LUCIO Y ALMA
XXI
—¡Estás loca!
—Connor entiende, es la opción más rápida.
—¡Nos van a cortar la cabeza!
—No seas chillón.
Desde que le he contado lo planeado para tener a Víctor o Fabrizzio en mis manos no deja de llamarme loca o insensata.
—Te dije lo que vamos a hacer, no era pregunta o punto a debatir.
—Dime, ¿Cuándo lo decidiste?
—Hoy cuando me he levantado y al revisar mi celular me he dado cuenta que estoy igual que cuando llegue.
—¡Ese es el problema! No piensas lo que vas a hacer.
—No digas tonterías, amárrate los pantalones. ¿Te ha dado amnesia? Cada una de mis respiraciones son pensadas, hasta mi parpadear está pensado, analizo cada detalle, soy certera. No vamos a fallar.
—Estas loca —contesta dándose por vencido. Sonrío para luego salir de ahí.
Connor va haciendo berrinche cual niño pequeño, llego a la puerta de entrada entre risa y risa.
—¿Quién les ha dado permiso de salir? —Barone nos aborda cuando abrimos la puerta de entrada, al parecer todos siguen en la cocina.
—Nadie —contesto para salir de igual manera.
Connor viene tras de mí y ya dejo de renegar.
—Malia —habla con advertencia.
Lo ignoro totalmente, me dejo guiar por Connor a donde esta la todo terreno.
—¡Malia! —al verse ignorado me tomó del brazo reteniéndome a su lado.
—¡Suéltame!
—¿Quién les dio permiso de salir?
—¡Suéltame!
Intente zafarme pero sólo logre hacerme daño, el entrenamiento de ayer esta marcado en mis músculos.
—No lo voy a volver a repetir—sentencia.
—Escúchame bien Barone:
1.-Para ti soy Solberg
2.-No soy un ave cautiva o una reclusa.
3.-No me vuelvas a tocar.
Estoy cansada, harta de ti, no quiero que te me acerques más, todo lo que tenga que ver con trabajo voy a obedecer pero mi vida NO te incumbe, NO eres mí dueño, NO tienes poder sobre mí. Espero te haya quedado claro.
Me suelto de su agarre, queda pasmado sin decir nada, mi agitación hace que me vea torpe.
—¿Estás bien?
—Perfectamente.
Ese era el alto que necesitaba, el que yo necesitaba, no puedo permitir que esas sensaciones sigan creciendo, no puedo permitir que afecte mis planes, tengo que recuperar mi control.
No más, ni un sólo escalofrío, nervios o rabia, no más...
(***)
Hemos estado recorriendo las calles de Moscú, después de ingerir un generoso almuerzo.
Llegamos a una plaza, llamo la atención de Connor y acordamos en separarnos. Empezaríamos a buscar los lugares menos concurridos, sospechosos y obvios para atraer los peces a la carnada.
Quedamos de vernos en el mismo lugar de partida a las 10pm. Iremos a cenar y regresaremos juntos. Si no llegamos a las 10:15 nos iremos y pediremos ayuda a nuestro equipo para encontrarlo (Ethan, Marck y Gabriel).
Al separarnos tuve que parar en una farmacia y comprar un analgésico tanto para la rodilla como para el dolor muscular, ya que esto requiere de rapidez y agilidad.
(***)
Una hora y media después todo es casi normal, mientras más te alejas de la ciudad las calles se vuelven menos transitadas.
Decidí tomar un taxi para recorrer lo más posible en el menor tiempo.
Connor iría a la parte norte, oeste, yo el sur y el este de la ciudad.
Según la identificación del taxista tiene 36 años. Su figura descuidada me asegura que no tiene esposa, al mirar el tablero lo tiene lleno de comida rápida y basura, me llama la atención un colgante en el retrovisor; un collage de 3 niños sonriendo a la cámara... es lo único decente en el auto.
Eso indica que sí tiene o tenía una pareja, al sentir mi mirada inquisidora se gira y pregunta si todo va bien, en ese momento vislumbro en su cuello un colgante igual al que se encuentra en el retrovisor, pero este sin foto, en su lugar son dos anillos de nupcias. Ignoro totalmente su acto de atención y me concentro en mi alrededor.
