Lo que un bache puede costar


Llegamos a una ciudad con casas casi todas del mismo estilo y mismo color, lo que hacía darle una mayor uniformidad a aquel lugar. A decir verdad había gente por todos los rincones y el olor a marisco era palpable por todo el sitio.

Prácticamente nos habíamos vuelto a dividir en varios grupos y como era ya normal yo acompañaba a Leo, quien no paraba de hablar y hasta llegaba a marear, y aunque estuve intentando convencer a Kai de que viniera, parecía que sus amigos eran más persuasivos, por lo que no me metí.

Se suponía que nos teníamos que ver a una hora determinada en la plaza principal, que a saber cómo íbamos a llegar hasta ahí. Entramos en diferentes tiendas de turismo y aunque yo no me compré nada, ella parecía que se llevaba todo de regalo, ya que no se estaba cortando ni un pelo a la hora de hablar con la gente que la rodeaba y eso casabe ciertas... reacciones por su parte.

Me tomé la libertad de pedirme una bebida bien cargada en una terraza de un bar cualquiera para así poder al menos disfrutar yo también de la experiencia. Pero lo cierto es que no se quedó solo en uno, sino que fueron subiendo a dos y tres, aunque nunca sentí que fuera suficiente.

Se escuchaba la música salir de diferentes locales y las risas de los niños jugando en las calles, algo que tenía en común con el sitio en el que nos estábamos residiendo y eso dibujaba sonrisas en los rostros de cualquiera. Sin embargo lo que era peor que muchas cosas eran las calles, que todas parecían un laberinto, eran todas prácticamente iguales aunque todas bien decoradas con diferentes tipos de plantas, pero si teníamos que encontrarnos, eso iba a ser un verdadero reto.

Leo no paraba de quejarse de que le dolían los pies, pues era la única inteligente que se había traído tacones para ir a andar, esa era la verdadera imagen de antes muerta que sencilla, lo había dejado muchas veces muy claro, pero ella misma se lo buscaba.

Alec

De momento todo de lo que se había tratado estos días había sido beber y salir de fiesta, y sinceramente cada vez me apetecía menos estar aquí. Me había empezado a mentalizar también de que cada vez menos estaba en mi mano estar con Adara, ni siquiera como una simple amistad, ambos sabíamos que ninguno sería capaz de eso y eso era lo que más me pesaba.

De todas formas yo no quería ser el causante de todas sus malos estares y muchísimo menos quería que me odiase, por eso si en algún momento ella estaba dispuesta a abrirse a mí, yo la esperaría todo lo que haría falta, siempre lo haría y ella lo sabía.

Nos estuvimos llamando entre sí para poder ubicarnos y eso fue un infierno, no fue hasta media hora más tarde que conseguimos reunirnos todos menos ellas dos, que sabiendo como era su sentido de orientación estarían yendo en dirección contraria.

Decidimos ir a buscarlas directamente en coche, ya que un alma inteligente les había pedido que mandaran la ubicación, y efectivamente, estaban en la otra punta subiendo una cuesta con Leo prácticamente echada a su espalda.

Adara refunfuñaba mientras no dejaba de decir a su compañera — a quien se le veían alguna que otra lágrima salir — que faltaba menos para llegar. La pelirroja fue la primera que me vio y tuvo que esperar a asegurarse de que la persona que veía era la correcta. Cuando lo hizo maldijo a todo lo que le rodeaba y tomó asiento en el coche de mala gana.

— ¿Y los demás? — preguntó ella molesta.

— Detrás, sois las últimas — le dije ocultando mi sonrisa y mirando la carretera ahora empezando a ser iluminada con las luces del interior de las casas. Sentí su mirada clavada en mi sin la necesidad de comprobarlo, pero cuando los tres coches se detuvieron ella bajó al instante a reunirse con ese.

— ¿Nos vamos a ir tan pronto? — le preguntó a ella extrañada.

— No hay mucho más que hacer aquí y además anochecerá pronto — eran ni más ni menos que las 5 de la tarde y el sol estaba espléndido. Apenas llevábamos unas horas aquí contando con la comida que se había prolongado más de lo previsto, y en cuanto a lo primero que había dicho, no habíamos salido de aquí y casi me hubiera gustado a mi también conocer el sitio con mayor profundidad.

Ella echó una ojeada al coche de su pareja y con solo ver el gallinero que estaba hecho decidió que esto no podía ir a más.

— ¿Van tomados, en serio Kai? No pude seguir así, ya estoy cansada

— Solo nos lo pasamos bien, ¿Qué tiene de malo? Si no quieres venirte con nosotros estoy segura de que él estará encantado de llevarte, ¿verdad que sí? — me miró ahora a mí también.

