Por una noche más
La noche anterior tuve que devolver el coche a la empresa que me lo había dejado y comenzar a reservar billetes de vuelo, es por eso que el viaje de vuelta lo hicimos cada uno por su cuenta pero la diferencia de tiempos al llegar al destino no era demasiada, eso sí, ahora todo dependía del evento de la noche. Ni siquiera sabía de qué trataba, pero lo que sí que daba por hecho era que Kai querría enseñar al resto todo lo que él había progresado en su compañía — aun seguía sin saber en qué trabajaba, pero tampoco me molestaría en preguntar.
Una de las mejores sensaciones que uno podía experimentar después de un viaje — de la duración que sea — era quitarse los zapatos y dejarse atrapar por el colchón. En ese momento solo quería desmayarme y no volver a levantarme hasta que estuviera cansado de dormir y afortunadamente o desgraciadamente tendría que ser antes de las 9:00 pm del día siguiente.
¿De verdad tenía que ir? Quizás la mejor opción hubiera sido quedarme donde estaba y ocuparme de mis propios asuntos, pero la terquedad me superó y lastimosamente no fue así.
Esa vez las horas pasaron como segundos y como si se hubiera tratado de un simple pestañeo me encontraba en frente de la ubicación que ella me había enviado en su momento sin saber por qué.
Aun no sabia porque alardeaban tanto de eso, solo era una puerta que como todas las mediocres llevaban a un interior vacío y lleno de orgullo por parte de algunos. Empecé a utilizar mi volante como si fuera un pequeño tambor para mis dedos mientras me terminaba de decidir.
— Que cojones — dije al aire saliendo por la puerta y entrando al edificio.
No había demasiada luz en el interior, de hecho no se verían con claridad los escalones de no ser por las pequeñas luces en la parte más baja de la pared y los destellos de brillo al fondo del pasillo. Se suponía que esto era un pabellón pero lo habían estropeado haciendo este evento laboral.
Con las manos en mi bolsillo y empecé a andar intentando ubicarme mientras seguía la música distorsionada que por alguna parte resonaba. No tardé demasiado en reunirme con una multitud inesperadamente grande y bien vestida, los hombres con trajes de corbata y las mujeres de largo. Y yo... yo era el infiltrado.
Por supuesto el anfitrión del sitio no era ni mucho menos Kai, pero por lo que podía deducir era el que estaba sentado al lado de él y entre medias de Adara. No parecían haberme visto hasta el momento, pero aún era pronto.
Saludé a los que habían asistido sin conocerlos, sin embargo todos fueron como un libro abierto una vez habíamos empezado una conversación. No fue hasta demasiado tarde, cuando un brazo me rodeó el cuello y una carcajada empezó a resonar en mi tímpano derecho. Pensé que tendría más tiempo antes de juntarme.
— Que bueno que ya os conocéis, así me ahorro las presentaciones — dijo entusiasta Kai. El resto del diálogo que empezó a recitar de memoria, mis oídos lo silenciaron hasta el punto en el que me convencí de que solo movía la boca sin soltar nada por ella.
— Toma — dijo uno de ellos con un traje que olía a dinero desde muy lejos sin prestar atención a la llegada del nuevo miembro mientras me acercaba una tarjeta con su número de teléfono. — por favor, llámenos si le interesa la compañía.
Asentí y sonreí expresando mi agradecimiento. Él se aclaró la garganta y me miró por un momento de forma despectiva. No pude sentir más satisfacción en ese instante, algo que me llenó por completo, como si se tratara de un calambre agradable y delicioso, pero no estaba hablando de él en ese momento, sino de su acompañante.
El vestido rojo que la cubría congeniaba con el color de su pelo y el rosado de sus labios, contrastando con su piel pálida de porcelana y una clara elegancia, sin embargo la palabra que más podría describirla era perfecta.
Adara venía hacia nosotros sujeta a un hombre que superaba seguramente los cincuenta años de edad, pero de igual manera su apariencia transmitía tranquilidad y comodidad a su lado.
Cruzamos miradas antes de que ambos entraran en la conversación y por lo que podía deducir era que al menos un ápice de gratitud había en ellos, aunque tal vez y probablemente estaría confundiendo emociones, no sabía cómo descifrar sus expresiones por muy obvias que pudieran estar siendo.
— Vosotros ya os conocéis — nos dijo señalándonos a ambos — ellos trabajan conmigo son ... — otra vez las mismas palabras, me planteé varias veces la posibilidad de que Kai fuera una radio que se había roto y solo fuera capaz de decir tres palabras diferentes aunque en distinto orden.
Miré a los lados de las paredes sin buscar nada en concreto, solo un objeto en el que fijarme para enfocarme en él, sin embargo solo pude ver las distintas señales en las puertas con distintas indicaciones en ellas, llevando cada una a un destino que muy seguramente esté más entretenido que aquí.
