13


Estaban abrazados en la entrada del edificio. Micaela seguía en una nube, sintiendo que flotaba. Logró abrir los ojos cuando percibió la sonrisa de Diego sobre su boca, se separó un poco para verlo y le acarició la mejilla con el pulgar; se sentía increíble estar entre sus brazos, tanto que podría acostumbrarse a eso con facilidad.

―Por Dios, nena, se sintió tan jodidamente bien.

―Estoy de acuerdo ―musitó ella, porque también pensaba igual. Lo miró a los ojos y se mordió el labio, queriendo que la besara de nuevo. Si antes le gustaba, ahora luego de saborearlo sabía que esa boca se convertiría en su adicción.

Él se inclinó una vez más pero justo cuando estaba por besarla otra vez un carraspeo de garganta los hizo separarse. Celeste estaba parada en la puerta del edificio y los observa con un gesto divertido.

―Buenas, buenas... ¿Cómo me los trata la vida? ¿Interrumpo?

¿Acaso no veía que sí? 

Micaela quiso gritar, pero no lo hizo, mantuvo la calma y sonrió. Celeste conocía bien esa sonrisa, sabía que en cuanto estuvieran a solas ellas iba a querer asesinarla.

―Hola, Celeste. No, no interrumpes, nos estábamos despidiendo, ¿verdad? ―Diego le regaló una sonrisa ladeada y asintió.

―Eh, sí, ya yo me iba. La llevé un rato a almorzar pero aquí te la devuelvo enterita.

―¡Bendito sea Dios, estaba muy preocupada por mi bebé! ―Celeste se llevó las manos hasta el pecho con dramatismo―, gracias por traerla entera... y por regalarle una cita agradable. ―Le guiñó el ojo.

―¡Celeste! ―Se quejó Micaela fulminándola con la mirada. Diego se echó a reír―. Juro que te mataré.

―Bueno, me despido. ―Él se acercó a Celeste y depositó un beso en su mejilla, luego agarró la mano de Micaela y se inclinó hasta rozar peligrosamente los labios en su oreja―, estamos en contacto ―susurró, le besó la frente y se marchó sin más.

Micaela se congeló en el sitio. ¿Estarían en contacto? Sin poder evitarlo el susto se apoderó de ella y su cabeza comenzó a reproducir recuerdos; había salido un par de horas con Diego y luego permitió que la besara. ¿Cómo es que dejó que la besara en la primera salida? ¿Habría otra salida? Él no dijo si la llamaría más tarde o el día X, un «estamos en contacto» no significaba nada para ella; esa era la frase favorita de los idiotas para decir «Gracias, pero ya no estoy interesado».

Ya le había pasado antes, con la gran diferencia de que quien se lo dijo la última vez era su novio, uno con quien había durado tres años, el mismo que le rompió el corazón en mil pedazos dejando vacío y desilusión al no ponerse en "contacto" nunca más; él solo desapareció de la faz de la tierra luego de soltarle en la puerta de la casa de sus padres la misma frase que Diego acababa de decirle.

A raíz de eso Micaela había levantado un muro para todo ese tipo de situaciones, no quería volver a experimentar lo que significaba un corazón roto. Pero tal vez estaba realmente jodida porque observando a Diego marcharse lo único que deseaba era volverlo a ver; de alguna manera, él había derrumbado un poquito de ese muro.

El brazo de Celeste rodeó su cuello, la chica apoyó la cabeza de lado, contra la de Micaela, y ésta abrazó la cintura de su amiga.

―¿Qué pasa, cremita?

―Me gusta ―confesó tristemente.

―¿Y eso está mal?

―No. Pero lo de «Estamos en contacto», sí.

―No todos son como Tony. 

Micaela hizo una mueca de desagrado al escuchar su nombre, de verdad quería confiar en que Diego era diferente.

―No lo sé, oreo, no debí haber dejado que me besara. Tuvimos una tarde especial pero seguro no lo vuelvo a ver.

―Claro que lo volverás a ver, tonta. Es tu alma gemela, no puedes dejarlo escapar ―le advirtió.

―Acabas de decir las mismas palabras que dijo el tío Alfonso.

―¿Y ese quién es? Ah, no, comienza a contarme todo, tengo el presentimiento de que es un hombre muy sabio. ―Micaela sonrió, Celeste siempre sabía como hacerla sentir mejor.

Después de subir al apartamento se acomodaron en el mueble de la sala, no sin antes equiparse de helado para que Micaela pudiera contarle todo lo que había pasado en la cita con Diego. Le comentó desde lo sorprendida que quedó al entrar al local, hasta el beso que por imprudente interrumpió en el pasillo.

―¿Y qué hará trabajando en un bufete de abogados? Si quisiera se ganaría la vida como los Hermanos a la obra, decorando locales. ―Micaela soltó una carcajada, Hermanos a la obra era un programa de televisión que siempre veían, les encantaban las decoraciones que hacían, y sobretodo, porque se recreaban la vista con lo sexis que eran esos hombres.

―La verdad no tengo idea, tal vez sea lo que pudo conseguir rápido, ya sabes, para poder ayudar a su abuela económicamente.

Celeste asintió y se metió una cucharada de helado en la boca mientras que Micaela recordó algo que no podía dejar pasar por alto.

―¿Sabes cómo se llama el bufete donde trabaja? ―inquirió repentinamente, y también comió una porción de helado―. A. Cañizales.

Celeste hizo una mueca de asco ante la mención del odioso apellido.

―El papá de la estúpida esa es abogado, ¿crees que sea su bufete?

―¡Ni lo digas! ¿Te imaginas todo lo que haría si se entera de que salgo con alguien que trabaja para su papá? Su envidia es tan grande que capaz hace que el sr. Cañizales le prepare la boda. ―La imagen de Diego parado en el altar, al lado de Melissa, la estremeció por completo. Sacudió la cabeza para apartar la mala vibra.

―Es verdad, esa tipa es medio loca. No se me olvidan todos los malos momentos por los que te hizo pasar en la escuela; su maldad y envidia no tienen límites. Dígame cuando inventó lo de su embarazo falso para que tú y Tony rompieran... 

Para Micaela, recordar aquello le revolvía el estómago. De pronto se le quitaron las ganas de seguir comiendo helado, y eso le molestó, no podía permitirse darle importancia a Melissa en su vida. Recordó lo bien que la había pasado en el día, también pensó en el beso, tenía que ocupar sus pensamientos en algo mientras esperaba a que la volviera a "contactar".

―Hablemos de otra cosa ―le propuso a Celeste―. Ya me siento bastante recuperada del accidente y me aburro como ostra porque no puedo ir ni a la universidad, ni a la pastelería. ¿Alguna idea para divertirnos?

―Ya que viene el fin de semana, tengo varias, pero lo mejor es que hagamos algo aquí en el apartamento para que no te excedas.

―¿Cuál es el plan?

―¡Noche de karaoke y cuba libre! ―exclamó alzando la palma de su mano.

―No es mala idea, suena divertido. Cualquier cosa para distraerme, así que karaoke y cuba libre será. ―Y chocaron las palmas riendo. 




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