A las 7pm ya he observado el sur de adentro hacia fuera. El este por cuestión de ruta será de las afueras de la cuidad hasta el centro de ella, continuando con sus alrededores.
Conforme vamos por la carretera un tráiler sin carga nos rebasó, puedo vislumbrar en la puerta del copiloto un monograma con las iniciales FR. Sé que puede ser coincidencia, aun así me arriesgó y le pido al chófer que lo siga.
Después de 15 minutos escuchando sus protestas de que ya acabo su jornada, que este no es su perímetro a cubrir etc, etc. La única forma de convencerlo a seguir la ruta fue asegurándole que le pagaría el doble de la tarifa designada más la gasolina.
El tráiler para en una fábrica moderna y supuestamente clausurada, antes de que perciban el automóvil público lo desalojo no sin antes soltar un fajo de billetes en el asiento.
El chófer se queda boquiabierto, de mi cintura saco mi pequeña glock logrando que se vuelva pálido.
—No me viste, ni llevaste a ningún lugar. Una anciana pija te dejo el dinero por ayudarla con las compras. ¿Entendido? —digo apuntándolo.
Sólo asiente y traga en seco.
—Largo.
Así lo hace y yo decido acercarme a la fábrica. El perímetro está cercado, estoy a unos 500 metros de la puerta, puedo percibir luces prendidas, cámaras por todos lados y un tenue ruido, no logro descifrar qué es.
Espero unos minutos observando cómo entrar y salir sin llamar la atención. ¿Cómo esquivar las cámaras?
Estoy dándole la espalda a una de ellas, me suelto el cabello para no ser identificada, aunque eso sería imposible. Tengo que irme, francotiradores empiezan a subir al techo, quieren ver mi rostro...
Si me voy llamaría su atención e irían por mí. Si me quedo vendrán por mí.
Actúo rápido, escribo SOS en la tierra. Sigo dando la espalda a la cámara, al asegurarme de que por lo menos un francotirador lo a leído lo borro y vuelvo a escribir: "necesito llegar a la ciudad"
Minutos después llega un hombre con un rifle en el pecho.
—No puede estar aquí.
—Lo sé, pero necesito ayuda.
—No puede estar aquí.
—Es de noche. Por el amor de Dios. Se lo suplico.
—Señorita le recomiendo...
—Sólo pido transporte, si es por el dinero, cuando llegue a casa le pagaré.
Él parece pensarlo unos minutos y después asiente, habla en italiano tras el intercomunicador que lleva en su muñeca, no escucho la respuesta ya que tiene el audífono en su oído.
Me ha señalado como una niña perdida, que estoy muerta de miedo y desesperada.
Sonrío por lo buena de mi actuación. Una ragazza en apuros.
—¿Es italiana?
—No —digo calmada pero su pregunta me desestabiliza unos segundos.
—Tienes acento europeo...
—No, no para nada. Bueno, mi padre es americano y mi madre una hermosa gallega al igual que yo, nos mudamos a Rusia cuando tenía 5, he perdido el acento pero al escucharla todos los días deja mella.
Digo lo más risueña que puedo, como si tuviera a mi abuela enfrente.
No habla más hasta que un Mercedes-Benz 4x4 Sprinter sale de un costado de la fábrica. Está al igual que el tráiler tienen FR en el costado.
—Si es mentira...
—Para nada, sólo quiero llegar a casa.
El guardia sube de chófer y habla con quien trajo la camioneta. Llevan cargamento, va al aeropuerto con destino a Italia.
Grabo en mi mente cada dato, nombre, numero de vuelo, hora de partida y llegada.
Minutos después sube y partimos.
—Usted sí es italiano ¿verdad?
Asiente sin decir nada.
—¿Cómo se llama su fábrica? ¿Por qué cerraron? ¿Fue problema de administración?
—No.
—Lo siento.
Voltea a mirarme exigiendo una explicación por mi disculpa.
—Ammm por hacer tantas preguntas, a veces me gana la curiosidad y es obvio que no soy nadie para dar explicación. Lo siento por mi indiscreción.
Me muestro apenada y este asiente.
—Sólo contestaré una pregunta, elige bien...
No puedo creer que fácil cae ante la "inocencia" de una niña.
Ya sé que no es una fábrica y que es lo que hacen, Connor puede investigar de quién era la instalación abandonada y como la consiguieron, solo basta sus coordenadas y el GPS de la camioneta ya me las dio.