— Necesitas la llave para entrar — susurró Adara mientras se llevaba su copa de champán y señalando lo que yo estaba observando, la cual no tenía yo por alguna razón. — Ya lo he intentado antes. — admitió ella.
— Seguro que le encontramos una solución a eso — dije rápido y despidiéndome con un gesto rápido de cabeza y a continuación empecé a avanzar hacia una de las salidas.
No esperaba que me siguiera aunque mentiría si dijera que no quería que lo hiciera, sin embargo ahí estaba. Segundos después ella empezó a acercarse a donde estaba y me entró curiosidad por saber la excusa que habías puesto para deshacerse de esa situación.
No miré demasiadas veces hacia atrás para asegurarme de que no estaba solo, el simple chasquido del roce de los tacones en el suelo hablaban por sí mismos. Me movía como si estuviera en un laberinto sin luz por los pasillos, los cuales inundaban mi nariz con olor a cloro, y con unos pasos más dimos con la puerta que, como decía ella, estaba cerrada.
— Te lo dije — me reprimió ella con un ápice de pena y esperanza frustrada — vamos de vuelta anda, nos estarán buscando. — mientras ella hablaba puse mis manos sobre ese pomo, el cual estaba en muy mal estado y con un golpe rápido y fuerte este soltó varios de los tornillos que lo sujetaba. Con un poco de tiempo y ayuda, este se desprendió finalmente, dejando al descubierto el espacio de su interior, y vaya sorpresa, todo para disfrutar.
— Claro, podemos volver cuando quieras — le abrí la puerta dejándola pasar primero. Ella me miró con una sonrisa y sin mediar más palabra esta entró. Una vez dentro encendimos todas las luces interiores del agua de modo que todo se reflejaba en el techo, dejando ver las ondas del agua .
No tenía ningún tipo de fe en que estuviera en condiciones de entrar, pero todo estaba en orden, incluso si le dábamos unos minutos al agua, los controles podrían hacer que su temperatura sea más agradable.
Sin contar con el borde de la piscina no había ningún otro lugar en el que sentarse, pero eso no era un problema. Estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta para no tener que asistir a esa velada, y si eso significaba tener que mojarme, eso sería.
— ¿Qué haces? — preguntó ella al ver que comenzaba a desabrochar mis zapatos. La miré por el rabillo de los ojos al notar su confusión aunque me hacía gracia ver esa expresión que no tan a menudo se repetía.
— Disfrutar
Me aproximé al agua para confirmar que funcionaba y que no estaba tan fría como al comienzo, al afirmarlo empecé a sacar todo lo que llevaba en mis bolsillos, ya sea únicamente la cartera, las llaves y el móvil y lo dejé en el suelo lejos del alcance de la piscina. Desbotoné los botones y dejé caer la camisa al suelo sin importarme demasiado donde cayera, sin embargo no me molesté en quitarme los pantalones.
Sentía sus ojos clavados en mí como si se tratara de un imán y su nevera, no me molestó en absoluto, pero me dí el lujo de mirarla con una expresión pícara y divertida, viendo como ella pestañeaba repetidamente, su rubor volvía a sus mejillas y apartaba su mirada rápidamente.
Entré al agua con chapoteo y comprendí que la sensación más incómoda de empaparse con ropa puesta, era que te hacía sentir como un saco de patatas y te limitaba el movimiento — por lo menos donde estaba no cubría demasiado. Sin embargo el contraste con mi piel era muy grande, el agua me cubría hasta el pecho y mi abdomen al primer contacto se contrajo por el cambio aunque no mucho más tarde me logré acostumbrar.
— Deberías venir, no está fría — le prometí, aunque claramente con eso sería complicado convencerla de que se una a mí, pero entonces apareció la ocasión ideal.
No sabía si fue tonto de ella o tan solo inocente por su parte, pero quiso comprobar si la temperatura que afirmaba era la que era y, para eso caminó hasta el borde recogiéndose el vestido rojo que la llegaba hasta los tobillos y se agachó.
Me agarré del bordillo y luego sujeté su mano, en ese momento ella empezó a darse cuenta de mis intenciones y empezó a negar con la cabeza al tiempo que yo asentía.
— Alec, cuando volvamos van a preguntar y nos van a echar la bronca
— Estoy seguro de que tienes que tener más razones para convencerme de que no lo haga — dije con una sonrisa atrevida y llena de maldad para algunos — tienes diez segundos para hacer que cambie de opinión. Uno, dos...
Empecé a contar muy despacio, demasiado para mi, pero a ella casi se le estaban saliendo los ojos de sus órbitas por la incredulidad.
— Tampoco tenemos toallas para secarnos y se nos va ha hacer tarde y... — y se estaba quedando sin ideas.
