¿Ma che cazzata stai facendo?
VI
—Creo que ya no eres una niña, no sabes cuánto he deseado esto desde que te volví a ver —se despega para hablar pero vuelve a besarme.
No puedo creer lo que está haciendo, ¿qué le pasa?
No abro la boca pero eso no quita la tirria que me da y mucho menos las ganas que tengo de matarlo.
Lo aviento con toda la fuerza que tengo, logrando alejar sus labios.
—¿¡MA CHE CAZZATA STAI FACENDO!? (¿Pero qué coño estás haciendo?) —le gritó con cólera.
Doy un paso hacia tras, pero me toma de los antebrazos haciéndolo imposible.
—¡Suéltame! —exijo y forcejeo hasta que lo hace.
—Ahora puedo hacer contigo lo que se me plazca ¿qué no lo entiendes? —habla tranquilo.
—¡Claro que no! Esto sólo fue parte de un trato, y como esto no estaba en el ¡YO ME LARGO!, aquí se termina todo, olvida que en algún momento pisamos las empresas Barone —con eso voy directo a la puerta.
—Siendo así que lástima que nunca encontrarás lo que buscas...
Paro en seco, no puede ser cierto—. No me importa lo que digas —trato de sonar lo más indiferente posible.
—¿Segura? ya sé a quién buscas y por qué, incluso puedo mandar traer a Ethan junto con todo tu clan y hacer que los maten frente a tus ojos por traicionarme —me quedo estática.
—¿Estás amenazándome? —digo fingiendo inocencia.
—Te lo diré una sola vez... tú te quedarás, harás y obedecerás lo que yo te designe.
—¿O sino que? —pregunto retadora, haciendo que plante en su rostro una sonrisa torcida.
—¿Acaso quieres más muertes?, no te basta con; Ethan, Connor, Gabriel, Marck, Fabrizzio y la pobre Sara.
Me he quedado en shock, como mierda sabe de ella, y ¿Qué demonios tiene que ver el estúpido de Fabrizio con nosotros?
—Sigues subestimándome Barone. Te diré una cosa; no dejaré que los toques, a nadie y mucho menos a Sara y en cuanto a Fabrizio no sé qué carajos tiene que ver en esto pero si te metes con ese italiano no te gustará su reacción, pero si quieres matarlo adelante, ¡a los míos déjalos en paz!
Me mira con el ceño fruncido... como analizando lo que he dicho, dejando las cosas en claro decido largarme de una vez.
—Veo que no entiendes. Mala decisión ahora ellos pagaran tu error —no aguanto más y voy a paso seguro hacia su dirección logrando que se tense.
Cuando quedo a dos centímetros de él hablo—. Una pregunta; ¿Si tú estás muerto quien mandará las muertes? Estoy segura que primero se peleará tu imperio.
Sin dejar que hable saco la pistola que tenía en su cintura y le apunto directo a su cabeza.
—¿Enserio vas a dispararme?
—No te metas con ellos, me voy y tú seguirás igual de bello... —digo tranquila.
—No me das miedo.
—Respuesta equivocada —lo digo igual que él hace unos segundos.
Cargo la pistola, se tensa inmediatamente, pero no me da tiempo de jalar el gatillo cuando ya estamos forcejeando. Logra quitarme el arma, sujeta mi mano derecha haciendo palanca para que me incline en el escritorio, la izquierda ha quedado entre el escritorio y mi cuerpo.
—No siempre vas a ganar piccola —susurra en mi oído
—No eres rival para mí.
Muevo mi brazo izquierdo y le doy directo en la coronilla con mi codo, afloja el agarre en el otro brazo, logro soltarme completamente y voy por la pistola, al tomarla él ya está detrás de mí, no tardo en reaccionar y disparo, pero se mueve antes el muy bastardo.
Volvemos a pelear, esquivo sus golpes con facilidad, aunque no todos, logro darle en la nariz haciendo que sangre, retrocede dos pasos pero da una patada en mi pierna ya lastimada haciendo que caiga, ruedo dos veces logrando ponerme de pie, vuelve a acercarse, simulo darle un gancho pero en realidad lo que le proporciono es una patada directo a la mejilla haciéndolo trastabillar.
Nuevamente con el arma en mano todos los hombres de Barone ya nos están rodeado, no sé en qué momento llegaron pero los "socios" y matones están aquí.