Así que prefiero que me diga algo útil.
—¿Qué significa FR? —tengo que asegurarme que no me equivoco de persona.
—Es nombre del dueño de la planta.
—¿Y quién es?
—Fabrizio Rodríguez.
—Vaya ¿español o italiano?
—Italiano...
—¿Todos ahí son italianos?
—Basta de preguntas.
—Tiene razón. ¿Está muy lejos la ciudad?
—Una hora y media pero conmigo 50 minutos.
—¿Ahora eres Toreto?
—¿Quién?
—¡Vamos! No me diga que no lo conoce, ¿rápidos y furiosos? ¿no?
Niega y yo me río de él.
—¿Te estás burlando de mí?
—No, lo siento. Es el protagonista de una secuela de películas. Mucha ficción pero esta entretenida.
—¿Cuántos años tienes?
—17
Claro que lo cree, tengo 24 pero no uso maquillaje, llevo mi cabello suelto y por el frío mis mejillas se han puesto rojas, además de que mi rostro es un poco aniñado.
—¿Cómo te llamas?
—Alma, ¿Y usted?
—Lucio
—Es guapo. Le sientan bien las canas.
—¿Me estás diciendo viejo?
—Para nada.
Una pequeña sonrisa surca sus labios, inconscientemente me contagia.
—¿Qué hacías a las casi 10 de la noche a la mitad de la nada?
—Ammm iba a cometer una tontería.
—Deja eso a mi criterio. Estás canas tienen su historia.
—Mi novio dijo que hoy habría una lluvia de estrellas pero que teníamos que ir a las afueras de la ciudad para poder verlas...
Aprieta el volante a la misma vez que se tensa. Empiezo a jugar con las manos y bajo la cabeza para ser más convincente.
—¿Lo hiciste?
—Por supuesto que no, intento forzarme pero mi padre me enseñó a defenderme, pensé que nunca me servirían sus clases de autodefensa —finjo un sollozo—. Él cree que estoy con una amiga, no quería decepcionarlo.
Para mi sorpresa toma mi mano deteniendo mis movimientos. Para la camioneta y giro para mirarlo. Finjo mostrarme nerviosa ya que no nos movemos.
Mi celular suena haciéndonos brincar a los dos. Veo la pantalla y es Connor. Dudo en contestar o no, pero sería sospechoso sin contar que Connor me rastrearía, así que termino contestando.
"¿Dónde estás?, ¿Estás bien?"
"Sí, amm tuve un contratiempo"
"¿Puedes hablar?"
"No, estoy bien, tranquilo"
"Estoy en la plaza, ¿te espero?"
"No, voy para allá, nos vemos en casa"
"¿Cómo diablos vas a llegar? ¿Con quién estás?"
"Tranquilo llego pronto, te quiero papá, dile a mamá que estoy bien"
No le doy tiempo para que conteste y cuelgo.
—Necesito llegar a casa.
Asiente y vuelve a conducir. No vuelvo a charlar hasta que llegamos a la plaza donde me vería con Connor.
Me giro hacia Lucio y desconecta su intercomunicador.
—Escucha, ningún padre puede estar decepcionado. Llega a casa, dile lo que ha pasado y dale un fuerte abrazo. Estoy seguro de que eres su luz y nada malo pasara.
Me quedo en shock, él también es padre.
—¿Tienes hijos?
—Tenía dos, el mayor Vincent, trabajaba conmigo, murió en un accidente. La menor se llama Samantha, tiene tú edad. Me recuerdas a ella.
—¿Ya no la ves verdad?
—No, el trabajo me absorbe y está más segura lejos. La prefiero lejos pero viva, feliz, a tenerla cerca y poner en riesgo su vida...
—Como Vincent.
—Así es, ahora muchacha cuídate. Y te puedo jurar que un padre nunca se decepciona de sus hijos, todo lo contrario...
—Ahora déjeme darle un consejo a usted. Llámela y dígale las razones del porque está lejos. Yo no perdonaría que me mintiera y aún más cuando necesito a un padre más que nunca.
Decido salir de la camioneta pero antes de cerrar hablo:
—Gracias, usted es la muestra de que no todo es lo que parece...
—¿Qué?
—Hasta pronto —sentencio para después marcharme.
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