— Y diez — musité al tiempo que ella iba directa al agua maldiciendo sin parar. Según ella salía del agua empezó a salpicar en mi dirección cual pez fuera del agua y varias veces intentó hacerme una aguadilla, como si así pudiera hacer algo, pero no sería yo quien le dijera que no servía de nada. De manera, rápida y precisa, me sumergí y tiré de sus piernas hasta hacer que ambos estuviéramos debajo del agua, entonces empezamos a juguetear como niños pequeños.
Uno tiraba del otro y el otro del uno. Ella no paraba de reír y era lo único que escuchaba en esa sala, mientras que su intento por enfadarse fracasó tan rápido como la segunda ola de agua le llegó. Se podría decir... que era como un juego, uno en el que nadie sabía cuáles eran las reglas y tampoco decidimos quien ganaba. No quería que terminase, desafortunadamente, soñar siempre ha sido gratis.
Ella acabó nadando lentamente hacia el bordillo hasta sentarse de la mejor manera posible en él, ya que el vestido ahora empapado tiraba de ella y dificultaba sus pasos. En ese momento con la condición de su prenda su cuerpo se veía como si no tuviera nada que lo tapara, ya que se le pegaba a su piel y recorría sus curvas con todo el descaro.
Sin pensármelo dos veces me arrimé a ella y esperé paciente a que ella tomara la iniciativa, había algo de duda en ella y no quería forzarla a más — aunque eso era ya algo tarde de plantearse —, y a pesar de que no fue al momento ni segundos después, ella acabó inclinándose hacia mí y atrapando los costados de mi rostro en sus manos que al contrario de las mías, estas no eran ásperas, y finalmente depositar un beso en mis labios, largo, dulce y sin prisa. Sabía a cloro y a algo azucarado que seguramente había comido antes de venir aquí... ¿caramelo? Debia ser eso.
— ¿Y ahora qué? ¿Me vas a volver a secuestrar? — preguntó ella con una sonrisa después de una pausa una vez que ambos mantuvimos apenas distancia, aun asi mi corazon no paraba de palpitar a mil y diría que esa sangre estaba empezando a bombear a otros lugares.
— Qué me dices de una copa — respondí al cabo de un rato, mi cabeza estaba en blanco pero nadie dice que no a una botella de Brandy.
— No podemos salir así — dijo con una recordándome lo que antes me había dicho. Antes de todo el "desastre".
Sabíamos de adelanto que con las apariencias que llevábamos ahora no podríamos pasar por todo el salón, y mucho menos cerca de Kai — eso se convertiría en una sala de interrogaciones infinitas, las cuales no querría contestar —. Aunque... porqué no utilizar lo que teníamos a nuestro alcance.
— No va a hacer falta — salí de la piscina con pesar y dejando un rastro de agua a mi paso. Recogí mis pertenencias y agarré la mano de Adara indicando que guardara silencio una vez dejamos todo... más o menos como nos lo habíamos encontrado.
— ¿A dónde vamos? — susurró detrás de mí.
— A la terraza — a pasar frío — pero tenemos que pasar por la cocina primero — pondría la mano en el fuego a que ahora me estaba levantando la ceja sin comprender mucho de lo que estaba haciendo, pero ni yo mismo lo sabía, solo deje mis intenciones fluir y que pasara lo que tuviera que pasar
Estábamos en un pasillo que parecería infinito de no ser por la luz que había al final y el ruido distorsionado de las sartenes y cubiertos en alguna de las puertas más adelante.
— Espera — le dije cuando empezábamos a ver algunos pasos por detrás de esa habitación y precisamente de los invitados no eran. Ella me miró con una expresión de "te lo dije" pero no me importó lo que ellos pudieran preguntar en ese momento, ni siquiera vacilé cuando la puerta se abrió y dejó pasar un carrito con algunos entrantes que iban directos al salón del que veníamos al principio.
Esperamos detrás de él cuando empezaron a sacar algunos más llenos de comida y, entonces expusieron lo que venía buscando.
Varias botellas de distintos tipos ya sea de vino blanco o tinto, incluso de champán, salieron y se colocaron de manera precisa en un lugar concreto de ese mantel beige. Antes de que las retiraran me erguí y con paso lento estiré la mano sin saber muy bien a dónde iba dirigida, cuando sentí el cuello del vidrio en mi palma lo agarré sin pensarlo y lo llevé a mi pecho con rapidez.
— Esto de coger las cosas a la ligera se está convirtiendo ya en un hábito — dijo ella. Se refería a la noche en el restaurante, pero bien que mereció la pena después.
Salí por patadas ignorando su comentario pero besando su frente con gracia, la enganché de nuevo por el brazo y como si pasáramos de largo buscamos las escaleras que nos llevarían a la terraza con la mirada. Una vez localizadas subimos por ellas sin prisa pero sin pausa hasta que por fin y por primera vez en la noche nos dio una brisa fría sin tener que llenar nuestras fosas con el aroma de gente que olía a colonia barata.
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