—Ves no saldrás viva de esto.
—Por lo menos tendré el honor de haberte matado —sonrío cínica. Al escucharme todos sus hombres cargan la pistola esperando alguna señal.
A mis 24 años he estado más cerca de la muerte que una persona de 80, en parte por mi orgullo pero también está el proteger a los que siempre han estado conmigo como en este caso. Siento adrenalina por todo el cuerpo tanta que si no estuviera entrenada para esto mis manos temblarían cual maracas.
De reojo puedo ver al "galán" acercarse, ni de chiste lo dejo hacerlo.
—Baja el arma Malia —habla su tío.
—Yo viene pacífica pero creo que a Barone no le importa ¿o sí?
—Mmmm así que te llamas Lia ¿no?, yo soy Dante amigo de Reydmon así que entenderás que no dejaré que jales el gatillo... —dice el galán.
—Muy bien, entonces veamos quien gana... —digo segura pero sobretodo enojada.
Avanza rápido directo a mí pero lo apunto antes de que pueda hacer algo, Barone aprovecha y se acerca de igual manera, al voltear en su dirección Dante se abalanzó al mismo tiempo que Barone, di un paso hacia atrás dando un giro a la derecha y tomando del cuello a Dante con la pistola en su sien, pero lógicamente no puedo retenerlo con un solo brazo así que dobla mi mano derecha haciendo que suelte la glock, con su mano libre toma la otra y la pasa por mi torso pegando mi espalda con su pecho dejándome desarmada e inmóvil.
—Buenos movimientos preciosa —susurra
—Y todavía no me conoces. —sentenció.
Cuando miro delante de mí Barone no nos ve muy contento.
—¿Quieres mantener a todos a salvo? Ya sabes que hacer, tómalo o déjalo.
—Eres un bastardo —digo cínica.
Mi rostro se gira, gracias a Dante no caigo ya que aún me sostiene.
—Tendré que enseñarte modales. Llévala a su nueva habitación.
Logro soltarme de Dante—. No podrás conmigo. —digo firme y amenazante.
—Pust' igra nachnetsya (Que empiece el juego) —dice en ruso.
Doy media vuelta ignorándolo y salgo, todos estaban sorprendidos, voy a bajar a la segunda planta cuando jalan mi brazo, al girarme Dante es quien me detiene.
—Es por acá —lo miro confundida—. Tu "nueva" habitación —asiento con la cabeza.
Seguimos por el pasillo donde ya había salido, pasamos el despacho que ya se encuentra cerrado y sin los matones.
Damos vuelta a la izquierda y entramos a la tercera puerta del mismo lado, me deja pasar primero.
Observo detalladamente toda la estancia, es increíblemente grande, de color azul obscuro con una cama para cuatro personas, dos puertas, me imagino que una es el baño y otra el armario, una gran ventana que da hacia un balcón enfrente de la puerta, un tocador con colonia, un arma y algunos accesorios de ¿hombre?
—Creo que te has equivocado —giro y voy hacía él.
—No, está es tú habitación.
—Más bien es la tuya. —remarque la última palabra.
—Entiende princesa está es tú habitación, nada me gustaría más que fuera la mía y que tu estuvieras en ella o mejor dicho en mí cama.
—Idiota —no puedo evitar sonreír.
Soltó una pequeña risa muy chistosa, tanto que si no tuviera las ganas de cortar la cabeza de Barone me reiría con él.
—¿Entonces de quién es la recámara?
—Ya lo averiguarás...
Sin decir más salió de la estancia, antes de si quiera poder acercarme cerró la puerta, tome la perilla pero es inútil, el muy desgraciado había cerrado con llave así que sólo golpeé la puerta enojada.
***
Ya son las 7 de la noche o eso dice el reloj que está en la mesa de noche junto a la cama. Sigo aquí encerrada, me siento como un vil perro.
Nadie ha venido, aunque doy gracias al cielo por ello. Intente escapar pero hay dos perros abajo de la ventana, el árbol que está un poco más atrás de la ventana tampoco ayuda, ya que los perros empezaron a ladrar y saltar para alcanzarme.
Estoy al pie del balcón, pensando en cómo me puedo librar del bastardo que me trajo aquí. Cuando alguien abre la puerta no me giro, no me interesa saber que quiere o quién es.
