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Se sentía totalmente ridícula mientas encendía el velón rosa que Celeste le había hecho comprar en la tienda, antes de llegar a casa. Según su amiga había que hacer esa misma noche lo que Oleska les dijo para no perder más tiempo; supuestamente, a partir de ese momento solo tendrían que pasar diez días para que Micaela conociera a la persona que veía en sueños. Celeste quería comprobarlo a como diera lugar.
―Entonces, dime, ¿cómo se supone que debo hacer esto? ―preguntó Micaela, algo cansada de la situación. Celeste le quitó el velón que ya estaba encendido y lo colocó con cuidado sobre la mesa de la peinadora.
―Aquí hay un incienso de lavanda, es el único que tenían en la tienda. No importa, la idea es entrar en ambiente. Ahora concéntrate y lee con calma el hechizo ―señaló la hoja que Micaela tenía entre las manos.
Mika desdobló el papel, se aclaró la voz y comenzó a recitar en tono burlón lo que estaba escrito:
Mi corazón tiene alas, mi alma se eleva...
De pronto, una almohada impactó en su cara.
―¡Así no! ―gritó Celeste enfadada―. ¡Deja ya la burla y ponle seriedad a la cosa!
―¿De verdad crees en esto, Celeste?
―No lo sé, pero me gusta la idea, me parece bonito pensar que alguien en algún lugar está hecho única y exclusivamente para uno.
Micaela definitivamente no creía lo mismo. Estaba segura de que leer unas palabras a la luz de una vela no traería a nadie mágicamente, así que se propuso molestarla un poco, si tenía que pasar por eso se encargaría de que Celeste también se involucrara.
En diez días me reiré diciendo «te lo dije» cuando no aparezca nadie.
―Ok. Lo voy a hacer, pero con una condición.
―¿Cuál? ―Celeste se rio nerviosa y entrecerró los ojos.
―Tú también dirás el hechizo conmigo ―exigió.
¿Qué te parece eso, Hechizada? Micaela 1 - Celeste 0.
―¿Yo? ―Dio un paso atrás pero Micaela fue más rápida y la tomó del brazo.
―Sí, tú. ¿No dices que es bonito y toda la cosa? ―La retó―. Además, quiero tú también encuentres a alguien especial.
―¿Qué te pasa? ―Sacudió la cabeza negando―. Yo no necesito a nadie ahora, ¿olvidaste que estoy con Miguel?
Miguel era el no-novio de Celeste. Hacía cuatro meses que salían pero él no se decidía a tomar en serio la relación. Tenía ese no sé qué que atrapa como un imán a las mujeres pero Micaela estaba segura de que usaba a Celeste solo como un pasatiempo. No, definitivamente ese no era el tipo correcto para su amiga. Si el plan de Oleska funcionaba también quería beneficios para Celeste.
¿Pero qué demonios? ¿Si esto funciona? ¿De verdad estoy pensando en esa posibilidad? ¡Ya debo estar volviéndome loca!
―Solo lo haré si tú lo haces, y es mi última palabra ―le advirtió, quería que desistiera de la idea y la dejara en paz de una vez, pero Celeste lo meditó caminando de aquí para allá en la habitación y Micaela comenzó a estresarse.
―¡Ay, qué más da, hagámoslo! ―soltó decidida.
Micaela la miró con cara de pocos amigos. Pero bueno... ¿y qué pasó entonces con el «yo estoy con Miguel»?
―Está bien, tú ganas. ―Levanto los hombros restándole importancia a la decisión de Celeste.
¡Joder, qué mujer!
Así que en voz alta y clara, cual película de brujas, recitaron el hechizo que Oleska les había dado. Micaela no sabía qué pasaba por la mente de su amiga en ese momento pero lo que sí sabía es lo que pasaba por la de ella. Y por más que lo negara una pequeñísima parte de ella quería creer. Pero eso nunca lo diría en voz alta. Oh, no, definitivamente no.
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