Solo nos separa una pared


Prácticamente su vestimenta ahora estaba por los suelos y su piel resplandecía con la luz, dejando ver esa tez prácticamente alvina. Su imagen la estaba reflejando el maravilloso y al parecer útil espejo que había en un costado de la habitación, sin dejar ningún espacio para la imaginación. 

Ella no me había avistado, y al menos los de dentro no habían descubierto mis intenciones. Las caladas del cigarrillo no eran nada comparado con lo que me hacía sentir solo mirarla, los escalofríos me recorrían la espalda sin control, pero tampoco quería que dejaran de lanzarme esas punzadas de deleito.

<<Pero parecemos un acosador, Alec>> — me avisó mi voz interior y por un momento la hice caso y aparté la mirada. Escuchaba sus pasos de un lado a otro por la ventana abierta de su cuarto, pero quise ignorar todo lo que provenía de ella. Sin embargo, ese ocultar la mirada en el ombligo sabía que no duraría demasiado y, cuando elevé los ojos ambos cruzamos nuestras miradas y quedé congelado en el sitio sin saber que hacer o cómo reaccionar.

Ella se acercó al poyete de la ventana con la poca ropa que llevaba encima y se inclinó hacia delante sacando su cabeza por ella dejando caer su pelo largo por sus hombros como si fuera una cascada de hilos de cobre.

— Vas a coger frío — le avisé con lo primero que se me vino a la cabeza. Esta se encogió de hombros y no se movió de su lugar. — Cualquiera podría entrar en este momento...

— Entonces procuraré cerrar bien la puerta, porque no queremos que haya más compañía de la necesaria, ¿verdad? — me recosté en la verja mientras confiaba en mí para no bajar más la mirada de lo que debía y tan solo mantenerla en sus ojos.

— No, si no quieres que la haya... — está sonrió de lado pero aún no había terminado de hablar; — aunque creo que aun tenemos cosas que dejamos a medias.

— Prefiero no estar con alguien que solo me va a hacer perder el tiempo.

— ¿Tu crees que es eso lo que va a pasar si entro ahí, que te voy a hacer perder el tiempo? — ella repitió el gesto de indiferencia y empezó a meterse hacia dentro.

— No creo que hagas otra cosa, no me sorprendería si me quedo dormida antes de que intentes decir algo, — me miró de arriba a abajo y luego terminó de hablar; — aunque no pierdes nada en probar haber que pasa.

Gesticulé una amplia sonrisa mientras memorizaba por milésima vez cada detalle de su rostro e intentando imaginar otros. Esta llevó sus manos a la parte de atrás de su ropa interior y con dificultad empezó a deshacerse de ella.

— Date la vuelta — dijo ella con lo que interpreté como ironía, pero cuando hizo movimientos circulares con el dedo indicando eso mismo, la hice caso con pesar.

— No sabía que eras tan tímida...

— Lo soy si la situación lo requiere — recalcó ella mientras yo levantaba las cejas con gracia y diversión, aunque guardé silencio un momento a pesar de que las palabras me estaban comiendo vivo. 

— ¿Puedo pasar entonces? — me di la vuelta en ese entonces y a pensas le quedaba algo que arreglar de su ropa. Llevaba un pequeño camisón que ya había visto antes que le quedaba como anillo al dedo.

— Claro que sí, y también te doy un beso de buenas noches.

— Puedes dármelo y todos los que quieras, pero no respondo a lo que mi cuerpo haga después... — esta se quedó callada y su rubor de costumbre empezó a asomarse.

Se escuchó un pequeño ruido de pasos en el interior y ambos miramos hacia dentro, entonces ambos bajamos el tono de voz.

— Se supone que tengo que estar dormida — me avisó ella casi con un tono de voz imperceptible.

— Y yo se supone que no puedo fantasear con la novia de mi amigo y lo sigo haciendo — mis labios formulaban palabras más rápido de lo que podía pensarlas pero no sabía si frenarlas era lo que quería.

— ¿Y lo hacemos bien? — ella sonrió pícaramente, y esos ojos que podían haber albergado algo de inocencia se volvieron más oscuros por momentos.

<<Si aún no me había vuelto loco, no tardaría demasiado en ello. Ella iba a acabar conmigo y esperaría ansioso a que llegara ese momento>>

— Somos un puto desastre, pelirroja — mi cabeza empezó a vivir escenarios alternos que no me importaría ir descubriendo con ella.

Adara me echó una última mirada antes de empezar a retroceder y meterse poco a poco en esa habitación.

— ¿Qué haces? — pregunté molesto intentando internamente que se quedara más tiempo fuera. — No te puedes ir ahora.

