra de los deseos. Dice que cada mil años concede un solo deseo a una sola persona. Y que tiene que ser en un lugar sagrado. ¿Debería ayudarle acaso? La verdad es que me gustaría pedir un deseo. Me gustaría no seguir siendo vampiro, volver a mi vida de humano. Detesto esto. Esto no es vivir. Tenemos que salir a ese barco como sea.
El resto de las páginas eran de fechas anteriores y andaban chamuscadas. Víctor las arrojó de nuevo a donde estaban y algunas cenizas se esparcieron. Decidió, habiendo conseguido la información que quería, regresar a su casa.
El camino no fue tan largo, ya que se movió con rapidez hacia la casa. Cuando llegó, encontró durmiendo a Anton. Estaba tendido en la mesa con un libro debajo de sus brazos. Víctor no lo quiso despertar y se dirigió a su ataúd:
-El Dandy.
-¿Qué?
Anton andaba medio despierto:
-Hoy en la iglesia pasó algo. Creo que me dieron algún alucinógeno que hizo que le volviera a ver. A Vicente. Pero luego no era él. Y mencionó a un tal Dandy. ¿Quién es?
-El Dandy era un amigo de tu padre. Le ayudó en varias ocasiones.
-¿Sabes dónde vive?
-Sí. Está llegando al molino de viento a las afueras del pueblo.
-Mañana iré a buscarle. ¿Pudiste averiguar algo?
-¿En el sanatorio?
-Sí.
-No, pero tengo que ver un asunto. Espero que no esté relacionado con esto.
-De acuerdo. Yo me iré a la cama.
Anton se acostó mientras Víctor se dirigía a su cama. A ambos les esperaba un duro día.

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