—Hey tú, el Señor te espera abajo —dice una voz a mis espaldas.
Me giro sin ganas encontrándome con la chica castaña que estaba en el despacho en la mañana al lado de un chico idéntico a ella. La observo detalladamente y logro observar que es bonita, labios finos y delgado, nariz recta, cuerpo ejercitado pero delgado, su cabello le da un toque aniñado y es más bajita que yo.
—Tu nombre —exigí.
—Arabella —dijo de mala gana tal vez por mi descarada observación.
Es obvio que después de lo ocurrido esta mañana no soy su persona favorita.
Salimos de la habitación, la seguí en todo momento, bajamos las escaleras giramos a la izquierda y ahí están Barone con la mexicana, que no parece muy contenta con mi presencia pero no me importa.
—¡Wau! La perra se dignó a bajar.
—Mónica —advierte Barone.
—Ya sé que no te sorprende que está se haya comportado así, en fin es lo que las chuchas hacen —dijo ignorando su comentario.
Paz. Malia. Paz.
—Tranquila que no te quitaré tu lugar de gata, hay niveles —respondí de la misma forma.
—Pues cuidado que te puedo arañar —habló con una sonrisa cínica.
—Y yo suelo morder —solté enfadada.
—¡Ya basta las dos! —dijo Barone que hasta el momento permanecía callado.
—Malia siéntate.
Dudé en hacerlo, así que seguí de pie.
—¡Dije siéntate! —hizo que diera un brinco, definitivamente no está de humor.
Me acerqué a la silla más alejada de ellos, la arrastre lo más ruidosamente posible y me deje caer en ella. Dos segundos después entran un par de camareras con un plato lleno de comida; unas tostadas dulces, fruta y unas tortitas de queso, café, agua y jugo. Todo se veía deliciosos.
—Azucena que no se levante de la mesa hasta que la bandeja esté vacía —demanda.
—Por supuesto.
Inmediatamente después de dar la orden salió del comedor y con él Mónica.
¡Por fin PAZ!
—Así que... ¿Azucena? —asintió con una dulce sonrisa—. Y bien, ¿Cuántas probabilidades hay de que me intoxique o muera ingiriendo esto?
—Bueno señorita para serle sincera un 99% —dijo seria, pero al ver mi cara soltó una leve risita.
—Es broma, la he preparado yo misma así que no corre peligro.
—¿Y a cuántos les has dicho eso y ahora están muertos? —pregunté divertida.
—Pues la verdad casi todos, la mayoría carece de inteligencia, veo que no es su caso.
—Sabes, creo que después de todo no quiero matar a todos los habitantes en esta casa.
Simplemente me sonríe y se va, supongo que a la cocina. 20 minutos después ya había acabado con las tortitas de queso, la fruta, el café y había tomado un poco de juego.
Le iba a llevar la charola a Azucena pero en cuando me levanto entra Barone al comedor.
—Cielos, tan bien que la estaba pasando.
—Veo que has comido, pero no todo y mi indicación fue...
—La verdad no me importa y ya acabé así que voy a llevar esto con Azucena —lo interrumpí.
Se acerca a mí y me quita la bandeja, la vuelve a poner sobre la mesa.
Se sienta y hace una señal para que lo imite, así lo hago, ya no quiero discutir.
—Come.
—No tengo hambre.
—Pero me imagino que no has comido en todo el día ¿o sí? Además ya te comiste la mitad.
—Ay casi me conmueves —digo sarcástica—. Cuidado parece que te estas preocupas por mi —me burlo.
—A partir de ya empiezas a trabajar para mí y necesito que estés con fuerzas o bien por así decirlo —lo dice con una sonrisa macabra que me causa escalofríos.
—Por eso he comido, ¿crees que te la dejaré fácil? Por supuesto que no.
—Eso no lo dudo, pero come es una orden.
Giro los ojos ya fastidiada y me levanto. Antes de poder dar un paso toma mi muñeca y me jala, quedando a 2 centímetros de distancia, aprovecha y me toma de la cintura. Se queda observando mis labios por lo que me parecen horas.
—Ni creas que va a pasar otra vez —digo segura.
—¿Y quién dijo que te iba a pedir permiso?
Pega sus labios contra los míos, y trato de alejarme pero él me toma de la nuca profundizando el beso.
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