Capítulo 3
Anton estaba contemplando el interior de la iglesia. Era grande, con paredes blancas en su interior, todavía parte de la etapa del Renacimiento. Por toda la nave estaban distribuidas las sillas.
No podía dejar de sentir una sensación extraña desde que entró a la iglesia. Al no encontrar nada sospechoso, decidió seguir su instinto y salió de ella. Continuó investigando por los alrededores. Mientras caminaba, ignoraba una cantidad considerable de raras especies de hongos, probablemente con sustancias psicoactivas.
Sintió un terrible malestar en todo el cuerpo. Se mareó y perdió el control de sí mismo. Cuando volvió en sí, sus alrededores eran diferentes. Era como si contemplara un panorama de pesadilla.
El cielo era de color rojo, mientras que la iglesia se hallaba destruida, con el techo derrumbado. Los árboles ahora tenían una forma extraña. En vez de tener el tronco recto, lo tenían en forma de espiral.
Inundado por el miedo y la confusión, observó entre los árboles a Vicente. Éste se hallaba detrás de uno de los árboles:
-¿Vi...Vicente?
El hombre se mandó a correr:
-¡Espera!
Anton lo siguió. Trató de no perderlo de vista mientras corrían por ese bosque tan raro. Llegado un momento, Vicente se detuvo y Anton lo imitó. Se dio media vuelta, de frente a Anton:
-¿Vicente, de verdad eres tú?
Su apariencia cambió. Su cuerpo adulto y humano se transformó en una horrible abominación. Su piel se descarnó casi por completo, las pupilas de sus ojos se tornaron blancos y se le salían las tripas. Donde antes era su castaña cabellera, ahora era casi una calvicie. De él salía un grito, el grito de la muerte. Parecía un cuerpo en descomposición. Desprendía el olor de semejante.
Era como si la muerte misma se disfrazara de Vicente para burlarse de Anton. Anton inmediatamente retrocedió ante aquello. Aquella criatura ahora se acercaba a él, con intenciones que Anton desconocía. Dominado por el miedo, volvió corriendo en dirección contraria. Ignoró si le estaba siguiendo, solo quería escapar. A lo lejos podía escuchar los gritos de ese mal viviente.
Corrió incesantemente durante segundos, hasta que eventualmente se dio cuenta de algo. Llevaba encima su mochila. Rápidamente comprobó que tenía todas sus cosas. Sacó los dos cuchillos. Ante cualquier eventualidad, se defendería con ellos.
Anton se quedó esperando un rato a que aquello se apareciera, constantemente volteándose, víctima de la paranoia para que no lo atacaran por sorpresa. Sintió como si un cadáver se le abalanzara encima. Era el Vicente dominado por la Muerte. Se había tirado encima de Anton, provocando que del susto soltara los cuchillos.
Trataba desesperadamente de que ese cadáver viviente no le mordiera, aguantándole los hombros. Podía ver lo podridos que estaban sus dientes en esa posición. Al lado suyo, un poco cerca, estaba un cuchillo. <<Si tan solo pudiera alcanzarlo>>
Estiró el brazo izquierdo mientras que con el derecho trataba de apartar la cabeza del muerto. Al ver que no podía alcanzarlo, decidió estirarlo más y más:
-El Dandy...
Volvió a dirigir su mirada hacia el muerto. Ahora tenía de nuevo la cara de Vicente. Anton se quedó un rato contemplándolo.
-El Dandy...-repitió.
Inmediatamente cambió su cara al rostro deformado que había tenido y desprendió un rugido contra Anton. Éste aprovechó y se estiró completamente para agarrar el cuchillo. Al agarrarlo, procedió a clavárselo en la cabeza. Luego lo empujó hacia un lado, donde el cuerpo finalmente quedó inmóvil.
Cuando Anton se puso de pie, todo era como antes. Estaba en la iglesia, la cual permanecía intacta y el cielo estaba nublado. Entonces, decidió volver a su casa.
-Víctor.
Había reconocido esa voz. Víctor se hallaba en una cama improvisada con palmeras. Tuvo una espantosa pesadilla en la que los acontecimientos de aquel día se repetían una y otra vez.
La figura que le había hablado era una hombre, vampiro, casi de las mismas facciones que él, y vestida de marinero. Víctor tardó en incorporarse:
-¿Ra...Rafael?
-Cuánto tiempo.
-...Demasiado, diría yo. ¿Qué, qué haces aquí? ¿Dónde estamos?
Rafael, la vampiro que Víctor había conocido años antes, se sentó en el piso:
-En las catacumbas, debajo del cementerio. Fue una suerte que estuviera aquí. Pudiste haber muerto. ¿Qué estabas pensando?
-Quería ir al sanatorio. Pero vuelvo a preguntar.-se incorporó sentándose.- ¿qué haces aquí?
-Lorena y yo vinimos en una embarcación desde Inglaterra. Dijo que estaba buscando algo. Según ella, se lo dijo Haken.
-¿Haken?
-Así apodó a su jarrón. Se lo encontró enterrado en la arena. Tenía un extraño lenguaje que no pudimos entender, aunque olía un poco a azufre.
-¿Azufre?
-Sí, dióxido de azufre para ser exactos. Desde ese día dice que el jarrón le habla, que están buscando la piedra de los deseos o algo así.
-¿La piedra de los deseos?-murmuró.
-¿Y qué ha sido de ti?
-...¿Cómo?
-¿El salir disfrazado de doctor de la peste y que te traten de matar durante el día es algo nuevo?
-Cosas del trabajo.
-¿Trabajo?
-Sí.
-¿Y de qué trabajas?
-Ayudo a Anton a matar monstruos, criaturas, seres malignos que perturben a la gente.
-¿Anton? ¿Ese que no era el chico que adoptó tu amigo? ¿Cómo se llamaba?
-Vicente.
-Claro, Vicente. Me parece recordar que él también hacía esas cosas. Vaya negocio familiar.
Víctor asintió con la cabeza:
-¿Y dónde vive Lorena ahora?
-Debe de vivir por aquí cerca. Hay ocasiones que la veo merodeando el pueblo.
-Mmm...ya veo.
Víctor se paró. Tenía el traje completamente lleno de rasguños y un poco de sangre:
-Te recomiendo no salir.
-¿Cómo?
-Todavía está el sol.
-No me pasará nada. Tengo la máscara.
-¿Máscara la cual perdiste?
Buscó alrededor suyo la máscara con nariz de cuervo, mas no la encontró:
-Quédate un rato. Dentro de unas horas el sol se pondrá.
-De acuerdo.
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