— De hecho eso es justo lo que voy a hacer, tengo... cosas que hacer — hizo una pausa corta y empezó a desaparecer en el interior del cuarto, no sin antes echarme una ojeada de arriba a abajo — y ocúpate de tu amiguito, lo veo... despierto.

Miré hacia abajo solo para ver el empalme que se había creado sin yo darme cuenta. No me molesté en ocultar mi reacción, tampoco me acomplejaba de ello, pero al parecer otros si se habían dado cuenta de ello.

Adara cerró su ventana cuando dio por finalizada la conversación, pero yo estaba lejos de ello, por alguna razón tenía la urgencia de presentarme en ese cuarto. Y así lo iba a hacer.

Recorrí mis pasos de nuevo para llegar con agilidad a la puerta que ahora por mi estaba cerrada. Mire un par de veces al pasillo para asegurarme de que no había un cotilla asomándose por las rendijas y entonces cuando estuve seguro llame un par de veces a esa madera pero no había respuesta.

Saqué el teléfono y marqué su número, y como al contrario que con los intentos de antes, esta vez lo contestó a la primera.

— ¿Puedes abrir la puerta? — dije de mal humor pero aun controlando la entonación de mi voz, procurando así no llamar la atención de los que ahora estaban absortos en la película.

Sonó un quejido difuminado al otro lado de la puerta y mis sentidos se encendieron en cuestión de segundos.

No quiero...— suspiró con fuerza y se rio levemente que embaucaba toda mi coherencia.

— ¿Qué estás haciendo Adara? — traté inútilmente de girar el pomo de la puerta, pero este se negaba a ceder. Lo que tenía claro era que si estuviéramos solos, la puerta no sería ningún impedimento para entrar y solo podía imaginarme cómo podía haber sido si esa situación se hubiera dado.

¿Sabes que, Alec? — ella hizo una pequeña pausa y luego continuó — me está palpitando todo el cuerpo y no necesito tu ayuda para sentirme bien, tampoco para asegurarme de terminar.

Mi cuerpo comenzaba a calentarse por solo su voz y las palabras que intentaba memorizar en mi cabeza. Ella al contrario no dejaba de soltar quejidos de placer que me hubiera gustado que hubieran sido provocados por mi, pero sin embargo tenía delante una maldita puerta que no cedía.

— Adara estate quieta y abre la puerta — demande con mi voz aunque no surgió efecto en ella, suspire con cansancio y apreté mi agarre en el teléfono. Ella volvió a reírse con malicia y terminó de hablar;

El karma sigue siendo una mierda Alec.

No me di por vencido esa noche aunque ella se mantuvo firme a su palabra. El karma SIEMPRE era una mierda y cada vez entendía mejor las consecuencias de este.

Estaba enfadado y se notaba, pero lo peor sería vernos al día siguiente aparentando que no había pasado nada, y probablemente en este caso lo más maduro sería dejarlo pasar, pero a mi me faltaba mucho para llegar eso.

Adara

Me desperté de buen humor y no sabia por que aunque sí que lo podía intuir. La noche anterior había estado presente incluso dormida, y aunque no duró mucho nuestra conversación, los detalles sobraban de la imagen que había grabado en mi cabeza.

Salí de la habitación con los ronquidos de Kai creando "ambiente" y me fui disparada a la cocina aguantando los rugidos de hambre de mi tripa.

— ¿Has descansado? — dijo esa voz insistente con un timbre ronco en su voz provocando un sobresalto en mi interior .

No oculté mi sonrisa cuando me di la vuelta para confrontarlo y a decir verdad, su aspecto era lamentable. Tenía ojeras y de nuevo el café había sido su mejor amigo.

— Pues si, de hecho he dormido del tirón, ¿tú no? — mi voz sonaba inocente comparado con lo que se avecinaba. Este se levantó de la silla casi a cámara lenta y empezó a acercarse con el sigilo de un gato mientras por inercia retrocedía hasta dar con la pared.

— Es un poco complicado dormir con una erección que, por tu culpa, no se quita. — me obligué a mi misma a no mirar hacia abajo, aunque mis sentidos acabaron desobedeciéndome.

— Pero yo no puedo controlar cómo reacciona tu cuerpo, Alec — los ojos de este se oscurecieron y empecé a replantearme mi existencia, aunque eso mejor lo hubiera pensado ayer.

— Oh pelirroja, tu sabes perfectamente lo que haces — tenía razón, y no iba a dejar de provocarlo de esa manera.

Ojo por ojo, diente por diente, pero me gustaría añadir una más a la lista.

Placer por placer.

— ¿Lo disfrutaste?

— Mucho — susurré cerca de sus labios y pasé de largo sin escuchar o esperar un movimiento de él.

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