Puse la mano en el volante y desvié la mirada negando con la cabeza sin poder creerme la situación que estaba presenciando. Por el retrovisor pude ver a Adara mirar hacia aquí también con pena en los ojos y sentí una punzada en mi pecho.

— Pues prefiero irme con él antes que con una panda de borrachos — respondió ella con un tono más seco que petrificaba a cualquiera. Parecía que no había pensado muy bien las palabras porque en la forma en el que su cuerpo se colocó la delató, pero creo que fui el único que se dio cuenta de eso.

Adara no perdió más tiempo y se metió de nuevo en el coche sin querer escuchar nada más de él, — algo que por dentro celebré en silencio —.

Una segunda puerta se abrió y Leo salió con toda la ropa dejada por todo su cuerpo, como si para ese entonces no le importara su apariencia — muy raro en ella — y se metió en la parte de atrás del segundo coche, donde apostaría a que le estaba esperando alguno de ellos, pero tampoco me quedaría para averiguarlo.

Cuando todos estuvimos listos para arrancar, salimos los últimos y nos incorporamos en la carretera. La radio se escuchaba de fondo, pero de nosotros no salió ni una sola palabra, incluso eso era mejor que otra cosa.

En algún momento, no sabía cual, los perdimos de vista, pero al menos todos íbamos a la misma ubicación.

O eso debería haber sido.

Paramos un momento en una gasolinera a llenar el depósito, y aprovechando el momento, cogimos comida para el trayecto que seguramente se acabaría antes de lo que queríamos

— ¿Quieres que conduzca yo? — preguntó ella antes de entrar al coche, negué con la cabeza.

— No me importa hacerlo a mí

Ella asintió sin decir nada más y volvimos a incorporamos en la carretera, aunque no íbamos a ir muy lejos, había tal atasco que fácilmente nos retrasarían un tiempo. Esto se estaba haciendo más pesado de lo que tenía que ser, mi paciencia estaba empezando a desaparecer — aunque nunca existió mucho de eso —, entonces Adara habló;

— Podemos tomar esa salida, ¿no? — mire hacia donde ella me había apuntado y en realidad no era mala idea. Puse el intermitente y en cuanto tuve la oportunidad salimos de aquel sufrimiento y condujimos con soltura. No había ni un solo coche en ese momento y casi eso era mejor que otra cosa. Si eso había otro auto detrás del nuestro, pero no veíamos las luces de este.

Todo iba bien, pero había baches en la carretera que según yo no tenían muy buena pinta, pero no le di demasiada importancia — algo que debí pensar dos veces antes de ignorar ese pensamiento.

En una de las curvas que tomamos, la carretera estaba algo desnivelada y al parecer una de las ruedas no logró superar ese obstáculo. Ese neumático trasero empezó a moverse como loco y haciendo que el manejo con el volante se desequilibraba, y lo por la velocidad a la que íbamos, eso precisamente no era lo más oportuno.

Escuché a Adara gritar y algo dentro de mí gritó de dolor por eso, no quise mirar a donde estaba ella, no podía hacerlo en ese momento, de lo contrario podía ser todo mucho peor.

Frené poco a poco hasta conseguir que la velocidad fuera nula. Paramos en el medio del asfalto. Me dejé caer en el asiento con mi cuerpo tan tenso como el ambiente que había ahora y sin perder más tiempo me enfoqué en la persona a mi lado.

Estaba agarrada por todas partes del coche y una de ellas era mi mano. No supe cuando fue el momento en el que la tomó, pero daba por hecho que no la había soltado en mucho tiempo. 

Me solté el cinturón y me arrimé a ella.

— ¿Estás bien? — dije esperando una respuesta mientras buscaba algún signo de daño en su cuerpo. Su respiración iba entrecortada y agitada, pero estaba bien a parte de eso.

Liberé el aire que había estado conteniendo con alivio y la abracé con fuerza.

— Lo siento — susurré sintiéndome culpable por lo sucedido antes.

Ella me respondió el abrazo al instante y me sujetó con la misma intensidad con la que yo lo hacía.

— No tienes por qué sentirlo, no has hecho nada malo.

Le besé la mejilla y le aseguré que no tardaría demasiado en hacer esa llamada que se suponía que nos sacaría de aquí y así fue. Los servicios de emergencia no tardaron mucho en llegar a nosotros, pero no pudimos seguir nuestro camino, sin embargo, nos dejaron en un hotel de carretera que estaba a apenas unos kilómetros de distancia.

No tenía tan mala pinta como nos lo habíamos esperado, pero había que conformarse con... eso.

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