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Abres los ojos y no encuentras lo que esperas.

Miras a los lados, todo es blanco y lúgubre. Observas su mano de tu lado y ella despierta.

¡Noah no me vuelvas a hacerlo!

Oíste que provenía de esos ojos tan tristes, casi cómo los tuyos.
Entiendes su desespero calado en su voz.

Perdóname.

Le susurras.

No lo haré más...

Le repites, pero ambos sabemos que no es verdad.

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